Las responsabilidades de los líderes y obreros (22) Parte 3
Los estándares y las bases para discernir a diversos tipos de personas malvadas
Volvamos a la decimocuarta responsabilidad de los líderes y los obreros: discernir, echar y expulsar enseguida a toda clase de personas malvadas y anticristos. Fijémonos en si este trabajo que deben realizar los líderes y los obreros está relacionado con cada uno de los detalles sobre las iglesias que acabo de compartir. ¿Por qué debemos compartir estos detalles específicos? ¿Cuál es la relación entre estos detalles y este trabajo que deben hacer los líderes y los obreros? (Estas personas malvadas y estos anticristos no son miembros de la iglesia y hay que depurarlos. Además, su existencia obstruye y perturba la obra que hacen las iglesias). Por tanto, hay una relación; esta charla no es en vano. Después de entender cada detalle sobre la designación o definición de iglesia, examinemos cómo deberían tratar los líderes y los obreros a los miembros de la iglesia, cómo deberían tratar a las distintas personas a las que se debe echar o expulsar de la iglesia, cómo pueden realizar bien este trabajo y cómo deberían cumplir su responsabilidad y mantener la obra de la iglesia. En primer lugar, los líderes y los obreros deben entender cuál es la definición de iglesia, por qué debe existir una iglesia y qué obra debería realizar una iglesia. Después de entender estas cosas, deberían fijarse en qué miembros de la iglesia actuales no desempeñan un papel positivo por lo que respecta al valor de la existencia de la iglesia o a la obra que esta lleva a cabo, o en quién puede causar trastornos, perturbaciones e impactos negativos en la obra esencial de la iglesia, o incluso afectar de manera grave a la reputación de la iglesia y deshonrar el nombre de Dios. Discernir con claridad y echar o expulsar de inmediato a estos individuos; ¿acaso no es este el trabajo que los líderes y los obreros deberían hacer? (Sí). Así pues, ¿qué implica hacer bien este trabajo? Para echar o expulsar a todo tipo de personas malvadas, purificar la iglesia y permitir que se manifieste el valor de la existencia de la iglesia y que esta desempeñe el papel que debería, y a la vez permitir que la obra de la iglesia progrese sin problemas, los líderes y los obreros primero deben discernir quiénes en la iglesia son personas malvadas y anticristos. Esta es la información o la situación real que los líderes y los obreros deben captar en primer lugar al llevar a cabo este trabajo. El primer asunto al que los líderes y los obreros se enfrentan en este trabajo es discernir a distintos tipos de personas. ¿Cuál es la finalidad de discernir a distintos tipos de personas? Separarlas según el tipo y proteger a los que son auténticos miembros de la iglesia. No obstante, el mero hecho de proteger a estas personas no significa que el trabajo descrito en la decimocuarta responsabilidad se realice de manera satisfactoria. Así pues, ¿cuál es el aspecto más importante para hacer este trabajo de manera satisfactoria? Echar o expulsar a todo tipo de incrédulos y personas malvadas que no pertenecen a la iglesia. Al margen de si estos individuos se definen como personas malvadas o anticristos, si reúnen las condiciones para que los echen o expulsen, surge la necesidad de este trabajo y es el momento de que los líderes y los obreros cumplan su responsabilidad. Compartamos primero cómo discernir a distintos tipos de personas.
I. Según la finalidad con la que uno cree en Dios
¿Cómo deberíamos discernir a distintos tipos de personas? El primer criterio es discernirlas según su finalidad al creer en Dios. El segundo, es hacerlo según su humanidad. Y el tercero, según su actitud hacia su deber. Si tuviéramos que utilizar unos encabezamientos sencillos y cortos, serían los siguientes: primero, su finalidad al creer en Dios; segundo, su humanidad; y tercero, su actitud hacia su deber. Ahora que tenemos estos tres encabezamientos, ¿cuáles son vuestros entendimientos de cada uno de ellos? En el pasado, no hemos debatido mucho acerca de la finalidad de la gente al creer en Dios. Hemos hablado más sobre la humanidad de las personas y su actitud hacia su deber, de modo que estáis más familiarizados con estas cosas. En realidad, la finalidad de la gente al creer en Dios tampoco os resulta algo muy desconocido, porque vosotros mismos llegasteis a creer en Dios con una finalidad. Algunos creen en Dios porque no quieren ir al infierno, otros porque quieren ir al cielo, otros porque no quieren morir, otros para evitar los desastres, otros simplemente porque quieren ser buenas personas, otros porque quieren evitar malos tratos, etcétera. Este tema no debería ser algo desconocido para vosotros; solo que puede ser que los detalles sobre los que hablaré os resulten en cierto modo poco familiares; tal vez tengáis dudas al respecto, sin saber qué voy a decir sobre ellos o por dónde voy a empezar. Por tanto, hablemos sobre esto de manera breve. Decidme, ¿a qué personas con qué tipos de intenciones y finalidades al creer en Dios son a las que se debería echar o expulsar? (A las que solo persiguen fama y estatus, solo quieren tener poder y perturbarán la iglesia sin escrúpulos en aras de su estatus). Este es un tipo de persona. ¿Hay otros tipos? (Los incrédulos que solo persiguen bendiciones y buscan comerse el pan y saciarse). Los incrédulos; este es otro tipo. ¿Hay más? Tal vez estéis pensando en las manifestaciones de algunas personas, pero no podáis discernir con claridad si solo revelan actitudes corruptas o si realmente tienen finalidades impuras al creer en Dios y se las debería echar o expulsar. No podéis comprender este punto y sentís que no está muy claro, de modo que no podéis expresarlo bien. El tema de la finalidad de la gente al creer en Dios es bastante amplio. Todo el mundo tiene algunas intenciones y finalidades al creer en Dios. No obstante, los tipos de personas con finalidades impuras al creer en Dios sobre las que hablamos aquí no reúnen las condiciones para la salvación de Dios. No pueden alcanzarla y ni siquiera llegar al estándar mínimo de ser mera mano de obra. En cualquier caso, al margen de la finalidad que tenga esta gente al creer en Dios, cuando surja la oportunidad, los que llegan a creer en Dios con una finalidad intentarán conseguir sus objetivos y, si no surge, cometerán maldades y causarán perturbaciones. Esto reportará consecuencias inimaginables para la obra de la iglesia o la entrada en la vida del pueblo escogido de Dios, y a estas personas se las debería echar o expulsar. Dejemos de lado por ahora la humanidad de estos individuos o sus actitudes hacia sus deberes y hablemos solo de su finalidad al creer en Dios, que no es en absoluto aceptar la verdad y alcanzar la salvación, ni mucho menos someterse a Dios y adorarlo. Por tanto, su fe en Dios no se traducirá naturalmente en la salvación. En lugar de permitir que estas personas permanezcan en la iglesia y perturben sin cesar al pueblo escogido de Dios —a los auténticos hermanos y hermanas—, es preferible discernirlas y definirlas con exactitud tan pronto como sea posible y, a continuación, echarlas de inmediato de la iglesia. No se las debería tratar como miembros de la iglesia ni como hermanos y hermanas. Así pues, ¿quiénes son estos tipos de personas? De momento, habéis hablado en general sobre algunos conceptos. Os pondré algunos ejemplos concretos, y lo entenderéis cuando los oigáis.
A. Satisfacer el deseo propio de ser funcionario
En primer lugar, vamos a hablar sobre el primer tipo de persona a quien se debería echar o expulsar de la iglesia. Algunos siempre quieren convertirse en funcionarios en la sociedad y glorificar a sus antepasados, pero sus sendas profesionales no prosperan. No obstante, su deseo de ser funcionarios no decrece en absoluto. Pero el estatus social de sus familias no es alto, de modo que sienten que la vida carece de esperanza y consideran que el mundo es demasiado injusto, sin ser capaces siquiera de lograr ese pequeño deseo. Piensan que tienen ciertos conocimientos y aptitudes, pero que nadie los aprecia. No pueden encontrar quien los respalde, y la posibilidad de convertirse en funcionario les parece muy remota. En esta situación desesperada, encontraron la iglesia. Piensan que, si pueden convertirse en líder en la iglesia, eso también será como ser funcionario y que podrán satisfacer su deseo. Por tanto, acuden a la casa de Dios con la intención de alcanzar la grandeza. Piensan que sus aptitudes y capacidades son adecuadas para que los empleen en la casa de Dios, que su esperanza de ser funcionario y una persona distinguida puede hacerse realidad y que así podrán cumplir el deseo de toda su vida. Su idea de creer en Dios puede resumirse con dichos como “Favor con favor se paga”, “El auténtico oro está destinado a brillar” y “El pájaro inteligente elige sabiamente en qué rama posarse”; este es el tipo de trasfondo desde el que escogieron recorrer la senda de creer en Dios. A juzgar por la esencia de estas personas, está claro que no creen en la existencia de la verdad en el mundo ni mucho menos del Salvador. En pocas palabras, no creen en el único Dios verdadero y menos aún en la existencia del Creador. Tanto si se trata de lo que está escrito en la Biblia o de lo que se predica en el mundo religioso —que Dios creó el mundo y a la humanidad, que Él es soberano sobre ella y la guía—, todas estas afirmaciones son solo registros históricos para ellas. Nadie los investiga ni puede verificarlos; son solamente leyendas e historias, un tipo de cultura religiosa. Este es su entendimiento más básico de la fe. Llegan a creer en Dios con este entendimiento y piensan que recorren la senda adecuada, que han abandonado la oscuridad por la luz y que son el “pájaro inteligente” que elige sabiamente en qué rama posarse. Por supuesto, no han renunciado a su decisión y deseo de convertirse en funcionario y en una persona distinguida. Creen que en este mundo inmenso, lleno de tanta gente, no hay lugar para ellas, y que solo la casa de Dios puede darles esperanza. Solo el hecho de vivir en la iglesia puede ofrecerles la oportunidad de aprovechar sus talentos y de hacer realidad su deseo de convertirse en una persona distinguida. Porque, a juzgar por la situación actual, el mundo exterior es cada vez más perverso y tenebroso; en este mundo, solo la iglesia es una tierra de pureza y el único lugar que puede proporcionar sustento espiritual a la gente, y solo la iglesia florece cada vez más. Estas personas llegan a creer en Dios con estos deseos y propósitos. Después de aceptar la fe, no entienden nada sobre creer en Dios, sobre perseguir la verdad ni sobre asuntos relacionados con la verdad y con el carácter y la obra de Dios. No persiguen estas cuestiones ni les prestan atención. En el corazón, no se han desprendido en absoluto de su deseo de tener estatus y ser funcionario, sino que continúan aferrándose a estas nociones y puntos de vista mientras merodean por la iglesia. Ven la iglesia como una organización social o una comunidad religiosa y consideran que la obra y las palabras de Dios son ilusiones que han creado los creyentes debido a sus creencias supersticiosas. Por tanto, en lo que respecta a perseguir la verdad, en lo concerniente a las palabras y la obra de Dios, sienten repugnancia y resistencia. Si alguien dice que algo es la acción, la soberanía o la instrumentación de Dios, sienten repugnancia. No obstante, por mucha repugnancia que sientan, y al margen de si reconocen o aceptan la verdad, su deseo de conseguir una posición de estatus en la iglesia para satisfacer sus ansias de autoridad nunca decrece ni desaparece. Dado que tienen esa ambición y ese deseo, de manera natural, revelan diversas manifestaciones. Por ejemplo, incitan a la gente al decir cosas como: “No lo bases todo en las palabras de Dios ni lo relaciones todo con estas y con Dios. En realidad, muchas de las ideas y de los dichos de la gente son correctos; las personas deberían tener sus propios puntos de vista y actitudes”. Difunden estos enunciados para desorientar a la gente. Al mismo tiempo, también exhiben con vehemencia sus talentos y dones, así como las diversas tácticas y trucos que pueden utilizar en el mundo, en un intento de atraer y conseguir la atención y la buena consideración de las personas. ¿Cuál es la finalidad de su vehemente exhibición? Lograr que la gente las tenga en alta estima y las admire; tener estatus entre las personas y, por tanto, satisfacer su deseo de perseguir una carrera como funcionario y glorificar a sus antepasados. Se sienten satisfechas cuando los demás las respetan, alaban, siguen, respaldan, adoran, admiran e incluso cuando las adulan. Además, persiguen sin descanso estas cosas y disfrutan de ellas. Aunque la casa de Dios expone sin cesar a los anticristos, a las personas malvadas y las diversas actitudes corruptas de la gente, en su fuero interno este tipo de personas las desdeñan como despreciables y sienten especial repugnancia por ellas. Persiguen con firmeza el estatus y que otros las admiren y las respeten para satisfacer los deseos que no pudieron cumplir en el mundo y la sociedad. Así pues, ¿qué finalidad tienen al creer en Dios? No es recibir cien veces más en esta vida y conseguir la vida eterna en el mundo venidero ni, sin duda, aceptar la verdad y lograr la salvación. Su finalidad al creer en Dios no es actuar como un ser creado, sino ser funcionario y un señor para disfrutar de los beneficios del estatus. En la iglesia hay gente así, no cabe duda; son los malhechores que se infiltran en la iglesia. La iglesia no permite en absoluto que estas personas se mezclen con el pueblo escogido de Dios, de modo que se las debe echar. ¿Es fácil discernir su finalidad al creer en Dios? (Sí). Si tenemos en cuenta sus intenciones y finalidades al creer en Dios, en combinación con sus diversas manifestaciones en la iglesia, ¿qué tipo de personas son? (Incrédulos). Sí, son incrédulos. Además de ser incrédulos, también quieren perseguir estatus y perspectivas en la casa de Dios para satisfacer sus ansias de autoridad. Su finalidad al creer en Dios es convertirse en funcionario. Por tanto, ¿por qué se debería depurar a esa gente? Algunos podrían decir: “Si los incrédulos son mano de obra en la casa de Dios y, como amigos de la iglesia, pueden ayudar un poco, ¿acaso no está bien dejar que se queden?”. ¿Se sostiene este enunciado? (No). ¿Por qué no? (Su deseo de convertirse en funcionarios los llevará sin duda a hacer cosas que perturban a otros, que no reportan beneficio alguno a la obra de la casa de Dios y que afectan a la búsqueda de la verdad de los hermanos y hermanas). Al margen de cómo lo mires, los incrédulos se resisten a la verdad y niegan a Dios, de modo que no tienen cabida en la casa de Dios. No desempeñarán un papel positivo. Independientemente de si persiguen convertirse en funcionarios o no, solo sus comentarios, manifestaciones y acciones como incrédulos pueden causar perturbaciones y no tendrán un efecto positivo. Al experimentar determinados entornos, algunos hermanos y hermanas dicen: “Esta es la soberanía de Dios y debemos someternos”. ¿Pueden someterse los incrédulos? Ya podemos darnos por satisfechos si no se ponen en pie para perturbar y oponerse. En el corazón, estas personas incluso dicen: “No digas que todo es la soberanía de Dios. La gente debería tener algunas opiniones propias y cierta independencia; ¡no lo atribuyas todo a la soberanía de Dios!”. No solo arrastran a otros, sino que también expresan algunas falacias ambiguas y engañosas para desorientar a la gente. ¿No es desvergonzado? Podrían ser capaces de utilizar algunas maniobras y trucos astutos entre los no creyentes, pero la casa de Dios es el lugar equivocado para intentar poner en práctica esas maniobras y trucos. Algunos dirigen clínicas a las que todo el mundo quiere ir porque dice que allí las inyecciones no duelen. ¿Por qué no duelen las inyecciones? La punta de la aguja está empapada de anestesia, de modo que no duele sin duda alguna. ¿Es esa una maniobra inteligente? (No, es una maniobra perniciosa). Sin embargo, ellos lo interpretan como una maniobra inteligente, alardean de ella, piensan que eso demuestra sus capacidades y habilidades y dicen: “Lo único que haces es hablar sobre someterse a Dios y sobre Su instrumentación y Su soberanía. ¿Tienes las aptitudes que tengo yo?”. ¿No es desvergonzado? (Sí). ¡Incluso se jactan de estos trucos perniciosos! Se debería echar de la iglesia a las personas que se infiltran allí con los motivos de los incrédulos. ¿Por qué? En el corazón, estos individuos se resisten a la verdad y sienten aversión por ella. Al margen de su finalidad al creer en Dios, tanto si se trata de algo que puedan admitir abiertamente como si no, basándose en su esencia como incrédulos, la iglesia debería echarlos o expulsarlos. Estos incrédulos se infiltran en la iglesia con una finalidad determinada, quieren exhibir sus talentos, cumplir sus ambiciones y satisfacer sus deseos dentro de la iglesia. Quieren utilizar el lugar precioso que es la iglesia como medio para lograr su objetivo de tener poder, presumir y desorientar y controlar a la gente. Si tenemos en cuenta su finalidad al creer en Dios, son capaces de perturbar y trastornar al pueblo escogido de Dios y la obra de la iglesia. Por tanto, es necesario echar o expulsar a esta gente de la casa de Dios. Los líderes y los obreros deben ser capaces de ver su esencia de incrédulos. Tanto si te basas en sus manifestaciones como en sus enunciados constantes sobre la fe en Dios, una vez que hayas entendido la situación y discernido con claridad que son unos incrédulos, deberías rechazarlos firmemente y sin dudar. Al margen del método o de la sabiduría que emplees, encuentra cualquier manera que puedas para depurarlos; ese es el trabajo que los líderes y los obreros deberían realizar y asumir. Este es uno de los tipos de personas a quienes se debería echar o expulsar.
B. Buscar al sexo contrario
Así pues, ¿cuáles son las manifestaciones del segundo tipo de personas a quienes se debería echar o expulsar? Algunos nunca han participado en la fe en Dios; solo tienen una impresión favorable de esta. No les interesa saber qué debería perseguir o ganar alguien al creer en Dios. Han oído decir que la gente que cree en Dios es bastante responsable e ingenua, de modo que quieren encontrar una pareja sentimental en la iglesia, casarse y tener una vida estable. Estas son sus intenciones y finalidades, de forma que acuden a la iglesia para encontrar la pareja ideal. Estos incrédulos no tienen interés alguno en creer en Dios; no se preocupan en absoluto por el Creador, la verdad, su salvación, conocer a Dios, cumplir su deber u otros asuntos similares. Aunque puedan entender después de oír las palabras de Dios y escuchar sermones, no quieren tomárselo en serio. Solo quieren encontrar una pareja ideal y, por supuesto, esperan conocer a más personas y ampliar su círculo. Llegan a creer en Dios con la finalidad de encontrar una pareja ideal. Algunos podrían decir: “¿Cómo sabes Tú que tienen esta finalidad? ¡No te han dicho ni mencionado nada al respecto!”. Lo exhiben a través de su comportamiento. Fijaos en que siempre buscan al sexo contrario cuando cumplen sus deberes o se relacionan con alguien. Cuando les gusta alguien, siguen compartiendo con esa persona y acercándose a ella y siempre indagan al respecto para conocerla. Estas acciones y manifestaciones poco habituales deberían llamar suficientemente la atención de los líderes y los obreros, que deberían observar cuáles son sus intenciones y qué finalidad esperan conseguir; deberían verificar quién les predicó el evangelio, por qué buscan relacionarse especialmente con el otro sexo, por qué siempre tienen algo que decir a las personas del sexo contrario y por qué sienten especial inclinación hacia ellas, lo que hace que exhiban en particular una curiosidad y un interés especiales hacia la gente que les gusta. Estas personas tienen una impresión favorable de aquellos que creen en Dios. Aunque no estén muy interesadas en asistir a reuniones, escuchar sermones, compartir las palabras de Dios, cantar himnos, hablar sobre experiencias personales y otras cuestiones parecidas, por lo general, no dicen nada que cause perturbaciones y trastornos. Solo se centran en encontrar una pareja sentimental con quien tener una buena vida. Si la encuentran, pueden imitar la corriente de creer en Dios; aunque no persigan, pueden apoyar a su pareja en su fe en Dios. Algunos tienen una humanidad relativamente aceptable, son serviciales y se esfuerzan al máximo por ser amigables y amables. Por ejemplo, pueden tolerar a otros, pensar en todo lo que se les ocurra para ayudar a quienes se enfrentan a dificultades a resolverlas, o aconsejarlos de alguna manera, etcétera. Son relativamente amables con otros y carecen de malicia, pero su finalidad y objetivo al creer en Dios no son muy honorables. No persiguen ni aceptan la verdad, al margen de quien la comparta con ellos. Después de seguir durante medio, uno o dos años, no muestran ningún cambio. Aunque no digan nada sobre que no creen ni causen perturbaciones ni trastornos, no desarrollan ningún interés en los asuntos relacionados con creer en Dios. ¿Es apropiado que este tipo de personas permanezcan en la iglesia? (No). ¿Se las debería depurar? (También se las debería depurar). ¿Cuál es el motivo? (No les interesa la verdad ni son objetivos de salvación. El hecho de permanecer en la iglesia para buscar constantemente una pareja perturbará a otros y los hará caer en la tentación; no desempeñarán un papel positivo). Es así exactamente. Por ejemplo, a algunos en particular les gusta comer carne. Cuando comen carne, se olvidan de su trabajo. Si no hay carne, siguen siendo capaces de ocuparse de algunas tareas apropiadas; sin embargo, cuando hay carne disponible, se retrasa su trabajo. ¿Qué representa la carne para ellos? (La tentación). Exacto, es una tentación. Por tanto, ¿se puede considerar a los que siempre buscan pareja como una fuente de tentación? (Sí). Son realmente una fuente de tentación. Para que les quede claro a estas personas, se les debería decir: “No te tomas con sinceridad el hecho de creer en Dios ni el cumplimiento de tu deber. Nunca has sido capaz de integrarte en la iglesia ni nunca se te ha considerado un auténtico creyente. A lo largo de estos dos años de relación, hemos detectado tu finalidad: solo quieres encontrar una pareja en la iglesia. ¿Acaso no es eso perjudicar a las buenas personas? La gente de la iglesia no es adecuada para ti. Hay muchas personas adecuadas para ti entre los no creyentes. Ve y encuentra a alguien entre los no creyentes”. La conclusión que se les traslada es: “Hemos visto tu interior. No formas parte del pueblo escogido de Dios. No eres una persona de la casa de Dios. No te podemos considerar nuestro hermano o hermana”. Se debería echar a estos individuos de la iglesia, según los principios de la casa de Dios. De ese modo, se depuraría a esa gente que osa buscar pareja y seducir a otros. ¿Acaso no es fácil discernir a esas personas? (Sí). Esos individuos también son incrédulos. Tienen una ligera inclinación hacia la iglesia, la fe religiosa y los que creen en Dios. Solo quieren aprovechar la oportunidad de creer en Dios para encontrar una pareja entre los creyentes con la que vivir y que les sirva con lealtad. Decidme, ¿es posible algo así? ¿Deberíamos satisfacerlos? ¿Debería la iglesia ocuparse de esos asuntos? (No). La iglesia no tiene obligación alguna de satisfacer sus preferencias personales. Por mucho que piensen que los creyentes son buenas personas, que podrían vivir de manera adecuada con dichos creyentes o que estos pueden recorrer la senda correcta, no sirve de nada; su opinión no cuenta. También es posible encontrar a estos incrédulos en la mayoría de las iglesias. La manera de tratar a estas personas es utilizar el método que acabamos de compartir, o podéis emplear métodos mejores si los tenéis, siempre que se apliquen según los principios. A estos incrédulos se los clasifica entre los diversos tipos de personas malvadas; ¿es eso excesivo? (No). Así es precisamente como tratamos a los incrédulos.
C. Evitar desastres
¿A qué otros tipos de personas se debería echar o expulsar de la iglesia? (Otro tipo son aquellos que creen en Dios solo para evitar desastres). Creer en Dios solo para evitar desastres también es una finalidad que tiene la gente al creer. ¿Acaso no tiene también ese tipo de adulteración la mayoría de personas que creen en Dios? (Sí). Así pues, ¿cómo deberíamos distinguir entre los individuos a los que se debería echar o expulsar por ese motivo y las personas que solo exhiben una revelación normal de corrupción y, por lo tanto, no se las debería echar o expulsar? En el caso de la mayoría de la gente, su fe se mezcla con el motivo de creer en Dios para evitar desastres; esto es una realidad. Entre los que creen en Dios para evitar desastres, debéis distinguir a los incrédulos que encajan en los criterios para que los echen o expulsen. Por ejemplo, estas personas, cuando ven que los desastres comienzan a empeorar, empiezan a asistir a reuniones con mayor frecuencia, se apresuran a recuperar los libros de las palabras de Dios que antes habían devuelto a la iglesia y dicen que ahora quieren creer en Dios en serio. No obstante, una vez que los desastres pasan o remiten, vuelven a hacer negocios y a ganar dinero, al tiempo que bloquean todos los métodos de contacto para que los hermanos y hermanas no puedan encontrarlas ni comunicarse con ellas para convocarlas a reuniones. Cuando los desastres acometen, buscan de manera activa a los hermanos y hermanas, pero una vez que cesan, los hermanos y hermanas tienen muchas dificultades para encontrarlas y en muy pocas ocasiones alguien es capaz de contactar con ellas. ¿Acaso no son estas manifestaciones bastante obvias? (Sí). Cuando no hay desastres, dicen: “La gente necesita tener una vida normal. Tenemos que ocuparnos del día a día. Tengo que cocinar en casa cada día y llevar a los niños a la escuela y recogerlos, de modo que a veces no me es posible asistir a las reuniones. Además, para vivir hace falta dinero; es necesario pagar todos los gastos básicos. No podemos sobrevivir sin ganar dinero. En este mundo, nadie puede arreglárselas sin dinero. ¡Creer en Dios debe ser algo práctico!”. Hablan de manera verosímil, aducen abundantes razones, se centran por completo en ganar dinero y en ocuparse del día a día, solo asisten a alguna reunión de vez en cuando y en muy pocas ocasiones leen las palabras de Dios. Su actitud hacia la fe en Dios es tibia, ni fría ni caliente. Cuando ocurren desastres, dicen: “Oh, no puedo estar sin Dios; ¡lo necesito! ¡Debo orarle y llamarlo cada día! No intento evitar los desastres; lo principal es que no puedo estar sin Dios en el corazón. Aunque tenga una buena vida, ¡si no tengo a Dios en el corazón, me siento vacío!”. No pueden expresar ni una sola palabra que demuestre que conocen a Dios; solo profieren palabras para justificar sus acciones y su comportamiento. No saben cuántos libros distribuye la casa de Dios a todo el mundo, así como tampoco de qué tema han tratado los sermones ni qué verdades se están compartiendo en esos momentos en la vida de la iglesia. Asisten a una reunión cada seis meses o una vez al año. Cuando van a las reuniones, dicen: “Los no creyentes son terribles. La sociedad es injusta. Este mundo es malvado. ¡Cuesta mucho esforzarse para ganar dinero! La carga que impone Dios sobre la gente es ligera…”. No paran de hablar sobre esas futilidades que no tienen nada que ver con los temas ni el contenido de la charla de la reunión. Expresan algunas palabras vacías en su oración y unos cuantos vocablos superficiales sobre creer en Dios y, entonces, se consideran a sí mismas creyentes y se sienten tranquilas en el corazón y en paz. ¿Es eso creer en Dios? ¿Qué tipo de personas despreciables son esas? Si les preguntas: “¿Por qué no asistes a las reuniones de manera habitual?”, responden: “Mis condiciones no me lo permiten. Este es el entorno que Dios ha dispuesto para mí y debo someterme”. ¡Qué bien suenan esas palabras! También dicen: “Mira, Dios ha dispuesto este entorno para mí. Toda mi familia depende de mí para comer, ¡de modo que debo ganar dinero para sobrevivir! En estos momentos, ganar dinero es la tarea que Dios me ha encomendado”. Omiten por completo mencionar el cumplimiento de su deber, así como sus responsabilidades y obligaciones como seres creados, y mucho menos mencionan cómo practicar las palabras de Dios; solo asisten a alguna reunión de vez en cuando, ofrendan unos cuantos yuanes y piensan que han hecho una contribución a la casa de Dios. Hay otros que, cuando sus hijos enferman, oran a Dios y, al cabo de unos días, cuando estos han mejorado, se apresuran a ofrendar algo de dinero a la iglesia y vuelven a desaparecer. Cada vez que interactúan con los hermanos y hermanas, nunca comparten la verdad ni leen las palabras de Dios. Cuando no hay desastres ni calamidades, nunca oran a Dios. Sus conversaciones cotidianas siempre giran en torno a banalidades domésticas, disputas sobre lo que está bien y lo que está mal, la vida carnal, diversos fenómenos sociales y distintas cosas que ven y oyen; muy pocas veces comparten las palabras de Dios y nunca expresan ni una palabra sincera relacionada con el hecho de creer en Dios. Solo mantienen su posición en la iglesia para buscar el cuidado y la protección de Dios. Esta es su manera de creer en Él; solo buscan paz y bendiciones sin perseguir la verdad en absoluto. No tienen interés alguno en la verdad. Solo quieren obtener beneficios, gracia y bendiciones por creer en Dios. No les preocupa la otra vida porque no pueden verla ni creen en ella en absoluto. Solo quieren disfrutar de la gracia de Dios en esta vida y evitar todos los desastres. Dado que Dios y la iglesia son su refugio, cuando asisten a reuniones, lo hacen sin duda porque se enfrentan a dificultades o desastres. ¿Son estos individuos creyentes en Dios sinceros? (No). ¿Qué tipo de personas son? (Oportunistas e incrédulos). Son incrédulos que quieren utilizar la iglesia para evitar desastres. ¿Se les debería permitir permanecer en la iglesia? (No). Cuando van a reuniones, perturban a otros y les provocan malestar interior. La mayoría de la gente es demasiado educada y se sentiría incómoda si intentara refrenarlos, de modo que los dejan parlotear sin cesar y que perturben a todo el mundo mientras comen y beben las palabras de Dios. ¿Qué deberían hacer los líderes y los obreros en ese momento? ¿Acaso no deberían asumir la responsabilidad de restringir a esas personas, de proteger los intereses de la mayoría y de mantener la vida normal de la iglesia? (Sí). Puedes recuperar los libros de las palabras de Dios que obran en su poder y aconsejarles que se marchen de la iglesia. Hay varias maneras de persuadir a alguien para que se vaya de la iglesia; podéis pensar en la que queráis. Solo aseguraos de que ya no puedan volver a contactar con los hermanos y hermanas. Supongamos que alguien dice: “Esta persona es buena. Solo habla sobre algunas banalidades domésticas en la iglesia, pero no perturba su obra ni afecta a nuestro cumplimiento del deber, de modo que deberíamos ser tolerantes. Ya que creemos en Dios, ¿no deberíamos tolerar y soportar a todo tipo de gente? ¡Dios quiere que todas las personas se salven y que nadie sufra la perdición!”. En este caso, debes considerar si son un objetivo de salvación. Si no lo son, ¿acaso no deberíamos discernirlas y echarlas? (Sí). Algunos dicen: “Soy demasiado educado; me daría vergüenza intentar persuadirlas para que se vayan de la iglesia”. Este problema es fácil de resolver. Si simplemente no contactas con ellas, no te perturbarán ni te constreñirán. Aunque te las encuentres, no hace falta que interactúes con ellas. No es necesario hablar con ellas sobre cuestiones relacionadas con creer en Dios; solo trátalas como a no creyentes. Algunos dicen: “¿No podemos ayudarlas con amor y compartir con ellas la verdad que entendemos?”. En el caso de estos incrédulos, si realmente tienes amor, puedes intentarlo. Si puedes cambiarlos de veras, no hace falta echarlos o expulsarlos. Algunos dicen: “No malgastaré mis esfuerzos. Ayudarlos es inútil, como bañar a un cerdo; por muy limpio que lo dejes, seguirá revolcándose en el barro. Es exactamente ese tipo de criatura; ¡no cambiará!”. Si puedes entender esto, vas bien. ¿Seguirás compartiendo la verdad con estos incrédulos para ayudarlos? ¿Seguiréis haciendo este trabajo baldío? (No). En ese momento, os daréis cuenta de que fuisteis unos estúpidos y de que no pudisteis ver su interior. Los incrédulos no pueden cambiar. Esta gente también sabe que los que creen en Dios hacen buenas acciones, evitan cometer actos malos y no avasallan a otros ni los engañan. Tienen una buena impresión de los que creen en Dios, de modo que se disfrazan bajo la consigna de “creer que hay un Dios” y “creer en Dios es bueno” y se cuelan en la iglesia, lo que hace que los demás los consideren hermanos o hermanas. Algunas personas ciertamente caen en este engaño, los consideran de veras hermanos o hermanas, y suelen visitarlos y ayudarlos. Solo después de un largo tiempo se dan cuenta y piensan: “Esta persona solo viene a la iglesia cuando se enfrenta a desastres o dificultades y dice cosas inútiles y absurdas. Cuando las cosas le van sobre ruedas y le parece que todo está bien, cuando su vida es buena, ignora a todo el mundo. ¡Si hubiéramos sabido antes que era un canalla, no lo habríamos ayudado ni nos habríamos esforzado tanto por él!”. ¿Sirve de algo arrepentirse ahora? Es demasiado tarde para eso; ¡ya has hablado más de la cuenta en vano! En resumen, es necesario discernir a estos incrédulos, ocuparse de ellos y echarlos de la iglesia lo antes posible. No los consideres hermanos y hermanas; no lo son. Solo las personas que Dios escoge son hermanos y hermanas; solo los que pueden salvarse y persiguen adorar a Dios son hermanos y hermanas. Los que merodean por la casa de Dios para evitar desastres y disfrutan con avidez de Su gracia sin aceptar la verdad son incrédulos. No son hermanos y hermanas y, sin duda, no forman parte del pueblo escogido de Dios. ¿Lo entendéis? Se debe tratar a estos incrédulos según los principios y deshacerse de ellos de la manera que corresponde. Esta es la responsabilidad de los líderes y los obreros, y también es un principio que todo el pueblo escogido de Dios debería tener claro.
23 de octubre de 2021
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