Las responsabilidades de los líderes y obreros (23) Parte 3
E. Vivir de la iglesia
A continuación, vamos a hablar sobre la quinta finalidad: creer en Dios para vivir de la iglesia. Todos estáis familiarizados con este tema de vivir de la iglesia, ¿cierto? (Sí). ¿Cuáles son las manifestaciones de las personas que viven de la iglesia? ¿A través de qué manifestaciones podemos determinar que la finalidad con la que creen en Dios es impura, que no siguen a Dios con sinceridad ni intentan alcanzar la salvación y que no han venido a perseguir y aceptar la verdad ni a practicar las palabras de Dios sobre la base de una creencia en la existencia de Dios y de una voluntad de aceptar Su salvación, de modo que puedan conseguir el objetivo de obtener la salvación, sino que han venido a vivir de la iglesia? ¿Qué significa vivir de la iglesia? A nivel superficial, el significado es muy claro. Quiere decir unirse a una denominación a través de la creencia religiosa con la finalidad de resolver problemas relacionados con la vida cotidiana de uno y la cuestión de procurarse el alimento. Esta es la definición más concisa, directa y clara de vivir de la iglesia. Por tanto, ¿qué manifestaciones exhiben estos individuos que confirman que no son auténticos creyentes, sino que, por el contrario, han venido a vivir de la iglesia? Algunos son competentes en una aptitud determinada y tienen la capacidad de trabajar como una persona normal, pero ven que esta sociedad es injusta y que no es fácil ganarse la vida trabajando en ella. Ganar dinero a través del trabajo para sustentar a todos los miembros de la familia de uno exige levantarse pronto, acostarse tarde, soportar muchas adversidades y aguantar infinidad de agravios; uno debe ser diplomático y flexible también, pero al mismo tiempo lo bastante implacable y malo, y tener estratagemas y capacidades; solo entonces puede uno procurar un sustento estable y hacerse un lugar en la sociedad. Si nos fijamos en los que trabajan, al margen del sector al que se dediquen y de si pertenecen a la clase social alta, media o baja, ganarse la vida no es sencillo. Los trabajadores administrativos fingen una fachada de semejanza humana, con sus aspectos glamurosos, sus puestos de alto rango, sus altas cualificaciones académicas y sus grandes salarios y beneficios laborales, y todo el mundo los envidia, pero cada obstáculo con el que se encuentran en el lugar de trabajo es una experiencia terrible. Trabajar en cualquier campo no es sencillo. Ser campesino y trabajar la tierra es incluso más difícil. Los campesinos se esfuerzan con gran afán y, aun así, solo obtienen comida suficiente para alimentar a sus familias, no les queda dinero para comprar ropa y otras necesidades ni para reparar sus casas, y cuando quieren gastarse algo de dinero, deben recurrir a vender verduras o criar ganado; ¡ser campesino es incluso más miserable! Como dicen los no creyentes: “Cuesta ganar dinero; nacer es fácil, pero vivir es difícil”; ganarse la vida es muy complicado. Algunos no tienen ningún medio con el que ganarse la vida, ven que los no creyentes son muy malos y piensan que los que tienen fe religiosa son ingenuos y que ganarse la vida en la iglesia podría ser un poco más sencillo, de modo que aprovechan la oportunidad que ofrece el hecho de que la casa de Dios predica el evangelio para infiltrarse en la iglesia. Y después de oír que se ofrecen alimentos a los que cumplen deberes, vienen a cumplir un deber. Algunos de los que quieren cumplir un deber piensan: “Soy el sostén de mi familia. Mientras haya gente en casa para cultivar la tierra y estén cubiertos los gastos básicos de mi familia, cumpliré mi deber”. La finalidad principal con la que creen en Dios y cumplen un deber es obtener suficiente alimento y ropa cálida para garantizar su supervivencia, tomar tres comidas al día y dejar de recurrir a trabajar y ganar dinero para sustentarse; todo les parece bien mientras cuenten con la ayuda de la iglesia y de los hermanos y hermanas. Para lograr este objetivo, hacen todo lo que la iglesia dispone que hagan. También hay algunos que, después de entrar en la iglesia, comienzan a aprender cómo ser líderes y predicar sermones. Leen mucho las palabras de Dios, las anotan y las memorizan bien y, tras retenerlas, aprenden a predicar a otros y ayudan a la gente a resolver problemas. Prueban todas las maneras posibles para ayudar a todo el mundo y esperan que los demás les tiendan la mano después de recibir su ayuda, que les estén agradecidos tras escuchar sus sermones y las palabras de Dios que predican y que, por tanto, les ofrezcan caridad y asistencia. Por ejemplo, si no tienen dinero para pagar las facturas domésticas de luz y agua, los hermanos y hermanas pueden ayudarlos a pagarlas, y si no tienen dinero para pagar los costes de matrícula de sus hijos o para cubrir los gastos médicos de sus padres enfermos, la iglesia o los hermanos y hermanas pueden proporcionar estos fondos porque estas personas cumplen un deber. De esta manera, están tranquilas al creer en Dios y sienten que su fe en Él vale la pena, que esta no les ha supuesto ninguna pérdida y que han logrado su objetivo. En todo momento dan gracias a Dios de corazón y dicen: “Todo esto es la gracia y el favor de Dios. ¡Gracias a Dios!”. Para “corresponder” a Su amor, “obedecen” los arreglos de la iglesia y, mientras les proporcionen comida y les cubran los gastos básicos, harán cualquier tipo de tarea; su propósito es simplemente obtener un sustento estable a cambio. Cuando la iglesia desatiende sus necesidades vitales y no resuelve sus dificultades de manera oportuna, se sienten infelices. Su actitud hacia la obra de la iglesia y hacia los deberes que la casa de Dios les ha asignado cambia de inmediato. Dicen: “Esto no funcionará, tengo que salir y ganar dinero. En el pasado, no tuve la oportunidad de ganar dinero porque hacía la obra de la iglesia. Incluso solía arriesgarme a que me arrestara el gran dragón rojo al acudir en persona para hacer ese trabajo, y soy conocido en todas partes. Ahora eso no me resulta conveniente para ganar dinero. ¿Qué debería hacer?”. En este tipo de situación, expondrán de manera activa sus dificultades y exigencias ante los hermanos y hermanas e incluso acudirán y harán requerimientos a la casa de Dios. Algunos no tienen dinero para sus gastos básicos o para sustentarse en la vejez, pero no resuelven estos problemas por sí mismos. En lugar de eso, quieren depender de esforzarse en la casa de Dios para ganar dinero para sus gastos básicos. Algunos incluso agravan esta situación aún más: no solo piden a la casa de Dios que les costee sus gastos básicos, la crianza de sus hijos y el sustento de sus padres, sino que también solicitan dinero para sus gastos médicos. Algunos incluso piden dinero a la casa de Dios para pagar sus préstamos; sus exigencias son cada vez más excesivas, y realmente no tienen ninguna vergüenza de solicitar estas cosas. Después de que algunos vengan a creer en Dios y se unan a la iglesia, el dinero que la casa de Dios ha pagado para cubrir sus gastos, así como los fondos adicionales que piden de manera activa, supera el sueldo que ganan trabajando. Siempre y cuando se cumplan estas condiciones, por fuera parece que realizan con dedicación y mucha lealtad el trabajo que la casa de Dios les ha asignado. No obstante, cuando se reducen o desaparecen estos beneficios, su actitud cambia. Su actitud hacia el trabajo que les ha asignado la iglesia varía en función de cómo se comportan los hermanos y hermanas con ellos y de la cantidad de ayuda económica que la casa de Dios les ofrece. Una vez que se retira o desaparece la gracia de la que disfrutan, ya no se les puede ver cumplir sus deberes. Desde el momento en el que comienzan a creer en Dios, estos individuos hacen cálculos sobre cómo pueden valerse de engaños para ganarse un puesto en la casa de Dios y disfrutar “con derecho” de la caridad y la ayuda de los hermanos y hermanas después de asegurarse una posición allí, así como de la ayuda de la casa de Dios y de sus provisiones para su vida cotidiana. En absoluto se esfuerzan por Dios con sinceridad y de ningún modo vienen a entregarse de manera incondicional, sino que se unen a la iglesia con un solo propósito, el de vivir de la iglesia y asegurarse una forma de ganarse la vida. Cuando este propósito no se puede cumplir como desearían, no tardan en volverse hostiles y revelar su verdadero rostro, que es el de un incrédulo. Desde que comienzan a creer en Dios, no vienen con sinceridad; no siguen a Dios de corazón, no renuncian a cosas ni se esfuerzan por Dios por voluntad propia, sin pedir recompensas y sin exigir nada a cambio. Por el contrario, vienen a creer en Dios con sus propias exigencias, intenciones y finalidad, con su propósito de vivir de la iglesia con determinación y depender de la iglesia y de los hermanos y hermanas para ganarse la vida, ya que creen en Dios. Cuando esta finalidad no se puede lograr ni cumplir como desean, encuentran otra manera de salir adelante, ya sea yendo a trabajar o haciendo negocios. ¿No hay gente así? (Sí). En la iglesia hay algunos de este tipo. Al principio, cuando la casa de Dios o los hermanos y hermanas les ofrecen cosas por caridad, como ropa, necesidades cotidianas o dinero, por fuera parece que se sienten avergonzados, pero en realidad irradian alegría por dentro. Por ejemplo, supongamos que personas así acogen a uno o a dos hermanos y hermanas o cumplen su deber a tiempo completo y, por tanto, la casa de Dios o los hermanos y hermanas les ofrecen algo de caridad y de ayuda económica para sus familias. Se sienten bastante felices y contentos por esto, y piensan que creer en Dios vale la pena y es rentable y que no han salido perdiendo. A medida que pasa el tiempo, su corazón se va volviendo más avaricioso, exigen cada vez más y pierden la vergüenza; por mucho que se les dé, nunca están satisfechos. Al principio, se sienten avergonzados de aceptar cosas, sin embargo, con el paso del tiempo, consideran que está justificado en cierto modo y entonces comienzan a estar resentidos porque creen que no es suficiente. Más tarde, exigen directamente que la casa de Dios debe darles cierta cantidad; de lo contrario, no podrán sobrevivir y, por tanto, no podrán cumplir sus deberes. ¿Acaso no es su avaricia cada vez mayor? (Sí). A pesar de disfrutar de tanta gracia, no solo no piensan en corresponderla, sino que también exigen cada vez más a la casa de Dios. Creen que es la casa de Dios la que les debe algo, que son los hermanos y hermanas quienes les deben algo, y que es justo que les ofrezcan caridad y ayuda económica. Si les dan menos o si lo reciben tarde, no están satisfechos. Aceptan cualquier cantidad de dinero y cualquier cosa que les den, con el pensamiento de que es justo. A medida que siguen cumpliendo su deber durante un mayor período de tiempo, se sienten aún con más derecho y empiezan a exigir que la casa de Dios les proporcione teléfonos móviles y ordenadores de gama alta. También exigen que la casa de Dios les instale aparatos de aire acondicionado en sus casas y les suministre electrodomésticos, como microondas y lavavajillas. Incluso exigen que la casa de Dios les compre una casa y les facilite un vehículo y algunos piden una empleada doméstica. Sus exigencias y su avaricia son cada vez mayores y, al final, hacen demandas ridículamente excesivas y se atreven a pedir cualquier cosa. Creen: “Me he entregado y esforzado por la casa de Dios en mi fe en Dios. Formo parte de la casa de Dios. Vosotros hacéis muchas ofrendas a Dios; ¿qué problema hay en que me deis una parte? Además, si me dais una parte, no será a cambio de nada; yo también me esfuerzo en la casa de Dios y asumo riesgos, también soporto adversidades y pago un precio. ¿Acaso no es justo que consiga disfrutar de esas cosas? Por tanto, la casa de Dios debe cumplir de manera incondicional mis exigencias, debería darme todo lo que necesito y no ser tacaña”. Decidme, ¿acaso no son estas las manifestaciones de vivir de la iglesia? ¿No son unos incrédulos estos individuos? (Sí). La definición precisa de estos comportamientos es vivir de la iglesia. ¿Qué quiere decir vivir de la iglesia? Significa extorsionar dinero y bienes a la casa de Dios con el pretexto de creer en Dios, y exigir una compensación a la casa de Dios bajo la apariencia de esforzarse por ella y cumplir un deber. Eso es lo que quiere decir vivir de la iglesia. ¿Pueden estas personas perseguir la verdad? (No). ¿Por qué renuncian a cosas, se esfuerzan y soportan adversidades? ¿Es para cumplir un deber? ¿Practican la verdad? (No). Se esfuerzan y soportan adversidades no con la finalidad de cumplir su deber en absoluto, sino con el único fin de asegurarse una forma de ganarse la vida, y no permiten que nadie las critique de ningún modo; solo quieren vivir de la iglesia de manera justificada. Es gente que vive de la iglesia.
Los que viven de la iglesia creen en Dios por ninguna otra razón que no sea la de asegurarse una forma de ganarse la vida, de obtener sustento. ¿Hay personas a vuestro alrededor que viven de la iglesia? Hablad de sus manifestaciones. (Me he encontrado con alguien así. Al principio, parecía un poco inteligente y entusiasta, de modo que la iglesia dispuso que predicara el evangelio. En ese momento, su familia pasaba por apuros, por lo que la iglesia lo ayudó un poco. No obstante, se supo más adelante que se gastaba el dinero sin principios, en cosas que no debía y sin ahorrar cuando podía. Cuando los hermanos y hermanas compartían los principios-verdad con él, se mostraba infeliz y muy reticente por dentro. Debido a que hizo un mal uso del dinero de la casa de Dios, la iglesia realizó unos ajustes razonables de acuerdo con los arreglos y las disposiciones de la casa de Dios, con lo que redujo la ayuda económica que se le había concedido. En consecuencia, él perdió la energía que antes había tenido al cumplir su deber y se volvió cada vez más negligente. Más adelante, la iglesia dejó de ayudarlo y él dejó de poner el corazón en el cumplimiento de su deber. Se pasaba todo el tiempo pensando en cómo trabajar y ganar dinero. Incluso pidió dinero prestado a los hermanos y hermanas con la excusa de que necesitaba comprarse un coche e invertir para crear una empresa y de que, de esta manera, predicar el evangelio sería más práctico y ganaría a más personas. Está claro que con estas palabras engañaba y desorientaba a la gente; utilizaba el pretexto de predicar el evangelio para estafar dinero a los hermanos y hermanas). ¿Cómo se ocuparon de este individuo? (Lo expulsaron directamente). Fue lo correcto. Eso es vivir de la iglesia. Cuando las personas que viven de la iglesia vienen por primera vez a creer en Dios, parecen entusiasmadas en cierto modo, se esfuerzan un poco y, en esos momentos, no tienen grandes exigencias, les basta con solo recibir comida. Sin embargo, con el paso del tiempo, ya no están satisfechas con lo que les dan, sus exigencias son cada vez mayores y, si no se cumplen, comienzan a actuar de manera escurridiza y dejan de estar dispuestas a rendir servicio. Cuando cumplen una pequeña parte de sus deberes, incluso hay que vigilarlas porque, de lo contrario, lo hacen de manera superficial. Al final, cuando se observa que el servicio que rinden hace más mal que bien, son descartadas. Algunos dicen: “¿Por qué la casa de Dios no les demuestra amor?”. También hay principios por lo que respecta a demostrar amor. Esos individuos son unos incrédulos, no leen las palabras de Dios ni aceptan la verdad, actúan en todo momento de manera escurridiza y superficial al cumplir sus deberes y no escuchan cuando se comparte la verdad ni aceptan ningún tipo de poda; podría decirse que son incorregibles. Por consiguiente, la única forma de ocuparse de ellos es echarlos y descartarlos. Si los líderes y los obreros descubren a este tipo de persona, deben ocuparse de ella de inmediato, y si son los hermanos y hermanas quienes la descubren, deben apresurarse a informar del caso a los líderes y obreros. Esta es la responsabilidad de cada uno de los miembros del pueblo escogido de Dios. Una vez que se confirme que este individuo vive de la iglesia, que solo busca procurarse una forma con la que ganarse la vida, que es un incrédulo, que se niega a trabajar si no le dan dinero, que se vuelve reticente y hostil cuando siente que no le pagan bastante y que trabaja un poco solo cuando la retribución es suficiente, no se le debería tratar con indulgencia; ¡hay que echarlo! Para ser exactos, las personas así no son ni siquiera aptas para rendir servicio en la casa de Dios. Si no les pagas, no estarán dispuestas a rendir servicio; pero mientras les pagues, aunque son conscientes de que solo rinden servicio, seguirán dispuestas a hacerlo. ¿Pero qué tipo de servicio pueden rendir estos incrédulos? Ni siquiera pueden rendir servicio bien, y su servicio no cumple con el estándar, de forma que se los debería descartar. Por tanto, lo primero que hay que hacer una vez que se ha discernido que son el tipo de individuos que viven de la iglesia es ocuparse de ellos y expulsarlos de la iglesia por ser considerados personas malvadas. Esto no es exagerado en absoluto; está en consonancia por completo con los principios de la casa de Dios para echar y expulsar a gente. ¿Se le debe dar a este tipo de individuo la oportunidad de arrepentirse? ¿Se le debe mantener bajo observación? (No). ¿Es capaz de arrepentirse? (No). Esta es precisamente su naturaleza; nunca se arrepentirá. Es de la calaña de Satanás. Entre la calaña de Satanás, hay un tipo de personas con la naturaleza de un canalla endiablado, que quieren vivir a costa de otros estén donde estén, que no participan en ningún trabajo adecuado vayan donde vayan y que solo pretenden estafar y engañar a la gente. Ven que los creyentes en Dios tienen humanidad y asumen que son blancos fáciles, de modo que vienen a la casa de Dios para vivir de la iglesia. Poco se imaginan que ya hace mucho tiempo que la casa de Dios las ha discernido, se ha protegido de ellas y tiene principios para ocuparse de la gente así. Cuando fracasan en sus intentos de vivir de la iglesia, montan en cólera de manera vergonzosa y ponen al descubierto sus auténticas intenciones. En ese momento, sabrás por qué la casa de Dios no da a los individuos así la oportunidad de arrepentirse: porque no tienen humanidad y son incapaces de cambiar. Son los canallas endiablados sobre los que hablan los no creyentes. Por tanto, el modo que tiene la casa de Dios de ocuparse de esas personas es echarlas o expulsarlas directamente, y no volver nunca a aceptarlas en la iglesia. ¿Es apropiado tratarlas como personas malvadas? (Sí). Con esto concluimos nuestra charla sobre este tema.
F. Buscar refugio
A continuación, vamos a hablar sobre la sexta finalidad, el sexto tipo de incrédulo al que se debería echar o expulsar de la iglesia: aquellos que creen en Dios con la finalidad de buscar refugio. Algunos dicen: “¿Cuáles son las manifestaciones de buscar refugio? ¿Hay quien cree en Dios para buscar refugio? ¿Existe realmente ese tipo de gente?”. ¿Habéis oído alguna vez a alguien decir: “La iglesia es un lugar de refugio; la gente cree en Dios, de modo que puede buscar refugio”? Muchas personas del mundo religioso dicen esto. Por lo que respecta a la esencia de este dicho, ¿existe alguna diferencia entre este dicho y la finalidad de “creer en Dios para buscar refugio” que vamos a diseccionar? (Sí). ¿Cuál es la diferencia? ¿De qué buscan refugio? (Los que creen en Dios con sinceridad también tienen algunas impurezas mientras persiguen la verdad; también esperan evitar desastres o dificultades y ganar algo de paz. No obstante, el tipo de persona de la sexta finalidad cree en Dios estrictamente para buscar refugio, sin tener la más mínima fe sincera en Él. Esa es la diferencia). En este caso, la diferencia consiste en tener impurezas en la finalidad con la que uno cree en Dios frente a creer en Dios con la única finalidad de buscar refugio. Aparte de esta distinción, también hay otra por lo que respecta a aquello de lo que buscan refugio. Algunos tienen impurezas mezcladas con la finalidad con la que creen en Dios; creen en Dios para evitar desastres y escapar de estos, o para que Dios los proteja y cuide de ellos y, así, puedan de manera objetiva eludir algunos peligros y desastres. Son estos desastres los que intentan evitar. El tipo de personas de esta sexta finalidad que estamos compartiendo, las que creen en Dios con la finalidad de buscar refugio, buscan refugio de una gran variedad de cosas. Para ellas, lo que es más real va más allá de evitar esos desastres y esas calamidades importantes que todavía tienen que ocurrir. Así pues, ¿cuáles son las cuestiones más reales para ellas? Cosas como encontrarse con enemigos formidables en la sociedad, hacer frente a juicios, ofender a funcionarios gubernamentales o a gente influyente, infringir la ley, afrontar la guerra o los diversos desastres que se producen en su país, encontrarse con personas o acontecimientos que ponen en peligro su vida o la seguridad de su familia, etcétera. Tras enfrentarse a estas situaciones, encuentran una iglesia que creen que es digna de confianza y fiable en la que buscar refugio; este es el concepto de buscar refugio sobre el que se habla en la sexta finalidad. Es decir, cuando se encuentran con dificultades en su vida cotidiana que ponen en peligro su vida, familia, trabajo, carrera, etcétera, vienen a la iglesia para buscar refugio, en busca de la ayuda de una fuerza compuesta por un gran número de personas. Esto es creer en Dios con la finalidad de buscar refugio, tal como se menciona en la sexta finalidad. ¿Acaso no es esto diferente de las impurezas de los auténticos creyentes? (Sí). La finalidad con la que este tipo de personas creen en Dios es buscar refugio y ayuda en la iglesia. Es decir, esperan que la iglesia pueda tenderles la mano y, aparte de ayuda económica, también exigen que la iglesia les proporcione protección, apoyo y asistencia. Además, algunos que son así también quieren utilizar la influencia, el estatus y la reputación de la iglesia en la sociedad para luchar contra las fuerzas o los regímenes perversos que oprimen y perjudican a los que creen en Dios, de modo que puedan proteger su vida o sustento. Esta es la finalidad con la que creen en Dios. ¿Hay gente así? Creen que la iglesia es un buen lugar de refugio que puede estar al margen de la política y la sociedad y piensan que, cuando necesiten ayuda, la iglesia puede tenderles la mano con sinceridad y amabilidad para ofrecerles cualquier ayuda económica, abogar por ellos, defenderlos, representarlos en juicios y luchar por sus derechos e intereses. Esta es la finalidad con la que estos individuos creen en Dios. A día de hoy, ¿hay gente así en la iglesia? ¿Habéis oído que haya este tipo de personas? Sin duda, hay individuos así en las iglesias de otros países. Creen en Dios y se unen a la iglesia con la única finalidad de buscar refugio. No entienden qué es la fe, ni mucho menos les interesa la verdad. No obstante, cuando se encuentran con dificultades y no pueden encontrar ayuda alguna en la sociedad, piensan en la iglesia y creen que es un lugar donde pueden refugiarse con seguridad, la mejor vía de escape y el sitio más seguro, de modo que optan por creer en Dios y entrar en la iglesia para lograr su finalidad de evitar desastres.
Las catástrofes se tornan cada vez más grandes y el hombre no tiene manera de vivir. Hay algunos que optan por creer en Dios meramente para evitar desastres. Creen en Su existencia, pero no tienen el menor amor por la verdad. Si tales personas llegan a creer en Dios, ¿debe admitirlas la iglesia? Muchos no tienen clara esta cuestión y piensan que cualquiera que crea que Dios existe debe ser admitido por la iglesia. Ese es un terrible error. La decisión de la iglesia de admitir a alguien debe basarse en si esa persona puede aceptar la verdad y si es objeto de la salvación de Dios, no en si está dispuesta a creer en Él. Existen muchos demonios que quisieran obtener bendiciones y encontrar una salida a través de la fe en Dios, ¿debería la iglesia admitirlos también? Esto no es como predicar el evangelio en la Era de la Gracia, cuando se admitía a cualquiera con tal de que creyera; por lo que se refiere a quién admite la iglesia en la Era del Reino, hay principios y las restricciones de los decretos administrativos de Dios. Sea quien sea, si no ama o no acepta la verdad, no puede ser admitido. ¿Por qué no se admite a estas personas? No se las puede admitir por el motivo principal de que no podemos percibir claramente sus antecedentes o qué clase de personas son en realidad. Si la iglesia admitiera a un demonio, a una persona malvada de una perversidad atroz, todo el mundo sabe las pésimas consecuencias que eso tendría para la iglesia. Además, al creer en Dios, debemos entender Sus intenciones, a quién salva y a quién descarta. ¿De qué personas está compuesta la iglesia? Se compone de aquellos que aceptan la salvación de Dios, de los que aman la verdad, de aquellos a quienes Dios acepta. Dios no salva a los que no creen realmente en Él y no aceptan la verdad, porque no aceptar la verdad es un problema de la propia naturaleza, y esta clase de personas son de la clase de Satanás y nunca van a cambiar. Por tanto, tales personas nunca deben ser admitidas en la iglesia. Si alguien admite la entrada a la iglesia de una persona malvada, de un demonio, entonces esa persona se considera un lacayo de Satanás. Han venido deliberadamente a derribar y destruir la obra de la iglesia, y son un enemigo de Dios. Admitir la entrada de un diablo así, de un enemigo de Dios, en la iglesia supone ofender el carácter de Dios e infringir Sus decretos administrativos, y la casa de Dios no tolerará esto de ninguna manera. La gente malvada, los demonios, no deben ser admitidos en la iglesia; esta es una de las posturas y requisitos claros de la iglesia en la obra de predicar el evangelio. La iglesia no tiene ninguna responsabilidad de admitir a los que eligen creer en Dios para escapar del desastre, ni debe admitir nunca la entrada a los que no aceptan la verdad en lo más mínimo, porque Dios no salva a esas personas. Se cuenta entre los malvados a cualquiera que no reconozca las palabras de Dios Todopoderoso como la verdad, a los que se resisten a la verdad y sienten aversión por ella, y Dios no va a salvar a tales personas. En cuanto a los que reconocen a Dios en su corazón, pero no aman la verdad, y los clasifican como incrédulos que se comen el pan y se sacian, la iglesia nunca debe admitir a ninguno de ellos. Eso por no hablar de aquellas personas sin escrúpulos de la sociedad a quienes les gustaría venir a buscar refugio en la iglesia; a ellas hay que admitirlas aún menos. Esto se debe a que la iglesia no es una organización benéfica, sino el lugar donde Dios lleva a cabo la obra de salvar al hombre. La obra de la iglesia no tiene nada que ver con el gobierno de la nación. Las organizaciones sociales persuaden a la gente para que haga buenas acciones y deponga las armas; esto es por el bien de la nación y no tiene nada que ver con la iglesia. Si alguien se atreve a atraer a la iglesia a una persona malvada no creyente, a un diablo o a un incrédulo, esa persona habrá ofendido el carácter de Dios e infringido Sus decretos administrativos. La casa de Dios debe echar o expulsar a quien atraiga a una persona malvada, a un demonio, a la iglesia. Esta es la clara postura de la iglesia hacia la labor de predicar el evangelio. Cuando estas personas malvadas, estos demonios, quieran venir a buscar refugio en la casa de Dios, hay que decirles que se han equivocado de puerta, que han elegido el lugar equivocado. Desde luego, la iglesia no los admitirá. Esta es la clara postura de la iglesia hacia los no creyentes que les gustaría buscar refugio. ¿Ha quedado esto claro? (Sí). Entonces, ¿cómo deberíamos ocuparnos de esa gente? ¿Cuál es la manera apropiada de explicárselo? Debes decirles: “Sea cual sea el país, hay sociedades de la Cruz Roja, instituciones benéficas, refugios y templos budistas, así como grupos de voluntarios en la sociedad. Si afrontas problemas y sientes que hay agravios que se deben resolver, puedes buscar ayuda en esas organizaciones. Además, puedes pedir al gobierno asilo político o para refugiados y, si tus condiciones económicas lo permiten, puedes contratar a un abogado para que se ocupe de tu caso. Pero esto es la iglesia; es un lugar donde Dios obra y salva a gente, no un sitio para que busques refugio. Por tanto, que hayas entrado en la iglesia no es apropiado, como tampoco sirve de nada que permanezcas aquí. Dios no acepta a ese tipo de personas y la iglesia tampoco las recibe. Al margen de las dificultades que tengan los no creyentes, deberían buscar la ayuda de las organizaciones benéficas y de ayuda humanitaria, o de las agencias de asuntos sociales de la sociedad; estas organizaciones se preocupan de servir a la gente, ofrecer caridad y ayudar a los demás. Sean cuales sean las quejas o las demandas que tengas, puedes ponerte en contacto con dichas entidades o solicitar ayuda al gobierno. Esos son los lugares más apropiados para ti”. La iglesia no admite a incrédulos ni a no creyentes. Si alguien es particularmente “cariñoso”, deja que sean ellos quienes admitan personalmente a alguien así y se encarguen de él; pueden pastorear por sí mismos a la gente así, y la casa de Dios no interferirá en ello. Algunos podrían preguntar: “¿Por qué predica el evangelio la iglesia, entonces? ¿Cuál es la finalidad de predicar el evangelio?”. Predicar el evangelio es una comisión de Dios. Los destinatarios potenciales del evangelio son aquellos que buscan a Dios y el camino verdadero, los que anhelan la aparición de Dios, los que aman la verdad y pueden aceptarla, y los que creen realmente en Dios; el evangelio solo se puede predicar a estas personas. El evangelio no se predica a los que no buscan a Dios ni a los que no vienen a aceptar la verdad, sino a buscar refugio. Algunas personas atolondradas no pueden alcanzar a ver la realidad de este asunto y sufren confusión cuando les ocurren cosas; esas son las personas atolondradas que nunca entenderán las intenciones de Dios.
Ahora ya han aparecido varios desastres inusuales, y según las profecías de la Biblia, habrá desastres aún mayores en el futuro. Entonces, ¿cómo obtener la protección de Dios en medio de los grandes desastres? Contáctanos, y te mostraremos el camino.