Las responsabilidades de los líderes y obreros (15) Parte 1
Punto 12: Detectar con prontitud y precisión a las diversas personas, acontecimientos y cosas que perturban y trastornan la obra de Dios y el orden normal de la iglesia; pararlos y restringirlos, y darles la vuelta a las cosas; asimismo, compartir la verdad de manera que el pueblo escogido de Dios desarrolle discernimiento por medio de estas cuestiones y aprenda de ellas (III)
Las diversas personas, acontecimientos y cosas que trastornan y perturban la vida de iglesia
En la última reunión, hablamos sobre la duodécima responsabilidad de los líderes y obreros: “Detectar con prontitud y precisión a las diversas personas, acontecimientos y cosas que perturban y trastornan la obra de Dios y el orden normal de la iglesia; pararlos y restringirlos, y darles la vuelta a las cosas; asimismo, compartir la verdad de manera que el pueblo escogido de Dios desarrolle discernimiento por medio de estas cuestiones y aprenda de ellas”. Con respecto a esta responsabilidad, hablamos fundamentalmente sobre distintos problemas relativos a la vida de iglesia, los cuales dividimos en once situaciones. Adelante, leedlos. (La primera, desviarse del tema a menudo cuando se comparte la verdad; segunda, pronunciar palabras y doctrinas para desorientar a la gente y ganarse su estima; tercera, parlotear sobre cuestiones domésticas, establecer conexiones personales y ocuparse de los asuntos propios de uno; cuarta, formar camarillas; quinta, competir por el estatus; sexta, entablar relaciones impropias; séptima, enzarzarse en ataques mutuos y riñas verbales; octava, difundir nociones; novena, dar rienda suelta a la negatividad; décima, propagar rumores infundados; y undécima, manipular y sabotear las elecciones). La última vez, hablamos sobre la quinta cuestión, que es competir por el estatus, y la sexta, que es establecer relaciones impropias. Estos dos tipos de problemas, al igual que las cuatro cuestiones anteriores, también originan perturbaciones y trastornos a la vida de iglesia y el orden normal de la iglesia. Observando la naturaleza de estos dos tipos de problemas, el daño que causan a la vida de iglesia y el impacto que tienen en la entrada en la vida de las personas, ambos pueden constituir a las personas, acontecimientos y cosas que trastornan y perturban la obra de Dios y el orden normal de la iglesia.
VII. Enzarzarse en ataques mutuos y riñas verbales
Hoy, hablaremos sobre la séptima cuestión: enzarzarse en ataques mutuos y riñas verbales. Estos problemas son habituales en la vida de iglesia y resultan evidentes para todos. Cuando la gente se reúne para comer y beber de la palabra de Dios, hablar sobre sus experiencias personales o comentar algunos problemas reales, las opiniones divergentes o los debates sobre lo correcto y lo incorrecto generan a menudo discusiones y conflictos entre las personas. Si la gente discrepa y tiene diversas perspectivas, pero esto no perturba la vida de iglesia, ¿puede considerarse esto enzarzarse en ataques mutuos y riñas verbales? No, esto no cuenta; se enmarca dentro de las charlas normales. Por lo tanto, aunque a primera vista parezca que muchos problemas guardan relación con la séptima cuestión, en realidad, solo los más graves en términos de circunstancias y naturaleza, que por lo tanto constituyen trastornos y perturbaciones, pertenecen a esta categoría. Hablemos ahora sobre qué naturaleza de los problemas los cualifica para que se incluyan aquí.
En primer lugar, observando las manifestaciones de enzarzarse en ataques mutuos, está claro que no tienen que ver con hablar sobre la verdad o buscarla con normalidad; ni a tener distintas comprensiones o iluminaciones basadas en compartir la verdad; ni a buscar, compartir y comentar los principios-verdad y buscar una senda de práctica con respecto a una determinada verdad, sino que aluden a las discusiones y controversias sobre lo correcto y lo incorrecto. Así es básicamente como se manifiesta. ¿Este tipo de problemas surge de vez en cuando en la vida de iglesia? (Sí). A juzgar solo por las apariencias externas, es evidente que una acción como la de enzarzarse en ataques mutuos no tiene nada que ver con perseguir la verdad, ni con compartirla bajo la guía del Espíritu Santo, ni con cooperar en armonía, sino que radica en la impulsividad y utiliza un lenguaje que contiene juicio y condenación, incluso imprecaciones; esta clase de manifestación constituye verdaderamente una revelación del carácter corrupto de Satanás. Cuando las personas se atacan entre sí, con independencia de si su lenguaje es cortante o comedido, ese acto encierra impulsividad, malicia y odio; y está desprovisto de amor, tolerancia y paciencia, y por supuesto es incluso más carente de cooperación armoniosa. Los métodos que emplean las personas para atacarse entre sí son variados. Por ejemplo, cuando una persona A está discutiendo un asunto con otra persona B, la primera quizá diga: “Hay gente que tiene mala humanidad y un carácter arrogante; presumen cada vez que hacen la menor cosa y no escuchan a nadie. Son justo como lo que dicen las palabras de Dios acerca de aquellos que son tan bárbaros y faltos de humanidad como las bestias”. Al oírlo, la persona B piensa: “¿Lo que acabas de decir acaso no iba dirigido a mí? ¡Incluso has invocado las palabras de Dios para desenmascararme! Ya que has hablado de mí, yo tampoco me reprimiré. Te has portado mal conmigo, ¡así que yo también te perjudicaré a ti!”. Y, entonces, la persona B responde: “Hay gente que por fuera quizá parezca muy devota, pero realmente en el fondo son más siniestras que nadie. Hasta mantienen relaciones impropias con el sexo opuesto, igual que las rameras y prostitutas de las que hablan las palabras de Dios; estas personas a Dios le repugnan; siente aversión por ellas. ¿De qué sirve parecer devoto? Es todo una farsa. Lo que más disgusta a Dios son los farsantes; ¡todos los farsantes son fariseos!”. Al oír esto, la persona A piensa: “¡Me está devolviendo el ataque! Muy bien, te has portado mal conmigo, ¡así que no me culpes por no reprimirme!”. A toma y daca, las dos han empezado a pelearse. ¿Es esto compartir las palabras de Dios? (No). ¿Qué están haciendo? (Atacarse entre sí y pelearse). Incluso aprovechan cualquier cosa que usar en su contra y encuentran una “base” para sus ataques, invocando las palabras de Dios como fundamento; esto es enzarzarse en ataques mutuos y, al mismo tiempo, en riñas verbales. ¿Esta forma de compartir se observa de vez en cuando en la vida de iglesia? ¿Se trata de una charla normal? ¿Está dentro de la humanidad normal? (No). Entonces, ¿esta forma de compartir causa trastornos y perturbaciones a la vida de iglesia? ¿Qué tipo de trastornos y perturbaciones provoca? (La vida de iglesia normal se ve perturbada, la gente cae en disputas sobre lo correcto y lo incorrecto y, en consecuencia, es incapaz de reflexionar sobre las palabras de Dios y hablar sobre ellas con quietud). Cuando las personas se enzarzan en estas peleas y discusiones sobre lo correcto y lo incorrecto y perpetran ataques personales durante la vida de iglesia, ¿sigue obrando el Espíritu Santo? El Espíritu Santo no está obrando aquí; las charlas de esta clase sumen en la confusión el corazón de las personas. La Biblia recoge unas palabras, ¿las recordáis? (“Además os digo, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo sobre cualquier cosa que pidan aquí en la tierra, les será hecho por mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” [Mateo 18:19-20]). ¿Qué significan estas palabras? Cuando las personas se congregan ante Dios, han de estar unidas ante Él de corazón y mente; Dios solo les concederá bendiciones y el Espíritu Santo solo obrará cuando las personas tengan un solo corazón y una sola mente. Sin embargo, las dos personas que discutían que he mencionado justo ahora, ¿tenían un solo corazón y una sola mente? (No). ¿En qué estaban enzarzadas? En ataques mutuos, peleas e incluso juicios y condenación. A pesar de que, a simple vista, no usaban palabrotas groseras ni mencionaban a nadie directamente, la motivación detrás de sus palabras no era compartir o buscar la verdad, y no hablaban dentro de la conciencia y la razón de la humanidad normal. Cada palabra que pronunciaban era irresponsable y estaba cargada de agresividad y malicia; ninguna de sus palabras se ajustaba a los hechos ni tenía fundamento alguno. Ninguna de sus palabras trataba de juzgar un asunto de acuerdo con las palabras de Dios y Sus requisitos, sino de lanzar ataques personales, juicios y condenaciones basados en sus propias preferencias y voluntad contra alguien a quien odiaban y menospreciaban. Nada de esto manifiesta que tengan un solo corazón y una sola mente; más bien, son palabras y manifestaciones que provienen de la impulsividad y carácter corrupto de Satanás, las cuales no complacen a Dios; por lo tanto, aquí no obra el Espíritu Santo. Esto es una manifestación de enzarzarse en ataques mutuos.
En la vida de iglesia, a menudo surgen disputas y conflictos entre la gente por asuntos menores o por intereses y puntos de vista opuestos. Las disputas también suelen producirse debido a personalidades, ambiciones y preferencias incompatibles. Asimismo, aparecen diversos tipos de desacuerdos y discordias entre la gente por diferencias en el estatus social y los niveles de educación, o por diferencias relacionadas con su humanidad y naturaleza, o incluso por diferencias en cuanto a la manera de hablar y de manejar los asuntos, entre otras razones. Si las personas no buscan resolver estas cuestiones usando la palabra de Dios; si no hay comprensión, tolerancia, apoyo y ayuda mutuos, y si por el contrario albergan en su corazón prejuicios y odio y se tratan con una impulsividad intrínseca a un carácter corrupto, es probable que ello desemboque en juicios y ataques mutuos. Ciertas personas que poseen una pizca de conciencia y razón, cuando se producen disputas, pueden hacer un ejercicio de paciencia, actuar con razón y ayudar a la otra parte con amor. Sin embargo, hay personas que son incapaces de lograrlo, que carecen incluso de la tolerancia, la paciencia, la humanidad y la razón más elementales. A menudo desarrollan diversos prejuicios, sospechas y malentendidos contra los demás por cuestiones triviales, o por una sola palabra o expresión facial, lo cual conduce a que alberguen en su corazón diversos tipos de pensamientos, dudas, juicios y condenaciones hacia ellos. Estos fenómenos ocurren con frecuencia en el seno de la iglesia y suelen afectar a las relaciones normales entre individuos, a las interacciones armoniosas entre los hermanos y hermanas, e incluso a sus enseñanzas de las palabras de Dios. Es habitual que surjan disputas cuando las personas interactúan entre sí, pero, si estas situaciones aparecen con frecuencia en la vida de iglesia, pueden afectar, perturbar e incluso destruir la vida de iglesia normal. Por ejemplo, si alguien inicia una discusión en una reunión, esta se verá perturbada, la vida de iglesia no dará frutos y los asistentes no ganarán nada, y, en esencia, se estarán reuniendo en vano y perdiendo el tiempo. En consecuencia, estas cuestiones ya habrán afectado al orden normal de la vida de iglesia.
A. Diversos tipos de manifestaciones de enzarzarse en ataques mutuos y riñas verbales
1. Exposición mutua de defectos
Hay quienes, durante las reuniones, siempre gustan de parlotear sobre cuestiones domésticas y temas sin importancia, hablan de asuntos triviales del hogar y están de cháchara con los hermanos y hermanas cada vez que se encuentran con ellos, lo cual deja a estos con una sensación de desamparo. Quizá haya alguien que se levante para interrumpirlos, pero ¿qué ocurre entonces? Si se ven constantemente interrumpidos, se vuelven infelices, y su infelicidad se traduce en problemas. Piensan: “Siempre me interrumpes y nunca me dejas hablar. Pues muy bien. ¡Cuando estés hablando, yo voy a interrumpirte! Cuando compartas las palabras de Dios, yo intervendré con otro pasaje de estas. Cuando hables sobre el conocimiento de ti mismo, yo hablaré sobre las palabras de Dios que juzgan a la gente. Cuando hables sobre tu comprensión de tu carácter arrogante, yo compartiré las palabras de Dios sobre determinar los resultados y destinos de las personas. ¡Digas lo que digas, yo diré algo diferente!”. No solo eso, si otros se unen para interrumpirlo, entonces este individuo se levanta y los ataca. Al mismo tiempo, dado que alberga resentimiento y odio en su corazón, durante las reuniones a menudo expone los defectos de quien lo ha interrumpido y habla sobre cómo esa persona solía estafar a otros en los negocios antes de llegar a creer en Dios, de su falta de escrúpulos en sus tratos con los demás, etcétera; habla de estas cosas cada vez que esa persona interviene. Al principio, dicha persona hace un ejercicio de paciencia, pero, con el tiempo, empieza a pensar: “Yo siempre te ayudo, siempre muestro tolerancia y paciencia hacia ti, pero tú no me muestras tolerancia alguna. Si me tratas así, ¡no me culpes por no reprimirme! Hemos vivido en el mismo pueblo tanto tiempo que nos conocemos bien el uno al otro. Tú me has atacado, así que yo te atacaré a ti; tú has expuesto mis defectos, pero tú también tienes muchos”. Y, por lo tanto, dice: “¡Tú incluso robabas cosas de joven; esos hurtos que perpetrabas son aún más vergonzosos! Al menos lo que yo hacía eran negocios, todo era en aras de ganarme la vida. En este mundo, ¿quién no comete unos pocos errores? Pero ¿qué pasa con tu conducta? ¡La tuya es la conducta de un ladrón, de un atracador!”. ¿No es esto enzarzarse en ataques mutuos? ¿Cuál es el método de estos ataques? Consiste en una exposición mutua de defectos, ¿no? (Sí). Llegan incluso a pensar para sus adentros: “No dejas de exponer mis defectos, haces que todo el mundo se entere de ellos y de mi pasado deshonroso, haces que los demás ya no me aprecien; pues bien, yo tampoco me reprimiré. Sé bien cuántas parejas has tenido, con cuántas personas del sexo opuesto has estado; tengo toda esta munición cargada. Si vuelves a exponer mis defectos y me presionas demasiado, ¡sacaré todas tus fechorías a la luz!”. La exposición mutua de los defectos es una situación común que se da entre aquellos que están bien familiarizados el uno con el otro y que se conocen bien. Quizá por un desacuerdo o porque existen conflictos o rencores entre ellas, dos personas sacan a relucir asuntos antiguos y triviales para emplearlos como armas con las que atacarse entre sí durante las reuniones. Cada una de estas dos personas expone los defectos de la otra y se atacan y condenan mutuamente, de modo que acaparan el tiempo del que dispone la gente para comer y beber de la palabra de Dios y afectan a la vida de iglesia normal. ¿Pueden estas reuniones dar frutos? ¿La gente que los rodea aún tendrá ganas de reunirse? Algunos hermanos y hermanas empiezan a pensar: “Estos dos son realmente conflictivos, ¡qué sentido tiene sacar a relucir esos asuntos del pasado! Ahora ambos son creyentes, deberían olvidarse de esas cosas. ¿Quién no tiene problemas? ¿Acaso no se han presentado ya ambos ante Dios? Todas estas cuestiones pueden resolverse con la palabra de Dios. Exponer los defectos no es practicar la verdad, ni aprender de los puntos fuertes de una persona para compensar las debilidades de otra; constituye un ataque mutuo, es un comportamiento satánico”. Sus ataques mutuos perturban y destruyen la vida de iglesia normal. Nadie puede frenarlos; da igual quién les comparta la verdad, que no escucharán. Hay quienes les aconsejan: “Dejad de exponer los defectos del otro. En realidad, toda esta situación tampoco es para tanto; ¿no se trata tan solo de un desacuerdo verbal momentáneo? No existe un odio profundo entre vosotros dos. Si pudierais abriros, desnudaros, desprenderos de los prejuicios, el resentimiento y el odio para orar y buscar la verdad ante Dios, podrían resolverse todas estas cuestiones”. No obstante, los dos siguen estancados en un punto muerto. Uno de ellos dice: “Si me pudiera pedir disculpas él primero y si se abriera y desnudara, entonces yo también lo haría. Pero si, como antes, no quiere olvidarse del asunto, ¡entonces no me reprimiré! Me pides que practique la verdad, ¿por qué no la practica él? Me pides que lo olvide; ¿por qué no lo hace él primero?”. ¿No está siendo irrazonable? (Sí). Empiezan a actuar de manera irrazonable. Ningún consejo les surte efecto y no escuchan hablar sobre la verdad. En cuanto se ven, se ponen a discutir, a exponer los defectos del otro y a atacarse mutuamente. Aunque no llegan a las manos, hay odio en todo lo que se hacen el uno al otro, y en cada palabra que pronuncian se insinúan ataques e imprecaciones. Si en la vida de iglesia concurren dos personas así, que se atacan y se enzarzan en riñas verbales nada más verse, ¿puede esta vida de iglesia dar frutos? ¿Se puede ganar algo positivo de ello? (No). Cuando surgen tales situaciones, la mayoría de la gente se preocupa y dice: “Cada vez que nos reunimos, esos dos siempre se ponen a pelear y no escuchan los consejos de nadie. ¿Qué deberíamos hacer?”. Mientras estén allí, las reuniones no serán pacíficas y todos se verán perturbados por ellos. En estos casos, los líderes de la iglesia deberían intervenir para resolver la cuestión; no deben permitir que semejantes individuos continúen perturbando la vida de iglesia. Si, a pesar de los repetidos consejos, las enseñanzas y la guía positiva, no se obtienen resultados y ambas partes siguen aferradas a sus prejuicios, se niegan a perdonarse y siguen atacándose mutuamente y perturbando la vida de iglesia, será necesario manejar el asunto de acuerdo con los principios. Habría que decirles: “Los dos lleváis en este estado un largo tiempo y habéis causado graves perturbaciones a la vida de iglesia y a todos los hermanos y hermanas. La mayoría de la gente está enfadada por este comportamiento vuestro, pero tiene miedo de decir algo al respecto. Dada vuestra actitud y manifestaciones actuales, la iglesia debe, de acuerdo con los principios, suspender vuestra participación en la vida de iglesia y poneros en aislamiento para que reflexionéis sobre vosotros mismos. Cuando seáis capaces de llevaros bien y en armonía, participar con normalidad en las enseñanzas y tener relaciones interpersonales normales, entonces podréis regresar a la vida de iglesia”. No importa si acceden o no, esta es la decisión que debería tomar la iglesia; esto es manejar la situación basándose en los principios; así es como deberían manejarse estos asuntos. Por un lado, esto resulta beneficioso para los dos individuos; puede incitarles a reflexionar y conocerse a sí mismos. Por el otro, protege principalmente a más hermanos y hermanas de las perturbaciones causadas por personas malvadas. Hay quien dice: “No han hecho ningún mal; en términos de esencia, tampoco son personas malvadas. Solo tienen pequeñas imperfecciones en su humanidad, son tercos, propensos a ser irrazonables, así como a los celos y las disputas. ¿Por qué aislarlos solo por esto?”. Al margen de cómo sea su humanidad, mientras constituyan una perturbación para la vida de iglesia, los líderes de la iglesia deberían intervenir para abordar y resolver la cuestión. Si estos dos individuos son malvados, en cuanto se discierna esto, la respuesta no debería ser tan simple como aislarlos, se debe tomar de inmediato la decisión de echarlos directamente. Si sus acciones se limitan a atacarse mutuamente y a discutir sobre lo correcto y lo incorrecto sin causar daño a los demás ni cometer otras malas obras que provocarían pérdidas a los intereses de la casa de Dios, y si no son malvados, no es necesario echarlos. En su lugar, su participación en la vida de iglesia debería suspenderse y habría que aislarlos para que reflexionaran. Este es el enfoque más apropiado. Esta manera de manejar el asunto tiene como propósito asegurar el orden normal de la vida de iglesia y garantizar que la obra de la iglesia pueda desarrollarse con normalidad.
Ahora ya han aparecido varios desastres inusuales, y según las profecías de la Biblia, habrá desastres aún mayores en el futuro. Entonces, ¿cómo obtener la protección de Dios en medio de los grandes desastres? Contáctanos, y te mostraremos el camino.