La práctica más fundamental de ser una persona honesta (Parte 1)

¿Cuál es vuestra experiencia personal de ser una persona honesta? (Nos parece que es muy difícil ser una persona honesta). ¿Por qué sentís eso? (De verdad que quiero ser una persona honesta. Sin embargo, cuando me examino cada día, me doy cuenta de que no soy sincera y de que hay muchas adulteraciones en mi discurso. A veces cargo mis palabras de sentimientos, o tengo ciertas motivaciones cuando hablo. A veces me presto a pequeños juegos, o me voy por las ramas, o digo cosas que van en contra de la realidad: cosas engañosas, cosas que son verdades a medias y otros tipos de falsedades, todo ello para conseguir un objetivo). Todos estos comportamientos surgen de las actitudes corruptas de las personas; pertenecen a la faceta de las personas que es torcida y falsa. ¿Por qué la gente juega a ser falsa? Para lograr sus propios objetivos, para alcanzar sus propias metas, y por eso utilizan métodos turbios. Cuando lo hacen, no son abiertos ni honrados, no son personas honestas. Es en esos momentos cuando las personas revelan su insidia y astucia, o su malicia y lo despreciables que son. Aquí es donde radica la dificultad de ser honesto: con estas actitudes corruptas en el corazón, en efecto parecerá especialmente difícil ser una persona honesta. Pero si eres alguien que ama la verdad y que es capaz de aceptarla, ser una persona honesta no será demasiado difícil. Te parecerá mucho más fácil. Aquellos con experiencia personal saben muy bien que las mayores barreras para ser una persona honesta son la insidia de la gente, su engaño, su malicia y sus intenciones despreciables. Mientras permanezcan estas actitudes corruptas, será muy difícil ser una persona honesta. Todos vosotros os estáis formando para ser personas honestas, así que tenéis cierta experiencia en esto. ¿Cómo han sido vuestras experiencias? (Cada día escribo toda la basura y las mentiras que he dicho. Luego me examino y autodisecciono. He descubierto que detrás de la mayoría de esas mentiras hay algún tipo de intención, y que las he contado por vanidad y para salvar las apariencias. Aunque soy consciente de que lo que digo no se ajusta a la verdad, no puedo evitar mentir y fingir). Esto es lo difícil de ser una persona honesta. Que seas o no consciente de ello no es importante; lo fundamental es que sigues mintiendo obstinadamente sabiendo que lo que haces está mal, a fin de conseguir tus objetivos y para mantener tu propia imagen y las apariencias, y si aseguras que ignoras que lo haces, estás mintiendo. La clave para ser una persona honesta es resolver tus motivaciones, tus intenciones y tus actitudes corruptas. Esta es la única manera de resolver de raíz el problema de contar mentiras. Lograr los propios objetivos personales, es decir, beneficiarse personalmente, sacar provecho de una situación, quedar bien o ganarse la aprobación de los demás: esas son las intenciones y los objetivos de las personas cuando mienten. Esta manera de mentir revela un carácter corrupto, y este es el discernimiento que necesitas con respecto a decir mentiras. Entonces, ¿cómo se debe resolver este carácter corrupto? Todo depende de si amas o no la verdad. Si puedes aceptar la verdad y hablar sin defenderte a ti mismo; si puedes dejar de considerar tus propios intereses y en su lugar considerar la obra de la iglesia, las intenciones de Dios y los intereses del pueblo escogido de Dios, entonces dejarás de decir mentiras. Serás capaz de hablar con sinceridad y sin rodeos. Sin esta estatura, no serás capaz de hablar con sinceridad, y demostrarás que te falta estatura y que eres incapaz de practicar la verdad. Por tanto, ser una persona honesta requiere un proceso de comprensión de la verdad, un proceso de crecimiento en estatura. Si lo vemos de este modo, es imposible ser una persona honesta sin ocho o diez años de experiencia. Este período es el proceso de crecer en la propia vida, el proceso de comprender y obtener la verdad. Algunas personas se preguntarán: “¿De verdad puede ser tan difícil resolver el problema de la mentira y convertirse en una persona honesta?”. Eso depende de quién se trate. Si es alguien que ama la verdad, entonces podrá renunciar a mentir cuando se trate de ciertos asuntos. Pero si es alguien que no ama la verdad, entonces dejar de mentir será mucho más difícil.

Formarse a uno mismo para ser una persona honesta es fundamentalmente una cuestión de resolver el problema de contar mentiras, además de resolver el propio carácter corrupto. Hacer esto implica una práctica clave: cuando te das cuenta de que le has mentido a alguien y lo has engañado, debes abrirte, exponerte y disculparte. Esta práctica es muy beneficiosa para la resolución de la mentira. Por ejemplo, si has engañado a alguien o si había alguna adulteración o intención personal en las palabras que le dijiste, debes acercarte a él y diseccionarte. Debes decirle: “Lo que te conté era una mentira diseñada para proteger mi orgullo. Me sentí incómodo después de decirlo, así que ahora te pido disculpas. Por favor, perdóname”. A esa persona le parecerá bastante novedoso. Se preguntará cómo puede haber una persona que, habiendo dicho una mentira, se disculpe por ello. Admiran de verdad este tipo de valentía. ¿Qué beneficio se obtiene de realizar una práctica así? Su propósito no es ganarse la admiración de los demás, sino contenerse e inhibirse más eficazmente de mentir. Por eso, después de mentir, hay que practicar la disculpa por haberlo hecho. Cuanto más te formes para diseccionar, exponerte y pedir disculpas a la gente de esta manera, mejores serán los resultados, y el número de mentiras que digas será cada vez menor. Diseccionar y exponerte para ser una persona honesta y evitar mentir requiere valor, y pedir disculpas a alguien después de haberle mentido requiere aún más valor. Si practicáis esto durante uno o dos años —o quizás de tres a cinco—, tendréis garantizados resultados evidentes, y no os será difícil libraros de las mentiras. Deshacerse de las mentiras es el primer paso para convertirse en una persona honesta, y no puede darse sin tres o cinco años de esfuerzo. Una vez resuelto el problema de la mentira, el segundo paso es resolver el problema de la falsedad y el engaño. A veces, la falsedad y el engaño no requieren que una persona mienta; estas cosas solo pueden lograrse a través de la acción. Puede que, por fuera, una persona no mienta, pero que siga albergando la falsedad y el engaño en su corazón. Lo sabrán mejor que nadie, porque han pensado en ello a fondo y lo han considerado con detenimiento. Les resultará fácil reconocerlo tras una reflexión posterior. Una vez resuelto el problema de la mentira, resolver los problemas de la falsedad y el engaño será un poco más fácil en comparación. Pero uno debe poseer un corazón temeroso de Dios, porque el hombre se gobierna por la intención cuando se involucra en la falsedad y el engaño. Los demás no pueden percibir esto desde fuera, ni pueden discernirlo. Solo Dios puede examinarlo, y solo Él lo sabe. Por tanto, uno solo puede resolver los problemas de la falsedad y el engaño confiando en la oración a Dios y aceptando Su escrutinio. Si uno no ama la verdad ni teme a Dios en su corazón, dichos problemas no pueden ser resueltos. Puedes orar ante Dios y admitir tus errores, puedes confesar y arrepentirte, o puedes diseccionar tu carácter corrupto; y declarar con sinceridad lo que estabas pensando en ese momento, lo que dijiste, cuál era tu intención, y cómo te involucraste en el engaño. Todo esto es relativamente fácil de hacer. Sin embargo, si se te pide que te expongas ante otra persona, es posible que pierdas el valor y la resolución porque quieres salvar las apariencias. En ese caso, te resultará muy difícil abrirte y exponerte. Quizás seas capaz de admitir, de forma general, que a veces hablas o actúas basándote en tus propios objetivos e intenciones personales; que hay un grado de falsedad, adulteración, mentira o engaño en las cosas que haces o dices. Pero entonces, cuando ocurre algo y te obligan a diseccionarte a ti mismo, expones cómo se desarrollaron las cosas de principio a fin, explicas cuáles de las palabras que dijiste eran engañosas, qué intención había detrás de ellas, qué estabas pensando y si estabas siendo malévolo o siniestro, no quieres entrar en detalles ni ofrecerlos. Algunas personas incluso restan importancia a ciertas cosas, diciendo: “Es así y ya está. Simplemente soy una persona falsa, insidiosa y poco fiable”. Esto demuestra su incapacidad para afrontar de forma adecuada su esencia corrupta, o lo falsos e insidiosos que son. Estas personas siempre están en un modo y un estado de evasión. Siempre se están perdonando y acomodando, y son incapaces de sufrir o pagar un precio por practicar la verdad de ser una persona honesta. Muchas personas llevan años predicando las palabras y la doctrina, diciendo siempre: “Soy tan falso e insidioso, a menudo actúo de forma engañosa, y no trato a la gente con sinceridad en absoluto”. Sin embargo, después de gritar eso durante tantos años, siguen siendo tan falsos como antes, porque nunca se oye de ellos una disección o remordimiento genuinos cuando revelan este estado falso. Nunca se exponen a los demás ni se disculpan después de mentir o engañar a la gente, y mucho menos comunican sobre su testimonio vivencial de autodisección y autoconocimiento en las reuniones. Tampoco dicen nunca cómo llegaron a conocerse a sí mismos o cómo se arrepintieron de tales asuntos. No hacen ninguna de estas cosas, lo que demuestra que no se conocen a sí mismos y que no se han arrepentido de verdad. Cuando dicen que son falsos y quieren ser personas honestas, se limitan a gritar consignas y a predicar doctrina, nada más. Puede ser que hagan estas cosas porque intentan nadar a favor de la corriente y seguir al rebaño. O puede ser que el entorno de la vida de iglesia los obligue a actuar por inercia y de forma superficial, y a fabricarse una fachada. En cualquier caso, esos que gritan eslóganes y predican doctrinas nunca se arrepentirán de verdad, y desde luego no podrán alcanzar la salvación de Dios.

Toda verdad que Dios exige a las personas que practiquen requiere que paguen un precio, que las practiquen y las experimenten de manera práctica en sus vidas reales. Dios no le pide a la gente que hable de la boca para afuera recitando meras palabras y doctrina, pronunciándose sobre el autoconocimiento, reconociendo que son falsos, que son mentirosos, que son torcidos, falsos y engañosos, ni que digan estas cosas en alto unas cuantas veces y luego se acabó. Si alguien admite todo eso pero luego no cambia lo más mínimo después de hacerlo; si continúa mintiendo, engañando y siendo falso; si emplea las mismas artimañas satánicas, los mismos métodos satánicos cuando se topa con algo; si sus medios y métodos nunca cambian, entonces ¿es esta persona capaz de entrar en la realidad-verdad? ¿Será capaz de cambiar su carácter? No, ¡nunca! Debes ser capaz de reflexionar y conocerte a ti mismo. Debes tener el valor de abrirte y exponerte en presencia de los hermanos y hermanas, y de hablar sobre tu verdadero estado. Si no te atreves a exponer o diseccionar tu carácter corrupto, si no te atreves a admitir tus errores, entonces no estás en la búsqueda de la verdad, y mucho menos te conoces a ti mismo. Si todo el mundo es como las personas religiosas que alardean para ganarse la admiración de los demás, que dan testimonio de lo mucho que aman a Dios, cuánto se someten a Él, cuán leales son a Dios y cuánto Él los ama, todo para ganarse el respeto y la admiración de los demás; y si todo el mundo alberga sus propios planes individuales y mantiene un espacio privado en sus corazones, entonces, ¿cómo puede hablar nadie de experiencias reales? ¿Cómo puede nadie tener experiencias verdaderas para comunicárselas el uno al otro? Compartir y hablar sobre tus experiencias significa compartir tu experiencia y conocimiento de las palabras de Dios. Se trata de dar voz a cada pensamiento de tu corazón, a tu estado y al carácter corrupto que se revela en ti. Se trata de dejar que los demás disciernan estas cosas, para luego resolver el problema hablando sobre la verdad. Solo cuando las experiencias se comparten de esta manera, todos se benefician y cosechan las recompensas. Solo esta es la verdadera vida de iglesia. Si solo se trata de charla vacía de tu conocimiento sobre las palabras de Dios o sobre un himno, y luego la compartes como a ti te parece sin ir más allá, sin sacar a relucir tus problemas o estados reales, esa clase de comunicación no trae beneficios. Si todo el mundo habla de conocimiento doctrinal o teórico, pero nadie dice nada sobre el conocimiento que han obtenido de las verdaderas experiencias; y si, cuando comparten la verdad, evitan hablar sobre sus vidas personales, sus auténticos problemas, y sobre sus propios mundos interiores, entonces, ¿cómo puede producirse una verdadera comunicación? ¿Cómo puede haber una confianza real? ¡No puede haberla! Si una esposa nunca le expresa a su marido las palabras que guarda en su corazón, ¿cuenta eso como intimidad? ¿Es posible que sepan lo que hay en la mente del otro? (No es posible). Supongamos entonces que dicen constantemente: “Te amo”. Solo dicen eso, pero nunca se exponen o se dicen el uno al otro lo que de verdad piensan en lo más profundo, lo que esperan de su compañero, o los problemas que están teniendo. Jamás confían en el otro, y cuando están juntos no tienen nada más que delicadezas superficiales el uno para el otro. ¿Son entonces de verdad marido y mujer? ¡Desde luego que no! De igual modo, si los hermanos y las hermanas han de ser capaces de confiar los unos en los otros, ayudarse y proveerse entre ellos, entonces cada persona debe hablar de sus auténticas experiencias propias. Si no dices nada sobre ellas, si solo predicas las palabras y doctrinas que entiende el hombre, si solo predicas un poco de doctrina sobre la fe en Dios y tópicos banales, y no te abres a lo que hay en tu corazón, entonces no eres una persona honesta y eres incapaz de serlo. Para usar el mismo ejemplo, al convivir durante varios años, marido y mujer tratan de habituarse el uno al otro y de vez en cuando se pelean. Sin embargo, si ambos sois de una humanidad normal, y siempre hablas desde el corazón, y él hace lo mismo, al respecto de cualesquiera que sean las dificultades con las que te topes en la vida o en el trabajo, lo que pienses en el fondo, y comoquiera que planees resolver las cosas, o qué ideas o planes tengas para el futuro de tus hijos; y le cuentes a tu compañero todas estas cosas, entonces ¿acaso no sentiréis ambos una especial intimidad entre vosotros? Pero si él nunca te cuenta sus pensamientos más profundos y simplemente lleva su sueldo a casa; si nunca le hablas de tus propios pensamientos ni confías nunca en el otro, ¿no habrá distancia emocional entre ambos? Con toda seguridad, la habrá, porque no entiendes los pensamientos ni los planes de su corazón. En última instancia, no serás capaz de decir qué tipo de persona es tu compañero, como él tampoco podrá decir qué clase de persona eres tú. No entenderás sus necesidades ni él comprenderá las tuyas. Si las personas no tienen comunicación verbal ni espiritual, entonces no hay posibilidad de intimidad entre ellas, y no pueden proveerse ni ayudarse el uno al otro. Habéis experimentado esto, ¿verdad? Si tu amigo te lo confía todo, le da voz a todo lo que está pensando y a sea cual sea el sufrimiento o felicidad que albergue, entonces ¿no te sentirás especialmente cercano a él? La razón por la que están dispuestos a contarte esas cosas es porque también les has confiado tus pensamientos profundos. Sois particularmente cercanos y esto se debe a que sois capaces de llevaros muy bien y echaros una mano el uno al otro. Sin esta clase de comunicación e intercambio entre los hermanos y las hermanas en la iglesia, serían incapaces de tener una relación armoniosa, y verían imposible trabajar bien juntos mientras cumplen con su deber. Por eso compartir la verdad requiere comunicación espiritual y la capacidad de hablar desde el corazón. Este es uno de los principios que se han de tener para ser una persona honesta.

Cuando algunas personas oyen decir que para ser una persona honesta uno debe contar la verdad y hablar desde el corazón, y si mienten o engañan, deben abrirse, exponerse y aceptar sus errores, dicen: “Cuesta mucho ser honesto. ¿Tengo que decirles a los demás todo lo que pienso? ¿Acaso no basta con comunicar las cosas positivas? No necesito hablarles a los demás de mi lado oscuro o corrupto, ¿verdad?”. Si no les expones estas cosas a los demás ni te diseccionas a ti mismo, jamás te conocerás. Jamás reconocerás qué tipo de cosa eres y otras personas jamás podrán confiar en ti. Esto es un hecho. Si deseas que otros confíen en ti, primero debes ser honesto. Para ser una persona honesta, primero debes exponer tu corazón de modo que todos puedan mirarlo, ver todo lo que estás pensando y contemplar tu verdadero rostro. No debes tratar de disfrazarte ni encubrirte a ti mismo. Solo entonces confiarán los demás en ti y te considerarán una persona honesta. Esta es la práctica más fundamental y un prerrequisito para ser una persona honesta. Si siempre estás fingiendo, aparentando santidad, nobleza, grandeza y un gran talante; si no permites que nadie vea tu corrupción y tus fallos; si presentas una falsa imagen de ti a las personas, para que crean que tienes integridad, que eres grande, abnegado, justo y desinteresado, ¿acaso no es esto engaño y falsedad? ¿No será capaz la gente de calarte, con el tiempo? Así que no te pongas un disfraz y no te encubras. En su lugar, ponte al descubierto y desnuda tu corazón para que los demás lo vean. Si puedes abrir tu corazón para que otros lo vean, si puedes exponer todos tus pensamientos y planes, tanto positivos como negativos, entonces ¿no es eso honestidad? Si puedes exponerte para que otros te vean, entonces Dios también te verá. Dirá: “Si te has expuesto para que otros te vean, por tanto, no cabe duda de que también eres honesto delante de Mí”. Pero si solo te expones delante de Dios, fuera de la vista de los demás, y siempre finges ser grande y noble, o justo y desinteresado cuando estás con ellos, entonces ¿qué pensará de ti? ¿Qué dirá Él? Dirá: “Eres una persona completamente falsa. Eres totalmente hipócrita y vil y no eres una persona honesta”. Así pues, Dios te condenará. Si deseas ser una persona honesta, entonces, ya estés delante de Dios o de otra gente, debes ser capaz de dar una descripción pura y sincera de tu estado interno y de las palabras en tu corazón. ¿Es esto fácil de lograr? Requiere un periodo de formación, así como oración frecuente a Dios y confianza en Él. Debes formarte para decir las palabras en tu corazón de un modo sencillo y sincero en todas las cosas. Con este tipo de formación, puedes progresar. Si te topas con una dificultad importante, debes orar a Dios y buscar la verdad; tienes que luchar dentro de ti y vencer la carne hasta que puedas poner en práctica la verdad. Al prepararte de este modo, tu corazón se abrirá poco a poco. Te volverás cada vez más puro, y los efectos de tus palabras y acciones serán distintos a los de antes. Tus mentiras y tretas disminuirán cada vez más y podrás vivir ante Dios. Entonces te habrás vuelto, en esencia, una persona honesta.

Al haber sido corrompida por Satanás, toda la humanidad vive en un carácter satánico. Como Satanás, las personas se disfrazan y se engalanan a sí mismas en todos los aspectos, y acuden al engaño y a las artimañas en todos los asuntos. No hay nada en lo que no acudan al engaño y a las artimañas. Alguna gente incluso se presta a juegos falsos en actividades tan comunes como ir de compras. Por ejemplo, puede que se hayan comprado un conjunto de lo más a la moda, pero —aunque realmente les encanta— no se atreven a llevarlo en la iglesia, por miedo a que sus hermanos y hermanas hablen de ellos y les llamen superficiales. Así que se lo ponen a espaldas de los demás. ¿Qué clase de comportamiento es ese? Es la revelación de un carácter falso y engañoso. ¿Por qué alguien compraría un atuendo a la moda, pero no se atrevería a llevarlo delante de sus hermanos y hermanas? En su corazón, les gustan las cosas de moda, y siguen las tendencias del mundo tal como lo hacen los no creyentes. Temen que los hermanos y hermanas los descubran, que vean lo superficiales que son, que se den cuenta de que no son personas respetables e íntegras. En su corazón, persiguen lo que está a la moda y les supone un problema renunciar a ello, así que solo pueden ponerse estas prendas en casa y temen que los vean sus hermanos y hermanas. Si las cosas que les gustan no pueden ver la luz del día, entonces, ¿por qué no pueden renunciar a ellas? ¿Acaso no los controla un carácter satánico? Dicen constantemente palabras y doctrinas, y parecen entender la verdad, sin embargo, no son capaces de poner en práctica la verdad. Es una persona que vive según el carácter satánico. Si alguien siempre es fraudulento en su discurso y sus acciones, si no permite que otros lo vean por cómo es, y si siempre proyecta la imagen de una persona piadosa delante de otros, entonces, ¿cuál es la diferencia entre él y un fariseo? Estas personas quieren llevar la vida de una ramera, pero también que se construya un monumento a su castidad. Sabían perfectamente que no podían llevar su exótico atuendo en público, así que ¿por qué lo compraron? ¿No era tirar el dinero? Es solo porque les gusta ese tipo de cosas y lo deseaban con todo su corazón, así que sintieron que tenían que comprarlo. Pero una vez que lo han comprado, ya no pueden usarlo. Al cabo de unos años, se arrepienten de haberlo comprado y se dan cuenta de repente: “¿Cómo he podido ser tan necio, tan repugnante como para hacer eso?”. Incluso a ellos les repugna lo que hicieron. Pero no pueden controlar sus actos, porque son incapaces de desprenderse de las cosas que les gustan y buscan. Así que adoptan tácticas ambiguas y engaños para satisfacerse a sí mismos. Si revelan un carácter falso en un asunto tan insignificante, ¿serán capaces de practicar la verdad cuando se trate de algo más grande? Les resultaría imposible. Es evidente que su naturaleza es falsa, y la falsedad es su talón de Aquiles. Hubo un niño de seis o siete años que una vez comió algo rico con su familia. Cuando los otros niños le preguntaron qué era, el niño parpadeó y dijo: “Se me ha olvidado”, aunque en realidad es que no quería decírselos. ¿De verdad se le había olvidado lo que acababa de comer? Este niño de seis o siete años era capaz de mentir. ¿Se lo habían enseñado los adultos? ¿Fue un efecto de su entorno familiar? No, es la naturaleza del hombre, su herencia; el hombre nace con un carácter falso. De hecho, fuera lo que fuera lo que comió el niño, era algo normal. Sus padres se lo prepararon; no es que le hubiera robado la comida a nadie. Si este niño podía mentir en tales circunstancias, cuando no era necesario hacerlo en absoluto, ¿no sería aún más probable que mintiera en otros asuntos? ¿Qué problema ilustra esto? ¿Acaso no es un problema de su naturaleza? Ese niño ya ha crecido, y mentir se ha convertido en su naturaleza. De hecho, es una persona falsa, se le notaba desde muy pequeño. Las personas falsas no pueden evitar mentir y engañar a los demás, y sus mentiras y engaños pueden manifestarse en cualquier momento y lugar. No necesitan aprender a hacer estas cosas ni que se les instigue a hacerlas, nacen con la capacidad de hacerlo. Si ese niño podía inventarse mentiras para engañar a la gente a una edad tan temprana, ¿podría ser su mentira realmente una transgresión única? Desde luego que no. Esto demuestra que su esencia-naturaleza es la de una persona falsa. ¿No es fácil discernir algo tan simple? Si alguien ha estado mintiendo desde la infancia, miente a menudo, incluso miente y engaña a la gente en relación con asuntos sencillos que no requieren que lo haga, y si mentir se ha convertido en su naturaleza, entonces no le será fácil cambiar. Es una persona verdaderamente falsa. ¿Por qué las personas falsas no pueden salvarse? Porque es improbable que acepten la verdad, por lo que es imposible que se purifiquen y transformen. Aquellos que pueden recibir la salvación de Dios son diferentes. Son relativamente ingenuos desde el principio, y si dicen una pequeña mentira es probable que se ruboricen y se sientan intranquilos. Es más fácil que alguien así se convierta en una persona honesta. Si les pidieras que mintieran o engañaran, les resultaría difícil. Cuando mienten, les cuesta hablar y todo el mundo se da cuenta enseguida. Son personas relativamente sencillas, y tienen más probabilidades de lograr la salvación si pueden aceptar la verdad. Este tipo de persona solo miente en circunstancias especiales, cuando se encuentra entre la espada y la pared. En general, siempre son capaces de decir la verdad. Mientras persigan la verdad, serán capaces de despojarse de este aspecto de la corrupción con unos pocos años de esfuerzo, y entonces no les resultará difícil convertirse en una persona honesta.

¿Cuál es el estándar que Dios exige para las personas honestas? ¿Cómo se presentan las exigencias de Dios en “Tres advertencias”, este capítulo de las palabras de Dios? (“Honestidad significa dar tu corazón a Dios; ser auténtico y abierto con Dios en todas las cosas, nunca esconder los hechos, no tratar de engañar a aquellos por encima y por debajo de ti, y no hacer cosas solo para ganarte el favor de Dios. En pocas palabras, ser honesto es ser puro en tus acciones y palabras, y no engañar ni a Dios ni al hombre. […] Si tus palabras están llenas de excusas y justificaciones que nada valen, entonces Yo te digo que eres alguien muy poco dispuesto a practicar la verdad. Si tienes muchas confidencias que eres reacio a compartir, si eres tan reticente a dejar al descubierto tus secretos, —tus dificultades—, ante los demás para buscar el camino de la luz, entonces digo que eres alguien que no logrará la salvación fácilmente ni saldrá de las tinieblas” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios)). Aquí hay una frase que tiene especial importancia. ¿Veis cuál es? (Dios dice: “Si tienes muchas confidencias que eres reacio a compartir, si eres tan reticente a dejar al descubierto tus secretos, —tus dificultades—, ante los demás para buscar el camino de la luz, entonces digo que eres alguien que no logrará la salvación fácilmente ni saldrá de las tinieblas”). Exacto, es esa. Dios dice: “Si tienes muchas confidencias que eres reacio a compartir”. La gente ha hecho muchas cosas de las que no se atreve a hablar, y tiene demasiadas facetas oscuras. Ninguna de sus acciones cotidianas está de acuerdo con la palabra de Dios, y no se rebela contra la carne. Las personas hacen lo que quieren, e incluso después de llevar creyendo en Dios durante tantos años, no han entrado en la realidad-verdad. “Si eres tan reticente a dejar al descubierto tus secretos, —tus dificultades—, ante los demás para buscar el camino de la luz, entonces digo que eres alguien que no logrará la salvación fácilmente ni saldrá de las tinieblas”. Aquí Dios le ha señalado a la humanidad una senda de práctica. Si no practicas de esta forma y te limitas a gritar eslóganes y doctrinas, entonces eres alguien que no logrará la salvación fácilmente. Esto está relacionado con la salvación. Salvarse es muy importante para todas y cada una de las personas. ¿Ha mencionado Dios “no lograr la salvación fácilmente” en algún otro lugar? En otras partes, Él rara vez se refiere a lo difícil que es ser salvado, pero sí habla de ello cuando se refiere a ser honesto. Si no eres una persona honesta, entonces eres alguien muy difícil de salvar. “No lograr la salvación fácilmente” significa que, si no aceptas la verdad, te resultará difícil ser salvado. Serás incapaz de tomar el camino correcto que lleva a la salvación y, por tanto, te será imposible ser salvado. Dios usa esta forma de hablar con el fin de dar a las personas cierto margen. Es decir, no eres fácil de salvar, pero si pones en práctica las palabras de Dios, entonces hay esperanza de que logres la salvación. Ese es su significado inverso. Si no practicas según las palabras de Dios y nunca diseccionas tus secretos y desafíos, y nunca te abres en comunicación con otros o compartes, diseccionas o sacas a la luz tu corrupción y tus graves defectos con ellos, entonces no puedes salvarte. ¿Y por qué es esto? Si no te expones ni te diseccionas de esta forma, no odiarás tu propio carácter corrupto, y entonces este no cambiará jamás. Y si eres incapaz de cambiar, ¿cómo puedes pensar siquiera en ser salvado? Las palabras de Dios muestran esto con claridad, y estas palabras demuestran la intención de Dios. ¿Por qué Dios siempre insiste en que la gente debe ser honesta? Porque ser honesto es muy importante, tiene una relación directa con el hecho de que una persona pueda o no someterse a Dios y pueda o no lograr la salvación. Algunas personas dicen: “Soy arrogante y sentencioso, y a menudo me enfado y revelo corrupción”. Otros dicen: “Soy muy superficial y vanidoso, y me encanta que la gente me halague”. Son todas cosas que son visibles para la gente desde fuera, y no suponen grandes problemas. No deberías seguir hablando de ellas. No importa cuál sea tu carácter o talante, mientras seas capaz de ser una persona honesta, como Dios requiere, puedes ser salvado. Entonces, ¿qué decís? ¿Es importante ser honesto? Es lo más importante, por eso Dios habla de ser honesto en el capítulo de Sus palabras, “Tres advertencias”. En otros capítulos, Él menciona con frecuencia que los creyentes deben tener una vida espiritual normal y una vida de iglesia adecuada, y describe cómo deben vivir una humanidad normal. Las palabras de Dios sobre estos temas son generales; no se discuten de forma demasiado específica o detallada. Sin embargo, cuando Dios habla de ser honesto, señala la senda que la gente debe seguir. Le dice a la gente cómo practicar, y habla con gran detalle y claridad. Dios dice: “Si tienes muchas confidencias que eres reacio a compartir, si eres tan reticente a dejar al descubierto tus secretos, —tus dificultades—, ante los demás para buscar el camino de la luz, entonces digo que eres alguien que no logrará la salvación fácilmente”. Ser honesto está relacionado con lograr la salvación. Entonces, ¿qué decís? ¿Por qué exige Dios que la gente sea honesta? Esto afecta a la verdad del comportamiento humano. Dios salva a las personas honestas, y es a los honestos a los que Él quiere para Su reino. Si eres capaz de mentir y engañar, eres una persona falsa, torcida y siniestra; no eres una persona honesta. Si no eres una persona honesta, entonces no hay posibilidad de que Dios te salve ni tampoco puedes ser salvado. Dices que ahora eres muy piadoso, que no eres arrogante ni sentencioso, que puedes pagar un precio cuando cumplas con tu deber o que puedes difundir el evangelio y convertir a muchas personas. Pero no eres honesto, sigues siendo falso y no has cambiado en absoluto, entonces, ¿puedes ser salvado? Desde luego que no. Y, por tanto, estas palabras de Dios nos recuerdan a todos que, para ser salvados, en primer lugar se debe ser honesto de acuerdo con las palabras y los requisitos de Dios. Las personas tienen que abrirse, exponer su carácter corrupto, sus intenciones y secretos y buscar el camino de la luz. ¿Qué significa “buscar el camino de la luz”? Significa buscar la verdad para resolver tu carácter corrupto. Cuando expones tu corrupción, los objetivos e intenciones que hay detrás de tus acciones, además te diseccionas a ti mismo, tras lo cual buscas: “¿Por qué hice aquello? ¿Existe una base de las palabras de Dios en esto? ¿Concuerda con la verdad? Al hacerlo, ¿estoy haciendo algo mal a sabiendas? ¿Estoy engañando a Dios? Si estoy engañando a Dios, entonces no debería hacer esto. Debería fijarme en lo que Dios requiere y en lo que Él dice, y averiguar cuáles son los principios-verdad”. Esto es lo que significa buscar la verdad, esto es lo que implica caminar en la luz. Cuando la gente es capaz de practicar esto con regularidad puede sufrir un cambio real, y así es capaz de lograr la salvación.

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