Solo una persona honesta puede vivir con auténtica semejanza humana (Parte 2)

Para practicar ser una persona honesta, primero debes aprender a abrir tu corazón a Dios y a decirle palabras sinceras cada día en oración. Por ejemplo, si hoy has dicho una mentira que ha pasado desapercibida para otras personas, pero te ha faltado valor para abrirte delante de todo el mundo, como mínimo, deberías plantearte los errores que has examinado y descubierto y las mentiras que has contado ante Dios para reflexionar sobre todo ello, y decir: “Oh, Dios, he vuelto a mentir para proteger mis propios intereses, y estaba equivocado. Te ruego que me disciplines si vuelvo a mentir”. Dios se muestra encantado con esa postura y quedará en Su recuerdo. Puede que te suponga un denodado esfuerzo resolver este carácter corrupto de decir mentiras, pero no te preocupes, Dios está a tu lado. Te guiará y te ayudará a superar esta dificultad recurrente, proporcionándote el coraje para que pases de no reconocer nunca tus mentiras a hacerlo y ser capaz de revelarte abiertamente. No solo reconocerás tus mentiras, sino que también podrás revelar abiertamente por qué mientes, y la intención y los motivos detrás de tus mentiras. Cuando tengas el coraje para romper esta barrera, para romper la jaula y el control de Satanás, y alcanzar de manera paulatina un punto en el que ya no vuelvas a mentir, poco a poco llegarás a vivir en la luz, bajo la guía y bendición de Dios. Cuando rompas esa barrera de control carnal y seas capaz de someterte a la verdad, revelarte abiertamente, declarar en público tu posición y no tener reservas, estarás liberado y libre. Cuando vivas de este modo, no solo le vas a gustar a la gente, sino que Dios también estará complacido. Aunque puede que a veces cometas errores y cuentes mentiras, y a veces puede que sigas teniendo intenciones personales, motivos ocultos, o conductas y pensamientos egoístas y despreciables, serás capaz de aceptar el escrutinio de Dios, de revelar tus intenciones, tu estado actual y tus actitudes corruptas ante Él y de buscar la verdad que viene de Dios. Cuando hayas entendido la verdad, entonces tendrás una senda de práctica. Cuando tu senda de práctica sea la correcta y te muevas en la dirección adecuada, tu futuro será maravilloso y resplandeciente. De este modo, vivirás con paz en el corazón, tendrás nutrido el espíritu y te sentirás realizado y gratificado. Si no puedes liberarte del control de la carne, si sucumbes de un modo constante a las emociones, los intereses personales y las filosofías satánicas, si hablas y actúas de manera reservada y siempre te escondes en las sombras, entonces estás viviendo bajo el poder de Satanás. Sin embargo, si entiendes la verdad, te liberas del control de la carne y practicas la verdad, poco a poco llegarás a poseer semejanza humana. Serás franco y directo en tus palabras y acciones, y podrás revelar tus opiniones, ideas y los errores que has cometido, permitiendo que todo el mundo los vea con claridad. Al final, reconocerán que eres una persona transparente. ¿Y qué es una persona transparente? Es alguien que habla con excepcional honestidad, a quien todo el mundo cree sincero en sus palabras. Aunque mienta o diga algo equivocado sin tener intención, se le perdona, sabiendo que fue sin pretenderlo. Si se da cuenta de que ha mentido o ha dicho algo equivocado, se disculpa y rectifica. Eso es una persona transparente. Se trata de alguien que gusta a todo el mundo, todos confían en ella. Debes alcanzar este nivel para ganarte la confianza de Dios y la de los demás. No es una tarea simple, se trata del nivel más alto de dignidad que puede poseer una persona. Alguien así se respeta a sí mismo. Si no eres capaz de ganarte la confianza de otras personas, ¿cómo esperas ganarte la de Dios? Hay individuos que llevan vidas deshonrosas, inventan mentiras constantemente y abordan las tareas de manera descuidada y superficial. No tienen el menor sentido de la responsabilidad, se niegan a ser podados y tratados, siempre recurren a argumentos engañosos y no son del agrado de nadie con quien se encuentran. Viven sin ningún sentido de la vergüenza. ¿Acaso se les puede considerar seres humanos? Aquellos a los que los demás perciben como detestables y carentes de fiabilidad han perdido por completo su humanidad. Si nadie puede depositar en ellos su confianza, ¿puede Dios confiar en ellos? Si despiertan antipatía en los demás, ¿pueden agradarle a Dios? Dios detesta y está harto de esas personas, y es inevitable que sean descartados. Como ser humano, uno debe ser honesto y honrar los propios compromisos. Ya estén las acciones que uno desempeñe destinadas a los demás o a Dios, debe mantener su palabra. Cuando alguien se ha ganado la confianza de la gente y puede satisfacer y reafirmar a Dios, entonces es una persona relativamente honesta. Si eres de fiar en tus acciones, no solo les gustarás a los demás, sino que no cabe duda de que le vas a gustar también a Dios. Al ser un individuo honesto, puedes complacer a Dios y vivir con dignidad. Por tanto, la honestidad debe ser la base de la propia conducta.

¿Cuál es la práctica más importante para un individuo honesto? El acto de abrirle el corazón a Dios. Pero ¿qué significa abrirse? Significa compartir con Él tus pensamientos, tus intenciones y todo lo que te gobierna, y luego buscar la verdad de Dios. Él lo ve todo con excepcional claridad, con independencia de lo que reveles. Si puedes expresarle a Dios tus propios sentimientos, sincerarte con Él respecto a las cosas que les ocultas a los demás, enunciarlas claramente sin esconder nada, y expresar tus pensamientos tal y como son, sin ninguna intención, eso es ser abierto. A veces, hablar con honestidad puede hacer daño u ofender a los demás. En tales casos, ¿acaso alguien diría: “Hablas con demasiada honestidad, es demasiado doloroso y no puedo aceptarlo”? No. Aunque digas de vez en cuando cosas que de verdad hacen daño a los demás, si te sinceras y te disculpas, si reconoces que tus palabras carecían de sabiduría y que fuiste insensible con su debilidad, reconocerán que no tienes malas intenciones. Entenderán que eres una persona honesta que simplemente comunica de una manera un tanto directa y falta de tacto. No discutirán contigo y, en el fondo, les agradarás. De este modo, ¿pueden existir barreras entre vosotros? Si no existen barreras, se pueden evitar los conflictos y los problemas pueden resolverse con presteza, permitiéndote vivir en un estado de liberación y relajación. Esto es lo que significa que “solo la gente honesta puede vivir feliz”. Lo más importante de ser una persona honesta es sincerarte primero ante Dios y luego aprender a abrirte a los demás. Habla con honestidad, con sinceridad y desde el corazón. Esfuérzate por ser una persona digna, con talante e integridad, evita hablar usando cumplidos vacíos o de manera taimada, y abstente de expresarte de forma engañosa o equívoca. Otro aspecto de ser una persona honesta es cumplir con tu deber desde una postura y con un corazón honestos. Como poco, confía en tu conciencia para guiar tus acciones, esfuérzate por atenerte a los principios verdad y por cumplir con los requerimientos de Dios. No basta con reconocer estas cosas solo de palabra, y limitarte a adoptar cierta postura no significa que estés practicando la verdad. ¿Dónde queda ahí la realidad de ser una persona honesta? Limitarse a entonar consignas sin acción práctica no es suficiente. Al examinar a cada individuo, Dios no solo escruta sus corazones, sino también sus acciones, conductas y prácticas. Si aseguras que deseas ser una persona honesta pero cuando te sucede algo sigues siendo capaz de mentir y engañar, ¿acaso es esa la conducta de una persona honesta? No, eso es decir una cosa, pero querer decir otra. Dices una cosa y haces otra, engañas a los demás descaradamente y actúas como un santurrón. Eres igual que los fariseos, que podían recitar las escrituras del derecho y del revés mientras se las explicaban a la gente, pero les resultaba imposible practicar de acuerdo con ellas cuando les ocurría algo. Siempre les impulsaba un deseo por los beneficios del estatus, no estaban dispuestos a renunciar a su reputación, a sus beneficios y su estatus. Los fariseos eran así de hipócritas. No caminaban por la senda correcta, la suya no era la adecuada, y Dios detesta a los de su clase. ¿Puede el resto de la gente confiar en tales individuos? (No). ¿Sabéis en qué nivel se halla ahora mismo la confianza que tiene Dios en vosotros? ¿Os habéis ganado la confianza de Dios? (No). ¿Os habéis ganado la confianza de otras personas? (No). ¿Estáis viviendo con dignidad si no os habéis ganado la confianza de Dios ni la de otras personas? (No). ¡Qué manera más penosa de vivir! La pena más profunda de un ser humano es vivir sin dignidad y ser incapaz de ganarse la confianza de otros y de Dios. Si alguien te hiciera preguntas como estas: “¿Qué piensan de ti los demás? ¿Pueden confiar en ti? Si se te encomienda una tarea, ¿creen que la harás bien?”, es posible que sintieras que nadie deposita en ti ese nivel de confianza. Si crees que posees un corazón sincero, y sin embargo la gente no confía en ti, eso indica que tu sinceridad sigue teniendo carencias y es impura. ¿Se puede infundir confianza si los demás no perciben tu sinceridad? La mera creencia en tu propia sinceridad no es suficiente, debes practicarla y demostrarla para que otros sean testigos de ella. Si nadie confía en ti, entonces ciertamente no eres una persona honesta. Teniendo en cuenta que los demás pueden desentrañar tu falta de honestidad y Dios escruta lo más profundo del corazón de las personas con una claridad cien o mil veces mayor que un ser humano, ¿de verdad crees que Dios va a confiar en ti? Si notas que te sientes agraviado por Su falta de confianza hacia ti, debes reflexionar sobre ti mismo y evaluar el nivel y la profundidad de tu sinceridad. Medita esto: “Dios escruta las profundidades del corazón de las personas y debe saber lo que pienso. Si tuviera que valorarme a mí mismo en base a mis conductas, no me daría una nota muy alta. Es normal que Dios no confíe en mí”. Si no te has ganado la confianza de Dios ni la de los demás, ¿cuál debe ser tu plan de acción? Debes entrar en la verdad de ser una persona honesta, con independencia de los desafíos que pueda representar. Si eres incapaz de hacer eso, no podrás lograr la salvación.

La exigencia de honestidad que hace Dios es de extrema importancia. ¿Qué debes hacer si experimentas muchos fracasos en el transcurso de la práctica de la honestidad y te parece extremadamente difícil? ¿Debes volverte negativo y echarte atrás, y abandonar tu práctica de la verdad? Este es el indicativo más claro de si una persona ama o no la verdad. Tras practicar con honestidad durante cierto tiempo, algunos individuos piensan: “Ser honesto es demasiado difícil, no puedo soportar el daño que le causa a mi vanidad, mi orgullo y mi reputación”. En consecuencia, ya no quieren seguir siendo honestos. En realidad, aquí es donde radica el desafío de ser una persona honesta, y la mayoría de los individuos se atascan en este punto y son incapaces de experimentarlo. Entonces, ¿qué se requiere para la práctica de ser una persona honesta? ¿Qué clase de persona es capaz de practicar la verdad? Ante todo, uno debe amar la verdad. Tienes que ser una persona que ame la verdad, eso seguro. Algunos consiguen resultados reales después de varios años experimentando la práctica de la honestidad. Reducen poco a poco sus mentiras y engaños y, desde luego, se vuelven fundamentalmente personas honestas. ¿Puede ser que, durante su experiencia de práctica de la honestidad, no se enfrentaran a dificultades ni sufrieran durante el proceso? Padecieron sin duda gran cantidad de sufrimiento. Dado que amaban la verdad, pudieron sufrir al practicarla, insistir en hablar con sinceridad y hacer cosas prácticas, ser personas honestas y al final obtener la bendición de Dios. Para ser una persona honesta, uno debe amar la verdad y poseer un corazón que se someta a Dios. Estos dos factores tienen una enorme importancia. Todos aquellos que aman la verdad tienen un corazón amante de Dios. Y a los que aman a Dios les resulta especialmente fácil practicar la verdad y pueden soportar todo tipo de sufrimientos a fin de satisfacer a Dios. Si alguien tiene un corazón amante de Dios, cuando su práctica de la verdad se topa con humillaciones, reveses y fracasos, podrá soportar tal humillación y el sufrimiento de satisfacer a Dios, siempre y cuando Él quede complacido. Por tanto, son capaces de poner la verdad en práctica. Por supuesto, practicar cualquier aspecto de la verdad conlleva cierto grado de dificultad, y ser una persona honesta es incluso más difícil. La mayor dificultad es el obstáculo de las actitudes corruptas propias. Todos los humanos tienen actitudes corruptas y viven según las filosofías satánicas. Fíjate por ejemplo en los dichos “Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda” o “No se pueden lograr grandes hazañas sin decir mentiras”. Ambos son ejemplos de una filosofía satánica y de un carácter corrupto. La gente recurre a contar mentiras para hacer las cosas, obtener ventajas personales y lograr sus objetivos. No es fácil ser una persona honesta cuando uno posee esta clase de carácter corrupto. Uno debe orarle a Dios y confiar en Él, y hacer frecuente introspección y llegar a conocerse a sí mismo, a fin de poco a poco rebelarse contra la carne, renunciar a los intereses personales y abandonar la vanidad y el orgullo. Asimismo, uno debe soportar distintas clases de difamación y juicio antes de poder convertirse en una persona honesta capaz de decir la verdad y abstenerse de contar mentiras. Durante el periodo en el que uno practica ser una persona honesta, resulta inevitable encontrarse con muchos fallos y momentos en los que se revela la corrupción propia. Habrá momentos en los que las palabras y los pensamientos no se correspondan, u otros de falsedad y engaño. Sin embargo, con independencia de lo que te ocurra, si quieres decir la verdad y ser una persona honesta, debes ser capaz de desprenderte de tu orgullo y vanidad. Cuando no entiendas algo, di que no lo entiendes; cuando no tengas algo claro, di que no es así. No temas que los demás te menosprecien o infravaloren. Si hablas consistentemente desde el corazón y dices la verdad de este modo, encontrarás la alegría, la paz y una sensación de libertad y liberación en tu corazón, y la vanidad y el orgullo ya no te gobernarán. Da igual con quién interactúes, si puedes expresar lo que piensas de verdad, ábrele el corazón a los demás y no pretendas saber cosas que no sabes, esa es la postura honesta. A veces, la gente puede menospreciarte y llamarte necio porque siempre dices la verdad. ¿Qué debes hacer en tal situación? Debes decir: “Aunque todo el mundo me llame necio, decido ser una persona honesta y no alguien taimado. Hablaré con la verdad y según los hechos. Aunque soy repugnante, corrupto y no valgo nada ante Dios, seguiré contando la verdad sin fingir ni disfrazarme”. Si hablas de este modo, tu corazón estará en calma y en paz. Para ser una persona honesta, debes desprenderte de tu vanidad y tu orgullo, y para hablar de la verdad y expresar tus verdaderos sentimientos, no debes temer el ridículo y el desprecio de los demás. Aunque otros te traten como a un necio, no debes discutir ni defenderte. Si eres capaz de practicar la verdad de este modo, puedes convertirte en una persona honesta. Si te resulta imposible desprenderte de las preferencias carnales y de la vanidad y el orgullo, si buscas constantemente la aprobación de los demás, fingiendo saber lo que no sabes y viviendo en aras de la vanidad y el orgullo, entonces no te puedes convertir en una persona honesta; se trata de una dificultad práctica. Si tu corazón siempre está gobernado por la vanidad y el orgullo, es probable que cuentes mentiras y aparentes lo que no eres. Asimismo, cuando otros te ninguneen o pongan en evidencia tu auténtico ser, te resultará difícil aceptarlo y te parecerá que has sufrido una gran desgracia; te ruborizarás, se te acelerará el corazón y te sentirás agitado e intranquilo. Para resolver este problema, será necesario que padezcas un poco más de dolor y sufras unos cuantos refinamientos más. Necesitarás entender dónde radica la raíz del problema, y una vez que desentrañes estos asuntos, serás capaz de aliviar algo de tu dolor. Cuando hayas entendido a fondo estas actitudes corruptas y seas capaz de deshacerte de tu vanidad y tu orgullo, te resultará más fácil convertirte en una persona honesta. No te importará que otros se burlen de ti cuando digas la verdad o lo que piensas, y por mal que te traten o te juzguen, lo soportarás y responderás con corrección. Estarás entonces libre de sufrimiento, y tu corazón siempre permanecerá pacífico y alegre, y obtendrás libertad y liberación. De este modo, te desharás de la corrupción y vivirás con semejanza humana.

La gente suelta a menudo tonterías en su vida cotidiana, cuenta mentiras, dice cosas ignorantes y necias, y se pone a la defensiva. La mayoría de estas cosas se dicen en aras de la vanidad y el orgullo, para satisfacer sus propios egos. Decir tales falsedades revela sus actitudes corruptas. Si resolvieras estos elementos corruptos, se purificaría tu corazón y poco a poco te convertirías en alguien más puro y honesto. En realidad, todo el mundo sabe por qué miente. En aras de la ganancia y el orgullo personal, o por vanidad y estatus, tratan de competir con otros y se hacen pasar por algo que no son. Sin embargo, sus mentiras se acaban revelando y los demás las sacan a relucir, y acaban por perder su prestigio, además de su dignidad y su talante. Todo esto viene causado por una excesiva cantidad de mentiras. Estas se han vuelto demasiado numerosas. Cada palabra que dices está adulterada y no es sincera, ni una sola se puede considerar veraz u honesta. Aunque cuando dices mentiras no te parezca que has perdido prestigio, en el fondo, te sientes desgraciado. Tienes cargo de conciencia y una mala opinión de ti mismo, piensas: “¿Por qué llevo una vida tan penosa? ¿Tan difícil es decir la verdad? ¿He de recurrir a las mentiras en aras de mi orgullo? ¿Por qué es tan agotadora mi vida?”. No tienes que vivir una vida tan agotadora. Si puedes practicar ser una persona honesta, podrás llevar una vida relajada, libre y liberada. Sin embargo, has escogido defender tu orgullo y vanidad contando mentiras. En consecuencia, vives una existencia agotadora y desdichada, es algo que te causas a ti mismo. Uno puede obtener un sentimiento de orgullo al contar mentiras, pero ¿en qué consiste eso? Solo es algo vacío y completamente inútil. Contar mentiras significa vender el propio talante y la propia dignidad. Te despoja de tu propia dignidad y de tu talante, y desagrada y disgusta a Dios. ¿Merece la pena? No. ¿Es esta la senda correcta? No, no lo es. Aquellos que mienten con frecuencia viven según sus actitudes satánicas, bajo el poder de Satanás. No viven en la luz, no viven en presencia de Dios. Piensas constantemente en cómo mentir y, después de hacerlo, tienes que pensar en cómo tapar esa mentira. Y cuando no la tapas lo bastante bien y queda en evidencia, tienes que devanarte los sesos e intentar aclarar las contradicciones para que sea plausible. ¿Acaso no es agotador vivir de este modo? Es extenuante. ¿Merece la pena? No. Devanarse los sesos para contar mentiras y luego taparlas, todo en aras del orgullo, la vanidad y el estatus, ¿qué sentido tiene nada de eso? Al final, reflexionas y piensas para tus adentros: “¿Qué sentido tiene? Es demasiado agotador contar mentiras y tener que taparlas. Comportarme de este modo no sirve de nada; sería más fácil convertirme en una persona honesta”. Deseas convertirte en una persona honesta, pero no puedes desprenderte de tu orgullo, tu vanidad y tus intereses personales. Por tanto, solo puedes recurrir a decir mentiras para conservar esas cosas. Si eres alguien que ama la verdad, sufrirás distintas adversidades para poder practicarla. Aunque signifique sacrificar tu reputación, tu estatus y aguantar que te ridiculicen y humillen, nada de eso te va a importar; mientras seas capaz de practicar la verdad y satisfacer a Dios, con eso basta. Aquellos que aman la verdad eligen practicarla y ser honestos. Esa es la senda correcta y Dios la bendice. Si una persona no ama la verdad, ¿qué elige? Elige servirse de mentiras para mantener su reputación, su estatus, su dignidad y su talante. Prefieren ser taimados y que Dios los desprecie y rechace. Tales personas rechazan la verdad y a Dios. Eligen su propia reputación y estatus; quieren ser taimados. No les importa si Dios está complacido o si los va a salvar. ¿Acaso pueden salvarse aún? Desde luego que no, porque han escogido la senda equivocada. Solo pueden vivir por la mentira y el engaño; solo pueden llevar vidas penosas basadas en decir mentiras, taparlas y devanarse los sesos para protegerse día tras día. Si crees que las mentiras sirven para mantener la reputación, el estatus, la vanidad y el orgullo que anhelas, estás completamente equivocado. En realidad, al contar mentiras no solo no mantienes tu vanidad y orgullo, ni tu dignidad y tu talante sino, lo que es más grave, pierdes la oportunidad de practicar la verdad y ser una persona honesta. Aunque te las arregles para proteger tu reputación, tu estatus, tu vanidad y tu orgullo en ese momento, has sacrificado la verdad y has traicionado a Dios. Esto significa que has perdido por completo la oportunidad de que Él te salve y te perfeccione, lo cual supone una enorme pérdida y un remordimiento de por vida. Aquellos que son taimados nunca entenderán esto.

¿Disponéis en este momento de una senda para ser honestos? Debéis examinar todas vuestras declaraciones y acciones en la vida para poder detectar más mentiras y engaños, y así reconocer vuestro propio carácter taimado. Luego debéis fijaros en cómo practican y experimentan las personas honestas, y aprender algunas lecciones. Además, debéis practicar la aceptación del escrutinio de Dios en todas las cosas, y presentaros a menudo ante Dios para orar y hablar con Él. Digamos que acabas de decir una mentira; de inmediato te das cuenta de que: “Acabo de decir un par de cosas que no son exactas, he de admitirlo enseguida y arreglarlo, hacer saber a todo el mundo que acabo de decir una mentira”. Rectificas en ese momento y lugar. Si siempre rectificas así, y si practicar de este modo se convierte en una costumbre, entonces cada vez que digas una mentira y no la corrijas, te sentirás incómodo, y Dios te ayudará a velar por ello. Practicando y experimentando así durante un tiempo, empezarás a mentir menos, habrá cada vez menos impurezas en tus palabras y tus acciones estarán cada vez menos contaminadas y se volverán más puras; de este modo, te habrás purificado. Esa es la senda para ser honesto. Debes cambiar poco a poco, paulatinamente. Cuanto más cambies, mejor te volverás; cuanto más cambies, más honestas se tornarán tus palabras y cesarás de mentir; ese es el estado correcto. Toda la gente corrupta comparte el mismo problema. Nacen con la capacidad de mentir, y les resulta extremadamente difícil compartir sus pensamientos profundos o hablar con sinceridad. Aunque quieran contar la verdad, no se deciden a hacerlo. Todo el mundo cree que ser honesto es estúpido y necio, creen que solo los idiotas hablan con franqueza, y que es muy probable que una persona salga perdiendo si es completamente transparente con los demás y siempre dice lo que piensa, creen que nadie querrá relacionarse con ella y, en cambio, la desdeñarán. ¿Desdeñaríais a esta clase de persona? ¿Albergáis este punto de vista? (La hubiera desdeñado antes de empezar a creer en Dios, pero ahora admiro a tales personas y pienso que es mejor vivir una vida honesta y simple. Al vivir así, se deposita menos carga en el corazón. De otro modo, después de mentirle a alguien, tengo que tapar esa mentira, y acabo cavando un hoyo cada vez más grande, hasta que al final la mentira queda expuesta). Tanto mentir como ser taimado son conductas necias y es mucho más sabio limitarse a decir la verdad y hablar desde el corazón. Todo el mundo entiende ahora este problema; si alguien todavía piensa que mentir y engañar es una señal de tener calibre y ser astuto, entonces es increíblemente necio, tiene una ignorancia obcecada y carece de la más mínima verdad. Cualquier persona entrada en años que siga creyendo que los taimados son los más inteligentes y que los honestos son todos necios es un tipo absurdo que no puede desentrañar nada. Todo el mundo vive sus propias vidas, algunos de los que practican a diario la honestidad son felices y no están estresados, y se sienten libres y liberados en su corazón. No les falta nada y llevan vidas cómodas. Todo el mundo disfruta de relacionarse con gente así, y sin duda deberían ser dignos de envidia, ya que tales personas han llegado a entender el significado de la vida. Algunos necios piensan: “Esa persona siempre dice la verdad y la acabaron tratando, ¿verdad? Bueno, se lo merecía. Mírame a mí, guardo mis intenciones a buen recaudo y no hablo sobre ellas ni las revelo, así que no me han tratado ni he sufrido ninguna pérdida, y tampoco me he avergonzado delante de todo el mundo. ¡Es maravilloso! Aquellos que ocultan sus intenciones, no hablan honestamente con nadie e impiden que los demás sepan lo que están pensando son superiores y poseen una gran inteligencia”. Y sin embargo, cualquiera percibe que son los más taimados y astutos; todo el mundo está siempre en guardia a su alrededor y mantiene las distancias con ellos. Nadie quiere ser amigo de los taimados. ¿Acaso no son estos los hechos? Si una persona es cándida y siempre dice la verdad, si es capaz de abrirle su corazón a los demás y no alberga intenciones dañinas hacia nadie, aunque pueda ocasionalmente parecer ignorante y obrar con necedad, en general se la reconocerá como una buena persona y todo el mundo estará dispuesto a relacionarse con ella. Es un hecho generalmente reconocido que la gente disfruta de beneficios y de una sensación de seguridad cuando se relaciona con personas buenas y honestas. A los creyentes en Dios que son honestos y buscan la verdad no solo los aman los demás en la iglesia, sino también Dios mismo. En cuanto ganan la verdad, poseen testimonio real y pueden recibir el elogio de Dios, ¿acaso no les convierte esto en los más bendecidos de todos? Aquellos que entienden un poco de verdad verán este asunto con claridad. En tu comportamiento, debes tratar de ser una persona buena y honesta en posesión de la verdad; de este modo, no solo te amarán los demás, sino que además obtendrás bendiciones de Dios. No importa lo bueno que sea el comportamiento de alguien que sigue las tendencias mundanas, eso no lo convierte en una buena persona. Los que no comprenden esto son necios que todavía no entienden la verdad. Aquellos que la entienden realmente escogen caminar por la senda adecuada en la vida, ser personas honestas y seguir a Dios. Uno solo puede lograr la salvación si hace tales cosas. Esas son las personas más inteligentes de todas.

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