El único camino posible es la lectura frecuente de las palabras de Dios y la contemplación de la verdad (Parte 1)

Si deseas cumplir bien tu deber, primero debes entender la verdad. Debes buscar la verdad con todo tu corazón. Lo fundamental para buscar la verdad es aprender a contemplar las palabras de Dios. El propósito de tal contemplación es entender su verdadero significado. Mediante la búsqueda entenderás el significado de las palabras de Dios, lo que Él requiere de las personas y las intenciones de Dios que están presentes en Sus palabras. Cuando alcances esa comprensión, entenderás la verdad. Una vez hayas entendido la verdad, resulta fácil captar los principios que deben guiar tu práctica, y entonces podrás practicar la verdad. Cuando aprendas a practicarla, empezarás a entrar en la realidad-verdad. En ese momento, comprenderás cosas que antes no podías entender, percibirás las que no veías con claridad y resolverás problemas que antes te parecían imposibles. En muchas cosas empezarás a recibir inspiración y nuevas percepciones, se abrirán ante ti sendas de aplicación, y serás capaz de practicar constantemente la verdad. Así es como entrarás de pleno en la realidad-verdad. Sin embargo, si no pones el corazón en tu deber ni buscas los principios-verdad, si estás confundido y te limitas a hacer las cosas de la manera más sencilla posible, ¿qué clase de mentalidad es la tuya? Es la de hacer las cosas de manera superficial. Si no eres leal a tu deber, si no tienes sentido de la responsabilidad hacia él, ni sentido de la misión, ¿serás capaz de cumplir tu deber adecuadamente? ¿Podrás hacerlo según un estándar aceptable? Y si no eres capaz de cumplir tu deber según un estándar aceptable, ¿podrás entrar en la realidad-verdad? Por supuesto que no. Si cada vez que cumples tu deber no te muestras diligente, no quieres hacer ningún esfuerzo y simplemente sales del paso con la misma despreocupación que si estuvieras participando en algún juego, ¿acaso no supone eso un problema? ¿Qué puedes ganar al cumplir tu deber de esta manera? En última instancia, la gente se dará cuenta de que, cuando lo llevas a cabo, no tienes sentido de la responsabilidad, eres superficial y actúas por mera inercia. En ese caso, corres peligro de ser descartado. Dios escruta todo el proceso mientras cumples tu deber, ¿qué diría Él sobre esto? (Que esta persona no es merecedora de Su comisión ni de Su confianza). Dios dirá que no eres digno de confianza y que deberías ser descartado. No importa qué deber desempeñas o si este es importante o común; si realizas el trabajo que se te ha encomendado de forma superficial, y no pones el corazón en él ni estás a la altura de tu responsabilidad y si no lo percibes como una comisión de Dios ni te lo tomas como tu propio deber y obligación, va a haber problemas. “No eres digno de confianza”; estas palabras son definitorias de cómo llevas a cabo tu deber. Lo que quieren decir es que tu cumplimiento del deber no está a la altura y que se te ha descartado; además, Dios dice que tu talante no está a la altura. Si se te confía un asunto y adoptas esta actitud y lo manejas así, ¿se te encomendará alguna otra tarea en el futuro? ¿Se te puede confiar algo importante? En absoluto, a menos que demuestres verdadero arrepentimiento. Sin embargo, en el fondo, Dios siempre albergará hacia ti cierta desconfianza e insatisfacción. Esto será un problema, ¿verdad? Podrías perder toda oportunidad de cumplir tu deber y podrías no salvarte.

Cuando la gente cumple el deber, en realidad hace lo que tiene que hacer. Si lo haces ante Dios, si cumples el deber y te sometes a Dios con honestidad y de corazón, ¿no será esta actitud mucho más correcta? Por consiguiente, ¿cómo deberías aplicarla a tu vida diaria? Debes hacer que tu realidad sea “adorar a Dios de corazón y con honestidad”. Cuando quieras holgazanear y hacer las cosas por inercia, cuando quieras actuar de manera descuidada y ser un vago, y cada vez que te distraigas o prefieras estar pasándotelo bien, deberías plantearte: “Si me comporto de esta manera, ¿estoy siendo indigno de confianza? ¿Pongo el corazón en la realización de mi deber? ¿Estoy siendo desleal al hacer esto? Si hago esto, ¿estoy fracasando en estar a la altura de la comisión que me ha confiado Dios?”. Esa debe ser tu autorreflexión. Si llegas a descubrir que siempre eres superficial en tu deber, que eres desleal y que le has hecho daño a Dios, ¿qué deberías hacer? Deberías decir: “En ese momento percibí que algo andaba mal, pero no lo consideré un problema; lo pasé por alto despreocupadamente. Hasta ahora no me he dado cuenta de que en realidad había sido superficial, de que no había estado a la altura de mi responsabilidad. Ciertamente me falta conciencia y razón”. Has detectado el problema y has llegado a conocerte un poco a ti mismo, así que ahora debes dar un giro a tu vida. Tu actitud respecto al cumplimiento de tu deber fue equivocada. Fuiste descuidado con él, como si se tratara de un trabajo extra, y no te dedicaste a ello de corazón. Si vuelves a ser superficial, debes orar a Dios y permitir que te discipline y te reprenda. Debes tener una voluntad semejante en el cumplimiento de tu deber. Solo entonces puedes arrepentirte de verdad. Es posible que únicamente cambies cuando tu conciencia esté limpia y tu actitud hacia el cumplimiento de tu deber se transforme. Y mientras te arrepientes, también debes reflexionar a menudo sobre si realmente has dedicado todo tu corazón, toda tu mente y todas tus fuerzas al cumplimiento de tu deber. Así, utilizando las palabras de Dios como medida y aplicándolas a ti mismo, aprenderás qué problemas siguen existiendo en el cumplimiento de tu deber. Al resolver constantemente los problemas de esta manera, de acuerdo con la palabra de Dios, ¿acaso no estás consiguiendo desempeñar tu deber con todo tu corazón, toda tu mente y todas tus fuerzas? Al desempeñar tu deber de esta forma, ¿acaso no lo has cumplido ya con todo tu corazón, toda tu mente y todas tus fuerzas? Si ya no existe recriminación alguna en tu conciencia, si eres capaz de cumplir los requisitos y demostrar lealtad en el cumplimiento de tu deber, solo entonces habrá realmente paz y alegría en tu corazón. Cumplir tu deber te parecerá una responsabilidad natural y justificada, en lugar de una carga añadida y para nada parecido a un trabajo que se hace para otro. Al cumplir con un deber de esta manera, te sientes realizado y te parece que vives en presencia de Dios. Comportarse así aporta paz interior. ¿Acaso no te haría un poco más humano y menos zombi? ¿Es fácil comportarse así? En realidad, lo es, pero no para quienes no aceptan la verdad.

De hecho, tanto si una persona cumple su deber acorde a un estándar aceptable como si no, hay una balanza en su corazón. Si escucha sin cesar los sermones, lee con asiduidad la palabra de Dios y comparte constantemente con los demás —aunque no tenga más que una comprensión superficial de la verdad—, al menos será capaz de entender ciertas doctrinas. A partir de ellas, podrá juzgar si cumple su deber y si se atiene a los principios. Esta claridad está al alcance de todos los que poseen conciencia y razón. Muchas veces, cuando las personas llevan a cabo sus deberes, lo hacen de manera superficial. No dedican todas sus fuerzas, ni mucho menos buscan la verdad y actúan de acuerdo con los principios. Sean cuales sean sus deberes, hacen la vista gorda. Aunque vean un problema, no buscan una solución, sino que actúan como si no fuera asunto suyo y hacen algunos intentos superficiales para resolverlo. En el fondo, no ven la necesidad de complicarse la vida ni de ser sinceros. Sin embargo, acomodarse de esta manera hace que su estado interno empeore de forma imperceptible. Si cumples tu deber sin un sentido de carga, tu corazón inevitablemente se volverá superficial. No será capaz de asumir responsabilidades y mucho menos de ser leal. En consecuencia, se impedirá el esclarecimiento y la guía del Espíritu Santo. Siempre estarás siguiendo las normas y reglamentos establecidos, sin ninguna nueva luz o percepción, sin hacer nada más que actuar por inercia. Cumplir tu deber de esta manera no tiene sentido, resulta inadecuado incluso cuando eres mano de obra. Si hasta tu contribución de mano de obra es inadecuada, ¿puedes ser un contribuyente de mano de obra leal? En absoluto. Aquellos que son mano de obra de forma inadecuada solo pueden ser descartados. Algunas personas atolondradas no tienen la menor comprensión de la verdad. Consideran el mero cumplimiento de su deber como la práctica de la verdad. Consideran que, simplemente cumpliendo su deber, están practicando la verdad. Si le preguntas a una persona así: “¿Puedes practicar la verdad?”, responderá: “¿No practico la verdad al cumplir mi deber?”. ¿Está en lo cierto? Son las palabras de una persona atolondrada. Para cumplir tu deber, como mínimo, debes dedicar todo tu corazón, tu mente y tus fuerzas a practicar la verdad de un modo eficaz. Para lograrlo, debes actuar de acuerdo con los principios. Si cumples tu deber de manera superficial, no tendrá ningún efecto real. No puedes llamar a esto practicar la verdad, no es más que contribuir con mano de obra. Está claro que solo estás siendo mano de obra, lo cual es diferente de practicar la verdad. Ser mano de obra es simplemente hacer las cosas que te gustan de acuerdo a tu propia voluntad, sin tener en cuenta todo lo que no te gusta hacer. Sean cuales sean las dificultades que te encuentres, nunca buscas los principios-verdad. Desde fuera, puede parecer que estás cumpliendo tu deber, pero solo estás siendo mano de obra. Cualquiera que no cumpla su deber actuando de acuerdo con los principios-verdad, lo único que consigue es ser mano de obra. En la familia de Dios, muchas personas intentan cumplir su deber confiando en nociones y figuraciones humanas. Se esfuerzan durante años sin un resultado evidente, no pueden practicar la verdad ni actuar de acuerdo con los principios en el cumplimiento de su deber. Por tanto, si a menudo actúan y cumplen sus deberes según su propia voluntad, aunque no estén haciendo el mal, tampoco se considera que estas personas estén practicando la verdad. Al final, sus años de trabajo no les sirven para comprender nada de la verdad, y no poseen testimonios vivenciales que puedan compartir. ¿Por qué ocurre esto? Porque las intenciones que llevan a estas personas a cumplir su deber no son correctas. La razón por la que desempeñan su deber es sin duda para recibir bendiciones, quieren hacer un trato con Dios. No cumplen su deber simplemente para obtener la verdad. Lo hacen porque no les queda otra opción. Por esta razón, siempre están confundidos y cumplen sus deberes de manera superficial. No buscan la verdad, por lo que todo se reduce a ser mano de obra. No importa cuántos deberes desempeñen, sus acciones no tienen ningún efecto real. Es distinto para aquellos que tienen el temor de Dios en su corazón. Contemplan siempre cómo actuar de acuerdo con las intenciones de Dios y en beneficio de la familia de Dios y de Su pueblo escogido. Siempre están pensando profundamente en los principios y los resultados. Siempre se esfuerzan por practicar la verdad y demostrar sumisión a Dios. Esta es la actitud correcta del corazón. Estas son las personas que buscan la verdad y aman las cosas positivas. Dios acepta y aprueba a este tipo de personas cuando cumplen su deber. Aunque en apariencia pueda parecer que los que no aman la verdad cumplen su deber, no buscan la verdad en lo más mínimo. Actúan de acuerdo con su propia voluntad y solo hacen cosas que previenen cualquier desventaja y son beneficiosas para ellos. Se esfuerzan lo mínimo y evitan cualquier dificultad, pero aun así desean la aprobación del pueblo escogido de Dios y una buena reputación. Si este es el enfoque de su corazón, ¿serán capaces de desempeñar sus deberes a un nivel aceptable? Por supuesto que no. Aunque parezca que estáis cumpliendo vuestro deber, en realidad vuestro corazón no vive delante de Dios. Con toda vuestra atención puesta en planes y cálculos egoístas, no progresaréis en absoluto, aunque hayáis mantenido vuestra fe durante muchos años. A pesar de que a menudo os reunís, coméis y bebéis juntos las palabras de Dios, escucháis sermones y compartís, en cuanto cerráis la palabra de Dios y abandonáis el lugar de reunión, no queda nada de ella en vuestro corazón. En vuestro corazón no habita ni una sola de las palabras de Dios, ni una sola palabra de la verdad. A veces anotáis Sus palabras en un cuaderno, pero no las guardáis en vuestro corazón y lo olvidáis todo en un abrir y cerrar de ojos. Además, nunca contempláis la verdad de la palabra de Dios en vuestra vida cotidiana. En el cumplimiento de vuestro deber, nunca buscáis los principios-verdad. Sean cuales sean las dificultades que os encontráis, adoptáis una actitud superficial. Incluso en medio de la poda, nunca oráis a Dios ni buscáis la verdad. En esto no os diferenciáis mucho de los no creyentes. Lleváis varios años creyendo en Dios, pero no tenéis en absoluto ni entrada en la vida ni realidad-verdad. Vuestro cumplimiento del deber es puramente ser mano de obra, y vuestra intención es intercambiar esa mano de obra por las bendiciones del reino de los cielos. De esto no cabe duda. Al creer en Dios de esta manera, para vosotros es difícil entrar en la realidad-verdad, obtener la vida y la verdad. Entre vosotros hay quienes poseen buen calibre, pero, aunque llevan más de una década en la fe, solo saben soltar unas pocas palabras y doctrinas, y se detienen en la superficialidad de estas. Se conforman con entender un poco de doctrina y piensan que basta con seguir los preceptos. Les resultará difícil profundizar. Como el corazón de tales personas no ha intentado comprender la verdad, la medida en que pueden entrar en la realidad-verdad es muy limitada. Lo único que pueden hacer es seguir ciertos preceptos. Si os preguntaran cómo debéis practicar la verdad en el cumplimiento de vuestro deber, tal vez diríais: “Orando más, recibiendo de buen grado el sufrimiento, no siendo perezosos ni superficiales en el cumplimiento del deber, actuando de acuerdo con los principios y sometiéndonos a la familia de Dios en todo lo que requiera”. Sois capaces de discutir los aspectos externos y doctrinales de la ejecución de vuestro deber, pero en cuestiones específicas relacionadas con los principios-verdad, solo tenéis una pequeña comprensión. Esto demuestra que la mayoría de la gente solo entiende el significado literal de la verdad, pero no entiende la realidad de la verdad. Por tanto, no comprenden la verdad en absoluto. Las personas que no entienden la verdad pueden ofrecer algunas palabras y doctrinas sobre la verdad, pero ¿deberíamos considerar que han obtenido la verdad? (Por supuesto que no). Entonces, ¿en qué debéis concentraros en el futuro? Debéis llevar una vida espiritual normal, orando, reuniéndoos, comiendo y bebiendo las palabras de Dios, escuchando sermones y cantando himnos para alabar a Dios. Además de adherirte externamente a estas prácticas, no debes postergar tu deber, sino que debes cumplirlo bien. También hay algo muy importante que debéis comprender: si deseáis buscar la verdad, si deseáis comprenderla y obtenerla, entonces debéis aprender cómo calmaros ante Dios, cómo reflexionar sobre la verdad y sobre las palabras de Dios. ¿Existen formalidades que deban tenerse en cuenta al reflexionar sobre la verdad? ¿Hay preceptos? ¿Hay limitaciones de tiempo? ¿Hay que hacerlo en un lugar determinado? No, puedes meditar sobre las palabras de Dios en cualquier momento y en cualquier lugar. Dedica el tiempo que sueles emplear en el ocio o a soñar despierto a contemplar las palabras de Dios y la verdad, para así no desperdiciar el día. ¿Cómo malgasta la gente el tiempo? Pasan el día parloteando, haciendo cosas que les interesan o dedicándose a frivolidades que no tienen nada que ver con la verdad, y cuando no tienen otra cosa que hacer, piensan en cosas sin sentido o que ya han sucedido. Imaginan lo que les puede deparar el destino, dónde estará el reino futuro y dónde el infierno, cosas así. ¿Acaso no son frívolas tales cosas? Dedica ese tiempo a cosas positivas, cálmate ante Dios, pasa más tiempo meditando sobre Sus palabras y hablando sobre la verdad, examina cada una de tus acciones, y constátalas ante Dios para Su escrutinio. Reflexiona sobre qué cuestiones siguen sin resolverse en ti y qué dificultades quedan por abordar en el cumplimiento de tu deber, y sobre si las actitudes corruptas que se revelan con frecuencia en ti (en especial las que son más rebeldes contra Dios y las más mortíferas) se han resuelto mediante la búsqueda de la verdad en las palabras de Dios. Si todas estas cuestiones pueden resolverse en un periodo determinado, estarás entrando paulatinamente en la realidad-verdad.

¿Cómo se debe practicar la contemplación de las palabras de Dios? Primero, piensa frecuentemente en los términos y expresiones espirituales que usas habitualmente y compártelos con frecuencia. Pregúntate a ti mismo: “Puede que sepa que significan estas cosas literal y teóricamente, pero ¿qué significan en términos prácticos? ¿Qué es lo que abarcan de un modo práctico? ¿Cómo puedo poseer la realidad implícita en esas expresiones espirituales? ¿Dónde debo empezar a practicarlas y a entrar en ellas?”. Así es como debes contemplar. Aquí es donde comienza la contemplación de la palabra de Dios. Es difícil comprender la verdad y ponerla en práctica si uno cree en Dios pero no ha aprendido a contemplar Sus palabras. Si uno es incapaz de comprender la verdad, ¿puede entrar en la realidad-verdad? (No). Sin entrar en la realidad-verdad, ¿se puede obtener la verdad? (No). Sin obtener la verdad, ¿puede uno satisfacer las intenciones de Dios? (No). No se puede, eso está claro. Como la gente no comprende la verdad, vive solo según su carácter corrupto y se resiste a Dios. ¿Cómo podrían estas personas satisfacer las intenciones de Dios? Es absolutamente imposible. Entonces, ¿cómo se pueden contemplar las palabras de Dios? Por ejemplo, cuando se considera la frase tan repetida de “temer a Dios y evitar el mal”, esto es lo que se debe reflexionar: ¿Qué es temer a Dios? ¿Decir algo erróneo equivale a no temer a Dios? ¿Hablar así es malvado? ¿Lo considera Dios pecado? ¿Qué acciones son malvadas? Mis pensamientos, intenciones, ideas y opiniones, los motivos y la fuente de mis discursos y acciones, y las diversas actitudes que se revelan en mí, ¿están todos de acuerdo con la verdad? ¿Cuáles de ellos aprueba Dios y cuáles detesta? ¿Cuáles condena? ¿En qué asuntos tienden las personas a cometer grandes errores? Merece la pena reflexionar sobre todo esto. ¿Es propio de vosotros reflexionar sobre la verdad? (No reflexionamos mucho sobre la verdad; la mayor parte del tiempo tenemos el cerebro en piloto automático). Pensad en todo el tiempo que habéis malgastado a lo largo de los años. ¿Con qué frecuencia habéis reflexionado sobre asuntos relacionados con la verdad, con creer en Dios, con la entrada en la vida, con temer a Dios y evitar el mal? ¿Habéis pensado seriamente en estos asuntos? Cuando hayáis contemplado las palabras de Dios hasta el punto de comprender la verdad y practicarla de acuerdo con los principios, empezaréis a ver el fruto y obtendréis la entrada en la vida. Aún no sabéis contemplar las palabras de Dios, ni habéis llegado a comprender la verdad. Aún no habéis entrado en la vida. Debéis esforzaros por conseguirlo y no malgastar vuestro tiempo. Del mismo modo que cuando una persona, tenga la edad que tenga, empieza a pensar en cómo aprender un oficio, cómo ganarse la vida y mantener a su familia, cómo tener una buena vida, cómo tratar a los demás, cómo será su futuro, etc., esto significa que la mente de esta persona ha madurado y está empezando a vivir una vida independiente. Alguien que no piensa en tales cosas y nunca lo ha hecho no tiene pensamientos ni opiniones independientes. No puede entender estas cosas de la vida, así que tiene que depender de sus padres para todo. Depende de ellos para tener dinero en el bolsillo, comer y vestirse. Si sus padres no se ocuparan de esta persona, sería indigente y pasaría hambre y frío. ¿Puede alguien así vivir de forma independiente? ¿Es una persona madura? (Por supuesto que no). ¿En qué etapa os encontráis ahora? ¿Habéis alcanzado la etapa de madurez en vuestra fe? Ahora mismo, si nadie os regara, si lo Alto no os predicara, si nadie os guiara y en su lugar os dejara comer y beber las palabras de Dios y escuchar los himnos por vuestra cuenta, ¿seríais capaces de tener entrada en la vida? ¿Seríais capaces de practicar la verdad, cumplir bien vuestro deber y actuar según los principios? (No). Aquí radica el problema. Esto significa que seguís siendo demasiado pequeños de estatura. Ni siquiera podéis cumplir bien vuestro deber y aún no habéis alcanzado la edad adulta. En las circunstancias actuales, si alguien os guía y os pastorea, podréis creer en Dios y cumplir vuestro deber. Tenéis la semejanza de una persona de fe. Sin embargo, si en el futuro no hay nadie que os guíe, ¿no se revelaría si podéis manteneros firmes y cumplir vuestro deber como es debido, y cuánta realidad-verdad habéis adquirido? Si no os dais cuenta de que no tenéis nada de la realidad-verdad hasta que llegue ese momento, ¿no es eso preocupante? Es algo muy peligroso. Cuando te enfrentes a las pruebas, no sabrás cómo mantenerte firme en tu testimonio ni cómo satisfacer las intenciones de Dios. No tendrás senda ni dirección en tu corazón y ninguna verdad arraigará en ti. ¿Cómo podrás mantenerte firme? Si no posees la realidad-verdad, es probable que tropieces cuando te topes con tentaciones. Cuando te encuentres con falsos líderes o anticristos que hacen el mal y tratan de frustrar la obra de la iglesia, no serás capaz de reconocerlos por lo que son y no te soltarás de su agarre. Si aún pudieras seguir a tales falsos líderes y anticristos, tendrás problemas. Estas dos preguntas te habrán puesto en evidencia y correrás el peligro de ser descartado. Por tanto, la fe en Dios requiere que contemples constantemente la palabra de Dios y reflexiones sobre la verdad. De esta manera, puedes entrar en la realidad-verdad y obtener la verdad.

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