Digresión tres: Cómo obedecieron Noé y Abraham las palabras de Dios y se sometieron a Él (II) Parte 1

En la última reunión, compartimos sobre el punto diez respecto de las diversas manifestaciones de los anticristos, “desprecian la verdad, desacatan con descaro los principios e ignoran las disposiciones de la casa de Dios”. ¿Sobre qué detalles hablamos concretamente? (Dios habló principalmente sobre cómo abordar la palabra de Dios). ¿Se relaciona eso con el punto diez? (Sí, porque en el punto “desprecian la verdad, desacatan con descaro los principios e ignoran las disposiciones de la casa de Dios”, uno de los comportamientos de los anticristos es que solo escuchan lo que Cristo dice, pero no lo obedecen ni se someten a ello. No obedecen las palabras de Dios y tampoco practican de acuerdo con ellas. En la última reunión, Dios habló sobre cómo abordar y obedecer la palabra de Dios y, a continuación, sobre cómo implementarla y ponerla en práctica). Todo esto está claro, ¿no es cierto? En nuestra reunión anterior conté dos historias. Una era la historia de Noé, y la otra la de Abraham. Son dos historias clásicas de la Biblia. Mucha gente las conoce y entiende, pero una vez han logrado entenderlas, muy pocos saben cómo abordar las palabras y las exigencias de Dios. Entonces, ¿cuál era el objetivo principal de nuestra charla sobre estas dos historias? Hacer que la gente sepa cómo abordar, como personas y como seres creados, las palabras y exigencias de Dios, y conozca la posición que debe adoptar un ser creado y la actitud que debe tener al enfrentarse a las exigencias de Dios y escuchar Sus palabras. Esto es lo principal. Esta era la verdad que se pretendía que la gente llegara a conocer y comprender cuando comunicamos estas dos historias en su momento. Por lo tanto, después de que hayamos comunicado sobre estas dos historias, ¿tenéis claro cómo someteros a Cristo y obedecer Sus palabras, qué actitud deben tener las personas y cuál debe ser su perspectiva y posición hacia Cristo y hacia las palabras pronunciadas por Él, además de cómo deben abordarse las palabras y las exigencias que vienen de Dios y qué verdades deben entenderse a partir de esto? (Lo primero es ser sincero con Cristo, lo segundo es aprender a respetarlo, y lo tercero es obedecer Sus palabras, escuchar las palabras de Dios con el corazón). Recordáis las reglas. Si no hubiera hablado de estas reglas, ¿habríais podido extraerlas de las dos historias que conté? (Lo único que podemos extraer es que debemos obedecer todo aquello que diga Dios). Lo único que podéis extraer son formas de actuar simples, dogmáticas y teóricas. Seguís siendo incapaces de entender o conocer las verdades que hay en esto y que la gente debería buscar y entender. Así que vamos a comunicar, en detalle, sobre las historias de Noé y Abraham.

I. La actitud de Noé hacia las palabras de Dios

Hablemos primero de la historia de Noé. En la reunión anterior, tratamos a grandes rasgos las causas y los resultados de la historia de Noé. ¿Por qué no fuimos más concretos? Porque la mayoría de la gente ya conoce las causas, los resultados y los detalles específicos de esta historia. Si hay algún detalle que no tenéis muy claro, lo podéis hallar en la Biblia. De lo que estamos hablando no es de los detalles particulares de esta historia, sino de cómo Noé, el protagonista, trató las palabras de Dios, qué aspectos de la verdad debe entender la gente a partir de ello y cuál fue la actitud de Dios, qué pensó y cómo evaluó a Noé después de ver todo lo que este había hecho. Estos son los detalles sobre los que debemos comunicar. La actitud de Dios hacia Noé y Su evaluación sobre lo que hizo son suficientes para decirnos qué estándares exige Dios a la humanidad, a los que le siguen, a los que salva. ¿Hay que buscar verdad en esto? Cuando hay verdad que buscar, vale la pena diseccionarla, ponderarla y compartirla en detalle. No vamos a repasar los detalles específicos de la historia de Noé. Hoy vamos a comunicar sobre la verdad que hay que buscar en las diversas actitudes de Noé hacia Dios, así como sobre las exigencias y las intenciones de Dios que debería entender la gente a partir de Su evaluación de Noé.

Noé era un ser humano normal que adoraba y seguía a Dios. Cuando las palabras de Dios vinieron a él, su actitud no fue la de actuar despacio, demorar o tomarse su tiempo. En lugar de eso, escuchó las palabras de Dios con gran seriedad, escuchó cada declaración de Dios con gran interés y atención, tratando diligentemente de escuchar y recordar todo lo que Dios le ordenaba sin osar distraerse lo más mínimo. En su actitud hacia Dios y hacia Sus palabras había un corazón temeroso de Dios, lo que demostró que había lugar para Dios en su corazón y que le era sumiso. Escuchó detenidamente lo que le dijo Dios, el contenido de Sus palabras, lo que le pidió que hiciera. Escuchó con atención, no analizando, sino aceptando. No hubo rechazo, antipatía ni impaciencia en su corazón; por el contrario, tomó nota tranquila, cuidadosa y atentamente en su corazón de cada palabra y cosa incluida en los requerimientos de Dios. Tras cada indicación de Dios, Noé anotó pormenorizadamente y por sus propios medios todo cuanto Dios le había dicho y confiado. Después, dejó a un lado sus faenas, terminó con las rutinas y los planes de su vida anterior y se puso a preparar todo lo que Dios le había confiado y todas las provisiones necesarias para el arca que Dios le había pedido que construyera. No osó olvidarse de ninguna de las palabras de Dios ni de nada de lo que Dios le pidió, ni de ningún detalle de lo que requerían de él las palabras de Dios. Por sus propios medios, anotó los puntos y detalles principales de todo lo que Dios le pedía y confiaba, y luego los meditó y reflexionó reiteradamente. A continuación, Noé fue en busca de todos los materiales que Dios le había pedido que preparara. Naturalmente, tras cada indicación de Dios, él, a su modo, hizo planes y preparativos pormenorizados para todo aquello que Dios le había encomendado y ordenado, y paso a paso aplicó y ejecutó sus planes y preparativos, así como cada uno de los pormenores y pasos concretos de lo que Dios le había pedido. A lo largo de todo el proceso, todo cuanto hizo Noé, fuera grande o pequeño, extraordinario o no a ojos del hombre, era lo que le había ordenado Dios, aquello de lo que Dios le había hablado y le había exigido. Por todo lo que demostró Noé después de aceptar la comisión de Dios, es evidente que su actitud hacia las palabras de Dios no fue simplemente de mera escucha; ni mucho menos sucedió que, tras escuchar estas palabras, Noé eligiera un momento en que estuviera de buen humor, en que el ambiente fuera el adecuado o en el que el calendario fuera favorable para llevar a cabo todo esto, sino que dejó de lado sus faenas, terminó con su rutina vital y convirtió la construcción del arca que le había ordenado Dios en la mayor prioridad de su vida y su existencia a partir de entonces y la llevó a cabo debidamente. Su actitud hacia la comisión y las palabras de Dios no fue indiferente, superficial o caprichosa, y ni mucho menos de rechazo; por el contrario, escuchó atentamente las palabras de Dios y se volcó en recordarlas y meditarlas. Su actitud hacia las palabras de Dios fue de aceptación y sumisión. Para Dios, esta es la única actitud hacia Sus palabras que ha de tener un auténtico ser creado que Él desee. No hubo rechazo, superficialidad ni arbitrariedad en esta actitud, ni estuvo viciada por la intención humana; fue, plenamente, la actitud debida de todo ser humano creado.

Tras aceptar la comisión de Dios, Noé comenzó a planificar cómo crear el arca que Él le había encomendado. Buscó los diversos materiales y a las personas y herramientas necesarias para construir el arca. Naturalmente, esto implicaba muchas cosas. No era tan fácil y sencillo como sugiere el texto. En aquella época preindustrial, una época en la que todo se hacía a mano, mediante trabajo físico, no es difícil imaginar cuánto costó crear un arca así, tan colosal, para llevar a cabo la tarea de construir un arca tal y como le había encomendado Dios. Por supuesto, la planificación, la preparación, el diseño y la obtención de los diversos elementos, como materiales y herramientas, por parte de Noé no fueron sencillos, y posiblemente este nunca antes había visto un barco tan gigantesco. Tras aceptar esta comisión, leyendo entre líneas las palabras de Dios, y a juzgar por todo lo que Él dijo, Noé sabía que no era un asunto sencillo ni una tarea fácil. No se trataba de un encargo sencillo ni fácil. ¿Qué implicaciones tenía? Por un lado, significaba que, tras aceptar esta comisión, Noé soportaría una pesada carga sobre sus hombros. Además, a juzgar por la forma en que Dios convocó personalmente a Noé y le indicó en persona cómo construir el arca, no se trataba de un asunto corriente, no era algo insustancial. Teniendo en cuenta los detalles de todo lo que Dios dijo, no se trataba de algo que cualquier persona corriente pudiera soportar. El hecho de que Dios convocara a Noé y le encargara construir un arca muestra la importancia que Noé tenía en el corazón de Dios. En lo referente a esta cuestión, naturalmente Noé pudo entender algunas de las intenciones de Dios y, al hacerlo, se dio cuenta del tipo de vida al que se enfrentaría en los años venideros y fue consciente de algunas de las dificultades con las que iba a toparse. A pesar de que Noé se dio cuenta y comprendió la gran dificultad de lo que Dios le había encomendado, y lo grandes que eran las penurias a las que se enfrentaría, no tuvo intención de negarse, sino que estaba profundamente agradecido a Jehová Dios. ¿Por qué le estaba agradecido? Porque, sin que lo esperara, Dios le había encomendado algo muy importante, y le había contado y explicado personalmente todos los detalles. Y lo que es más importante, Dios también le había relatado toda la historia, de principio a fin, de por qué había que construir el arca. Se trataba de un asunto del propio plan de gestión de Dios, era un tema de Dios, pero Él le había hablado de ello, así que Noé percibió su importancia. En resumen, a tenor de estas distintas señales, del tono del discurso de Dios y de los diversos aspectos de lo que Él le comunicó a Noé, este pudo percibir la importancia de la tarea de construcción del arca que Dios le había encomendado, pudo apreciarlo en su corazón, y no se atrevió a tratarlo a la ligera ni a pasar por alto ningún detalle. Por lo tanto, una vez que Dios terminó de dar Sus indicaciones, Noé formuló su plan y se puso a trabajar en todo lo necesario para construir el arca, así que buscó mano de obra, preparó todo tipo de materiales y, en consonancia con las palabras de Dios, fue reuniendo poco a poco en el arca las diversas especies de criaturas vivientes.

Todo el proceso de construcción del arca estuvo lleno de dificultades. De momento, dejemos de lado cómo Noé salió adelante del azote de los vientos, el sol abrasador y la lacerante lluvia, el tremendo calor y el intenso frío, y el cambio de las cuatro estaciones, año tras año. Hablemos primero de la colosal empresa que supuso la construcción del arca, de la preparación por parte de Noé de los diversos materiales y de las innumerables dificultades a las que se enfrentó en el transcurso de la construcción del arca. ¿Cuáles fueron esas dificultades? Al contrario de lo que la gente piensa, algunas tareas físicas no siempre salieron bien a la primera, y Noé tuvo que pasar por numerosos fracasos. Tras terminar algo, si tenía mal aspecto, lo desarmaba, y después de desarmarlo, tenía que preparar más materiales y rehacerlo por completo. No era como en la época moderna, que toda la gente hace todo con aparatos electrónicos y, una vez configurado, el trabajo se realiza según lo indicado en un programa definido previamente. Hoy en día, cuando se realiza un trabajo de este tipo, todo está mecanizado y se realiza con solo encender una máquina. Pero Noé vivía en una era de sociedad primitiva, donde todo el trabajo se realizaba de forma manual y debías hacer todas las tareas con las manos, utilizando los ojos y la mente, además de tu propia diligencia y energía. Por supuesto, más que nada, la gente necesitaba apoyarse en Dios. Necesitaban buscar a Dios en todas partes y en todo momento. En el proceso de toparse con todo tipo de dificultades, y a lo largo de los días y las noches que pasó construyendo el arca, Noé tuvo que enfrentarse no solo a las diversas situaciones que se produjeron mientras completaba esta colosal empresa, sino también a los diversos ambientes que le rodeaban, así como al ridículo, las calumnias y el abuso verbal de los demás. Aunque personalmente no hayamos experimentado aquellas escenas cuando se produjeron, ¿acaso no es posible imaginar algunas de las diversas dificultades que Noé experimentó y a las que se enfrentó, y los distintos desafíos que encaró? En el transcurso de la construcción del arca, lo primero a lo que tuvo que enfrentarse Noé fue a la incomprensión de su familia, sus molestos comentarios, sus quejas e incluso sus insultos. Lo segundo fue a la calumnia, la ridiculización y el juicio por parte de quienes lo rodeaban: sus parientes, sus amigos y todo tipo de gente. Pero Noé tenía una única actitud: obedecer las palabras de Dios, llevarlas a cabo hasta el final y no desviarse nunca de ese camino. ¿Qué determinación tenía Noé? “Mientras esté vivo, mientras pueda moverme, no abandonaré la comisión de Dios”. Esta fue su motivación mientras llevaba a cabo la gran empresa de construir el arca, así como su actitud cuando se le presentaron las órdenes de Dios, y después de escuchar Sus palabras. Ante toda clase de problemas, dificultades y desafíos, Noé no retrocedió. Cuando a menudo fracasaban algunas de sus tareas de ingeniería más difíciles y estas sufrían daños, a pesar de que sentía disgusto y preocupación en el corazón, cuando pensaba en las palabras de Dios, cuando recordaba cada palabra que Dios le había ordenado y cómo Él lo había elevado, solía sentirse extremadamente motivado: “No puedo rendirme, no puedo ignorar lo que Dios me ha ordenado y encomendado hacer. Esta es la comisión de Dios, y puesto que la acepté, dado que oí las palabras que Dios pronunció y Su voz, y como acepté esto de parte de Él, debo someterme completamente, que es lo que debería hacer un ser humano”. Así que, sin importar el tipo de dificultades a las que se enfrentara, la clase de burlas o calumnias con las que se encontrara, y por muy agotado que estuviera su cuerpo y muy cansado que se sintiera, no abandonó lo que le había encomendado Dios, y tuvo siempre en mente cada una de las palabras de lo que Él había dicho y ordenado. Por mucho que cambiara su entorno y por muy grandes que fueran las dificultades que afrontara, confiaba en que nada de eso sería eterno, que solo las palabras de Dios perdurarían para siempre, y que únicamente se cumpliría con toda certeza aquello que Dios había ordenado hacer. Noé poseía verdadera fe en Dios y la sumisión que debía tener, y siguió construyendo el arca que Dios le había pedido construir. Día tras día, año tras año, Noé envejeció, pero su fe no disminuyó ni se produjo ningún cambio en su actitud ni en su determinación de completar la comisión de Dios. Aunque hubo momentos en los que su cuerpo se sintió cansado y exhausto, cayó enfermo y su corazón se debilitó, su determinación y perseverancia a la hora de completar la comisión de Dios y someterse a Sus palabras no decrecieron. Durante los años en que Noé construyó el arca, estuvo practicando la escucha de las palabras que Dios había pronunciado y la sumisión a estas, y también practicó una verdad importante de un ser creado y una persona corriente que debe completar la comisión de Dios. En apariencia, todo el proceso consistía en realidad en solo una cosa: construir el arca, llevar bien a término lo que Dios le había dicho que hiciera. Pero ¿qué era necesario para hacer esto bien y completarlo con éxito? No requería del celo de la gente ni de sus consignas, ni mucho menos de algunos juramentos efímeros ni de la supuesta admiración de la gente por el Creador. No hacían falta tales cosas. Frente a la construcción del arca por parte de Noé, no sirven para nada la supuesta admiración de la gente, sus juramentos, su celo y su creencia en Dios en el mundo espiritual de tales personas. Al compararlas con la verdadera fe y auténtica sumisión a Dios de Noé, la gente parece muy mediocre y patética, y las pocas doctrinas que comprenden parecen sumamente vacías, burdas, ineficaces y débiles, por no decir vergonzosas, despreciables y sórdidas.

Noé tardó 120 años en construir el arca. Esos 120 años no fueron 120 días ni 10 años ni 20, sino décadas más largas que la esperanza de vida de una persona corriente de hoy en día. Teniendo en cuenta la duración y la dificultad de la tarea, y la magnitud de la ingeniería que implicaba, si Noé no hubiera poseído verdadera fe, si su fe hubiera sido un mero pensamiento, una simple esperanza, celo o una especie de creencia vaga y abstracta, ¿se habría completado alguna vez el arca? Si su sumisión a Dios no hubiera sido más que una promesa verbal, si no hubiera sido más que una nota por escrito, hecha a bolígrafo, como las que estáis tomando hoy, ¿podría haberse construido el arca? (No). Si su sumisión a la hora de aceptar la comisión de Dios no hubiera sido más que voluntad y determinación, un deseo, ¿podría haberse construido el arca? Si la sumisión de Noé hacia Dios no hubiera consistido más que en un puro trámite de renuncia, desembolso y pago de un precio, o en llevar a cabo más trabajo, pagar un precio mayor y ser leal a Dios en teoría o en cuanto a consignas, ¿podría haberse construido el arca? (No). ¡Sería demasiado difícil! Si la actitud de Noé al aceptar la comisión de Dios hubiera sido una especie de transacción, si simplemente la hubiera aceptado para ser bendecido y recompensado, ¿podría haberse construido el arca? ¡Por supuesto que no! El celo de una persona puede persistir durante 10 o 20 años, o 50 o 60, pero cuando esté cerca de la muerte, al ver que no ha obtenido nada, perderá la fe en Dios. Este celo que persevera durante 20, 50 u 80 años no se convierte en sumisión ni en verdadera fe. Esto es muy trágico. Ahora bien, la verdadera fe y auténtica sumisión presentes en Noé son precisamente lo que falta en la gente de hoy, lo que esta no puede ver, lo que desdeña, de lo que se burla o incluso lo que observa con desprecio. Contar la historia de la construcción del arca de Noé siempre es motivo de extenso debate. Todo el mundo puede hablar de ello, todo el mundo tiene algo que decir. Pero nadie piensa ni trata de averiguar qué poseía Noé, qué senda de práctica tenía, qué tipo de actitud deseada por Dios y de visión hacia los mandatos de Dios poseía, o qué calidad humana tenía al escuchar y practicar las palabras de Dios. Por eso digo que la gente de hoy no está capacitada para contar la historia de Noé, porque cuando alguien cuenta esta historia, se limita a tratar a Noé como a una figura legendaria, incluso como a un anciano corriente de barba blanca. Se preguntan en su mente si realmente existió tal persona, cómo era Noé en verdad, y no intentan entender cómo llegó a exhibir esas manifestaciones después de aceptar la comisión de Dios. Hoy, cuando rememoramos la historia de la construcción del arca de Noé, ¿creéis que se trató de un acontecimiento importante o de uno menor? ¿Es simplemente el relato corriente de un anciano que construyó un arca en tiempos remotos? (No). Entre todos los hombres, Noé fue un ejemplo de temor de Dios, sumisión a Dios y cumplimiento de la comisión de Dios que es el más digno de emulación; Dios lo aprobó, y debería ser un modelo para los que siguen a Dios en la actualidad. ¿Y qué era lo más valioso de Noé? Que solo tenía una actitud hacia las palabras de Dios: escuchar y aceptar, aceptar y someterse, y someterse hasta la muerte. Fue esta actitud, la más preciosa de todas, la que le valió la aprobación de Dios. Respecto a las palabras de Dios, Noé no fue superficial, no actuó por inercia, y no las examinó, analizó, se opuso a ellas o las rechazó en su cabeza para luego relegarlas al fondo de su mente. En vez de eso, las escuchó con atención, las aceptó poco a poco en su corazón, y luego reflexionó sobre cómo ponerlas en práctica, cómo implementarlas, cómo llevarlas a cabo tal y como estaban previstas originalmente, sin distorsionarlas. Y al mismo tiempo que reflexionaba sobre las palabras de Dios, en privado se decía: “Estas son Sus palabras, son las instrucciones de Dios, la comisión de Dios, tengo una obligación hacia ellas, debo someterme, no puedo omitir ningún detalle, no puedo ir en contra de ninguno de los deseos de Dios ni pasar por alto ninguno de los detalles de lo que dijo, o de lo contrario no sería apto para ser llamado humano, sería indigno de la comisión de Dios y de Su exaltación. En esta vida, si no llevo a término todo lo que Dios me ha dicho y encomendado, tendré remordimientos. Es más, seré indigno de la comisión de Dios y de Su exaltación, y no me quedará valor para volver a acudir ante el Creador”. Todo lo que Noé había pensado y contemplado en su corazón, su perspectiva y actitud, determinó que finalmente podía poner en práctica las palabras de Dios y convertirlas en una realidad, conseguir que dieran frutos, hacer que se cumplieran y llevaran a cabo por medio de su duro trabajo, y que se hicieran realidad a través de él, de tal modo que la comisión de Dios no quedara en la nada. A juzgar por todo lo que pensaba, por cada idea que surgía en su corazón y por su actitud hacia Dios, Noé era digno de la comisión de Dios, un hombre en el que Dios confiaba y que contaba con Su favor. Dios observa cada palabra y acción de las personas; Él observa sus pensamientos e ideas. A ojos de Dios, Noé era capaz de pensar de esa manera, así que no se equivocó al elegirlo. Noé pudo asumir la comisión y la confianza de Dios, y fue capaz de completar la comisión de Dios: era la única elección posible entre toda la humanidad.

A ojos de Dios, Noé era Su única opción para llevar a cabo la empresa tan grande de construir un arca. Entonces, ¿qué había en Noé? Dos cosas: verdadera fe y auténtica sumisión. En el corazón de Dios, estos son los estándares que Él requiere de las personas. Simple, ¿verdad? (Sí). La “única opción” poseía estas dos cosas, que son tan sencillas. Sin embargo, aparte de en Noé, estas no se hallan en nadie más. Algunas personas dicen: “¿Cómo puede ser eso? Hemos renunciado a nuestras familias y carreras, así como a nuestro trabajo, perspectivas y educación, hemos abandonado nuestros bienes y a nuestros hijos. ¡Mira qué grande es nuestra fe, cuánto amamos a Dios! ¿En qué somos inferiores a Noé? Si Dios nos pidiera construir un arca, bueno, la industria moderna está muy desarrollada, ¿acaso no tenemos acceso a la madera y a muchas herramientas? Nosotros también podemos trabajar bajo el sol abrasador si utilizamos máquinas, también podemos trabajar de la mañana a la noche. ¿Qué problema hay en completar un pequeño trabajo como ese? Noé tardó 100 años, pero nosotros tardaríamos menos, y así Dios no se pondría nervioso; solo nos llevaría 10 años. Has dicho que Noé era la única opción, pero hoy hay muchos candidatos perfectos. La gente como nosotros, que hemos renunciado a nuestras familias y carreras, que tenemos verdadera fe en Dios, que nos esforzamos de verdad, todos nosotros somos candidatos perfectos. ¿Cómo puedes decir que Noé era la única opción? Piensas muy poco en nosotros, ¿no te parece?”. ¿Hay algún problema en estas palabras? (Sí). Algunas personas dicen: “En la época de Noé, la ciencia y la tecnología aún estaban muy poco desarrolladas. Noé no tenía electricidad, ni máquinas modernas, ni siquiera los más simples taladros eléctricos y motosierras, ni tan solo clavos. ¿Cómo diantres consiguió construir el arca? Hoy tenemos todas estas cosas. ¿No sería increíblemente fácil para nosotros completar esta comisión? Si Dios nos hablara desde el cielo y nos dijera que construyéramos un arca, no ya una sola, es que podríamos construir fácilmente diez. No sería nada, un juego de niños. Dios, ordénanos lo que quieras. Cualquier cosa que requieras, dínosla. ¡No sería nada difícil para muchos de nosotros construir un arca! Podríamos construir 10, 20, incluso 100. Todas las que Tú quieras”. ¿Son las cosas tan sencillas? (No). En cuanto digo que Noé fue la única opción, algunos quieren enfrentarse a mí, no están convencidos: “Piensas bien de los antiguos porque no están aquí. La gente de hoy está delante de tus narices, pero no ves lo bueno que tienen. Estás ciego a todas las cosas buenas que ha hecho la gente actual, a todas sus buenas acciones. Noé solo hizo una cosita de nada. ¿No será que piensas que lo que hizo es digno de celebración porque entonces no había industria y todo el trabajo físico era duro, que por eso lo consideras un ejemplo, un modelo, y te muestras ciego ante los sufrimientos de la gente de hoy en día y del precio que pagamos por ti, ante nuestra fe actual?”. ¿Es ese el caso? (No). No importa la edad o la época, no importa qué tipo de condiciones tenga el ambiente en el que vive la gente, estos objetos materiales y el ambiente general no cuentan para nada, no son importantes. ¿Qué es lo importante? Lo más importante no es la época en la que vivas, ni si dominas algún tipo de tecnología, ni cuántas palabras de Dios has leído u oído. Lo más importante es si la gente posee o no verdadera fe, si tiene o no auténtica sumisión. Estas dos cosas son muy importantes, y ninguna puede faltar. Si os colocaran en el tiempo de Noé, ¿quién de vosotros podría completar esta comisión? Me atrevo a decir que, aunque trabajarais todos juntos, no podríais lograrlo. No podríais hacer ni siquiera la mitad. Antes de haber preparado todos los materiales, muchos habríais salido corriendo, probablemente quejándoos de Dios y dudando de Él. Un pequeño número de vosotros lograría perseverar a duras penas, gracias a vuestra tenacidad, celo y pensamientos. Pero ¿durante cuánto tiempo podríais perseverar? ¿Qué tipo de motivación os haría falta para seguir adelante? ¿Cuántos años aguantaríais sin verdadera fe y auténtica sumisión? Esto depende del talante. Los que tienen mejor talante y un poco de conciencia podrían durar ocho o diez años, veinte o treinta, tal vez incluso cincuenta. Pero pasados 50 años, pensarían para sí: “¿Cuándo vendrá Dios? ¿Cuándo llegarán las inundaciones? ¿Cuándo aparecerá la señal dada por Dios? He pasado toda mi vida haciendo la misma cosa. ¿Y si no llegan las inundaciones? He sufrido mucho a lo largo de mi vida, he perseverado durante 50 años, ya es suficiente, Dios no lo recordará ni lo condenará si me rindo ahora. Así que voy a vivir mi propia vida. Dios no habla ni reacciona. Me paso el día mirando el cielo azul y las nubes blancas y no veo nada. ¿Dónde está Dios? El que una vez tronó y habló, ¿era Dios? ¿Era una ilusión? ¿Cuándo va a terminar esto? A Dios no le preocupa. Por mucho que pida ayuda, solo oigo el silencio, y Él no me esclarece ni me guía cuando oro. ¡Se acabó!”. ¿Seguirían teniendo verdadera fe? Con el paso del tiempo, es probable que les surgieran dudas. Pensarían en cambiar de rumbo, buscarían una salida, dejarían de lado la comisión de Dios y abandonarían su efímero celo y sus efímeros votos, queriendo controlar su propio destino y dirigir sus propias vidas, empujarían la comisión de Dios al fondo de su mente. Y cuando, un día, Dios viniera personalmente a instarles a seguir adelante, cuando les preguntara por el progreso en la construcción del arca, dirían: “¡Ah! ¡Dios realmente existe! Así que en verdad hay un Dios. ¡Tengo que ponerme a construir!”. Si Dios no hablara, si no les metiera prisa, no considerarían esto un asunto apremiante, pensarían que puede esperar. Esta forma inconstante de pensar, esta actitud de salir del paso a regañadientes, ¿acaso es la actitud que deben mostrar las personas con verdadera fe? (No). Es un error tener tal actitud, significa que no poseen verdadera fe, y mucho menos auténtica sumisión. Cuando Dios te hablara en persona, tu celo momentáneo indicaría fe en Dios, pero cuando Dios te hiciera a un lado, y no te instara ni te supervisara ni te hiciera ninguna pregunta, tu fe desaparecería. Pasado un tiempo, cuando Dios no te hablara ni se te apareciera, y tampoco llevara a cabo ninguna inspección de tu trabajo, tu fe desaparecería por completo; querrías vivir tu propia vida y emprender tu propia empresa, y la comisión de Dios quedaría olvidada en el fondo de tu mente. Tu celo, tus juramentos y tu determinación de entonces no tendrían ningún valor. ¿Creéis que Dios se atrevería a encomendar una gran empresa a alguien así? (No). ¿Por qué no? (No son dignos de confianza). Así es. En una palabra, son inconfiables. No posees verdadera fe. No eres digno de confianza. Y, por lo tanto, no eres apto para que Dios te encomiende nada. Algunas personas dicen: “¿Por qué no soy apto? Llevaré a cabo cualquier comisión que Dios me encomiende; quién sabe, ¡puede que sea capaz de cumplirla!”. Puedes hacer cosas en tu vida cotidiana de manera descuidada, y no importa si los resultados se quedan un poco cortos. Pero las cosas encomendadas por Dios, las que Dios quiere que se cumplan, ¿cuándo son sencillas? Si se encomendaran a un zoquete o un tramposo, a alguien que es superficial en todo lo que hace, alguien que, después de aceptar una comisión, es susceptible de actuar de mala fe en cualquier lugar y en cualquier momento, ¿no retrasaría eso una gran empresa? Si tuvierais que elegir, si tuvierais que confiar una gran empresa a alguien, ¿a qué tipo de persona se la confiarías? ¿Qué tipo de persona elegirías? (Una digna de confianza). Como mínimo, esta persona debe ser confiable, tener calidad humana, y sin importar el tiempo, o lo grande que sean las dificultades que encuentre, pondría todo su corazón y energía en completar lo que se le ha confiado, y te daría cuenta de ello. Si ese es el tipo de persona que la gente elegiría para encomendarle una tarea, ¡más si cabe se aplica esto a Dios! Entonces, para este gran acontecimiento, la destrucción del mundo por las inundaciones, un acontecimiento que requería la construcción de un arca, y alguien digno de sobrevivir para permanecer, ¿a quién elegiría Dios? En primer lugar, en teoría, elegiría a alguien que fuera apto para permanecer, que fuera apto para vivir en la próxima era. En realidad, antes que nada, esta persona debía ser capaz de obedecer las palabras de Dios, debía tener verdadera fe en Dios y tratar cualquier cosa que Él dijera como las palabras de Dios, sin importar lo que implicara, si se ajustaba a sus propias nociones, si era de su gusto, si estaba de acuerdo con su propia voluntad. No importaba lo que Dios les pidiera que hicieran, nunca negarían la identidad de Dios, debían considerarse siempre un ser creado, y tratar siempre la obediencia a las palabras de Dios como una obligación ineludible. Así es el tipo de personas a las que Dios encomienda esta empresa en particular. En el corazón de Dios, Noé era precisamente una persona así. No solo era alguien digno de permanecer en la nueva era, sino también alguien que podía soportar una gran responsabilidad, que podía someterse a las palabras de Dios, sin compromiso, hasta el final, y que dedicaría su vida a completar lo que Dios le había encomendado. Esto fue lo que Él halló en Noé. Desde el momento en que Noé aceptó la comisión de Dios, hasta el momento en que completó cada una de las tareas que le habían sido encomendadas, a lo largo de este período, la fe de Noé y su actitud de sumisión hacia Dios desempeñaron un papel absolutamente crucial. Sin estas dos cosas, el trabajo no se podría haber completado, y esta comisión no se habría cumplido.

Si al aceptar la comisión de Dios Noé hubiera tenido sus propias ideas, planes y nociones, ¿en qué habría cambiado toda la empresa? En primer lugar, cuando Noé oyó cada uno de los detalles que le comunicó Dios, las especificaciones y los tipos de materiales, los medios y métodos de construcción del arca al completo, y la escala y dimensiones de esta, tal vez habría pensado: “¿Cuántos años llevaría construir algo tan grande? ¿Cuántos esfuerzos y dificultades serían necesarios para hallar todos estos materiales? ¡Acabaría agotado! Seguramente ese agotamiento me acortaría la vida, ¿verdad? Mira lo anciano que soy, pero Dios no me da un respiro y me pide que haga algo tan exigente, ¿podré soportarlo? Bueno, lo haré, pero me guardo un truco bajo la manga: en términos generales haré lo que Dios dice. Me ha pedido que encuentre un tipo de pino impermeable, he oído hablar de un lugar donde puedo conseguirlo, pero está bastante lejos y es bastante peligroso. Hallarlo y obtenerlo me costará mucho esfuerzo, así que ¿qué tal si busco por aquí cerca un tipo similar a modo de sustituto, uno que sea más o menos igual? Sería menos arriesgado y conllevaría menos esfuerzo, con eso bastaría, ¿no?”. ¿Tenía Noé tales designios? Si los tuviera, ¿sería eso verdadera sumisión? (No). Por ejemplo: Dios dijo que el arca debía construirse con 100 metros de altura. Al oír esto, Noé podría haber pensado: “Cien metros es demasiado alto, nadie podría subirse a ella. ¿No sería mortalmente peligroso escalar y trabajar desde allí? Así que haré el arca un poco más baja, que sean 50 metros. Será menos peligroso y la gente lo tendrá más fácil para subir. Eso estaría bien, ¿no?”. ¿Habría tenido Noé tales pensamientos? (No). Entonces, si los hubiera tenido, ¿os parecería que Dios había elegido a la persona equivocada? (Sí). La verdadera fe de Noé y su sumisión a Dios le permitieron dejar de lado su propia voluntad. Aunque hubiera tenido tales pensamientos, nunca habría actuado en consecuencia. Llegado ese punto, Dios sabía que Noé era digno de confianza. En primer lugar, Noé no haría ningún cambio en los detalles estipulados por Dios, no añadiría sus propias ideas y ni mucho menos cambiaría ninguno de los detalles estipulados por Dios para su propio beneficio personal. En su lugar, llevaría a cabo todo lo que Dios le pidiera al pie de la letra, e independientemente de lo difícil que fuera conseguir los materiales para construir el arca, de lo duro o agotador que fuera el trabajo, haría todo lo posible y emplearía todas sus energías a completarlo apropiadamente. ¿No es eso lo que le hacía digno de confianza? ¿Y era eso una manifestación real de su auténtica sumisión a Dios? (Sí). ¿Se trataba de una sumisión absoluta? (Sí). Y no estaba contaminada con nada, no contenía ninguna de sus propias inclinaciones, no estaba adulterada con planes personales, y mucho menos con nociones o intereses personales. En cambio, era una sumisión pura, simple y absoluta. ¿Y acaso esto era fácil de lograr? (No). Algunas personas podrían mostrar su desacuerdo: “¿Qué tiene eso de difícil? ¿No se trata simplemente de no pensar, de ser como un robot, de hacer lo que Dios diga? ¿Acaso eso no es fácil?”. Cuando llega el momento de actuar, surgen dificultades, los pensamientos de las personas siempre cambian, siempre tienen sus propias inclinaciones, por lo que son propensos a dudar de si las palabras de Dios pueden cumplirse. Les resulta fácil aceptar las palabras de Dios cuando las oyen, pero cuando llega el momento de actuar, la cosa se complica. En cuanto empiezan las dificultades, son susceptibles de volverse negativos, y no les resulta fácil someterse. Es evidente entonces que la calidad humana de Noé, su verdadera fe y sumisión, son realmente dignas de emulación. Entonces, ¿ya tenéis claro cómo reaccionó y se sometió Noé cuando se enfrentó a las palabras, los mandatos y las exigencias de Dios? Esta sumisión no estaba contaminada por ideas personales. Noé se exigió a sí mismo una sumisión, un cumplimiento y una implementación absolutos de las palabras de Dios, sin desviarse, valerse de pequeñas trampas ingeniosas ni intentar ser hábil, sin tener una alta opinión de sí mismo y pensar que podía hacerle sugerencias a Dios, que podía añadir sus propias ideas a los mandatos de Dios, y sin aportar sus propias buenas intenciones. ¿Acaso no es esto lo que debería practicarse cuando se intenta lograr una sumisión absoluta?

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