Las responsabilidades de los líderes y obreros (23) Parte 4

G. Encontrar a alguien que los respalde

La séptima finalidad con la que la gente cree en Dios es encontrar a alguien que los respalde. ¿Habéis visto alguna vez a este tipo de personas? Se trata de una situación bastante especial; aunque no hay muchas, existen sin duda. Esto se debe a que las iglesias de Dios no solo han surgido en China, sino también en Asia, Europa, América y diversos países de África, de modo que estos oportunistas e incrédulos aparecerán con ellas. Al margen de cuán probable sea que estos individuos aparezcan, en cualquier caso, cuando lo hagan, debéis enfrentaros a ellos y discernirlos, y no permitir que estos incrédulos ganen ningún estatus ni provoquen perturbaciones en la iglesia. Si pensáis que estos problemas no existen porque no han aparecido o no os los habéis encontrado, esta idea es estúpida. Una vez que surgen estos problemas, si no tienes discernimiento ni sabes cómo resolverlos, ocasionarán grandes peligros ocultos a la iglesia, la casa de Dios, los hermanos y hermanas y la obra de la iglesia. Por tanto, antes de que nada suceda, debes saber a qué problemas habría que enfrentarse y cómo resolverlos. Esta es la mejor manera; te sirve de protección invisible. Los individuos mencionados en la séptima finalidad con la que se cree en Dios, aquellos que creen en Él para encontrar a alguien que los respalde, no son pocos. Esta sociedad está llena de injusticia, discriminación y opresión por todas partes. Personas de todas las clases sociales aborrecen y odian en gran manera las diversas injusticias de la sociedad y también se sienten muy furiosas. Sin embargo, no es sencillo escapar de las injusticias del mundo humano, salvo que desaparezcas de él. Mientras uno viva en este mundo y entre esta gente, será objeto, más o menos y en mayor o menor medida, de acoso y humillación, y puede que incluso de la caza y la persecución de ciertas fuerzas poderosas. Estas diversas injusticias y desigualdades han causado un gran estrés en la psique de la gente y les han provocado una importante presión psicológica y, por supuesto, muchas molestias en su vida normal. Como resultado, algunos no pueden evitar desarrollar una idea concreta: “Para que alguien pueda hacerse un sitio en la sociedad, debe tener una fuerza tras de sí que lo respalde. Cuando se encuentre con dificultades y necesite ayuda, o cuando vaya por su propia cuenta y esté desamparado, habrá un grupo de personas que lo respaldarán y llevarán la batuta, que resolverán los problemas y obstáculos a los que se enfrente, o que le asegurarán las necesidades básicas para vivir”. Así pues, se esfuerzan por buscar ese apoyo. Desde luego, algunos de estos individuos acaban encontrando la iglesia. Creen que las personas de la iglesia están unidas de corazón y trabajan por el mismo objetivo, y que cada una de ellas tiene fe, alberga buenas intenciones, se muestra amable con los demás, se aparta de los conflictos sociales y se distancia de las tendencias malvadas de la sociedad. Para los que creen en Dios, la iglesia es sin duda un símbolo de gran rectitud en esta sociedad y en el mundo; además, la gente tiene una imagen positiva, buena y amable de las personas de la iglesia. Algunos optan por creer en Dios porque pertenecen al estrato más bajo de la sociedad, carecen absolutamente de poder en esta y de buenos antecedentes familiares. Se encuentran con distintas dificultades a la hora de recibir formación, hacer amigos, encontrar trabajo o hacer diversas cosas, de modo que creen que, para sobrevivir y hacerse un sitio en esta sociedad, deben tener a alguien que los ayude. Por ejemplo, al buscar un empleo, si dependen de sí mismos y examinan sin propósito alguno una oportunidad laboral tras otra, podría suceder que llegaran a gastarse casi todos sus ahorros sin haber encontrado necesariamente un trabajo adecuado. Sin embargo, si en su búsqueda cuentan con el apoyo de alguien que sea de fiar y que pueda ayudarlos de manera sincera, se reducen mucho los problemas por los que tienen que pasar y el tiempo invertido en buscar empleo. Por tanto, creen que, si pueden encontrar a esa persona que los respalde, cuando tengan que enfrentarse a cualquier cosa en la sociedad —como recibir formación, buscar trabajo e, incluso, asegurar su vida diaria y su supervivencia— contarán con alguien que maneje los hilos y los respalde, un grupo de personas entusiastas que los ayude entre bastidores. Así pues, cuando encuentran la iglesia, sienten que han hallado el lugar correcto. La iglesia se convierte para ellos en una opción muy buena para hacerse un lugar en la sociedad y lograr tener una vida tranquila. Por ejemplo, cuando se trata de visitar a un médico, ir de compras, contratar un seguro, adquirir una vivienda, ayudar a sus hijos a escoger escuela o, incluso, gestionar cualquier asunto, siempre pueden encontrar en la iglesia a gente cariñosa que les tenderá una mano y los ayudará a resolver estos problemas. De esta forma, su vida es mucho más cómoda, ya no están tan solos en la sociedad y se reducen mucho las dificultades a la hora de gestionar asuntos. Por tanto, para ellos, venir a la iglesia para creer en Dios les reporta realmente beneficios tangibles. Incluso cuando vayan al médico, los hermanos y hermanas encontrarán a conocidos en el hospital para que los ayuden; pueden contar con los hermanos y hermanas para obtener las mejores ofertas de compra e, incluso, comprar casas a precios con descuento de empleado. Con la ayuda de los hermanos y hermanas de la iglesia, se resuelven todos estos problemas. Estas personas piensan: “¡Creer en Dios es fantástico! ¡Ahora, encontrar un trabajo, gestionar asuntos y hacer compras es muy cómodo! Siempre que necesito algo, solo tengo que hacer una llamada o enviar un mensaje al grupo, y todo el mundo une fuerzas para echar una mano. Hay mucha gente amable en la iglesia; ¡gestionar asuntos es muy cómodo! No fue sencillo encontrar a alguien que me respaldara, de manera que no me marcharé de la iglesia pase lo que pase. Pero en las reuniones que se celebran en la casa de Dios siempre se leen las palabras de Dios y se comparte la verdad, lo que hace que me sienta incómodo y en desacuerdo. No estoy dispuesto a comer y beber las palabras de Dios, y me repugna cada vez que oigo compartir la verdad. Sin embargo, si no la escucho, la cosa no funcionará; no puedo dejarlos. Me ayudan mucho. Si me niego a escuchar, me sentiré avergonzado, y también sería incómodo decir que ya no creo, de modo que debo seguir la corriente y decir cosas agradables”. En el corazón, no quieren realmente creer, pero solo pueden ocultar este sentimiento. Algunos dicen: “Solo los ves que siempre piden ayuda a los hermanos y hermanas para gestionar asuntos y que están bastante contentos cuando reciben esa ayuda; ¿puedes discernir solo a partir de eso que la finalidad con la que creen en Dios es encontrar a alguien que los respalde?”. Aparte de estas manifestaciones, fijaos en si suelen leer las palabras de Dios y compartir la verdad, si pueden cumplir su deber y mostrar algún cambio real; eso os permitirá saber si creen en Dios con sinceridad. Los que buscan a alguien que los respalde solo creen en Dios para usar a la iglesia y a los hermanos y hermanas para que les gestionen asuntos y les resuelvan las dificultades de su vida. Pero nunca mencionan el hecho de cumplir su deber, y tampoco comen ni beben ni comparten las palabras de Dios. En cuanto oyen hablar sobre alguna forma ingeniosa de hacer las cosas, se entusiasman mucho; comienzan a parlotear sin cesar y ni siquiera se les puede interrumpir. Pero cuando el tema trata sobre cumplir el deber o ser honesto y no mentir ni engañar a otros, enmudecen. En el corazón, no les interesan estas cosas; no importa con cuánta pasión hables, ellos no responden ni se involucran; incluso intentan en todo momento interrumpirte y dirigir la conversación hacia algún tema que les interese. Se devanan los sesos pensando en el modo de conseguir que los hermanos y hermanas hagan cosas y se esfuercen por ellos, sin querer darles ninguna oportunidad para que mencionen el hecho de cumplir el deber o de esforzarse por Dios. Si alguien sugiere que cumplan su deber o que se esfuercen por Dios, ellos enseguida encuentran un asunto propio urgente que ofrecer a cambio; mientras los hermanos y hermanas gestionan este asunto por ellos, se esfuerzan a desgana un poco por la casa de Dios, con lo que satisfacen la petición de los hermanos y hermanas por un estrecho margen, y una vez resuelto su asunto personal, se enfrían con respecto a los hermanos y hermanas. Para mantener el contacto con la iglesia, para no perder el respaldo de esta ni la ayuda de los hermanos y hermanas, se relacionan de cerca con todo aquel que les resulte útil, y suelen interesarse por él de manera solícita y decir palabras consideradas y poco sinceras para mantener la relación. Hablan sobre lo mucho que creen en la existencia de Dios, lo mucho que Él los bendice, la gran cantidad de gracia que Él les concede y cómo suelen derramar lágrimas y sentirse en deuda con Dios y dispuestos a corresponder a Su amor; lo dicen para engañar a los hermanos y hermanas y conseguir su ayuda. Cuando ya no les sirve de nada aprovecharse de alguien, bloquean y suprimen de inmediato los datos de contacto de esa persona. De manera enérgica, se ganan el favor de quienes son más beneficiosos para ellos, de los que más vale la pena aprovecharse, y los complacen y se les acercan. Por lo que respecta a aquellos de los que no vale la pena aprovecharse, a los que, como ellos, no tienen influencia ni estatus en la sociedad y también forman parte del estrato social más bajo, sin nadie en quien confiar, ni siquiera les dirigen la mirada. Solo se relacionan con aquellos de los que vale la pena aprovecharse y que tienen contactos en la sociedad, aquellos a los que consideran capaces. Pueden esforzarse y soportar adversidades por la iglesia solo cuando necesitan algo de ella o de los hermanos y hermanas. En realidad, las manifestaciones de los incrédulos que presentan estos individuos son muy evidentes. En casa, nunca leen las palabras de Dios, nunca le oran cuando no hay dificultades, y participan en la vida de la iglesia muy a desgana. No piden cumplir deberes ni toman la iniciativa para implicarse en la obra de la iglesia; en especial, nunca participan de manera activa en trabajos peligrosos. Aunque acepten realizarlos se muestran muy impacientes, y solo cuando los llaman o los invitan se esfuerzan a desgana un poco. Estas son manifestaciones de los incrédulos: no leer las palabras de Dios y no cumplir el deber; aunque participen a desgana en la vida de la iglesia, lo hacen para evitar perder la comunidad de los hermanos y hermanas de la iglesia, que tanto los respaldan. Mantienen relaciones con estas personas solo para que les resulte más cómodo gestionar asuntos en el futuro. Cuando estos individuos obtienen un punto de apoyo en la sociedad y consiguen una posición donde asentarse y comenzar su vida, y una vez que han logrado sobrevivir en el mundo y han adquirido influencia y posibilidades de vivir un futuro deslumbrante, se marchan de la iglesia rápidamente y sin dudarlo, cortan los lazos con los hermanos y hermanas y pierden el contacto. Si hay algún destinatario potencial del evangelio con quien ellos tengan buena relación y quieres contactar con él para predicarle el evangelio, no lo podrás hacer. No solo cortan los lazos con la iglesia, sino que también dan por terminada la amistad con ciertas personas. ¿Acaso no se han delatado ya como incrédulos? (Sí). ¿Cómo debería la iglesia ocuparse de esas personas? (Debería echarlas). ¿Deberíamos darles una oportunidad, mostrarnos comprensivos con su debilidad y con las dificultades de su vida y apoyarlas y ayudarlas más para que puedan venir para creer que Dios existe, interesarse por la verdad y esforzarse por Dios con sinceridad? ¿Hace falta realizar ese trabajo? (No). ¿Por qué no? (Porque estos individuos no están aquí para creer en Dios en absoluto). Eso es, no han venido para creer en Dios; su objetivo es muy claro: están aquí para encontrar a alguien que las respalde. Por tanto, ¿puede dar algún resultado compartir la verdad con estas personas? (No). No la entenderán; no la valoran ni la necesitan ni les interesa.

¿Cómo deberíamos describir a aquellos que creen en Dios solo para encontrar a alguien que los respalde? Es bastante adecuado describirlos como individuos que anteponen sus intereses a cualquier otra cosa. Mientras vean que alguien les resulta útil y beneficioso, harán todo lo que esa persona les pida; incluso seguirán todas y cualesquiera órdenes que dé. Anteponen sus propios intereses a todo lo demás; mientras algo sirva a sus intereses, ya va bien. Si les dices que creer en Dios traerá bendiciones y beneficios, sin duda creerán en Él y harán cualquier cosa que les pidas que hagan. Mientras tu capacidad para gestionar asuntos en la sociedad satisfaga necesidades y les permita beneficiarse, se relacionarán contigo sin duda alguna. No obstante, su relación contigo no significa que puedan creer realmente en Dios ni que se esfuercen por Dios con sinceridad como tú. Aunque se lleven bien contigo y tengáis una relación especialmente buena, no significa necesariamente que habléis el mismo idioma, que sigáis la misma senda o que tengáis las mismas búsquedas. Por tanto, no debes dejarte desorientar por esas personas. Son hábiles y tienen tácticas para interactuar con los demás. Creen en Dios con la finalidad de encontrar a alguien que las respalde, no de perseguir la verdad y alcanzar la salvación. ¡Eso demuestra la bajeza y la tenebrosidad de su calidad humana! Vienen a la iglesia para encontrar a gente de quien poder aprovecharse, conspirando para obtener diversos beneficios para sí mismas. ¿Acaso no significa eso que son capaces de actuar sin ningún escrúpulo y de cometer toda clase de desfachateces? (Sí). Solo a partir del hecho de que creen en Dios con la finalidad de encontrar a alguien que las respalde y de procurarse un sustento, está claro que esas personas no son nada bueno, que tienen una calidad humana muy baja, que son egoístas, despreciables y sórdidas y que viven entre grandes tinieblas. Así pues, el principio de la iglesia para ocuparse de estos individuos es, asimismo, discernirlos y, después, echarlos o expulsarlos. Cuando se discierne que no son auténticos creyentes, que han venido a la iglesia para buscar una salida y sacar provecho, y que quieren aprovecharse de los hermanos y hermanas para que gestionen sus asuntos y les rindan servicio, en tales casos, los líderes y obreros y los hermanos y hermanas deberían ocuparse de la situación de manera inmediata y adecuada. Sin poner en peligro la seguridad de la iglesia ni la de los hermanos y hermanas, se los debería echar o expulsar lo antes posible. No se les debería permitir seguir merodeando entre los hermanos y hermanas. No son los objetos de la salvación de Dios. Cuando merodean entre vosotros, lo que hacen es vigilar sin cesar a todo el mundo con codicia y atención para ver de quién vale la pena aprovecharse. Siempre hacen cálculos para determinar si hay alguien en la iglesia a quien puedan utilizar; alguien que tenga parientes que trabajen en un hospital, que sepa cómo tratar enfermedades o disponga de remedios secretos, que pueda beneficiarse de precios de mayorista en las tiendas, que tenga un hermano cuya familia dirija un concesionario de automóviles o que pueda obtener precios rebajados para empleados en la compra de casas; en concreto, investigan esas cuestiones. ¡Son meticulosos en sus cálculos! Hacen cálculos incluso sobre asuntos sin importancia y también desean maquinar siempre contra los hermanos y hermanas y conspirar para aprovecharse de ellos. Investigan el entorno familiar de todo el mundo y meten a todos en sus argucias y conspiraciones. ¿Podéis sentir paz en el corazón al interactuar con estas personas? (No). ¿Qué se debería hacer si no hay paz? Deberíais protegeros de esa gente. Tales personas creen en Dios con segundas intenciones; no están aquí para perseguir la verdad ni la salvación, sino para encontrar a alguien que las respalde, un sustento y una salida para sí mismas. Son especialmente egoístas, despreciables e insidiosas. No cumplen ningún deber ni se esfuerzan por Dios. Cuando la iglesia las necesita para algo, no se las encuentra por ninguna parte, pero reaparecen cuando el asunto se ha resuelto. Solo saben aprovecharse y no sirve de nada dejar que permanezcan en la iglesia; se debe recurrir a diversos métodos para depurarlas cuanto antes. Algunos dicen: “¿De verdad es necesario recurrir a varios métodos para ocuparse de una sola persona?”. En la iglesia hay todo tipo de individuos; muchos de ellos creen en Dios solo con la finalidad de encontrar a alguien que los respalde y una salida, de obtener bendiciones y de evitar desastres. La gravedad de estos motivos es lo único que varía; algunas personas muestran un tipo de comportamiento, mientras que otras muestran otro. Por tanto, se debe tratar de manera distinta a personas diferentes; solo este proceder está en consonancia con los principios. Por lo que respecta a estos incrédulos que quieren encontrar a alguien que los respalde, se les debe depurar de inmediato. No les permitáis que vivan a costa de los demás en la iglesia. Piden a los hermanos y hermanas que les gestionen asuntos; dado que en realidad solo hace falta un poco de esfuerzo para ayudarlos a gestionar asuntos, ¿por qué no se les debería prestar ni siquiera esa pequeña ayuda? En primer lugar, y fundamentalmente, porque no son auténticos creyentes; son incrédulos absolutos. En segundo lugar, porque no pueden pasar de no creer a ser auténticos creyentes. No son los que Dios ha predestinado y escogido; no son los objetos de Su salvación; por el contrario, son malhechores que se han infiltrado en la iglesia. En tercer lugar, porque van de un lado para el otro por la iglesia, siempre en busca de la ayuda de los hermanos y hermanas sin importar cuán grande sea el problema al que se enfrenten, lo que hostiga de manera imperceptible a los hermanos y hermanas, al tiempo que crea un ambiente gravemente negativo en la iglesia que perjudica a todo el mundo. Por tanto, lo mejor es depurar cuanto antes a estos diablos que creen en Dios solo para encontrar a alguien que los respalde. Si todavía no los habéis identificado o no habéis percibido que son este tipo de persona, podéis conservarlos para observarlos. Cuando ya hayáis discernido y alcanzado a ver que son parte de las diversas personas malvadas a las que la casa de Dios debe echar, no dudéis ni seáis corteses con ellos. Después de debatirlo con todos y de llegar a un consenso, podéis echarlos. Si los líderes y los obreros de la iglesia ignoran este asunto, mientras la mayoría de los hermanos y hermanas confirme que son el tipo de individuos que creen en Dios solo para encontrar a alguien que los respalde y una salida, tenéis derecho a echarlos directamente sin tener que contar con la aprobación de los falsos líderes. Hacer esto es correcto y está en plena consonancia con los principios-verdad. Es vuestro derecho y vuestra obligación y responsabilidad; es para vuestra protección. Por supuesto, cuando los hermanos y hermanas que son auténticos creyentes afronten dificultades, tenemos la responsabilidad y la obligación de hacer cuanto esté en nuestras manos por ayudarlos lo mejor que podamos, ya sea con ayuda y apoyo afectuosos o con asistencia material. Eso es el amor entre hermanos y hermanas, el amor de los que creen en Dios. Sin embargo, no tenemos ninguna responsabilidad ni obligación de prestar ayuda a los incrédulos porque no son hermanos ni hermanas ni se merecen esa gracia ni esa ayuda. En eso consiste tratar a la gente según los principios. Nuestra charla sobre la séptima finalidad con la que se cree en Dios concluye aquí. No hace falta dar más ejemplos concretos sobre estos tipos de personas. En resumen, se debería echar o expulsar de la iglesia a cualquiera que crea en Dios con la finalidad de encontrar a alguien que lo respalde. Una vez que los líderes y los obreros disciernan que hay individuos así en la iglesia, se los debería echar de inmediato. Echad a cada uno que encontréis, sin dejaros a ninguno. Si la mayoría de los hermanos y hermanas ya han sido objeto de hostigamiento por parte de tales personas hasta el punto de sentirse indefensos e incapaces de seguir soportándolo, y los líderes y los obreros aún las defienden y dicen: “Tienen dificultades; deberíamos ayudarlos”, se debería responder a estos líderes: “No son auténticos creyentes en Dios en absoluto. Ignoran a cualquiera que comparta las palabras de Dios con ellos y se niegan a cumplir su deber cuando se les pide. Nunca han tenido intención alguna de esforzarse por Dios, y solo quieren aprovecharse de los hermanos y hermanas para que gestionen sus asuntos. ¡No tenemos ninguna responsabilidad ni obligación de ayudar a estos incrédulos!”. Aunque el líder de la iglesia no lo apruebe, tenéis el derecho de uniros a la mayoría para echarlos de la iglesia. Llegado este punto, si el líder de la iglesia sigue sin estar de acuerdo, informad del asunto a instancias superiores; aislad al líder y dejad que reflexione. Podéis volver a aceptarlo como líder cuando esté de acuerdo. Si no cambia de opinión, podéis destituirlo y elegir a un nuevo líder. Esta es la séptima finalidad con la que las personas creen en Dios: encontrar a alguien que las respalde.

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