Palabras diarias de Dios: Revelación de las nociones religiosas | Fragmento 291

El propósito de conquistarte hoy es que reconozcas que Dios es tu Dios, y, también, el Dios de los demás, y, lo más importante, Él es el Dios de todos los que lo aman, y el Dios de toda la creación. Él es el Dios de los israelitas y del pueblo de Egipto. Él es el Dios de los británicos y de los americanos. No lo es sólo de Adán y Eva, sino también de todos sus descendientes. Él es el Dios de todo lo que hay en los cielos y en la tierra. Todas las familias, sean israelitas o gentiles, están en las manos de un solo Dios. Él no sólo hizo la obra en Israel durante varios miles de años y nació un día en Judea, sino que hoy desciende en China, este lugar en el que yace enrollado el gran dragón rojo. Si haber nacido en Judea lo convierte en el Rey de los judíos, entonces ¿que no descienda entre todos vosotros hoy lo convierte en el Dios de todos vosotros? Él guio a los israelitas y nació en Judea y también ha nacido en una tierra gentil. ¿Acaso toda Su obra no se lleva a cabo para toda la humanidad que Él creó? ¿Ama a los israelitas cien veces más y aborrece a los gentiles mil veces más? ¿No es esa vuestra noción? Sois vosotros quienes no reconocéis a Dios en absoluto; no es que Dios nunca fue vuestro Dios. No es que Él no fuera nunca vuestro Dios; más bien, es sólo que vosotros no lo reconocéis. No es que Dios no esté dispuesto a ser vuestro Dios; más bien, es sólo que vosotros lo rechazáis. ¿Quién entre los creados no está en las manos del Todopoderoso? Al conquistaros hoy, ¿no es el objetivo que reconozcáis que Dios no es otro que vuestro Dios? Si seguís sosteniendo que Él sólo es el Dios de los israelitas, que la casa de David en Israel es el origen de Su nacimiento, que ninguna otra nación aparte de Israel está calificada para “producir” a Dios, y, mucho menos, que cualquier familia gentil sea capaz de recibir personalmente la obra de Jehová, si sigues pensando así, ¿no te convierte esto en un opositor obstinado? No te fijes siempre en Israel. Dios está justo aquí, entre vosotros, hoy. Tampoco debes seguir mirando al cielo. ¡Deja de anhelar a tu Dios del cielo! Él ha venido en medio de vosotros, ¿cómo podría, pues, estar en el cielo? No has creído en Dios durante mucho tiempo, pero tienes muchas nociones acerca de Él, hasta el punto de que no te atreves a pensar ni por un segundo que el Dios de los israelitas se dignaría a honraros con Su presencia. Menos aún os atrevéis a pensar sobre cómo podríais ver a Dios haciendo una aparición personal, dado lo insoportablemente inmundos que sois. Tampoco habéis pensado nunca en cómo Dios pudo haber descendido personalmente en una tierra gentil. Él debería hacerlo en el monte Sinaí o en el de los Olivos y aparecerse a los israelitas. ¿No son todos los gentiles (esto es, las personas de fuera de Israel) objeto de Su aborrecimiento? ¿Cómo podría Él obrar personalmente entre ellos? Todas estas son las nociones profundamente arraigadas que habéis desarrollado a lo largo de muchos años. El propósito de conquistaros hoy es hacer añicos tus nociones. Así pues, habéis contemplado la aparición personal de Dios entre vosotros, no en el monte Sinaí ni en el Monte de los Olivos, sino entre las personas a las que nunca ha guiado anteriormente. Después de que Dios llevó a cabo Sus dos etapas de la obra en Israel, los israelitas y todos los gentiles por igual llegaron a albergar la noción de que, aunque es verdad que Dios creó todas las cosas, Él sólo está dispuesto a ser el Dios de los israelitas, no el Dios de los gentiles. Los israelitas creen lo siguiente: Dios sólo puede ser nuestro Dios, no el de vosotros, los gentiles, y como vosotros no veneráis a Jehová, Él —nuestro Dios— os aborrece. Esos judíos también creen lo siguiente: el Señor Jesús adoptó nuestra imagen de pueblo judío y es un Dios que lleva la marca de este pueblo. Él obra entre nosotros. Su imagen y la nuestra son parecidas; nuestra imagen es cercana a la de Dios. El Señor Jesús es nuestro Rey, el Rey de los judíos; los gentiles no están cualificados para recibir esa gran salvación. El Señor Jesús es la ofrenda por el pecado para nosotros, los judíos. Los israelitas y el pueblo judío se formaron estas muchas nociones basándose, simplemente, en esas dos etapas de la obra. Reclaman de forma autoritaria a Dios para sí mismos, no permitiendo que Él sea también el Dios de los gentiles. De esta forma, Dios se convirtió en un espacio vacío en el corazón de los gentiles. Esto se debe a que todos llegaron a creer que Él no quiere ser el Dios de los gentiles y que sólo le gustan los israelitas —Su pueblo escogido— y el pueblo judío, especialmente los discípulos que lo siguieron. ¿No sabes que la obra que Jehová y Jesús hicieron es para la supervivencia de toda la humanidad? ¿Reconoces ahora que Dios es el Dios de todos vosotros, los nacidos fuera de Israel? ¿No está Dios justo aquí en medio de vosotros hoy? Esto no puede ser un sueño, ¿verdad? ¿No aceptáis esta realidad? No os atrevéis a creerlo o pensar en ello. Independientemente de cómo lo veáis, ¿no está Dios justo aquí en medio de vosotros? ¿Seguís teniendo miedo de creer estas palabras? ¿Acaso no, a partir de hoy, todas las personas conquistadas y todos los que quieren ser seguidores de Dios, son Su pueblo escogido? ¿No sois todos vosotros, que sois seguidores hoy, el pueblo escogido fuera de Israel? ¿No es vuestro estatus el mismo que el de los israelitas? ¿No deberíais reconocer todo esto? ¿No es esta la meta de la obra de conquistaros? Ya que podéis ver a Dios, entonces Él será vuestro Dios para siempre, desde el principio y hasta el futuro. Él no os abandonará, siempre y cuando todos vosotros estéis dispuestos a seguirle y ser Sus criaturas leales y obedientes.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La verdadera historia de la obra de conquista (3)

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