El único camino posible es la lectura frecuente de las palabras de Dios y la contemplación de la verdad (Parte 2)

En la actualidad, ¿existen muchas tentaciones para las personas que viven en esta sociedad? Las tentaciones te rodean por todas partes, todo tipo de corrientes malignas, todo tipo de discursos, de pensamientos y puntos de vista, de desorientaciones y seducciones por parte de personas de cualquier condición, de rostros diabólicos portados por personas de toda índole. Todas estas son tentaciones a las que te enfrentas. Por ejemplo, la gente puede hacerte favores, hacerte rico, hacerse amiga tuya, tener citas contigo, darte dinero, proporcionarte un trabajo, invitarte a bailar, mostrarte cortesía o hacerte regalos. Todas estas cosas son posibles tentaciones. Si las cosas no van bien, caerás en la trampa. Si no estás dotado interiormente con algo de verdad y careces de estatura real, no serás capaz de ver estas cosas como lo que son y todas ellas serán trampas y tentaciones para ti. En cierto sentido, si no posees la verdad, no serás capaz de detectar los trucos de Satanás y no podrás ver los rostros satánicos de los distintos tipos de personas. No serás capaz de vencer a Satanás, rebelarte contra la carne y llegar a someterte a Dios. Por otra parte, al carecer de realidad-verdad, serás incapaz de combatir todas las corrientes y puntos de vista malvados y los pensamientos y dichos absurdos. Cuando te enfrentes a ellos, será como una repentina ola de frío. Puede que tan solo cojas un resfriado leve o puede que algo más serio, incluso puede que sufras una pulmonía[a] potencialmente mortal. Tal vez pierdas la fe por completo. Si estás falto de la verdad, unas pocas palabras de los satanases y de los demonios del mundo de los no creyentes te dejarán confundido y desconcertado. Te cuestionarás si debes o no creer en Dios y si tal fe es correcta. Puede ser que, al reunirte hoy, te halles en un buen estado, pero entonces al día siguiente vas a casa y ves dos episodios de una serie de televisión. Te has dejado tentar. Por la noche, te olvidas de orar antes de dormir y tu mente está completamente ocupada con la trama de la serie de televisión. Si sigues viendo la televisión durante dos días, tu corazón ya estará lejos de Dios. Ya no deseas leer la palabra de Dios ni hablar sobre la verdad. Ni siquiera quieres orar a Dios. En tu corazón, siempre estás diciendo: “¿Cuándo podré hacer algo? ¿Cuándo podré empezar alguna causa importante? Mi vida no tiene que ser en vano”. ¿Es ese un cambio de actitud? Al principio, querías entender más sobre la verdad para poder difundir el evangelio y dar testimonio de Dios. ¿Por qué has cambiado ahora? Solo por ver películas y series de televisión, permites que Satanás se apodere de tu corazón. Tu estatura es muy pequeña. ¿Crees que posees la estatura necesaria para resistir estas corrientes malvadas? Ahora Dios te muestra Su gracia y te lleva a Su casa para que cumplas tu deber. No olvides tu estatura. Actualmente, eres una flor en un invernadero, incapaz de resistir el viento y la lluvia del exterior. Si la gente no reconoce y resiste estas tentaciones, Satanás puede tomarlos cautivos en cualquier momento, en cualquier lugar. Tal es la pequeña estatura y el lamentable estado del hombre. Como no posees la realidad-verdad y careces de comprensión de la verdad, todas las palabras de Satanás son como veneno para ti. Si les prestas oído, quedarán atrapadas en tu corazón. En tu corazón dices: “Me taparé los oídos y sellaré mis ojos”, pero no puedes escapar de la tentación de Satanás. No vives en el vacío. Si oyes las palabras de Satanás, no serás capaz de resistirte. Caerás en la trampa. De nada servirán tus oraciones y las maldiciones que profieres contra ti mismo. No te podrás resistir. Estas cosas pueden influir en tus pensamientos y en tus acciones. Pueden bloquear la senda de tu búsqueda de la verdad. Pueden incluso controlarte, impedir que te entregues a Dios, volverte negativo y débil y alejarte de Dios. Al final, no valdrás nada y perderás toda esperanza.

Ahora crees que eres leal a Dios. Tienes la ambición, la determinación y el ideal de satisfacer a Dios. Pero ¿cómo saldrás adelante cuando te encuentres con las pruebas de Dios? Dices que te someterás, pero si Él te pone delante una dificultad que no se ajusta a tus nociones y tus gustos, ¿qué vas a hacer si eres incapaz de someterte? Cuando Dios recompensa a la gente, se adapta a sus necesidades psicológicas y se ajusta a sus nociones y gustos, de modo que la gente puede someterse. Sin embargo, cuando Dios te quite cosas, ¿cómo responderás? ¿Podrás mantenerte firme en tu testimonio en medio de las pruebas de Dios y en el entorno que Él ha creado para ti? ¿Supondrá esto un problema? Cuando dices: “Sin duda me mantendré firme en mi testimonio”, tus palabras son ostentación, necedad, ignorancia y estupidez. ¿Sabes lo que Dios quiere hacer contigo? ¿Sabes por qué Dios quiere probarte? ¿Qué quiere revelar en ti? Dices: “Tengo la voluntad de recibir el sufrimiento, estoy preparado, no tengo miedo de ninguna prueba que Dios pueda ponerme”, pero de repente ocurre algo que no esperabas, para lo que no te habías preparado. ¿De qué sirve entonces tu preparación? De nada. Digamos que tu salud siempre ha sido buena. Has cumplido tu deber durante muchos años y Dios te ha protegido de todas las enfermedades. Tu senda ha sido tranquila. De repente, un día vas a hacerte un chequeo y los médicos te detectan una extraña enfermedad que más adelante diagnostican como terminal. En tu corazón sientes como si una fuerza hubiera redirigido unas poderosas corrientes y volcado un gran océano. “Ninguno de los hermanos y hermanas de la iglesia tiene esta enfermedad”, dices. “Yo llevo más tiempo creyendo en Dios, he sido la persona más activa en el cumplimiento de mi deber y la que más ha sufrido. ¿Cómo puede ser que yo tenga esta enfermedad?”. Después de reflexionar sobre el asunto, te das cuenta de que esto debe ser una prueba de Dios y que debes someterte. En este momento, todavía tienes fe para orar a Dios. Sin embargo, después de orar durante un tiempo y seguir sin curarte, llegas a una conclusión: “Esto es que Dios me deja morir. Dios quiere quitarme la vida”. ¿Te someterás a Dios ahora? (Es poco probable). Gritarás: “¡Dios mío! No quiero morir. No he vivido lo suficiente. Aún soy joven. Solo he recorrido la mitad de mi vida. Dame unos años más. Aún puedo hacer mucho”. Es inútil orar para que Dios te cure. Por muchos exámenes a los que te sometas, todos demostrarán que tu enfermedad es terminal. Si recibes tratamiento, morirás. Sin tratamiento, también morirás. ¿Qué vas a hacer entonces? Muchas veces, cuando Dios pone a prueba a las personas, estas empiezan pensando que las acciones de Dios son correctas y buenas, pero cuando la conclusión se hace evidente, piensan: “Tal vez realmente el deseo de Dios sea que muera. Si Dios quiere que muera, ¡dejadme morir!”. Así que se limitan a aguardar la muerte pasiva e irremediablemente. ¿Qué clase de actitud es aguardar la muerte? ¿Reside en ella algún elemento de sumisión? (No, es la simple aceptación del destino). ¿Realmente estas personas están dispuestas a morir? (No). Entonces, ¿por qué aguardan la muerte? Cuando llega la muerte, no tienen más remedio que morir. Si no tienen elección, lo único que pueden hacer es aceptarla. Esta “aceptación” es una actitud de oposición pasiva, no un acto de dar testimonio. Algunas personas dicen: “Dios me ha dejado morir, por tanto, ¿qué testimonio me queda por dar?”. Aunque Él te deje morir, ¿acaso no eres un ser creado de Dios? ¿Abandonarías tu deber? ¿Has completado tu deber? ¿Has cumplido bien tu deber? ¿Qué clase de corazón debes tener para mantenerte firme en el testimonio que se espera de un ser creado? (Permitidme relatar mi experiencia. Hace unos días, sufrí un dolor de muelas tan fuerte que no pude dormir durante tres días. Aun así, tuve que cumplir mi deber a diario. El punzante dolor en mi cabeza era realmente más de lo que podía soportar. Me quejé un poco en mi fuero interno. Me parecía que había cumplido muy bien mi deber, ¿por qué me ocurría esto? En aquel momento, sentía que no podía comprender la intención de Dios. Algunos hermanos y hermanas me instaron a reflexionar y a conocerme a mí misma, así que seguí orando y buscando a Dios. No se me ocurrió que me hubiera rebelado contra Él en nada. Más tarde, pensé en las palabras de Job a su esposa durante su periodo de pruebas: “¿Aceptaremos el bien de Dios y no aceptaremos el mal?” (Job 2:10). Job pudo dar testimonio de Dios durante sus pruebas. Yo me examiné a mí misma y me di cuenta de que podía alabar a Dios cuando las cosas me iban bien, pero me volvía negativa y me rebelaba contra Él en momentos de adversidad. Me pareció que esta no era la senda de un ser creado cualificado y, en ese momento, mi conciencia finalmente se removió. Reuní la voluntad para rebelarme contra la carne y satisfacer a Dios. Pensé que, aunque estuviera enferma, debía someterme a Él. El dolor no importa, debo insistir voluntariosamente en cumplir mi deber. Esta fue mi propia experiencia). Sean cuales sean las pruebas a las que te enfrentes, debes presentarte ante Dios, es lo correcto. Debes hacer introspección sin demorar por ello el cumplimiento del deber. No te limites a reflexionar sin cumplir nunca el deber, descuidando lo importante para concentrarte en lo insignificante; ese es el camino de la necedad. Sea cual sea la prueba que te sobrevenga, debes considerarla una carga que te da Dios. Por ejemplo, hay personas que padecen graves enfermedades y un sufrimiento insoportable; algunas incluso se enfrentan a la muerte. ¿Cómo deberían plantearse esta situación? En muchos casos, las pruebas de Dios son cargas que Él les da a las personas. Por muy grande que sea la carga que Dios te haya dado, ese es el peso que debes asumir, pues Dios te comprende y sabe que podrás soportarlo. La carga que Dios te ha dado no superará tu estatura ni los límites de tu resistencia, por lo que no hay duda de que podrás soportarla. Sea cual sea el tipo de carga, la clase de prueba, que Dios te dé, recuerda: tanto si comprendes las intenciones de Dios como si no, tanto si recibes esclarecimiento e iluminación del Espíritu Santo después de orar como si no la recibes, tanto si esta prueba es que Dios te está disciplinando como si es que te está advirtiendo, da igual que no lo entiendas. Mientras no te demores en cumplir tu deber y puedas atenerte a él con lealtad, Dios estará satisfecho y te mantendrás firme en tu testimonio. Algunas personas, al ver que padecen una enfermedad grave y van a morir, piensan para sí: “Empecé a creer en Dios para evitar la muerte, pero resulta que, incluso después de cumplir mi deber todos estos años, Él va a permitir que muera. Debería seguir adelante con mis asuntos, hacer las cosas que siempre he querido hacer y disfrutar de las cosas de las que no he disfrutado en esta vida. Puedo postergar mi deber”. ¿Qué actitud es esta? Has cumplido el deber todos estos años, has escuchado todos estos sermones y, pese a ello, no has comprendido la verdad. Una prueba te derriba, te pone de rodillas y te deja al descubierto. ¿Son esas personas dignas del cuidado de Dios? (No. No son dignas). No tienen lealtad alguna. Así pues, ¿cómo se conoce el deber que han estado llevando a cabo todos estos años? Se conoce como “trabajo” y ellos no han hecho sino esforzarse. Si, en tu fe en Dios y tu búsqueda de la verdad, eres capaz de decir: “Ante cualquier enfermedad o acontecimiento desagradable que Dios permita que me suceda, haga Dios lo que haga, debo someterme y mantenerme en mi sitio como un ser creado. Ante todo, he de poner en práctica este aspecto de la verdad, la sumisión, debo aplicarlo y vivir la realidad de la sumisión a Dios. Además, no debo dejar de lado la comisión que Dios me ha dado ni el deber que he de llevar a cabo. Debo cumplir el deber hasta mi último aliento”, ¿acaso no es esto dar testimonio? Con esta determinación y este estado, ¿puedes quejarte igualmente de Dios? No. En ese momento, pensarás para tus adentros: “Dios me da este aliento, me ha provisto y protegido todos estos años, me ha quitado mucho dolor, me ha otorgado abundante gracia y muchas verdades. He comprendido verdades y misterios que la gente no ha comprendido durante varias generaciones. ¡He recibido tanto de Dios que debo corresponderlo! Antes tenía muy poca estatura, no entendía nada y todo lo que hacía hería a Dios. Puede que más adelante no tenga otra oportunidad de corresponder a Dios. Me quede el tiempo de vida que me quede, debo ofrecer a Dios la poca fuerza que tengo y hacer lo que pueda por Él para que vea que todos estos años en que me ha provisto no han sido en vano, sino que han dado fruto. Quiero reconfortar a Dios y no herirlo ni decepcionarlo más”. ¿Qué te parece pensar así? No pienses en cómo salvarte o escapar, razonando: “¿Cuándo se curará esta enfermedad? Cuando se cure, haré todo lo posible por cumplir mi deber y ser leal. ¿Cómo puedo ser leal estando enfermo? ¿Cómo puedo cumplir el deber de un ser creado?”. Mientras te quede aliento, ¿no puedes cumplir el deber? Mientras te quede aliento, ¿eres capaz de no avergonzar a Dios? Mientras te quede aliento, mientras tengas la mente lúcida, ¿eres capaz de no quejarte de Dios? (Sí). Es fácil decir “Sí” ahora, pero no será tan fácil cuando eso te suceda realmente. Por eso debéis perseguir la verdad, esforzaros con ella a menudo y pasar más tiempo reflexionando: “¿Cómo puedo satisfacer las intenciones de Dios? ¿Cómo puedo corresponder a Su amor? ¿Cómo puedo cumplir el deber de un ser creado?”. ¿Qué es un ser creado? ¿Es escuchar las palabras de Dios la única responsabilidad de un ser creado? No; lo es vivir las palabras de Dios. Dios te ha otorgado gran parte de la verdad, del camino y de la vida para que puedas vivir estas cosas y dar testimonio de Él. Eso ha de hacer un ser creado y es tu responsabilidad y obligación. Debes meditar estas cosas con frecuencia; si las meditas siempre, ahondarás en todos los aspectos de la verdad.

Si las personas no toman la senda de la búsqueda de la verdad y no trabajan duro para obtenerla, tarde o temprano tropezarán y caerán. Les resultará difícil recuperar la verticalidad porque los problemas que encuentren no se pueden resolver confiando en las migajas de conocimiento y doctrina que poseen. No importa lo bien que hables sobre doctrinas, no podrás resolver estas dificultades. Debes contemplar constantemente las diversas verdades para alcanzar una penetrante claridad. Solo entonces puedes usar la verdad para resolver los problemas que te encuentres. Aquellos que realmente entienden la verdad no hablan sobre palabras y doctrinas. Pueden discernir todas las cosas y verlas claramente y actúan con confianza en todo lo que hacen. Si no sabes cómo buscar la verdad en las situaciones que te encuentras y siempre obras siguiendo tu propia voluntad, no hay forma de que entiendas la verdad. Para entender la verdad, debes reflexionar de manera constante sobre cómo usarla para resolver los problemas en el cumplimiento del deber. Si no lo contemplas de esa manera, ¿puedes alcanzar tales verdades? Si no contemplas las palabras de Dios, da igual cuántos sermones oigas ni cuántas doctrinas comprendas, siempre te quedarás en el nivel de las palabras y las doctrinas. Si sabes cómo hablar de estas palabras y doctrinas, a menudo esto puede llevarte al engaño de pensar que tu fe en Dios ya ha dado fruto y que tu estatura es elevada, ya que en este momento eres apasionado y vigoroso. Pero al enfrentarte a los hechos, es decir, al afrontar las pruebas y tribulaciones, llegas a darte cuenta de la escasa protección que te brindan esas palabras y doctrinas. No pueden protegerte siquiera de una sola prueba, ni mucho menos te aseguran pasar con facilidad por cada prueba que Dios le pone al hombre. En cambio, te parecerá que esas palabras y doctrinas te han conducido a la ruina. En esos momentos, te darás cuenta de lo poco que entiendes de la verdad y de que aún no has entrado en la realidad-verdad. A menudo, cuando las personas se enfrentan a las pruebas y no pueden ver un camino a seguir, por fin sienten su impotencia al no poseer la verdad y perciben lo inútil que era toda su palabrería de doctrinas. Solo entonces se dan cuenta de lo mucho que les falta y lo lamentables que son. Cuando todo es seguro y no hay problemas, siempre te parece que lo entiendes todo. Sientes que tu fe no es en vano y que has ganado mucho con ella. Sientes que, pase lo que pase, no tienes nada de qué preocuparte. En realidad, te limitas a entender algunas palabras y doctrinas, lo cual no sirve para nada. Ante el desastre y la calamidad, estarás perdido, sin saber cómo afrontar la situación. Cuando ores a Dios, no sabrás qué decir ni qué pedir. No encontrarás la senda. Esto demuestra lo lamentable que es el hombre. Tu corazón está vacío de palabras de Dios y careces de la obra del Espíritu Santo. Ya te encuentras en la oscuridad. Tu fe en Dios no te ha aportado nada, y ahora estás tan desamparado como un mendigo. Solo entonces podrás sentir que tu fe en Dios durante todos esos años estaba completamente desprovista de la realidad-verdad. Ahora has quedado completamente en evidencia. Si muchos años de fe en Dios te dejan en tal estado, tu destino es ser descartado.

12 de febrero de 2017

Nota al pie:

a. Pulmonía, un término usado en la medicina tradicional china que se refiere a un resfriado interno grave, potencialmente mortal, causado por elementos externos.

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