Solo una persona honesta puede vivir con auténtica semejanza humana (Parte 3)

Para creer en Dios y caminar por la senda correcta en la vida, como mínimo debes vivir con dignidad y semejanza humana, debes ser digno de confianza y se te ha de considerar valioso. Le debe parecer a la gente que en tu talante e integridad hay sustancia, que cumples todo lo que dices y mantienes tu palabra. Se te debe evaluar de la siguiente manera: de ti deben decir que te aseguras de hacer honor a tus palabras, de cumplir lo que prometes, de llevar a cabo lo que se te encomienda de un modo obediente y con todo tu corazón, y a plena satisfacción de la persona que te encomendó la tarea. ¿Acaso no es esta una persona de palabra? ¿No viven con dignidad las personas así? (Sí). Hay algunos a los que nadie se atreve a encomendarles nada. Si otros lo acaban haciendo, es porque no pueden encontrar a nadie más apropiado y son la única opción, y aun así hay que encargarle a alguien que los vigile. ¿Qué clase de persona es esta? ¿Se trata de alguien con dignidad? (No). Tienes que analizar y examinar todo lo que dicen, has de cuestionarlo y tienes que prestar atención a su tono y buscar confirmación y verificación por parte de la gente que te rodea. Cuando hacen alguna declaración o hablan sobre lo que sea, el nivel de confianza que merecen es casi nulo. Puede que aquello de lo que hablan exista, pero o bien lo exageran o lo minimizan, o tal vez no exista en absoluto y simplemente se lo están inventando. ¿Y por qué se inventan cosas? Porque quieren engañar a la gente, hacerles ver que son brillantes y capaces; ese es su objetivo. ¿Les gustan a los demás semejantes individuos? (No). ¿Cuánto les disgustan? Están hartos de ellos y los desprecian, e incluso les llega a parecer que sería mejor no haberlos conocido nunca. Cuando están con tales individuos, no confían en nada de lo que dicen ni se lo toman en serio; simplemente conversan sobre temas banales y se dejan llevar por la inercia y hablan de cualquier asunto externo. Ni siquiera cuando tales individuos dicen la verdad confía nadie en ellos. Esta clase de persona es totalmente inútil e inferior, nadie considera que tenga valor. Cuando el comportamiento de una persona ha llegado a este punto, ¿conservan algo de dignidad? (No). Nadie les encomienda nada, nadie confía en ellos, nadie les abre su corazón, nadie cree en lo que dicen; solo les escuchan, eso es todo. Cuando estos individuos dicen: “Te estoy diciendo la verdad esta vez”, nadie les cree ni les presta atención alguna, incluso cuando lo que dicen es cierto. Cuando afirman: “No todo lo que digo es falso, ¿eh?”, la gente contesta: “No me voy a poner a analizar si lo que dices es verdadero o falso. Escucharte hablar resulta agotador. Tengo que analizar y examinar tus motivaciones e intenciones, y eso ya supone demasiada molestia. El tiempo que he pasado haciendo eso lo podría haber empleado en reflexionar sobre un pasaje de las palabras de Dios o para aprender a cantar un himno, cosas de las que obtendría algún beneficio. De hablar contigo no obtengo nada. Ni una sola palabra que dices es verdad y no quiero nada de ti”. Es así como abandonan a estas personas. Hoy en día, oirás a menudo a los incrédulos decir: “¿Quieres oír la verdad o prefieres oír una mentira?”. Nadie quiere oír mentiras. Así, aquellos que siempre cuentan mentiras y prevarican son los más inferiores, no valen nada. Nadie quiere prestarles ninguna atención, nadie quiere asociarse con ellos, y mucho menos abrirles su corazón o ser sus amigos. ¿Poseen tales personas talante o dignidad de cualquier tipo? (No). Todo aquel que se cruza con ellos acaba harto; no se puede confiar en absoluto en sus palabras, sus acciones, su talante y su integridad. Tales individuos no tienen sustancia alguna. ¿Les agradarían a los demás y los respetarían si tuvieran dones y talento? (No). Y entonces, ¿qué necesitan las personas para llevarse bien las unas con las otras? Talante, integridad, dignidad y que se trate de alguien a quien los demás puedan abrir su corazón. Todos aquellos que tienen dignidad poseen un poco de personalidad, a veces no se llevan bien con los demás, pero son honestos, y no hay falsedad ni engaño en ellos. Al final, los otros los acaban teniendo en alta estima porque son capaces de practicar la verdad, son honestos, tienen dignidad, integridad y talante, nunca se aprovechan de nadie, ayudan a otros que tengan problemas, tratan a la gente con conciencia y razón y nunca emiten juicios a la ligera sobre nadie. Cuando evalúan o debaten sobre otras personas, todo cuanto dicen estos individuos es veraz, hablan de lo que saben y no parlotean sobre lo que desconocen, no se pierden en adornos y sus palabras pueden servir como prueba o referencia. Cuando hablan y actúan, aquellos que poseen integridad son relativamente prácticos y dignos de confianza. Nadie considera valiosos a los que carecen de integridad, nadie presta ninguna atención a lo que dicen y hacen, ni considera importantes sus palabras y acciones ni confía en ellos. Esto se debe a que cuentan demasiadas mentiras y dicen muy pocas palabras honestas, a que les falta sinceridad cuando se relacionan con las personas o hacen algo por ellas, a que tratan de embaucar y engañar a todo el mundo, y no gustan a nadie. ¿Os habéis topado con alguien que a vuestros ojos sea digno de confianza? ¿Creéis ser dignos de la confianza de los demás? ¿Pueden otras personas confiar en vosotros? Si alguien te pregunta sobre la situación de otro, eso es algo que no debes evaluar ni juzgar según tu propia voluntad, tus palabras deben ser objetivas, precisas y conformarse a los hechos. Debes hablar sobre lo que entiendas y no sobre cosas de las que te falta perspectiva. Has de ser justo con esa persona. Esa es la manera responsable de actuar. Si solo has observado un fenómeno superficial, y lo que quieres expresar es solo tu juicio particular sobre esta persona, entonces no debes emitir a ciegas un veredicto sobre ella, y desde luego no debes juzgarla. A lo que digas, debes anteponer esto: “Este es mi propio juicio” o “Eso es lo que a mí me parece”. De ese modo, tus palabras serán relativamente objetivas y, tras oír lo que has dicho, la otra persona será capaz de sentir la honestidad en tus palabras y lo justo de tu postura, y podrá confiar en ti. ¿Estáis seguros de que podéis conseguir tal cosa? (No). Eso demuestra que no sois lo bastante honestos con los demás, y que os falta sinceridad y una postura honesta a la hora de comportaros y manejar los asuntos. Digamos que alguien os dice: “Confío en ti, ¿qué piensas sobre esta persona?”. Y respondes: “Es válida”. Te pregunta: “¿Puedes ser más concreto?”, y tú dices: “Se comporta bien, está dispuesta a pagar el precio cuando cumple con su deber y se lleva bien con la gente”. ¿Existe alguna prueba práctica respecto a cualquiera de estos tres enunciados? ¿Son suficientes para servir como prueba del talante de esa persona? No. ¿Eres digno de confianza? (No). Ninguno de estos tres enunciados incluye ningún detalle, solo son palabras genéricas, vacías y superficiales. Si acabaras de conocer a esa persona y dijeras que es válida según las apariencias, entonces eso sería normal. Pero ya llevas algún tiempo en contacto con ella, y deberías haber sido capaz de descubrir algunos problemas sustanciales que pueda presentar. La gente quiere oír cuál es tu estimación y tu punto de vista sobre esa persona en el fondo de tu corazón, pero no dices nada real, que sea clave o fundamental, así que la gente no confiará en ti ni querrá seguir relacionándose contigo.

Cuando te relacionas con los hermanos y hermanas, debes abrirles tu corazón y confiar en ellos para que eso te beneficie. Cuando cumples con tu deber, es incluso más importante abrir tu corazón y confiar en la gente; solo entonces trabajaréis bien juntos. No obstante, si se trata de alguien que no te abre su corazón, que no acepta la verdad, si es una persona muy taimada, entonces sería una necedad abrirle tu corazón, y eso provocaría fácilmente problemas. Deben existir principios en cuanto a cómo te relacionas con los hermanos y hermanas; solo debes abrirte y sincerarte con personas que creen realmente en Dios y son capaces de aceptar la verdad. Si le abres el corazón a gente malvada y a los no creyentes, entonces eres un necio y un ignorante, y te falta sabiduría. Solo debes abrir tu corazón a los hermanos y hermanas que creen realmente en Dios y pueden aceptar la verdad. Esas personas taimadas, confusas y malvadas, al igual que los no creyentes, que carecen de cualquier aceptación de la verdad, no son hermanos y hermanas. Hagas lo que hagas, no les abras tu corazón, eso equivaldría a abrírselo al diablo, y acabaría conduciendo a caer presa de sus planes y trampas. Entre los líderes y obreros los hay que son falsos, de igual modo que existen falsos creyentes y no creyentes entre los propios creyentes. Ninguno de ellos son hermanos y hermanas, así que hagas lo que hagas, no los trates como si lo fueran. Solo son auténticos hermanos y hermanas aquellos de buen corazón y amantes de la verdad, los que pueden aceptar la verdad y ponerla en práctica, y cuando te relaciones con ellos debes abrirles tu corazón, debes sencillamente sincerarte con ellos, y solo entonces os será posible amaros mutuamente y cooperar en armonía mientras cumplís bien con vuestro deber. A veces, al relacionarse dos personas, chocan sus personalidades o tienen entornos familiares, orígenes o condiciones económicas diferentes. Sin embargo, si esas dos personas son capaces de abrirse el corazón mutuamente y del todo sobre sus problemas, comunicarse sin mentiras ni engaños y mostrarse a corazón abierto, de esa forma podrán hacerse amigos de verdad; es decir, íntimos. Cuando la otra persona tenga una dificultad, quizá recurra a ti y a nadie más, y solo confiará en ti para que puedas ayudarla. Incluso si la regañas, no te lo discute, dado que sabe que eres alguien honesto y tienes un corazón sincero. Confía en ti, así que no importa lo que digas o cómo la trates, será capaz de entenderlo. ¿Podéis ser así vosotros? ¿Sois así? Si no lo sois, tú no eres honesto. Al relacionarte con los demás, primero debes hacer que perciban tu corazón veraz y tu sinceridad. Si al hablar, trabajar juntos y establecer contacto con los demás, las palabras de alguien son superficiales, grandilocuentes, amables, aduladoras, irresponsables e imaginarias, o si simplemente habla para buscar el favor del otro, entonces sus palabras carecen de toda credibilidad y no tienen la menor sinceridad. Es su modo de relacionarse con los demás, sean quienes sean. Una persona así no tiene un corazón honesto. No es una persona honesta. Supón que alguien se halla en un estado negativo y te dice con sinceridad: “Dime por qué exactamente soy tan negativo. ¡Es que no lo entiendo!”. Y supongamos que, de hecho, en el fondo comprendes su problema, pero no se lo dices, sino que contestas: “No es nada. No estás siendo negativo; yo también suelo ponerme así”. Estas palabras suponen un gran consuelo para esa persona, pero la postura que adoptas no es sincera. Estás siendo superficial con ella, con tal de que se sienta cómoda y de proporcionarle consuelo, has evitado hablarle con honestidad. No la estás ayudando de veras ni estás exponiéndole claramente su problema, de modo que pueda dejar atrás su negatividad. No has hecho lo que debe hacer una persona honesta. Por intentar consolarla y asegurarte de que no exista ningún distanciamiento o conflicto entre vosotros, has sido superficial con ella, y eso no es ser una persona honesta. Entonces, ¿qué debes hacer en este tipo de situaciones para ser una persona honesta? Has de decirle lo que has visto e identificado: “Te diré lo que he visto y experimentado. Tú decides si tengo o no razón en lo que digo. Si no la tengo, no tienes que aceptarlo. Si la tengo, espero que lo hagas. Si digo algo que te resulte duro de escuchar y te duela, espero que seas capaz de aceptarlo de Dios. Tengo la intención y el objetivo de ayudarte. Veo claro el problema. Ya que te parece que se te ha humillado, y nadie alimenta tu ego y piensas que los demás te menosprecian, que se te está atacando y nunca te habías sentido tan ofendido, no lo aceptas y te vuelves negativo. ¿Qué opinas? ¿Se trata de esto realmente?”. Al oír esto, creen que, efectivamente, así es. Esto es lo que piensas en realidad, pero, si no eres honesto, no lo dices. Dirás: “A menudo también yo me vuelvo negativo”, y cuando la otra persona oye que todo el mundo se vuelve negativo, considera normal serlo ella y, al final, no supera la negatividad. Si eres una persona honesta y la ayudas con una actitud y un corazón honestos, puedes ayudarla a comprender la verdad y a olvidar la negatividad.

La práctica de la honestidad abarca muchos aspectos. En otras palabras, el estándar para ser honesto no se logra simplemente con un solo aspecto; debes estar a la altura en muchos otros antes de poder ser honesto. Algunas personas siempre piensan que basta con no mentir para ser honesto. ¿Es correcto este punto de vista? ¿Ser honesto consiste tan solo en no mentir? No, también tiene que ver con otros aspectos. En primer lugar, no importa a qué te enfrentes, ya sea a algo que hayas visto con tus propios ojos o a algo que otra persona te haya contado, ya sea a la hora de relacionarte con la gente o de resolver un problema, ya sea a la tarea que debas realizar o a algo que Dios te haya encomendado, siempre debes abordarlo con un corazón honesto. ¿Cómo hay que abordar las cosas con un corazón honesto? Di lo que piensas y habla con honestidad; no digas palabras vacías, pomposas o que suenen bonitas, no digas cosas falsas halagadoras o hipócritas, en cambio, di las palabras que hay en tu corazón. Esto es ser alguien honesto. Expresar los verdaderos pensamientos y opiniones que hay en tu corazón: esto es lo que se supone que hacen las personas honestas. Si nunca dices lo que piensas, y las palabras se enconan en tu corazón, y lo que dices no coincide siempre con lo que piensas, eso no es propio de una persona honesta. Por ejemplo, supón que no cumples bien con tu deber, y cuando la gente te pregunta qué pasa, dices: “Quiero cumplir bien con mi deber, pero por diversas razones no lo he hecho”. En realidad, en el fondo de tu corazón sabes que no has sido aplicado, pero no dices la verdad. En vez de eso, buscas todo tipo de razones, justificaciones y excusas para encubrir los hechos y evitar la responsabilidad. ¿Es ese el proceder de una persona honesta? (No). Engañas a la gente y sales del paso diciendo estas cosas. Pero la esencia de lo que hay dentro de ti, de las intenciones que hay en ti, es un carácter corrupto. Si no puedes sacar a la luz y analizar las cosas y las intenciones que hay dentro de ti, no se pueden purificar, y eso no es poca cosa. Debes hablar con la verdad: “He estado postergando un poco el cumplimiento de mi deber. He sido descuidado, superficial y poco atento. Cuando estoy de buen humor, puedo esforzarme un poco. Cuando estoy de mal humor, aflojo y no quiero esforzarme, y ansío las comodidades de la carne. Así, mis intentos de cumplir con mi deber resultan ineficaces. La situación ha cambiado estos últimos días, y estoy intentando darlo todo, mejorar mi eficiencia y cumplir bien con mi deber”. Esto es hablar desde el corazón. La otra forma de hablar no era desde el corazón. Debido a tu miedo a ser tratado, a que la gente descubra tus problemas y te hagan responsable, has buscado todo tipo de razones, justificaciones y excusas para encubrir los hechos, primero haciendo que otras personas dejen de hablar de la situación, y luego trasladando la responsabilidad a fin de evitar ser tratado. Este es el origen de tus mentiras. En cualquier caso, parte de lo que digan los mentirosos será seguramente verdad y hechos. Pero algunas cosas clave que dicen contendrán un poco de falsedad y otro poco de sus motivaciones. Por lo tanto, es muy importante discernir y diferenciar lo que es verdadero de lo falso. Sin embargo, esto no es fácil de hacer. Una parte de lo que dicen estará contaminado y adornado, otra parte estará de acuerdo con los hechos y otra los contradirá; con la realidad y la ficción así mezcladas, es difícil distinguir lo verdadero de lo falso. Este es el tipo de persona más taimada, y la más difícil de identificar. Si no pueden aceptar la verdad o practicar la honestidad, sin duda serán descartados. ¿Qué senda debe elegir la gente entonces? ¿Cuál es el camino para practicar la honestidad? Debéis aprender a decir la verdad y ser capaces de hablar abiertamente sobre vuestros estados y problemas reales. Así es como practica la gente honesta, y tal práctica es correcta. Todas las personas que poseen conciencia y razón están dispuestas a esforzarse por ser honestas. Solo las que son honestas se sienten realmente alegres y tranquilas, y solo practicando la verdad para lograr la sumisión a Dios puede uno disfrutar de la auténtica felicidad.

A medida que las personas experimentan la honestidad, surgen muchos problemas prácticos. A veces hablan sin pensar, cometen deslices momentáneos y dicen una mentira porque los gobierna una motivación o un objetivo equivocados, o la vanidad y el orgullo. En consecuencia, tienen que decir cada vez más mentiras para tapar la anterior. Al final, no tienen el corazón tranquilo, pero no pueden retractarse de esas mentiras, les falta valor para corregir sus errores, para admitir que han mentido, y de este modo tales errores nunca tienen fin. Después, es como si esa persona tuviera siempre una roca oprimiéndole el corazón; siempre quiere buscar una oportunidad de sincerarse, admitir su error y arrepentirse, pero nunca pone esto en práctica. En definitiva, lo piensa y se dice: “Lo enmendaré cuando cumpla con mi deber en el futuro”. Siempre dice que lo va a enmendar, pero nunca lo hace. No es tan sencillo como simplemente pedir disculpas tras mentir. ¿Puedes enmendar el perjuicio y las consecuencias de contar mentiras y engañar? Si en mitad de un fuerte odio hacia ti mismo eres capaz de practicar el arrepentimiento y nunca más vuelves a hacer ese tipo de cosas, entonces puede que recibas la tolerancia y misericordia de Dios. Si hablas con palabras edulcoradas y dices que enmendarás tus mentiras en un futuro, pero en realidad no te arrepientes y luego continúas mintiendo y engañando, entonces te niegas a arrepentirte con una terquedad extrema, y no cabe duda de que serás descartado. Esto lo debería reconocer la gente que posee conciencia y razón. Después de mentir y engañar, no basta con pensar en enmendarse; lo más importante es arrepentirte de verdad. Si deseas ser honesto, entonces debes resolver el problema de tu mentira y tu engaño. Debes decir la verdad y hacer cosas prácticas. A veces decir la verdad puede afectar a tu imagen y causar que se te acabe tratando, sin embargo, merecerá la pena haber practicado la verdad y haber obedecido y satisfecho a Dios esa única vez, y será algo que te reconforte. En cualquier caso, al final habrás podido practicar la honestidad, finalmente habrás podido decir lo que hay en tu corazón, sin intentar defenderte ni reivindicarte, y eso es verdadero crecimiento. Con independencia de que te traten o te sustituyan, te mantendrás firme de corazón, dado que no mentiste. Te parece que, puesto que no has cumplido con el deber correctamente, fue justo que se te tratara y que te responsabilizaras de ello. Ese es un estado mental positivo. Y sin embargo, ¿cuál será la consecuencia de que engañes? Tras haber engañado, ¿cómo te sentirás por dentro? Incómodo. Siempre te parece que existe culpa y corrupción en tu corazón, siempre te sientes acusado: “¿Cómo he podido mentir? ¿Cómo he podido engañar otra vez? ¿Por qué soy así?”. Te parecerá que no puedes levantar la cabeza, que estás demasiado avergonzado para enfrentarte a Dios. En concreto, cuando Dios bendice a la gente, cuando recibe la gracia, la compasión y la tolerancia de Dios, más le parece que es vergonzoso engañarle y, en su interior, alberga una mayor sensación de reproche y menos paz y gozo. ¿Qué problema evidencia esto? Que engañar a las personas es la manifestación de un carácter corrupto, es rebelarse y oponerse a Dios, y por eso te acarreará dolor. Cuando mientes y engañas, puede que te parezca haber hablado con mucha inteligencia y tacto, y que no has dado ninguna pequeña pista de tu engaño. Sin embargo, después tendrás una sensación de reproche y acusación que es posible que te persiga toda la vida. Si mientes y engañas intencionada y deliberadamente, y cierto día llegas a darte cuenta de la gravedad de esto, te atravesará el corazón como un cuchillo y no pararás de buscar la ocasión de enmendarte. Y eso es lo que debes hacer, a menos que carezcas de conciencia y nunca hayas vivido acorde a ella, y tampoco poseas humanidad, ni talante ni dignidad. Si tienes un poco de talante y dignidad, y algo de conciencia, cuando te des cuenta de que estás mintiendo y engañando, te parecerá que tu conducta es vergonzosa, que es desgraciada e inferior. Te despreciarás y te detestarás a ti mismo, y abandonarás la senda de las mentiras y el engaño. A los de la calaña de Satanás les falta conciencia y sentido de la humanidad normal; permanecen ajenos y sin inmutarse ante todas las mentiras que dicen, e incluso cuentan con una base teórica para ellas. Aseguran que no se pueden lograr grandes hazañas sin decir mentiras, y por eso se niegan tercamente a arrepentirse. Los que tienen conciencia y razón son diferentes. Esta gente solo ha experimentado la corrupción de Satanás y, aunque revelen actitudes corruptas, no son malvados, tienen sensibilidad a la conciencia, tienen las necesidades de la humanidad normal y los instintos y necesidades de un amor por las cosas buenas, justas y positivas. Por tanto, cuando sienten que su conciencia les acusa, son capaces de hacer introspección y arrepentirse de veras. Satanás es algo de extrema maldad. No le gustan las cosas positivas, tampoco las buenas, y en su naturaleza solo existen las cosas oscuras y malvadas, solo hay cosas corruptas y maliciosas; no posee humanidad, no posee las necesidades de la humanidad normal y no tiene sensibilidad a la conciencia. Pero las personas son diferentes. Las creó Dios, tienen conciencia y razón. Aquellos con conciencia tienen sensibilidad en su corazón, pueden sentir la acusación y el reproche de sus conciencias cuando intentan engañar a Dios o a otras personas, y ambas cosas les causan dolor. Cuando una persona siente este dolor, cuando siente esta acusación y reproche, su conciencia empieza a ser sensible. Se dan cuenta de que la gente debe ser honesta, y que deben caminar por la senda de buscar la verdad. Cuando tienen esta necesidad, eso es bueno. Ahora mismo, ¿experimentáis alguna sensación de reproche cuando mentís y engañáis? (Sí). Que sintáis ese reproche demuestra que tenéis algo de sensibilidad a la conciencia y que todavía conserváis algo de esperanza; este es el nivel mínimo de sensibilidad y la clase de conducta que debéis poseer para alcanzar la salvación. Si tu conciencia no siente ningún reproche, eso es problemático, y significa que no tienes humanidad. ¿Sabéis ahora cómo arrepentiros tras mentir y engañar a los demás? Si te niegas con terquedad a arrepentirte, ¿qué consecuencia habrá? Serás irredimible. Ahora todos podéis ver que Dios va a salvar a aquellos que posean conciencia, razón, las necesidades de la humanidad normal, la habilidad para distinguir el bien del mal, amor por las cosas positivas y buenas, odio al mal y la habilidad para aceptar la verdad. Tales personas pueden salvarse.

30 de noviembre de 2017

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