Punto 4: Se enaltecen y dan testimonio de sí mismos (Parte 3)

El cuarto punto, el enaltecimiento y testimonio de uno mismo, constituye un enfoque consistente de los anticristos. Vosotros sois capaces de discernir los medios, maneras y métodos obvios de los que se sirven los anticristos para enaltecerse y dar testimonio de sí mismos, pero ¿sabéis discernir los comportamientos y manifestaciones más ocultos? En lo relativo a cosas obvias como el uso del lenguaje para enaltecerse y dar testimonio de uno mismo, las reveláis, también habéis visto a otros revelarlas y sabéis discernirlas. Sin embargo, si no se hace uso del lenguaje y solo hay manifestaciones de comportamiento, ¿aún lograríais discernirlas? Cabría decir que la mayoría de las personas no son capaces. Así pues, ¿cuáles son las características de los comportamientos que muestran los anticristos cuando se enaltecen y dan testimonio de sí mismos? No cabe duda de que su comportamiento se ajusta a las nociones y figuraciones del hombre, así como a su moralidad, su conciencia y sus sentimientos. ¿Qué más? (Cosecha la aprobación y la veneración de la gente). Cosecha aprobación y veneración; es el resultado que produce. Si lo miramos desde la perspectiva del resultado, este comportamiento realmente encierra una cualidad que induce a la desorientación. Desde la perspectiva de su naturaleza, esta acción es muy deliberada. Por ejemplo, cuando un individuo cae enfermo, si quiere desorientar a los demás y conseguir que lo tengan en alta estima, ¿se tomará la medicación delante de la gente o cuando no haya nadie? (Delante de la gente). ¿No existe una intención oculta? Significa que alberga un propósito bien definido. ¿Cuál es el verdadero objetivo de tomarse la medicación de este modo? Quiere que se le reconozca el mérito por actuar así y te dice: “Mira, estoy tan cansado por cumplir con mi deber que he caído enfermo, y aun así no me he quejado ni he derramado una sola lágrima. Estoy en tratamiento, pero sigo cumpliendo con mi deber aunque me esté medicando”. De hecho, no contrajo necesariamente esta enfermedad por un agotamiento causado por el desempeño de su deber o después de empezar a creer en Dios. Estos individuos simplemente intentan recurrir a toda suerte de comportamientos para transmitir un mensaje a la gente, el de que están soportando sufrimiento y pagando un precio, que han padecido una barbaridad en este entorno sin quejarse ni una sola vez y aun así cumplen con su deber activamente, y que poseen la voluntad de soportar sufrimiento. ¿Qué le indica esto a la gente de forma imperceptible? Que su lealtad a Dios está fuera de toda duda. Lo que quieren expresar es que son leales y están dispuestos a pagar un precio. ¿No se trata de una manera encubierta de enaltecerse? Si estuvieran dotados de razón, no mencionarían este tema, orarían a Dios cuando nadie anduviera cerca, expresando su determinación y procurando conocerse a sí mismos, o se tomarían sus medicamentos normalmente, sin más. En resumen, no recurrirían a estos comportamientos externos para decirle a la gente que están sufriendo, que están cumpliendo fielmente con sus deberes y que deberían ser recompensados. No albergarían estas intenciones. Sin embargo, si actúan de manera especialmente ostentosa, con el deseo de que la gente los tenga en alta estima y los idolatre, esto es muy deliberado. ¿Y qué propósito persiguen? Buscan enaltecerse y dar testimonio de sí mismos por medio del mensaje que transmiten a la gente. Si son leales, Dios lo sabrá, de modo que ¿por qué habrían de jactarse de esto ante otras personas y procurar que todos los demás se enteren? ¿Qué objetivo persiguen al hacer que todo el mundo se entere? El de conseguir que la gente los tenga en alta estima. Si no persiguieran este objetivo, actuarían sin intenciones y los demás no lo presenciarían. Si tienen un propósito muy definido, medirán la escala de sus acciones, y armarán un escándalo y calcularán bien la hora y el lugar, esperarán hasta que haya gente alrededor para pedirle a alguien que vaya a buscar los medicamentos, lo pregonarán públicamente y con gran fanfarria. Esto encierra un propósito bien definido. Si no fuera así, esperarían a estar solos para tomarse los medicamentos. Tu disposición para soportar sufrimiento y pagar un precio atañe a tu relación con Dios; no necesitas dejarla en claro ni darla a conocer. Si la expones ante otras personas, ¿qué van a ofrecerte ellas? Aparte de ganarte su compasión y sus alabanzas, ¿hay algo más que puedas obtener de ellas? No, no hay nada. Cuando soportas algún sufrimiento y pagas un precio en la ejecución de tu deber, en cierto sentido son cosas que deberías hacer y que estás dispuesto a realizar; estás cumpliendo con tu propio deber. Por otro lado, son manifestaciones que deberías mostrar hacia el Creador como ser creado, así que ¿por qué hacerlas públicas? Cuando las divulgas, se vuelven de mal gusto; ¿en qué se convierte la naturaleza de tamaño comportamiento? Se convierte en enaltecimiento y testimonio de uno mismo, y desorienta a los demás; la naturaleza cambia. Por ejemplo, hay individuos que siempre se rascan la cabeza delante de los demás, y cuando alguien pregunta al respecto, responden: “Llevo más de diez días sin lavarme el pelo; he estado reuniéndome con un destinatario del evangelio tras otro. El otro día procuré sacar algo de tiempo para lavarme el pelo, pero entonces vino a investigar un destinatario potencial del evangelio y no pude marcharme”. De hecho, no se lavan el pelo adrede a fin de dar la impresión de que están ocupadísimos cumpliendo con sus deberes. A esto se le llama alardear de uno mismo. ¿Qué objetivo persiguen con esto? Conseguir que la gente los tenga en alta estima, y la naturaleza de este comportamiento se corresponde con el enaltecimiento y testimonio de uno mismo. No dejan pasar ni siquiera un asunto tan nimio como este, insisten en exagerar su importancia y lo convierten en una especie de recurso valioso al que recurren para lucirse, satisfacer sus ambiciones y deseos, y lograr el objetivo de que la gente los tenga en alta estima y los idolatre. ¿No se trata de algo vergonzoso? Es vergonzoso y repugnante. ¿De dónde provienen estas cosas? Provienen del carácter corrupto de Satanás, dentro del cual residen el fingimiento, la falsedad, la perversidad y las ambiciones. Los individuos así piensan continuamente en su imagen, en su estatus y en su reputación. No dejan escapar nada, siempre están buscando maneras de sacar provecho, de convertir estas cosas en recursos de los que valerse para que la gente los tenga en alta estima y los idolatre. Al final, cuando logran su objetivo, actúan como si no les importara. Se trata también de una especie de falsa apariencia, pero en realidad lo celebran secretamente para sus adentros, satisfechos de sí mismos. ¿Acaso esto no es aún más repugnante? Está claro que ya poseen un estatus elevado, que todo el mundo los aprecia, los admira, los obedece y los sigue, pero de cara a los demás siguen fingiendo que no les gusta tener estatus, lo cual es incluso más hipócrita. Al final, logran desorientar a todo el mundo y las personas aseguran que estos han nacido sin ambiciones, aseguran que son personas de acción. En realidad, se les puede desenmascarar con una pequeña prueba: si se les despoja de su estatus, abandonarán los deberes en el acto. Así de rápido será; una pequeñez revelará sus ambiciones. Estos constituyen los comportamientos y estrategias que el carácter corrupto de Satanás hace aflorar en las personas, aparte de toda su fealdad. A raíz de estas manifestaciones, se desprende que las personas quieren gozar de estatus y hacerse un hueco en el corazón de los demás. Quieren apoderarse de su corazón, ganárselos y conseguir que las idolatren, que las admiren e incluso que las sigan; de ese modo, desplazan a Dios en el corazón de la gente. Se trata de un deseo que toda persona posee desde su nacimiento. ¿Y qué demuestra esto? Que, en la vida de la gente, el control lo ejerce el carácter de Satanás. Entre la humanidad corrupta, no existe ni una sola persona que no aspire a gozar de estatus: hasta los tontos quieren ser funcionarios, y los torpes, gestionar a los demás. El estatus le gusta a todo el mundo, las personas actúan en aras de este, por el estatus compiten con Dios. La gente tiene comportamientos y estrategias de este estilo, así como esta clase de carácter. Por lo tanto, cuando desenmascaramos a los anticristos que se enaltecen y dan testimonio de sí mismos, también sacamos a la luz el carácter corrupto de cada persona. ¿Qué objetivo se persigue al poner esto al descubierto? Se trata de conseguir que la gente comprenda que estos comportamientos y manifestaciones de enaltecimiento y testimonio de uno mismo no son lo que la humanidad normal debería poseer, sino que son revelaciones de actitudes corruptas y aspectos negativos y detestables. Por muy inteligentes que sean tus métodos de enaltecimiento y testimonio propio, y por mucho que encubras tus acciones, la humanidad normal no debe poseer ninguna de estas características, pues Dios las aborrece, condena y maldice. Por lo tanto, la gente debería desechar las mencionadas estrategias. Enaltecerse y dar testimonio de uno mismo no es un instinto que Dios haya creado para el hombre, sino más bien una de las revelaciones más típicas del carácter corrupto de Satanás; más aún, es una de las actitudes y estrategias más típicas y específicas de la esencia corrupta de Satanás.

¿Compartir ejemplos concretos os resulta útil a la hora de comprender las diversas manifestaciones del enaltecimiento y testimonio de uno mismo, tanto si se habla y actúa de forma evidente u oculta? (Sí, es útil). ¿En qué ayuda? Ayuda a las personas a discernirse a sí mismas y a los demás. Todos los estados, manifestaciones y revelaciones de los que hablo son aspectos que exhibís con frecuencia, por lo que deberíais contrastar vuestros propios estados con ellos, comprender qué sois en realidad, qué es y qué contiene exactamente la vida de la que dependéis y en la que confiáis para sobrevivir, qué es exactamente lo que estas actitudes dictan a las personas que hagan y cómo les dictan que vivan. Mediante la comprensión de dichos comportamientos, manifestaciones, estrategias y actitudes específicos, las personas pueden diseccionarse de manera gradual y llegar a conocerse a sí mismas, a conocer su propia esencia y su naturaleza hostil hacia Dios, y de ese modo desprenderse de estas estrategias, acudir ante Dios y dar un verdadero giro a su situación, y practicar conforme a la verdad y vivirla. Hay personas que dicen: “Como enaltecerse y dar testimonio de uno mismo es una estrategia que no es conforme a la verdad y que pertenece a Satanás y los anticristos, si no digo ni hago nada, ¿no significa eso que no me estoy enalteciendo ni dando testimonio de mí mismo?”. Incorrecto. Entonces, ¿cómo hay que actuar para no enaltecerse y dar testimonio de uno mismo? Si presumes y das testimonio a nivel individual con respecto a un determinado asunto, obtendrás como resultado que algunas personas te tengan en alta estima y te idolatren. Sin embargo, el acto de abrir tu corazón y compartir tu autoconocimiento sobre ese mismo asunto es de una naturaleza distinta, ¿no es cierto? Abrir el corazón para hablar del autoconocimiento que uno ha adquirido es algo que la humanidad normal debería poseer. Se trata de algo positivo. Si realmente te conoces a ti mismo y hablas de tu estado con fidelidad, sinceridad y precisión; si hablas de conocimientos basados en su totalidad en las palabras de Dios; si quienes te escuchan se ven edificados y se benefician de ello, y si das testimonio de la obra de Dios y lo glorificas, es que estás dando testimonio de Dios. Si, al abrir tu corazón, hablas mucho de tus puntos fuertes, de lo que has sufrido y del precio que has pagado, y de cómo te has mantenido firme en tu testimonio, y como resultado la gente saca una buena opinión de ti y te idolatra, es que estás dando testimonio de ti mismo. Has de ser capaz de distinguir entre estos dos comportamientos. Por ejemplo, explicar lo débil y negativo que eras cuando te enfrentabas a diversas pruebas y cómo, por medio de la oración y la búsqueda de la verdad, llegaste a comprender la intención de Dios, ganaste fe y te mantuviste firme en tu testimonio, es enaltecer a Dios y dar testimonio de Él. Esto no tiene nada que ver con presumir y dar testimonio de uno mismo. Por lo tanto, que hagas alarde y des testimonio de ti mismo o no dependerá principalmente de si hablas de tus experiencias reales y de si el efecto que consigues es dar testimonio de Dios; además, es necesario que examines qué intenciones y objetivos albergas cuando hablas de tu testimonio vivencial. De este modo, será fácil discernir en qué clase de comportamiento te involucras. Si, al dar testimonio, albergas la intención correcta, incluso el hecho de que la gente tenga una opinión elevada de ti y te idolatre no supone en realidad ningún problema. Si tus intenciones están equivocadas, aunque nadie tenga una buena opinión de ti ni te idolatre, existe un problema, y si hay gente que sí tiene una buena opinión de ti y te idolatra, el problema será aún mayor. Por lo tanto, no puedes fijarte exclusivamente en los resultados para determinar si un individuo se enaltece y da testimonio de sí mismo. Debes observar ante todo su intención; la manera correcta de distinguir estos dos comportamientos se basa en las intenciones. Si tratas de discernirlo solo a partir de los resultados, corres el riesgo de acusar en falso a personas buenas. Hay personas que comparten un testimonio particularmente sincero y, en consecuencia, habrá otras que tengan una elevada opinión de ellas y las idolatren; ¿puedes decir que esas personas dan testimonio de sí mismas? No. No existe ningún problema con esas personas, el testimonio que comparten y los deberes que llevan a cabo benefician a los demás, y solo los necios y los ignorantes que poseen un entendimiento distorsionado idolatran a otros individuos. La clave para discernir si un orador se está enalteciendo y dando testimonio de sí mismo radica en fijarse en su intención. Si esta consiste en mostrarle a todo el mundo cómo se reveló tu corrupción y cómo has cambiado, y en procurar que otros se beneficien de ello, es que tus palabras son sinceras y verdaderas, y conforme a los hechos. Tales intenciones son acertadas, y no estás presumiendo ni dando testimonio de ti mismo. Si lo que quieres es mostrarle a todo el mundo que tienes experiencias reales y que has cambiado y posees la realidad-verdad, a fin de que te tengan en alta estima y te idolatren, es que albergas intenciones erróneas. Eso es presumir y dar testimonio de uno mismo. Si transmites un testimonio vivencial falso, que está adulterado y cuyo propósito es engatusar a la gente, impedir que perciban tu verdadero estado y evitar que tus intenciones, corrupción, debilidad o negatividad se revelen a los demás, es que esas palabras son engañosas y desorientan. Esto es un falso testimonio, es engañar a Dios y dejarlo en vergüenza, y es lo que Él más odia por encima de todo. Existen diferencias claras entre estos estados, y todos ellos se distinguen en función de las intenciones. Si sabes discernir a los demás, lograrás desentrañar sus estados, y entonces también serás capaz de discernirte a ti mismo y desentrañar tus propios estados.

Tras escuchar estos sermones, aún hay individuos que siguen enalteciéndose y dando testimonio de sí mismos igual que hacían antes. ¿Qué enfoque deberíais emplear con ellos? Tenéis que discernirlos, desenmascararlos y mantener las distancias. Si sus palabras poseen valor como punto de referencia, entonces podéis adoptarlas, pero si carecen de cualquier valor referencial, deberíais abandonarlas y no permitir que os influyan. Si el individuo en cuestión es un líder, tenéis que desenmascararlo, denunciarlo, abandonarlo y rechazar su liderazgo. Tenéis que decir esto: “Siempre estás dando testimonio de ti mismo y enalteciéndote, nos dejas como adormecidos, nos controlas y nos desorientas. Todos nos hemos alejado de Dios y Él ya ni siquiera habita en nuestro corazón; solo estás tú. Pero ahora vamos a alzarnos y a abandonarte”. Así es como debéis actuar, tenéis que vigilaros los unos a los otros, tenéis que vigilaros a vosotros mismos así como a los demás. ¿No os habéis rascado a menudo la cabeza delante de los demás, o le habéis dicho a la gente que os habéis saltado varias comidas cuando en realidad no dejabais de comer bocadillos a sus espaldas? En ocasiones, cuando el entorno no lo permite, es normal que la gente se pase un mes sin ducharse, o que se salte un baño o que no se lave el pelo porque está sobrepasado de trabajo. Estos casos son habituales, y constituyen el precio que la gente debe pagar. No es nada del otro mundo, no hay que hacer una montaña de un grano de arena. Si alguien pinta tales situaciones de tremendas y les da más importancia de la que tienen en realidad, se rasca adrede la cabeza delante de los demás y dice que lleva varios días sin lavarse el pelo, o se toma deliberadamente la medicación en público, o finge que está agotado y en muy mala condición física, todo el mundo debería alzarse para desenmascararlo y expresar su desagrado hacia él. Esta es la manera de frenar a estos sinvergüenzas, que se portan como hipócritas, se exhiben para que los demás los vean y, sin embargo, intentan que la gente apruebe su comportamiento, que los mire con envidia, admiración y aprecio. ¿No están embaucando a la gente? Constituyen estrategias idénticas a cuando los fariseos se ponían a orar a Dios en las esquinas de las calles con las Escrituras en la mano. Apenas se diferencian. En cuanto alguien menciona a los fariseos que se apostaban en las esquinas a leer las Escrituras o a rezar, los susodichos individuos piensan: “Qué vergüenza. Yo no haría algo así”. Sin embargo, se toman la medicación o se rascan la cabeza delante de los demás deliberadamente, sin saber que sus actos son de la misma naturaleza. Esto ellos no logran desentrañarlo. Más adelante, cuando os encontréis con situaciones parecidas, deberéis aprender a discernir y exponer a la gente así, dejar en evidencia toda su hipocresía; entonces no se atreverán a actuar de esa manera. Hay que presionarlos un poco y obligarlos a pensar que sus estrategias, comportamientos y actitudes son vergonzosos y muy desdeñados por todo el mundo. Si la gente los detesta tanto, ¿Dios también? Él los detesta aún más. Inherentemente, tú no eres nada. Ya inspiras suficiente lástima sin necesidad de que te enaltezcas ni des testimonio de ti mismo, así que si tanta lástima das y aun así te enalteces y das testimonio de ti mismo, ¿no sentirá asco la gente? Nunca has cumplido lealmente con tu deber, nunca has actuado con principios ni has satisfecho las exigencias de Dios en ningún aspecto. Ya estás metido en un apuro, de modo que, si además te enalteces y das testimonio de ti mismo, ¿no empeorarás las cosas? Te alejarás aún más de las exigencias de Dios, a una distancia aún mayor de alcanzar los estándares para obtener la salvación.

Decidme, ¿cuál es la naturaleza del problema del enaltecimiento y testimonio de uno mismo? Satanás ha corrompido a las personas hasta tal extremo, ¿acaso su humanidad y su razón ya no son normales? ¿Habéis mostrado manifestaciones de enaltecimiento y testimonio individual durante la ejecución de los deberes? ¿Quién puede hablar de esto? (Yo he mostrado una manifestación así. Cuando llevo a cabo los deberes hasta altas horas de la noche, envío un mensaje al grupo de reunión para que los demás sepan que aún sigo despierto, y para que piensen que puedo soportar sufrimiento y pagar el precio. Yo lo he hecho y también he visto a menudo cómo otros lo hacen). Parece que las personas así abundan y que no son minoría. ¿No está fuera de lugar hacer una cosa semejante? ¡Menuda necedad! ¿Alguien más quiere aportar algo? (Yo he mostrado una manifestación así. Cuando veo que existen ciertos problemas en la obra de la iglesia, me pongo a resolverlos y doy a la gente la falsa impresión de ser muy entusiasta, pero la mayoría de las veces solo hablo y no hago nada en realidad. Mis acciones no dan lugar a ningún progreso y resultan ineficaces, y al final el problema no se soluciona, y el asunto queda pendiente. Me sirvo de mi entusiasmo superficial para engatusar a la gente y encubrir el hecho de que no practico la verdad). Difundes palabras vacías, fanfarroneas y no emprendes ninguna acción real. Dejas que la gente vea tu vigor, como si practicaras la verdad, pero cuando llega el momento de hacer algo, no te pones manos a la obra y solo pregonas consignas. En definitiva, empiezas por todo lo alto y terminas desinflándote y dejas el asunto incompleto. Esa manifestación también desorienta. Y en el futuro, cuando te acontezca algo parecido, ¿serás más perceptivo al respecto? (Ahora sé discernirlo hasta cierto punto). Entonces, ¿tienes un norte? Si vuelve a acontecerte algo parecido, puedes seguir dos pasos distintos: el primero consiste en juzgar si realmente puedes ocuparte de este asunto. En caso afirmativo, debes abordarlo con seriedad y sentido práctico. El segundo consiste en orar ante Dios y pedirle que te guíe en este asunto, y cuando pases a la acción, tendrás que aceptar la supervisión de los demás y, al mismo tiempo, estar decidido a cooperar y trabajar en equipo para completar la labor. Si aprendes a hacer las cosas paso a paso y a trabajar con los pies en la tierra, resolverás el problema. Si siempre estás pronunciando palabras vacías, fanfarroneando y hablando más de la cuenta, si realizas tu labor por inercia y de forma superficial y no tienes los pies en la tierra, es que eres deshonesto. Que seas capaz de ver que existe un problema en la obra de la iglesia y sugerir cómo debería solucionarse demuestra que quizá poseas potencial y las habilidades para resolver el asunto. Lo único es que existe un problema con tu carácter: actúas impetuosamente, no estás dispuesto a pagar el precio y solo te centras en pregonar consignas vacías. Una vez que descubras un problema, examina primero si puedes o no solucionarlo, y en caso de que sí, asume esa tarea y continúa hasta el final, hasta que resuelvas el problema, ejerciendo tu responsabilidad y desempeñándola bien, y rindiendo cuentas a Dios. Esto es lo que significa cumplir con los deberes y actuar y conducirte con los pies en la tierra. Si no sabes resolver el problema, informa a tu líder y averigua quién es la persona más apta para manejar el asunto. En primer lugar, debes acatar tu responsabilidad; de este modo, te habrás aferrado a tu deber y habrás adoptado la posición correcta. Tras descubrir el problema, si no sabes arreglarlo pero informas de él, habrás cumplido con tu primera responsabilidad. Si crees que se trata de un deber que tendrías que llevar a cabo y que estás capacitado para esa tarea, entonces busca la ayuda de tus hermanos y hermanas, hablad primero sobre los principios y elaborad un plan y luego trabajad juntos y en armonía para completar el asunto. Esta es tu segunda responsabilidad. Si puedes asumir las dos, habrás cumplido bien con tus deberes y serás un ser creado cualificado. Los deberes de las personas no se componen más que de estos dos aspectos. Si puedes asumir las cosas que ves y eres capaz de realizar, ejecutando bien los deberes, es que actúas conforme a las intenciones de Dios.

¿Existen otras manifestaciones de enaltecimiento y testimonio de uno mismo? (Hace poco tuve una de estas manifestaciones. Cuando cumplía con mis deberes, me entretenía todo el día haciendo cosas, y había varios problemas en la iglesia que no resolvía de manera práctica, sino que solo los manejaba de forma superficial. Sin embargo, algunas personas veían que me afanaba en cumplir con mis deberes todos los días, por lo que me tenían en alta estima y me admiraban. ¿Este comportamiento no contiene también elementos de enaltecimiento y testimonio de mí misma? No logro captar la cuestión con claridad y siempre me siento un poco constreñida). ¿Estás dando testimonio de ti misma? Si te afanas en cumplir con tus deberes, eres capaz de soportar el sufrimiento sin quejarte y los elegidos de Dios te tienen en alta estima y te admiran, se trata de algo normal y no es causado por dar testimonio de ti misma. Te limitas a cumplir con tus deberes y no presumes ni te exhibes, no hablas sin parar de tus experiencias de sufrimiento, por lo que esto no guarda relación con dar testimonio de uno mismo. Sin embargo, muchas personas parecen afanarse en cumplir con sus deberes a primera vista cuando, en realidad, su labor no ha producido resultados y no han solucionado ningún problema. ¿Aprueba Dios a las personas que trabajan así? Si te pasas todo el día ocupado con problemas sencillos que la gente que entiende la verdad y capta los principios podría resolver en un par de horas, y te sientes bastante fatigado y crees que has sufrido mucho, ¿no trabajas en vano, yendo de un lado para otro sin ningún propósito? ¿Puedes ganar la aprobación de Dios cumpliendo con los deberes de esta manera? (No). ¡Tu labor es muy ineficiente! En esta situación, necesitas buscar los principios-verdad. A veces la gente tiene muchos quehaceres y está verdaderamente atareada, lo cual es normal, pero en ocasiones no tiene demasiado que hacer y, sin embargo, parece estar muy ocupada. ¿Qué lo causa? Uno de los motivos es que el trabajo no se ha planificado ni organizado bien. Tienes que comprender los deberes clave del trabajo, planificarlos y organizarlos de forma razonable, y cumplir con los deberes con más eficiencia. Dios no aprobará que te limites a correr de un lado para otro sin ningún propósito y que te afanes en vano. Otra situación es cuando tienes la intención de hacer creer a la gente que estás ocupado, y te vales de esta táctica y de esta falsa apariencia para engatusar a los demás. Hay líderes y obreros que, siempre que se reúnen, no resuelven problemas reales y en su lugar dicen comentarios sin sentido, se desvían continuamente del tema y siguen hablando, sin llegar al punto clave. Esta forma de trabajar —sin esforzarse por alcanzar la eficiencia ni por lograr progresos— es lo que se llama estar ocupado haciendo nada. ¿Y qué clase de actitud representa esto? Es trabajar por inercia, ser superficial, matar el tiempo y al final decirse a uno mismo: “No importa lo que piensen los demás ni lo que piense Dios, mientras yo tenga la conciencia tranquila, estaré bien. Al menos no me dedico a holgazanear, al menos no como gratis”. A primera vista, parecería que no estás holgazaneando, que no comes gratis, que todos los días asistes a las reuniones o cumples con tu deber, y que toda tu labor guarda relación con la obra de la iglesia, pero en realidad, en el fondo, sabes que tus acciones carecen de utilidad o valor alguno, y que las realizas por inercia. Esto es algo problemático. Así pues, ¿qué tan bien estás desempeñando tu deber? Sabes perfectamente que tienes un problema, pero no buscas la verdad para arreglarlo: esto es ser superficial, insensible e intransigente. ¿Qué consecuencias acarrea el hecho de ser superficial y postergar la ejecución de tus deberes? No cabe duda de que no ganarás la aprobación de Dios, porque no actúas con principios ni con eficiencia, y esta forma de cumplir con tu deber es contribuir con mera mano de obra. Si eres podado y recibes ayuda, pero ni aun así te arrepientes, incluso te quejas y eres negativo y aflojas el ritmo de trabajo, solo lograrás ser descartado. Por lo tanto, si no persigues la verdad para corregir el problema de tu superficialidad, no servirá de nada que cumplas con los deberes, da igual el tiempo que inviertas, y no reunirás los estándares para llevarlos a cabo con lealtad. Merece la pena reflexionar sobre este problema. Dios exige que las personas actúen con principios, que practiquen la verdad y que sean honestas. Si uno logra entrar en estas verdades, obtendrá resultados al ejecutar los deberes y, como mínimo, será capaz de actuar con principios. Aquí reside el fundamento y la clave para aumentar la eficiencia propia. Si uno carece de los principios-verdad, da igual cuánto se afane en el desempeño de los deberes, da igual cuánto trabaje a diario, no verá resultados reales. Al juzgar si las personas llevan a cabo los deberes con lealtad, Dios no se fija en cuánto tiempo invierten, sino en los resultados prácticos y en la eficiencia de su labor, y en si actúan con principios y conforme a la verdad. Dicho de forma sencilla, Él se fija en si la gente tiene un verdadero testimonio vivencial y entrada en la vida en la ejecución de sus deberes. Las personas que carecen de realidades-verdad no son más que mano de obra, pero si son capaces de practicar la verdad y actuar con principios, eso indica que cumplen con sus deberes como pueblo de Dios. Mediante esta comparación, se entiende que solo aquellos que satisfacen los estándares para cumplir con los deberes pueden considerarse parte del pueblo de Dios. Aquellos que no dan el nivel, que son siempre superficiales, tan solo constituyen mano de obra. Si uno llega a comprender la verdad y a actuar con principios, la ejecución de cualquier deber no le resultará un problema y, mientras que ande a tientas durante un tiempo, acabará satisfaciendo los estándares para cumplir con los deberes. En cuanto a quienes tienen un calibre demasiado bajo o que son siempre superficiales, les resulta difícil satisfacer las exigencias y el cumplimiento de los deberes no representa más que una contribución de mano de obra. En cuanto a los atolondrados, los zopencos y los individuos de escasa humanidad que no trabajan como es debido, que no aceptan la verdad sin importar cómo se les haya compartido, y que continúan actuando con imprudencia, solo pueden ser descartados, y que crean en Dios como les plazca. Por lo tanto, alguien que no lleve a cabo sus deberes con principios y ande de un lado para otro sin ningún propósito, ocupándose de nada a diario, tiene que buscar aprisa la verdad para resolverlo y actuar con principios. Tendría que ser capaz de llevar a cabo su deber con normalidad a diario y no limitarse a estar contento por haberle dedicado largo tiempo al trabajo, dando importancia a la eficiencia y creando un producto acabado: solo esas personas son las que reciben la aprobación de Dios y cumplen lealmente con los deberes.

Hoy día, hay muchas personas que siguen a Dios y cumplen con los deberes propios, pero una parte de ellas nunca ha perseguido la verdad y, durante la ejecución de sus deberes, actúan con imprudencia y según sus propios deseos; es decir, hacen lo que quieren. No cometen errores graves, pero sí otros de pequeña importancia a todas horas; sobre todo, aparentando estar ocupadas a diario cuando, en realidad, no se han encargado de ningún asunto apropiado y están malgastando el tiempo. Cabría decir también que solo desempeñan su labor para salir del paso. ¿No corren peligro estas personas? Si uno siempre aborda los deberes y la comisión de Dios con una actitud tan irreverente, ¿qué clase de consecuencias conllevará esto? Trabajar ineficazmente y verse apartado de los deberes propios es una consecuencia leve; si uno perpetra varios tipos de acciones malvadas, deberá ser depurado, y Dios entregará a ese individuo a Satanás. ¿Qué significa ser entregado a Satanás? Significa que Dios ya no cuidará de esa persona, que Dios no lo salvará y que emprenderá una senda equivocada y entonces será castigado. Esto lo entendéis, ¿no? Es en este momento cuando Dios revela a las personas, y si te has desviado temporalmente de la senda correcta, Dios aprovechará el entorno práctico para darte la oportunidad de reconocer tus problemas. Sin embargo, una vez que sepas que Dios te ha concedido algo de tiempo para reflexionar, que Dios te está brindando una última oportunidad, si aun así no cambias y sigues obstinado en cumplir con tu deber de manera superficial, Dios actuará. Cuando Él destruyó la ciudad de Nínive, ¿lo hizo de inmediato? No. Cuando actuó, ¿cuál fue Su primer paso? Primero informó a Jonás y le contó explícitamente cómo se desarrollaría todo el proceso y cuáles eran Sus intenciones. Después de esto, Jonás acudió a Nínive y recorrió toda la ciudad, anunciando: “Dentro de cuarenta días Nínive será arrasada” (Jonás 3:4). El mensaje llegó a oídos de todos; lo oyeron hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, personas de toda condición social; se supo en cada uno de los hogares e incluso su rey se enteró de la noticia. ¿Por qué actuó Dios así? Al examinar el asunto, puede observarse que, tanto si Él está salvando personas como si las está revelando o castigando, Dios sigue procedimientos y principios en su manera de tratar a la gente. No se mueve por un capricho repentino, destruyendo al instante a cualquiera cuyo aspecto no le guste. En lugar de eso, deja transcurrir algo de tiempo. ¿Con qué propósito? (Para que la gente se arrepienta). Procura que el pueblo de Nínive sepa lo que va a hacer, que reflexione y poco a poco llegue a comprender Sus intenciones y empiece a cambiar de rumbo de forma gradual. Hay un proceso dirigido a que la gente lo admita, y 40 días es el tiempo que Dios les ha concedido para que cambie de rumbo. Si pasado este plazo aún no han dado marcha atrás y no han confesado sus pecados ante Él, entonces Dios intervendrá tal como dijo que haría. Porque Dios no habla en vano y lo que dice se cumple; no hay falsedad en estas palabras. Entonces, ¿cómo reaccionó el pueblo de Nínive al enterarse de la noticia? ¿Se pusieron al instante a darse golpes en el pecho? No, hubo un proceso. Al principio, es posible que la gente dudara: “Dios va a destruirnos; ¿ha sido realmente Él quien lo ha dicho? ¿Qué hemos hecho?”. Después, los hogares se comunicaron unos a otros y discutieron juntos el asunto. Percibieron que se encontraban en una crisis y en una encrucijada entre la vida y la muerte. Así pues, ¿qué debían hacer? ¿Deberían confesar y arrepentirse, o mostrarse escépticos y resistir? Si se decantaban por esta segunda opción, la consecuencia sería que acabarían destruidos en un plazo de 40 días, pero si confesaban sus pecados y cambiaban de rumbo, aún dispondrían de una posibilidad de sobrevivir. Tras muchos días debatiendo el asunto a todos los niveles, una extrema minoría de ciudadanos adoptó una actitud de confesar sus pecados y dar marcha atrás. Se postraron en veneración, ofrecieron sacrificios o mostraron algunas manifestaciones y comportamientos buenos. Pero hubo una figura crucial que salvó a la ciudad. ¿Quién fue? El rey de Nínive. Ordenó que todos los habitantes del país, desde el rey hasta el plebeyo más humilde, se arrepintieran, confesaran sus pecados y buscaran el perdón de Jehová Dios. Tras emitir tamaña orden, ¿habría algún ciudadano que se atreviera a desobedecerla? Los reyes ostentan esta clase de poder. Si lo hubiera usado para perpetrar maldades, la gente del país habría sufrido una gran catástrofe, pero en lugar de eso, lo esgrimió para hacer el bien, para venerar a Dios y volver a Él, y así se preservó la ciudad y todos los habitantes del país se salvaron y albergaron la esperanza de ser absueltos. ¿Acaso esto no lo decidió una sola sentencia del rey? Si este hubiera dicho: “No me importa que estéis dispuestos a arrepentiros, yo no pienso hacerlo; os dejo a vuestra suerte. Yo no creo en esas cosas y no he perpetrado ningún mal. Es más, tengo estatus, conque ¿qué puede hacerme Dios? ¿Puede deponerme del trono? Si la ciudad acaba destruida, que así sea. Sin estos plebeyos, aún seré rey, igual que antes”. ¿Y si se le hubiera ocurrido esa idea, si hubiera seguido ese razonamiento? Entonces se habría salvado mucha menos gente normal y corriente, y posiblemente en última instancia Dios habría seleccionado a las personas que estaban dispuestas a arrepentirse y las habría sacado de la ciudad. Después, quienes hubieran preferido morir antes que arrepentirse habrían sido destruidos junto con la ciudad y, por supuesto, el rey se habría contado entre ellos. Y en cuanto a quienes estaban dispuestos a arrepentirse, habrían continuado con su vida después de que Dios los sacara de la ciudad. Pero lo mejor fue que el rey de Nínive tomó la iniciativa de arrepentirse y de instar a todos los ciudadanos —mujeres u hombres, jóvenes o ancianos, sin importar quiénes fueran, oficiales de alto rango o campesinos de clase baja, desde aristócratas a civiles corrientes— a mostrar arrepentimiento y arrodillarse ante Jehová Dios en señal de veneración, postrarse y confesar sus pecados, expresar su actitud de cambio, de apartarse del mal camino y abandonar el mal que les manchaba las manos, arrepentirse ante Dios y rogarle que no los destruyera. El rey de Nínive tomó la iniciativa al arrepentirse y confesar sus pecados ante Dios, y de ese modo salvó a toda la población de la ciudad, con lo que muchas personas se beneficiaron junto con él. Al tomar la iniciativa, su poder se hizo valioso. Dios conmemora que este rey liderara a su pueblo de vuelta a Él.

¿Os resulta beneficioso hablar en detalle sobre cómo los anticristos se enaltecen y dan testimonio de sí mismos? Al compartir una y otra vez de esta manera, poniendo ejemplos, contando historias, empleando distintos medios y términos para describir y definir su contenido, si la gente sigue sin entenderlo, es que realmente carece de comprensión espiritual, y las personas así son irredimibles. ¿Cuál es el objetivo de hablar con tanto detalle sobre este tema? Se trata de asegurar que, después de oír estas palabras, la gente comprenda y acepte no doctrinas, ni significados literales, ni determinadas expresiones, sino una verdad sobre cómo son las cosas y algunas verdades y principios relacionados con la esencia de las personas, su existencia y su vida. Si podéis comparar estos dichos o estos ejemplos de los que he hablado con vuestro propio estado real o con las cosas que reveláis en vuestra propia vida, es que comprendéis la verdad y sois personas dotadas de entendimiento espiritual. Si logras establecer la conexión y encontrar la relación entre cada ejemplo y cuestión que estamos tratando y el aspecto de la verdad que estamos compartiendo, así como su relación con tu propio estado y tus propias revelaciones, si sabes cómo vincularlos y poner en práctica este conocimiento, es que tienes entendimiento espiritual, albergas la esperanza de entrar en la realidad-verdad y puedes comprender la verdad. Si no entiendes nada sin importar lo que se diga, si no identificas estas cuestiones con tu situación, si crees que más allá de lo que oigas, eso no tiene nada que ver con lo que revelas ni con tu propia esencia-naturaleza, y si no logras hallar una correlación, es que eres un completo ignorante y no te entra nada en la cabeza; careces de comprensión espiritual. Esos individuos que carecen de comprensión espiritual solo sirven como mano de obra y no pueden entrar en la realidad-verdad. Las personas que aspiran a alcanzar la salvación deben entrar en la realidad-verdad, y para ello hay que comprender estas palabras, entender las historias y circunstancias de las que he hablado, así como lo que representa cada cuestión, cada tipo de revelación y la esencia de cada tipo de persona y sus manifestaciones y estados, y llegar a ser capaz de comparar todo esto con sí mismas. Solo de este modo se logra comprender la verdad; si no llegan a este punto, resulta imposible entenderla. Se asemeja a cuando se crían gallinas: si en medio año aún no ha puesto un huevo, ¿cabría decir que esa gallina no pone huevos? (No). Pero si el propietario tiene esa gallina desde hace tres años y la ha alimentado con cereales y hortalizas, pero sigue sin poner un huevo independientemente de lo que coma, ¿cabría decir que esta gallina no pone huevos? (Sí). Pues en lo referente a las personas, hay individuos que no entienden, no importa qué sermones escuchen ni cómo les comuniques la verdad. Se trata de individuos sin entendimiento espiritual. Existe otra clase de persona, la que es capaz de comprender lo que oye, pero que no lo pone en práctica, no cambia de rumbo. Una persona de esta clase está acabada y es idéntica a la gente de la ciudad de Sodoma: condenada a ser objeto de destrucción. Los anticristos pertenecen a esta categoría de personas; no darán marcha atrás por mucho que les hables sobre la verdad. ¿Se trata simplemente de un carácter intransigente? (No). Poseen una esencia-naturaleza que contraría a Dios y es hostil a la verdad, y les resulta imposible comprender la verdad. Se enemistan con la verdad, pugnan contra ella y contra Dios, y son hostiles a las cosas positivas, de modo que cuando intentas comunicarles la verdad, no la tratan como tal, sino como una especie de teoría, erudición o doctrina. Tras escuchar la enseñanza, equipan su corazón con ella para que después puedan exhibirse y ganar sus propios intereses, estatus, fama y ganancia. Este es su objetivo. No importa cómo les compartas la verdad ni los ejemplos que comentes, no podrás reformarlos ni revertir sus intenciones ni cambiar su forma de actuar. Son gente que no persigue la verdad. Las personas que, después de oírla, no la aceptan ni la practican no pueden ser transformadas por la verdad, y Dios no las salvará. Podrían definirse básicamente como personas hostiles a la verdad y, para ser más específicos, son anticristos. Ahí radica la diferencia entre los anticristos y la gente corriente.

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