Qué significa buscar la verdad (8) Parte 1

La última vez hablamos de cuatro enunciados de la cultura tradicional sobre la conducta moral. Decidme cuáles eran. (“De bien nacidos es ser agradecidos”, “sacrifica tus intereses por los demás”, “la mujer ha de ser virtuosa, amable y dócil” y “al beber agua de un pozo, nunca hay que olvidar quién lo cavó”). ¿Tenéis claro qué hay que analizar y comprender en cada enunciado? Todos los enunciados de la cultura tradicional están estrechamente relacionados con la vida real de la gente y con su forma de comportarse. No cabe duda de que estos enunciados de la cultura tradicional tienen cierta influencia en la vida real de la gente y en su forma de comportarse. Los principios de las palabras, acciones y conductas de las personas en la vida real se derivan fundamentalmente de estos enunciados y puntos de vista de la cultura tradicional. Es evidente que están bastante arraigados en la gente tanto la influencia de la cultura tradicional como lo que esta inculca. Después de lo que enseñé en la última reunión, ¿meditasteis y hablasteis más entre vosotros? (Hablamos y comprendimos un poco estos enunciados de conducta moral y pudimos modificar ligeramente nuestras ideas y perspectivas sobre este tipo de cosas, pero aún no las comprendemos a fondo). En parte, para lograr comprenderlas a fondo, debéis basar vuestra comprensión en aquello que Yo he enseñado. Por otra parte, debéis comprenderlas a la luz de los puntos de vista que tenéis en la vida real, así como de los pensamientos y actos que tienen lugar cuando os ocurre algo. No basta con escuchar sermones. Al escuchar sermones, el objetivo es poder reconocer las cosas negativas en la vida real, saber distinguirlas con mayor precisión y, posteriormente, poder comprender las cosas positivas y hacerlo de manera pura, de modo que las palabras de Dios se conviertan en el criterio de comportamiento y conducta en la vida real de uno. Por un lado, el ejercicio del discernimiento de estas cosas negativas tiene un efecto corrector en la conducta y el comportamiento de las personas, en tanto que puede corregir las ideas, opiniones y actitudes equivocadas de la gente ante los acontecimientos y las cosas. Por otro lado, en su labor positiva, puede hacer que la gente adopte formas y métodos correctos, además de unos principios de práctica precisos, en lo que se refiere a sus ideas sobre las personas y las cosas, a su conducta y a sus actos. Estos son el objetivo y el efecto deseado al enseñar y analizar estos enunciados sobre la conducta moral.

Ya hemos compartido dos veces enunciados sobre la conducta moral de la cultura tradicional china, los cuales son, básicamente, requisitos para la conducta moral de las personas surgidos en un amplio contexto social. A nivel individual, dichos enunciados pueden restringir y regular el comportamiento de la gente hasta cierto punto; desde una perspectiva más amplia, su objetivo era generar un buen “ethos” social y, por supuesto, posibilitar que los gobernantes gobernaran mejor al pueblo. Si el pueblo tiene ideas propias, si puede pensar libremente y aspirar a sus propias normas morales de comportamiento, o si puede expresar sus opiniones, vivir según sus propias ideas, comportarse como crea conveniente y adoptar su propia forma de ver las cosas, a la gente, su sociedad y el país en que vive, sin duda eso no es algo bueno ni buena señal para los gobernantes, ya que amenaza directamente su posición de dominio. En resumen, estos enunciados de conducta moral fueron propuestos, fundamentalmente, por supuestos moralistas, pensadores y educadores como una manera de complacer y contentar a los gobernantes con el objetivo de demostrar que podían servirlos a ellos por medio de estos pensamientos y teorías, con su reputación y con su prestigio. Esta es, básicamente, la naturaleza de todos estos enunciados de conducta moral de los que hemos hablado; su objetivo no era sino restringir las ideas de la gente, su conducta moral y sus opiniones sobre las cosas a un abanico moral que la gente creyera un poco mejor, más positivo y más noble, con el fin de reducir los conflictos entre personas, armonizar sus relaciones y producir tranquilidad, lo que sería beneficioso para el dominio de los gobernantes sobre el pueblo y, además, consolidaría el estatus de la clase dirigente y mantendría la armonía y la estabilidad de la sociedad. Así, estas personas que propusieron las normas de conducta moral lograron todo lo que deseaban: ser valoradas y asignadas a puestos importantes por la clase dirigente. Esa era, en gran medida, la carrera a la que aspiraban y que esperaban y, aunque no pudieran ser altos funcionarios, al menos serían recordadas por las generaciones venideras y pasarían a la historia. Pensadlo: ¿a qué persona de las que propusieron estos enunciados de conducta moral no venera esta sociedad? ¿A cuál no admira la humanidad? Incluso hoy en día, entre el pueblo chino, estos supuestos pensadores, educadores y moralistas, como Confucio, Mencio, Laozi, Han Feizi y otros, tienen una popularidad imperecedera y son muy valorados y venerados. Por supuesto, hemos especificado un número limitado de enunciados de conducta moral, y los ejemplos citados son solo algunos de los más representativos. Aunque dichos enunciados de conducta moral provienen de muchas personas, las ideas y los puntos de vista defendidos por estas presuntas lumbreras concuerdan plenamente con el deseo de los gobernantes y de la clase dirigente, y todos sus conceptos de gobernanza y sus ideas centrales son los mismos: formular normas morales de conducta y acciones que obedezcan los seres humanos para que estos se comporten, contribuyan dócilmente a la sociedad y a su país y vivan dóciles entre sus semejantes; eso es prácticamente todo. Sus ideas y puntos de vista tienen el mismo objetivo, independientemente de la dinastía o persona de la que procedan estos enunciados de conducta moral: servir a la clase dirigente y engañar y controlar a la humanidad.

Ya hemos hablado de ocho enunciados de conducta moral. La naturaleza de estos ocho enunciados es, básicamente, la exigencia de que la gente renuncie a sus deseos egoístas y a su voluntad y, por el contrario, sirva a la sociedad, a la humanidad y a su país y alcance la abnegación. Por ejemplo, sin importar a qué grupo pertenezcan enunciados sobre la conducta moral como “sacrifica tus intereses por los demás”, “la mujer ha de ser virtuosa, amable y dócil” y “sé estricto contigo mismo y tolerante con los demás”, todos exigen a la gente autocontrol —control de sus deseos y conductas inmorales— y que tenga unos puntos de vista ideológicos y morales favorables. Independientemente de cuánto influyan estos enunciados en la humanidad, y de si esa influencia es positiva o negativa, el objetivo de estos supuestos moralistas era, en pocas palabras, restringir y regular la conducta moral del pueblo proponiendo dichos enunciados para que la gente tuviera un código básico sobre cómo comportarse y actuar, sobre cómo contemplar a las personas y las cosas, y sobre cómo percibir su sociedad y su país. Desde un punto de vista positivo, la invención de estos enunciados de conducta moral ha contribuido hasta cierto punto a restringir y regular la conducta moral de la humanidad. Sin embargo, si nos fijamos en los hechos objetivos, ha llevado a la gente a adoptar pensamientos y puntos de vista falsos y pretenciosos, con lo que las personas influenciadas y educadas por la cultura tradicional son más insidiosas y traicioneras, se les da mejor fingir y son más cerradas de mente. Por la influencia y lo inculcado por la cultura tradicional, la gente ha ido adoptando esos puntos de vista y esos enunciados falsos de la cultura tradicional como cosas positivas, y adora como santos a esas lumbreras y grandes figuras que inducen a error al pueblo. Una vez inducido a error, a aquel se le queda la mente confundida, adormecida y embotada. No sabe lo que es la humanidad normal ni lo que deberían buscar y obedecer las personas con una humanidad normal. No sabe cómo debe vivir la gente en este mundo ni qué forma o reglas de vida debe adoptar, y ni mucho menos cuál es el objetivo correcto de la existencia humana. Debido a la influencia, a lo inculcado y hasta al aislamiento de la cultura tradicional, se han suprimido las cosas positivas, las exigencias y las reglas de Dios. En este sentido, y en gran medida, los diversos enunciados de la cultura tradicional sobre la conducta moral han extraviado el pensamiento de la gente e influido profundamente en él, con lo que le han cerrado la mente y la han llevado por mal camino, alejada de la senda correcta en la vida y cada vez más lejos de las exigencias de Dios. Esto implica que, cuanto más influenciado estés por las diversas ideas y opiniones de la cultura tradicional sobre la conducta moral, y cuanto más tiempo te sean inculcadas, más te apartarás de los pensamientos, las aspiraciones, el objetivo de búsqueda y las reglas de vida que deben tener las personas con una humanidad normal, y más te apartarás del nivel que exige Dios a las personas. Una vez infectada, adoctrinada y educada por estas ideas de la cultura tradicional, la gente las adopta como códigos, hasta el punto de considerarlas verdades, y como criterios según los cuales contemplar a las personas y las cosas, comportarse y actuar. La gente ya no piensa ni duda si estas cosas son correctas o no, ni ahonda en los diversos enunciados de la cultura tradicional sobre la benevolencia, la rectitud, el decoro, la sabiduría y la fiabilidad para reflexionar sobre cómo debe vivir. La gente no lo sabe ni piensa en ello. ¿Por qué no piensa en ello? Porque sus pensamientos se han visto embargados y ocupados por estas lecciones morales que predican benevolencia, rectitud, decoro, sabiduría y fiabilidad. Aunque muchas personas creen en el Dios verdadero y leen la Biblia, siguen confundiendo las palabras de Dios y la verdad con los muchos enunciados de conducta moral derivados de la benevolencia, la rectitud, el decoro, la sabiduría y la fiabilidad. Algunas personas incluso consideran muchos de estos enunciados de la cultura tradicional como lecciones de cosas positivas y los hacen pasar por la verdad, predicándolos y promoviéndolos como tales y llegando a citarlos como forma de enseñar a los demás. Este es un problema muy grave, algo que Dios no desea, algo de lo que abomina. ¿Y pueden descubrir todos aquellos que aceptan la obra de Dios de los últimos días las cosas de la cultura tradicional y discernirlas con claridad? No necesariamente. Debe de haber gente que sigue siendo bastante adoradora de las cosas de la cultura tradicional y favorable a ellas. Si no se eliminan por completo estos venenos satánicos, será muy difícil que la gente comprenda y alcance la verdad. El pueblo escogido de Dios debe entender algo: la palabra de Dios es la palabra de Dios, la verdad es la verdad, y las palabras humanas son palabras humanas. Benevolencia, rectitud, decoro, sabiduría y fiabilidad son palabras humanas, y la cultura tradicional son palabras humanas. Las palabras humanas jamás son la verdad ni llegarán a serlo nunca. Esto es así. Por mucho que la gente se identifique en sus ideas y opiniones con la benevolencia, la rectitud, el decoro, la sabiduría y la fiabilidad, estas cosas no pueden reemplazar las palabras de Dios; por muy correctos que se hayan considerado dichos valores tras verificarlos y confirmarlos a lo largo de miles de años de existencia humana, no pueden convertirse en palabras de Dios ni sustituirlas, y ni mucho menos ser confundidas con ellas. Aunque coincidan con la conciencia y la razón de la gente, los enunciados relativos a la benevolencia, la rectitud, el decoro, la sabiduría y la fiabilidad no son palabra de Dios ni pueden reemplazar Sus palabras, y menos todavía ser calificados de verdad. Los enunciados y exigencias de la cultura tradicional sobre la benevolencia, la rectitud, el decoro, la sabiduría y la fiabilidad solamente sirven a la sociedad y a la clase dirigente. Dichos enunciados y exigencias únicamente pretenden restringir y regular el comportamiento de la gente para lograr un mejor “ethos” social, uno que conduzca a estabilizar el poder de la clase dirigente. Naturalmente, por muy bien que obedezcas los valores de benevolencia, rectitud, decoro, sabiduría y fiabilidad, no serás capaz de comprender la verdad, no sabrás obedecer a Dios ni llegarás a ser finalmente un ser creado aceptable. Por muy bien que obedezcas estas cosas, si no comprendes la verdad, no sabrás cumplir con tu deber a un nivel aceptable. ¿Qué serías entonces a ojos de Dios? Continuarías siendo un incrédulo perteneciente a Satanás. Alguien con una cualidad moral supuestamente excepcional y una ética noble, ¿tiene la conciencia y el sentido de la humanidad normal? ¿Puede aceptar sinceramente la verdad? ¿Puede creer en Dios y seguirlo? ¡Por supuesto que no! No, porque lo que adora es a Satanás, a los diablos, a aparentes santos y a santones falsos. En el fondo de su corazón y de sus huesos, está harto de la verdad y la odia. Por tanto, debe de ser una persona que se resiste a Dios y es enemiga Suya. La gente que adora al diablo, Satanás, es la más arrogante, engreída e insensata, los degenerados de la humanidad, cuyos huesos están rebosantes de veneno satánico, de herejías y falacias satánicas. En cuanto reciben las palabras de Dios y la verdad, se les inyectan los ojos en sangre y montan en cólera, con lo que revelan el horrendo rostro de un diablo. Por consiguiente, todo aquel que venere la cultura tradicional y crea ciegamente en falacias tradicionales como la benevolencia, la rectitud, el decoro, la sabiduría y la fiabilidad está harto de la verdad y la odia. No tiene el menor sentido de la humanidad normal y nunca aceptará la verdad. Las cosas de la cultura tradicional y los enunciados de conducta moral respecto a la benevolencia, la rectitud, el decoro, la sabiduría y la fiabilidad no concuerdan para nada con la verdad ni con las palabras de Dios. Por muy escrupulosamente que ponga en práctica la gente estos valores o por muy bien que los defienda, no es lo mismo que vivir con una humanidad normal. Esto se debe a que la gente tiene un carácter corrupto. Eso es lo cierto. A la gente le embargan todo tipo de enseñanzas satánicas, y “cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda” se ha convertido en su naturaleza y esencia. Por muy agradables que los pronuncies, por muy elevado que sea tu lenguaje o por muy grandiosas que sean tus teorías, estos enunciados de la cultura tradicional sobre la conducta moral no pueden ponerse en práctica. Aunque obedezcas cada una de las reglas impuestas con base en los valores de benevolencia, rectitud, decoro, sabiduría y fiabilidad de la cultura tradicional, tú no eres más que alguien superficialmente educado. Sin embargo, cuando se trata de creer en Dios, seguirlo, cumplir con tu deber y obedecerlo, así como de tu actitud y tus opiniones hacia Él y la verdad, estos valores de la cultura tradicional no sirven de nada. No pueden refrenar tu rebeldía ni cambiar tus nociones sobre Dios, ni corregir el carácter corrupto de la gente, y ni mucho menos resolver el problema de su negligencia e indolencia en el cumplimiento del deber. Estos valores no sirven en absoluto para limitar el comportamiento corrupto de la gente y, fundamentalmente, no pueden lograr que la gente viva con una humanidad normal.

La mayoría de la gente, en cuanto empieza a creer en Dios, piensa que la fe es muy sencilla. Piensa que creer en Dios y seguir a Dios implica aprender a ser paciente y tolerante, dar limosna de buena gana, estar dispuesto a ayudar a los demás, ser comedido de palabra y obra, y no ser demasiado arrogante ni demasiado duro con los demás. Creen que, si se comportan así, Dios estará satisfecho, y que no serán podados ni tratados en el cumplimiento del deber. Si sirven como líderes u obreros, creen que no serán relevados ni descartados. Creen tener garantizada la salvación. ¿Es realmente tan sencillo creer en Dios? (No). No son pocas las personas que sostienen este punto de vista, pero, a la larga, sus ideas, sus opiniones y su forma de conducirse en la vida acaban siendo un fracaso. Al final, algunas personas ignorantes lo resumen todo en una sola frase: “¡He fracasado como ser humano!”. Creen que comportarse como un ser humano implica obedecer los valores de la benevolencia, la rectitud, el decoro, la sabiduría y la fiabilidad. No obstante, ¿se puede calificar eso de comportamiento propio de un ser humano? Eso no es comportarse como un ser humano; es el comportamiento de un demonio. A los que dicen “he fracasado como ser humano”, Yo les preguntaría: ¿te has comportado como un ser humano? Si ni siquiera has procurado comportarte como tal, ¿cómo puedes decir “he fracasado como un ser humano”? Este es un fracaso de los valores de la cultura tradicional, como la benevolencia, la rectitud, el decoro, la sabiduría y la fiabilidad, a la hora de cumplir su función sobre la gente, no un fracaso tuyo a la hora de comportarte como un ser humano. Cuando la gente cumple con su deber en la casa de Dios, cosas como la benevolencia, la rectitud, el decoro, la sabiduría y la fiabilidad no sirven absolutamente para nada y dejan de ser útiles. Para cuando quiere darse cuenta, la gente acaba concluyendo: “¡Oh, la benevolencia, la rectitud, el decoro, la sabiduría y la fiabilidad no funcionan! Pensaba que era fácil comportarme y que creer en Dios también era muy fácil, no tan complicado. Es ahora cuando me doy cuenta de que he simplificado demasiado la fe en Dios”. Tras escuchar sermones durante mucho tiempo, por fin se da cuenta de que no sirve de nada no comprender la verdad. Si la gente no comprende algún ámbito de la verdad, es propensa a cometer errores en ese ámbito y a ser tratada, a fracasar y a ser juzgada y castigada. Las cosas que antes creía correctas, buenas, positivas y nobles se vuelven insignificantes y pierden todo valor ante la verdad. Todos los diversos enunciados sobre la benevolencia, la rectitud, el decoro, la sabiduría y la fiabilidad han tenido cierta influencia sobre los pensamientos y puntos de vista de las personas, así como sobre su forma de dirigir sus asuntos. Si la obra de gestión de Dios para salvar a la humanidad no se viera implicada y la humanidad continuara viviendo como está, bajo el dominio de Satanás, la benevolencia, la rectitud, el decoro, la sabiduría y la fiabilidad, cosas relativamente positivas, desempeñarían un papel positivo menor en el pensamiento de las personas y en el “ethos” y el medio sociales. Por lo menos esas cosas no incitan a la gente a cometer maldades, asesinatos e incendios ni a ir por ahí violando y saqueando. Ahora bien, cuando se trata de la obra de Dios para salvar a la gente, ninguna de esas cosas —ni la benevolencia, ni la rectitud, ni el decoro, ni la sabiduría ni la fiabilidad— es relevante para la verdad, el camino o la vida que Dios quiere otorgar a la humanidad. Y eso no es todo: al observar las diversas ideas defendidas por los valores de la benevolencia, la rectitud, el decoro, la sabiduría y la fiabilidad, las exigencias que estos imponen a la conducta moral de las personas —así como sus influencias y limitaciones sobre ella—, ninguno ha desempeñado papel alguno a la hora de guiar a las personas de regreso a Dios ni de conducirlas por la senda correcta en la vida. Por el contrario, se han convertido en grandes obstáculos que impiden que la gente busque y acepte la verdad. En principio hemos dejado claro en comunión los enunciados sobre la conducta moral que hemos compartido y analizado antes —no te embolses el dinero que recolectes; disfruta ayudando a otros; sé estricto contigo mismo y tolerante con los demás; devuelve el bien por mal; de bien nacidos es ser agradecidos; sacrifica tus intereses por los demás; la mujer ha de ser virtuosa, amable y dócil; al beber agua de un pozo, nunca hay que olvidar quién lo cavó—, y al menos todo el mundo entiende su sentido general. El hecho es que, sea cual sea el aspecto de la conducta moral al que se refieran dichos enunciados, estos limitan el pensamiento de la gente. Si no distingues estas cosas, no comprendes de manera clara la esencia de estos enunciados y no cambias estos puntos de vista equivocados, no puedes dejar atrás estos enunciados de conducta moral ni librarte de su influencia sobre ti. Si no puedes dejar atrás estas cosas, te será difícil aceptar la verdad de Dios, los criterios de las palabras de Dios y las exigencias concretas del Creador en cuanto a la conducta moral de las personas, y te será difícil observar y practicar las palabras de Dios como principios y criterios de la verdad. ¿No es un problema grave?

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