El éxito o el fracaso dependen de la senda que el hombre camine (Parte 2)

Pedro fue perfeccionado por medio de la experiencia del trato y del refinamiento. Él dijo: “Debo satisfacer el deseo de Dios en todo momento. En todo lo que hago sólo busco satisfacer el deseo de Dios y si soy castigado o juzgado, me sigo sintiendo feliz de hacerlo”. Pedro entregó su todo a Dios, y su obra, sus palabras y toda su vida fueron para amar a Dios. Él buscaba la santidad y cuanto más experimentaba, mayor era su amor por Dios en lo profundo de su corazón. Mientras que Pablo sólo llevó a cabo una obra externa y, aunque trabajó duro, sus esfuerzos eran en aras de realizar su obra adecuadamente y obtener así una recompensa. De haber sabido que no recibiría recompensa, habría abandonado su obra. Pedro se preocupaba por el amor verdadero en su corazón, por lo que era actual y podía lograrse. No le preocupaba recibir una recompensa, sino si su carácter podía cambiar. Pablo se preocupaba de trabajar más duro, por el trabajo exterior y por la devoción, y por las doctrinas que las personas corrientes no experimentaban. No le importaban en absoluto los cambios en su interior ni el amor verdadero por Dios. Las experiencias de Pedro fueron con el fin de lograr un amor verdadero y un conocimiento verdadero. Sus experiencias tenían la finalidad de lograr una relación más estrecha con Dios y vivir una vida práctica. La obra de Pablo tuvo lugar por lo que Jesús le confió y con el fin de obtener aquello que anhelaba, pero esto no guardaba relación con el conocimiento de sí mismo y de Dios. Su obra fue únicamente en aras de escapar del castigo y del juicio. Pedro buscaba el amor puro y Pablo la corona de justicia. Pedro experimentó muchos años de la obra del Espíritu Santo y tenía un conocimiento práctico de Cristo, así como un profundo conocimiento de sí mismo. Por tanto, su amor a Dios era puro. Muchos años de refinamiento habían elevado su conocimiento de Jesús y de la vida, y su amor era un amor incondicional, era un amor espontáneo, y él no pidió nada a cambio ni esperó beneficio alguno. Pablo obró por muchos años, pero no poseía un gran conocimiento de Cristo y su conocimiento de sí mismo era lastimosamente pequeño. Él simplemente no sentía amor por Cristo, y su obra y su recorrido tenían como fin obtener los laureles finales. Él buscaba la mejor corona, no el amor más puro. No buscaba de forma activa, sino pasiva; no estaba cumpliendo con su deber, sino que se vio obligado en su búsqueda tras haber sido capturado por la obra del Espíritu Santo. Así pues, su búsqueda no demuestra que fuera una criatura calificada de Dios; Pedro era una criatura calificada de Dios que cumplía con su deber. La gente piensa que todos aquellos que hacen una contribución a Dios deben recibir una recompensa y cuanto mayor sea la contribución, más dan por hecho que deben recibir el favor de Dios. La esencia del punto de vista del hombre es transaccional y él no busca activamente cumplir con su deber como criatura de Dios. Para Él, cuánto más busquen las personas un amor verdadero y una obediencia total a Dios, lo que también significa procurar cumplir con sus deberes como criaturas de Dios, más capaces serán de obtener Su aprobación. El punto de vista de Dios es exigir que las personas recuperen sus deberes y sus estaturas originales. El hombre es una criatura de Dios y, por tanto, no debe excederse haciéndole exigencias a Dios y debe limitarse a cumplir con su deber como criatura de Dios. Los destinos de Pablo y Pedro se midieron de acuerdo a la capacidad de cada uno para cumplir con su deber como criatura de Dios y no según el tamaño de su contribución; sus destinos se determinaron de acuerdo a lo que buscaron desde el principio y no según la cantidad de obra que llevaron a cabo ni de acuerdo a la estimación que otras personas sentían por ellos. Por tanto, buscar activamente cumplir con el propio deber como criatura de Dios es la senda hacia el éxito; buscar la senda de un amor verdadero a Dios es la senda más correcta; buscar cambios en el viejo carácter propio y un amor puro a Dios, es la senda hacia el éxito. Esa senda hacia el éxito es la senda de la recuperación del deber original y de la apariencia original de una criatura de Dios. Es la senda de la recuperación y también el objetivo de toda la obra de Dios de principio a fin. Si la búsqueda del hombre está manchada con exigencias personales extravagantes y anhelos irracionales, entonces el efecto que se obtenga no será el cambio en el carácter del hombre. Esto entra en conflicto con la obra de recuperación. Indudablemente no es una obra del Espíritu Santo y demuestra que Dios no aprueba este tipo de búsqueda. ¿Qué sentido tiene una búsqueda que Dios no ha aprobado?

La obra realizada por Pablo se exhibió ante el hombre, pero cuán puro era su amor por Dios, cuánto era su amor por Dios en lo profundo de su corazón, es invisible para el ser humano. El hombre sólo puede observar la obra efectuada y, a partir de esto, él sabe que el Espíritu Santo lo ha usado, sin duda, y por ello deduce que Pablo fue mejor que Pedro, que su obra fue más grande, porque fue capaz de proveer a las iglesias. Pedro sólo se fijaba en sus experiencias personales y ganó muy pocas personas durante su obra ocasional. Existen unas pocas epístolas suyas poco conocidas, pero ¿quién sabe cuán grande era su amor por Dios en lo profundo de su corazón? Día tras día, Pablo obraba para Dios; mientras hubiera trabajo que hacer, él lo hacía. Sentía que de esta forma sería capaz de obtener la corona y que podría satisfacer a Dios, pero no buscó maneras de cambiar él mismo por medio de su obra. Cualquier cosa en la vida de Pedro que no satisfacía el deseo de Dios hacía que se sintiera incómodo. Si no colmaba el deseo de Dios se sentía lleno de remordimiento y buscaba una forma adecuada de esforzarse para satisfacer el corazón de Dios. Incluso en los aspectos más pequeños e irrelevantes de su vida, seguía exigiéndose satisfacer el deseo de Dios. No era menos severo cuando se trataba de su viejo carácter, siempre riguroso en sus exigencias a sí mismo para progresar más profundamente en la verdad. Pablo sólo buscaba la reputación y el estatus superficiales. Buscaba exhibirse delante de la gente y no hacer progresos más profundos en la entrada a la vida. Lo que le preocupaba era la doctrina, no la realidad. Algunas personas dicen: “Pablo realizó tanta obra para Dios, ¿por qué Él no lo conmemoró? Pedro llevó a cabo poca obra para Dios y no hizo una gran contribución para las iglesias; entonces, ¿por qué fue perfeccionado?”. Pedro amaba a Dios hasta el punto que Él lo requería; sólo las personas así tienen testimonio. ¿Y qué hay de Pablo? ¿Sabes hasta qué punto amó él a Dios? ¿En aras de qué fue la obra de Pablo? ¿Y en aras de qué fue la de Pedro? Pedro no realizó mucha obra, pero ¿sabes lo que había en lo profundo de su corazón? La obra de Pablo concierne a la provisión de las iglesias y al sustento de las mismas. Pedro experimentó cambios en su carácter vital, experimentó el amor de Dios. Ahora que sabes las diferencias entre sus esencias, puedes ver quién, en última instancia, creía en Dios verdaderamente y quién no; uno de ellos amaba a Dios de verdad y el otro no; uno pasó por cambios en su carácter y el otro no; uno recibió la adoración de las personas y tuvo una gran imagen, y el otro sirvió con humildad y las personas no reparaban mucho en él; uno buscaba la santidad y el otro no, y aunque no era impuro, tampoco poseía un amor puro; uno poseía humanidad verdadera y el otro no; uno poseía el sentido de la criatura de Dios y el otro no. Esas son las diferencias entre la esencia de Pablo y la de Pedro. La senda por la que Pedro caminó es la del éxito, que es también la senda de lograr la recuperación de la humanidad normal y del deber de una criatura de Dios. Pedro representa a todos aquellos que tienen éxito. La senda transitada por Pablo es la del fracaso y él representa a todos los que sólo se someten y se entregan superficialmente y a los que no aman a Dios genuinamente. Pablo representa a todos los que no poseen la verdad. En su creencia en Dios, Pedro buscó satisfacerle en todas las cosas y obedecer todo lo que viniera de Él. Sin la más mínima queja, fue capaz de aceptar el castigo y el juicio, así como el refinamiento, la tribulación y las carencias en su vida, nada de lo cual pudo alterar su amor a Dios. ¿No es este el máximo amor a Dios? ¿No es esto el cumplimiento del deber de una criatura de Dios? Castigo, juicio, tribulación; eres capaz de lograr la obediencia hasta la muerte y esto es lo que debe conseguir una criatura de Dios, esta es la pureza del amor a Dios. Si el hombre puede conseguir un tanto así, es una criatura de Dios calificada y no hay nada que satisfaga más el deseo del Creador. Imagina que eres capaz de obrar para Dios, pero no le obedeces y eres incapaz de amarle verdaderamente. De esta forma, no sólo no habrás cumplido el deber de una criatura de Dios, sino que Él también te condenará, porque no posees la verdad, eres incapaz de obedecerle y eres desobediente a Dios. Sólo te preocupas de obrar para Dios y no de poner en práctica la verdad ni de conocerte a ti mismo. No entiendes ni conoces al Creador y no le obedeces ni le amas. Tu desobediencia a Dios es innata y el Creador no ama a tales personas.

Algunas personas afirman: “Pablo hizo una cantidad tremenda de obra, llevó muchas cargas por las iglesias y contribuyó mucho a ellas. Las trece epístolas de Pablo ratificaron 2000 años de la Era de la Gracia y sólo las superan los Cuatro Evangelios. ¿Quién puede compararse con él? Nadie puede descifrar el Apocalipsis de Juan, mientras que las epístolas de Pablo proveen vida y la obra que realizó fue beneficiosa para las iglesias. ¿Quién más pudo haber logrado tales cosas? ¿Y cuál fue la obra de Pedro?”. Cuando el hombre mide a otros, lo hace según sus contribuciones. Cuando Dios evalúa al hombre, lo hace de acuerdo con su naturaleza. Entre los que buscan vida, Pablo fue alguien que desconocía su propia esencia. No era en absoluto humilde ni obediente, ni conocía su esencia, la cual se oponía a Dios. Por tanto, era alguien que no había pasado por experiencias detalladas ni puso en práctica la verdad. Pedro era diferente. Conocía sus imperfecciones, sus debilidades y su carácter corrupto como una criatura de Dios y, por tanto, tenía una senda de práctica por medio de la cual cambiar su carácter; no era uno de esos que sólo tenía doctrina, pero no realidad. Las que cambian son personas nuevas que han sido salvadas, son las calificadas para la búsqueda de la verdad. Las que no lo hacen pertenecen a aquellas que son obsoletas por naturaleza; son las que no se han salvado, es decir, aquellas a las que Dios ha detestado y rechazado. Ellas no serán conmemoradas por Dios, por muy grande que haya sido su obra. Cuando comparas esto con tu propia búsqueda, debe ser evidente si eres finalmente un tipo de persona como Pedro o como Pablo. Si aún no hay verdad en lo que buscas, y si todavía hoy sigues siendo tan soberbio e insolente como Pablo, y te elogias a ti mismo con tanta elocuencia como él, sin duda eres un degenerado que fracasa. Si buscas lo mismo que Pedro, si procuras prácticas y cambios verdaderos y no eres arrogante ni obstinado, sino que buscas cumplir con tu deber, serás una criatura de Dios que puede lograr la victoria. Pablo no conocía su propia esencia o corrupción y, mucho menos, su propia desobediencia. Nunca mencionó su desafío despreciable hacia Cristo ni se arrepintió demasiado. Sólo ofreció una breve explicación y, en lo profundo de su corazón, no se sometió totalmente a Dios. Aunque cayó en el camino de Damasco, no miró en lo profundo de su ser. Se contentó con seguir obrando simplemente y no consideró que conocerse y cambiar su viejo carácter fueran los asuntos más cruciales. Se satisfacía con simplemente hablar la verdad, con proveer para otros como un bálsamo para su propia conciencia y con no perseguir más a los discípulos de Jesús para consolarse y perdonarse por sus pecados pasados. La meta que perseguía no era otra que una corona futura y una obra transitoria, la meta que perseguía era la gracia abundante. No buscaba suficiente verdad ni buscaba progresar más profundamente en la verdad, la cual no había entendido previamente. Por consiguiente, se puede decir que su conocimiento de sí mismo era falso y que no aceptaba el castigo ni el juicio. Que fuera capaz de obrar no significa que poseyera un conocimiento de su propia naturaleza o de su esencia; él sólo se centraba en las prácticas externas. Además, no se esforzaba por el cambio, sino por el conocimiento. Su obra fue, por completo, el resultado de la aparición de Jesús en el camino a Damasco. No fue algo que él hubiera decidido hacer en un principio ni fue una obra que ocurriera después de que aceptase la poda de su viejo carácter. Independientemente de cómo obrara, su viejo carácter no cambió y, por tanto, su obra no expió sus pecados pasados, más bien desempeñó cierto papel entre las iglesias de la época. Alguien como él, cuyo viejo carácter no cambió —es decir, que no obtuvo la salvación y que, además, no tenía la verdad— era absolutamente incapaz de llegar a ser uno de los aceptados por el Señor Jesús. No era alguien lleno de amor y reverencia a Jesucristo ni alguien experto en buscar la verdad y, mucho menos, alguien que buscara el misterio de la encarnación. Era simplemente una persona habilidosa en la sofistería, que no cedería ante cualquiera más elevado que él o que poseyera la verdad. Envidiaba a las personas y las verdades contrarias a él, o enemistadas con él, prefiriendo a las que tenían dones, presentaban una gran imagen y poseían un conocimiento profundo. No le gustaba interactuar con los pobres que buscaban el camino verdadero y que no se preocupaban por otra cosa que no fuera la verdad; él se relacionaba, más bien, con figuras superiores de organizaciones religiosas que sólo hablaban de doctrinas y que poseían un conocimiento abundante. No sentía ningún amor por la obra nueva del Espíritu Santo ni se preocupaba por el movimiento de la misma, sino que prefería esas regulaciones y doctrinas que fueran más elevadas que las verdades generales. En su esencia innata y en la totalidad de lo que buscaba, no merece ser llamado un cristiano que buscara la verdad y, menos aún, un siervo fiel en la casa de Dios, porque su hipocresía era demasiada y su desobediencia demasiado grande. Aunque se le conoce como un siervo del Señor Jesús, no fue en absoluto adecuado para entrar por la puerta del reino de los cielos, porque sus acciones de principio a fin no pueden definirse como justas. Simplemente se le puede ver como una persona hipócrita, que hizo injusticias, pero que también obró para Cristo. Aunque no se le puede adecuadamente calificar de malvado, se le puede definir como un hombre que hizo cosas injustas. Llevó a cabo mucha obra, pero no se le debe juzgar por la cantidad de obras que realizó, sino sólo por su calidad y esencia. Sólo así es posible llegar al fondo del asunto. Él siempre creyó: soy capaz de obrar, soy mejor que la mayoría de las personas; soy considerado con la carga del Señor como nadie más y nadie se arrepiente tan profundamente como yo, porque la gran luz resplandeció sobre mí y la he visto; por tanto, mi arrepentimiento es más profundo que cualquier otro. En ese momento, esto es lo que él pensaba en su corazón. Al final de su obra, Pablo dijo: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, y me está guardada la corona de justicia”. Su lucha, su obra y su carrera fueron enteramente en aras de la corona de justicia y él no avanzó de forma activa; aunque no fue superficial en su obra, puede decirse que la realizó simplemente con el fin de compensar sus errores y las acusaciones de su conciencia. Él sólo esperaba completar su obra, terminar su carrera y pelear su batalla lo más pronto posible, de forma que pudiese obtener la tan anhelada corona de justicia cuanto antes. Lo que él anhelaba no era reunirse con el Señor Jesús con sus experiencias y su conocimiento verdaderos, sino terminar su obra lo antes posible con el fin de recibir las recompensas que esta le había ganado cuando se encontró con el Señor Jesús. Él usó su obra para consolarse y para hacer un trato de intercambio por una corona futura. Lo que buscaba no era la verdad ni a Dios, sino sólo la corona. ¿Cómo puede una búsqueda así cumplir con el estándar? Su motivación, su obra, el precio que pagó y todos sus esfuerzos, sus maravillosas fantasías lo impregnaron todo, y él trabajó en total acuerdo con sus propios deseos. En la totalidad de su obra, no hubo la más mínima disposición en el precio que pagó; simplemente estaba cerrando un trato. No hizo sus esfuerzos voluntariamente para cumplir con su deber, sino para conseguir el objetivo del trato. ¿Hay algún valor en tales esfuerzos? ¿Quién elogiaría sus esfuerzos impuros? ¿Quién tiene algún interés en ellos? Su obra estaba llena de sueños para el futuro, de planes maravillosos y no contenía una senda para cambiar el carácter humano. Así pues, gran parte de su benevolencia era fingida; su obra no proveía vida, sino que era un simulacro de civismo; era el cumplimiento de un trato. ¿Cómo puede una obra así llevar al hombre a la senda de la recuperación de su deber original?

Todo lo que Pedro buscó estaba conforme al corazón de Dios. Buscó cumplir Su deseo, e independientemente del sufrimiento y la adversidad, siguió dispuesto a hacerlo. No hay búsqueda mayor para un creyente en Dios. Lo que Pablo buscó estaba manchado por su propia carne, por sus propias nociones y por sus propios planes y maniobras. No fue en absoluto una criatura calificada de Dios ni fue alguien que buscara cumplir el deseo de Dios. Pedro buscó someterse a orquestaciones de Dios y, aunque la obra que realizó no fue grande, la motivación subyacente a su búsqueda y la senda por la que caminó fueron correctas; aunque no fue capaz de ganar a muchas personas, sí fue capaz de buscar el camino de la verdad. Por esto se puede afirmar que él fue una criatura calificada de Dios. Hoy, aunque no seas un obrero, debes ser capaz de cumplir con el deber de una criatura de Dios y buscar someterte a todas Sus orquestaciones. Debes ser capaz de obedecer lo que Dios dice y experimentar toda forma de tribulaciones y refinamiento; y aun siendo débil, en tu corazón debes seguir siendo capaz de amar a Dios. Las personas que asumen la responsabilidad de su propia vida están dispuestas a cumplir con el deber de una criatura de Dios y el punto de vista de esas personas respecto a la búsqueda es el correcto. Estas son las personas que Dios necesita. Si has realizado mucha obra y otras personas adquirieron tus enseñanzas, pero tú mismo no has cambiado ni has dado testimonio alguno, ni has tenido una experiencia verdadera, de tal forma que al final de tu vida nada de lo que hayas hecho da testimonio, entonces ¿eres tú alguien que ha cambiado? ¿Eres alguien que busca la verdad? En ese momento, el Espíritu Santo te usó, pero cuando lo hizo, utilizó la parte de ti que podía obrar y no usó esa parte de ti que no podía obrar. Si buscaras cambiar, entonces serías perfeccionado gradualmente durante el proceso de ser usado. No obstante, el Espíritu Santo no asume la responsabilidad respecto a si al final serás ganado o no; esto depende de tu forma de buscar. Si no hay cambios en tu carácter personal, se debe a que tu punto de vista sobre la búsqueda es erróneo. Si no se te ha otorgado una recompensa, eso es problema tuyo; se debe a que tú mismo no has puesto en práctica la verdad y a que eres incapaz de cumplir el deseo de Dios. Nada es, pues, más importante que tus experiencias personales, ¡y nada es más crítico que tu entrada personal! Algunas personas acabarán diciendo: “He realizado muchas obras para Ti y aunque tal vez no hayan sido logros celebrados, de todos modos he sido diligente en mis esfuerzos. ¿No puedes sencillamente dejarme entrar al cielo para comer el fruto de la vida?”. Debes saber qué tipo de personas deseo; los impuros no tienen permitido entrar en el reino, no pueden mancillar el suelo santo. Aunque puedas haber realizado muchas obras y hayas obrado durante muchos años, si al final sigues siendo deplorablemente inmundo, ¡es intolerable para la ley del cielo que desees entrar en Mi reino! Desde la fundación del mundo hasta hoy, nunca he ofrecido acceso fácil a Mi reino a cualquiera que se congracia conmigo. Esta es una norma celestial ¡y nadie puede quebrantarla! Debes buscar vida. Hoy, las personas que serán perfeccionadas son del mismo tipo que Pedro; son las que buscan cambios en su carácter y están dispuestas a dar testimonio de Dios y a cumplir con su deber como criatura de Dios. Sólo las personas así serán perfeccionadas. Si sólo esperas recompensas y no buscas cambiar tu propio carácter vital, entonces todos tus esfuerzos serán en vano. ¡Y esta verdad es inalterable!

¡A partir de la diferencia entre las esencias de Pedro y Pablo deberías entender que todos aquellos que no buscan la vida trabajan en vano! Crees en Dios y lo sigues y, por tanto, en tu corazón debes amarlo. Debes apartar tu carácter corrupto, buscar cumplir el deseo de Dios y debes cumplir con el deber de una criatura de Dios. Como crees en Dios y lo sigues, debes ofrecerle todo a Él y no hacer elecciones o exigencias personales; debes lograr el cumplimiento del deseo de Dios. Como fuiste creado, debes obedecer al Señor que te creó, porque inherentemente no tienes dominio sobre ti mismo ni capacidad para controlar tu destino. Como eres una persona que cree en Dios, debes buscar la santidad y el cambio. Como eres una criatura de Dios, debes ceñirte a tu deber, mantener tu lugar y no excederte en tus deberes. Esto no es para limitarte ni para reprimirte por medio de la doctrina, sino que es la senda por la que puedes cumplir con tu deber, que es el que pueden lograr —y deben lograr— todas las personas que actúan con justicia. Si comparas la esencia de Pedro y la de Pablo, sabrás cómo debes buscar. De las sendas por las que ellos caminaron, una es la senda del perfeccionamiento, y la otra es la senda de la eliminación; Pedro y Pablo representan dos sendas diferentes. Aunque cada uno recibió la obra del Espíritu Santo, y cada uno obtuvo esclarecimiento e iluminación del Espíritu Santo, y cada uno aceptó lo que el Señor Jesús les había confiado, el fruto que cada uno de ellos produjo no fue el mismo: uno llevó fruto de verdad, y el otro no. A partir de sus esencias, de la obra que realizaron, de lo que ellos expresaron exteriormente y de sus finales, debes entender qué senda tomar, cuál senda debes elegir para transitar. Ellos anduvieron por dos sendas claramente diferentes. Pablo y Pedro eran la personificación de cada senda y desde el principio se recurrió a ellos para tipificar estas dos sendas. ¿Cuáles son los puntos clave de las experiencias de Pablo y por qué no lo consiguió? ¿Cuáles son los puntos clave de las experiencias de Pedro y cómo experimentó el ser perfeccionado? Si comparas lo que preocupaba a cada uno de ellos, sabrás qué tipo exacto de persona requiere Dios, cuál es Su voluntad, cuál es Su carácter, qué tipo de persona será perfeccionada en última instancia y también qué tipo de persona no lo será, cuál es el carácter de las que serán perfeccionadas, y cuál el de las que no lo serán; estos temas sobre la esencia pueden verse en las experiencias de Pedro y de Pablo. Dios creó todas las cosas y por ende hace que toda la creación venga bajo Su dominio y se someta al mismo; Él ordenará todas las cosas para que todas estén en Sus manos. Toda la creación de Dios, incluyendo los animales, las plantas, la humanidad, las montañas, los ríos y los lagos, todo debe venir bajo Su dominio. Todas las cosas en los cielos y sobre la tierra deben venir bajo su dominio. No pueden tener ninguna elección y deben someterse todas a Sus orquestaciones. Esto fue decretado por Dios y es Su autoridad. Dios lo comanda todo y ordena y clasifica todas las cosas, cada una catalogada según su clase con su propia posición asignada, de acuerdo a la voluntad de Dios. Por muy grande que sea, ninguna cosa puede sobrepasar a Dios y todas las cosas sirven a la humanidad creada por Dios; ninguna cosa se atreve a desobedecer a Dios o a imponerle exigencias. Y así, el hombre como criatura de Dios, debe cumplir también con su deber. Independientemente de que sea el señor o el gobernador de todas las cosas, por muy alto que sea el estatus del hombre entre todas las cosas, sigue siendo un ser humano insignificante bajo el dominio de Dios, sólo un ser humano insignificante, una criatura de Dios, y nunca estará por encima de Dios. Como criatura de Dios, el hombre debe procurar cumplir con el deber de una criatura de Dios y buscar amar a Dios sin hacer otras elecciones, porque Dios es digno del amor del hombre. Quienes buscan amar a Dios no deben buscar ningún beneficio personal ni aquello que anhelan personalmente; esta es la forma más correcta de búsqueda. Si lo que buscas es la verdad, lo que pones en práctica es la verdad y lo que obtienes es un cambio en tu carácter, entonces, la senda que transitas es la correcta. Si lo que buscas son las bendiciones de la carne, si lo que pones en práctica es la verdad de tus propias nociones y no hay un cambio en tu carácter ni eres en absoluto obediente a Dios en la carne, sino que sigues viviendo en la ambigüedad, entonces lo que buscas te llevará sin duda al infierno, porque la senda por la que caminas es la del fracaso. Que seas perfeccionado o eliminado depende de tu propia búsqueda, lo que equivale a decir que el éxito o el fracaso dependen de la senda que el hombre camine.

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