Palabras diarias de Dios: Conocer a Dios | Fragmento 128

Sólo aquellos que se someten a la soberanía del Creador pueden alcanzar la verdadera libertad

Como las personas no reconocen las orquestaciones y la soberanía de Dios, siempre afrontan el destino desafiantemente, con una actitud rebelde, y siempre quieren desechar la autoridad y la soberanía de Dios y las cosas que el destino les tiene guardadas, esperando en vano cambiar sus circunstancias actuales y alterar su destino. Pero nunca pueden tener éxito; se ven frustrados a cada paso. Esta lucha, que tiene lugar en lo profundo del alma de uno, es dolorosa; el dolor es inolvidable; y, al mismo tiempo, uno está desperdiciando su vida. ¿Cuál es la causa de este dolor? ¿Es debido a la soberanía de Dios, o porque una persona nació sin suerte? Obviamente ninguna de las dos es cierta. En última instancia, es debido a las sendas que las personas toman, los caminos que eligen para vivir sus vidas. Algunas personas pueden no haberse dado cuenta de estas cosas. Pero cuando conoces realmente, cuando verdaderamente llegas a reconocer que Dios tiene soberanía sobre el destino humano, cuando entiendes realmente que todo lo que Dios ha planeado y decidido para ti es un gran beneficio, y es una gran protección, sientes que tu dolor se reduce gradualmente, y todo tu ser se queda relajado, libre, liberado. A juzgar por los estados de la mayoría de las personas, aunque en un nivel subjetivo no quieren seguir viviendo como lo hacían antes, aunque quieren alivio de su dolor, objetivamente no pueden comprender realmente el valor y el significado prácticos de la soberanía del Creador sobre el destino humano; no pueden reconocer ni someterse realmente a la misma, y mucho menos saber cómo buscar y aceptar las orquestaciones y los arreglos del Creador. Así, si las personas no pueden reconocer realmente el hecho de que el Creador tiene soberanía sobre el destino humano y sobre todas las cosas de los hombres, si no pueden someterse realmente a Su dominio, entonces será difícil para ellas no verse impulsadas y coartadas por la noción de que “el destino de uno está en sus propias manos”, será difícil para ellas deshacerse del dolor de su intensa lucha contra el destino y la autoridad del Creador, y no hace falta decir que también será difícil para ellas estar verdaderamente liberadas y libres, convertirse en personas que adoran a Dios. Existe una forma muy simple de liberarse de este estado: decir adiós a la antigua forma de vida de uno, a los anteriores objetivos en la vida, resumir y analizar el estilo de vida, la filosofía, las búsquedas, los deseos y los ideales, y compararlos después con la voluntad y las exigencias de Dios para el hombre, y ver si todos ellos son acordes con estas, si todos ellos transmiten los valores correctos de la vida, llevan a uno a un mayor entendimiento de la verdad, y le permiten vivir con humanidad y semejanza humana. Cuando investigas repetidamente y analizas cuidadosamente los diversos objetivos de la vida que las personas persiguen y sus diversas formas diferentes de vida, verás que ninguno de ellos encaja con el propósito original del Creador cuando creó a la humanidad. Todos ellos apartan a las personas de Su soberanía y Su cuidado; son todos pozos en los que la humanidad cae, y que la llevan al infierno. Después de que reconozcas esto, tu tarea es dejar de lado tu antigua visión de la vida, mantenerte alejado de diversas trampas, dejar a Dios que se haga cargo de tu vida y haga arreglos para ti, intentar someterte solamente a las orquestaciones y la dirección de Dios, no tener elección y convertirte en una persona que lo adora a Él. Esto suena fácil, pero es difícil de hacer. Algunos pueden soportar el dolor que ello conlleva, otros no. Algunos están dispuestos a obedecer, otros no. Los que no están dispuestos carecen del deseo y la determinación para hacerlo; son claramente conscientes de la soberanía de Dios, saben perfectamente bien que es Él quien planea y organiza el destino humano, pero siguen pateando y luchando, siguen sin reconciliarse con la idea de dejar sus destinos en las manos de Dios y someterse a Su soberanía y, además, están resentidos con Sus orquestaciones y Sus disposiciones. Así, habrá siempre algunas personas que quieran ver por sí mismas de lo que son capaces; quieren cambiar sus destinos con sus propias manos, o conseguir la felicidad con sus propias fuerzas, ver si pueden sobrepasar los límites de la autoridad de Dios y subir por encima de Su soberanía. Lo triste del hombre no es que busque una vida feliz ni que persiga fama y fortuna o luche contra su propio destino a través de la niebla, sino que después de haber visto la existencia del Creador, después de haber conocido la realidad de que Él tiene soberanía sobre el destino humano, siga sin enmendar sus caminos, sin poder sacar los pies del fango, y endurezca su corazón persistiendo en sus errores. Preferiría quedarse revolcándose en el barro, compitiendo obstinadamente contra la soberanía del Creador, resistiéndose a ella hasta el amargo final, sin la más mínima pizca de remordimiento, y sólo cuando yace quebrantado y sangrando decide finalmente rendirse y darse la vuelta. Esto es lo realmente triste del ser humano. Así pues, digo que aquellos que deciden someterse son sabios, y aquellos que deciden escapar son testarudos.

La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único III

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