Las responsabilidades de los líderes y obreros (14) Parte 4

C. Relaciones impropias de intereses creados

Otro tipo de relación impropia es la que se basa en intereses creados. Las personas hacen cosas como adularse, ensalzarse, alabarse y congraciarse unas entre otras por interés. Llevar una conducta tan torcida y una atmósfera tan perversa a la vida de iglesia afecta gravemente a quienes leen en silencio las palabras de Dios o escuchan las experiencias compartidas. Una vez que se establece una relación de intereses creados, los individuos involucrados a menudo dirán o harán cosas en su propio beneficio, que van en contra de sus deseos. Por ejemplo, si alguien observa que otra persona podría beneficiar a sus negocios o intereses de alguna manera, quizá la elija como líder, la proponga para un deber específico o esté de acuerdo con cualquier cosa que diga, afirmando que esa persona está en lo cierto, sin importar si es conforme a la verdad, en aras de granjearse su favor. Para hacer esto último, hacen muchas cosas que no se ajustan con los principios y se oponen a la verdad, lo cual perturba al pueblo escogido de Dios a la hora de discernir a las personas, acontecimientos y cosas, así como a la hora de entrar en la verdad. Describen lo erróneo y distorsionado como correcto, describen nociones y figuraciones humanas como si fueran conformes a las intenciones de Dios, etcétera, de tal modo que perturban los pensamientos de las personas, así como la meta y la dirección correctas de su búsqueda. Todos estos comportamientos se derivan de la relación de intereses creados que mantienen. Para proteger y conservar sus intereses personales, son capaces de hablar en contra de su conciencia y de actuar en contra de los principios. Lo que dicen y hacen perturba y destruye la vida de iglesia, lo cual lleva con el tiempo a que cada vez haya más personas incapaces de compartir y orar-leer las palabras de Dios o contar experiencias personales de una manera normal y ordenada, con lo que la gente sufrirá pérdidas relativas a la entrada en la vida. Cuando las personas comparten sus propios entendimientos vivenciales, a menudo se topan con interferencias de las relaciones de intereses creados de la gente, que pueden ser de tipo verbal, conductuales o concernientes a las metas y direcciones. Cuando la gente comparte la verdad y ora-lee las palabras de Dios, a menudo sufre interrupciones, hacen que se desvíe del tema y se ve afectada en diversos grados. Por lo tanto, habría que restringir a quienes entablan relaciones impropias de intereses creados y conductas asociadas. Ante esta situación, los líderes de la iglesia no deberían hacer la vista gorda, ni consentir de ninguna manera tales maldades, ni tolerar que ocurran dentro de la vida de iglesia. Por el contrario, deberían permanecer alerta y perceptivos para frenarlos y limitarlos con prontitud.

Entablar relaciones impropias de intereses creados es algo que ocurre con frecuencia dentro de la iglesia. Por ejemplo, si alguien planea presentarse a las elecciones para ser el próximo líder de la iglesia, podría atraer a un grupo de personas y comunicarles sus ideas. Estas personas, que no son tontas, insinúan: “Si te elegimos, ¿qué beneficios obtendremos?”. Así se forma entre ellas una relación basada en intereses creados. Para defender estos intereses creados, en las reuniones a menudo adoptan la misma postura sobre las cuestiones. Sin que los demás se percaten de la situación ni conozcan el trasfondo, siempre hablan de lo buena que es una persona, de cómo Dios permite y bendice lo que hace otra, de quién ha hecho ofrendas y cuánto ha ofrendado y de qué contribuciones ha hecho cada cual a la casa de Dios, a menudo cantándose alabanzas mutuas y elogiándose las unas a las otras. En la vida de iglesia, suelen emitir estas cosas al servicio del consenso que han alcanzado previamente para defender sus intereses comunes. Por ejemplo, alguien podría decir: “Si me eliges como líder, una vez que asuma el cargo te nombraré responsable de grupo”. ¿Acaso no están todos buscando un beneficio personal? Para hacer realidad sus intereses, ¿no tienen que decir ciertas cosas o realizar ciertas acciones? De este modo, exhiben un abanico de manifestaciones durante las reuniones, todas orientadas a defender el consenso alcanzado previamente, así como los intereses involucrados. Antes de lograr su objetivo, la mayor parte de sus acciones están motivadas por intereses. Así pues, ¿no son bastante impropias las intenciones y propósitos que hay detrás de todo lo que dicen y hacen? ¿Acaso no es impropia la relación que se establece entre estas personas? ¿No deberían restringirse estas relaciones impropias en el seno de la iglesia? Hay quien pregunta: “¿Cómo podemos restringirlas si no se descubren?”. Estas actividades, a menos que no se lleven a cabo, una vez emprendidas pueden descubrirse y se pondrán al descubierto. Si la gente comparte adecuadamente la verdad y sus experiencias y comprensiones personales, sin mezclar nada ajeno a la verdad, todo el mundo lo percibirá. Asimismo, podrán discernir las adulteraciones que se produzcan. Por lo tanto, las diversas relaciones transaccionales que surgen en la iglesia en aras de mantener los intereses mutuos también deberían limitarse; como mínimo, habría que advertir a los implicados y compartir con ellos para hacer que reconozcan sus propios problemas y comprendan las graves consecuencias de participar en tales actividades, al tiempo que se permite a los hermanos y hermanas discernir la naturaleza de estos asuntos. ¿Qué efecto tiene esta clase de actividades en la mayoría de la gente? Induce a pensar que no existe mucha diferencia entre la iglesia y la sociedad, que ambas son lugares donde todos se aprovechan unos de otros y llevan a cabo transacciones buscando el beneficio propio. Este comportamiento no es una perturbación moderada sin más, sino que perturba gravemente la vida de iglesia. Decidme, ¿es una buena persona aquella que atrae continuamente a la gente para obtener sus votos y emplea medios inusuales para manipular las elecciones y obtener el puesto de líder? Está claro que los líderes elegidos de esta manera no son buenas personas. ¿Pueden esperar algo bueno los hermanos y hermanas que han caído en sus garras? Si alguien se convierte en líder por medios inusuales en vez de ser elegido de acuerdo con los principios, cabe afirmar con certeza que no se trata de una buena persona. Si se le permite liderar, eso equivaldría a entregar abiertamente a los hermanos y hermanas a una persona malvada, a un anticristo, y la mayoría de la gente acabaría efectivamente en manos de Satanás; en tal situación, los frutos de su vida de iglesia serán evidentes. Este es un tipo de relación impropia vinculada a intereses. Ya sea entre grupos o entre individuos, cuando las relaciones entre las personas implican intereses, sus acciones se inclinarán más hacia la obtención de un beneficio personal en lugar de ajustarse a los principios para defender los intereses de la casa de Dios. Tales relaciones no se cimentan en la conciencia y la razón de la humanidad normal, sino que son contrarias a ellas y, sobre todo, a los principios-verdad. Todo cuanto dicen, hacen y demuestran, junto con sus intenciones, propósitos, motivaciones y orígenes, entre otras cosas, está movido por intereses; por lo tanto, cabe definir estas relaciones como impropias. Puesto que la formación de estas relaciones perturba la vida de iglesia del pueblo escogido de Dios, dificultando que la mayoría de la gente lea las palabras de Dios y comparta la verdad en quietud ante Dios, las relaciones impropias deberían restringirse en el seno de la iglesia. Para los casos graves que constituyen el comportamiento de personas malvadas, habría que emitir advertencias y, si de todas formas los implicados no se arrepienten, habría que echarlos de la iglesia.

D. Odio entre individuos

Las relaciones interpersonales impropias tienen varias manifestaciones. Otra de ellas es el odio personal. Por ejemplo, pueden surgir fricciones o disputas en el seno de las familias entre suegras y nueras, entre cuñadas o entre hermanos, o pueden surgir entre vecinos. A veces incluso llegan a transformarse en odio y estas personas, como adversarias, no son capaces de colaborar o trabajar juntas, hasta el punto de que ni siquiera pueden mirarse a la cara y discuten y pelean cada vez que se ven. Cuando se encuentran en las reuniones, su corazón también se llena de odio y son incapaces de callarse ante Dios para disfrutar de Su palabra, reflexionar y llegar a conocerse a sí mismas, y desde luego son incapaces de olvidarse de sus prejuicios y odios para tener una reunión normal. En su lugar, cada vez que se encuentran, se enzarzan en peleas y refriegas, exponen los defectos del otro, se atacan mutuamente e incluso se insultan, lo cual tiene un impacto profundamente negativo en el pueblo escogido de Dios. Esas personas son incrédulas, son no creyentes. Quienes creen sinceramente en Dios y aman la verdad, sin importar lo que ocurra, o con quién tengan disputas, o hacia quién alberguen prejuicios, son capaces de buscar la verdad, reflexionar y conocerse a sí mismos, así como solucionar los diversos asuntos de acuerdo con los principios-verdad. Si han hecho algo mal y están en deuda con alguien, pueden disculparse proactivamente y admitir sus errores; de ninguna manera recurrirán a provocar discusiones o problemas en las reuniones. Enzarzarse en disputas y causar alborotos en la iglesia es totalmente indigno del decoro de los santos; tal comportamiento deshonra gravemente a Dios. Las personas que actúan así carecen en gran medida de humanidad, conciencia y razón; de ninguna manera son auténticos creyentes en Dios. Este problema es relativamente más común entre los nuevos creyentes. Como estos no comprenden la verdad y su carácter corrupto aún no se ha purificado, es fácil que se vean envueltos en disputas sobre muchas cosas y que incluso dejen aflorar su impetuosidad y se metan en peleas. Si no se resuelve este carácter corrupto, las personas albergarán odio en su corazón y, aun cuando participen en la vida de iglesia, seguirán enzarzándose en disputas interminables con esta impetuosidad y este odio; lo cual afecta a la vida de iglesia, tiene un impacto sobre el pueblo escogido de Dios que come y bebe de Su palabra, lo alaba y comparte su entendimiento vivencial de las palabras de Dios. Asimismo, afecta directamente a la entrada en la vida del pueblo escogido de Dios. Algunos nuevos creyentes se enredan en disputas con facilidad por desacuerdos sobre cuestiones menores. Por ejemplo, antes de que comience una reunión, quizá algunos quieran cantar un himno, mientras que otros prefieran uno distinto; hasta una cuestión tan trivial puede desembocar fácilmente en disputas. De manera similar, a veces las diferencias de opinión sobre un cierto tema enseguida se convierten en debates; incluso un discurso desconsiderado puede desencadenar riñas si alguien se ofende. Esta clase de incidentes son comunes entre los nuevos creyentes. Las disputas que surgen durante las reuniones perturban por naturaleza la vida de iglesia. ¿Acaso esto no perturba también al pueblo escogido de Dios? Aquellos con tendencia a discutir y debatir sobre qué está bien y qué está mal son los que perturban con mayor facilidad la vida de iglesia. Solo se preocupan por satisfacer su propia vanidad y su reputación sin contemplar los intereses del pueblo escogido de Dios. Actuando así, ¿no causan perturbaciones en la vida eclesiástica? (Sí). La iglesia es un lugar donde los hermanos y hermanas se reúnen para comer, beber y disfrutar las palabras de Dios; es un lugar para someterse a Él y rendirle culto. No es en absoluto el sitio para desahogar agravios personales, ni mucho menos para pelear o discutir sobre qué está bien y qué está mal. Cuando estas personas causan perturbaciones así, ¿qué consecuencias se derivan? Resulta directamente en una falta de gozo durante las reuniones; conduce a que el pueblo escogido de Dios no pueda obtener edificación de la vida y hasta imposibilita que la mayoría de la gente encuentre la paz, por lo que sufre de una manera indescriptible. Con el tiempo, algunos se vuelven pasivos y débiles, incluso se muestran reacios a asistir a las reuniones. Se trata de una situación común en la mayoría de las iglesias, y es algo que todo el pueblo escogido de Dios ha experimentado. Entonces, ¿cómo debería resolverse el problema de las frecuentes discusiones y peleas en las reuniones? Hay que seleccionar y leer juntos múltiples veces durante las reuniones varios pasajes de las palabras de Dios que guarden relación con el problema; después, todos deberían hablar sobre la verdad y contar su comprensión. Este enfoque puede producir ciertos resultados. No solo aquellos con tendencia a discutir pueden reconocer sus transgresiones y sentir remordimiento, sino que también los espectadores pueden reflexionar sobre si han revelado su carácter corrupto en situaciones similares y si son capaces de discutir con otros; de este modo, los espectadores también pueden llegar a conocerse a sí mismos. Tanto si uno se enzarza en disputas como si no, después de leer varios pasajes de las palabras de Dios unas cuantas veces, podrá reconocer su propio carácter corrupto y observar que vivir de acuerdo con este significa realmente que se carece de conciencia y de razón y que no se tiene el menor atisbo de humanidad. Los efectos de vivir la vida de iglesia de esta forma no son malos, ¿cierto? Aunque pueda haber disputas al principio de una reunión, si después todos leen las palabras de Dios, se callan ante Él para reflexionar sobre sí mismos, solucionan los problemas con la verdad y se arrepienten genuinamente —si se obtienen estos resultados—, es que se trata de una vida de iglesia normal. Por lo tanto, cualquier cosa que ocurra durante las reuniones no es necesariamente mala; mientras todos se unan de corazón y mente para buscar la verdad y lean juntos varios pasajes relevantes de las palabras de Dios unas cuantas veces, aunque los problemas no se logren resolver por completo, la gente podrá percibirlos en cierto modo y tener cierto discernimiento; todos se beneficiarán de esto. ¿Diríais que una vida de iglesia así es difícil de conseguir? Se trata de convertir algo malo en algo bueno, es una especie de suerte en el fondo. Sin embargo, esto no debería llevar a la gente a abogar por la idea de que las disputas y las discusiones son deseables en la vida de iglesia; no se puede abogar por esto en absoluto. Las disputas y las discusiones pueden desencadenar fácilmente arrebatos impetuosos y conflictos, lo cual es malo para todos y provoca una angustia personal a los implicados. Por lo tanto, el mejor enfoque para resolver los problemas consiste en buscar la verdad, y la comprensión de esta permite prevenir de una manera eficaz que ocurran incidentes similares en el futuro. Cuando surjan fricciones y choques, las personas sensatas deberían adoptar una actitud paciente y tolerante. Puesto que ellas también tienen un carácter corrupto y pueden herir fácilmente a otros, cuando lo revelan deberían orar a Dios rápidamente y buscar la verdad para resolver las cuestiones. De este modo, a la hora de la reunión, el odio y el resentimiento personal se habrán disipado, lo cual producirá una sensación de liberación en su corazón y facilitará una convivencia amistosa con los hermanos y hermanas, fomentando así una cooperación armoniosa. En cualquier momento que alguien vea a un hermano o hermana revelar su carácter corrupto, debería brindarle ayuda con amor en lugar de juzgarlo, condenarlo o rechazarlo. Podría ocurrir que, después de uno o dos intentos de ayuda, los problemas no se solucionen, pero aun así se requiere paciencia y tolerancia. Mientras no perturben la vida de iglesia ni hagan el mal a propósito, habría que tratarlos con paciencia y tolerancia hasta el final; llegará un día en que entren en razón. Si alguien tiene una humanidad malvada y rechaza cualquier ayuda, sin aceptar la verdad independientemente de cómo se comparta, es que no cree sinceramente en Dios, y con tales individuos uno debe guardar las distancias. Si perturban repetidas veces la vida de iglesia, habría que tratarlos y lidiar con ellos de acuerdo con los principios. Si no son personas malvadas, sino que simplemente revelan a menudo su carácter corrupto, con odio hacia sí mismas aunque impotentes para hacer otra cosa en el momento, habría que apoyarlas con amor; ayudarlas a comprender la verdad, así como a discernir y reconocer sus revelaciones de corrupción, de modo que estas puedan ir disminuyendo paulatinamente. Si los hermanos y hermanas solo se ven afectados por estas personas de forma esporádica, cabría disculparlas. Mientras no existan problemas graves con su humanidad ni sean personas malvadas o falsas, habría que apoyarlas y ayudarlas compartiendo la verdad. Si pueden aceptar la verdad, se las debería tratar con amor. Sin embargo, si se niegan a arrepentirse y ejercen un impacto negativo sobre la vida de iglesia durante un largo periodo, los líderes de la iglesia deberían emitir advertencias e imponer restricciones. Si persisten en su negativa a aceptar la verdad, es que son personas malvadas. Las personas malvadas no pueden llevarse bien con nadie, son manzanas podridas y demonios. Mantenerlas en la iglesia solo causará trastornos y perturbaciones. Por lo tanto, a quienes se niegan a cambiar a pesar de las repetidas amonestaciones habría que tratarlos como a personas malvadas y echarlos de la iglesia. Cualquier persona que suela perturbar la vida de la iglesia y la entrada en la vida del pueblo escogido de Dios es una incrédula y una persona malvada, y se la debe echar de la iglesia. Al margen de quién sea la persona o de cómo haya actuado en el pasado, si perturba a menudo el trabajo y la vida de la iglesia, se niega a que la poden y siempre se justifica con argumentos erróneos, se la debe echar de la iglesia. La intención exclusiva de este enfoque es mantener el progreso normal de la obra de la iglesia y proteger los intereses del pueblo escogido de Dios, en consonancia total con los principios-verdad y Sus intenciones. Las disputas y los alborotos irrazonables de unos pocos individuos malvados no deben afectar a la entrada en la vida del pueblo escogido de Dios ni a la obra de la iglesia; no vale la pena y también es injusto para el pueblo escogido de Dios.

Si hay gente malvada que suele causar perturbaciones en la iglesia, con lo que la vida de la iglesia se vuelve ineficaz, la mejor solución es clasificar a las personas y dividir las reuniones en grupos distintos: los que aman la verdad y cumplen sus deberes con sinceridad se reúnen juntos; los que quieren perseguir la verdad, pero no cumplen sus deberes se reúnen juntos; y los que adoran causar trastornos y perturbaciones, chismorrear sobre otros y juzgarlos y condenarlos se reúnen juntos. Así, la iglesia puede dividirse principalmente en tres grupos de personas, podría decirse que se divide según el tipo de gente; de este modo, se asegura que estos grupos no interfieran entre sí durante las reuniones. Por muy temerarias que sean al cometer fechorías, las personas con mala humanidad no afectarán a nadie, sino que solo se perjudicarán a sí mismas. Algunos tienen un carácter cruel. Si alguien dice algo que los perjudica u ofende, lo odiarán y tratarán de encontrar la manera de atacarlo y represaliarlo. Al margen de cómo se comparta la verdad con ellos, o de cómo los poden, no lo aceptan. Morirían antes que arrepentirse y siguen perturbando la vida de la iglesia. Esto demuestra que son malvados. No podemos seguir tolerando este tipo de personas malvadas. Se las debe echar de la iglesia según los principios-verdad. Esta es la única manera de resolver por completo este problema. No importan los errores que hayan cometido ni las cosas malas que hayan hecho, estas personas con actitudes crueles no permitirán que nadie las deje en evidencia ni las pode. Si alguien las pone al descubierto y las ofende, se enfurecerán, tomarán represalias y nunca pasarán página. No tienen paciencia ni tolerancia hacia otros ni son capaces de tener aguante con ellos. ¿En qué principio se basa su conducta? “Prefiero traicionar a ser traicionado”. En otras palabras, no toleran que nadie las ofenda. ¿Acaso no es esta la lógica de la gente malvada? Esta es exactamente la lógica de la gente malvada. Nadie puede ofender a estos individuos. Para ellos, resulta inaceptable que alguien los irrite lo más mínimo y odian a todo aquel que lo hace. Irán detrás de esa persona sin cesar y nunca pasarán página; así es la gente malvada. Deberías aislar o echar a los malvados tan pronto descubras que tienen la esencia de las personas malvadas, antes de que puedan hacer un gran mal. De esta manera se minimizará el daño que cometan; es la opción inteligente. Si los líderes y obreros esperan a que una persona malvada cause algún tipo de desastre para ocuparse de ella, son pasivos. Eso demostraría que los líderes y obreros son muy estúpidos y que carecen de principios en sus acciones. Algunos líderes y obreros son así de memos e ignorantes. Insisten en esperar hasta tener pruebas concluyentes antes de tratar a la gente malvada porque piensan que esa es la única manera de tener la conciencia tranquila. Pero, de hecho, no se necesitan pruebas concluyentes para estar seguro de que alguien es malvado. Es posible deducirlo por sus palabras y acciones cotidianas. Cuando estés seguro de que alguien es malvado, puedes comenzar por restringirlo o aislarlo. De este modo, te asegurarás de que no se vean perjudicadas ni la obra de la iglesia ni la entrada en la vida del pueblo escogido de Dios. Algunos líderes y obreros no pueden discernir quién es malvado ni tratar a la gente malvada de manera oportuna. Como resultado se ven afectadas la obra y la vida de la iglesia y se entorpece la entrada en la vida del pueblo escogido de Dios. Esto es ridículo. Así es como los falsos líderes llevan a cabo su trabajo. Primero, les falta discernimiento y, segundo, son personas complacientes que temen ofender a otros. Cuando sirven como líderes, estos individuos, en primer lugar, no pueden hacer ningún trabajo real y, en segundo lugar, perjudican al pueblo escogido de Dios. Ni siquiera pueden resolver con prontitud el problema de las perturbaciones que causa la gente malvada ni proteger a los hermanos y hermanas; estas personas no son aptas para ser líderes y obreros. Dime, si se identifica a alguien malvado, ¿sigue habiendo necesidad de compartir la verdad con él para ayudarlo? (No). No hace falta darle una oportunidad. Algunos tienen demasiado “amor” y siempre dan a los malvados una oportunidad para arrepentirse, pero ¿puede esto tener algún efecto? ¿Es conforme a los principios de las palabras de Dios? ¿Has conocido a alguna persona malvada que pueda arrepentirse realmente? Nadie ha visto nunca eso. Esperar que la gente malvada se arrepienta es como compadecerse de serpientes venenosas, de bestias salvajes. Esto se debe a que, sobre la base de la esencia de los malvados, se puede determinar que estos nunca amarán las cosas positivas ni aceptarán la verdad ni se arrepentirán. No encontrarás la palabra “arrepentimiento” en su diccionario. Al margen de cómo compartas la verdad con ellos, no dejarán de lado sus propios motivos e intereses, encontrarán diversas razones y excusas para justificarse y nadie podrá persuadirlos. Si sufren una pérdida, será algo insoportable para ellos y fastidiarán sin cesar a los demás por ello. ¿Cómo puede arrepentirse realmente esta gente, que no está dispuesta a sufrir ninguna pérdida? Aquellos que priorizan sus propios intereses por encima de todo son personas sumamente egoístas; son malvadas y nunca se arrepentirán. Si ya has percibido por completo que alguien así es malvado y, de todos modos, le das una oportunidad de arrepentirse, ¿acaso no es eso una estupidez? Es lo mismo que ponerse una serpiente helada en el pecho para que se caliente, solo para que te pueda morder después. Únicamente un tonto cometería tal estupidez. En la iglesia, el hecho de que los escogidos de Dios odien a los malvados es un fenómeno normal, porque la gente malvada carece de humanidad y siempre hace cosas inmorales. Odiar a los malvados es la mentalidad correcta. Forma parte de lo que la gente debería poseer en su humanidad normal.

Dime, ¿qué tipo de persona es aquella que no siente amor alguno por los hermanos y hermanas? ¿Por qué ni siquiera mantiene una mínima relación interpersonal normal con ellos? Esta clase de persona, sin importar con quién interactúe, solo asocia estas interacciones con intereses y transacciones. Si no existen intereses ni transacciones, no se molesta en relacionarse con las personas. ¿No se trata de un tipo de persona malvada? Algunas personas no persiguen la verdad y se limitan a vivir de acuerdo con sus sentimientos. Se acercan a quienes las tratan bien y consideran buenos a quienes las ayudan. Tales personas tampoco establecen relaciones interpersonales normales. Viven únicamente en función de sus sentimientos, de modo que, ¿son capaces de tratar a los hermanos y hermanas de manera justa y equitativa? Es absolutamente imposible. Por lo tanto, aquel que no tiene una relación interpersonal normal con los hermanos y hermanas, o con aquellos que creen en Dios de manera sincera, no posee conciencia ni razón, carece de una humanidad normal y, sin lugar a duda, no ama la verdad. Estas personas no son diferentes a la gentuza insignificante entre los no creyentes; interactúan con quienes les resultan beneficiosos y al resto los ignoran. Además, cuando ven a alguien que persigue la verdad o que puede compartir testimonios vivenciales —alguien a quien todos admiran y aprecian—, sienten celos y odio, y hacen todo lo posible por reunir argumentos con los que juzgar y criticar a estos individuos que persiguen la verdad. ¿No es así como actúan las personas malvadas? Tales personas carecen de conciencia y razón, y son peores que las bestias. No pueden tratar a los demás adecuadamente, llevarse bien con otros de manera normal ni construir relaciones interpersonales naturales con el pueblo escogido de Dios e incluso son capaces de odiar a quienes persiguen la verdad. Estos individuos deben de sentirse muy solos y aislados en su interior, y deben de culpar constantemente al mundo y los demás. ¿Qué alegría o sentido tiene su vida? Tienen un carácter cruel y, sin importar con quién interactúen, pueden llegar a odiarlos por problemas sin importancia, condenarlos y tomar represalias contra ellos, y causarles desgracias. Estos individuos malvados son completos diablos, y cada día que permanecen en la iglesia le ocasionan desastres. Si se quedan por mucho tiempo, las calamidades serán interminables. Solo cuando la iglesia los eche será posible evitar tales catástrofes. Además, están aquellos que por fuera parecen civilizados, pero que sienten una especial debilidad por los beneficios. Así, su fe en Dios también es para sacar provecho. Si llevan un tiempo sin aprovecharse indebidamente de nada, se les nubla el rostro de pesadumbre, como si alguien les debiera una buena suma de dinero. Cualquiera que observe su rostro resentido y desalentado se ve al instante afectado emocionalmente. ¿Qué efecto creéis que tendría este rostro si apareciera en la vida de iglesia? No cabe duda de que la mayoría del pueblo escogido de Dios se sentiría incómoda al observarlo y su lectura de las palabras de Dios y su enseñanza de la verdad se verían perturbadas y afectadas en diversos grados. En especial, a aquellos que aún no se han afianzado en el camino verdadero, ¡la visión frecuente de este rostro perpetuamente sombrío les afectaría con demasiada facilidad! En la iglesia debería haber más gente de personalidad alegre, que hable de forma sencilla y abierta, así como más personas cuyo corazón rebose paz y júbilo y que posean un espíritu libre y liberado. Esto haría que la vida de iglesia fuera placentera. Aquellos amargados que están permanentemente deprimidos deberían orar a Dios en casa y cambiar de mentalidad antes de asistir a las reuniones. De este modo, estarán de buen humor y ganarán algo de estas. Además, eso también beneficiará a los demás; como mínimo, estos últimos no sufrirán perturbaciones. Para garantizar que el pueblo escogido de Dios pueda disfrutar de una vida de iglesia normal, los líderes y obreros deberían aprender a compartir la verdad para solucionar los problemas. Si alguien acude a una reunión con el rostro sombrío, los líderes y obreros tendrían que dar un paso al frente y preguntar: “¿Necesitas ayuda?”. Esto se llama ayudar proactivamente a los demás por amor. Si los líderes y obreros observan que alguien tiene un problema y no le hacen caso, lo evitan y guardan las distancias con esos “amargados” sin compartir la verdad para iluminarles el día, es que no están realizando una labor real. Para llevar a cabo la obra de la iglesia con eficacia, los líderes y obreros deben, ante todo, aprender a ser los confidentes del pueblo escogido de Dios, lo que para los no creyentes sería algo parecido a un funcionario del gobierno comprensivo. Hay personas que no están dispuestas a desempeñar ese papel y prefieren ser siempre espectadores; ¿así cómo pueden guiar al pueblo escogido de Dios a vivir una buena vida de iglesia? De hecho, los problemas que alguien lleva en el corazón pueden reflejarse hasta cierto punto en su expresión facial. Que alguien tenga siempre el rostro sombrío seguramente significa que su corazón está en tinieblas, sin un atisbo de luz. Si se pasa el día entero enfrascado en discusiones sobre qué está bien y qué está mal, ¿aún podría su rostro lucir una sonrisa? Estas personas siempre tienen el rostro cubierto de nubes oscuras, sin un rayo de sol, lo cual también afecta al cumplimiento de su deber. Si los líderes y obreros tardan en abordar y resolver esta cuestión, provocando que los hermanos y hermanas sufran perturbaciones constantes y una miseria indecible, esto demostraría que los líderes y obreros son incapaces de desempeñar una labor real, incapaces de solucionar problemas con la verdad y unos completos inútiles. Si los líderes y obreros comprenden la verdad y pueden identificar los problemas de los hermanos y hermanas, así como brindarles apoyo y ayuda a tiempo, si son capaces de ayudar a la gente no solo a solucionar sus problemas, sino también a comprender los principios-verdad y cumplir bien con su deber, entonces su desempeño del deber y el manejo de los asuntos serán eficientes y la obra de la iglesia no se verá afectada. Si los líderes y obreros no pueden identificar y solucionar problemas con prontitud, esto afecta a la obra de la iglesia. Si, por no poder identificar y lidiar con los problemas, perjudican la obra de la iglesia y obstaculizan la entrada en la vida del pueblo escogido de Dios, ¿no le han fallado a Dios y a Su pueblo escogido? ¿No carecen de principios para lidiar con los asuntos? Abordar los problemas con prontitud y sin vacilar después de ver su esencia es lo que se llama cumplir con las responsabilidades y ser leal, lo cual significa cumplir con el deber de una manera que cumpla con el estándar.

El tema de la enseñanza de hoy se ha centrado en el sexto punto, entablar relaciones impropias. Los problemas de este tipo que surgen en la vida de iglesia son básicamente los siguientes: las relaciones impropias entre sexos, las relaciones entre personas del mismo sexo, las relaciones de intereses creados y el odio entre individuos. Todas estas relaciones, ya estén basadas en la lujuria carnal, en los intereses carnales o en los enredos sentimentales de la carne, se engloban dentro de la categoría de relaciones impropias porque exceden el ámbito de la conciencia y la razón de la humanidad normal. La existencia de estas relaciones impropias puede perturbar a la gente hasta cierto grado. Lo más grave es que pueden perturbar la entrada en la vida de las personas, su búsqueda de la verdad y su búsqueda del conocimiento de Dios. Los diversos tipos de relaciones impropias no se originan en la conciencia ni en la razón y van en contra de la humanidad normal. Cuando las personas viven envueltas en estas relaciones anormales, les resulta difícil aceptar y practicar la verdad, lo cual también las perturba a la hora de vivir la vida de iglesia y perseguir el crecimiento de la vida, así como perturba el orden de la vida de iglesia. Esto perjudica la entrada en la vida del pueblo escogido de Dios y también puede dañar la obra de la iglesia. Por todo ello, es imperativo que los líderes y obreros identifiquen y lidien con estos problemas con prontitud.

En cuanto a las relaciones impropias, ya hemos enumerado distintas situaciones y las hemos clasificado. ¿Podéis poner ejemplos para practicar el discernimiento? ¿Cuál es el propósito de aprender a discernir? Es permitiros discernir y definir la esencia de las personas, acontecimientos y cosas a fin de que podáis emitir juicios precisos y luego tratarlas de acuerdo con los principios. Este es el resultado final. ¿Hay alguien que haya dicho lo siguiente? “Te pasas todo el día hablando de estos asuntos de lo que está bien y lo que está mal, de estos asuntos cotidianos. Ya no estamos dispuestos a escucharlos, ya ni siquiera queremos asistir a las reuniones. ¿No deberías estar hablando sobre la verdad? ¿Por qué hablas siempre de estas situaciones?”. ¿Habéis reparado en personas así? ¿Qué clase de personas son? (Personas que carecen de entendimiento espiritual). A pesar de que compartimos de esta forma, siguen sin poder comprender la verdad; no tienen la inteligencia de una persona normal; esos individuos son unos completos inútiles. ¿Deberían hacerle escuchar sermones a alguien cuya inteligencia no alcanza el nivel humano? Quizá propongan: “Las reuniones siempre giran en torno a compartir la verdad, siempre se habla de cosas como practicar la verdad… Ya me he cansado de escucharlo. No estoy dispuesto a volver a reuniones”. Si realmente sostienen ese punto de vista, son personas que sienten aversión por la verdad. Con tales personas, la casa de Dios no insiste en su asistencia; las echa enseguida. Si ellas mismas no están dispuestas a asistir a las reuniones ni se muestran receptivas a lo que se dice en ellas, no insistimos; no queremos causarles molestias. Las personas así, aunque crean en Dios toda su vida, no comprenderán la verdad ni entrarán en la realidad; supone malgastar esfuerzos. Si les gusta escuchar conocimientos teológicos, pues que vayan y los estudien; un día, cuando no obtengan la verdad como vida, se arrepentirán.

29 de mayo de 2021

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