Palabras diarias de Dios: Conocer a Dios | Fragmento 127

Creer en el destino no sustituye el conocimiento de la soberanía del Creador

Después de haber sido seguidores de Dios durante tantos años, ¿existe una diferencia sustancial entre vuestro conocimiento del destino y el de las personas mundanas? ¿Habéis entendido realmente la predestinación del Creador, y habéis llegado verdaderamente a conocer Su soberanía? Algunas personas tienen un entendimiento profundo y muy sentido de la frase “es el destino”, pero no creen en absoluto en la soberanía de Dios, no creen que Dios organiza y orquesta el destino humano, y no están dispuestas a someterse a Su soberanía. Esas personas están como a la deriva en el océano, lanzadas por las olas, llevadas por la corriente, sin otra elección que esperar pasivamente y resignarse al destino. Sin embargo, no reconocen que el destino humano está sujeto a la soberanía de Dios; no pueden llegar a conocerla por su propia iniciativa y, de ese modo, lograr el reconocimiento de la autoridad de Dios, someterse a Sus orquestaciones y arreglos, dejar de resistirse al destino y vivir bajo el cuidado, la protección y la dirección de Dios. En otras palabras, aceptar el destino no es lo mismo que someterse a la soberanía del Creador; creer en el destino no significa que uno acepte, reconozca y conozca la soberanía del Creador; creer en el destino es sólo el reconocimiento de este hecho y de este fenómeno externo, que es diferente de conocer cómo gobierna el Creador el destino de la humanidad, de reconocer que el Creador es la fuente de dominio sobre los destinos de todas las cosas e, incluso más, de someterse a Sus orquestaciones y arreglos para el destino de la humanidad. Si una persona sólo cree en el destino, aun teniendo una profunda convicción del mismo, pero no es capaz aún de conocer, reconocer, someterse a la soberanía del Creador sobre el destino de la humanidad, y aceptarla, su vida no será más que una tragedia, una vida vivida en vano, un vacío; seguirá siendo incapaz de someterse al dominio del Creador, de convertirse en un ser humano creado en el sentido estricto de la frase, y de disfrutar de Su aprobación. Una persona que conoce y experimenta verdaderamente la soberanía del Creador debería estar en un estado activo, no pasivo ni impotente, sino aceptando al mismo tiempo que todas las cosas están destinadas, debería poseer una definición precisa de la vida y el destino: que toda vida está sujeta a la soberanía del Creador. Cuando uno mira atrás el camino que ha recorrido, cuando uno rememora cada fase de su viaje, ve que, en cada paso, ya fuera el camino arduo o liso, Dios estaba dirigiendo su senda y planificándola. Fueron los arreglos meticulosos de Dios, Su planificación cuidadosa, los que llevaron a uno, inconscientemente, hasta hoy. Poder aceptar la soberanía del Creador, recibir Su salvación, ¡qué gran suerte! Si la actitud de una persona hacia el destino es pasiva, demuestra que se está resistiendo a todo lo que Dios ha organizado para ella, que no tiene una actitud sumisa. Si la actitud de uno hacia la soberanía de Dios sobre el destino humano es activa, cuando uno mira atrás a su viaje, cuando llega a comprender verdaderamente la soberanía de Dios, deseará con más empeño someterse a todo lo que Dios ha organizado, tendrá más determinación y confianza para dejar que Dios orqueste su destino, para dejar de rebelarse contra Dios. Porque uno ve que cuando no comprende el destino, cuando no entiende la soberanía de Dios, cuando anda a tientas voluntariamente, tambaleándose y cayendo, a través de la niebla, el viaje es demasiado difícil, demasiado descorazonador. Por tanto, cuando las personas reconocen la soberanía de Dios sobre el destino humano, los inteligentes escogen conocerla y aceptarla, decir adiós a los dolorosos días en los que intentaban construir una buena vida con sus propias manos, en lugar de seguir luchando contra el destino y perseguir a su manera los así llamados objetivos de la vida. Cuando uno no tiene a Dios, cuando no puede verlo, cuando no puede reconocer claramente la soberanía de Dios, cada día carece de sentido, es vano, miserable. Allí donde uno esté, cualquiera que sea su trabajo, sus medios de vida y la persecución de sus objetivos no le traen otra cosa que una angustia infinita y un sufrimiento que no se pueden aliviar, de forma que uno no puede soportar mirar atrás. Sólo cuando uno acepta la soberanía del Creador, se somete a Sus orquestaciones y arreglos, y busca la verdadera vida humana, se librará gradualmente de toda angustia y sufrimiento, se deshará de todo el vacío de la vida.

La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único III

La vida del hombre está totalmente bajo la soberanía de Dios

I

Si una persona en el destino cree, pero no puede conocer; si una persona en el destino cree, pero no puede reconocer; si una persona en el destino cree, pero no puede someterse ni aceptar la soberanía del Creador sobre el destino del hombre, su vida será trágica, vivirá la vida en vano, su vida estará vacía, no se someterá a Su dominio, no será un ser creado, una criatura de verdad, y no gozará de Su aprobación, nunca la disfrutará. Quien conoce la soberanía de Dios debe estar activo. Quien ve la soberanía de Dios no debe estar pasivo. Todo tiene su destino, entiende lo que significa: La vida del hombre está bajo Su soberanía.

II

Cuando uno recuerda las fases de su viaje, cuando uno mira el camino por el que pasó, uno ve que, a cada paso, por la senda lo guiaba Dios. Ya fuera el camino llano o fuera escabroso, Dios lo planeaba meticulosamente. Uno ha sido guiado hasta hoy sin saberlo. Qué gran fortuna es recibir Su salvación, aceptar la soberanía del Creador. Quien conoce la soberanía de Dios debe estar activo. Quien ve la soberanía de Dios no debe estar pasivo. Todo tiene su destino, entiende lo que significa: La vida del hombre está bajo Su soberanía.

III

El que percibe la soberanía de Dios, desea con más empeño someterse a todo lo que Dios planeó, obedecer todos Sus arreglos. El que percibe la soberanía de Dios, tiene determinación y confianza para dejar de rebelarse contra Dios, aceptar lo que Él dispone. Quien conoce la soberanía de Dios debe estar activo. Quien ve la soberanía de Dios no debe estar pasivo. Todo tiene su destino, entiende lo que significa: La vida del hombre está bajo Su soberanía.

De “Seguir al Cordero y cantar nuevos cánticos”

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