Diferencias entre hablar de palabras y doctrinas y la realidad-verdad (Fragmento 66)

Hay quienes carecen del menor discernimiento. Siguen a cualquiera que los guíe. Aprenden a comportarse bien cuando sus guías son buenos, y a portarse mal cuando estos son malas personas. Aprenden de todo aquel a quien sigan. Cuando siguen a los incrédulos, imitan a los demonios. Cuando siguen a quienes creen en Dios, aprenden a mostrar cierto atisbo de humanidad. No se preocupan por entender la verdad ni por practicarla, sino que se limitan a seguir a otros e imitarlos ciegamente. Escuchan a todo aquel que les gusta. ¿Puede una persona así entender la verdad? Por supuesto que no. Quienes no entienden la verdad jamás experimentan un cambio real. Se pueden aprender asuntos externos como el conocimiento y la doctrina, las conductas humanas o la forma de hablar. Sin embargo, la verdad y vida solo pueden obtenerse de las palabras y la obra de Dios, nunca de personas famosas o excepcionales. ¿Cómo habrán de comer y beber los creyentes las palabras de Dios? Esto está directamente relacionado con una cuestión tan esencial como determinar si alguien puede entender y obtener la verdad. Debe haber una senda correcta para comer y beber las palabras de Dios; tanto en su vida dentro de la iglesia como en el cumplimiento de su deber, los creyentes deben comer y beber las palabras de Dios que abordan problemas de la vida real y su resolución. Esta es la única forma de entender la verdad. No obstante, si comprenden la verdad, pero no la ponen en práctica, serán incapaces de entrar en la realidad-verdad. Hay personas de buen calibre que, sin embargo, no aman la verdad; si bien son capaces de entenderla hasta cierto punto, no la ponen en práctica. ¿Pueden tales personas entrar en la realidad-verdad? Entender la verdad no es tan simple como comprender doctrinas. Si queremos entenderla, lo primero será saber cómo comer y beber las palabras de Dios. Tomemos, por ejemplo, el comer y beber de un pasaje relacionado con la verdad del amor a Dios. Las palabras de Dios dicen: “Lo que se conoce como ‘amor’ se refiere a un afecto que es puro y sin mancha, en el que usas tu corazón para amar, sentir y ser considerado. En el amor no hay condiciones, no hay barreras ni distancia. En el amor no hay sospecha, engaño ni astucia. En el amor no hay trueques ni nada impuro” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Muchos son llamados, pero pocos son escogidos). Así es como Dios define el amor, y esa es la verdad. ¿A quién se debe amar entonces? ¿Debes amar a tu esposo? ¿A tu esposa? ¿A tus hermanos y hermanas de la iglesia? No. Cuando Dios habla de amor, no habla de amar al prójimo, sino del amor del hombre a Dios. Si alguien ha llegado a conocer a Dios genuinamente, a ver realmente que su carácter es justo y santo, y se da cuenta de que Su amor hacia el hombre es completamente verdadero y sincero, el amor que esa persona siente por Dios también será verdadero. ¿Cómo se pone en práctica el amor a Dios? Antes de nada, se debe ofrecer el corazón a Dios; es entonces cuando el corazón podrá amarlo. Si el corazón ve cuán hermoso es Dios, no dudará de Él, no habrá distancia alguna entre ambos, y su corazón amante de Dios será puro y sin mancha. “Sin mancha” significa libre de deseos extravagantes, de exigencias extravagantes a Dios, de cualquier condición impuesta a Él, y la ausencia de excusa alguna. Significa que Él ocupa el primer lugar en tu corazón; que Sus palabras ocupan tu corazón de forma exclusiva. Este es un afecto puro y sin mancha. Este “afecto” significa que Dios ocupa un lugar seguro en tu corazón y que piensas en Él, lo añoras constantemente y lo tienes presente en todo momento. Amar significa usar tu corazón para amar. “Usar tu corazón para amar” significa ser alguien considerado, atento y entregado. Si quieres lograr amar a Dios con tu corazón, primero deberás procurar conocerlo, conocer Su carácter y Su hermosura. Si no conoces a Dios en lo más mínimo, no podrás amarlo, aun cuando desees hacerlo. En estos momentos, todos queréis hacer el esfuerzo de acercaros a la verdad y obtenerla. A pesar de que careces de un conocimiento genuino de Dios, debes usar tu corazón para anhelarlo, acercarte a Él, someterte a Él, mostrarte considerado con Él, hacerlo partícipe de tus pensamientos, exponerle las dificultades de tu corazón. Si no entiendes la verdad, busca a Dios; acude a Él y apóyate en Él cuando seas incapaz de enfrentarte a algo por tu cuenta. Cuando ores a Dios de semejante forma, el Espíritu Santo te esclarecerá y te guiará. No quedes atrapado pensando: “¿Qué necesito hacer por Dios? ¿Qué grandes acciones debo emprender?”. Eso no son más que palabras huecas sin la menor eficacia práctica. Lo único práctico que puedes hacer es poner tu corazón en amar a Dios, y satisfacerlo en las pequeñas cosas y deberes que seas capaz de llevar a cabo. Aunque no expreses de forma explícita cómo debes amar a Dios y hasta qué punto, Dios ocupa tu corazón, y este se encuentra dispuesto a satisfacerlo. Con independencia de las dificultades que experimentes, mientras tu corazón esté dispuesto a satisfacer a Dios y puedas hacer algunas cosas encaminadas a ello, y puedas soportar alguna adversidad para satisfacerlo, entonces lo amas genuinamente. Si entiendes parte de la verdad y demuestras principios al manejar cualquier cuestión, podrás sentir el amor de Dios, sentir que todo lo que Dios dice es la verdad, es la realidad, que Él nos ayuda en todo momento, sentir que las personas no pueden alejarse de las palabras de Dios y que sus corazones no pueden estar sin Él, sentir que sin Dios no hay vida alguna y sentir que, si realmente dejases a Dios, no podrías seguir viviendo, lo que sería un tormento. Cuando sientas todo esto, tendrás amor, tendrás a Dios en tu corazón. “Usa tu corazón para amar, sentir y ser considerado”. Esto implica muchas cosas. Dios exige un amor genuino por parte del hombre; dicho de otro modo, debes amarlo y tenerlo en consideración en tu corazón, y tenerlo siempre presente. Esto no significa limitarse a enunciar palabras, ni tampoco significa remarcar algo ante los demás. En lugar de eso, significa fundamentalmente hacer las cosas con el corazón y permitir que gobierne tu vida y todos tus actos, sin otra motivación, adulteración o sospecha en él; semejante corazón es mucho más puro. Si eres capaz de entender la verdad, someterte a Dios resulta sencillo. ¿Qué piensa alguien que sospecha constantemente de Dios? “¿Es apropiado que Dios haga esto? ¿Por qué dice Dios tal cosa? Si no existe un motivo fundado para que Dios lo diga, no me someteré. Si no es recto que Dios lo haga, no me someteré. Lo dejaré para otro momento”. No albergar sospechas significa reconocer que todo lo que Dios hace y dice es correcto, y que en Él no existe el error o el acierto, y que el hombre debe someterse a Dios, demostrar consideración hacia Él, satisfacerlo y participar de Sus pensamientos y preocupaciones. Con independencia de que te parezca que todo lo que Dios hace tiene sentido o no, de que se ajuste a las nociones y figuraciones del hombre, y sin importar si encaja con las doctrinas del hombre, debes someterte siempre y abordar estas cosas con un corazón temeroso de Dios y sumiso a Él. Tal práctica es conforme a la verdad y constituye la manifestación y la puesta en práctica del amor. Por tanto, si quieres lograr la comprensión de la verdad, es fundamental que sepas comer y beber las palabras de Dios. Si lees muy poco las palabras de Dios, si no las lees con seriedad y no las contemplas en tu corazón, entonces no podrás entender la verdad. Lo único que podrás entender es un poco de doctrina, y así te resultará muy difícil entender la voluntad de Dios y el propósito de Dios en Sus palabras. Si no entiendes los objetivos y resultados que las palabras de Dios pretenden conseguir, si no entiendes qué buscan lograr y perfeccionar en el hombre Sus palabras, eso demuestra que todavía no comprendes la verdad. ¿Por qué dice Dios lo que dice? ¿Por qué habla en ese tono? ¿Por qué es tan formal y sincero en cada palabra que pronuncia? ¿Por qué decide usar ciertas palabras? ¿Lo sabes? Si no lo puedes decir con certeza, es que no entiendes la voluntad de Dios ni Sus propósitos. Si no entiendes el contexto subyacente a Sus palabras, entonces, ¿cómo puedes entender o practicar la verdad? Para obtener la verdad, primero debes comprender lo que Dios quiere decir en cada palabra que Él pronuncia, y luego ponerlas en práctica, causando que las palabras de Dios vivan en ti, y se conviertan en tu realidad. Al hacerlo, entrarás en la realidad-verdad. Solo cuando tienes un entendimiento exhaustivo de la palabra de Dios puedes comprender realmente la verdad. Al entender únicamente algunas palabras y doctrinas, crees comprender la verdad y estar en posesión de la realidad. Esto es autoengaño. Ni siquiera entiendes por qué Dios requiere que la gente practique la verdad. Esto demuestra que no entiendes la voluntad de Dios y que todavía no entiendes la verdad. De hecho, Dios exige esto a las personas para purificarlas y salvarlas, para que puedan despojarse de su carácter corrupto y se conviertan en personas que se someten a Dios y Lo conocen. Este es el objetivo que Dios quiere alcanzar al exigir a las personas que practiquen la verdad.

Dios expresa la verdad para la gente que la ama, que tiene sed de la verdad y la busca. En cuanto a aquellos que se preocupan por palabras y doctrinas, y gustan de dar extensos y pomposos discursos, nunca obtendrán la verdad, se están engañando a sí mismos. Su perspectiva de la verdad y de las palabras de Dios es equivocada; retuercen el cuello para leer lo que es recto, su perspectiva es equivocada. Algunas personas prefieren estudiar las palabras de Dios. Siempre estudian cómo las palabras de Dios hablan del destino o de cómo ser bendecidos. Lo que más les interesa es este tipo de palabras. Si las palabras de Dios no se corresponden con sus nociones y no satisfacen su deseo de bendiciones, se volverán negativos, dejarán de perseguir la verdad y no querrán esforzarse ellos mismos por Dios. Esto muestra que no están interesadas en la verdad. En consecuencia, no son sinceros respecto de la verdad; solo pueden aceptar la verdad que se amolda a sus nociones y figuraciones. Aunque esas personas son fervorosas en su fe en Dios y tratan por todos los medios de hacer algunas buenas obras y presentarse correctamente, lo hacen exclusivamente para tener un buen destino en el futuro. Pese a que también participan en la vida de iglesia, comen y beben de las palabras de Dios, no practican la verdad ni la obtienen. Hay algunas personas que comen y beben de las palabras de Dios, pero se limitan a hacerlo mecánicamente; creen haber alcanzado la verdad simplemente por haber logrado entender algunas palabras y doctrinas. ¡Vaya necios! La palabra de Dios es la verdad. Ahora bien, uno no necesariamente entiende y alcanza la verdad por leer las palabras de Dios. Si no la alcanzas comiendo y bebiendo de Sus palabras, lo que tendrás serán palabras y doctrinas. Si no sabes cómo practicar la verdad ni cómo actuar de acuerdo con los principios, sigues sin tener la realidad-verdad. Puede que a menudo leas las palabras de Dios, pero posteriormente eres incapaz de entender Su voluntad, y solo adquieres algunas palabras y doctrinas. ¿Cómo hay que comer y beber las palabras de Dios para entender la verdad? Ante todo, deberías ser consciente de que la palabra de Dios no es tan sencilla; la palabra de Dios es totalmente profunda. Incluso una frase de las palabras de Dios lleva una vida entera para experimentarla. Sin varios años de experiencia, ¿cómo podrías entender la palabra de Dios? Si cuando lees las palabras de Dios no entiendes Su voluntad, y no entiendes los propósitos de Sus palabras, su origen, el efecto que buscan lograr, o qué buscan conseguir, entonces ¿significa esto que entiendes la verdad? Es posible que hayas leído las palabras de Dios muchas veces, y quizás puedas recitar muchos pasajes de memoria, pero no puedes practicar la verdad ni has cambiado en absoluto, y tu relación con Dios es tan distante y alienada como siempre. Cuando te topas con algo que contradice tus nociones, sigues teniendo dudas respecto a Él y no lo entiendes, sino que razonas con Él y albergas nociones y malentendidos sobre Él, con lo que te resistes e incluso blasfemas contra Él. ¿Qué tipo de carácter es este? Este es un carácter de arrogancia, de aversión a la verdad. ¿Cómo pueden aceptar o practicar la verdad personas que son tan arrogantes y reacias a ella? Tales personas nunca serán capaces de obtener la verdad o a Dios en absoluto. Si bien todo el mundo cuenta con un ejemplar de La Palabra manifestada en carne, y lee las palabras de Dios a diario, y toma notas al escuchar la enseñanza acerca de la verdad, cada persona experimenta un efecto distinto. Algunos se centran en incorporar conocimiento y doctrinas; otros buscan la clase de buen comportamiento que se debe demostrar y se preocupan por ello; otros están deseosos de leer palabras profundas que saquen a la luz misterios; otros sienten una gran preocupación por las palabras acerca del destino que depara el futuro; a algunos les gusta estudiar el decreto administrativo de la Era del Reino, y estudiar el carácter de Dios; algunos prefieren leer palabras de consuelo y exhortación de Dios al hombre; algunos quieren leer profecías, las palabras de promesa de Dios y Sus bendiciones; algunos quieren leer las palabras que el Espíritu Santo dedica a todas las Iglesias, y quieren ser “Su hijo”. ¿Pueden obtener la verdad leyendo las palabras de Dios de semejante forma? ¿Cabe considerarlas personas que persigan la verdad? ¿Pueden salvarse creyendo en Dios de esa forma? Debéis ver estas cosas con claridad. Hoy existen algunos nuevos creyentes que dicen: “Las palabras de consuelo de Dios a los hombres son maravillosas; Él dice: ‘Hijo Mío, hijo Mío’. ¿Puede haber alguien en este mundo capaz de consolarte de esa forma?”. Se consideran hijos de Dios sin entender a quién dirige Él tales palabras. Hay quienes siguen sin entenderlo incluso después de haber creído en Dios durante un par de años; dicen cosas por el estilo con toda desfachatez y sin asomo de incomodidad ni vergüenza. ¿Entienden la verdad? ¡No entienden la voluntad de Dios, pero se atreven a asumir la posición de “hijo” Suyo! ¿Qué es lo que entienden al leer las palabras de Dios? ¡Las han malinterpretado por entero! Cuando alguien que no ama la verdad lee las palabras de Dios, es incapaz de entenderlas. Cuando compartes la verdad con ellos, no conceden importancia alguna al hecho de aceptarla. En cambio, quienes aman la verdad se conmueven al leer las palabras de Dios. Perciben autoridad y poder en Sus palabras. Pueden examinar el camino verdadero y aceptar la verdad. Tales personas tienen la posibilidad de regresar a Dios y obtener la verdad. Quienes disfrutan estudiando las palabras de Dios siempre se preocupan por la forma en que Dios cambia de apariencia, el momento en que Dios abandonará este mundo, y el día de Dios. No les preocupan sus propias vidas. A las personas les preocupan cuestiones que corresponden a Dios. Si te planteas preguntas de ese tipo constantemente, estás interfiriendo con el decreto administrativo de Dios y Su plan de gestión. Esto es algo irrazonable y ofensivo para el carácter de Dios. Si te sientes especialmente inclinado a preguntar y saber, y eres incapaz de contenerte a ti mismo, ora a Dios y dile: “Dios, estas cuestiones conciernen a Tu plan de gestión y son asunto Tuyo. No husmearé en asuntos fuera de mi alcance o que no me atañe conocer. Protégeme de obrar irrazonablemente”. ¿Cómo puede entender el hombre los asuntos de Dios? Si Dios no ha mencionado ni proclamado ciertas cuestiones relacionadas con Sus obras y Su plan de gestión, es indicativo de que no desea revelarlo a las personas. Todo aquello que Dios desea dar a conocer a las personas se encuentra en Sus palabras, y toda la verdad que debes entender reside en Sus palabras. Hay un cierto número de verdades que debes entender. Basta con que examines las palabras de Dios; si algo no figura en ellas, no presiones en busca de una respuesta. Si Dios no te lo ha dicho, de nada sirve insistir en preguntar e investigar. Él te ha dicho todo lo que necesitas saber, y no te dirá ni te revelará nada que no debas conocer. En la actualidad, la mayor parte de los creyentes no ha entrado en la senda correcta; desconocen la forma de ponderar las palabras de Dios cuando las leen, y menos aún de practicarlas y experimentarlas. Hay quienes, incluso, no cumplen su deber ni llevan a cabo las tareas apropiadas. Entender la verdad resulta más difícil si cabe para ese tipo de creyentes. Uno precisa de una experiencia a largo plazo para entender la verdad. Si no lees las palabras de Dios concienzudamente, ni las practicas, ni las experimentas, ¿cómo podrás entender la verdad o acceder a la realidad? ¿Cómo podrás acceder a la senda correcta de la fe si no te sometes a la obra de Dios? Y, si no entras en la senda correcta de la fe, ¿cómo podrás ser salvado? Los creyentes verdaderos deben tener claras estas cosas.

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