Dios mismo, el único I

La autoridad de Dios (I) Parte 1

Mis últimas y diversas comunicaciones trataron de la obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo. Después de escuchar estas enseñanzas, ¿sentís que habéis obtenido un entendimiento y un conocimiento del carácter de Dios? ¿Cuán grandes son ese entendimiento y ese conocimiento? ¿Podéis ponerle una cifra? ¿Os proporcionaron estas enseñanzas un entendimiento más profundo de Dios? ¿Podría decirse que este entendimiento es un conocimiento verdadero de Dios? ¿Que este conocimiento y ese entendimiento son un conocimiento de toda la esencia de Dios, y de todo lo que Él tiene y es? ¡No, obviamente no! Esto se debe a que estas enseñanzas sólo proveyeron un entendimiento parcial del carácter de Dios, y de lo que Él tiene y es —no de todo ello ni de Su totalidad—. Las enseñanzas os permitieron entender parte de la obra realizada una vez por Dios, por medio de la cual vosotros contemplasteis Su carácter, y lo que Él tiene y es, así como la actitud y el pensamiento subyacente a todo lo que Él ha hecho. Pero esto es sólo un entendimiento literal y hablado de Dios; en vuestros corazones seguís dudando sobre cuánto de esto es práctico. ¿Qué determina principalmente si hay algo de realidad en el entendimiento de la gente sobre estas cosas? Se determina en base a cuánto de las palabras y del carácter de Dios hayan experimentado realmente durante sus experiencias reales, y en base a cuánto hayan sido capaces de ver y conocer durante estas experiencias reales. “Las últimas y diversas enseñanzas nos permitieron entender las cosas que Dios ha hecho, los pensamientos de Dios, y además, la actitud de Dios hacia la humanidad y la base de Sus acciones, así como los principios de Sus acciones. Y así hemos llegado a entender Su carácter, y conocido la totalidad de Dios”. ¿Ha pronunciado alguien tales palabras? ¿Es correcto decirlas? Claramente no lo es. ¿Y por qué digo que no lo es? El carácter de Dios, y lo que Él tiene y es, se expresan en las cosas que Él ha hecho y en las palabras que Él ha hablado. El hombre es capaz de contemplar lo que Dios tiene y es a través de Su obra y de Sus palabras, pero esto sólo afirma que la obra y las palabras le permiten al hombre entender una parte del carácter de Dios, y una parte de lo que Él tiene y es. Si el hombre desea obtener un entendimiento más abundante y profundo de Dios debe experimentar más de las palabras y de la obra de Dios. Aunque el hombre sólo obtenga un entendimiento parcial de Dios al experimentar parte de Sus palabras o de Su obra, ¿representa este entendimiento parcial el verdadero carácter de Dios? ¿Representa la esencia de Dios? Por supuesto que sí, de eso no hay duda. Independientemente del tiempo, del lugar, de la forma en que Dios hace Su obra, de la manera como se aparezca al hombre, o del modo en el que exprese Su voluntad, todo lo que Él revela y expresa representa a Dios mismo, Su esencia y lo que Él tiene y es. Dios lleva a cabo Su obra con lo que Él tiene y es, y en Su verdadera identidad; esto es absolutamente cierto. Sin embargo, hoy, las personas sólo tienen un entendimiento parcial de Dios a través de Sus palabras, y de lo que oyen cuando escuchan la predicación; así, hasta cierto punto, sólo puede decirse que este entendimiento es un conocimiento teórico. En vista de tus estados reales, sólo puedes verificar el entendimiento o el conocimiento de Dios que tú hayas oído, visto o conocido y entendido en tu corazón hoy, si pasas por ello en tus experiencias reales, y llegas a conocerlo poco a poco. Si Yo no comunicase estas palabras con vosotros, ¿seríais capaces de lograr el verdadero conocimiento de Dios únicamente a través de vuestras experiencias? Me temo que hacerlo sería muy difícil, porque las personas deben tener primero las palabras de Dios a fin de saber cómo experimentar. Según la cantidad de palabras de Dios de las que uno se alimente, así será lo que se pueda experimentar realmente. Las palabras de Dios dirigen el camino por recorrer, y guían al hombre en su experiencia. En resumen, estas últimas y diversas enseñanzas ayudarán a quienes poseen alguna experiencia verdadera a conseguir un entendimiento más profundo de la verdad, y un conocimiento más práctico de Dios. Sin embargo, para los que no tienen ninguna experiencia verdadera, los que acaban de iniciarse recientemente en su experiencia, o los que no han hecho más que empezar a tocar la realidad, esta es una gran prueba.

El contenido principal de las últimas y diversas enseñanzas concernía al “carácter de Dios, la obra de Dios, y Dios mismo”. ¿Qué visteis en las partes clave y centrales de todo lo que hablé? A través de estas enseñanzas, ¿sois capaces de reconocer que aquel que hizo la obra, y reveló estos caracteres, es el único Dios mismo, quien ostenta la soberanía sobre todas las cosas? Si vuestra respuesta es sí, ¿qué os lleva a semejante conclusión? ¿A través de qué aspectos alcanzáis esta conclusión? ¿Puede alguien decírmelo? Sé que las últimas enseñanzas os afectaron profundamente, y proveyeron un nuevo comienzo en vuestros corazones para vuestro conocimiento de Dios, que es extraordinario. Pero aunque vosotros habéis dado un gran salto en vuestro entendimiento de Dios en comparación con el que poseíais antes, vuestra definición de Su identidad tiene aún que progresar más allá de los nombres Jehová Dios de la Era de la Ley, el Señor Jesús de la Era de la Gracia, y el Dios Todopoderoso de la Era del Reino. Es decir, aunque estas enseñanzas sobre “el carácter de Dios, la obra de Dios, y Dios mismo” os proporcionaron cierto entendimiento de las palabras una vez habladas por Dios, la obra una vez realizada por Él, así como el ser y las posesiones reveladas una vez por Él, sois incapaces de proveer una definición cierta y una orientación precisa de la palabra “Dios”. Tampoco disponéis de una orientación y un conocimiento ciertos y precisos del estatus y de la identidad de Dios mismo, es decir, del estatus de Dios entre todas las cosas y a lo largo de todo el universo. Esto se debe a que, en las anteriores enseñanzas sobre Dios mismo y Su carácter, todo el contenido se basaba en las expresiones y revelaciones previas de Dios registradas en la Biblia. Sin embargo, al hombre le resulta difícil descubrir el ser y las posesiones reveladas y expresadas por Dios durante, o fuera de, Su gestión y salvación de la humanidad. Por tanto, aunque entendáis el ser y las posesiones de Dios revelados en la obra que hizo una vez, vuestra definición de la identidad y del estatus de Dios sigue estando lejos de la del único Dios, aquel que ostenta la soberanía sobre todas las cosas, y es diferente de la del Creador. Las últimas y diversas enseñanzas hicieron que todos se sintiesen igual: ¿Cómo podría conocer el hombre los pensamientos de Dios? Si alguien fuese a conocerlo realmente, esa persona sería seguramente Dios, porque sólo Él mismo conoce Sus propios pensamientos, la base y la actitud subyacente a todo lo que hace. A vosotros os parece racional y lógico reconocer así la identidad de Dios, ¿pero quién puede decir del carácter y de la obra de Dios que son realmente la obra de Dios mismo y no la del hombre, una obra que este no puede hacer en el nombre de Dios? ¿Quién puede ver que esta obra cae bajo la soberanía de Aquel que tiene la esencia y el poder de Dios? Es decir, ¿a través de qué características o esencia reconocéis que Él es Dios mismo, que tiene la identidad de Dios, y que es Soberano sobre todas las cosas? ¿Habéis pensado alguna vez en esto? Si no lo habéis hecho, esto demuestra una cosa: las últimas y diversas enseñanzas sólo os han proporcionado cierto entendimiento del trozo de la historia en el que Dios hizo Su obra, y de la actitud, de la manifestación, y de las revelaciones divinas durante dicha obra. Aunque ese entendimiento hace que cada uno de vosotros reconozca, más allá de toda duda, que aquel que llevó a cabo estas dos etapas de la obra es el Dios mismo en quien creéis y a quien seguís, y aquel a quien siempre debéis seguir, aún sois incapaces de reconocer que Él es el Dios que ha existido desde la creación del mundo, y que existirá eternamente; tampoco sois capaces de reconocer que Él es aquel que dirige y es Soberano sobre toda la humanidad. Seguramente no habréis pensado nunca en este problema. Sea Jehová o el Señor Jesús, ¿a través de qué aspectos de la esencia y la manifestación sois capaces de reconocer que Él no sólo es el Dios a quien debéis seguir, sino también aquel que está al mando de la humanidad y es Soberano sobre el destino de la humanidad, y que es, además, el único Dios mismo que ostenta la soberanía sobre los cielos, la tierra y todas las cosas? ¿A través de qué canales reconocéis que aquel en quien creéis y a quien seguís es Dios mismo, el soberano sobre todas las cosas? ¿A través de qué canales conectáis al Dios en quien creéis con el Dios soberano sobre el destino de la humanidad? ¿Qué os permite reconocer que el Dios en quien creéis es el único Dios mismo, que está en el cielo y en la tierra, y entre todas las cosas? Este es el problema que resolveré en la siguiente sección.

Los problemas en los que nunca habéis pensado, o no podéis pensar, bien podrían ser los más cruciales para conocer a Dios, y aquellos en los que se pueden buscar verdades insondables para el hombre. Si por vuestra insensatez e ignorancia, o por vuestras experiencias demasiado superficiales y vuestra carencia de un conocimiento verdadero de Dios os hace incapaces de resolver por completo estos problemas, cuando caen sobre vosotros, los debéis afrontar, y os exigen hacer una elección, se convertirán en el mayor obstáculo y traba en el camino de vuestra creencia en Dios. Por ello siento la extrema necesidad de comunicar con vosotros sobre este tema. ¿Sabéis cuál es vuestro problema ahora? ¿Tenéis claro cuáles son los problemas de los que hablo? ¿Son estos los problemas que afrontaréis? ¿Son los que no entendéis? ¿Los que nunca has imaginado siquiera? ¿Son estos problemas importantes para vosotros? ¿Son realmente problemas? Este asunto es una fuente de gran confusión para vosotros, y os demuestra que no poseéis un verdadero entendimiento del Dios en quien creéis, y que no le tomáis en serio. Algunas personas dicen: “Sé que Él es Dios, y por eso le sigo, porque Sus palabras son la expresión de Dios. Eso es suficiente. ¿Qué más prueba se necesita? ¿De verdad que necesitamos suscitar dudas sobre Dios? ¿Que no debemos probarle a Dios? ¿Que no es necesario cuestionar la esencia ni la identidad de Dios mismo?”. Independientemente de si pensáis o no de esta forma, no planteo tales preguntas a fin de confundiros acerca de Dios, o de hacer que le pongáis a prueba, y mucho menos crearos dudas sobre Su identidad y Su esencia. En su lugar, lo hago para alentar en vosotros un mayor entendimiento de la esencia de Dios, una mayor certeza y fe sobre Su estatus, de forma que Dios pueda llegar a ser el único en el corazón de todos aquellos que le siguen, y de forma que Su estatus original —como el Creador, el Gobernador de todas las cosas, el único Dios mismo— pueda ser restaurado en los corazones de toda criatura. Este es también el tema sobre el que voy a comunicar.

Ahora, comencemos a leer las siguientes escrituras de la Biblia.

1. Dios se sirve de las palabras para crear todas las cosas

1) (Génesis 1:3-5) Y Dios dijo: Que haya luz; y hubo luz. Y Dios vio la luz, que era buena; y Dios dividió la luz de la oscuridad. Dios llamó a la luz Día, y llamó a la oscuridad Noche. Y la noche y la mañana fueron el primer día.

2) (Génesis 1:6-7) Y Dios dijo: Que haya firmamento entre las aguas, y que se dividan las aguas de las aguas. Y Dios hizo el firmamento, y dividió las aguas que estaban bajo el firmamento de las aguas que estaban sobre el firmamento; y así sucedió.

3) (Génesis 1:9-11) Y Dios dijo: Que las aguas que están debajo del cielo se junten en un solo lugar, y que aparezca la tierra seca; y así sucedió. Y Dios llamó a la tierra seca Tierra; y a la unión de las aguas las llamó Mares; y Dios vio que eso era bueno. Y Dios dijo: Que la tierra produzca pasto, que las plantas produzcan semillas y que cada árbol frutal sobre la tierra produzca frutos según su clase, cuya semilla esté dentro de los mismos; y así sucedió.

4) (Génesis 1:14-15) Y Dios dijo: Que haya luces en el firmamento del cielo para separar el día de la noche; y que sean signos para las estaciones, los días y los años; y que ellas estén en el firmamento del cielo para que den luz a la tierra; y así sucedió.

5) (Génesis 1:20-21) Y Dios dijo: Que las aguas produzcan las criaturas que se mueven y que tienen vida de manera abundante, y aves que vuelan por encima de la tierra en el firmamento abierto del cielo. Y Dios creó grandes ballenas y cada una de las criaturas que se mueven, las cuales las aguas produjeron de manera abundante según su especie, y cada ave según su especie. Y Dios vio que esto era bueno.

6) (Génesis 1:24-25) Y Dios dijo: Que la tierra produzca criaturas vivientes según su especie, ganado, y cosas que repten, y bestias según su especie; y así sucedió. Y Dios hizo las bestias de la tierra según su especie y el ganado según su especie, y todo lo que repta en la tierra según su especie. Y Dios vio que era bueno.

En el primer día, el día y la noche de la humanidad nacen y permanecen gracias a la autoridad de Dios

Veamos el primer pasaje: “Y Dios dijo: Que haya luz; y hubo luz. Y Dios vio la luz, que era buena; y Dios dividió la luz de la oscuridad. Dios llamó a la luz Día, y llamó a la oscuridad Noche. Y la noche y la mañana fueron el primer día” (Génesis 1:3-5). Este pasaje describe el primer acto de Dios al principio de la creación, y el primer día que Dios pasó en el que hubo una noche y una mañana. Pero fue un día extraordinario: Dios empezó a preparar la luz para todas las cosas, y, además, la separó de las tinieblas. En ese día, Dios comenzó a hablar, y Sus palabras y autoridad existieron una al lado de la otra. Su autoridad comenzó a manifestarse entre todas las cosas, y Su poder se extendió entre ellas como consecuencia de Sus palabras. Desde este día en adelante, todas las cosas se hicieron y permanecieron gracias a las palabras de Dios, la autoridad de Dios, y el poder de Dios; de la misma manera, comenzaron a funcionar a través de Su palabra, Su autoridad y Su poder. Cuando Dios pronunció la frase “Que haya luz”, fue la luz. Dios no inició empresa alguna; la luz había aparecido como resultado de Sus palabras. A la luz Dios la llamó día, y el hombre sigue dependiendo de ella hoy para su existencia. Por la orden de Dios, su sustancia y su valor nunca han cambiado ni desaparecido. Su existencia muestra la autoridad y el poder de Dios, proclama la existencia del Creador, y confirma una y otra vez Su identidad y Su estatus. No es intangible ni ilusoria, sino una luz real que el hombre puede ver. Desde ese momento, en este mundo vacío en el que “la tierra no tenía forma y estaba vacía; y había oscuridad en la superficie de lo profundo”, se produjo la primera cosa material. Esta cosa surgió de las palabras de la boca de Dios, y apareció en el primer acto creador de todas las cosas por la autoridad y las declaraciones de Dios. Poco después, Él ordenó que la luz y las tinieblas se separaran… Todo cambió y se completó por las palabras de Dios… Él llamó a esta luz “Día”, y a las tinieblas “Noche”. Desde ese momento, la primera noche y la primera mañana se produjeron en el mundo que Dios pretendía crear, y Él determinó que este fuera el primer día. Fue el primero en que el Creador hizo todas las cosas, y el comienzo de la creación de todas las cosas; fue la primera vez que la autoridad y el poder del Creador se manifestaban en este mundo que Él había creado.

A través de estas palabras, el hombre es capaz de contemplar la autoridad de Dios, de Sus palabras así como Su poder. Dado que sólo Dios posee semejante poder, sólo Él tiene tal autoridad, y precisamente por esto, sólo Él tiene tal poder. ¿Podría algún hombre u objeto poseer una autoridad y un poder como estos? ¿Existe una respuesta en vuestros corazones? ¿Posee algún ser creado o no creado, aparte de Dios, una autoridad así? ¿Habéis visto alguna vez un ejemplo de semejante cosa en algún libro o publicación? ¿Existe algún registro de que alguien crease los cielos, la tierra y todas las cosas? No, no aparece en ninguna otra parte; estas son, por supuesto, las únicas palabras autoritativas y poderosas sobre la magnífica creación del mundo por parte de Dios, y se registran en la Biblia; ellas hablan por la autoridad y la identidad únicas de Dios. ¿Se puede decir que esa autoridad y ese poder simbolizan la identidad única de Dios? ¿Que Dios, y sólo Él, las posee? Sin la menor duda; ¡sólo Dios mismo posee tal autoridad y poder! ¡Ningún ser creado o no creado puede poseer o reemplazarlos! ¿Es esta una de las características del único Dios mismo? ¿Habéis sido testigos de ello? Estas palabras permiten con rapidez y claridad que las personas entiendan la realidad de que Dios posee una autoridad y un poder únicos, una identidad y un estatus supremos. ¿Podéis decir, basándoos en la enseñanza anterior, que el Dios en el que creéis es el único Dios mismo?

En el segundo día, la autoridad de Dios organiza las aguas, hace el firmamento, y aparece un espacio para la supervivencia humana más básica

Leamos el segundo pasaje de la Biblia: “Y Dios dijo: Que haya firmamento entre las aguas, y que se dividan las aguas de las aguas. Y Dios hizo el firmamento, y dividió las aguas que estaban bajo el firmamento de las aguas que estaban sobre el firmamento; y así sucedió” (Génesis 1:6-7). ¿Qué cambios se produjeron después de que ordenase “Que haya firmamento entre las aguas, y que se dividan las aguas de las aguas”? Las Escrituras dicen: “Y Dios hizo el firmamento, y dividió las aguas que estaban bajo el firmamento de las aguas que estaban sobre el firmamento”. ¿Cuál fue el resultado después de que Dios hubiese hablado y realizado esto? La respuesta se encuentra en la última parte del pasaje: “y así sucedió”.

Estas dos breves frases registran un acontecimiento magnífico, y describen una escena maravillosa: el tremendo proyecto en el que Dios gobernó las aguas, y creó un espacio en el que el hombre pudiera existir…

En esta imagen, las aguas y el firmamento aparecen ante los ojos de Dios en un instante, y Él los divide con la autoridad de Sus palabras; se separan arriba y abajo en la forma designada por Él. Es decir, el firmamento creado por Dios no sólo cubría las aguas abajo, sino que también sustentaba las aguas arriba… En esto, el hombre no puede evitar limitarse a mirar fijamente, estupefacto, y gritar de admiración ante el esplendor de la escena en la que el Creador transfirió las aguas, mandó sobre ellas, y creó el firmamento, por el poder de Su autoridad. A través de Sus palabras, Su poder, y Su autoridad, Dios logró otra gran proeza. ¿No es esto el poder de la autoridad del Creador? Utilicemos las Escrituras para explicar los hechos de Dios: Él pronunció Sus palabras y, por ellas, se creó un firmamento en medio de las aguas. Al mismo tiempo por estas palabras divinas se produjo un cambio tremendo en aquel espacio, y no fue un cambio en el sentido ordinario, sino una especie de sustitución en la que la nada se convirtió en algo. Nació de los pensamientos del Creador, y surgió de la nada por las palabras que el Creador pronunció. Además, desde ese momento en adelante existiría y permanecería, por causa del Creador, y cambiaría, se transformaría, y renovaría de acuerdo con Sus pensamientos. Este pasaje describe el segundo acto del Creador en Su creación de la totalidad del mundo. Fue otra expresión de Su autoridad y Su poder, así como otro proyecto pionero Suyo. Ese día fue el segundo día que el Creador había pasado desde la fundación del mundo, y fue otro día maravilloso para Él: caminó en medio de la luz, trajo el firmamento, organizó y gobernó las aguas, y Sus hechos, Su autoridad, y Su poder se pusieron a trabajar en el nuevo día…

¿Había un firmamento en medio de las aguas antes de que Dios pronunciara Sus palabras? ¡Por supuesto que no! ¿Y después de que Dios ordenara “Que haya firmamento entre las aguas”? Apareció lo que Dios tenía en mente; hubo un firmamento en medio de las aguas, y estas se separaron porque Dios mandó “y que se dividan las aguas de las aguas”. De esta forma, siguiendo las palabras de Dios, dos nuevos objetos, dos cosas recién nacidas aparecieron entre todas las demás como resultado de la autoridad y del poder de Dios. ¿Cómo os sentís por la aparición de estas dos nuevas cosas? ¿Sentís la grandeza del poder del Creador? ¿Sentís la fuerza única y extraordinaria del Creador? La grandeza de semejante fuerza y poder se debe a la autoridad de Dios, que es una representación y una característica única de Dios mismo.

¿Os ha proporcionado este pasaje otro sentido profundo de la singularidad de Dios? Sin embargo, esto está lejos de ser suficiente; la autoridad y el poder del Creador van más allá. Su singularidad no se debe simplemente a que Él posea una esencia diferente a la de cualquier criatura, sino también a que Su autoridad y Su poder son extraordinarios, ilimitados, superlativos para todos, y están por encima de todos. Además, Su autoridad, así como lo que Él tiene y es pueden crear vida, producir milagros, pueden crear todos y cada uno de los espectaculares y extraordinarios minutos y segundos, y, al mismo tiempo, Él es capaz de dominar la vida que crea, y ser Soberano sobre los milagros, y sobre todos y cada uno de los minutos y segundos creados por Él.

En el tercer día, las palabras de Dios dan origen a la tierra y los mares, y la autoridad de Dios provoca que el mundo rebose de vida

Leamos seguidamente la primera frase de Génesis 1:9-11: “Y Dios dijo: Que las aguas que están debajo del cielo se junten en un solo lugar, y que aparezca la tierra seca”. ¿Qué cambios ocurrieron después de que Dios dijese simplemente: “Que las aguas que están debajo del cielo se junten en un solo lugar, y que aparezca la tierra seca”? ¿Y qué había en ese espacio lejos de la luz y el firmamento? Está escrito en las Escrituras: “Y Dios llamó a la tierra seca Tierra; y a la unión de las aguas las llamó Mares; y Dios vio que eso era bueno”. Es decir, ahora había tierra y mares en aquel espacio, y fueron separados. La aparición de estas nuevas cosas siguió al mandato de la boca de Dios, “y así sucedió”. ¿Describen las Escrituras a Dios ocupado mientras estaba haciendo esto? ¿Le describen involucrado en una labor física? ¿Cómo hizo Dios, pues, todo esto? ¿Cómo causó Dios que estas nuevas cosas se produjesen? Evidentemente, Él se sirvió de las palabras para lograr todo aquello, para crearlo todo en su totalidad.

En los tres pasajes anteriores hemos conocido la aparición de tres grandes acontecimientos. Los tres aparecieron y se materializaron a través de las palabras de Dios, y por ellas fueron manifestándose uno tras otro ante los ojos de Dios. Por tanto, se ve que “Dios habla, y será cumplido; Él manda, y permanecerá” no son palabras vacías. Esta esencia divina se confirma en el instante en que Él concibe Sus pensamientos, y cuando Él abre Su boca para hablar, Su esencia se refleja plenamente.

Continuemos hasta la frase final de este pasaje: “Y Dios dijo: Que la tierra produzca pasto, que las plantas produzcan semillas y que cada árbol frutal sobre la tierra produzca frutos según su clase, cuya semilla esté dentro de los mismos; y así sucedió”. Mientras Dios estaba hablando, todas estas cosas nacieron siguiendo los pensamientos divinos, y en un instante una variedad de pequeñas formas de vida delicadas sacaban vacilantes la cabeza a través del suelo; antes incluso de haberse sacudido la tierra del cuerpo se saludaban con entusiasmo, asintiendo y sonriéndole al mundo. Daban gracias al Creador por la vida que les había concedido, y anunciaban al mundo que formaban parte de todas las cosas, y que cada una de ellas dedicaría su vida a evidenciar la autoridad del Creador. Cuando Dios pronunció Sus palabras, la tierra se volvió exuberante y verde; todas las clases de hierbas de las que los hombres podrían disfrutar surgieron y brotaron de la tierra; las montañas y las llanuras se poblaron copiosamente de árboles y bosques… Este mundo árido, en el que no había existido rastro alguno de vida, se cubrió con rapidez de abundancia de pasto, hierbas y árboles, y desbordó de vegetación… La fragancia del pasto y el aroma de la tierra se extendieron por el aire, y toda una serie de plantas comenzó a respirar en tándem con la circulación del aire, y se inició el proceso del crecimiento. Al mismo tiempo, gracias a las palabras de Dios y siguiendo Sus pensamientos, todas las plantas iniciaron los ciclos de vida perpetua en los que crecen, florecen, dan fruto, y se multiplican. Empezaron a adherirse a sus respectivas trayectorias vitales, y comenzaron a desempeñar sus respectivos papeles entre todas las cosas… Todas nacieron, y vivían por las palabras del Creador. De Él recibirían provisión incesante y alimentación, y siempre sobrevivirían tenazmente en cada rincón de la tierra para mostrar Su autoridad y Su poder, y siempre mostrarían la fuerza vital que Él les había concedido…

La vida del Creador es extraordinaria, Sus pensamientos son extraordinarios, y Su autoridad es extraordinaria; por tanto, cuando pronunció Sus palabras, el resultado final fue: “y así sucedió”. Claramente, Dios no necesita trabajar con Sus manos cuando actúa; simplemente usa Sus pensamientos para mandar, y Sus palabras para ordenar, y así se logran las cosas. En ese día, Dios reunió las aguas en un lugar, y dejó que apareciese la tierra seca; a continuación hizo que el pasto brotara de la tierra, y allí crecieron las hierbas que daban semillas, y los árboles que llevaban fruto, y Dios los clasificó según su especie, e hizo que cada uno contuviese su propia semilla. Todo esto se realizó de acuerdo con los pensamientos divinos y las órdenes pronunciadas por Dios; y cada cosa apareció, una tras otra, en este nuevo mundo.

Cuando aún no había iniciado Su obra, Dios ya tenía en mente una imagen de lo que pretendía lograr, y cuando Dios emprendió la consecución de estas cosas, momento en el que también abrió Su boca para reproducir el contenido de dicha imagen, empezaron a producirse cambios en todas las cosas gracias a la autoridad y el poder de Dios. Independientemente de cómo lo hiciera, o de cómo ejerciera Su autoridad, todo se logró paso a paso, de acuerdo a Su plan y por Sus palabras; así se produjeron también los cambios entre el cielo y la tierra gracias a las palabras y a la autoridad de Dios. Todas estas modificaciones y apariciones mostraron la autoridad del Creador, lo extraordinario y la grandeza del poder de Su vida. Sus pensamientos no son meras ideas, o una imagen vacía, sino una autoridad poseedora de vitalidad y de una energía excepcional; son el poder que causa el cambio, la recuperación, la renovación y el perecimiento de todas las cosas. Por ello, todas las cosas funcionan a causa de Sus pensamientos, y, al mismo tiempo, se realizan por las palabras de Su boca…

Antes de que aparecieran todas las cosas, hacía mucho que en los pensamientos de Dios se había formado un plan completo, y se había constituido un nuevo mundo. Aunque el tercer día aparecieron toda clase de plantas sobre la tierra, Dios no tenía razones para detener los pasos de Su creación de este mundo; Su intención era seguir pronunciando Sus palabras, llevando a cabo la creación de cada cosa nueva. Él hablaría, emitiría Sus mandatos, ejercería Su autoridad y mostraría Su poder; y preparó todo lo que había planeado a fin de que estuviera dispuesto para todas las cosas y para la humanidad que pretendía crear…

Las citas de la Biblia en este artículo han sido traducidas de AKJV.

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