Digresión dos: Cómo obedecieron Noé y Abraham las palabras de Dios y se sometieron a Él (I) Parte 4

¿Obedecían y se sometían las personas de las cuales acabo de hablar, encargadas de las gallinas y los huevos? (No). ¿De qué forma consideraban las palabras de Dios? Como una brisa que pasaba junto a sus oídos, y en su mente tenían cierta opinión: “Di lo que tengas que decir, que yo haré lo que tenga que hacer. ¡Me dan igual tus requisitos! Ya es suficiente con que te provea huevos para comer, qué importa cómo sean esos huevos. ¿Quieres comer huevos orgánicos? Ni hablar. Sigue soñando. Me pediste que criara gallinas, y así las crío, pero además añades tus propias exigencias; ¿acaso tienes derecho a hablar de esto?”. ¿Son estas personas que obedecen y se someten? (No). ¿Qué están tratando de hacer? ¡Están tratando de sublevarse! La casa de Dios es el lugar donde habla y obra, es donde reina la verdad. Si, cuando Dios les decía algo en la cara, esta gente no obedecía, no se sometía, ¿puede practicar la palabra de Dios a Sus espaldas? ¡Eso es todavía más improbable! Entre improbable y menos probable aún. Teniendo en cuenta estas dos cosas, ¿es Dios su Dios? (No). Entonces, ¿quién es su dios? (Ellos mismos). Así es. Se tratan a sí mismos como un dios, creen en sí mismos. Si es así, ¿qué hacen todavía por aquí? Puesto que son su propio dios, ¿qué hacen agitando la bandera de la fe en Dios? ¿No es eso engañar a los demás? ¿No se engañan a sí mismos? Si esta es la actitud que estas personas tienen hacia Dios, ¿son capaces de obedecer? (Desde luego que no). Si ni siquiera son capaces de obedecer la palabra de Dios o de someterse a Él en algo tan menor, y Sus palabras no tienen efecto en ellas, no las aceptan y no pueden someterse a ellas. ¿Pueden salvarse tales personas? (No). Entonces, ¿cuán lejos están de la salvación? ¡Demasiado, ni se le acercan! En Su interior, ¿está Dios dispuesto a salvar a aquellos que no obedecen Sus palabras, que se enfrentan a Él? Desde luego que no. Ni incluso la gente estaría dispuesta a hacerlo, evaluando esto a tenor de sus propios pensamientos. Si los demonios y los satanases de este tipo se enfrentaran a ti, se opusieran a ti en todos los aspectos, ¿los salvarías? Imposible. Nadie quiere salvar a las personas así. Nadie quiere hacerse amigo de esa gente. El asunto de la cría de las gallinas, algo tan insignificante, puso al descubierto la naturaleza de la gente. Fueron incapaces de obedecer lo que Yo decía aun tratándose de un asunto menor. ¿No es este un problema grave?

A continuación, hablemos de un asunto relacionado con las ovejas. Por supuesto, también se refiere a las personas. Había llegado la primavera. El tiempo era cálido y brotaban las flores. La vegetación florecía, la hierba era verde. Todo empezaba a irradiar vida. Las ovejas habían estado comiendo heno durante todo el invierno y ya no querían comerlo más, así que esperaban a que reverdeciera para poder comer hierba fresca. Además, las ovejas daban a luz a sus corderos, por lo que era todavía más necesario que comieran pasto verde. Cuanto más abundante y mejor su calidad, más leche producirían y más rápido crecerían los corderos. La gente también se alegraba de ello, era algo que se esperaba con ilusión: un buen cordero gordo para comer con la llegada del otoño. Y dado que la gente tenía algo por lo que ilusionarse, ¿no deberían haber ideado formas de darles a los corderos más y mejor pasto para comer, de alimentarlos para que se pusieran gordos y fuertes? Deberían haber reflexionado: “La hierba del campo no es buena en este momento. Los corderos crecerán despacio si la comen. ¿Dónde hay buen pasto?”. ¿No deberían haber dedicado a esto un poco de esfuerzo? Pero quién sabe lo que pensaba la persona que cuidaba de los animales. Un día fui a ver a las ovejas. Vi que los corderos estaban bien y saltaban al ver a las personas poniendo sus patas delanteras sobre las canillas de la gente para intentar llegar más alto e interactuar con ellas. A algunos de los corderos les habían crecido cuernos, así que los sostenía por sus pequeños cuernos y jugaba con ellos. Estaban bien, pero eran muy delgados y estaban en malas condiciones. Pensé que los corderos son suaves y su lana no es gruesa, pero aun así no sufren el frío, y me pregunté si sería mejor que los engordaran un poco. Mientras pensaba en esto, le pregunté a la persona que criaba las ovejas: “¿Es la hierba de mala calidad? ¿No hay suficiente en el campo para que coman las ovejas? ¿Hay que renovar la tierra y plantar hierba nueva para que tengan suficiente para comer?”. Él respondió: “No hay bastante pasto verde para alimentarlas. De momento, las ovejas siguen comiendo heno”. Al oír esto, le dije: “¿No sabes en qué estación estamos? ¿Por qué les sigues dando heno? Las ovejas han dado a luz, deberían comer pasto verde bueno. ¿Por qué les sigues haciendo comer heno? ¿Habéis pensado en una solución para esto?”. Me salió con un montón de excusas. Cuando le dije que renovara el campo, me dijo que no podía, ya que si lo hacía las ovejas no tendrían nada que comer en ese momento. ¿Qué pensáis después de escuchar todo esto? ¿Os provoca cierto sentido de la responsabilidad? (Yo habría pensado en buscar un buen campo de pasto o en segar algo de hierba en otro lugar). Esa es una forma de solucionarlo. Has de buscar una solución. No te limites a llenarte la barriga y olvidarte de todo lo demás, las ovejas también tienen que comer hasta saciarse. Más tarde, a otras pocas personas les dije: “¿Se puede renovar este campo? Aunque se plante en otoño, las ovejas podrán comer pasto verde el año que viene. Además, en otros lugares hay dos campos, ¿no se puede llevar a las ovejas allí todos los días para que coman hierba fresca? Si se rotan los dos campos, ¿acaso las ovejas no podrán comer hierba fresca?”. ¿Era fácil hacer lo que yo decía? (Sí). Algunos dijeron: “Es más fácil decirlo que hacerlo. Siempre dices que las cosas son fáciles de hacer, ¿cómo es que es tan fácil? Hay muchas ovejas y, cuando corren por ahí, no es nada fácil pastorearlas”. El mero hecho de pastorear las ovejas les resultaba muy oneroso, tenían muchas excusas y dificultades, pero al final aceptaron. Varios días después fui a mirar de nuevo. La hierba había crecido tanto que casi llegaba a la altura de la cintura. Me pregunté cómo podía estar tan alta si las ovejas se la estaban comiendo. Después de hacer algunas preguntas, lo averigüé. No habían puesto a las ovejas a pastar aquí para nada. También tenían una excusa para eso: “No hay cobertizo en ese campo, las ovejas pasaban mucho calor”. Les dije: “¿Y por qué no les construís un cobertizo? Solo hay unas pocas ovejas. ¿Qué se supone que debéis hacer aquí? ¿No se supone que os ocupéis de estos asuntos sencillos?”. Respondieron: “No encontramos a nadie que lo construya”. Les dije: “Hay gente para hacer otras cosas, ¿por qué no hay nadie para hacer esto? ¿Has buscado a alguien? Lo único que te importa es comerte las ovejas, no criarlas. ¿Cómo puedes ser tan egoísta? Quieres comer cordero pero no les permites comer hierba verde, ¡cómo puedes ser tan poco ético!”. Una vez obligados, se construyó el cobertizo y las ovejas pudieron comer pasto verde. ¿Era sencillo que comieran un poco de hierba fresca? Algo tan simple era muy difícil de llevar a cabo para esta gente. Salían con excusas a cada paso. Cuando salían con una excusa, cuando surgían dificultades, se daban por vencidos y esperaban a que Yo viniera a solucionarlo. Siempre tenía que estar al tanto de lo que pasaba, siempre tenía que estar echando un ojo, siempre tenía que meterles presión, me resultaba imposible no hacerlo. ¿Por qué tendría que preocuparme por algo tan trivial como alimentar a las ovejas? Lo dispongo todo para vosotros, así que ¿por qué cuesta tanto haceros obedecer unas pocas palabras Mías? ¿Te he pedido que escales una montaña llena de clavos o que nades en un mar de fuego? ¿Tan difícil resulta ponerlo en práctica? ¿Acaso no es tu responsabilidad? Todo esto entra dentro de tus facultades, queda dentro del alcance de tus habilidades. No es demasiado pedir. ¿Cómo es que no eres capaz de lograrlo? ¿Dónde está el problema? ¿Te he pedido que construyas un arca? (No). Entonces, ¿qué tan grande es la diferencia entre lo que se te pidió hacer y construir un arca? Es enorme. La tarea que se te pidió llevar a cabo solo llevaría uno o dos días. Bastarían unas pocas palabras. Era factible. Construir el arca fue una empresa enorme, una empresa de 100 años. Me atrevo a decir que, si hubierais nacido en la misma época que Noé, ninguno de vosotros habría sido capaz de obedecer las palabras de Dios. Cuando Noé obedeció las palabras de Dios, cuando construyó el arca, paso a paso, tal y como le había ordenado Dios, vosotros seríais los que permanecieron a un lado, retrasando a Noé, burlándose, mofándose y riéndose de él. Pertenecéis por completo a ese tipo de persona. Carecéis totalmente de la actitud de obedecer y someteros. Al contrario, exiges que Dios te demuestre una gracia especial y que te bendiga y te esclarezca de manera especial. ¿Cómo puedes ser tan desvergonzado? ¿Qué me decís, cuál de las cosas de las que acabo de hablar es Mi responsabilidad? ¿Cuál tengo que hacer? (Ninguna). Todas estas cuestiones son asuntos humanos. No son de Mi incumbencia. Debería poder dejaros en paz. Entonces, ¿por qué tengo que involucrarme? No lo hago porque sea Mi obligación, sino por vuestro propio bien. A ninguno de vosotros os preocupa esto, ninguno de vosotros ha asumido esta responsabilidad, ninguno tiene estas buenas intenciones, así que tengo que esforzarme más al respecto. Lo único que se necesita es que obedezcáis y cooperéis, es muy simple, pero ni siquiera podéis hacer eso. ¿Sois siquiera humanos?

También se produjo otro incidente más grave. Había un lugar donde se estaba construyendo un edificio. Era bastante alto y abarcaba una zona más bien grande. En su interior se iba a instalar una cantidad bastante grande de mobiliario, y para que fuera conveniente trasladarlo se necesitaría al menos un conjunto de puertas dobles, que deberían tener cuanto menos dos metros y medio de altura. La gente normal habría pensado en todo esto. Pero alguien insistió en instalar una sola puerta de 1,80 m. Ignoró las sugerencias de los demás, sin importar de quién vinieran. ¿Se trataba de una persona atolondrada? Era un completo canalla. Más tarde, cuando alguien me habló de esto, le dije a esa persona: “Tienes que instalar puertas dobles, y tienen que ser más altas”. Aceptó de mala gana. Bueno, aparentemente estuvo de acuerdo, pero ¿qué dijo en privado? “¿Qué sentido tiene que sean tan altas? ¿Qué hay de malo en que sean más bajas?”. Más tarde, fui a mirar de nuevo. Solo se había añadido una puerta más, pero la altura era la misma. ¿Y por qué era así? ¿Era imposible construir una puerta más alta? ¿O acaso acabaría tocando el techo? ¿Cuál era el problema? El problema era que no quería obedecer. Lo que realmente pensaba era: “¿Depende esto de ti? Aquí yo soy el jefe, aquí mando yo. Los demás hacen lo que les digo, no al revés. ¿Qué sabrás tú? ¿Acaso entiendes de construcción?”. ¿No entender de construcción implica que no pudiera fijarme en las proporciones? Con una puerta tan baja en un edificio tan alto, cuando alguien de 1,90 de altura pasara por ella, se rompería la cabeza con el marco si no se agachaba. ¿Qué clase de puerta era esa? No era necesario que entendiera de construcción. Decidme, ¿era razonable Mi opinión sobre esto? ¿Era práctica? Pero esa practicidad no le resultaba comprensible a esa persona. Lo único que sabía era seguir los preceptos y decía: “Todas las puertas son así de donde yo vengo. ¿Por qué debería hacerla tan alta como tú decías? Me pediste que la hiciera y la hice. Si no te soy útil, pues nada. Así hago las cosas yo, ¡y no te voy a obedecer!”. ¿Qué clase de elemento era esta persona? ¿Creéis que todavía podría utilizarla la casa de Dios? (No). Entonces, ¿qué había que hacer dado que no se le podía utilizar? Aunque tales personas hagan algún esfuerzo simbólico en la casa de Dios y no sean expulsadas de inmediato, aunque los hermanos y hermanas sean capaces de tolerarlos y Yo también, cuando se trata de su humanidad, entiendan o no la verdad, trabajando y viviendo en un ambiente como la casa de Dios, ¿es probable que duren por aquí? (No). ¿Debemos echarlos? (No). ¿Es probable que se queden en la iglesia a largo plazo? (No). ¿Por qué no? Dejemos de lado si pueden entender lo que se les dice. Su carácter es el que es, después de hacer algún esfuerzo simbólico, comienzan a darse aires y a tratar de llevar la voz cantante. ¿Acaso se puede hacer esto en la casa de Dios? No son nada, pero se creen que son bastante buenos, que son un pilar y un sostén de la casa de Dios, donde cometen fechorías de manera imprudente y tratan de llevar la voz cantante. Están destinados a tener problemas, y no se quedarán mucho tiempo. Este tipo de gente, aunque la casa de Dios no los eche, una vez que hayan pasado aquí un tiempo se darán cuenta de que en la casa de Dios siempre se habla de la verdad, de los principios. Ellos no tienen ningún interés en esto, su modus operandi no tiene aquí ninguna utilidad. No importa dónde vayan y lo que hagan, son incapaces de cooperar con los demás, y siempre quieren llevar la voz cantante. Pero eso no funciona, y se hallan limitados en todos los aspectos. A medida que pasa el tiempo, la mayoría de los hermanos y hermanas llegan a comprender la verdad y los principios. Mientras estas personas tratan de hacer lo que les viene en gana, intentan ser los jefes y llevar la voz cantante, y no actúan de acuerdo con los principios, mucha gente los mira con desdén. ¿Son capaces de soportarlo? Cuando llegue ese momento, sentirán que son incompatibles con esta gente, que naturalmente no pertenecen a este lugar, que se encuentran en el sitio equivocado: “¿Cómo he dado por casualidad con la casa de dios? Mi pensamiento era demasiado simplista. Pensé que si me esforzaba un poco, podría evitar el desastre y ser bendecido. Nunca se me ocurrió que no sería así”. No pertenecen a la casa de Dios de manera natural. Después de quedarse un tiempo, pierden el interés, se vuelven indiferentes y ya no hay necesidad de echarlos: se escapan ellos solos.

Algunas personas dicen: “¿No hay nada en lo que Tú no metas las narices? Eres un entrometido, ¿verdad? Tú solo consolidas Tu prestigio, haces sentir Tu presencia y haces que la gente conozca Tu omnipotencia entrometiéndote en los asuntos de los demás, ¿no es así?”. Decidme, ¿estaría bien si no me ocupara de estas cosas? En realidad, no quiero ocuparme de ellas; eso es responsabilidad de los líderes y obreros, pero si no lo hiciera, habría problemas, y el trabajo por venir se vería afectado. ¿Tendría que involucrarme en tales asuntos si fuerais capaces de resolverlos, si hicierais lo que os pido? Si no me ocupara de vosotros, no viviríais ninguna semejanza humana ni viviríais bien. No seríais capaces de hacer nada por vosotros mismos. E incluso siendo ese el caso, seguís sin obedecerme. Os hablaré de algo extremadamente simple: el extremadamente insignificante asunto de la higiene y el cuidado de vuestro entorno vital. ¿Cómo actuáis en relación con este tema? Si voy a algún sitio y no os aviso de antemano, todo estará extraordinariamente desordenado y tendréis que limpiarlo con prisas, lo que os hará sentir molestos e incómodos. Si os avisara con antelación que voy a ir, la situación no sería tan mala, pero ¿creéis que no sé lo que ocurre en las sombras? Todos estos son asuntos menores, algunos de los puntos más simples y básicos de la humanidad normal. Pero vosotros sois así de perezosos. ¿Realmente sois capaces de hacer bien vuestro deber? Pasé diez años en algunos lugares de China continental, enseñándoles a las personas cómo doblar mantas y secarlas al sol, a limpiar casas y a encender estufas en los hogares. Pero después de enseñarles durante diez años, no conseguí que aprendieran. ¿Acaso no sirvo para enseñar? No, simplemente, estas personas son absolutamente ruines. Después dejé de enseñar. Cuando iba a algún lugar y veía una manta sin doblar, solo daba media vuelta y me iba. ¿Por qué hacía esto? Me parecía que olía mal y era repugnante. ¿Por qué debería quedarme en un lugar que es peor que un chiquero? Me niego a hacerlo. Incluso estos pequeños problemas son muy difíciles de resolver. Si subiera la exigencia un poco para seguir el camino y la voluntad de Dios, siendo francos, ni os acercaríais. ¿Cuál es la idea principal que estoy tratando hoy? Obedecer las palabras de Dios es muy importante, y no debéis ignorarlo. Obedecer las palabras de Dios no significa que debas analizarlas, estudiarlas, discutirlas o indagar en ellas, ni que debes analizar los motivos detrás de ellas y tratar de encontrar un porqué. En cambio, debes poner en práctica Sus palabras y llevarlas a cabo. Cuando Dios te habla, cuando te ordena que lleves a cabo una tarea o te encomienda algo, lo que Dios quiere es verte actuar después y quiere ver cómo lo llevas a cabo, paso a paso. A Dios no le importa si entiendes este asunto o no, ni tampoco le importa si, en tu corazón, sientes curiosidad o tienes alguna duda al respecto. En lo que se fija Dios es en si lo haces, en si tienes la actitud de obedecer y someterte.

Por casualidad, estuve hablando con algunas personas sobre el vestuario de los espectáculos. El principio fundamental era que el color y el estilo de los trajes debía ser decente, decoroso, de buen gusto y elegante. No debían parecer trajes estrafalarios. Además, no era necesario gastar demasiado dinero. No hacía falta que fueran de un diseñador en particular, y mucho menos había que ir a tiendas de marca de alta gama para comprarlos. Mi opinión era que los trajes debían hacer que los artistas se vieran elegantes, decentes y decorosos, que estuvieran presentables. No existían limitaciones en cuanto al color, salvo que había que evitar cualquier cosa que pareciera demasiado sosa u oscura en el escenario. La mayoría del resto de colores estaban bien: rojo, naranja, amarillo, verde, azul, índigo, violeta… no existían preceptos al respecto. ¿Por qué este principio? La creación de Dios contiene todos los colores. Las flores tienen colores, al igual que los árboles, las plantas y los pájaros. Así que no debemos tener ninguna noción o regla sobre el color. Después de decir esto, temí que no lo entendieran. Los volví a interrogar, y solo me quedé tranquilo cuando todos los que me oyeron dijeron que lo habían entendido. El resto podía ponerse en práctica según el principio del que había hablado. ¿Se trataba de un asunto sencillo? ¿Era algo importante? ¿Era una empresa mayor o menor que la construcción de un arca? (Menor). En comparación con la ofrenda de Isaac por parte de Abraham, ¿era difícil? (No). No tenía absolutamente ninguna dificultad, era simple, una mera cuestión de vestuario. La gente está expuesta a la ropa desde el momento en que nace, no era un tema difícil. Las cosas eran incluso más fáciles de llevar a cabo para la gente al haber definido un determinado principio. La clave estaba en si obedecían y en si estaban dispuestos a hacerlo. Pasado un tiempo, cuando ya se habían producido algunos espectáculos y películas, noté que todos los trajes de los protagonistas eran azules. Me puse a pensar en ello: “¿Existe algún problema en la mente de las personas que producen estos espectáculos? Fui muy claro en lo que dije. No establecí una regla de que los trajes tuvieran que ser azules, y de que nadie que no fuera de azul no pudiera subir al escenario. ¿Qué pasa con esta gente? ¿Qué los instigaba y los dominaba? ¿Han cambiado las tendencias en el mundo exterior y ahora la gente solo viste de azul? No. El mundo exterior carece de reglas sobre colores y estilos, la gente viste todo tipo de colores. Por eso es extraño que esta situación se produzca en nuestra iglesia. ¿Quién hace las comprobaciones finales de los trajes? ¿Quién controla esta cuestión? ¿Hay alguien que mueve los hilos?”. Efectivamente, había alguien que lo hacía. A consecuencia de ello, independientemente del estilo, todos los trajes eran, sin excepción, azules. Lo que Yo dije no cambió nada. Ya habían determinado que todos los trajes debían ser azules. La gente solo iría de azul. El azul representaba la espiritualidad y la santidad, era el color característico de la casa de Dios. Si sus trajes no eran azules, no permitirían realizar el espectáculo ni se atreverían a hacerlo. Aseguré que esta gente estaba acabada. Era una cosa muy sencilla, expliqué cada punto con total claridad, y me aseguré de que lo entendieran después de hacerlo. Solo cuando todos estuvimos de acuerdo cerré el tema. ¿Y cuál fue el resultado final? Lo que dije se perdió en el aire. Nadie le dio importancia. Seguían haciendo y practicando lo que les venía en gana, nadie llevó a cabo lo que Yo decía, nadie lo cumplió. ¿Qué querían decir en realidad cuando aseguraron haberlo entendido? Esa gente me siguió la corriente. Se pasaron el día cotilleando como esas señoras de mediana edad por la calle. Esa fue también la manera en la que me hablaban y la actitud que tenían. Entonces tuve un presentimiento en Mi corazón: la actitud que esta gente tenía hacia Cristo era su actitud hacia Dios, y era una actitud muy preocupante, una peligrosa indicación, una mala señal. ¿Queréis saber lo que indica? Debéis saberlo. Debo decíroslo, y vosotros debéis escuchar con atención. A juzgar por lo que se exhibe en vosotros, por vuestra actitud hacia las palabras de Dios, muchos os veréis sumidos en el desastre, algunos para ser castigados y otros para ser refinados, y el desastre es inevitable. Los castigados morirán de inmediato, perecerán. Sin embargo, aquellos que sean refinados en el desastre, si esto los vuelve capaces de obedecer y someterse, de mantenerse firmes y llegan a poseer un testimonio, entonces la prueba más dura habrá pasado. De lo contrario, no existe esperanza para ellos en el futuro, estarán en peligro y no les quedarán más oportunidades. ¿Me oís con claridad? (Sí). ¿Os parece que es algo bueno para vosotros? En resumen, para Mí no es un buen augurio. Me parece que es una mala señal. Os he proporcionado los hechos, la elección que hagáis depende de vosotros. No diré nada más sobre esto, no me repetiré, no volveré a sacar el tema.

El tema sobre el que he comunicado hoy es cómo considerar las palabras de Dios. Obedecer y someterse a las palabras de Dios es muy importante. Ser capaz de ejecutarlas, llevarlas a cabo y ponerlas en práctica es muy importante. Algunas personas dicen: “Aún hoy, no sabemos cómo tratar a Cristo”. Cómo tratar a Cristo es muy sencillo: tu actitud hacia Cristo es tu actitud hacia Dios. A ojos de Dios, tu actitud hacia Dios es tu actitud hacia Cristo. Por supuesto, la actitud que tienes hacia Cristo es la actitud que tienes hacia Dios en el cielo. Tu actitud hacia Cristo es la más real de todas. Se puede ver y es exactamente lo que Dios escruta. La gente anhela entender cómo tratar a Dios de la manera que Él desea, y eso es simple. Hay tres puntos: el primero es ser sincero; el segundo es el respeto, aprender a respetar a Cristo; y el tercero, el más importante, es obedecer Sus palabras. Obedecer Sus palabras: ¿se trata de escuchar con los oídos o con otra cosa? (Con el corazón). ¿Tienes corazón? Si tienes corazón, escucha con él. Solo si escuchas con el corazón podrás entender y poner en práctica lo que oyes. Cada uno de estos tres puntos es muy sencillo. Su significado literal debería ser fácil de entender, y en términos lógicos, deberían ser fáciles de llevar a cabo, pero cómo lo hagáis y si sois capaces de hacerlo, eso ya depende de vosotros. No explicaré más. Algunas personas dicen: “Eres una persona corriente. ¿Por qué deberíamos ser sinceros contigo? ¿Por qué deberíamos respetarte? ¿Por qué deberíamos obedecer tus palabras?”. Tengo Mis razones. También son tres. Escucha atentamente y comprueba si lo que digo tiene sentido. Si lo tiene, debéis aceptarlo. Si crees que no lo tiene, no tienes que aceptarlo y puedes buscar otra senda. La razón número uno es que, desde que aceptaste esta etapa de la obra de Dios, has estado comiendo, bebiendo, disfrutando y orando-leyendo cada palabra que he dicho. La razón número dos es que tú mismo reconoces ser seguidor de Dios Todopoderoso, que eres uno de Sus creyentes. Entonces, ¿puede decirse que reconoces que eres seguidor de la carne ordinaria en la que Dios está encarnado? Sí. En resumen, la razón número dos es que reconoces que eres seguidor de Dios Todopoderoso. La razón número tres es la más importante de todas: entre toda la humanidad, solo Yo os veo como personas. ¿Es importante este punto? (Sí). ¿Cuál de estos tres puntos no podéis aceptar? ¿Qué decís, alguno de estos puntos de los que acabo de hablar es falso, no es objetivo, no es real? (No). Así pues, en total son seis puntos. No voy a entrar en detalle sobre cada uno de ellos, reflexionad al respecto por vuestra cuenta. Ya he hablado extensamente sobre estos temas, por lo que deberíais ser capaces de entender.

4 de julio de 2020

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