Al creer en Dios, lo más crucial es recibir la verdad (Parte 1)
Algunos llevan años creyendo en Dios, pero aún se aferran a los placeres de la comida y la vestimenta y demás goces carnales. ¿Satisfacen estas cosas las necesidades interiores del hombre? Lo que más necesita la gente no está claro ni siquiera para algunos que llevan muchos años creyendo en Dios. Hay quienes ven que le doy algo a alguien y se ponen a armar jaleo diciendo: “¿Por qué se ocupa Dios de él, y no de mí? Yo todavía no tengo eso”. Tú, en realidad, ni pasas hambre ni te falta ropa. Simplemente eres codicioso; no te conformas y te gusta competir por las cosas. Yo no tengo la obligación de ocuparme de vosotros. Debes comportarte con principios. No pelees nunca por tus intereses ni por provecho alguno. Todas estas cosas son externas; no reemplazan al hecho de que alcances la verdad y la vida. Por muy bien que te vistas por fuera, tu interior seguirá vacío si no has alcanzado la verdad. La gente entiende estas cosas cuando tan solo se habla de ellas, pero no sabe controlarse cuando verdaderamente las afronta. No es capaz de conocerlas. En este mundo hay mucha gente con riqueza y poder, ¿y qué clase de vida llevan estas personas? Todo es comer, beber y divertirse, festejar todos los días, agasajar a invitados, hacerles regalos y actuar irresponsablemente. Así viven. ¿Llevan una vida humana? No. Se centran todo el día en atiborrarse con ganas, en vestir marcas de diseño, en presumir allá por donde van y en ejercer su influencia. ¿Qué son estas personas? Pertenecen al diablo, Satanás; son bestias. Cuando algunos ricos se hartan de los placeres, pierden el interés por vivir y se suicidan. Puede que se hayan hartado de los placeres de la comida, la vestimenta y las diversiones, pero ¿por qué van y se suicidan? De esto se desprende que la fama y la ganancia, el estatus, la riqueza, la comida, la vestimenta y los placeres no son en absoluto lo que la gente realmente necesita. No debéis afanaros por esas cosas. Si esperáis a dar marcha atrás después de haberos degenerado sin salvación posible, ¡será demasiado tarde! Cuando una persona inteligente ve fracasar a otra, extrae una experiencia de ello directamente, sin necesidad de vivirlo ella misma. Una persona ignorante, en cambio, puede experimentar un fracaso tras otro y seguir siendo incapaz de extraer lecciones de ellos. Hay que tratar con ella y podarla para que empiece a tener cierta conciencia, pero para entonces ya es demasiado tarde. Las personas excesivamente ignorantes no pueden alcanzar la verdad. Las personas inteligentes que experimentan la obra de Dios son las únicas capaces de alcanzar la verdad. Lo cierto es que toda la humanidad necesita la verdad y solo puede salvarse si la busca. Tanto si estás entre los escogidos de Dios como si eres incrédulo, necesitas la provisión de la verdad y la salvación de Dios. Hay quienes no tienen humanidad alguna y no aceptan la verdad en lo más mínimo; estas personas son bestias. Puede que asistan a reuniones, pero para sus adentros se afanan por los placeres pecaminosos, los placeres de la comida, la vestimenta y las diversiones, y estas cosas los llenan. No buscan para nada la verdad y su corazón está plagado de puntos de vista ateos e ideas sobre la teoría de la evolución. No te escuchan por más que les enseñes la verdad, y aunque saben que es bueno creer en Dios y son capaces de perseverar en la fe, no lo son de emprender la senda de búsqueda de la verdad. Por eso aquellos que no aman la verdad no están entre aquellos cuya salvación ha predestinado Dios.
En la actualidad, muchas personas tienen una fe terriblemente confusa en Dios. No saben qué se gana creyendo en Dios; no entienden para qué sirve creer en Él: no tienen ni idea. No saben nada en absoluto acerca de para qué debe vivir el hombre, de acuerdo con qué debe vivir o cómo vivir de una manera que tenga valor y sentido. Si dudas en tu interior de por qué debes creer en Dios, la persecución y el dolor que padeces por creer en Él no tienen valor ni sentido. ¿Qué quiere ganar exactamente la gente creyendo en Dios? Si no crees para alcanzar la verdad y la vida, ¿no te llenarás de arrepentimiento cuando la obra de Dios esté terminada y se haya decidido el final de las personas? Cuando decidiste por primera vez seguir a Dios, ¿fue un mero impulso momentáneo, o examinaste la cuestión de la fe en Dios y la desentrañaste para tomar tu decisión? ¿Para qué vives exactamente? ¿Cuál es tu rumbo en la vida y cuáles tus objetivos? ¿Tienes la determinación de seguir a Dios hasta el final y de alcanzar finalmente la verdad? ¿Puedes asegurar que no te rendirás a medio camino? ¿Puedes cumplir fielmente con tu deber independientemente de las situaciones que puedan surgir, o de las tribulaciones, las pruebas, las dificultades o los problemas a los que te enfrentes? Algunas personas ni siquiera tienen esta poca fe ni la determinación de buscar la verdad. Por tanto, no les resultará fácil alcanzarla. Cuando a la gente no le interesa la verdad, no es capaz de cumplir con su deber de buena gana y no se esfuerza sinceramente por Dios. ¿Cómo pueden seguir a Dios hasta el final esas personas? Si les preguntases “¿Por qué crees en Dios? ¿Qué quieres sacar creyendo en Dios? ¿Qué senda deberías seguir?”, no lo sabrían y no podrían responder. Esto demuestra que no siguen a Dios para alcanzar la verdad y la vida, sino que buscan la oportunidad de recibir bendiciones. ¿Cómo puede cumplir sinceramente con su deber una persona así? Cuanto más comprenden la verdad aquellos que verdaderamente la aman, más entusiasmo tienen en el cumplimiento del deber. Aquellos que no comprenden la verdad suelen volverse negativos en el cumplimiento del deber. Si no pueden aceptar la verdad, abandonan. Quienes buscan la verdad son distintos: cuanto más cumplen con su deber, más comprenden la verdad y, entretanto, se purifica su corrupción. Cuanto más alguien comprende la verdad, más grande le parece lo que gana por seguir a Dios, y percibe que la senda para seguirlo es más clara cuanto más la sigue. Estas son las personas que han alcanzado la verdad. Si la gente comprende realmente la verdad, tiene confianza para seguir a Dios y se mantiene fiel hasta el final.
Cuando algunas personas se enfrentan a una enfermedad y su vida pende de un hilo, piden a Dios que las salve, y una vez que la superan, logran comprender un poco la verdad. No obstante, no es preciso que todo el mundo invoque a Dios en una situación de vida o muerte. Basta con observar las vivencias de algunas personas y escuchar lo que comparten y sus sentimientos para que aprendas de ello. Aunque tú no hayas tenido cierta vivencia, puedes aprender de las vivencias de otros. Algunas personas, cuando se aproximan a la muerte, sienten que no se han transformado mucho, que conocen poco a Dios y que lo que han hecho y lo que se han esforzado por Dios es limitado. Sienten que no han buscado la verdad durante sus años de fe en Dios, que han aprendido demasiado poco y que le deben mucho a Dios. Si por casualidad mueren, no lo harán de buen grado, pues ya no tendrán ocasión de arrepentirse. Cuando Job se enfrentó a las pruebas, su cuerpo se llenó de llagas; su mujer no lo entendía y se burlaba de él, y sus amigos no lo comprendían, y hasta lo juzgaban y condenaban porque creían que seguramente había hecho algo malo y había ofendido a Jehová Dios. Hablaron con Job y le dijeron: “¿Cómo has ofendido a Jehová Dios? Adelante, confiesa tus pecados. Jehová Dios es justo”. Sin embargo, Job tenía entendimiento en su corazón y no le parecía que hubiera hecho nada malo. Aun así, ¡le resultaba doloroso enfrentarse a semejante prueba! En su sufrimiento buscó la muerte por encima de la vida; sufrió tanto que pensó que la muerte era su única escapatoria, que la muerte sería el final de todo, pese a lo cual fue capaz de alabar a Dios de corazón. Esto no lo puede lograr una persona común. La mayoría no alaba a Dios cuando sufre. Simplemente le exige diciendo: “Dios mío, dame un solo suspiro más. ¡Haz que me recupere rápido! Haré lo que quieras de mí cuando esté mejor”. Se pone a regatear. ¿Cómo debes vivir la enfermedad cuando llegue? Debes presentarte ante Dios a orar, buscar y averiguar Su intención; debes examinarte para descubrir qué has hecho contra la verdad y qué corrupción no se ha corregido en ti. No puede corregirse tu carácter corrupto sin pasar por el sufrimiento. La gente solo puede evitar ser disoluta y vivir ante Dios en todo momento si es atemperada por el sufrimiento. Cuando alguien sufre, está siempre en oración. No piensa en los placeres de la comida, la vestimenta y demás deleites; ora constantemente en su interior, mientras se examina para descubrir si ha hecho algo mal o en qué se ha opuesto a la verdad. Normalmente, cuando te enfrentas a una enfermedad grave o a una dolencia rara que te hace sufrir mucho, esto no sucede por casualidad. Tanto si estás enfermo como si gozas de buena salud, la voluntad de Dios está presente. Cuando el Espíritu Santo obra y estás bien físicamente, habitualmente puedes buscar a Dios, pero dejas de buscarlo cuando enfermas y sufres y tampoco sabes cómo buscarlo. Vives en la enfermedad, estudiando constantemente qué tratamiento te hará mejorar más rápido. En momentos así, envidias a quienes no están enfermos y quieres quitarte la enfermedad y el dolor lo antes posible. Son unos sentimientos negativos y refractarios. Cuando la gente enferma, a veces piensa: “¿Provoqué yo esta enfermedad por ignorancia, o es voluntad de Dios?”. No lo entiende. De hecho, algunas enfermedades son normales, como los escalofríos, la inflamación o la gripe. Cuando te sobreviene una enfermedad grave que te derrumba de repente y hace que prefieras morir a sufrir, dicha enfermedad no se produce por casualidad. ¿Oras a Dios y lo buscas cuando se te presentan la enfermedad y el sufrimiento? ¿Cómo te guía y conduce la obra del Espíritu Santo? ¿Te da nada más que esclarecimiento e iluminación? Ese no es Su único método; también te prueba y refina. ¿Cómo prueba Dios a las personas? ¿No las prueba haciéndoles sufrir? El sufrimiento va paralelo a la prueba. ¿Por qué habría de sufrir el hombre si no se tratara de una prueba? ¿Cómo puede transformarse la gente sin sufrir? El sufrimiento va paralelo a la prueba, esa es la obra del Espíritu Santo. En ocasiones, Dios le da a la gente algún sufrimiento porque, si no, aquella no conocería su lugar en el universo y se volvería insolente. No se puede corregir del todo un carácter corrupto únicamente por medio de la enseñanza de la verdad. Tal vez otros te señalen tus problemas y tú los conozcas, pero no puedes modificarlos. Por más que recurras a la fuerza de voluntad para contenerte, ni siquiera abofetearte, golpearte la cabeza, darte contra la pared y dañar tu carne resolverá tus problemas. Tu carácter corrupto brota porque hay en ti un carácter satánico que constantemente te tortura, te perturba y te da pensamientos e ideas de todo tipo. ¿Y qué haces si no puedes corregirlo? Tienes que ser refinado por la enfermedad. Algunos sufren tanto en esta refinación que no la soportan, y empiezan a orar y buscar. Cuando no estás enfermo, eres muy disoluto y extremadamente arrogante. Cuando te pones enfermo, te rindes; ¿puedes seguir siendo extremadamente arrogante entonces? Cuando apenas tienes energía para hablar, ¿puedes sermonear a los demás o ser arrogante? En momentos así no exiges nada; solo deseas librarte del sufrimiento y no piensas para nada en la comida, la vestimenta o la diversión. La mayoría no habéis experimentado esa sensación, pero la comprenderéis cuando la experimentéis. Actualmente hay quienes pelean por un puesto, por los placeres de la carne y por sus intereses. Todo esto se debe a que su comodidad es excesiva, su sufrimiento es demasiado leve y ellos están degradados. ¡A estas personas les esperan penurias y refinaciones!
De vez en cuando, Dios te dispondrá situaciones en las que tratará contigo a través de la gente de tu entorno, te hará sufrir, te hará aprender lecciones y te permitirá comprender la verdad y ver cómo son las cosas. Dios está realizando esta obra ahora mismo, al acompañar tu carne del sufrimiento, para que aprendas la lección, corrijas tu carácter corrupto y cumplas satisfactoriamente con tu deber. Pablo solía afirmar que tenía una espina en la carne. ¿Qué era esta espina? Una enfermedad, y no podía librarse de ella. Sabía muy bien lo que era esa enfermedad y que estaba dirigida a su carácter y su naturaleza. Si no se le hubiera clavado esta espina, si no lo hubiera perseguido la enfermedad, en cualquier lugar y momento habría podido fundar su propio reino, pero con su enfermedad no tuvo la energía. Por consiguiente, la enfermedad es muchas veces una especie de “paraguas protector” de las personas. Si no estás enfermo, sino saltando de energía, es muy posible que cometas algún tipo de maldad y provoques algún problema. Es fácil que la gente se vuelva loca cuando es extremadamente arrogante y disoluta. Se arrepentirá cuando haya cometido el mal, pero para entonces no será capaz de controlarse. Por eso es bueno un poco de enfermedad, es una protección para la gente. Puede que sepas resolver todos los problemas de los demás y solucionar todos los problemas de tu mentalidad, pero no puedes hacer nada cuando no estás recuperado de una enfermedad. La enfermedad está realmente fuera de tu control. Si enfermas y no hay cura posible, ese es el sufrimiento que debes soportar. No intentes librarte de él; primero debes obedecer, orar a Dios y buscar Sus intenciones. Di: “¡Oh, Dios mío! Sé que soy corrupto y que mi naturaleza es mala. Soy capaz de rebelarme y resistirme contra Ti, de hacer cosas que te hieren y duelen. ¡Qué maravilla que me hayas dado esta enfermedad! Debo someterme a ella. Te pido esclarecimiento, que me permitas comprender cuál es Tu voluntad y qué deseas transformar y perfeccionar en mí. Únicamente te pido que me guíes para que pueda comprender la verdad y emprender la senda correcta de vida”. Debes buscar y orar. No puedes estar confundido y creer que estar enfermo no es nada, que esa no puede ser la disciplina a la que te enfrentas por ofender a Dios. No hagas juicios apresurados. Si de verdad eres una persona que lleva a Dios en el corazón, te enfrentes a lo que te enfrentes, no lo pases por alto. Debes orar y buscar, averiguar la voluntad de Dios en cada asunto y aprender a obedecer a Dios. Cuando vea Dios que eres capaz de someterte y que tienes un corazón obediente a Dios, aliviará tu sufrimiento. Dios logra esos resultados por medio del sufrimiento y la refinación.
A lo largo de la historia ha habido cristianos devotos, discípulos, apóstoles y profetas lapidados, arrastrados a la muerte por caballos, descuartizados, hervidos en aceite, crucificados… Han muerto de todas las formas posibles. Lo que quiero decir es que no pienses que te va a acompañar la comodidad cuando sigas a Dios. No lo pidas ni lo desees absurdamente. ¿Por qué digo que está mal que la gente exija cosas a Dios? Porque toda pequeña exigencia equivale a un deseo absurdo y tú no debes tenerlos. No desees cosas diciendo: “¡Oh, Dios mío! Tú me vistes bien porque tengo motivos para llevar buena ropa. ¡Oh, Dios mío! Como ya cumplo con mi deber, tengo buenos motivos para pedirte que me bendigas y me concedas buena salud”. Si un día enfermas, ¿te volverás negativo? ¿Dejarás de creer en Dios? ¿Seguirías cumpliendo con tu deber si no estuvieras sano? ¿No debes cumplir con tu deber de todos modos? Es una vocación caída del cielo, una responsabilidad de la que no es posible librarse. Debes cumplir con tu deber aunque nadie más lo haga. Esta es la determinación que has de tener. Mucha gente piensa: “Si he de sufrir igualmente cuando creo en Dios, ¿para qué lo sigo? Yo sigo a Dios para gozar de Sus bendiciones. Sin bendiciones de las que gozar, ¡no lo seguiré!”. ¿No es una forma equivocada de verlo? En vuestras vivencias a lo largo de todos estos años, todos habéis comprobado que, a diferencia de lo que la gente imagina, sobre aquellos que buscan sinceramente la verdad no hay bendiciones evidentes. Estar de buen humor y despreocupado todos los días, ir bien vestido, que todo vaya sobre ruedas y prosperar en el mundo… Las cosas no son así para nadie. Todos ellos sobreviven día a día, chocando con un obstáculo tras otro. A unos los discriminan y acosan en el trabajo en todas partes; a otros los persigue siempre la enfermedad, y a otros más no les va bien en los negocios y sus familiares incrédulos los abandonan. La vida tiene altibajos; nunca es un camino de rosas. Cuanto más busca alguien la verdad, más sufre, mientras que los que no la buscan en absoluto tienen una vida cómoda. No tienen enfermedades ni problemas; todo les viene rodado y los demás los envidian. Sin embargo, no tienen la menor entrada en la vida y viven como incrédulos. Es inevitable que aquellos que siguen sinceramente a Dios padezcan persecución y penurias. ¿Y qué demuestra que tú padezcas persecución y penurias? Que Dios no te ha dejado, que Dios no te ha abandonado, que la mano de Dios está siempre sobre ti y no te suelta. Si te soltara y cayeras en la trampa de Satanás, ¿no estarías en peligro? Si vives cada día en pecado, afanado por la fama y la fortuna, codiciando los placeres y degenerando en la bebida, el juego y la promiscuidad, Dios te abandonará. Dejará de hacerte caso y seguro que te descarta. Puede que adquieras riquezas y estatus en el mundo, pero en realidad habrás perdido lo más valioso de todo —la verdad, que es la vida eterna— ¡sin ni siquiera saberlo!
Algunos preguntan: “¿Por qué Dios siempre me disciplina a mí? ¿Por qué los demás están tan sanos y yo siempre estoy enfermo? ¿Por qué sufro siempre? ¿Por qué es tan pobre mi familia? ¿Por qué no podemos hacernos ricos? ¿Por qué nunca puedo llevar buena ropa? ¿Por qué puede llevarla otra gente?”. No sientas envidia por la cantidad de gracia y bendiciones de Dios de que gozan otras personas. Puede deberse a que su estatura es pequeña y Dios comprende su debilidad, por lo que les otorga cierta gracia para que gocen de ella y deja que la experimenten poco a poco para que lleguen a comprender progresivamente Sus obras. Para ti, Dios tiene unas exigencias sumamente estrictas. Tu vida, tal como la contempla el hombre, no es nada feliz, y sufres constantemente, pero has comprendido muchas verdades y debes dar muchas gracias y alabanzas a Dios. Así es una persona que conoce las obras de Dios. Mientras una persona comprenda la verdad, esa es la mayor bendición de Dios sufra lo que sufra. El hecho de ser disciplinado a menudo por Dios y de enfrentarte a menudo a pruebas, de manera que a menudo aprendes lecciones y comprendes verdades, quiere decir que el amor de Dios te acompaña. Si siempre eres disoluto y todavía no has sido disciplinado y careces de disciplina, por mucho que dure tu disolución sin que nadie trate contigo ni te preste atención, estás acabado. Esto significa que Dios te ha abandonado. Hay personas que no cumplen con ningún deber ni asumen ninguna responsabilidad. Viven sin prisa, despreocupadas y con gran comodidad. No pueden aprender lección alguna y no obtienen nada. ¿Es esto la felicidad? ¿Qué podrían obtener de su voluntad de ser disolutas, de su afán de libertad y de los placeres carnales? Tú sufres y te cansas mientras cumples con tu deber, y todos se preocupan por ti; a veces te podan y tratan contigo. Esto demuestra que Dios te ama y se responsabiliza de ti. En muchos asuntos, debes buscar y orar más a Dios. Entonces podrás comprender Su voluntad. Sea cual sea tu deber, en ninguna circunstancia debes ser díscolo, disoluto, descuidado, negligente ni obstinado en tu error. Date prisa en buscar la verdad cuando tengas un problema. Lo principal es que puedas cumplir con tu deber y satisfacer a Dios, y tu corazón podrá disfrutar con naturalidad de paz y buen ánimo. Si eres excesivamente caprichoso o disoluto, no aceptas la disciplina, y además eres bastante testarudo, estarás en peligro. Una vez descartado, no tendrás más oportunidades y será demasiado tarde para arrepentirse. Algunas personas oran todo el tiempo cuando enferman por primera vez, pero luego, cuando ven que sus oraciones no las han curado, se hunden en la enfermedad, se quejan constantemente y dicen para sus adentros: “No me ha servido de nada creer en Dios. Estoy enfermo, ¡y Dios no me cura!”. Esto no es verdadera fe. No hay obediencia alguna en ella, y su resultado es que mueren una vez que han terminado de quejarse. Así abole Dios su carne y las manda al infierno; aquí acaba todo para ellas. No tienen ocasión de alcanzar la salvación en esta vida y su alma debe ir al infierno. Es la última etapa de la obra de Dios para salvar a la humanidad, y si alguien es descartado, ¡nunca tendrá otra oportunidad! Si mueres mientras Dios realiza Su obra de salvación, esta muerte es un castigo, no una muerte normal. Aquellos que mueren como castigo no tienen ocasión de salvarse. ¿No es constantemente castigado Pablo en el Hades? Han pasado 2000 años, ¡y aún está allí castigado! Es todavía peor cuando haces algo malo a sabiendas, ¡y el castigo será incluso más severo!
Algunas personas dicen: “Siempre estoy enfermo, siempre sufriendo y dolorido. Siempre ha habido ciertas circunstancias a mi alrededor, pero nunca he percibido la obra del Espíritu Santo”. Correcto. Así obra el Espíritu Santo la mayor parte del tiempo: no lo puedes percibir. Esto es la refinación. De vez en cuando, el Espíritu Santo te dará esclarecimiento y te permitirá comprender alguna verdad en comunión. A veces hará que te des cuenta de algo por medio de tu entorno y te probará, atemperará y ejercitará en ese entorno, con lo que te hará madurar: así obra el Espíritu Santo. Antes, vosotros no teníais conocimiento cuando experimentabais las cosas porque no os centrabais en buscar la verdad en vuestro interior. Cuando una persona no comprende la verdad, no ve cómo son las cosas y siempre tiene una comprensión sesgada. Es como cuando alguien enferma y cree que Dios lo está disciplinando, cuando en realidad algunas enfermedades las genera el hombre por falta de comprensión de las reglas de la vida. Cuando comes con desenfreno y no entiendes de vida sana, enfermas de todas las maneras posibles. Sin embargo, afirmas que esa es la disciplina de Dios, cuando en realidad es fruto de tu ignorancia. No obstante, por otra parte, tanto si una enfermedad tiene una causa humana como si la confiere el Espíritu Santo, es una bondad extraordinaria de Dios; está pensada para que aprendas una lección, y debes dar gracias a Dios y no quejarte. Cada queja tuya deja mancha ¡y es un pecado que no se puede borrar! Cuando te quejas, ¿cuánto tiempo tardas en cambiar de estado? Si estás un poco negativo, puede que entres en razón al cabo de un mes. Si te quejas y expresas sentimientos negativos, es posible que no entres en razón ni al cabo de un año, y el Espíritu Santo no obrará en ti. Será terrible que te quejes constantemente y te costará aún más recibir la obra del Espíritu Santo. Uno tiene que esforzarse mucho en oración para rectificar su mentalidad y recibir algo de la obra del Espíritu Santo. No es fácil cambiar de mentalidad por completo. Solo puede cambiarse buscando la verdad y recibiendo esclarecimiento e iluminación del Espíritu Santo. De hecho, en vuestra vivencia hay veces que recibís la obra del Espíritu Santo; en la mayoría de los casos, cuando afrontáis persecuciones y penurias, o la enfermedad y el dolor. Es entonces cuando oráis fervientemente a Dios para pedirle que os cure y os conceda fe y fortaleza. Oráis nada más que por esto. Puede que queráis orar más y buscar la voluntad de Dios, pero no sabéis qué decir. Queréis comunicar a Dios algunas palabras de corazón, pero no tenéis ninguna que ofrecerle. Vuestra estatura es demasiado pequeña. De cuando en cuando, Dios te lo hace pasar mal por medio de las personas que te rodean. En esos momentos no puedes hacer otra cosa que regresar ante Dios y ponerte a reflexionar: “¿Qué es exactamente lo que he hecho mal? Dios mío, te pido esclarecimiento y que me permitas comprenderlo. Si Dios no me da esclarecimiento, continuaré orando. Si he orado y todavía no lo entiendo, seguiré buscando en esta cuestión, y buscaré con alguien que comprenda la verdad”. Esto es asumir la responsabilidad. Algunas personas nunca buscan la verdad cuando les suceden cosas. Comprenden algunas palabras y doctrinas y creen comprender la verdad. Se engañan a sí mismas, lo que es una necedad. Son las personas más necias e ignorantes que hay, y el único resultado posible es que se perjudiquen y destruyan ellas mismas sin alcanzar verdad alguna.
Normalmente no oráis mucho, ¿no? Cuando la gente no ora mucho, no busca mucho, y si no busca mucho, le cuesta comprender la verdad y no tiene obediencia. Si no tienes una actitud de búsqueda, ¿cómo puedes tener obediencia? ¿Cómo podrás comprender las obras de Dios? Ni siquiera sabes cómo obra Dios en ti, a quién debes obedecer ni qué palabras escuchar. La obediencia es impensable para ti. La obediencia no es algo difuso. Requiere un propósito y un objeto. Si ni siquiera sabes por qué expresa Dios la verdad ni qué hace, ¿cómo puedes ser obediente? “Obediencia” se vuelve una palabra vacía cuando tú la pronuncias. Cuando te suceda algo, ¿cómo debes orar y cómo debes buscar expresando lo que llevas en el corazón? ¿Qué debes buscar? Debes tener claras estas cosas para poder orar de verdad. Cuando ores, no imites lo que digan otras personas, y ni mucho menos imites las palabras de Jesús, “hágase tu voluntad”. No copies estas palabras a ciegas. Lo que hay en ti no es más que iluminación y esclarecimiento, lo cual no puede ser lo mismo que cumplir la voluntad de Dios. Cuando, ocasionalmente, seas tratado y podado o soportes algún sufrimiento, no digas que Dios te está perfeccionando ni que esa es Su voluntad. Es un error y no debes orar así. Estás tomando un estatus equivocado y el Espíritu Santo no obrará en ti. Algunas personas imitan la oración de Jesús, “pero no sea como yo quiero, sino como tú quieras”. ¿Te servirá de algo ponerte en pie de igualdad con Dios? Cristo, desde la perspectiva de la carne, dirigió esa oración al Espíritu del cielo. Estaban en pie de igualdad, tenían el mismo estatus. Eran un solo Dios, distintos únicamente en cuanto a perspectiva. Cristo oró de ese modo; si la gente también ora así, demuestra que no tiene sentido, ¡y no es de extrañar que el Espíritu Santo no le dé esclarecimiento alguno! Esas palabras que dices son palabras de imitación, no palabras pronunciadas de corazón. Son totalmente huecas y no auténticas, lo que indica que tu estatura es demasiado pequeña como para comprender las palabras o las exigencias de Dios. ¿Cómo te va a dar esclarecimiento el Espíritu Santo? ¡Qué confundida está la gente! Si ni siquiera es capaz de darse cuenta de esto, nunca comprenderá la verdad. No imites a otros a ojo cuando ores. Debes tener pensamientos y puntos de vista propios. Si no entiendes algo, debes buscar la verdad. Debes reflexionar a menudo sobre cómo orar cuando se te presenten asuntos de diversa índole, y si hallas un camino a seguir, debes guiar a tus hermanos y hermanas para que también ellos oren de esa manera. En esto se deleita Dios. Todo el mundo debe aprender a presentarse ante Dios. No trates de manejarlo todo a ciegas tú solo y no bases lo que hagas en tus fantasías. Si con ello haces cosas que provocan interrupciones y perturbaciones y van contra la voluntad de Dios, eso representará un problema. Si se te pide que lideres una iglesia y siempre predicas palabras y doctrinas, pero no enseñas a comer y beber las palabras de Dios ni a orarle, entonces te has descarriado. Si siempre estás predicando palabras y doctrinas y enseñando oraciones vacías a la gente, en las cuales esta solamente recita algunas palabras de la Biblia y palabras de doctrina, entonces, ore como ore, no se producirán resultados. No avanzará en la vida, su relación con Dios no será normal, y esto implica que también la llevarás por mal camino. ¿Qué tipo de oración da resultado? La comunión sincera con Dios. Lo más importante es orar a Dios y buscar la verdad según Sus palabras y exigencias. Para ello es preciso ser sincero. Esto les costará conseguirlo a los que no son sinceros. ¿A qué clase de personas da esclarecimiento el Espíritu Santo? A las perspicaces y sutiles de pensamiento. Cuando el Espíritu Santo les da una sensación o esclarecimiento, perciben que es obra del Espíritu Santo, que es Dios quien la lleva a cabo. O, a veces, cuando están recibiendo el esclarecimiento o la reprensión del Espíritu Santo, se dan cuenta enseguida y se refrenan. Esta es la clase de personas a las que el Espíritu Santo da esclarecimiento. Si alguien es descuidado y no entiende los asuntos espirituales, no se dará cuenta cuando reciba una sensación del Espíritu Santo. No presta atención a la obra del Espíritu Santo. El Espíritu Santo puede darle esclarecimiento tres o cuatro veces, pese a lo cual no lo acepta, por lo que el Espíritu Santo ya no obrará en él. ¿Por qué algunas personas siguen creyendo, pero no pueden llegar a Dios ni sentir la obra del Espíritu Santo, y están en tinieblas por dentro, deprimidas y sin energía? No tienen esclarecimiento alguno del Espíritu Santo. ¿Cómo van a tener energía con esas cosas y doctrinas sin vida? No es posible mantenerse mucho tiempo nada más que con entusiasmo; se debe comprender la verdad para tener fortaleza. Por consiguiente, para creer en Dios hay que ser sutil de pensamiento y centrarse en la lectura de Sus palabras, en el autoconocimiento y en la comprensión y práctica de la verdad. Hasta entonces no se puede recibir la obra y la dirección del Espíritu Santo. Algunas personas solo tienen la capacidad de comprender la verdad, pero nunca han observado ni experimentado la obra del Espíritu Santo. En lo sucesivo debéis concentraros en la sensación e iluminación más sutiles. Cada vez que os ocurra algo, debéis contemplarlo y abordarlo de acuerdo con la verdad. Así, poco a poco irás por el camino correcto de la fe en Dios. Si lo contemplas todo con tu mirada carnal; si lo analizas todo por medio de la doctrina, la lógica y las reglas; y si lo analizas y abordas todo en función del pensamiento humano, eso no es buscar la verdad y no serás capaz de obedecer a Dios. Por más años que lleves creyendo en Dios, estarás al margen de Sus palabras, serás un forastero y no podrás comprender la verdad. Ahora debéis cambiar paulatinamente vuestro enfoque en esta dirección y esforzaros por la verdad. Tras varios años de experiencia, crecerá un poco vuestra estatura y podréis comprender algo de la verdad. No pienses que no hay problema en llegar tarde a la fe en Dios, que tú también puedes entrar en la realidad verdad cuando otros ya lo han hecho o que nunca te quedarás rezagado. No debes pensar de esta forma. Si lo haces, seguro que te quedas rezagado. Si has llegado tarde a la fe en Dios, debes tener aún más prisa. Debes hacer todo lo posible por ponerte al día, pues solo entonces podrás ir al compás de los pasos de la obra de Dios y evitar quedarte rezagado y ser descartado.
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