Las responsabilidades de los líderes y obreros (27) Parte 6

La gente que vacila, de hecho, incluso cuando está sana y salva, carga con dudas y siempre está observando. Una vez que se encuentra con la persecución y los arrestos, empieza a vacilar. Esto muestra que, en su creencia habitual en Dios, no posee auténtica fe. Cuando se dan las circunstancias, quedan en evidencia. Esto demuestra que nunca han tenido certeza sobre la obra de Dios y siempre han estado cuestionando y observando. ¿Por qué no han dejado la iglesia? Piensan: “Llevo muchos años creyendo en dios y he sufrido muchas adversidades. Si me marcho ahora sin haber obtenido ningún beneficio, ¿no sería eso una pérdida? ¿No habría sido todo ese sufrimiento en vano?”. Eso es lo que piensan. Puedes pensar que están muy seguros, que tienen fe, que entienden la verdad, pero, en realidad, no es así. Siguen en duda, siguen observando. En su fuero interno, solo quieren ver si el trabajo de la casa de Dios de veras prospera, si cada aspecto del trabajo da frutos y si causa un gran impacto en el mundo. Lo que en especial quieren saber es lo siguiente: ¿cómo va la difusión del evangelio por parte de las iglesias a lo largo de varios países? ¿Tiene magnitud e influencia? ¿Hay reconocimiento internacional de esta corriente? ¿Han aceptado las personas famosas o las figuras influyentes esta etapa de la obra? ¿Han reconocido o aprobado las Naciones Unidas a la Iglesia de Dios Todopoderoso? ¿Tiene el apoyo de los gobiernos de diversos países? ¿Se aprueban las solicitudes de asilo político de los hermanos y hermanas en varios países? Estas son las cosas que siempre les preocupan a tales personas, y esta es una clara manifestación de su vacilación. Una vez que ven que la casa de Dios ha obtenido poder y se ha difundido el trabajo evangélico, se sienten afortunados de no haberse marchado de esta y ya no dudan de Él. Sin embargo, en cuanto ven que la obra de la casa de Dios está siendo perturbada, obstruida o dañada, que el cumplimiento del deber por parte de los hermanos y hermanas también se está viendo afectado, y que la iglesia está siendo excluida y negada por el mundo, empiezan a pensar en marcharse de la casa de Dios. Siempre se están cuestionando: “¿De veras dios es soberano sobre todo esto? ¿Por qué no puedo ver la omnipotencia de dios? ¿Son las palabras de dios realmente la verdad? ¿Pueden de veras purificar y salvar a las personas?”. Nunca son capaces de desentrañar estos asuntos y los siguen cuestionando porque no tienen entendimiento espiritual ni pueden comprender las palabras de Dios. Por muchos sermones que oigan, no pueden llegar a una conclusión sobre nada de esto. En consecuencia, siempre andan preguntando, deseando poder desarrollar el oído para poder oír cosas que están extremadamente lejos y los ojos a fin de ver a miles de kilómetros de distancia, de modo que así puedan conocer y obtener noticias sobre lo que está ocurriendo muy lejos. Entonces, podrían decidir antes si deben quedarse o marcharse. ¿Acaso no son estúpidas? (Sí). ¿No viven esta clase de personas unas vidas agotadoras? (Sí). No tienen el pensamiento de la humanidad normal ni entienden la verdad. Cuantas más cosas suceden, más nerviosos y perplejos se vuelven. No saben cómo discernir estos asuntos ni cómo calificarlos; y desde luego no saben cómo discernir el bien del mal en tales cuestiones ni aprender lecciones a partir de ellas, y luego encontrar los principios de práctica dentro de la palabra de Dios. No saben cómo hacer estas cosas. Por tanto, ¿qué hacen? Por ejemplo, cuando los anticristos y las personas malvadas aparecen en la iglesia y desorientan a las personas, empiezan a preguntarse: “¿Quién está en lo cierto y quién está equivocado? ¿De veras es auténtico este camino? ¿Estaré bendecido si continúo creyendo hasta el final? He estado haciendo ya mi deber durante varios años, ¿ha merecido la pena este sufrimiento? ¿Debería continuar haciendo mi deber?”. Lo consideran todo desde la perspectiva de sus propios intereses y no pueden entender a ninguna de las personas, acontecimientos y cosas ante ellos, se muestran muy torpes. Carecen de los pensamientos y puntos de vista correctos y quieren observar desde la barrera, ver cómo se suceden las cosas. Al mirarlos, sientes que dan pena y también son ridículos. Cuando no sucede nada, se comportan con bastante normalidad, pero, en cuanto sucede algo importante, no saben desde qué postura deberían contemplar este asunto, y las cosas que dicen reflejan los pensamientos y puntos de vista de los no creyentes. Después de que todo termine, uno no puede ver lo que han obtenido de ello. ¿Acaso estas personas no son muy estúpidas? (Sí). Así es exactamente como se comportan las personas estúpidas. Entonces, ¿cuáles son los principios para lidiar con las personas de este tipo? En base a sus manifestaciones, no se las puede considerar personas extremadamente traicioneras ni perversas. Sin embargo, tienen un punto fatal, que es que no tienen pensamientos, no tienen alma ni pueden desentrañar nada. Todo lo que pase a su alrededor las desconcierta, no saben en quién confiar, de quién fiarse ni cómo contemplar el problema o por dónde empezar a resolverlo; simplemente se hallan en un estado de pánico. Después de su pánico, puede que desarrollen dudas o que se calmen de manera temporal, pero su habitual vacilación permanece inmutable. A partir de sus manifestaciones, dado que no se las puede clasificar como personas malvadas, si en este momento son capaces de hacer un poco de deber y ser mano de obra voluntariamente, puede que se les permita continuar haciendo su deber. Sin embargo, esto se basa en la premisa de que su deber produzca al menos algunos resultados. Si hacen su deber sin aceptar la verdad en absoluto y siempre están siendo superficiales, entonces hay que enviarlas a casa. Si están dispuestas a corregir sus errores, sin embargo, entonces hay que permitir que permanezcan en la casa de Dios y continúen haciendo su deber. Hay que asignarles cualquier deber para el que sean aptas. Si son incapaces de hacer ningún deber y simplemente son inútiles, entonces hay que mandarlas a algún lugar que les convenga. En este caso, ya no pueden depender de si están preparadas y dispuestas a ser mano de obra. ¿Acaso no es simple esta manera de lidiar con las cosas? (Sí).

¿Podéis discernir a las personas que vacilan? ¿Están esas personas a vuestro alrededor? A algunas las depuraron de la iglesia en el pasado. Supongamos que una de ellas dice esto: “He cambiado a mejor. Ya no vacilo. Siempre solía vacilar cuando se trataba del camino verdadero porque, cuando la casa de dios acababa de empezar su obra en el extranjero, las cosas eran realmente duras. En aquel tiempo, era muy complicado predicar el evangelio para los hermanos y hermanas en la iglesia, y había pocas personas en el extranjero que aceptaran el camino verdadero. Asimismo, no parecía que hubiera ninguna expectativa para la difusión del trabajo evangélico. Por tanto, en aquel entonces yo siempre tenía dudas sobre la obra de dios. Ahora que veo que se está difundiendo la obra del evangelio de la casa de dios, que diversos aspectos del trabajo están mejorando y dando resultados, y las iglesias de varios países están prosperando cada vez más, ya no tengo dudas ni vacilación. Por favor, dejadme que haga mi deber. ¡No me coloquéis entre las filas de aquellos a los que han echado o expulsado!”. ¿Estaría bien darle a tal persona una oportunidad? (No). ¿Por qué no? (Sus palabras son falsas. Solo quieren apegarse a la iglesia de nuevo porque ven que la obra de la casa de Dios tiene una tendencia a difundirse y que ha ganado poder. Sin embargo, cada vez que ocurra algo que vaya contra sus nociones, volverán a vacilar). ¿Habéis desentrañado este asunto? (Sí). Hay quienes son vacilantes natos. Hoy el viento sopla hacia ese lado y lo siguen en esa dirección; mañana sopla hacia esa otra y esa será la dirección que sigan; incluso cuando no hay viento, no paran de vacilar por su cuenta. Tales personas no poseen la capacidad de pensar que debería tener un humano normal, así que no cumplen con el estándar de ser humano. ¿Es esto correcto? (Sí). Si alguien tiene la capacidad de pensar de un humano normal y posee la capacidad de comprensión que deberían tener los humanos, vería que Dios ha expresado muchas verdades y sería capaz de confirmar que esta es la obra de Dios. Es más, hay mucha gente que cree en Dios; ven la obra de Dios y la del Espíritu Santo todos los días, además de los maravillosos actos de Dios; su fe se vuelve más fuerte y aumenta su energía a la hora de cumplir su deber. ¿Acaso estas cosas se pueden lograr por medio del trabajo del hombre? Aquellos que no poseen la capacidad de pensar de un humano, por mucho que les expliquen claramente estos asuntos, no pueden confirmar que esta sea la obra de Dios. Carecen de la capacidad para realizar ese juicio. No importa lo maravillosa que sea la obra que hace Dios ahora, cuánto hable, cuánta gente lo siga, cuántas personas tengan la certeza de que esta es la obra de Dios o cuánta gente esté segura de que el porvenir de la especie humana recae bajo la soberanía y las disposiciones de Dios, y de que Él es el Creador; nada de esto es importante para ellos. Por tanto, ¿qué es lo más importante para ellos? Tienen que ver en persona al Dios del cielo aparecer ante ellos, y además han de ver a Dios abrir la boca y hablar, verlo crear en persona los cielos, la tierra y todas las cosas, así como realizar señales y prodigios en persona, y cuando hable, Sus palabras deberán tener un sonido como el del trueno. Solo entonces creerán en Dios. Son igual que Tomás; no importó cuántas palabras dijera el Señor Jesús, cuánta verdad expresara o cuántas señales y prodigios realizara durante Su época en la tierra, nada de eso fue importante para Tomás. Lo importante era si la resurrección del Señor Jesús después de Su muerte había sido real o no. ¿Cómo confirmó esto? Le exigió al Señor Jesús: “Extiende la mano y déjame ver las marcas de los clavos. Si de veras eres el señor Jesús resucitado, habrá marcas de clavos en tus manos, y entonces te reconoceré como al señor Jesús. Si no puedo sentir las marcas de los clavos en tus manos, no te reconoceré como al señor Jesús ni te reconoceré como a dios”. ¿Acaso no era un idiota? (Sí). La gente así solo cree en los hechos que pueden ver con sus propios ojos y en sus propias figuraciones y razonamientos. Aunque oigan las palabras de Dios, experimenten Su obra y la vean elevarse, crecer y prosperar, todavía no creen que esta sea la obra de Dios. No son capaces de ver el gran poder de Dios, no pueden ver Su autoridad ni pueden discernir el poder de las palabras de Dios ni los resultados que pueden lograr en las personas. No pueden ver ni discernir nada de esto. Solo esperan una cosa: “Debes hablar desde los cielos con una voz atronadora, declarando que eres el creador. Además, has de realizar señales y prodigios y crear en persona los cielos, la tierra y todas las cosas para mostrar tu gran poder. Entonces creeré que eres dios, reconoceré que eres dios”: ¿Valora Dios tal reconocimiento? ¿Valora tal creencia? (No). ¿Necesita Dios que reconozcas que es Dios? ¿Le hace falta tu aprobación? Dios ha expresado muchas verdades, muchas personas han aceptado la obra de Dios y hay multitud de testimonios vivenciales —testimonios que superan a los de cualquier generación anterior—, y aun así no puedes confirmar si se trata de la aparición y la obra de Dios. No crees en los hechos que Dios ya ha conseguido ni en el cumplimiento de las promesas de Dios, ni tampoco los reconoces. Por tanto, ¿qué eres tú? No eres siquiera humano, ¡eres un idiota! Y aun así todavía quieres recibir bendiciones de Dios, ¡ni de broma! ¡Estás soñando! Dudas de Dios y lo niegas ante cualquier oportunidad, siempre quieres reírte de las desgracias de la casa de Dios. Nunca has reconocido ni creído en la existencia de Dios, ni has reconocido, creído ni aceptado nunca las palabras y la obra de Dios. Por tanto, las promesas de Dios no tienen absolutamente nada que ver contigo y no obtendrás nada. Algunas personas dicen: “Pero siguen haciendo su deber. ¿Cómo no van a poder obtener nada?”. Entonces hemos de tener claro cuál es su propósito al hacer su deber, por quién lo hacen y qué principios siguen cuando hacen su deber. Si no aceptas las palabras de Dios, entonces, aunque hagas tu deber, solo haces de mano de obra; no es una verdadera sumisión. Dios no reconoce lo que haces como desempeñar tu deber. A ojos de Dios, no eres más que una persona muerta sin espíritu. Una persona muerta todavía espera bendiciones; ¿acaso no es eso ilusorio? El hecho de que incluso te las arregles para hacer un poco de deber se debe a que te impulsa tu intención de obtener bendiciones. Y dudas constantemente, siempre juzgando, condenando, negando a Dios para tus adentros y además juzgando y negando Sus palabras y Su obra. Esto te convierte en un enemigo de Dios. ¿Puede una persona que es un enemigo de Dios cumplir con el estándar como ser creado? (No). Te colocas a ti mismo como enemigo de Dios a cada momento, observándolo en secreto a Él y a Su obra desde las sombras, clamando en secreto contra Él en tu corazón, juzgándolo y condenándolo tanto a Él como a Sus palabras y Su obra. Si esto no es un enemigo de Dios, ¿qué lo es entonces? Esto es ser abiertamente un enemigo de Dios. Y no estás siendo un enemigo de Dios dentro del mundo no creyente; lo estás siendo en la casa de Dios. ¡Esto es incluso más imperdonable!

Aquellos que vacilan, ya nos fijemos en la sustancia de su humanidad o en sus manifestaciones, no aceptan la verdad ni las palabras ni la obra de Dios. Lo único que les importa es si pueden recibir bendiciones. Nunca tienen certeza de Dios ni de Su obra, siempre observan entre bambalinas, vacilando y dudando constantemente. Siguen a Dios mientras observan; caminan, se detienen y viceversa. ¡Son personas bastante problemáticas! En especial ahora que la iglesia depura a gente a menudo, siempre están en vilo y piensan: “Siempre vacilo. Tal vez algún día alguien lo note y me echen de la iglesia. No puedo permitir que se me escapen mis dudas internas sobre dios. No puedo mencionarle esto a nadie”. Por tanto, observan en secreto entre bambalinas y no temen que Dios las ponga en evidencia, ya que no creen en Su existencia, y menos aún en Su escrutinio. Estas personas oyen a menudo a los hermanos y hermanas hablar sobre cómo las ha guiado Dios, cómo las ha disciplinado, cómo ha puesto en evidencia a gente, cómo ha salvado a personas, cómo les ha concedido gracia y bendiciones y cómo, durante el proceso de seguir a Dios, han experimentado Su obra, y lo que sintieron, vieron o entendieron, etcétera. Cuando oyen a los hermanos y hermanas hablar sobre estos entendimientos vivenciales, piensan para sí: “¿Son las experiencias de las que estáis hablando solo vuestra imaginación? ¿Son solo sentimientos humanos? ¿Por qué yo no he sentido estas cosas? En especial, a aquellos que escriben artículos de testimonio vivencial, no los conozco ni he visto cómo han logrado tales cosas mediante estas experiencias. ¡No hay todavía certeza de si de veras poseen la realidad-verdad!”. Algunos idiotas todavía observan y cuestionan la obra de la casa de Dios, incapaces de ver qué realidades-verdad hay contenidas dentro de estos artículos de testimonio vivencial escritos por el pueblo escogido de Dios, intentando buscar excusas y bases para su propia vacilación y su falta de fe. Piensan que, ya que ellos vacilan, otros también deben hacerlo. Si alguien nunca vacila, si no tiene dudas y si su habitual charla sobre la verdad es siempre bastante práctica y, sean cuales sean los problemas que encuentre, puede buscar la verdad para resolverlos, entonces estos idiotas tienen un sentido de la disparidad e incomodidad en su fuero interno. Cuando se sienten incómodos, ¿cómo encuentran alivio? Buscan a alguien que sea igual que ellos y tratan de encontrar a un espíritu afín. Cuando ven a alguien sentirse negativo y débil, dan una pista de sus propios pensamientos para tantear el terreno, diciendo: “A veces yo también me siento negativo. Cuando me siento así, sé que no debería ser de esa manera, pero a veces dudo de si dios existe en realidad”. Si la otra persona no les responde y ven que meramente es negativa y débil pero que no tiene dudas sobre Dios, dirán algo más que no sea sincero para verificar a la otra persona: “¿Qué crees que me pasa? Creo en dios bastante bien, pero ¿por qué siempre tengo dudas respecto a él? ¿No es eso rebeldía? ¡No debería ser así!”. Dicen esto con el único propósito de congraciarse con la otra persona y verificarla. Esperan con ansias que otros cuestionen a Dios igual que lo hacen ellos; ¡eso los haría felices! Si descubren a otro que siempre tenga dudas sobre Dios y tenga constantes nociones sobre Él, se sienten afortunados de haber encontrado a un espíritu afín. Los dos, al compartir la misma repugnante mentalidad, confían a menudo el uno en el otro. Cuanto más hablan, más se apartan de Dios. Cuanto más hablan, menos quieren hacer su deber y menos quieren leer las palabras de Dios, e incluso quieren dejar de participar en la vida de iglesia. Poco a poco, los dos acaban saliendo al mundo para trabajar, se aferran el uno al otro como socios inseparables, se arropan el uno al otro cuando se marchan juntos. Al irse, no se llevan siquiera un solo libro de las palabras de Dios. Alguien les pregunta: “¿Has dejado de creer en Dios?”, y ellos responden: “No, yo creo”. Lo siguen negando con terquedad. La otra persona pregunta: “Entonces, ¿por qué no te has llevado ningún libro de las palabras de Dios?”, y responden: “Pesan mucho y no tengo dónde ponerlos”. Todo lo que dicen es solo para engañar a la otra persona. En realidad, se están preparando para regresar al mundo, buscar un trabajo y vivir su vida. Os digo la verdad: esta clase de gente es incrédula y este será su desenlace, así es como son en realidad. Su creencia en Dios no durará mucho. Mientras encuentren a alguien que les agrade, alguien con quien poder compartir sus pensamientos más profundos, piensan: “Al fin he encontrado a alguien que me respalde, alguien en quien confiar. ¡Vamos! Creer en dios es muy aburrido. No hay dios en este mundo, de todas formas. Tratar a algo que no existe como algo real es una carga demasiado grande. ¡Estos últimos años han sido muy duros!”. Se marchan y dejan de creer por su cuenta, e incluso les piden a los hermanos y hermanas que no los busquen, diciendo: “Nos hemos ido a trabajar. ¡No nos llaméis más o avisaremos a la policía!”. Estos dos necios, este par de burros estúpidos se van así sin más. Que se vayan con viento fresco, digo Yo, así la casa de Dios se ahorra la molestia de expulsarlos o echarlos. Decidme, ¿hay alguna necesidad de compartir la verdad con esta clase de personas para apoyarlas y ayudarlas? ¿Hay alguna necesidad de intentar razonar con ellas y persuadirlas? (No). Si intentáis persuadirlas, estáis siendo extremadamente necios. La gente de esta clase es incrédula hasta la médula, son cadáveres andantes y zopencos sin cerebro. Si tratas de persuadirlos, entonces tú también eres un necio. Deberías despedirte enseguida y con alegría de esta clase de personas, y no hay necesidad de buscarlas después. Han dejado claro que no van a creer más en Dios, y que, si las vuelves a llamar, te denunciarán a la policía. Si sigues tratando de contactar con ellas, ¿acaso no te estás buscando problemas? Si de veras llaman a la policía y te acusan de acoso, ¿se crearía una buena reputación si se corriera la voz? (No). ¡De ninguna manera debes hacer algo tan estúpido! Deja que cuiden de sí mismas y se marchen con tranquilidad, ¡ese es un enfoque mucho mejor! Cada persona sigue su propia senda; la senda de cada una la dictamina quiénes son. No están bendecidas, sus vidas solo están podridas, no tienen valor. Semejante gran bendición excede a su capacidad para heredarla o disfrutarla; simplemente no tienen la fortuna de recibirla. Aceptar la provisión de las palabras de Dios y aceptar la verdad como la vida es la mayor bendición en todo el universo y entre toda la especie humana. Quienquiera que acepte la verdad es una persona bendecida, y quienquiera que no pueda aceptar la verdad simplemente no tiene esta bendición. Un día, aquellos que hayan aceptado la verdad sobrevivirán a la gran catástrofe y serán bendecidos grandemente, mientras que aquellos que no han aceptado la verdad perecerán en la catástrofe y sufrirán calamidad, y para entonces será demasiado tarde para arrepentirse. Aunque ahora reconozcas que las palabras de Dios son la verdad y que Su obra la hace Dios mismo, ¡si no persigues la verdad, si no la aceptas ni entras en ella, seguirás sin ganar tal bendición! ¿Piensas que esta bendición se puede ganar tan fácilmente? Se trata de una bendición que nunca ha existido desde el principio de los tiempos ni volverá a existir; ¿cómo se te podría permitir obtenerla con semejante facilidad? Dios ha prometido tal bendición a la especie humana, pero no es algo que la gente corriente pueda obtener. Esta bendición es para los escogidos de Dios, y es imposible que se escoja a un burro estúpido, a un cadáver andante, a una escoria o a un bribón. Dios lleva a cabo tres etapas de la obra para salvar a la especie humana y, al final, creará a un grupo de vencedores y les permitirá convertirse en amos de todas las cosas y en una nueva especie humana. ¡Qué grande es esta bendición para la especie humana! ¿Desde cuándo se está desarrollando esta etapa de la obra de juicio en los últimos días? (Hace más de treinta años). Al fijarnos en estos más de treinta años, se puede ver cuánto precio ha pagado Dios y cuánta obra ha hecho, ¡así que está claro lo increíblemente valiosa y noble que será la especie humana que Dios va a obtener en última instancia, y que esta especie humana es preciosa y extremadamente importante a ojos de Dios! Qué afortunados sois entonces; ¡esta es una gran bendición para vosotros! Por tanto, en cuanto a algunas personas que todavía vacilan en este punto, ¡de veras no están bendecidas! Aunque no vacilasen y estuvieran comprometidas por completo a seguir, si no persiguieran la verdad, todavía no obtendrían esta bendición. Por tanto, aquellos que al final obtienen esta bendición no son personas corrientes: son aquellos a los que Dios ha cribado con rigor y repetidas veces y a los que ha seleccionado cuidadosamente; son aquellos a los que Dios puede obtener en última instancia.

Las principales manifestaciones de aquellos que vacilan son precisamente estos problemas. Con independencia de cuál pueda ser al final su desenlace, en cualquier caso, una vez que a tales personas se las identifica en la iglesia, hay que lidiar con ellas de acuerdo con los principios. No hay que tratarlas como hermanos o hermanas. Si tienen sentimientos positivos respecto a creer en Dios o pueden ejercer algo de esfuerzo y están dispuestas a aportar algo de mano de obra, como mucho son amigas de la iglesia y no se las puede considerar un hermano o una hermana. Así que, aunque adopten un nuevo nombre, como “Sumisión” o “Sinceridad”, todavía no deberías llamarlas hermano o hermana, con llamarlas por su nuevo nombre es suficiente. ¿Y eso por qué? Porque tales personas no están a la altura de ser hermanos o hermanas. ¿Lo entiendes ahora? (Sí). Por tanto, ahora dispones de los principios para lidiar con las personas de esta clase, ¿cierto? (Sí). Terminamos aquí la charla de hoy. ¡Adiós!

29 de junio de 2024

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