Palabras diarias de Dios: La entrada en la vida | Fragmento 525

Dios castiga y juzga al hombre porque Su obra así lo exige y, más aún, porque el hombre lo necesita. El hombre necesita ser castigado y juzgado porque sólo entonces puede alcanzar el amor de Dios. Hoy habéis sido completamente convencidos, pero cuando os encontréis con el menor contratiempo estaréis en problemas; vuestra estatura todavía es demasiado pequeña, y todavía necesitáis experimentar más de este tipo de castigo y juicio con el fin de adquirir un conocimiento más profundo. Hoy tenéis alguna reverencia por Dios, y teméis a Dios, y sabéis que Él es el Dios verdadero, pero no tenéis un gran amor por Él, y mucho menos habéis alcanzado un amor puro; vuestro conocimiento es demasiado superficial, y vuestra estatura todavía es insuficiente. Cuando realmente os enfrentéis con un entorno, todavía no habréis dado testimonio; muy poco de vuestra entrada será proactiva y no tendréis idea de cómo practicar. La mayoría de las personas son pasivas e inactivas; sólo aman a Dios en secreto en sus corazones, pero no tienen un camino de práctica ni tampoco son claras en cuanto a cuáles son sus metas. Los que han sido perfeccionados no sólo poseen una humanidad normal, sino que son poseídos por verdades que exceden las medidas de la conciencia y que son más elevadas que los estándares de la conciencia; no sólo usan su conciencia para retribuir al amor de Dios, sino que, más que eso, han conocido a Dios y han visto que Dios es amoroso y digno del amor del hombre, y que hay tanto que amar en Dios que el hombre no puede evitar amarlo. El amor por Dios que tienen los que han sido perfeccionados es con el fin de cumplir sus propias aspiraciones personales. El suyo es un amor espontáneo, un amor que no pide nada a cambio, pero que no es un trueque. Aman a Dios por ninguna otra razón que para conocerlo. A esas personas no les importa si Dios otorga gracias sobre ellos, y están contentas sólo con satisfacer a Dios. No regatean con Dios ni tampoco miden su amor por Dios por la conciencia: Tú me has dado a mí, así que a cambio yo te amo a Ti; si Tú no me das, entonces no tengo nada que darte a cambio. Los que han sido perfeccionados, siempre creen que Dios es el Creador, que Él lleva a cabo Su obra en ellos, y que, ya que ellos tienen esta oportunidad, condición y cualidad para poder ser perfeccionados, su búsqueda debe ser vivir una vida que tenga sentido, y lo deben satisfacer a Él. Es justo como lo que Pedro experimentó, cuando él se encontraba en su punto más débil, oró a Dios y dijo: “¡Oh Dios! Independientemente del tiempo o el lugar, Tú sabes que siempre me acuerdo de Ti. Sin importar el tiempo o el lugar, sabes que quiero amarte, pero mi estatura es demasiado pequeña y soy demasiado débil e impotente, mi amor es demasiado limitado, y mi sinceridad hacia Ti es muy precaria. Comparado con Tu amor, simplemente no soy apto para vivir. Sólo quiero que mi vida no sea en vano y que pueda, no sólo devolverte Tu amor, sino, lo que es más, que pueda dedicarte todo lo que tengo. Si te puedo satisfacer, entonces, como criatura, tendré tranquilidad y no pediré nada más. Aunque soy débil e impotente ahora, no olvidaré Tus exhortaciones, y no olvidaré Tu amor. Ahora no estoy haciendo otra cosa que retribuirte por Tu amor. ¡Oh Dios, me siento muy mal! ¿Cómo puedo reciprocar el amor por Ti que hay en mi corazón; cómo puedo hacer todo lo que pueda, y poder cumplir Tus deseos, y poderte ofrecer todo lo que tengo? Conoces la debilidad del hombre; ¿cómo puedo ser digno de tu amor? ¡Oh Dios! Sabes que soy de pequeña estatura, y que mi amor es muy escaso. ¿Cómo puedo hacer lo mejor que pueda en esta clase de ambiente? Sé que debo retribuir Tu amor; sé que debo darte todo lo que tengo, pero hoy mi estatura es muy pequeña. Te pido que me des fuerza, y me des confianza, a fin de que sea más capaz de tener un amor puro para dedicarme a Ti, y que sea más capaz de dedicarte todo lo que tengo; y no sólo para poder retribuirte por Tu amor, sino para poder experimentar Tu castigo, juicio y pruebas y hasta maldiciones más severas. Me has permitido contemplar Tu amor, y no puedo no amarte, y aunque soy débil e impotente hoy, ¿cómo podría olvidarte? Tu amor, castigo y juicio, todos me han hecho conocerte, pero también me siento incapaz de satisfacer Tu amor, ya que eres tan grandioso. ¿Cómo puedo dedicar todo lo que tengo al Creador?”. Esa fue la petición de Pedro, pero su estatura era demasiado inadecuada. En ese momento se sentía como si un cuchillo se le retorciera en el corazón y estuviera agonizando; no sabía qué hacer bajo tales condiciones. Sin embargo, siguió orando: “¡Oh Dios! El hombre es de una estatura infantil, su conciencia es débil, y lo único que logro es retribuirte por Tu amor. Hoy, no sé cómo satisfacer Tus deseos, ni hacer todo lo que pueda ni dar todo lo que tengo, ni cómo dedicarte todo lo que tengo. Independientemente de Tu juicio, independientemente de Tu castigo, independientemente de lo que me otorgues, independientemente de lo que me quites, libérame de la más leve queja contra Ti. Muchas veces, cuando me castigaste y me juzgaste, me quejé conmigo mismo y fui incapaz de alcanzar la pureza o de cumplir Tus deseos. Mi retribución por Tu amor nació de la obligación, y en este momento me odio aún más”. Pedro oró de esta manera porque buscó tener un amor más puro por Dios. Estaba buscando y rogando y, más aún, se estaba recriminando y le estaba confesando sus pecados a Dios. Se sentía en deuda con Dios, y sentía odio por él, aunque también estaba algo triste y pasivo. Siempre se sintió así, como si no fuera lo suficientemente bueno para los deseos de Dios, y como si fuera incapaz de hacer su mejor esfuerzo. Bajo tales condiciones, Pedro siguió buscando la fe de Job. Vio qué tan grande había sido la fe de Job, porque Job había visto que todo se lo había otorgado Dios, por lo que era natural que Dios le quitara todo, que Dios se lo diera a quien Él quisiera, así fue el justo carácter de Dios. Job no se quejó y todavía pudo alabar a Dios. Pedro también se conocía, y en su corazón oró, “Hoy no voy a estar contento con retribuirte por Tu amor usando mi conciencia, y con cuánto amor te retribuya, porque mis pensamientos son muy corruptos, y porque no puedo verte como el Creador. Porque todavía no soy lo suficiente para amarte, debo alcanzar la habilidad de dedicarte todo lo que tengo, y que lo haga de buena gana. Debo saber todo lo que has hecho; no tengo opción; y debo contemplar Tu amor y ser capaz de hablar Tus alabanzas y ensalzar Tu santo nombre, para que puedas obtener gran gloria a través de mí. Estoy dispuesto a mantenerme firme en este testimonio de Ti. ¡Oh Dios! Tu amor es tan precioso y hermoso, ¿cómo podría querer vivir en las manos del maligno? ¿No fui hecho por Ti? ¿Cómo podría vivir bajo el dominio de Satanás? Preferiría que todo mi ser viviera en medio de Tu castigo. No estoy dispuesto a vivir bajo el dominio del maligno. Si puedo ser hecho puro, si puedo dedicar mi todo a Ti, estoy dispuesto a ofrecer mi cuerpo y mi mente a Tu juicio y castigo, porque detesto a Satanás, y no estoy dispuesto a vivir bajo su dominio. A través de Tu juicio sobre mí, muestras Tu justo carácter; estoy feliz, no tengo la más mínima queja. Si puedo desempeñar el deber de una criatura, estoy dispuesto a que mi vida entera esté acompañada de Tu juicio, a través del cual llegaré a conocer Tu justo carácter y me desharé de la influencia del maligno”. Pedro siempre oró así, siempre buscó así, y alcanzó un reino más alto. No sólo pudo retribuir al amor de Dios, sino que, lo más importante, también cumplió su deber como criatura. No sólo su conciencia no lo acusó, sino que también pudo trascender los estándares de la conciencia. Sus oraciones siguieron ascendiendo delante de Dios de tal manera que sus aspiraciones cada vez fueron más elevadas y su amor por Dios cada vez fue mayor. Aunque sufrió un dolor agonizante, con todo no se olvidó de amar a Dios, y además buscó adquirir la habilidad para entender la voluntad de Dios. En sus oraciones, pronunció las siguientes palabras: “No he alcanzado nada más que la retribución por tu amor. No he dado testimonio de Ti delante de Satanás, no me he liberado de la influencia de Satanás, y todavía vivo en medio de la carne. Quiero usar mi amor para derrotar a Satanás y avergonzarlo, y así satisfacer Tu deseo. Quiero darte mi todo, no darle a Satanás lo más mínimo de mí, porque Satanás es Tu enemigo”. Entre más buscó en esta dirección, más fue adelantado, y más elevado fue su conocimiento de estos asuntos. Sin darse cuenta, llegó a conocer que se debía liberar de la influencia de Satanás, y que debía regresar por completo a Dios. Esa fue la esfera que él alcanzó. Estaba trascendiendo la influencia de Satanás y deshaciéndose de los placeres y deleites de la carne, y estaba dispuesto a experimentar con mayor profundidad tanto el castigo de Dios como Su juicio. Él dijo, “Aunque vivo en medio de Tu castigo y en medio de Tu juicio, sin importar la dificultad que eso conlleve, aún así no estoy dispuesto a vivir bajo el reino de Satanás, ni tampoco estoy dispuesto a sufrir el engaño de Satanás. Me gozo de vivir en medio de Tus maldiciones, y me duele vivir en medio de las bendiciones de Satanás. Te amo porque vivo en medio de Tu juicio y esto me produce gran gozo. Tu castigo y Tu juicio son justos y santos; son con el fin de limpiarme y, más aún, de salvarme. Preferiría pasar toda mi vida en medio de Tu castigo para estar bajo Tu cuidado. No estoy dispuesto a vivir bajo el dominio de Satanás ni por un solo momento; quiero que me limpies, y sufrir dificultades, y no estoy dispuesto a que Satanás me explote y me engañe. A mí, esta criatura, Tú la debes usar, poseer, juzgar y castigar. Hasta me debes maldecir. Mi corazón se goza cuando estás dispuesto a bendecirme, porque he visto Tu amor. Tú eres el Creador y yo soy una criatura: no debo traicionarte y vivir bajo el dominio de Satanás, ni tampoco Satanás me debe explotar. Debo ser tu caballo, o buey, en vez de vivir para Satanás. Preferiría vivir en medio de Tu castigo, sin dicha física, y esto me daría gozo incluso si se me privara de Tu gracia. Aunque Tu gracia no esté conmigo, gozo que Tú me castigues y me juzgues; esta es Tu mejor bendición, Tu mayor gracia. Aunque siempre eres majestuoso y siempre estás lleno de ira hacia mí, sigo sin poder dejarte, y sigo sin poder amarte lo suficiente. Preferiría vivir en Tu casa, preferiría ser maldecido, castigado y golpeado por ti, pues que no estoy dispuesto a vivir bajo el dominio de Satanás, ni tampoco estoy dispuesto a apurarme ni a ajetrearme sólo por la carne, mucho menos estoy dispuesto a vivir para la carne”. El amor de Pedro era un amor puro. Esta es la experiencia de ser perfeccionado, y esta es la esfera más elevada de ser perfeccionado, y no hay una vida que tenga más sentido. Aceptó el castigo y el juicio de Dios, atesoró el justo carácter de Dios, y ninguna otra cosa de Pedro era más preciosa. Él dijo, “Satanás me da placeres materiales, pero no los atesoro. El juicio y el castigo de Dios vienen sobre mí, en esto soy honrado, en esto encuentro gozo, y en esto soy bendecido. Si no fuera por el juicio de Dios, nunca amaría a Dios; todavía viviría bajo el dominio de Satanás, y todavía me controlaría y me mandaría. Si ese fuera el caso, nunca me haría un verdadero ser humano, puesto que sería incapaz de satisfacer a Dios, y no le habría dedicado mi todo a Dios. Aunque Dios no me bendijera, dejándome sin consuelo por dentro, como si un fuego me estuviera quemando por dentro, y me dejara sin paz o gozo, y aunque el castigo y la disciplina de Dios nunca se apartaran de mí, en el castigo y el juicio de Dios puedo contemplar Su justo carácter. Me deleito en esto; no hay cosa más valiosa o que tenga tanto sentido en la vida. Aunque Su protección y cuidado se hayan vuelto castigos, juicios, maldiciones y golpizas despiadadas, todavía me gozo en estas cosas porque me pueden limpiar mejor, me pueden cambiar, me pueden acercar más a Dios, me pueden capacitar más para amar a Dios, y pueden hacer que mi amor por Dios sea más puro. Esto me capacita para cumplir mi deber como criatura, y me lleva ante Dios y lejos de la influencia de Satanás, para que ya no sirva a Satanás. Cuando no vivo bajo el dominio de Satanás, y puedo dedicar todo lo que tengo y todo lo que puedo hacer a Dios, sin retener nada, ahí será cuando esté completamente satisfecho. Lo que me ha salvado es el castigo y el juicio de Dios, y mi vida es inseparable del castigo y del juicio de Dios. Mi vida en la tierra está bajo el dominio de Satanás, y si no fuera por el cuidado y la protección del castigo y el juicio de Dios, siempre habría vivido bajo el dominio de Satanás y, todavía más, no hubiera tenido la oportunidad o los medios para vivir una vida que tuviera sentido. Sólo si el castigo y el juicio de Dios nunca me dejan, Dios me podrá limpiar. Sólo con las palabras duras y el justo carácter de Dios, y el majestuoso juicio de Dios, he obtenido la protección suprema, y he vivido en la luz, y he obtenido las bendiciones de Dios. Poder ser limpiado, y librarme de Satanás, y vivir bajo el dominio de Dios, esta es la mayor bendición de mi vida hoy”. Esta es la más alta esfera que Pedro experimentó.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las experiencias de Pedro: su conocimiento del castigo y del juicio

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