Las responsabilidades de los líderes y obreros (14) Parte 3
VI. Entablar relaciones impropias
El sexto problema que trastorna y perturba la obra de Dios y el orden normal de la iglesia radica en el hecho de entablar relaciones impropias. Siempre que las personas entren en contacto y puedan reunirse, habrá vida comunitaria, de la cual surgirán relaciones diversas. Entonces, ¿cuáles de estas relaciones son procedentes y cuáles son impropias? Comentaremos primero qué constituye una relación procedente y luego hablaremos sobre las impropias. Cuando los hermanos y hermanas se encuentran y se saludan, quizá se digan cosas como: “¿Cómo te ha ido últimamente? ¿Estás bien de salud? ¿Tu hijo empieza el instituto el año que viene? ¿Cómo va el negocio de tu cónyuge?”. ¿Un saludo mutuo de este estilo se considera una relación procedente? (Sí). ¿Por qué lo dices? Porque, cuando se juntan por casualidad dos personas que llevan largo tiempo sin verse, intercambiar unas palabras de saludo representa la etiqueta más básica, así como la muestra más fundamental de preocupación y de saludo. Todo esto son palabras, acciones y temas relevantes que la gente menciona dentro de los límites de la humanidad normal. A juzgar por la conversación mantenida hasta ahora, salta a la vista que su relación es bastante procedente. Su diálogo se basa tanto en la etiqueta como en la humanidad normal y, a partir de estos dos puntos, se puede determinar que la relación que mantienen los dos interlocutores es procedente, representa una relación interpersonal normal. Si dos personas que se conocen muy bien fruncen el ceño cuando se encuentran y no se dirigen la palabra, y al mirarse sus ojos destilan hostilidad, ¿es esta una relación normal? (No, no lo es). ¿Por qué no? ¿Cómo debería definirse exactamente? Cuando dos personas se encuentran, pero no se saludan la una a la otra, ni siquiera intercambian un “hola”, ni mucho menos entablan una conversación y un diálogo normales, resulta obvio que sus manifestaciones no reflejan lo que se espera de la humanidad normal. No tienen una relación interpersonal normal; es un tanto retorcida, pero aun así no constituye una relación impropia, aún la separa un cierto margen. En general, cuando la relación entre las personas se establece sobre la base de la humanidad normal, donde los individuos pueden interactuar y asociarse con normalidad y conforme a los principios, así como ayudarse, apoyarse y proveerse unos a otros, todo indica que se trata de una relación procedente entre las personas. Significa manejar las situaciones de una manera parecida a la profesional, sin involucrarse en transacciones, sin que haya intereses enrevesados; es más, sin que exista odio y donde las acciones no estén movidas por deseos carnales. Todo esto pertenece al ámbito de las relaciones procedentes. ¿No se trata de un abanico muy amplio? Las relaciones interpersonales normales implican diálogo y comunicación dentro del ámbito de la humanidad normal, interactuar y relacionarse con los demás, así como trabajar juntos sobre la base de la conciencia y la razón de la humanidad normal. A un nivel superior, implica interactuar y relacionarse de acuerdo con los principios-verdad. Esto es una definición general de una relación interpersonal procedente entre la gente. Saludarse unos a otros al coincidir en un sitio es la forma más normal de interacción. Ser capaz de saludar y conversar normalmente sin darse aires, no presuponer que hay afecto donde no lo hay, no actuar con superioridad, hablar sin oprimir a los demás ni ensalzarse a uno mismo, hablar y comunicarse con normalidad: así es como deben hablar y comunicarse quienes poseen una humanidad normal, es la forma básica de interacción en las relaciones interpersonales normales. El pueblo escogido de Dios debería, como mínimo, poseer conciencia y razón, así como interactuar, relacionarse y trabajar con los demás de acuerdo con los principios y los estándares que Dios exige de las personas. Esto constituye el mejor enfoque. Esto puede satisfacer a Dios. Así pues, ¿cuáles son los principios-verdad que exige Dios? Que la gente sea comprensiva con los demás cuando estos se muestren débiles y negativos, que tenga consideración por su dolor y dificultades, y entonces indague sobre estas cosas, les ofrezca ayuda y apoyo, y les lea las palabras de Dios para ayudarles a resolver sus problemas, con lo que les permite entender las intenciones de Dios y dejar de ser débiles, y los lleva ante Dios. ¿Acaso esta forma de practicar no concuerda con los principios? Practicar de esta manera está en consonancia con los principios-verdad. Naturalmente, las relaciones de este tipo guardan incluso mayor conformidad con ellos. Cuando las personas trastornan y perturban de manera deliberada, o son superficiales en su deber de manera intencionada, si te das cuenta de ello y eres capaz de señalarles estas cosas, reprenderlas y ayudarlas de acuerdo con los principios, esto concuerda entonces con los principios-verdad. Si haces la vista gorda o toleras su comportamiento y las encubres, e incluso llegas a decirles cosas agradables para elogiarlas y aplaudirlas, tales formas de relacionarte con la gente, de tratar los asuntos y de lidiar con los problemas, están claramente en desacuerdo con los principios-verdad y no tienen ninguna base en las palabras de Dios. Así pues, estas formas de relacionarse con la gente y de gestionar los asuntos son claramente impropias, y esto realmente no es fácil de detectar si no se lo disecciona y discierne de acuerdo con las palabras de Dios. Es poco probable que las personas que no comprenden la verdad identifiquen estas cuestiones y, aunque reconozcan que son problemas, no les resultará fácil solucionarlos. Hemos dicho a menudo que el género humano corrupto vive según el carácter de Satanás, y estas manifestaciones dan prueba de ello. ¿Lo veis ahora con claridad?
Nuestra enseñanza de hoy se centra principalmente en exponer las manifestaciones de cuatro tipos de relaciones impropias que causan trastornos y perturbaciones en la vida eclesiástica. ¿Quiénes son los que entablan relaciones impropias en el seno de la iglesia? ¿En qué consiste exactamente una relación impropia? ¿Qué problemas involucra? Puesto que el tema principal de nuestra enseñanza se refiere a las diversas personas, acontecimientos y cosas que trastornan y perturban la obra de Dios y el orden normal de la iglesia, esta charla sobre las relaciones impropias se limita a aquellas que causan trastornos y perturbaciones a la vida eclesiástica. No vamos a agrupar de manera indiscriminada todos los tipos de relaciones impropias, y las cuestiones ajenas a la vida eclesiástica no nos incumben. Debéis comprender esta cuestión de una forma pura, sin desviaciones. Así pues, en el contexto de entablar relaciones impropias, ¿qué asuntos y qué relaciones entre personas son impropias? ¿Qué relaciones impropias causan trastornos y perturbaciones tanto a la vida eclesiástica como a la mayoría de las personas? ¿Merece la pena compartir estos problemas? (Sí). Son cuestiones que deben abordarse claramente en nuestra enseñanza.
A. Relaciones impropias entre sexos
En la vida eclesiástica, ¿cuál es el tipo de relación impropia más común y fácil de entender e identificar? (Las relaciones entre sexos). Este es el primer aspecto que le viene a la cabeza a uno cuando piensa en una relación impropia. Algunas personas, siempre que están en grupo, coquetean con el sexo opuesto; hacen gestos y ademanes sugerentes, hablan de una manera especialmente expresiva y disfrutan al presumir. Para emplear un término inapropiado, es hacer alarde de la propia sexualidad. Ante el sexo opuesto, les gusta mostrarse ingeniosos, graciosos, románticos, caballerosos, heroicos, carismáticos y cultos, entre otras cualidades; disfrutan particularmente presumiendo. ¿Por qué presumen? No es para competir por el estatus, sino para atraer al sexo opuesto. Cuantos más miembros del sexo opuesto les prestan atención, echándoles miradas de admiración, veneración y adoración, más entusiasmados y enérgicos se ponen. Con el tiempo, a medida que participan en la vida eclesiástica y entran en contacto con más gente, se fijan en ciertas personas del sexo opuesto, con las que flirtean e intercambian miradas, a las que hablan a menudo de forma provocativa, rozando incluso el acoso sexual. ¿Es procedente esta clase de relación entre personas? (No). Esto constituye entablar relaciones impropias. Tales individuos incluso aprovechan los momentos de reunión para presumir, hablando de modo que parezcan especialmente ingeniosos y encantadores delante de la persona que les gusta o les interesa, con gestos y miradas sugerentes, luciendo expresiones de triunfo y entusiasmo, incluso pavoneándose. ¿Y con qué objetivo? Buscan seducir al sexo opuesto para entablar una relación impropia. A pesar de la repugnancia que sienten muchos hermanos y hermanas ante esta conducta, y a pesar de las numerosas advertencias por parte de quienes los rodean, aun así no se detienen y persisten en su imprudente seducción. Si esta relación impropia solo implica a dos personas que flirtean la una con la otra fuera de la vida eclesiástica y no afectan a esta ni a la obra de la iglesia, entonces la cuestión puede aparcarse por el momento. Sin embargo, si quienes entablan relaciones impropias adoptan de forma habitual estas conductas en el seno de la vida eclesiástica y perturban a los demás, hay que advertirles y limitarlos. Si siguen siendo incorregibles a pesar de recibir repetidas amonestaciones y ya han causado graves perturbaciones a la vida eclesiástica, habría que echarlos de la iglesia por medio de una votación del pueblo escogido de Dios. ¿Es adecuado este enfoque? (Sí). Aunque se trate solo de jóvenes que salen juntos como pareja con normalidad, también deberían comportarse con discreción durante las reuniones para no afectar a los demás. La iglesia es un lugar para rendir culto a Dios, orar-leer Sus palabras y vivir la vida eclesiástica; los afectos personales no deberían llevarse a la vida eclesiástica para perturbar a los demás, porque en ese caso, si afectan al estado de ánimo de las personas durante las reuniones y repercuten en su lectura de las palabras de Dios, así como en su comprensión y conocimiento de las mismas, provocando que haya más gente distraída y perturbada, entonces dicha relación se define como impropia. Incluso las relaciones amorosas legítimas, si causan perturbaciones a los demás, también se definirán como una relación impropia, por no hablar de seducir a una persona del sexo opuesto sin estar saliendo juntos como pareja. Por lo tanto, no se debería permitir ni consentir de manera tácita que haya personas que entablen relaciones impropias en el seno de la vida eclesiástica, sino que habría que advertirles, limitarlas e incluso deshacerse de ellas de acuerdo con los principios. Se trata de una labor que tienen que llevar a cabo los líderes y obreros. Si se descubre que alguien entabla relaciones impropias y ha causado perturbaciones a la mayoría de los miembros de la iglesia, de modo que su presencia conduce a que los demás se distraigan y se vean atrapados en pensamientos lujuriosos, provocando incluso que se rompan familias y que algunos nuevos creyentes pierdan el interés en las reuniones, en la lectura de las palabras de Dios o hasta en la fe misma y que se enamoren aún más de la persona a la que adoran y deseen fugarse con ella para vivir sus días juntos y abandonar su fe; si la gravedad de la situación ha aumentado hasta este extremo y, sin embargo, los líderes y obreros no se lo toman en serio, pensando que tan solo se trata de lujuria humana, que no es nada importante y que es algo que hacen todas las personas corrientes, sin reconocer la seriedad del problema ni mucho menos percatarse de hasta dónde puede llegar a crecer, y en su lugar lo ignoran, reaccionan a tales asuntos con particular adormecimiento y torpeza, lo que al final provoca efectos adversos a la mayoría de los miembros de la iglesia, entonces la naturaleza de estos incidentes constituye graves trastornos y perturbaciones. ¿Por qué digo que representa graves trastornos y perturbaciones? Porque estos incidentes perturban y dañan el orden normal de la vida eclesiástica. Por lo tanto, habría que limitar a tales individuos en el momento en que aparecen en la iglesia, da igual si son muchos o pocos, asegurando que se aborda cada caso y, si la situación es grave, habría que aislarlos. Si el aislamiento no produce resultados y continúan seduciendo al sexo opuesto, perturbando la vida eclesiástica y dañando el orden normal de la iglesia, habría que echarlos de esta de acuerdo con los principios. ¿Es adecuado este enfoque? (Sí). El impacto de estos asuntos en la vida eclesiástica y el trabajo de la iglesia resulta sumamente perjudicial; son como una plaga y debe erradicarse.
Todos aquellos que tienden a seducir al sexo opuesto lo hacen dondequiera que vayan, adoptan estos comportamientos sin descanso. Sus objetivos de seducción y acoso suelen ser personas jóvenes y atractivas, aunque a veces también incluyen a gente de mediana edad; buscan proactivamente oportunidades para seducir a cualquier persona que les parezca atractiva. Si tienen intención de seducir a otros, habrá quien no pueda resistir la incitación y caerá en ella, lo cual conduce con facilidad a relaciones impropias. Dado que la gente tiene una estatura demasiado pequeña y carece de auténtica fe en Dios, así como de comprensión de la verdad, ¿cómo podrían vencer estas tentaciones y resistir a tales incitaciones? Las personas son de una estatura demasiado pequeña; ante estas tentaciones e incitaciones se encuentran especialmente indefensas y débiles. Les resulta difícil no verse afectadas. Hubo un líder, un hombre, que trataba de seducir a cualquier mujer hermosa a la que veía; a veces no le bastaba con seducir a una; podía llegar a seducir a tres o cuatro mujeres, que quedaban cautivadas hasta el extremo de que perdían el apetito, no dormían e incluso perdían el deseo de cumplir con sus deberes. Tal era el “encanto” de este hombre. Si no hubiera hecho más que relacionarse con las personas de una manera normal, sin tratar de seducirlas a propósito, su influencia no se habría extendido tanto. Solo cuando interpretaba intencionadamente un papel y seducía a las mujeres ocurría que cada vez caían más en su juego y aumentaba el número de aquellas a las que seducía y que mantenían relaciones impropias con él. Se volvían incapaces de resistirse y caían en estas tentaciones. Este era el “encanto” de la lujuria; las acciones del hombre creaban tentaciones, incitaciones y perturbaciones para ambas partes. Un hombre que seduce a varias mujeres a la vez, ¿tiene un corazón desconcertado o qué? ¿A qué mujer atender antes, a cuál satisfacer primero? ¿No acabaría mentalmente agotado? (Sí). Si resultaba tan agotador, ¿por qué continuaba comportándose así? Esto es perversidad; este era el tipo de criatura que era; esta era su naturaleza. Una vez que seduce a las víctimas y estas caen en la tentación, ¿les es fácil escapar de ella? Una vez que caían en la tentación, resulta difícil escapar. Comer, dormir, pasear, cumplir con los deberes; no importa lo que hagan, en su cabeza solo caben pensamientos hacia esta persona, la cual les consume el corazón. ¡Son perturbaciones de suma gravedad! Después no hacen más que pensar en cómo complacer a esta persona, cómo lanzarse a ella, cómo conquistarla, cómo monopolizarla, cómo competir y luchar contra otros rivales. ¿Acaso no son estas las consecuencias de una perturbación? ¿Resulta fácil escapar de un estado semejante? (No resulta fácil). Las consecuencias llegan a ser graves. En este momento, ¿puede el corazón de uno seguir estando tranquilo ante Dios? Cuando leen las palabras de Dios, ¿pueden aún absorberlas? ¿Pueden aún recibir luz? Durante las reuniones, ¿tendrán aún el ánimo para pensar en las palabras de Dios y compartirlas, así como para escuchar a otros contándolas? No tendrán ese ánimo; su corazón estará lleno de lujuria, del objeto de su adoración, sin espacio para asuntos importantes; incluso Dios habrá desaparecido de su corazón. Lo que hacen a continuación es reflexionar sobre cómo experimentar el amor, cómo ser romántico, etcétera, de modo que el deseo de creer en Dios se pierde por completo. ¿Acaso estas consecuencias son buenas? ¿Acaso es esto lo que la gente quiere ver? (No). ¿Pueden las personas evitar las consecuencias que se producen cuando las seducen y caen en la tentación? ¿Pueden controlarlas? ¿Pueden ser ellas quienes decidan? ¿Pueden llegar al nivel de frenarse cuando lo deseen en su corazón? Nadie puede lograr eso. Esta es la consecuencia de las perturbaciones causadas por tales relaciones impropias. Cuando uno no lleva a Dios en el corazón y ya no desea leer Sus palabras, ¿cuáles son las consecuencias? ¿Aún hay esperanza de salvación? La esperanza de salvación se reduce a cero. Todo se pierde; las escasas doctrinas que antes se comprendían, la determinación y la resolución de gastarse para Dios, así como el deseo de ganar Su salvación se desechan; estas son las consecuencias. Las personas se alejan de Dios y lo rechazan en su corazón, pero Dios también las rechaza a ellas. Nadie que crea en Dios y lo siga quiere ver esta consecuencia; se trata de un hecho que ningún seguidor de Dios puede aceptar. Sin embargo, una vez que las personas caen en tales tentaciones y se ven atrapadas en la vorágine de las relaciones impropias, les resulta difícil desvincularse y aún más controlarse. Por lo tanto, dichas relaciones impropias deberían restringirse. En los casos graves, aquellos que de manera constante perturban y acosan a personas del sexo opuesto deberían ser depurados de la iglesia con prontitud y celeridad para que no perturben la vida eclesiástica y, sobre todo, para evitar que más personas caigan en la tentación. ¿Se trata de un enfoque razonable? (Sí).
En el duodécimo punto de las responsabilidades de los líderes y obreros, se establece que estos deben esforzarse al máximo en cada tarea para garantizar que el pueblo escogido de Dios pueda llevar una vida eclesiástica normal, salvaguardando a los hermanos y hermanas de cualquier interferencia o perturbación en ella. Esto significa proteger a todos los hermanos y hermanas que pueden llevar una vida eclesiástica normal. ¿Qué es lo que debería protegerse exactamente? Habría que proteger a los hermanos y hermanas para que, durante las reuniones, puedan presentarse ante Dios en quietud, así como orar-leer y compartir las palabras de Dios en paz; al mismo tiempo, los hermanos y hermanas deberían ser capaces de orar a Dios en unión de corazón y mente; buscar las intenciones de Dios, así como Su esclarecimiento e iluminación; ganar la presencia de Dios y recibir Sus bendiciones y Su guía. Este es el mayor y más importante interés de todos los hermanos y hermanas, el cual resulta esencial para todos; atañe a si pueden salvarse y tener un buen destino. Por lo tanto, se hace necesario restringir, aislar o expulsar rigurosamente a quienes entablan relaciones impropias en el seno de la iglesia; en particular, debe supervisarse de una manera estricta a quienes entablan relaciones entre sexos. ¿Qué conlleva la supervisión? Si se trata solo de un caso menor, habría que desenmascararlos y podarlos, frenarlos y limitarlos con prontitud, así como impedir que afecten a otros. Si se trata de un caso grave, es necesario actuar con decisión y sin vacilar; habría que echarlos de la iglesia lo antes posible para evitar que perturben a más gente. Si desean causar perturbaciones, que lo hagan en el mundo exterior, que perturben a quien quieran; basta con decir que no deberían perturbar a ninguno de los hermanos y hermanas en la vida eclesiástica que persiguen la verdad. Estos son el principio y el objetivo primordial de la labor de los líderes y obreros con respecto a esta duodécima responsabilidad.
B. Relaciones homosexuales
Respecto al tema de las relaciones impropias, acabamos de hablar principalmente sobre aquellas que se entablan entre sexos. Esto incluye seducir, tentar, presumir y coquetear con personas del sexo opuesto; acercarse activamente y tratar de intimar con ellas; y elegir a menudo, intencionadamente o no, un asiento cerca de ellas en las reuniones; además, la situación se agrava cuando no solo se intenta seducir a una persona, sino que también se pasa a otra si el primer intento fracasa, de modo que muchos miembros del sexo opuesto en la iglesia sufren acoso. Lo mencionado hasta ahora abarca las relaciones impropias entre personas de distinto sexo. Aparte de estas, también existen otras que se establecen entre personas del mismo sexo. Si dos personas del mismo sexo mantienen una relación en la que se llevan especialmente bien, se conocen desde hace largo tiempo y son muy íntimas, el hecho de que interactúen a menudo es apropiado. Sin embargo, una vez que se convierte en una relación lujuriosa de la carne, también debería tacharse de impropia. Si el contacto corporal entre dos personas del mismo sexo se da con frecuencia, incluso hasta el extremo de que entre ellas emplean por lo común un lenguaje de naturaleza provocativa y se las ve a menudo rodeándose con los brazos la una a la otra o exhibiendo conductas y manifestaciones más obvias, entonces, con el tiempo, se hará patente para todos: “No es que estos dos se ayuden entre sí o tengan personalidades compatibles; no interactúan dentro del ámbito de la humanidad normal. ¡Esto es homosexualidad!”. Ahora bien, la mayoría de la gente entiende que la homosexualidad es una relación impropia, más grave por naturaleza y más impropia que las que se dan entre personas de distinto sexo. Si en el seno de la iglesia existen relaciones semejantes, podrían propagarse como una plaga, provocando que algunos caigan en tentaciones y seducciones de esta índole. Algunos dicen haber practicado la homosexualidad en el pasado, pero que no fue algo voluntario. Al margen de si son homosexuales de verdad o de cuál sea su orientación sexual, si los han seducido y han caído en semejante tentación —dejando a un lado por ahora si lo hicieron voluntaria o pasivamente—, entonces, antes que nada, se han visto perturbados por ello. A juzgar por su afirmación, si no lo hicieron voluntariamente, es que fueron víctimas. Por lo tanto, si los homosexuales seducen e incitan a otros de su mismo sexo, quienes son tentados, aunque no sean necesariamente homosexuales, pueden llegar a serlo después de haber sido seducidos por uno. ¿Acaso no se trata de una situación peligrosa? ¿Por qué se dice que esas personas son homosexuales? Los heterosexuales que seducen a un gran número de personas se engloban dentro de la categoría de la promiscuidad, la cual constituye una relación impropia. Entonces, cuando dos personas del mismo sexo que mantienen una relación íntima y se llevan bien se cogen de la mano y se abrazan, lo cual es normal, ¿cómo se puede pasar de eso a que las lleguen a definir como homosexuales? Es por la relación sexual entre ellas; una vez que se alcanza este nivel de relación, se convierte en homosexual. Cuando se rodean los hombros con los brazos mutuamente, se cuelgan la una del cuello de la otra o se toman de la cintura, no se trata de un contacto corporal normal entre individuos del mismo sexo, sino de un contacto corporal motivado por la lujuria, que difiere en naturaleza y, por lo tanto, se engloba dentro de la categoría de las relaciones impropias. ¿Resultará edificante para la mayoría de los miembros de la iglesia ver a estos homosexuales o no? (No, no resulta edificante). ¿La mayoría de la gente se siente perturbada después de observar esto? Si no estuvieras enterado de la situación y te rodearan el cuello o la cintura con el brazo, o llegaran a darte un beso en la cara, ¿te sentirías perturbado? (Sí). Tras sentirte perturbado, ¿tendrías el corazón tranquilo, o estarías inquieto? (Me sentiría asqueado). Así pues, ¿quedaría una sensación de haber pecado? Si no entiendes exactamente cuál es la esencia de este tipo de asunto y cuando alguien de tu mismo sexo te toca o tiene un contacto físico contigo y después no piensas demasiado en ello, entonces no supone mayor problema. Sin embargo, si empiezas a pensar en ello y continúas dándole vueltas hasta que no puedes olvidarte de esta persona, de un modo similar a cuando uno echa de menos al sexo opuesto, no importa si te resistes o no en tu consciencia subjetiva, la aparición en tu fuero interno de tales pensamientos indica que ya has sido perturbado, ¿verdad? Por lo tanto, la naturaleza de las relaciones homosexuales, de este tipo de relación impropia, es mucho más grave. Hay quienes no consiguen ver la diferencia entre la promiscuidad entre heterosexuales y la homosexualidad, y tratan estas dos cuestiones como si fueran idénticas. En realidad, el problema de la homosexualidad es mucho más grave que la promiscuidad entre heterosexuales.
Si dentro de la iglesia aparecen individuos que mantienen relaciones homosexuales y no se los constriñe, supondrán una amenaza y causarán perturbaciones para todos. ¿Qué tipo de perturbaciones? Desde fuera, cuando la gente interactúa con ellos, la mayoría no puede detectar que exista algún problema con su humanidad, pero una relación prolongada enturbia sus pensamientos y oscurece sus corazones. Creer en Dios ya no les entusiasma y, aunque no hallen ningún problema en particular, ya no están dispuestos a creer en Dios, pierden el interés por leer las palabras de Dios, se sienten cada vez más alejados de Él en sus corazones y se plantean la malvada idea de abandonar su fe. Por lo tanto, tales relaciones homosexuales impropias dentro de la iglesia no solo deberían frenarse y limitarse; también habría que depurar de la iglesia con prontitud a quienes las entablan. Esto es absoluto. En cuanto se descubre a estos individuos, da igual qué deberes lleven a cabo o qué estatus tengan, ¡hay que depurarlos de la iglesia de inmediato, sin mostrar tolerancia alguna! Este es el precepto de la iglesia. ¿Por qué existe este precepto? Se basa en fundamentos sólidos. Dios creó a los seres humanos como varón y hembra; después de crear a Adán, su compañera fue Eva, no otro Adán. Tomar esta medida contra quienes mantienen relaciones homosexuales se basa en las palabras de Dios, y es absolutamente acertada. Habrá quien diga: “¿Por qué no se les concede a estas personas la oportunidad de arrepentirse? Son jóvenes; ¿no habría que dejar que cometan actos absurdos?”. ¡No! Otros actos absurdos podrían abordarse de forma diferente dependiendo de las circunstancias y su naturaleza, pero este hecho ridículo en particular no es en absoluto un hecho ridículo cualquiera; ¡no puede tolerarse de ninguna manera, y cualquiera que cometa un acto semejante dentro de la iglesia debe ser depurado con prontitud! Si una iglesia entera estuviera compuesta de homosexuales, habría que depurarlos a todos. No se necesita una iglesia semejante, ¡ni una sola! Este es el principio. Algunos dirán: “Hay quienes mantienen una relación homosexual con una sola persona, pero no han seducido a otras ni han empezado a perturbar a nadie más. ¿Habría que lidiar con estos individuos y deshacerse de ellos?”. Si de verdad son homosexuales, dejar que permanezcan en la iglesia equivaldría a poner una bomba de relojería entre el pueblo escogido de Dios: estallará tarde o temprano. Que no hayan perturbado, seducido o acosado a ningún individuo del mismo sexo no significa que no lo hagan en el futuro. Quizá no hayan encontrado aún a alguien que los atraiga, alguien que les guste, o quizá no sea el momento adecuado y todavía les falte una familiaridad y comprensión mutuas. Pero, una vez que llegue el momento propicio y adecuado para esas personas, darán el paso. Por lo tanto, no se debe tolerar ni permitir nunca jamás que tales individuos permanezcan en el seno de la iglesia, ya que son antinaturales y no humanos. La iglesia no quiere a personas semejantes. Esta forma de tratar a quienes mantienen tales relaciones impropias no es incorrecta ni excesiva. Sin embargo, hay quien dice: “Algunos homosexuales parecen muy buenas personas; no han hecho nada malo, acatan las leyes y los preceptos, muestran respeto a los ancianos y amor por los jóvenes, siempre realizan buenas obras, algunos incluso poseen dones y destrezas y otros son especialmente caritativos y serviciales en la iglesia. Deberíamos permitir que se queden en ella”. ¿Esta idea es correcta? (No). Independientemente de si tus ideas son correctas o están equivocadas, debes ser capaz de desentrañar la naturaleza de los homosexuales. El principio de práctica de la iglesia para los individuos envueltos en relaciones homosexuales consiste en echarlos. Se trata de un decreto administrativo que nadie puede vulnerar; todos deben practicar de acuerdo con este principio.
Las manifestaciones de estos dos tipos de relaciones impropias que acabamos de compartir son las más fáciles de discernir, desentrañar y clasificar para la gente. En lo que respecta a quienes entablan tales relaciones impropias, por un lado, los líderes y obreros deben cumplir con sus responsabilidades y lidiar con ellos tomando medidas para frenarlos, limitarlos, aislarlos y echarlos. Por otro, los hermanos y hermanas también deberían discernir a quienes mantienen estos dos tipos de relaciones impropias y alejarse de ellos, para evitar que los seduzcan y caer en la tentación, lo cual podría afectar a su fe en Dios y a su búsqueda de la verdad para alcanzar la salvación. Una vez que te hacen caer en la tentación, resulta difícil escapar de ella. La mayoría debería ser capaz de discernir a estos dos tipos de personas. No os comportéis como hace la gente en la sociedad, que finge no ver quién flirtea con quién, sin adoptar un punto de vista o postura correctos hacia quienes practican la promiscuidad, capaces de interactuar normalmente con esos individuos siempre que no estén implicados sus propios intereses, hablando como de costumbre, como si no pasara nada. ¿Tienen principios estas personas en lo que respecta a cómo tratan a los demás? En absoluto. Todos los no creyentes viven según las filosofías para los asuntos mundanos, se esfuerzan por no ofender a nadie para protegerse a sí mismos, pero la casa de Dios es totalmente distinta a la sociedad no creyente. En la casa de Dios, la verdad tiene poder. Dios exige que las personas traten a los demás de acuerdo con los principios-verdad. Todos en el pueblo escogido de Dios aceptan la verdad, se equipan con ella y la usan para discernir y tratar a los demás, no solo para mantener la vida de iglesia y proteger a los hermanos y hermanas, sino, lo que es más importante, para protegerse a sí mismos del sufrimiento de la tentación y evitar que los arrastren a ella. Cuanto antes puedas discernir y distanciarte de esos individuos, más protegido y lejos de la tentación podrás estar. Así es como deberías tratar a los individuos que entablan relaciones impropias, lo cual es conforme a los principios-verdad y está en consonancia con las intenciones de Dios.
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