Las responsabilidades de los líderes y obreros (27) Parte 4
¿Qué clase de personas son aquellas capaces de marcharse de la iglesia en cualquier momento? Un tipo son las personas sin cabeza, descerebradas, atolondradas que no tienen ni idea de por qué creen en Dios, por muchos años que lleven haciéndolo. No tienen ni idea de sobre qué va todo eso de creer en Dios. Otro tipo es el de los incrédulos que no creen en la existencia de Dios en absoluto ni entienden el significado o el valor de creer en Dios. Escuchar sermones y leer las palabras de Dios es para ellos como estudiar teología o aprender algún conocimiento profesional; una vez que lo entienden y pueden hablar sobre ello, consideran que ya está hecho. Nunca lo ponen en práctica. Para ellos, las palabras de Dios son una especie de teoría, una consigna, y nunca se pueden convertir en su vida. Por tanto, para estas personas, cualquier cosa relacionada con creer en Dios no les interesa. Tales aspectos como hacer el propio deber, perseguir la verdad, practicar las palabras de Dios, reunirse con los hermanos y hermanas y vivir juntos la vida de iglesia, entre otros, no les atraen de ninguna manera, y nada de ello les causa la misma felicidad y excitación que comer, beber y divertirse. Por otra parte, los creyentes sinceros en Dios sienten que estar junto a los hermanos y hermanas para compartir la verdad o vivir la vida de iglesia siempre puede generarles beneficios y ganancias. Aunque a veces se enfrentan al peligro y la persecución o se arriesgan al predicar el evangelio y soportan alguna adversidad mientras hacen su deber, pase lo que pase, ganan un entendimiento de la verdad y alcanzan el resultado de conocer a Dios por medio de soportar adversidad y pagar un precio, y esta adversidad y este precio hacen surgir una transformación en su carácter-vida. Después de sopesar y evaluar todo esto, sienten que creer en Dios es bueno y que ser capaz de entender la verdad es increíblemente valioso. Su corazón adquiere un apego especial hacia la iglesia y nunca piensan en marcharse de la vida de iglesia. Si ven que a unos pocos individuos los envían a los grupos B, los aíslan o los echan de la iglesia por perturbar el trabajo de esta, aquellos que creen con sinceridad en Dios sienten un poco de angustia en su corazón. Piensan: “Necesito hacer mi deber con diligencia. De ninguna manera me pueden echar. ¡Que te echen equivale a que te castiguen, lo que implica el desenlace de ir al infierno! ¿Qué sentido tendría vivir entonces?”. La mayoría de las personas temen marcharse de la iglesia; sienten que, una vez que lo hacen y que abandonan a Dios, no van a ser capaces de seguir viviendo y todo habrá terminado. Sin embargo, aquellos que son capaces de marcharse de la iglesia en cualquier momento ven abandonar la iglesia como algo bastante normal, como si fuera dejar un trabajo para buscar otro. Nunca se sienten angustiados ni sufren ningún dolor en su interior. ¿Qué os parece? ¿Tienen algo de conciencia o razón aquellos que son capaces de marcharse de la iglesia en cualquier momento? ¡Son realmente inconcebibles! El cumplimiento del deber por parte de algunas personas no es acorde al estándar y siempre cometen fechorías imprudentemente, causando trastornos y perturbaciones a la obra de la iglesia. Entonces, la iglesia las hace parar de cumplir con su deber y las envía a una iglesia corriente. Por tanto, ¿qué sucede a consecuencia de ello? Al día siguiente, se comportan como una persona totalmente diferente y empiezan una nueva vida. Algunos comienzan a tener citas y a casarse; otros, a buscar trabajo; los hay que se van a la universidad y otros tantos reconectan con viejos amigos, hacen contactos y buscan oportunidades de hacerse ricos. Estas personas se mezclan enseguida con el vasto mundo, desaparecen en el mar de la especie humana; sucede así de rápido. Algunos hermanos y hermanas, después de que los envíen a una iglesia corriente debido a los pobres resultados en el desempeño de su deber, pasan por un periodo de angustia, pero pueden reflexionar sobre sí mismos y reconocer sus propios problemas, mostrando algo de actitud de cambio. Sin embargo, aquellos que son capaces de marcharse de la iglesia en cualquier momento, en cuanto se enfrentan a algunas dificultades, no quieren hacer más su deber y se marchan de la iglesia al día siguiente, volviendo a la vida de no creyentes. No se sienten dolidos en absoluto e incluso piensan: “¿Qué tiene de bueno creer en dios? Los demás te ridiculizan y calumnian constantemente, e incluso es probable que te arresten y te encarcelen. Si el gran dragón rojo me apalea hasta la muerte, ¿acaso no habrá sido mi vida en vano? He soportado mucha adversidad al creer en dios todos estos años, pero ¿qué he ganado? ¡Si no hubiera creído en dios, a estas alturas habría llegado a ser funcionario, habría ganado dinero y vivido una vida de prestigio! Incluso siento remordimientos por haber creído en dios hasta ahora; ¡de haber sabido que iba a ser así, me habría marchado hace mucho! ¿De qué sirve entender la verdad? ¿Puede ese entendimiento darte de comer y pagar las facturas?”. ¿Veis? No es solo que no tengan remordimientos, sino que incluso se sienten afortunados de poder marcharse de la iglesia. ¿Acaso no se deja en evidencia su verdadera cara de incrédulos? (Sí).
Hay personas que son habitualmente superficiales y cometen fechorías imprudentes en su cumplimiento del deber. Después de que la iglesia las eche, cuando ven a los hermanos y hermanas, los miran como si fueran enemigos. Incluso cuando los hermanos y hermanas intentan amablemente hablar con ellos, los ignoran y los contemplan con odio, diciendo: “Sois los que me habéis echado de la iglesia. ¡Miradme ahora! ¡Me va mejor que a vosotros! ¡Ahora voy engalanado de oro y plata, soy un pez gordo! ¡Yo me muevo por el mundo con mucha comodidad, y mira lo desaliñados y agotados que estáis vosotros al creer en dios! ¡Todos perseguís constantemente obtener la verdad, pero no creo que seáis más listos que yo! ¿Qué tiene de bueno obtener la verdad? ¿Se puede comer como si fuera alimento o gastarla como si fuera dinero? Aunque no persiga la verdad, vivo bastante bien, ¿no? Fue una gran suerte que me echarais, ¡he de agradecéroslo!”. A partir de sus palabras, es evidente que son incrédulos y quedaron en evidencia al hacer su deber. ¿Puede un no creyente que solo cree verbalmente en Dios estar dispuesto a hacer su deber? Hacer el propio deber significa cumplir las responsabilidades y obligaciones sin ganar un salario ni dinero. Lo ven como una pérdida, así que no están dispuestos a hacer su deber. Se deja así en evidencia su verdadera cara de incrédulos; esta es la forma en que el trabajo de Dios revela y descarta a los incrédulos. Algunas personas siempre tienen una actitud superficial al hacer su deber, van simplemente a la deriva día tras día. En el momento en que tienen la oportunidad de ganar dinero u obtener una promoción en el mundo, dejan la iglesia en cualquier momento; siempre han tenido esta intención en mente. Si los transfieren a una iglesia corriente porque son habitualmente superficiales y cometen fechorías imprudentes mientras hacen su deber, no solo no reflexionarán sobre sí mismos, sino que además pensarán: “Me estás depurando de la iglesia en la que el deber es a tiempo completo, y en eso sales tú perdiendo y yo salgo ganando”. Incluso se sienten bastante satisfechos consigo mismos. ¿Acaso no son estas personas unos incrédulos? Decidme, respecto a esos incrédulos a los que se depura porque han trastornado y perturbado gravemente la obra de la iglesia mediante sus fechorías imprudentes, ¿depurarlos así es conforme a los principios de la casa de Dios? (Sí). Esto es totalmente conforme a los principios; esto no es tratarlos injustamente en lo más mínimo. Su actitud hacia Dios y hacia cumplir su deber es tal que son capaces de abandonarlos y traicionarlos en cualquier momento. Esto basta para demostrar que en su fuero interno no tienen interés de ningún tipo en las cosas positivas. Han creído en Dios durante muchos años y han escuchado muchos sermones, pero ninguna de las verdades de creer en Dios ni los testimonios vivenciales de Su pueblo escogido pueden retener sus corazones. Ni una sola de estas cosas les interesa, los conmueve o les hace sentir apego. Esta es la esencia de su humanidad, que es no tener ningún interés en absoluto hacia las cosas positivas. Por tanto, ¿qué les interesa? Les interesa comer, beber y divertirse, los placeres de la carne, las tendencias malvadas y las filosofías de Satanás. Se muestran especialmente interesados en todas las cosas negativas de la sociedad; las únicas cosas que no les interesan son la verdad y las palabras de Dios. Por eso son capaces de abandonar la casa de Dios en cualquier momento. No tienen interés de ningún tipo en dedicarse a leer las palabras de Dios con frecuencia ni en compartir la verdad a menudo durante las reuniones en la casa de Dios. Les causa especial rechazo desempeñar deber e incluso piensan que aquellos que lo hacen son todos unos necios. ¿Qué clase de mentalidad y de humanidad es esta? No tienen interés en la verdad ni en la salvación por parte de Dios a las personas, ni sienten apego alguno hacia la vida de iglesia. Aunque no han juzgado abiertamente las palabras de Dios ni las han condenado, han escuchado sermones durante varios años sin entender siquiera un poco de la verdad; esto claramente indica un problema. No hay nadie al que le desagraden al mismo tiempo tanto las cosas positivas como las negativas. Mientras no te gusten las cosas positivas, estarás especialmente interesado en las negativas. Si estás especialmente interesado en las negativas, sin duda no vas a interesarte por las positivas. Este tipo de personas no tiene interés de ningún tipo en las positivas, así que no hay nada en la casa de Dios por lo que sientan apego, nada que les guste o que anhelen. Las tendencias malvadas del mundo, el dinero, la fama y la ganancia, el funcionariado, hacerse rico y diversas herejías y falacias populares son lo que más les interesa. Su corazón está centrado en el mundo, no en la casa de Dios, por lo que son capaces de marcharse en cualquier momento. Marcharse de la casa de Dios y de la vida de iglesia no les causa remordimientos ni angustia ni dolor, sino un completo alivio. Piensan para sí: “Por fin ya no tengo que escuchar sermones ni charlas sobre la verdad todos los días. Ya no he de estar restringido por tales cosas. Ahora puedo perseguir la fama y la ganancia, el dinero, las mujeres bellas y mis expectativas personales con total atrevimiento. Al fin puedo mentirles con descaro a los demás y engañarlos, llevar a cabo conspiraciones y argucias y practicar toda clase de perversas tácticas sin preocupaciones. ¡Puedo servirme de cualquier medio para interactuar con las personas!”. Escuchar sermones y compartir la verdad en la casa de Dios les resulta doloroso, y marcharse de la casa de Dios se siente como un alivio. Esto significa que estas cosas positivas no son lo que necesita su corazón. Lo que necesitan son todas las cosas del mundo y la sociedad. A partir de esto, está claro que la razón por la que se marcharon de la iglesia está directamente relacionada con sus búsquedas y preferencias.
¿Cuál es la esencia-naturaleza de estas personas que son capaces de marcharse de la casa de Dios en cualquier momento? ¿Veis cuál es ahora? (Sí. Son el tipo de personas que son incrédulas. La mayoría son bestias reencarnadas, todos son individuos atolondrados sin cerebro ni pensamientos). Eso es. No entienden las cuestiones de fe. No entienden de qué va en realidad la vida humana, qué senda debería tomar la gente, qué cosas son más significativas para hacer, a qué principios de práctica se deberían adherir en lo que respecta a la conducta propia, etcétera, y tampoco quieren buscar la verdad para averiguarlo. ¿Qué les gusta perseguir? Se pasan todo el día dándole vueltas a la cabeza para ver qué pueden hacer a fin de obtener beneficios y disfrutar de una vida superior a la de los demás. Algunas personas empiezan a creer en Dios mientras tienen un empleo en el mundo. Sin embargo, en cuanto las ascienden a supervisor o gerente o se convierten en jefes, dejan de creer. Cuando los hermanos y hermanas contactan con ellas, dicen: “Ahora soy alguien con estatus y reputación, con posición social. Es demasiado humillante creer en dios con vosotros. ¡Deberíais todos manteneros lejos de mí y no venir otra vez a buscarme! Podéis tacharme o expulsarme si queréis. ¡En cualquier caso, mi capítulo como creyente en dios ha terminado y ya no tengo nada que ver con vosotros!”. ¿Ves lo que dicen? ¿Qué clase de personas son? ¿Seguiríais contactando con ellas? (No). Han hablado con esta contundencia, y aun así algunos líderes de la iglesia siguen lamentándolo cuando se marchan e intentan contactar con ellos en multitud de ocasiones para persuadirlos: “Tienes muy buen calibre, e incluso solías ser líder y obrero. El único motivo por el que te destituyeron es que no perseguías la verdad. ¡Si persigues la verdad con diligencia, seguro que te salvas, y en el futuro sin duda serás un pilar, un sostén de la casa de Dios!”. Cuanto más dicen estas cosas los líderes, más rechazo siente la otra parte. Algunos líderes de la iglesia son atolondrados y carecen de discernimiento; a esta persona la ascendieron en el mundo, pero estos líderes todavía la envidian y quieren establecer conexiones con ella; ¿acaso eso no indica una falta de respeto hacia sí mismos? La gente que entiende la verdad puede ver este asunto con claridad: que te asciendan en la sociedad no es una buena señal; ¡no es la senda correcta que uno deba caminar! Algunas personas dejan de creer en Dios en cuanto ganan un poco de estatus en la sociedad; esto justamente las revela y prueba que no son personas que creen sinceramente en Dios o aman la verdad. Si fueran creyentes sinceros, aunque los ascendieran y tuvieran un futuro prometedor en la sociedad, pese a ello no dejarían a Dios. Ahora que han traicionado a Dios, ¿hay alguna necesidad de que la iglesia se ponga en contacto con ellos y trabaje en ellos? No, porque ya se han revelado como incrédulos. Al no creer en Dios, son los únicos que salen perdiendo; simplemente no tienen la bendición. Precisamente son unos miserables; si todavía insistes en arrastrar de ellos para que crean en Dios, ¿no es eso estúpido? Cuanto más intentes arrastrar de ellos de esa manera, más te menosprecian. Piensan que todos aquellos que creen en Dios son personas con un estatus social bajo y que carecen de calibre. Por eso son especialmente arrogantes y sentenciosos, miran a todo el mundo con desprecio. Si le importan a alguien o hay quien muestre preocupación hacia ellos, lo ven como un intento de ganarse su favor. ¿Qué clase de mentalidad es esta? Es una incapacidad para contemplar a los hermanos y hermanas correctamente. ¿Acaso son gente que cree sinceramente en Dios? Cuando os encontréis a este tipo de persona, deberíais rechazarla. Deberíais marcharos de inmediato, tacharla y nunca volver a asociaros con una persona tal en cuanto esta diga: “Ahora soy supervisor sénior. No vengáis más a buscarme. ¡Si seguís contactando conmigo, me volveré contra vosotros! Sobre todo, no vengáis a mi empresa a avergonzarme, ¡no tengo nada que ver con la gente que cree en dios!”. Tienen miedo de que nos aprovechemos de su éxito; así que necesitamos tener algo de autoconciencia. Están prosperando y están ascendiendo a las altas esferas; están fuera de nuestra liga. Solo somos gente corriente, en la parte baja de la sociedad. No deberíamos tratar de establecer conexiones con ellos; ¡no os rebajéis así! Además, están aquellos que son mayores y cuyos hijos compran una casa de lujo en la ciudad. Después de mudarse, desaparecen para los hermanos y hermanas y dicen: “No vengáis a buscarme. Todos procedéis del campo. Si venís a buscarme, la gente pensará que yo también soy de campo, que tengo parientes rurales. ¡Me daría mucha vergüenza! ¿Sabéis qué clase de persona es mi hijo? ¡Es un ricachón, un hombre rico de renombre público! Si seguís en contacto conmigo, ¿acaso no sería eso humillante para mi hijo? ¡Así que, en el futuro, no vengáis a buscarme más!”. En cuanto digan estas palabras, respondedles: “Dado que esta es tu actitud, lo entendemos. ¡Te deseamos entonces felicidad y alegría!”. En ese momento, si decís siquiera una palabra más, quedaréis como estúpidos e inferiores. Marcharse de inmediato es lo correcto. No intentéis nunca convencer a la fuerza a los incrédulos; ese comportamiento es simplemente estúpido. ¿Lo entendéis? (Sí). ¿Cómo de estúpidas pueden ser algunas personas? Dicen: “El hijo de esa persona es un hombre rico, un ricachón con estatus en la sociedad. Incluso está conectado con funcionarios del gobierno. ¡Si lo persuadimos para continuar creyendo en Dios, puede que hasta su familia pueda acoger a hermanos y hermanas!”. ¿Cómo suena esta idea? Si lo pensáis desde la perspectiva de ser considerados con la obra de la iglesia, con los hermanos y hermanas y con la seguridad, es perfectamente adecuado. Sin embargo, tienes que ver si creen sinceramente en Dios. Si no están dispuestos a creer en Dios y no les gusta estar en contacto con los hermanos y hermanas, y pese a ello sigues queriendo persuadirlos para que crean en Él, ¿acaso no es eso estúpido? No hagas cosas que muestren que no te respetas a ti mismo. Por el hecho de creer en Dios, contamos con Su protección y Su guía. No importa en qué entorno vivamos, todo está bajo la soberanía y los designios de Dios. No importa qué sufrimiento padezcamos, deberíamos vivir con dignidad. Hay quienes incluso envidian a esta persona que se marchó de la casa de Dios, diciendo que es competente; ¿es correcto este punto de vista? ¿Cómo deberíamos ver este asunto? En cuanto se mudó a una gran casa, dejó de creer en Dios. En la sociedad, tiene estatus y posición, y en su corazón, mira con desprecio a los hermanos y hermanas, los considera personas en lo más bajo de la sociedad que no son dignas de relacionarse con ella. Por tanto, deberíamos tener autoconciencia y no intentar establecer conexiones con tales personas ni congraciarnos con ellas, ¿no es cierto? (Sí).
En cuanto a aquellos capaces de marcharse de la casa de Dios en cualquier momento, ya sean incrédulos o solo unos ociosos, ya crean en Dios para obtener bendiciones o para evitar desastres —sea cual sea la situación—, mientras sean capaces de marcharse de la casa de Dios en cualquier momento y, después de marcharse, les repele que los hermanos y hermanas contacten con ellos, y les repele incluso más la ayuda y el apoyo que estos les ofrezcan, al tiempo que muestran hostilidad hacia cualquiera que comparta la verdad con ellos, no hace falta prestar ninguna atención a tales personas. Si se descubre a incrédulos de este tipo, hay que dejarlos en evidencia y echarlos a tiempo. Puede que haya quienes no amen la verdad pero les guste ser buenas personas y disfrutar de vivir junto a los hermanos y hermanas; se ponen de buen humor y encima evitan que se los maltrate. En su corazón, saben que creen en el Dios verdadero y están dispuestos a ser mano de obra diligente. Si de veras tienen esta clase de actitud, ¿pensáis que hay que permitirles continuar haciendo su deber? (Sí). Si están dispuestos a ser mano de obra y no perturban ni trastornan, entonces pueden continuar siendo mano de obra. Pero, si un día ya no están dispuestos a ser mano de obra y quieren marcharse de la casa de Dios y dicen: “Voy a salir a intentar arreglármelas en el mundo. No voy a seguir creyendo en dios con vosotros. Este sitio no es divertido y a veces me podan por ser superficial al hacer mi deber. Es muy duro estar aquí; quiero marcharme”, ¿se debería persuadir a esa persona para que se quede? (No). Podemos simplemente hacerles una pregunta: “¿Lo has pensado bien?”. Si dicen: “Lo he pensado durante mucho tiempo”, puedes decir: “Entonces te deseamos lo mejor. ¡Cuídate y adiós muy buenas!”. ¿Está bien este enfoque? (Sí). ¿Qué clase de personas creéis que son estas? Son de las que piensan que están por encima de lo normal y detestan el mundo y sus formas, y a menudo recitan versos de gente famosa como: “Sacudo suavemente las mangas. No me llevaré siquiera una brizna de nube”. Creen que se mantienen puros y no encajan en este mundo, y quieren encontrar algo de consuelo por medio de la creencia en Dios. Siempre se ven a sí mismos como alguien extraordinario, pero en realidad son las personas más mundanas, viven solo para comer, beber y divertirse. No tienen pensamientos ni búsquedas reales. Se ven a sí mismos como alguien elevado, como si nadie pudiera entender sus pensamientos ni estuviera a la altura de su manera de pensar. Consideran que su propio horizonte mental es más elevado que el de una persona promedio y dicen cosas como: “Todos sois personas corrientes, pero miradme a mí: soy diferente. Si me preguntas de dónde soy, te diré que mi ciudad está lejos”. ¿Te han dicho de dónde son? ¿Sabes dónde se encuentra ese supuesto lugar que “está lejos”? La gente que es capaz de marcharse de la iglesia en cualquier momento es exactamente de este tipo. Les parece que no pueden obtener satisfacción en ninguna parte y siempre piensan en cosas nada realistas, vagas, ilusorias. No se centran en la realidad y no entienden de qué va la vida humana o qué senda debería elegir la gente. No entienden estas cosas, son unos bichos raros. Si una persona de este tipo ha decidido marcharse de la iglesia y dice que lo ha pensado bien durante mucho tiempo, entonces no hace falta persuadirla para que se quede. No digáis ni una palabra más, limitaos a tacharla y ya está. Así es como hay que lidiar con estas personas; esto se ajusta a los principios sobre cómo tratar a la gente. Con esto concluye la charla sobre aquellos que son capaces de marcharse de la iglesia en cualquier momento.
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