Palabras diarias de Dios: Revelación de la corrupción de la humanidad | Fragmento 332

En este momento, cada día que vivís es crucial y de vital importancia para vuestro destino y vuestra suerte, así que debéis valorar todo lo que poseéis ahora y apreciar cada minuto que pasa. Debéis dedicar tanto tiempo como podáis a obtener para vosotros mismos los mayores beneficios, de modo que no hayáis vivido vuestra vida en vano. Tal vez os sintáis confundidos acerca de las razones por las que os digo estas palabras. Francamente, no me siento contento en absoluto con el comportamiento de ninguno de vosotros, ya que lo que esperaba de vosotros no es lo que sois actualmente. Por tanto, puedo decir esto: todos estáis al borde del peligro y vuestros gritos de ayuda del pasado y vuestras antiguas aspiraciones de ir tras la verdad y buscar la luz están llegando a su fin. Así es como me recompensáis al final y es algo que Yo nunca esperé. No quiero hablar en contra de los hechos, pues me habéis decepcionado enormemente. Tal vez no queráis aceptar esto sin chistar y no queráis enfrentaros a la realidad; sin embargo, debo haceros estas preguntas con seriedad: en todos estos años, ¿con qué habéis llenado vuestro corazón exactamente? ¿A quién es leal? No digáis que no sabéis a qué vienen estas preguntas y no me preguntéis por qué os las hago. Sabed esto: es porque os conozco demasiado bien, me preocupo demasiado por vosotros y he invertido demasiado de Mi corazón en vuestra conducta y en vuestras acciones que os he llamado a cuentas sin cesar y he soportado grandes dificultades. Sin embargo, me lo pagáis solo con indiferencia y una resignación insoportable. Habéis sido muy negligentes conmigo; ¿sería posible que Yo no supiese nada al respecto? Si esto es lo que creéis, es mayor muestra de que, en verdad, no me tratáis con amabilidad. Así pues, os digo que estáis escondiendo la cabeza como avestruces. Sois todos tan inteligentes que ni siquiera sabéis lo que estáis haciendo; así pues, ¿qué vais a usar para rendir cuentas ante Mí?

La pregunta que más me preocupa es a quién es leal vuestro corazón exactamente. También espero que cada uno de vosotros intentará ordenar sus pensamientos y os preguntaréis a quién sois leales y para quién vivís. Quizá nunca habéis prestado especial atención a estas preguntas; así pues ¿qué tal si me dejáis que os revele las respuestas?

Cualquiera que tenga memoria reconocerá este hecho: el hombre vive para sí mismo y es leal a sí mismo. No creo que vuestras respuestas sean del todo correctas, porque cada uno de vosotros vive su respectiva vida y cada uno está luchando con su propio sufrimiento. Por tanto, sois leales a las personas que amáis y a las cosas que os causan placer; no sois del todo leales a vosotros mismos. Debido a que cada uno de vosotros está influenciado por la gente, los acontecimientos y los objetos que os rodean, no sois realmente leales a vosotros mismos. No digo estas palabras para respaldar que seáis leales a vosotros mismos, sino para exponer vuestra lealtad a cualquier cosa, porque a lo largo de todos estos años, nunca he recibido la lealtad de ninguno de vosotros. Me habéis seguido todos estos años; sin embargo, nunca me habéis dado ni un ápice de lealtad. Más bien, habéis estado girando en torno a las personas que amáis y las cosas que os causan placer, tanto así que, en todo momento y dondequiera que vais, las mantenéis cerca de vuestro corazón y nunca las habéis abandonado. Cuando os sentís ansiosos o entusiasmados acerca de cualquier cosa que amáis, sucede mientras me seguís o, incluso, mientras escucháis Mis palabras. Por eso digo que estáis utilizando la lealtad que os pido, más bien, para ser leales a vuestras “mascotas” y para apreciarlas. Aunque quizá sacrifiquéis una o dos cosas por Mí, no representa vuestro todo, y no muestra que es a Mí a quien sois verdaderamente leales. Os involucráis en proyectos que os apasionan: algunas personas son leales a sus hijos e hijas; otras, a su marido, a su esposa, a las riquezas, al trabajo, a sus superiores, al estatus o a las mujeres. Nunca os sentís cansados o molestos por causa de esas cosas a las que sois leales; más bien, anheláis cada vez más poseer una mayor cantidad y calidad de estas y nunca os rendís. Yo y Mis palabras siempre estamos por detrás de las cosas que os apasionan. Y no tenéis más remedio que clasificarlas en último lugar. Hay algunos que incluso dejan este último lugar para las cosas a las que son leales, pero que aún están por descubrir. Nunca han tenido ni una pizca de Mí en su corazón. Tal vez consideráis que os pido demasiado o que os estoy acusando injustamente, pero ¿acaso alguna vez habéis pensado en el hecho de que mientras estáis pasando felizmente tiempo con vuestra familia, nunca, ni una sola vez, habéis sido leales a Mí? En momentos como este, ¿no os causa eso dolor? Cuando vuestro corazón está lleno de alegría y sois recompensados por vuestras labores, ¿acaso no os sentís abatidos por no haberos provisto con suficiente verdad? ¿Cuándo habéis llorado por no haber recibido Mi aprobación? Os devanáis los sesos y hacéis enormes esfuerzos por vuestros hijos e hijas, y, aun así, nunca estáis satisfechos; creéis que no habéis sido diligentes en su beneficio, que no habéis hecho todo lo posible por ellos. Sin embargo, conmigo siempre habéis sido negligentes y descuidados; solo estoy en vuestra memoria, pero nunca permanezco en vuestro corazón. Mi devoción y Mis esfuerzos siempre pasan desapercibidos para vosotros y nunca los habéis apreciado. Tan solo os involucráis en una breve reflexión y creéis que esto es suficiente. Esta “lealtad” no es lo que siempre he anhelado; más bien, lo que he aborrecido durante mucho tiempo. Sin embargo, independientemente de lo que Yo diga, seguís admitiendo solo una o dos cosas; no podéis aceptarlo completamente porque todos vosotros os sentís muy “confiados”, y siempre escogéis y elegís qué palabras aceptar de las que Yo he pronunciado. Si seguís siendo así hoy, Yo tengo reservados algunos métodos para tratar vuestra autoconfianza; es más, os haré reconocer que todas Mis palabras son verdaderas y que ninguna de ellas es una distorsión de la realidad.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿A quién eres leal?

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