Punto 7: Son perversos, insidiosos y falsos (III) Parte 2
Algunas personas creen en Dios y parecen seguirlo en apariencia. Pero ¿han reflexionado alguna vez en lo más profundo de su corazón sobre la senda que han tomado y el precio que han pagado? ¿Han examinado y tratado de averiguar si han cumplido adecuadamente los deberes que Dios les ha encomendado? ¿Cuál es exactamente su actitud en su trato hacia Dios? A juzgar por la variedad de cosas que la gente muestra y revela, e incluso por sus maquinaciones más íntimas, por no hablar de todas las actitudes que se revelan en lo que hacen al tratar a Dios, ¿qué han hecho las personas por Dios? Aparte de pagar un precio por cosas que las benefician y de considerarlas en profundidad, ¿cuáles son sus actitudes hacia Dios y qué le ofrecen? Nada más que confabulaciones, cálculos interesados, recelo y una actitud desdeñosa. El desdén es una actitud, y ¿qué comportamiento provoca, expresado con un verbo? “Mofarse”. ¿Alguna vez habéis oído esa palabra? (Sí). “Mofarse” es un término un poco elevado. ¿Cómo lo diríamos en lenguaje coloquial? Decimos “tomar el pelo”, “burlarnos”, “hacer broma”… Les pareces modesto, ingenuo; a sus ojos no eres nadie y se atreven a mofarse de ti abiertamente. ¿Qué tipo de carácter demuestran? ¿Qué habita en el corazón de una persona con semejante carácter? ¿Un ángel o un demonio? (Un demonio). Un demonio. Si pueden tratar así a Dios, ¿qué son en realidad? ¿Pueden llevar a la práctica las palabras de Dios? ¿Pueden someterse a ellas? Pongamos de ejemplo a la persona que me ofreció los regalos: no busca la verdad, ni comprende las intenciones de Dios. No tiene ni la más mínima idea acerca de lo que Dios exige al hombre ni de lo que Él desea ver u obtener de este. Solo es igual que alguien que interactúa con su jefe, que se centra en cómo halagarlo y engañarlo, haciendo lo que sea para conseguir sus objetivos. ¿De qué vive realmente una persona así? Vive de la adulación, para subsistir a una vida despreciable arrastrándose ante sus líderes. ¿Por qué mostró hacia Mí tanta “preocupación” y “amabilidad”? No pudo evitarlo, ¿verdad? ¿Pudo haber previsto cómo me sentiría Yo al respecto? (No). Exacto, no lo entendía. Carece por completo de una forma de pensar humana normal. No sabía ni le preocupaba el modo en que Yo percibiría, definiría o evaluaría su comportamiento y carácter. ¿Qué le preocupa? Cómo adularme para conseguir lo que busca y darme una buena impresión. Esa es su intención al hacer las cosas. ¿Qué tipo de humanidad demuestra? ¿Es eso lo que haría una persona con una conciencia y razón verdaderas? Con tantos años de vida, deberías comprender lo siguiente. Primero, no necesito que me adules. Segundo, no necesito que me regales nada. Tercero, y lo más importante, debes entender que no importa lo que hagas, ni cuáles sean tus intenciones y metas, ni la naturaleza de tus actos, ya que soy Yo quien define y llega a una conclusión al respecto de todo ello. No se trata de que hagas algo y ya está; al contrario, tengo que ver claramente tus intenciones y motivaciones. Yo solo me fijo en tu carácter. Probablemente algunos digan: “¡Eres muy duro con las personas!”. ¿Lo soy? No me lo parece en absoluto. Precisamente porque no soy nada duro algunas personas tratan de sacar partido de la situación. ¿Es así o no? En cuanto se acercan a Mí, algunos se plantean: “Me pareces una persona normal. No hay que hacerte mucho caso. Eres más o menos como yo: comes tres veces al día y no veo que tengas ninguna autoridad o poder. No dirás nada te trate como te trate. ¿Qué puedes hacerme?”. ¿Qué manera de pensar es esta? ¿De dónde viene? Del carácter de las personas. ¿Por qué tienen las personas semejante carácter? Porque en su corazón habitan demonios. Dado que viven demonios en su corazón, no importa lo grande que consideren que es Dios o lo noble que piensen que es Su estatus, ni lo mucho que crean que Dios expresa la verdad para salvar a la gente, que demuestren de palabra su gratitud o que manifiesten su disposición a sufrir y pagar el precio, porque cuando llegue el momento de realizar su deber, los demonios controlarán su corazón; son ellos los que están al mando. ¿Qué tipo de persona, a vuestro modo de ver, se atreve a engañar y mofarse incluso de Dios? (Un demonio). Un demonio, eso seguro.
En nuestra anterior charla, ¿en qué diálogo entre Dios y Satanás pudimos ver el carácter de Satanás? Dios preguntó: “Satanás, ¿de dónde vienes?”. ¿Y qué respondió él? (“De recorrer la tierra y de andar por ella” [Job 1:7]). ¿Qué manera de hablar es esa? (Demoníaca). ¡Es como habla el demonio! Si Satanás hubiese tratado a Dios como a tal, habría dicho: “Dios me ha preguntado, así que le diré de dónde vengo con buenas maneras”. ¿No sería eso hablar con sensatez? (Sí). Sería una frase acorde con el pensamiento humano normal, una frase completa, gramatical y fácil de entender. ¿Fue eso lo que dijo Satanás? (No). ¿Qué dijo? “De recorrer la tierra y de andar por ella”. ¿Entendéis esa frase? (No). Incluso a día de hoy, nadie entiende su significado. Entonces, ¿de dónde venía Satanás? ¿Cuáles eran sus idas y venidas? ¿De dónde procedía y adónde se dirigía? ¿Hay alguna respuesta concluyente a estas preguntas? Hasta hoy, quienes interpretan la Biblia no han sido capaces de dilucidar de dónde venía realmente Satanás o cuánto tiempo le había supuesto llegar ante Dios para hablar con Él. No se sabe ninguna de esas cosas. Entonces, ¿cómo pudo Satanás responder a Dios así, con semejante tono y tales palabras? ¿Le planteó Dios la pregunta con seriedad? (Sí). ¿Y fue la respuesta de Satanás acorde? (No). ¿Cómo fue su actitud al contestar a Dios? Ridícula. Es como si preguntas a alguien “¿de dónde eres?” y te contesta “adivínalo”. “No puedo adivinarlo”. Sabe que no puedes adivinarlo, pero te obliga a hacerlo de todas maneras. Te está tomando el pelo, nada más. Esa es la actitud a la que se refieren expresiones como jugar con alguien o mofarse de una persona. Alguien así no es sincero y no quiere que lo sepas, solo se burla de ti y te toma el pelo. Ese es precisamente el carácter de Satanás. He dicho que en el corazón de algunas personas habitan demonios, ¿no es así como tratan a Dios? Vistas desde fuera, por su forma de ir y venir, hacer las cosas, soportar alguna que otra dificultad y pagar un pequeño precio por ello, no es eso lo que transmiten, ya que parece que llevan a Dios en su corazón. Sin embargo, por su actitud en el modo de tratar a Dios y la verdad, se ve que lo que habita en su corazón es un demonio. No hay más. Ni siquiera pueden responder a las preguntas de Dios directamente. Son del tipo de personas que dan vueltas y vueltas a las cosas y marean la perdiz hasta no saber cuál es la respuesta y ni si es blanco o negro lo que dicen. ¿Qué tipo de personas son? ¿Pueden ser sinceras en su trato hacia Dios? Dada la actitud de desprecio y desdén con que tratan a Dios, ¿pueden practicar las palabras de Dios como la verdad? (No). ¿Por qué? Porque en su corazón habitan demonios. ¿Es así o no? (Sí, no lo tratan como a Dios en absoluto). Así es la perversidad de esas personas. Su perversidad radica en el pensamiento de que la integridad, la humildad, la normalidad y la practicidad de Dios que ellas ven no son aquello que hace hermoso a Dios. Pero entonces, ¿qué son? Piensan que son debilidades de Dios; que son aspectos que hacen que la gente sea propensa a generar nociones; que son las mayores imperfecciones del Dios en el que creen; que son deficiencias, problemas y defectos. ¿Qué consideración merecen esas personas? Esa es la manera y la actitud con la que tratan a Dios; para Dios es deshonroso, pero ¿y para ellas? ¿Obtienen algo a cambio? Es un insulto a sí mismas también. ¿Por qué lo digo? Si, siendo una persona normal, alguien te da algo sin pensar para que te lo comas y tú lo aceptas y te lo comes como un necio, sin preocuparte por la realidad del asunto y sin ni siquiera plantearte qué sucede, ¿no indicaría eso que a tu humanidad le falta algo? ¿Es una persona normal alguien con carencias en su humanidad? No. Si el Cristo hecho carne no poseyera siquiera una humanidad normal como esa, ¿seguiría siendo merecedor de que alguien creyera en Él? No, no lo sería. ¿Cuáles son los signos de la humanidad del Dios encarnado? Su racionalidad, pensamiento y conciencia son los más normales. ¿Tiene capacidad de juicio? (Sí). Si Yo no la tuviera y no fuera más que un cabeza de chorlito, sin sentido común ni percepción, incapaz de pensar cuando me suceden cosas, ¿se me podría seguir considerando un ser humano normal? Esa sería una humanidad defectuosa, no una normal. ¿Podría llamarse Cristo a una persona así? Cuando Dios se hizo carne, ¿hubiese escogido una carne así? (No). Desde luego que no. Si Yo lo hubiera hecho despreocupadamente, ¿sería ese Dios, el único llamado Dios encarnado, digno de ser seguido? No, y vosotros estaríais en la senda incorrecta. Eso por un lado, desde Mi perspectiva. Por otro lado, desde vuestra perspectiva, si consideras que Él es Dios, que es merecedor de ser seguido y, como seguidor Suyo, lo tratas de esa manera, ¿en qué posición te estás colocando a ti mismo? ¿No sería una deshonra para ti? (Sí). Si el Dios en el que crees es tan indigno de respeto a tus ojos y aun así crees en Él, ¿en qué te convierte eso? ¿Estás atolondrado? ¿Eres un seguidor confundido? ¿No te deshonrarías a ti mismo? (Sí). En cambio, si crees que Él posee todos los aspectos de la humanidad normal, que es el Dios encarnado, y sigues actuando del mismo modo, ¿no estarás deshonrando a Dios? Ambas perspectivas son válidas. El problema es visible tanto si se observa desde la perspectiva de Dios como desde la del hombre, ¡y es un problema grave! ¿O no? (Sí). Desde el punto de vista humano, si lo consideras Dios y lo tratas como tal, estarás deshonrándolo abiertamente. Si crees que no es Dios, sino un ser humano, pero aun así lo sigues, ¿no se produce una contradicción? ¿No sería una deshonra para ti? Medita sobre estos dos aspectos. ¿Estoy en lo cierto? ¿No? ¿Por qué no puede plantearse la gente estas cosas? ¿Por qué siguen actuando así? ¿Es porque simplemente no comprenden la verdad? No le demos más vueltas: solo con mirarlo desde la perspectiva de la aptitud, ya son unos cretinos carentes de pensamiento. ¿Por qué digo que son carentes de pensamiento? ¿A qué pensamiento me refiero? Al que permite pensar. Hacer algo sin pensar, sin saber cómo sopesar los pros y los contras ni cómo plantearte la naturaleza de lo que haces o si deberías hacerlo o no, es carecer de pensamiento. ¿Y qué tipo de seres carecen de pensamiento? Los animales y las bestias; en cambio, los humanos sí se plantearían esas cosas. Las personas pueden hacer tonterías de manera impulsiva, pero si cometen la misma necedad una y otra vez, pueden ser tachadas de carentes de pensamiento. Una persona carente de pensamiento es alguien que tiene la razón mermada o, como se dice coloquialmente, a quien le falta un tornillo. Pero su egoísmo es enorme y recurre a gran cantidad de trucos engañosos, por eso digo que en el corazón de las personas habitan demonios.
¿Creéis que plantear en esta charla el asunto de los regalos es hacer una montaña de un grano de arena? Si no hubiera hablado sobre ello y lo hubiera mencionado simplemente de pasada, ¿habría tenido el mismo efecto en vosotros, ahora que lo habéis escuchado? (No). Como mucho, después de escuchar la historia, os podríais haber planteado: “¿Cómo pudo ese hombre hacer algo así? Yo no hago esas cosas; ¡sin duda en el mundo hay gente para todo!”. Eso es lo máximo que hubierais pensado. Hubierais hablado un poco al respecto y eso es todo. ¿Pero habríais llegado a entenderlo en toda su profundidad? (No). No habríais alcanzado un entendimiento profundo de ello. Entonces, ¿qué beneficios os aportan Mis palabras? ¿Qué verdad habéis obtenido? Para empezar, os lo tengo que recordar: entre Dios y el hombre, ¿cuál es el mejor tipo de relación que se puede crear? Cuando alguien se acerca a Dios, ¿cómo debe llevarse con Él cuando su contacto es estrecho? ¿No habría que fundamentar dicha relación en los principios? (Sí). Además, después de tantos años siendo creyentes, ¿qué situaciones de la misma naturaleza que las del hombre de la historia se han producido en la vida diaria de las personas? ¿No merece la pena reflexionar sobre estas preguntas? Podría alguien aprender una lección y decir “Dios no tolera ni el más mínimo error, así que este asunto es tremendamente serio. Mejor no acercarnos, no tener contacto estrecho ni tratar con Él. ¡Con Dios no se juega! Si metes la pata, hará una montaña de un grano de arena y acabarás metiéndote en graves problemas. Desde luego, no pienso darle nada a Dios”. ¿Pensar así es aceptable? (No). En realidad, no deberíais preocuparos, porque no tenemos muchas oportunidades de mantener un contacto estrecho, y menos momentos aún para relacionarnos el uno con el otro, así que no es algo que deba inquietaros. Si me relaciono con vosotros algún día, no os preocupéis. Te contaré un secreto. Tanto si te llevas bien conmigo como si oras y buscas en la intimidad, ¿cuál es el secreto número uno? Hagas lo que hagas, no compitas en ingenio conmigo; si tienes espíritu combativo, mantente alejado de Mí. Algunas personas hablan muy astutamente y son capaces de tramar argucias en un abrir y cerrar de ojos. Cada frase que pronuncian está trufada de impureza. Si siguen hablando, acabarás por no saber qué palabras son ciertas y cuáles falsas. Esas personas no deben acercarse nunca a Mí. Cuando estés en contacto con Dios y te relaciones con Él, ¿qué es lo primero que debes hacer y el principio fundamental por el que te debes regir? Tener un corazón honesto en tu trato hacia Dios. También tienes que aprender a mostrar deferencia. La deferencia no es lo mismo que los buenos modales, no es adular ni ganarte el favor de alguien, ni tampoco congraciarte o halagar. ¿En qué consiste exactamente? (En tratar a Dios como tal). Tratar a Dios como a Dios es un principio esencial. ¿Y más concretamente? (En aprender a escuchar a Dios). Ese es un aspecto de la práctica. Algunas personas que se acercan a Mí empiezan a hablar y alzan la voz por encima de la Mía, así que las dejo acabar para luego continuar Yo. ¿Y cómo me tratan cuando Yo estoy hablando? Escuchan con los ojos cerrados. ¿Qué implica eso? Es como decir: “Lo que dices son tonterías. ¿Qué sabrás tú?”. Esa es su actitud. Puede que Yo no lo sepa todo, pero tengo principios y te explico lo que he aprendido, visto y puedo entender, así como los principios que conozco, y puedes beneficiarte mucho de ello. Pero si siempre te quedas mirándome, pensando que no sé nada y sin escucharme atentamente, no te resultará provechoso y tendrás que descubrir las cosas por ti mismo. ¿Es así o no? De modo que tenéis que aprender a escuchar las palabras de Dios. Cuando escucháis, ¿os limito a la hora de expresar vuestra opinión? No lo hago. Una vez que he acabado de hablar, os pregunto si tenéis alguna duda y, si alguien la tiene, la resuelvo de inmediato y os explico qué principios intervienen en cada una de ellas. A veces no me limito a explicaros los principios, sino que os digo directamente lo que tenéis que hacer, punto por punto. Aunque hay algunas áreas que no entiendo, tengo Mis propios principios, así como también Mis propias opiniones sobre tales cuestiones y Mis propias formas de gestionarlas, por lo que os enseño basándome en lo que considero principios y opiniones sólidos. ¿Y cómo es que puedo enseñaros? Porque no entendéis esas cosas siquiera. Una vez resueltas las dudas, volveré a preguntar si tenéis alguna más y, si es así, de nuevo la resolveré de inmediato. No solo quiero que me escuches, te doy la oportunidad de hablar, pero lo que digas tiene que ser razonable, no disparates, ni una pérdida de tiempo. A veces interrumpo a algunas personas porque me impaciento. ¿En qué circunstancias? Cuando se extienden demasiado y utilizan diez frases para decir lo que podría expresarse en cinco. De hecho, entiendo lo que quieren decir a la primera, sé qué viene después, así que no es necesario que digan nada más. Sé conciso y ve al grano, no hagas perder el tiempo a los demás. Cuando hayas acabado de hablar, te daré una respuesta, te diré qué hacer y en qué principios debes basarte. Así se zanjaría el asunto, ¿verdad? Pero algunas personas no pueden entenderlo y dicen: “No. Tienes que respetarme. El respeto debe ser recíproco. Has acabado de hablar, pero yo no he terminado de expresar mi punto de vista. Y mi punto de vista es el siguiente. Tengo que empezar de nuevo otra vez”. Siempre quieren manifestar su opinión creyendo que no la conozco cuando, de hecho, en cuanto empiezan a hablar ya sé cuál es, así que ¿qué necesidad hay de que continúen? Ninguna. Algunas personas tienen un cociente intelectual tan bajo que necesitan diez frases para expresar algo que solo requiere dos y, a menos que las interrumpa, seguirán hablando. Todos los demás lo han entendido, ¿Yo todavía no? Con todo, quieren seguir diciendo la suya, por lo que no solo es que su cociente intelectual sea bajo, sino que su razón también es deficiente. ¿Os habéis topado alguna vez con gente así? (Sí). Piensan que son brillantes aunque andan escasos de razón y de cociente intelectual. ¿No es repugnante? Provoca náuseas y repugnancia. Cuando la gente entra en contacto con Dios, lo primero que debe hacer es tratarlo con un corazón honesto, lo segundo es aprender a mostrar deferencia y, lo tercero y más importante, es aprender a buscar la verdad. ¿No es eso lo más importante? (Sí). ¿Qué sentido tiene creer en Dios si no buscas la verdad? ¿Qué valor tiene creer en Él? ¿De qué sirve? Puede que la mayoría de personas se queden cortas en este aspecto, así que, ¿por qué comentarlo? Para prepararos para el futuro; tenéis que aprender a practicar de esta manera para cuando ese tipo de cosas os sucedan en el futuro.
En la iglesia estuve en contacto con muchas personas, a algunas de las cuales les encargué que hicieran unas cuantas cosas. A los pocos días, me pusieron al corriente y me demostraron que habían tomado nota de todo lo que les había asignado y que estaban llevando todos y cada uno de esos encargos a la práctica. Cuando nos reunimos, me informaron de en qué punto se encontraba cada cosa, qué asuntos requerían una búsqueda y cuáles no habían dado todavía resultados, con lo que me pusieron al día de todo. Me explicaron con mucha claridad los detalles y, aunque a veces eran un poco triviales, me demostraron con su actitud que se tomaban en serio y con responsabilidad las palabras de Dios y que sabían cuáles eran sus responsabilidades, deberes y obligaciones. Algunas personas eran distintas. Les encargué un par de tareas, que anotaron en sus cuadernos, pero una semana más tarde, momento en que aún no habían puesto en práctica nada, solo se acordaron de ello cuando les pregunté al respecto, y volvieron a anotarlo todo en sus cuadernos. Pasó otra semana y, cuando les pregunté por qué todavía no estaba resuelto, me pusieron excusas, escudándose en que habían tenido tal o cual dificultad, antes de volver a anotarlo todo diligentemente en sus cuadernos. ¿Dónde lo registraron todo? (En sus cuadernos). Pero no registraron nada en sus cabezas. ¿No es eso encargar algo a la persona equivocada? Esas personas no son humanas. Todo lo que les encargué les entró por un oído y les salió por el otro; no se lo tomaron en serio para nada. Todas las tareas vinculadas a una profesión determinada o a cuestiones generales, así como a algunos asuntos relacionados con el trabajo de la iglesia, que encomiendo a las personas se encuentran dentro del alcance de aquello que pueden conseguir; ninguna está pensada para complicarles la vida. Sin embargo, cuando he encargado a los líderes y obreros hacer algo, la mayoría de ellos a menudo no me han informado una vez iniciado el encargo y no he vuelto a saber nada más sobre en qué estado se encontraba. Si llegó a realizarse o no, cómo fue llevado a cabo, qué errores hubo, cuáles son los resultados actuales, etc., nunca me informaron de ninguna de esas cosas ni hicieron búsquedas. Simplemente lo dejaron de lado y ni siquiera llegué a saber nada sobre ninguno de los resultados. El problema de algunos era todavía más grave, puesto que, además de no llevar a cabo lo que les encomendé, venían a halagarme y engañarme. Me explicaban dónde habían ido y qué habían hecho ayer, lo que habían hecho anteayer y lo que estaban haciendo en ese mismo momento. Fijaos en lo bien que se les daba fingir y engañar: no habían hecho nada de lo que les había encargado específicamente, pero andaban muy ocupados realizando tareas inútiles mientras que las esenciales estaban completamente desatendidas. ¿Qué manera de comportarse era aquella? Habían descuidado por completo sus verdaderas tareas y no hacían más que mentir y engañar.
Había un hombre encargado de plantar. Le pregunté: “Este año hay algunas hortalizas que tienen buen aspecto. ¿Has guardado semillas?”. “Sí”, contestó. Le dije: “He oído que ya hace tiempo que recogieron todas las hortalizas y que no guardaron ninguna semilla”. A lo que me respondió: “No han acabado de cosechar. ¡Todavía quedan algunas hortalizas!”. Entonces le pregunté: “¿Dónde están las que quedan? Quiero echarles un vistazo”. Su respuesta fue: “¡Vaya! Bueno, déjame que lo compruebe primero”. ¿Había guardado semillas o no? No lo había hecho. De las pocas palabras que dijo, ¿era su primera afirmación, “sí”, mentira? (Sí). Y la segunda, “No han acabado de cosechar. ¡Todavía quedan algunas hortalizas!”, ¿no era también mentira? No sabía si habían guardado semillas o no, por eso dijo “déjame que lo compruebe primero”, así que la tercera afirmación era igualmente mentira. A medida que iba hablando, las mentiras se iban haciendo más grandes. Tapaba una mentira con otra, hundiéndose cada vez más. ¡Su boca estaba llena de mentiras! ¿Querríais relacionaros con alguien que tiene la boca llena de mentiras? (No). ¿Cómo os sentís cuando habláis y trabajáis con personas que no hacen más que mentir? ¿Os enfadáis? Tuvo el descaro de engañar a todo el mundo, pero se equivocaba si pensaba que Yo no lo sabía. ¿Valía la pena ser falso en aquel asunto? ¿Qué ganaba con tanta falsedad? Si lo vieras actuar con esa actitud, si te tratara así, ¿cómo te sentirías? Si prácticamente el 99 % de lo que dice es mentira, tanto si chismorrea como si habla de trabajo, de temas serios o sobre la verdad, esa persona está lejos de toda esperanza. Puede engañar a cualquiera. ¿En qué la convierte eso? ¿Cuánto hace que cree en Dios? Algunos no creyentes siempre dicen “hasta donde sé” o “hablando con el corazón” y, a partir de esa premisa, dicen algo veraz. Aquel hombre hacía muchos años que creía en Dios y había escuchado infinidad de sermones, pero de su boca no salía ni una verdad; todo lo que decía era mentira. ¿Qué clase de criatura es? ¿No es repugnante y aborrecible? ¿Hay muchas personas como él? ¿Sois vosotros así? Cuando tratáis conmigo, ¿en qué circunstancias me mentiríais? Si habéis provocado un desastre y sabéis que las consecuencias de este son graves y que podrían expulsaros, en cuanto alguien lo menciona, mentís para ocultarlo. Cualquiera puede mentir sobre ese tipo de cosas. ¿Sobre qué más se puede mentir? Para dar mejor imagen y que los demás te tengan en gran estima. Luego están los que saben que son incompetentes en su trabajo pero no se lo dicen expresamente a lo Alto por miedo a ser expulsados. Cuando informan a lo Alto sobre su trabajo hacen ver que buscan maneras de solucionar el problema, lo que proyecta una falsa impresión en los demás. Todo lo que dicen es mentira y, básicamente, son incapaces de llevar a cabo ningún trabajo. Si no hacen algunas preguntas, temen que lo Alto descubrirá las discrepancias y los sustituirá, así que se apresuran en fingir que las hacen. Así es la mentalidad de los falsos líderes y los anticristos.
Considerad los tres principios de la relación con Dios sobre los que acabo de hablar. ¿Cuál es imposible para vosotros y cuál os resulta fácil de aplicar? De hecho, ninguno es realmente fácil de llevar a la práctica porque en el corazón de las personas habitan demonios. No podrás hacer realidad dichos principios hasta que no hayas desterrado al demonio de tu corazón. Tienes que luchar contra él en tu corazón y, si eres capaz de vencerlo a cada momento, podrás hacerlos realidad. Si siempre fallas y te atrapa, serás incapaz de llevar a cabo los principios, de poner en práctica ninguno de ellos. Si sois capaces de aplicar los tres, no solo al tratar o relacionaros conmigo, sino también en vuestro trato habitual con los hermanos y las hermanas, si seguís esos principios, ¿no saldrán todos ganando? (Sí). Y ahora que la historia se ha acabado, pasemos al tema principal.
Ahora ya han aparecido varios desastres inusuales, y según las profecías de la Biblia, habrá desastres aún mayores en el futuro. Entonces, ¿cómo obtener la protección de Dios en medio de los grandes desastres? Contáctanos, y te mostraremos el camino.