Las responsabilidades de los líderes y obreros (26) Parte 5

G. Participar sistemáticamente en actividades licenciosas

El séptimo tipo es el de aquellos que participan en actividades licenciosas, un grupo que se menciona a menudo. Aunque las manifestaciones de su humanidad no son tan malvadas —nada parecido a sembrar la disensión o cometer acciones malvadas y causar perturbaciones—, comparten un rasgo común, el de que siempre surgen problemas e incidentes en sus relaciones con el sexo opuesto. Haya o no oportunidades disponibles, siempre aparecen en ellos tales problemas y, cuando no se dan esas oportunidades, las crean ellos mismos, de modo que tales “historias” ocurrirán de todas formas. De cuando en cuando les suceden incidentes semejantes, con independencia de cuáles sean las circunstancias, quién sea la otra persona o lo distante que pudiera estar de ellos. ¿Qué clase de incidentes son esos? Salen con alguien o siempre quieren acercarse a una persona o desarrollar sentimientos hacia tal otra o poner sus ojos sobre alguien, entre otras cosas del estilo. Siempre fracasan a la hora de vivir y hacer sus deberes con normalidad, bajo la influencia constante de deseos lujuriosos. Es decir, en situaciones corrientes donde la gente normal no se vería involucrada en tales problemas, ellos lo hacen con frecuencia. No necesitan ninguna circunstancia especial ni que nadie propicie las oportunidades; estos incidentes simplemente suceden con naturalidad. Después de que sucedan, sean cuales sean las consecuencias, un grupo de personas o una en particular siempre han de pagar por ello. ¿Qué precio pagan? Se ve afectado su cumplimiento del deber; el trabajo de la iglesia se demora y se ve impedido; se turba a algunos jóvenes, que caen en la tentación y pierden interés en creer en Dios y hacer sus deberes; además, hay quienes llegan incluso a perder sus deberes o renuncian a ellos. Las personas que participan en actividades licenciosas son demasiado problemáticas. En todo momento, los miembros del sexo opuesto las rodean, se acercan a ellas, coquetean e incluso hacen bromas juguetonas. Aunque es posible que no surjan problemas graves de una naturaleza fundamental, perturban gravemente los estados normales del pueblo escogido de Dios mientras hace su deber. Dondequiera que vayan, causan problemas y perturbaciones a los demás, al trabajo y a la iglesia, a la menor oportunidad llegan incluso a seducir a miembros del sexo opuesto a los que encuentran atractivos y entablan relaciones con ellos. Esto supone una enorme molestia. Una vez que se enamoran de alguien, esa persona está condenada al infortunio, no es capaz de creer en Dios ni de volver a hacer sus deberes con normalidad. Las consecuencias son inimaginables. Esa persona no puede pasar sin contactar con su seductor ni sin verlo y, mientras ambas se ocupan de hacer su deber, no pueden casarse ni sentar la cabeza y la relación sigue siendo inquebrantable. ¿Qué sucede al final? ¡Empiezan a sufrir terriblemente con un enorme dolor! Si aguantan hasta que se les castiga en los desastres, eso supone por entero su fin, sus esperanzas de salvación se frustran. Algunos hacen una ofensa una vez y no se arrepienten cuando se les poda, sino que ofenden una segunda o incluso una tercera vez, se meten en tres o cuatro relaciones en dos o tres años, lo que constituye una perturbación para el pueblo escogido de Dios y la vida de iglesia, y hace que el pueblo escogido de Dios los deteste. Esto deja una mancha en ellos de la que se arrepienten el resto de sus vidas.

Hay algunas personas que, al ser en cierto modo bien parecidas y tener cierto grado de elegancia y algunos dones y talentos, o bien se han encargado de algún trabajo importante, siempre tienen a miembros del sexo opuesto revoloteando a su alrededor como moscas. Algunos les sirven comida, otros les hacen la cama o la colada, algunos les compran suplementos alimenticios y cosméticos y les dan pequeños regalos, entre otras cosas. Para ellas todos son bienvenidos, saben en su fuero interno que tal comportamiento por parte de los demás es inapropiado, pero nunca lo rechazan, y seducen a varios miembros del sexo opuesto al mismo tiempo. Estos se disputan la oportunidad de servirlas, compiten entre sí y sienten celos unos de otros, mientras que la persona licenciosa disfruta de esa sensación, se cree muy encantadora. En realidad, los adultos entienden bien las cuestiones de hombres y mujeres, e incluso algunos menores las comprenden; los únicos que son incapaces de hacerlo son los necios, los discapacitados intelectuales o los enfermos mentales. ¿Por qué compiten tan ferozmente para servir y agradar a un miembro del sexo opuesto? Todo guarda relación con el deseo de seducir, ¿no? No hace falta decirlo; todo el mundo sabe lo que ocurre. Es algo de lo que la gente es consciente, una cosa que es obviamente inapropiada, sin embargo, esa persona no la rechaza, sino que la consiente en silencio. ¿Cómo se le llama a eso? Se llama coqueteo. Sabe que se trata de seducción entre hombre y mujer, pero debido a la emoción que conlleva la satisfacción de los deseos lujuriosos de la carne, no quiere rechazarla. Siente que esta sensación es una especie de gozo, mejor que cualquier comida deliciosa en el mundo, así que no la rechaza. Cuando la persona en cuestión no la rechaza, aquella que la seduce es incluso más feliz, cree que le gusta a esa persona y en su fuero interno disfruta de la situación. Y esa persona piensa que, mientras no se haya producido una relación sustancial, no cuenta como nada serio, que semejante comportamiento licencioso entre los no creyentes es mucho peor y que esto como mucho se considera seducción, algo parecido a tener citas normales. Pero ¿se supone que tener citas tiene que ser así? Hoy con una persona, mañana con otra, lanzarse con imprudencia una y otra vez a tener citas y a seducir a cualquiera. Vayan donde vayan, tales personas licenciosas priorizan dar rienda suelta a sus deseos lujuriosos, alardear y dedicarse a la seducción. Mientras a más personas seducen, más felices se sienten. ¿Qué acaba por pasar? Después de jactarse en numerosas ocasiones, algunos hermanos y hermanas disciernen su comportamiento y escriben colectivamente una carta a los líderes superiores. Una investigación corrobora lo que dicen y se depura a la persona licenciosa de la iglesia. ¿Veis lo que pasa? ¿Acaso su senda de creer en Dios no acaba ahí? Se revela su desenlace. Sus acciones y su comportamiento, que la gente considera intolerables, son incluso más detestables a ojos de Dios. El comportamiento exhibido por ella no representa las relaciones adecuadas entre las personas ni refleja las necesidades humanas normales. Sus acciones se pueden describir con solo dos palabras: “comportamiento licencioso”. ¿A qué se refiere esto? Significa lanzarse con imprudencia a relacionarse con el sexo opuesto, seducir de manera irresponsable a otros a voluntad, así como atraer y acosar a miembros del sexo opuesto. Es jugar con la lujuria y hacerlo sin considerar el coste ni las consecuencias. Si al final alguien pica el anzuelo y se adentra en un coqueteo romántico con ella, entonces se niega a reconocerlo, dice: “Era solo una broma. ¿Te lo has tomado en serio? No lo decía de veras; interpretas demasiadas cosas”. ¿Acaso no se trata de un diablo que tienta a las personas? Después de tentar a alguien, busca el siguiente objetivo, seduce a otras. ¡Qué terrible y perverso es! Luego de seducir a cualquiera, rechaza reconocerlo. Si esa persona desorienta a alguien y lo enreda, ¿acaso no es asqueroso? (Sí). ¿Son odiosos los que seducen a otros con imprudencia? (Sí). La casa de Dios ha afirmado desde el principio de todo que, si una persona alcanza la edad para casarse y es adulta, la casa de Dios no se opone a que tenga citas con normalidad ni se case y pase sus días en pareja de manera corriente, y le permite y le concede libertad para hacerlo. No obstante, hay varias condiciones: participar en actividades licenciosas no está permitido, como tampoco seducir y flirtear con imprudencia y acosar de manera informal al sexo opuesto. La casa de Dios no restringe las citas, pero no permite la seducción imprudente. ¿Qué significa seducción imprudente? Significa acosar a cualquier miembro del sexo opuesto y, tras hacerlo, no admitir esos actos. Aquellos a los que acosa no son su verdadero amor; no pretende comenzar una relación a largo plazo ni casarse, sino que meramente desea seducir, jugar con la otra persona, sentir la excitación al hacerlo, buscar emociones, implicarse con varias parejas, comportarse con lascivia; a esto se le llama comportamiento licencioso. No está permitido en la iglesia y, si tiene lugar, se debería lidiar con aquellos involucrados de acuerdo con los principios de echar a las personas. Por supuesto, en los equipos evangélicos, no se permite que les sucedan estas circunstancias a las personas que predican el evangelio, ya pertenezcan a iglesias con un deber a tiempo completo o a iglesias corrientes. Si alguien se sirve de la excusa de predicar el evangelio para seducir imprudentemente a los demás, solo elige a miembros del sexo opuesto para cooperar con ellos o solo predica el evangelio a miembros del sexo opuesto, por lo que aprovecha la oportunidad para entablar relaciones impropias, esto trastorna y perturba el trabajo evangélico de Dios. Los líderes y obreros deben depurar a tales personas con prontitud.

A fin de encontrar a miembros del sexo opuesto y participar en actividades licenciosas, algunas personas no consideran la edad ni le ponen un límite. Solo intentan seducir a tantos como pueden, sin un ápice de vergüenza. Algunos no solo satisfacen sus deseos lujuriosos de la carne al seducir a miembros del sexo opuesto, sino que incluso exigen que la otra parte pague sus gastos cotidianos, les compre cosas y demás. Si descubrís a tales personas o alguien informa de tales sucesos, se debería lidiar con ellas con prontitud. La única solución es echar a esa gente y que sea de manera permanente. Esto es así porque para los que tienen tales problemas, no se trata para nada de algo pasajero. Esto sucede especialmente con la gente casada; a pesar de tener a un cónyuge en casa, todavía pone específicamente en su punto de mira al sexo opuesto bajo el pretexto de predicar el evangelio. Los buscan de cualquier tipo, ya sean ricos o pobres, y si encuentran a una persona que les gusta, puede que incluso se fuguen con ella y dejen de seguir predicando el evangelio; ya no creerán en Dios, sin más. Si se puede descubrir pronto a tales personas, se las debería echar de manera rápida y permanente de entre las filas de aquellos que predican el evangelio, sin darles otra oportunidad y sin necesidad de observación adicional. ¿Lo entendéis? Hay quien dice: “Para algunos, la vida es dura. Si seducen a alguien del sexo opuesto para formar una familia y la otra persona puede creer en Dios y apoyarlos, ¿no sería esa una situación en la que todos ganan?”. Te digo que a tales personas hay que echarlas lo antes posible; en absoluto se meten en esto por la vida familiar, sino para participar en actividades licenciosas. ¿Por qué tengo tanta certeza? Si no fueran del tipo que participa en actividades licenciosas, entonces, después de empezar a creer en Dios, no continuarían para nada con esos comportamientos y les parecerían repugnantes, en especial si están casados. Ahora las tendencias a lo largo de todo el mundo son licenciosas y perversas, la gente se entrega a su lujuria y compite para ver quién puede seducir a más miembros del sexo opuesto sin necesidad de poner restricciones, porque esta sociedad y esta especie humana no condena ni se burla de estas acciones. Por tanto, la gente piensa que si puede ganar dinero gracias a participar en actividades licenciosas y a vender su carne, es un rasgo de habilidad y capacidad. Lo contemplan como algo de lo que estar orgullosos. Sin embargo, después de empezar a creer en Dios, los puntos de vista de las personas sobre estos asuntos cambian por completo. Encuentran la manera correcta de tratar sus deseos lujuriosos de la carne, lo que ante todo implica refrenarse. ¿Cómo puede uno ejercer la restricción? La gente necesita conocer la vergüenza y tener un sentido de esta. A eso se le llama humanidad normal. Todo el mundo tiene deseos lujuriosos, pero la gente necesita saber restringirse, tener sentido de la vergüenza. Aunque tengan algunos pensamientos de esta clase, deberían restringirse porque creen en Dios y tienen conciencia y razón. No deben seguir en ningún caso los pensamientos inapropiados en su mente, menos aún entregarse a ellos. Deberían buscar la verdad para resolver estos problemas. Aunque si se trata de nuevos creyentes que no entienden la verdad, todavía deberían medirse contra los estándares más básicos de la moralidad humana. Si careces siquiera de este nivel de restricción, entonces careces de humanidad normal y de la conciencia y la razón de la humanidad normal. Todos los tipos de animales obedecen cierto orden y siguen reglas a este respecto, no actúan con imprudencia; como humanos, la gente debería ser incluso menos propensa a actuar con imprudencia y tener incluso una mayor restricción. Si careces siquiera de este nivel de restricción y autocontrol, ¿cómo puedes esperar buscar y practicar la verdad? Si no puedes siquiera resolver tu propia lujuria perversa, ¿cómo puedes resolver tus actitudes corruptas? Tu naturaleza de resistirte y traicionar a Dios sería incluso más imposible de resolver, ¿no? (Sí). Si no puedes siquiera manejar los deseos lujuriosos de la carne, ¿cómo puedes esperar resolver tus actitudes corruptas? Ni se te ocurra. No vas a ser capaz de lograrlo.

Algunas personas siempre buscan la oportunidad de tener citas mientras predican el evangelio, y tales incidentes suceden con frecuencia. A aquellos que habitualmente se involucran en relaciones románticas mientras descuidan sus propias tareas se les ha echado y se ha lidiado con ellos, mientras que a aquellos que transgreden de manera ocasional, se les hace una advertencia. Una vez que esos individuos de carácter perverso dan con las circunstancias correctas y se encuentran con alguien al que consideran un amante, caen en la tentación. Su intención de recibir bendiciones al creer en Dios se esfuma así entre su lujuria perversa. En cuanto se adentran en una relación romántica, dejan todo lo demás, incluso abandonan su intención de ser bendecidos y solo persiguen la felicidad de la carne. Después de una o dos ofensas, puede que se sientan un poco culpables y con algo de angustia, pero a las tres o cuatro veces, eso se convierte en comportamiento licencioso. Una vez que este se establece, ya no se sienten culpables ni sienten angustia porque la capa de vergüenza que es el límite de la propia humanidad ya se ha visto sobrepasada. Ya no consideran el comportamiento licencioso una vergüenza, así que siguen siendo partícipes en este. Aquellos que pueden continuar participando en el comportamiento licencioso se entregan particularmente a sus deseos lujuriosos, no muestran ninguna restricción. Tales individuos no están permitidos en la iglesia y se los debe depurar; no los consientas ni pongas ninguna excusa para mantenerlos en ella. A la casa de Dios no le falta gente para predicar; no necesita a tales lascivos para rellenar puestos, ya que esto deshonra gravemente el nombre de Dios. Por tanto, si alguien informa o si descubres personalmente que existen tales individuos dentro del equipo de predicación del evangelio, deberías saber qué hacer. Si algunos nuevos creyentes tienen este problema, entonces primero deberíais compartir la verdad respecto a ello y permitir que todo el mundo conozca cuáles son los principios y actitudes de la iglesia en cuanto a aquellos que cometen actos de comportamiento licencioso. Como mínimo, se les debería hacer una advertencia inicial para impedir que caigan en ello y que se sirvan de la predicación del evangelio como una oportunidad de participar en tales comportamientos, para en última instancia culpar a aquellos a cargo o a los líderes y obreros de no compartir de antemano los principios-verdad relevantes. Por tanto, antes de que tengan lugar esos incidentes, antes de que algunas personas sean conscientes de la actitud de la casa de Dios hacia tales individuos y esos asuntos, cuando la gente no tenga claros estos problemas, los líderes y obreros deberían compartir con ellos estos principios explícita y claramente, de modo que sepan las clases de comportamiento y naturaleza bajo las que recaen estas cuestiones, y cuál es la actitud de la casa de Dios hacia tales asuntos y tales individuos. Después de que estos principios se hayan compartido a conciencia, si todavía se aferran a su propio rumbo e insisten en sus formas a pesar de conocer estos principios, entonces se debe lidiar con ellos y resolverlos, hay que deshacerse de ellos. Si tales individuos aparecen en la iglesia, causan incidentes a menudo por seducir a otros o provocan un acoso frecuente a los miembros del sexo opuesto, no cabe duda de que tienen problemas. Incluso si no se han producido problemas sustanciales, los líderes y obreros deberían advertir a estos individuos y lidiar con ellos, o bien retirarlos de los lugares donde la gente hace sus deberes. En los casos más graves, se los debería echar directamente. Con esto concluimos nuestra charla sobre el séptimo aspecto de las manifestaciones de la humanidad de las personas.

18 de diciembre de 2021

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