Solo una persona honesta puede vivir con auténtica semejanza humana (Parte 1)

El requerimiento de Dios de que las personas sean honestas es de lo más significativo. Lamentablemente, muchos no lo entienden e ignoran este tema de ser una persona honesta. Si entendieran realmente la obra de Dios, sabrían que después de que complete Su obra de juicio en los últimos días, solo obtendrán la salvación de Dios y serán aptas para entrar en Su reino las personas honestas a las que se ha purificado de sus actitudes corruptas y que se han deshecho de sus mentiras y engaños. Si siguen rebosando de mentiras y engaños después de tantos años creyendo en Dios; si no se pueden gastar con sinceridad por Él y siempre cumplen con su deber de manera descuidada y superficial, no cabe duda de que Dios las va a detestar y las va a rechazar. ¿Cuál será su desenlace? Se las apartará de la iglesia y acabarán descartadas. Ahora, al ver que la obra de Dios llega a esta etapa, se nos recuerda cómo Él le ha reclamado al hombre con insistencia que sea honesto. Esto posee un gran significado. No se dice de manera casual y ahí queda todo, sino que está relacionado directamente con la posibilidad de que uno pueda o no lograr la salvación y sobrevivir, y con el desenlace y el destino de cada persona. Por consiguiente, se puede decir con certeza que uno solo puede vivir una humanidad normal y lograr la salvación si se deshace de este carácter taimado y se convierte en una persona honesta. El destino de aquellos que siguen siendo taimados, aunque lleven muchos años creyendo en Dios, es acabar siendo descartados.

Todo el pueblo escogido de Dios actualmente está practicando el cumplimiento de sus deberes, y Dios utiliza el cumplimiento de los deberes por parte de las personas para perfeccionar a un grupo y descartar a otro. Así pues, el cumplimiento del deber es lo que revela a cada tipo de persona, y cada tipo de persona taimada, incrédula y malvada se revela y es descartada durante el cumplimiento de su deber. Los que cumplen fielmente con sus deberes son honestos; los que son sistemáticamente descuidados y superficiales son gente taimada y engañosa, y son incrédulos; y los que causan interrupciones y perturbaciones al cumplir con sus deberes son malvados y anticristos. Ahora mismo siguen existiendo una gran variedad de problemas en muchos de los que cumplen con el deber. Algunas personas son siempre muy pasivas en su deber, siempre sentados y esperando y dependiendo de los demás. ¿Qué clase de actitud es esa? Es una irresponsabilidad. La casa de Dios ha dispuesto que desempeñes un deber y, sin embargo, lo meditas durante días sin hacer ningún trabajo concreto. No se te ve nunca por el lugar de trabajo y la gente no te encuentra cuando tiene problemas que ha de resolver. No soportas carga alguna en el trabajo. Si un líder te pregunta sobre este, ¿qué vas a decirle? Ahora mismo no desempeñas ninguna clase de trabajo. Eres muy consciente de que es tu responsabilidad, pero no lo haces. ¿En qué estás pensando? ¿No haces trabajo alguno porque eres incapaz de hacerlo? ¿O solo se trata de avidez de comodidad? ¿Qué actitud tienes hacia tu deber? Solo hablas sobre letras y doctrinas y solo dices cosas que suenan bien, pero no haces ningún trabajo práctico. Si no quieres cumplir con tu deber, deberías dimitir. No mantengas tu posición y te quedes sin hacer nada allí. ¿Acaso hacer eso no es infligir daño al pueblo escogido de Dios y comprometer el trabajo de la iglesia? Por la forma en la que hablas, pareces entender todo tipo de doctrina, pero cuando se te pide que cumplas con un deber, eres descuidado y superficial, y no eres en absoluto concienzudo. ¿Es eso gastarte sinceramente por Dios? No eres sincero respecto a Dios, pero finges sinceridad. ¿Eres capaz de engañarle? En tu forma de hablar parece haber una gran fe; te gustaría ser el pilar de la iglesia y su roca. Pero cuando cumples con un deber, eres más inservible que una simple cerilla. ¿No es esto engañar a Dios con los ojos abiertos de par en par? ¿Sabes lo que pasará contigo por intentar engañar a Dios? Te detestará, te rechazará y te descartará. Todas las personas se revelan en el cumplimiento de su deber: basta con poner a una persona en un deber, y no tardará en revelarse si se trata de alguien honesto o taimado, y si es o no amante de la verdad. Los que aman la verdad pueden cumplir su deber con sinceridad y defender la obra de la casa de Dios; los que no la aman no defienden la obra de la casa de Dios en lo más mínimo, y son irresponsables en el cumplimiento de su deber. Esto les queda claro enseguida a los que son lúcidos. Nadie que cumpla de manera pobre su deber es un amante de la verdad o una persona honesta; a tales personas se las va a revelar y descartar. Para cumplir bien con sus deberes, la gente debe tener sentido de la responsabilidad y de la carga. De esta manera, el trabajo se realizará sin duda de la forma adecuada. Resulta preocupante cuando alguien no tiene sentido de la carga o de la responsabilidad, cuando hay que instarle a hacerlo todo, cuando siempre es descuidado y superficial e intenta trasladar la culpa cuando surgen problemas, provocando demoras en su resolución. ¿Se puede hacer bien el trabajo de todos modos? ¿Dará algún resultado el cumplimiento de su deber? No desean hacer ninguna de las tareas que se les encomienda y al ver que los demás necesitan ayuda con su trabajo, los ignoran. Solo hacen algo de trabajo al recibir una orden, cuando las cosas se ponen feas y no les queda más opción. Eso no es cumplir con un deber, ¡eso es ser mano de obra! La mano de obra trabaja para un empleador cumpliendo una jornada laboral a cambio de un sueldo, un trabajo por horas a cambio de una remuneración; espera que se le pague. Teme hacer alguna tarea y que su empleador no sea testigo de ello, teme que no se le retribuya lo que hace, solo trabaja por las apariencias, lo que significa que carece de lealtad. La mayoría de las veces sois incapaces de responder cuando se os pregunta por cuestiones de trabajo. Algunos de vosotros habéis participado en el trabajo, pero nunca habéis preguntado cómo va ni lo habéis pensado cuidadosamente. A tenor de vuestra aptitud y vuestro conocimiento, al menos debéis saber algo, ya que todos habéis participado en este trabajo. ¿Y por qué la mayoría de la gente no dice nada? Es posible que realmente no sepáis qué decir, que no sepáis si las cosas van bien o no. Hay dos razones para ello. Una es que sois totalmente indiferentes, nunca os habéis preocupado por estas cosas y solamente las habéis considerado una tarea que había que realizar. La otra es que sois irresponsables y no estáis dispuestos a preocuparos por estas cosas. Si tú te preocuparas sinceramente y estuvieras verdaderamente absorto, tendrías una opinión y una perspectiva de todo. A menudo, el no tener ninguna perspectiva ni opinión se deriva de ser indiferente y apático y de no asumir ninguna responsabilidad. No eres aplicado respecto al deber que cumples, no asumes ninguna responsabilidad, no estás dispuesto a pagar un precio ni a implicarte. No te esfuerzas ni estás dispuesto a gastar más energía; simplemente deseas ser un subordinado, lo cual no difiere de cómo trabaja un incrédulo para su jefe. A Dios le desagrada este tipo de cumplimiento del deber, no le complace. No puede recibir Su aprobación.

El Señor Jesús dijo en una ocasión: “Porque a cualquiera que tiene, se le dará más, y tendrá en abundancia; pero a cualquiera que no tiene, aun lo que tiene se le quitará” (Mateo 13:12). ¿Qué significan estas palabras? Significan que, si ni siquiera cumples ni te dedicas a tu deber o trabajo, Dios te quitará lo que antes era tuyo. ¿Qué significa “quitar”? ¿Qué tal hace sentir esto a la gente? Puede ser que no logres lo que tu aptitud y tus dones te hubieran permitido, no sientas nada y seas como un incrédulo. En eso consiste que Dios te lo haya quitado todo. Si en el deber eres negligente, no pagas un precio y no eres sincero, Dios te quitará lo que antes era tuyo, te retirará tu derecho a cumplir con el deber, no te dará este derecho. Como Dios te otorgó dones y aptitud, pero tú no cumpliste adecuadamente con el deber, no te gastaste por Dios ni pagaste un precio y no te volcaste en ello, no solo es que Dios no te bendiga, sino que te quitará lo que antes tenías. Dios le otorga dones a la gente y le da habilidades especiales, así como inteligencia y sabiduría. ¿Cómo debe la gente utilizar estas cosas? Debes dedicar tus habilidades especiales, tus dones, tu inteligencia y tu sabiduría a tu deber. Debes utilizar tu corazón y aplicar a tu deber todo lo que sabes, todo lo que entiendes y todo lo que puedes lograr. Así recibirás bendiciones. ¿Qué implica recibir bendiciones de Dios? ¿Qué hace sentir esto a la gente? Que Dios le ha dado esclarecimiento y guía y que tiene una senda cuando cumple con el deber. A otra gente le puede parecer que tu aptitud y las cosas que has aprendido no te permiten hacer nada; pero si Dios obra y te da esclarecimiento, no solo podrás entender y hacer estas cosas, sino también hacerlas bien. Al final hasta te preguntarás: “No solía ser tan hábil, pero ahora hay muchas más cosas buenas dentro de mí, todas ellas positivas. Jamás estudié esas cosas, pero ahora, de pronto, las entiendo. ¿Cómo me he vuelto tan inteligente de repente? ¿Cómo es que ahora sé hacer tantas cosas?”. No lo vas a poder explicar. Se trata del esclarecimiento y la bendición de Dios; así bendice Dios a la gente. Si no sentís esto cuando cumplís con el deber o hacéis vuestro trabajo, entonces Dios no os ha bendecido. Si cumplir con el deber te parece siempre un sinsentido, si sientes que no hay nada que hacer y no te animas a contribuir, si nunca recibes esclarecimiento y crees no tener inteligencia ni sabiduría a la que darle uso, entonces eso supone un problema. Indica que no tienes la motivación ni la senda adecuadas para cumplir con el deber, Dios no da Su visto bueno y tu estado es anormal. Debes reflexionar: “¿Por qué carezco de una senda en el deber? He estudiado este campo y está dentro de mi ámbito de especialización; hasta se me da bien. ¿Por qué no puedo aplicar mi conocimiento cuando lo intento? ¿Por qué no sé utilizarlo? ¿Qué sucede?”. ¿Acaso es un accidente? Aquí hay un problema. Cuando Dios bendice a alguien, este se vuelve inteligente y sabio, perspicaz en toda materia, además de agudo, despierto y especialmente hábil; tendrá facilidad y estará motivado en todo lo que hace, y creerá que todo ello es muy fácil y que ninguna dificultad puede entorpecerlo: está bendecido por Dios. Si a alguien todo le parece muy difícil, es torpe, ridículo y despistado haga lo que haga, si no comprende nada de lo que se le dice, ¿qué significa esto? Que no tiene la guía de Dios ni Su bendición. Algunos dicen: “Si me he aplicado, ¿por qué no recibo bendiciones de Dios?”. Si solo te aplicas y te esfuerzas, pero no tratas de actuar según los principios verdad, estás actuando por inercia en el deber. ¿Cómo vas a poder recibir bendiciones de Dios? Si siempre eres negligente en el cumplimiento del deber, y nunca concienzudo, no recibirás esclarecimiento ni iluminación del Espíritu Santo, no tendrás la guía de Dios ni Su obra, y tus actos no fructificarán. Es muy difícil cumplir bien con un deber u ocuparse bien de un asunto recurriendo a la fortaleza y el aprendizaje humanos. Todo el mundo cree que sabe un par de cosas, que tiene cierta pericia, pero hace mal las cosas y estas siempre salen mal, lo que provoca comentarios y risas. Esto es un problema. Tal vez sea evidente que alguien no es gran cosa y, sin embargo, cree tener pericia y no cede ante nadie. Esto está relacionado con un problema de la naturaleza del hombre. Todos aquellos que no se conocen a sí mismos son así. ¿Pueden desempeñar bien su deber esas personas? No solo son incapaces de desempeñarlo bien, sino que es probable que fracasen con estrépito. Algunos no saben realizar bien sus deberes, y sin embargo siempre tratan de ocupar cargos superiores y dominar a los demás. Tales personas no logran nada, no son siquiera capaces de difundir el evangelio ni de darles testimonio a otros, y no cuentan siquiera con una sola palabra de enseñanza para compartir sobre la verdad. Estas personas están totalmente desnudas, están empobrecidas y son patéticas. Todos aquellos que no buscan la verdad cumplen con el deber con una mentalidad carente de responsabilidad. “Si alguien lidera, yo lo sigo; allá donde me envíe, yo voy. Haré lo que me diga que haga. En cuanto a asumir la responsabilidad y la preocupación, o tomarme más molestias para hacer algo, hacer una cosa de todo corazón y con todas mis fuerzas… a eso no estoy dispuesto”. Estas personas no están dispuestas a pagar el precio. Solo están dispuestas a esforzarse, no a asumir responsabilidades. Esta no es la actitud con la que se cumple verdaderamente con el deber. Uno ha de aprender a volcarse en el cumplimiento del deber, y una persona con conciencia es capaz de conseguir esto. Si uno nunca se vuelca en el cumplimiento de su deber, eso significa que no tiene conciencia, y los que no tienen conciencia no pueden alcanzar la verdad. ¿Por qué digo que no pueden alcanzar la verdad? No saben cómo orar a Dios y buscar el esclarecimiento del Espíritu Santo, cómo mostrar consideración hacia la voluntad de Dios ni cómo volcarse en la meditación de Sus palabras; tampoco saben cómo buscar la verdad ni cómo tratar de entender las exigencias de Dios y Su voluntad. Esto es no saber buscar la verdad. ¿Experimentáis estados donde, da igual lo que pase, qué clase de deber cumpláis, a menudo sois capaces de guardar la calma ante Dios, de volcaros en meditar Sus palabras, en buscar la verdad y en valorar cómo debéis cumplir con ese deber de acuerdo con la voluntad de Dios y qué verdades debéis poseer para cumplirlo satisfactoriamente? ¿Buscáis la verdad de esta forma en muchos momentos? (No). Para volcaros en el deber y ser capaces de asumir la responsabilidad, hay que sufrir y pagar un precio; no basta simplemente con hablar de estas cosas. Si no os volcáis en el deber, sino que en su lugar siempre queréis trabajar, es indudable que no cumpliréis correctamente con él. Actuaréis por simple inercia y nada más, y no sabréis si habéis cumplido bien con el deber o no. Si te vuelcas en él, poco a poco llegarás a entender la verdad; si no lo haces, no será así. Cuando te vuelcas de corazón en el cumplimiento del deber y la búsqueda de la verdad, poco a poco podrás llegar a entender la voluntad de Dios, descubrir tu corrupción y tus defectos y dominar tus diversos estados. Cuando solamente te centras en esforzarte y no te vuelcas en hacer introspección, no puedes descubrir tus verdaderos estados internos y las innumerables reacciones y revelaciones de corrupción que tienes en distintos entornos. Si no conoces cuáles serán las consecuencias cuando los problemas queden sin resolver, entonces estás metido en un lío. Por eso no es bueno creer en Dios de una manera confusa. Debes vivir ante Dios en todo momento, en todo lugar; te ocurra lo que te ocurra, debes buscar siempre la verdad y, entretanto, también debes hacer introspección y saber qué problemas hay en tu estado, buscando la verdad de inmediato para resolverlos. Es el único modo de cumplir bien con el deber y evitar retrasar el trabajo. No solo podrás cumplir bien con tu deber, lo más importante es que además tendrás entrada en la vida y serás capaz de corregir tus actitudes corruptas. Es el único modo de que puedas entrar en la realidad verdad. Si en tu interior reflexionas a menudo sobre asuntos que no son relativos a tu deber o a la verdad, sino que estás enredado en cosas externas, pensando en los asuntos de la carne, ¿podrás comprender la verdad? ¿Serás capaz de cumplir bien con tu deber y vivir ante Dios? En absoluto. Una persona así no se puede salvar.

Creer en Dios es caminar por la senda correcta en la vida, y se debe buscar la verdad. Se trata de un asunto del espíritu y de la vida, y se diferencia de la búsqueda de los incrédulos de riqueza y gloria, de hacerse un nombre eterno para sí mismo. Son sendas separadas. En su trabajo, los incrédulos piensan en cómo pueden trabajar menos y ganar más dinero, en qué artimañas dudosas pueden utilizar para ganar más. Se pasan todo el día pensando en cómo hacerse ricos y aumentar la fortuna de su familia, e incluso se les ocurren maneras inescrupulosas de lograr sus objetivos. Esta es la senda del mal, la de Satanás, y es la senda que recorren los incrédulos. La senda que recorren los creyentes en Dios es la de buscar la verdad y recibir la vida; es la senda de seguir a Dios y ganar la verdad. ¿Cómo debes practicar para ganar la verdad? Debes aplicarte en leer, practicar y experimentar las palabras de Dios; solo después de hacerlo entenderás la verdad. Y cuando la entiendas, has de considerar cómo cumplir bien con tu deber, de modo que puedas hacer las cosas de acuerdo con los principios, y cómo puedes llegar a someterte a Dios. Para esto, es necesario practicar la verdad. No es algo sencillo. No solo debes buscarla, también debes reflexionar y reconocer si tienes ideas y nociones erróneas, y si existen problemas, debes hablar sobre la verdad para resolverlos. Cuando entiendas los principios de practicar la verdad, entonces podrás hacerlo. Y solo practicando la verdad puedes entrar en la realidad verdad y convertirte en alguien que se somete a Dios. Al practicar y experimentar de este modo, cambiarás tus actitudes y alcanzarás la verdad sin darte siquiera cuenta. Los incrédulos siempre se esfuerzan por conseguir prestigio, beneficios y estatus. En consecuencia, caminan por la senda del mal, se vuelven cada vez más depravados, astutos y taimados, más calculadores y conspiradores. Sus corazones se vuelven exponencialmente malvados, y ellos más oscuros y enigmáticos; esta es la senda de los incrédulos. La senda de aquellos que creen en Dios es justo la contraria a esta. Los creyentes en Dios quieren separarse de este mundo malvado y de la humanidad malvada, quieren buscar la verdad y purificar su corrupción. Solo tienen el corazón en calma y en paz cuando viven con semejanza humana; quieren conocer a Dios, temerle, evitar el mal y ganarse Su aprobación y Su bendición. Esto es lo que buscan los que creen en Dios. Si llevas muchos años creyendo en Él, entiendes realmente la verdad y has cambiado, mientras más se relacionen los demás contigo, más les parecerá que eres honesto, tanto en tu discurso como en el cumplimiento del deber; alguien completamente sincero, sin nada que ocultar y que habla y obra de un modo transparente. Mediante las cosas que dices, las opiniones que expresas, las cosas que haces, el deber que cumples y la actitud honesta que adoptas cuando conversas con otros, las personas pueden desentrañar tu corazón y ver la manera en la que te comportas, cuáles son tus preferencias y qué objetivos persigues. Pueden percibir con claridad que eres una persona buena y honesta, y que estás caminando por la senda correcta. Esto muestra que has cambiado. Si has creído en Dios y cumplido con un deber durante mucho tiempo, pero a aquellos con los que te relacionas siempre les parece que no eres transparente en lo que dices, que tus puntos de vista no están claros y no son capaces de percibir tu corazón con claridad en tus acciones, si tienen la constante sensación de que ocultas algo en lo más profundo de tu corazón, esto demuestra que eres una persona reservada que sabe ocultarse, disfrazarse y camuflarse. Si los demás, incluso tras varios años interactuando contigo, son incapaces de comprender del todo tu corazón, y lo único que ven es tu temperamento y tu talante, en lugar de tu carácter o tu esencia, eso demuestra que sigues viviendo de acuerdo con tu carácter satánico. Cuanto más astuto seas, más queda de manifiesto que no eres una buena persona, que careces de humanidad y que perteneces a los diablos y a Satanás. Si no ganas ninguna verdad, y tus actitudes corruptas no se purifican, por muchos años que lleves creyendo en Dios, entonces resultará muy difícil para una persona como tú alcanzar la salvación. Y si, a pesar de tu destreza para prevaricar, de tu manejo de las palabras, de tu inteligencia, de tus rápidas reacciones y de lo hábil que eres manejando las cosas, aquellos que se relacionan contigo se siguen sintiendo incómodos y pueden presentir que no eres fiable, que no eres digno de confianza y eres insondable, entonces tienes un problema. Esto indica que durante el tiempo que has creído en Dios no has cambiado en absoluto, y que realmente no crees en Él. ¿Habéis experimentado algún cambio real en vuestra fe en Dios hasta ahora? ¿Os relacionáis con los demás adoptando una actitud honesta? ¿Sienten ellos que eres sincero? (En cuanto a las cosas que me suponen un beneficio inmediato, soy capaz de mentir y de engañar, pero cuando no me reportan un beneficio inmediato, puedo decir la verdad y abrir un poco el corazón). (Soy selectivo en las cosas que digo. Algunas las digo abiertamente, pero las que tengo escondidas muy dentro de mi corazón permanecen ocultas. Aún suelo camuflarme y disfrazarme cuando me relaciono con los demás). En este caso se trata de alguien que vive en sus propias actitudes corruptas. Si uno no busca la verdad ni resuelve sus actitudes corruptas, ¿cómo es posible que cambie? Sois todos personas que cumplen deberes. Como poco, debes tener un corazón honesto y permitirle a Dios ver que eres sincero. Solo entonces puedes lograr el esclarecimiento, la iluminación y la guía de Dios. Lo fundamental es que aceptes Su escrutinio. No importa qué barreras existan entre los demás y tú, cuánto valores tu propia vanidad y reputación, y qué intenciones albergues, sobre las cuales no puedes sincerarte de una manera simple; todo esto debe cambiar poco a poco. Paso a paso, cada individuo debe liberarse de estas actitudes corruptas y esas dificultades, y superar los obstáculos que presentan dichas actitudes corruptas. Antes de que atravieses tales obstáculos, ¿es tu corazón realmente honesto con Dios? ¿Le escondes y le ocultas cosas o presentas una falsa imagen y le engañas? Debes tener esto claro en tu corazón. Si tienes estas cosas en el corazón, debes aceptar el escrutinio de Dios. No dejes nada al azar ni digas: “No quiero gastar toda mi vida por Dios. Quiero formar una familia y vivir mi propia vida. Espero que Dios no me escrute ni me condene”. Si escondes todas estas cosas de Dios, es decir, las intenciones, los objetivos, los planes y las metas de vida que albergas en lo más profundo de tu corazón, y si ocultas tus puntos de vista sobre muchas cosas y tus creencias sobre la fe en Dios, entonces te meterás en problemas. Si escondes estas cosas sin valor y no buscas la verdad para resolverlas, eso demuestra que no amas la verdad, y que te resulta difícil aceptarla y ganarla. Eres capaz de ocultarle cosas a otra gente, pero no se las puedes ocultar a Dios. Si no confías en Dios, ¿entonces por qué crees en Él? Si tienes unos cuantos secretos y te preocupa que la gente te menosprecie si te sinceras respecto a ellos, y si te falta el valor para alzar la voz, entonces puedes simplemente sincerarte con Dios. Debes orarle, confesar las viles intenciones que albergas en tu fe en Él, las cosas que has hecho en aras de tu futuro y tu destino, y cómo te has esforzado por conseguir prestigio y beneficios. Preséntale todo esto a Dios y revélaselo; no se lo escondas. No importa para cuántas personas esté cerrado tu corazón, no se lo cierres a Dios; debes abrírselo. Ese es el más mínimo grado de sinceridad que han de tener los que creen en Él. Si tienes un corazón abierto a Dios y no se lo cierras, y si puedes aceptar Su escrutinio, ¿cómo te contemplará Él? Aunque puede que no te abras a los demás, si puedes abrirte a Dios, Él te verá como una persona honesta con un corazón honesto. Si tu corazón honesto es capaz de aceptar Su escrutinio, entonces, eso es precioso a ojos de Dios, y no cabe duda de que Él va a obrar en ti. Por ejemplo, si has hecho un acto taimado hacia Dios, Él te va a disciplinar. Entonces debes aceptar Su disciplina, arrepentirte y confesarte enseguida ante Él, y reconocer tus errores. Debes reconocer tu rebeldía y corrupción, aceptar el castigo y juicio de Dios, conocer tus actitudes corruptas, practicar de acuerdo con Sus palabras y arrepentirte de veras. Esto es una prueba de tu sincera fe en Dios y de tu auténtica fe en Él.

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