Cómo perseguir la verdad (11) Parte 1
¿Hasta dónde llegamos en nuestra enseñanza de la reunión anterior? Compartimos sobre el tema de “desprenderse” en relación con el matrimonio, que es una parte de “Cómo perseguir la verdad”. Hemos compartido acerca de este tema del matrimonio varias veces, ¿en qué nos centramos sobre todo la última vez? (Hablamos de desprenderse de las diversas fantasías sobre el matrimonio y de rectificar algunas ideas y entendimientos distorsionados que tiene la gente casada acerca de este, y también de cómo abordar correctamente el deseo sexual. Al final, compartimos que nuestra misión no es perseguir la felicidad en el matrimonio). Hablamos sobre el tema de “desprenderse de las diversas fantasías sobre el matrimonio”, ¿cuánto entendisteis y cuánto recordáis? ¿Acaso no compartimos principalmente sobre las distintas opiniones y deseos poco realistas, en absoluto prácticos, infantiles e irracionales que la gente posee respecto al matrimonio? (Sí). Comprenderlo y entenderlo correctamente, así como abordarlo de la manera adecuada, es la postura que la gente debe adoptar ante el matrimonio. No se debe tomar como si fuera un juego, ni tampoco como algo que sirva para satisfacer todas las fantasías y búsquedas irreales de uno. ¿Qué implican las diversas fantasías sobre el matrimonio? Existe cierta relación entre ellas y las distintas actitudes que tiene la gente hacia la vida y, lo que es más importante, guardan relación con los diferentes dichos, interpretaciones y actitudes hacia el matrimonio que la gente recibe del mundo y de la sociedad. Esos dichos, interpretaciones y actitudes son un sinfín de afirmaciones y puntos de vista poco realistas y falsos provenientes de la sociedad y de todos los pueblos de la humanidad. ¿Por qué es necesario que la gente se desprenda de ellos? Porque esas cosas proceden de la humanidad corrupta, constituyen todo tipo de puntos de vista y actitudes sobre este tema que han surgido del mundo perverso, y se desvían por completo de la definición y el concepto correctos del matrimonio que Dios ha ordenado para la humanidad. Tanto el concepto como la definición de este se centran más bien en las responsabilidades y obligaciones humanas, además de en la humanidad, la conciencia y la razón que la gente debería encarnar en la vida. La definición que da Dios del matrimonio insta ante todo a las personas a asumir correctamente sus responsabilidades en el ámbito matrimonial. Aunque no estés casado y tampoco ejerzas las responsabilidades propias del matrimonio, debes contar no obstante con una comprensión correcta de la definición que Dios otorga de este concepto. Eso por un lado. Por otro, Dios insta a las personas a prepararse para asumir las responsabilidades que les corresponden en el marco del matrimonio. Esta unión no es un juego, no es como un niño que juega a las casitas. Lo primero que debe tenerse en cuenta y asumirse como concepto es que el matrimonio es una muestra de responsabilidad. Más importante aún es prepararse o estar listo para las obligaciones que se deben cumplir en la humanidad normal de uno. ¿Y en qué se centran más los conceptos, el entendimiento y los dichos sobre el matrimonio procedentes de Satanás y del mundo perverso? En jugar con las emociones y los deseos sexuales, y en satisfacer el deseo físico y la curiosidad de la carne hacia el sexo opuesto, además de, por supuesto, en saciar la vanidad humana. Nunca hacen mención a la responsabilidad o la humanidad, y mucho menos a cómo las dos partes implicadas en el matrimonio según lo ordenado por Dios, es decir, la masculina y la femenina, deben asumir sus responsabilidades, cumplir con sus obligaciones y hacer bien todo lo que le corresponde a un hombre y a una mujer, dentro del contexto del matrimonio. Las distintas interpretaciones, dichos y actitudes respecto al matrimonio con las que el mundo adoctrina a la gente se centran más en la satisfacción de la emoción y el deseo humanos, así como en la exploración y la búsqueda de estos. Por lo tanto, si aceptas esos diversos dichos, entendimientos y actitudes en relación con el matrimonio que provienen de la sociedad, serás incapaz de evitar que esas ideas perversas te afecten. Para ser más precisos, te resultará imposible evitar que te corrompan esos puntos de vista sobre el matrimonio que proceden del mundo. En cuanto estos te hayan corrompido y afectado, ya no serás capaz de evitar que te controlen, y a su vez aceptarás que te engañen y manipulen, como les sucede a los incrédulos. Cuando estos aceptan tales ideas y puntos de vista, hablan de amor y de satisfacer sus deseos sexuales. De igual manera, una vez que tú los hayas aceptado sin reservas, hablarás de esos mismos temas. Resulta inevitable e ineludible. Mientras carezcas de la definición correcta de matrimonio y de la comprensión y actitudes acertadas respecto a este, aceptarás con naturalidad los diversos puntos de vista y dichos sobre ese tema que provienen del mundo, la sociedad y la humanidad. En tanto que los oigas, los veas, los conozcas y no dispongas de inmunidad para luchar contra ellos, sin saberlo te verás afectado por ese clima social y aceptarás sin darte cuenta esas opiniones y dichos sobre el matrimonio. Cuando aceptes tales cosas en tu interior, no podrás evitar que esas ideas y puntos de vista afecten a tu actitud hacia el matrimonio. Puesto que no vives en mitad de la nada, tiendes a caer bajo la influencia e incluso el control de los diversos dichos sobre el matrimonio que provienen del mundo, de la sociedad y de la humanidad. En cuanto te controlen, te resultará muy difícil librarte de ellos, y no podrás evitar fantasear sobre cómo debería ser tu propio matrimonio.
La vez anterior hablamos de las diversas fantasías sobre el matrimonio, y estas tienen su origen en los múltiples entendimientos y puntos de vista erróneos de la humanidad perversa acerca de esa cuestión. Cualquiera que persiga la verdad ha de desprenderse de esos entendimientos y puntos de vista, ya sean específicos o generales. Primero, se debe desprender de todas las variadas definiciones y comprensiones equivocadas del matrimonio. Segundo, ha de elegir correctamente a su pareja; y en tercer lugar, aquellos que ya están casados deben adoptar un enfoque correcto de su matrimonio. La palabra “correcto” se refiere aquí a la actitud y la responsabilidad que la gente debe tener hacia el matrimonio según los requerimientos e instrucciones de Dios. Las personas deben entender que el matrimonio no es un símbolo del amor, y que adentrarse en esa unión no equivale a entrar en un palacio matrimonial ni en una tumba, ni mucho menos consiste en un traje de novia, un anillo de diamantes, una iglesia, votos de amor eterno, cenas a la luz de las velas, romanticismo o un mundo solo de los dos; nada de eso significa matrimonio. Así pues, en relación con dicha cuestión, lo primero que debes hacer es eliminar las fantasías sobre el matrimonio que se han instaurado en tu corazón, así como las cosas simbólicas que surgen de tus fantasías sobre el matrimonio. Al compartir sobre la interpretación correcta del matrimonio y analizar las ideas distorsionadas al respecto que provienen del mundo perverso de Satanás, ¿no llegáis a tener un entendimiento más preciso de la definición de matrimonio? (Sí). En cuanto a los que no estáis casados, ¿no os quedáis más tranquilos respecto a ese tema al oír estas cosas? ¿Y no os ayuda a aumentar vuestra comprensión? (Sí). ¿En qué aspecto aumenta esta? (Mis fantasías previas sobre el matrimonio se limitaban a vaguedades, tales como flores, anillos de diamantes, vestidos de novia y votos de amor eterno. Tras escuchar la enseñanza de Dios, ahora comprendo que el matrimonio en realidad es algo que Él ha ordenado, y que consiste en que dos personas unidas sean capaces de mostrarse consideración mutua, cuidarse y responsabilizarse la una de la otra. Es un sentimiento de responsabilidad, y este punto de vista sobre el matrimonio es más práctico y no implica tales vaguedades). Vuestra comprensión ha mejorado, ¿verdad? En general, así ha sido. En lo que respecta a los detalles, ¿se ha producido algún ligero cambio en los estándares relativos a las cosas que antes admirabais y que os fascinaban? (Sí). Solíais hablar siempre de encontrar a un hombre alto, rico y guapo, o a una mujer de piel clara, rica y hermosa; ¿en qué os fijáis ahora? Como poco, en la humanidad de alguien, y en si es fiable y tiene sentido de la responsabilidad. Decidme, si alguien escoge a una pareja de acuerdo con ese rumbo, ese objetivo y ese método, ¿qué es más probable? ¿que disfruten de un matrimonio feliz o que sean infelices y se divorcien? (Es más probable que sean felices). En cierto modo, así es. ¿Por qué no decimos que esa clase de matrimonio tendrá garantizado al cien por cien la felicidad? ¿Cuántas razones hay para ello? Cuanto menos, una razón es que la gente puede cometer errores y no ver al otro con claridad antes de casarse. Otra razón es que, antes de la boda, puede que alguien tenga figuraciones fabulosas sobre el matrimonio y piense: “Tenemos personalidades compatibles y compartimos las mismas aspiraciones. Además, él me ha prometido que está dispuesto a asumir la responsabilidad y cumplir con sus obligaciones hacia mí después de que nos casemos, y que nunca me decepcionará”. No obstante, después de contraer matrimonio, no todo en la vida de casados va como desearían ni es perfecto. Además, algunas personas aman la verdad y las cosas positivas, mientras que otras pueden aparentar tener una humanidad que no es mala ni malvada, pero no sienten amor por las cosas positivas ni persiguen la verdad. Cuando están casados y viven juntos, ese escaso sentido de la responsabilidad o de la obligación que él alberga en su humanidad se va desgastando poco a poco, se transforma con el tiempo y deja ver su verdadera cara. Decidme, si en una pareja casada una persona persigue la verdad y la otra no, si tú lo haces de manera unilateral y él no lo hace en absoluto, ¿cuánto tiempo podrás soportarlo? (No mucho). Puedes tolerar y aguantar a regañadientes algunos hábitos de vida o pequeños defectos o carencias en su humanidad, pero con el paso del tiempo, dejaréis de compartir el mismo idioma o la misma búsqueda. Él no persigue la verdad ni ama las cosas positivas, y le suelen gustar las cosas salidas de las tendencias perversas mundanas. Poco a poco, habláis cada vez menos, vuestras aspiraciones se van distanciando entre sí y el deseo de cumplir con sus responsabilidades pronto se difumina. ¿Es feliz esa clase de matrimonio? (No). ¿Qué debes hacer si no eres feliz? (Si dos personas no pueden continuar juntas, deben separarse a la menor oportunidad). Correcto. ¿Cuánto tiempo transcurre desde que se tiene esa idea inicial hasta que se separan? Al principio, los dos se llevan bien, y tras pasar así un tiempo, empiezan a chocar. Entonces, se reconcilian, y cuando eso sucede, la mujer ve que el hombre no ha cambiado, así que aguanta, y tras pasar un tiempo haciéndolo, vuelven a discutir. Una vez que ese conflicto llega a su clímax, las cosas se vuelven a enfriar, y ella piensa: “No somos afines y no es como yo me imaginaba al principio. Vivir juntos es muy duro. ¿Deberíamos divorciarnos? Sin embargo, nos ha costado mucho llegar a este punto y hemos roto y vuelto a estar juntos muchas veces. No debo divorciarme con tanta facilidad. Simplemente debería aguantar. Vivir sola nunca es tan bueno como hacerlo con alguien”. Así que aguanta uno o dos años; cuanto más mira a su esposo, más insatisfecha se siente, y mientras más tiempo pasa, más frustrada se encuentra. Vivir juntos no la hace feliz, y cada vez hablan menos y están más distanciados. Ella observa que los defectos de él van en aumento y se da cuenta de que tiene cada vez menos ganas de aguantarlo y tolerarlo. Después de cinco o seis años, ya no puede soportarlo más, explota y quiere acabar definitivamente con él. Antes de decidirse a romper por completo, debe pensárselo bien de principio a fin y hacerse una idea clara y concisa de cómo será su vida después del divorcio. Cuando se lo ha pensado bien, no halla la suficiente determinación, pero lo medita varias veces más y decide dejar a su marido, a pesar de las reticencias, y piensa: “Me divorciaré de él. Vivir yo sola y en paz es mejor que esto”. Siempre están discutiendo y no se llevan bien. Lo que solía ser tolerable, ahora le resulta insoportable. Le basta con verlo para alterarse, se pone furiosa al oírle hablar. Su voz, su aspecto, su ropa, las cosas que usa: todo le revuelve el estómago y le provoca náuseas. Se ha llegado a un punto insoportable en el que se han convertido en extraños y tiene que divorciarse de él. ¿Cuál fue la premisa para llevarle a esa situación? Vivir juntos era demasiado duro, es mejor hacerlo sola. Cuando las cosas llegan a ese punto, la conexión con él ya ha desaparecido. Ya no existen sentimientos, ella se lo ha pensado mucho y ha llegado a una conclusión: es mejor vivir sola. Como suelen decir los incrédulos: “Cuando vives solo, no tienes que preocuparte de nadie más”. De otra forma, siempre estaría pensando en él, y preguntándose: “¿Habrá comido? ¿Estará bien vestido? ¿Estará durmiendo bien? ¿Le resultará agotador trabajar lejos de casa? ¿Le estarán presionando? ¿Cómo se sentirá?”. Siempre se tendría que estar preocupando por él. En cambio, ahora observa la paz que se siente al vivir sola, sin nadie en quien pensar o de quien preocuparse. No merece la pena vivir así por un hombre semejante. No merece su preocupación, su amor ni que se responsabilice de él, y no hay en él nada digno de amar. Al final, le pide el divorcio, el matrimonio se termina y nunca echa la vista atrás ni se arrepiente de su decisión. Existen los matrimonios así, ¿verdad? (Sí). También hay otros que surgen a raíz de diversos motivos, como por actos de bondad o rencor de una vida anterior. Como ya hemos comentado, hay quienes se juntan porque uno tiene una deuda con el otro. Dentro de la pareja, o bien la mujer le debe al hombre, o bien el hombre le debe a la mujer. Es posible que en una vida anterior uno se aprovechara o debiera demasiado, y por eso se juntan en esta para que esa persona pueda saldar su deuda. Hay muchos matrimonios así que son infelices, pero no pueden divorciarse. Ya se vean obligados a permanecer juntos porque tienen una familia o por sus hijos, o por cualquier otra razón, sea como sea, a la pareja le resulta imposible llevarse bien, siempre están peleando y discutiendo, y sus personalidades, intereses, aspiraciones y aficiones no son para nada afines. No se gustan y a ninguno de los dos les hace feliz vivir juntos, pero no se pueden divorciar, así que permanecen unidos hasta la muerte. Cuando el fin de sus días se acerca, todavía se burlan de su pareja y le dicen: “¡No quiero verte en la próxima vida!”. Se odian demasiado, ¿verdad? Sin embargo, Dios ordena que en la vida actual no pueden divorciarse. En relación con todas estas diferentes clases de matrimonio, con independencia de cómo sea su estructura o su origen, ya estés casado o no, debes siempre y en cualquier caso desprenderte de las diversas fantasías poco realistas e ingenuas que tengas sobre la cuestión. Has de afrontar el matrimonio de un modo correcto y no jugar con las emociones y los deseos de la gente, ni mucho menos quedarte atrapado en la maraña de puntos de vista incorrectos sobre el matrimonio con los que la sociedad te adoctrina, sin parar nunca de darle vueltas a lo que sientes al respecto. ¿Te ama tu pareja? ¿Sientes que te ama? ¿La sigues amando tú? ¿Cuánto amor albergas aún por ella? ¿Siente tu pareja todavía algo por ti? ¿Continúas sintiendo algo tú por ella? No hay necesidad de sentir esas cosas ni de darles tantas vueltas, ya que todas son ideas absurdas y sin sentido. Mientras más vueltas les des, más te parecerá que tu matrimonio está en crisis, y cuanto más caigas en esos pensamientos, más se demostrará que has quedado atrapado en la maraña del matrimonio, y desde luego no serás feliz ni albergarás ninguna sensación de seguridad. Esto se debe a que, cuando te sumerges en esas ideas, puntos de vista y pensamientos, tu matrimonio se deforma, tu humanidad se distorsiona, y quedas asimismo completamente controlado y secuestrado por las diversas ideas y opiniones sobre este tema que provienen de la sociedad. Por consiguiente, en relación con los diversos puntos de vista y dichos sobre el matrimonio que tienen su origen en la sociedad y la humanidad perversa, debes ser capaz de discernirlos con precisión, y también de rechazarlos. Da igual lo que digan los demás o cómo cambien sus dichos sobre el matrimonio, en última instancia, nadie debe renunciar a la definición que da Dios de este, ni a nadie le deben afectar los puntos de vista del mundo perverso al respecto ni debe permitir que estos le nublen los ojos. Dicho sin rodeos, el matrimonio es el comienzo de una etapa diferente en la vida de una persona, el paso de la adolescencia a la adultez. Es decir, cuando te conviertes en adulto entras en una etapa diferente de la vida, y en esta contraes matrimonio y vives con alguien que no tiene relación de sangre contigo. Desde el día que empiezas a vivir con esa persona, se supone que como marido o mujer debes asumir las responsabilidades y obligaciones de todo lo que implica la vida de casado y, además, debéis hacerlo juntos. Es decir, el matrimonio significa que alguien ha dejado a sus padres, ha dicho adiós a la vida de soltero y se ha adentrado con otra persona en una vida de dos. Se trata de una etapa en la que ambas personas afrontan juntas la vida. Entras en una nueva fase de la vida en la que, por supuesto, también harás frente a todo tipo de pruebas vitales. La forma en que te enfrentes a la vida dentro del marco del matrimonio y el modo en que tú y tu pareja afrontéis juntos todas las cosas que se presenten en dicho contexto posiblemente te pongan a prueba; podrían llevarte a la perfección o acabar en desastre. Por supuesto, también podrían ser fuentes de más experiencia en la vida, así como proporcionarte un entendimiento y una apreciación más profundos de esta, ¿verdad? (Cierto). Terminamos aquí nuestro resumen sobre el tema de poseer un entendimiento correcto sobre el matrimonio y las diversas fantasías sobre este.
La vez anterior compartimos sobre otro tema, el de que tu misión no es perseguir la felicidad conyugal. ¿En qué hicimos énfasis cuando hablamos sobre esa cuestión? (No hemos de confiar la felicidad de nuestra vida en la pareja, y no debemos hacer cosas para complacerla con el único fin de atraerla o proteger nuestro supuesto amor. No hemos de olvidar que somos seres creados y que las responsabilidades y obligaciones que debemos cumplir en el matrimonio no entran en conflicto con los deberes y responsabilidades que nos corresponde cumplir como seres creados). Para mucha gente, la felicidad de su vida depende del matrimonio, y su objetivo a la hora de buscar la felicidad consiste en lograr un matrimonio perfecto y feliz. Creen que si su matrimonio es feliz y ellos también lo son con su pareja, su vida será feliz, así que consideran la felicidad marital como la misión de toda una vida alcanzable mediante incansables esfuerzos. Por ese motivo, cuando se casan, muchos se devanan los sesos pensando multitud de cosas que hacer para mantener su matrimonio “como nuevo”. ¿Qué significa “como nuevo”? Como ellos dicen, significa que da igual el tiempo que lleven casados, los dos siempre se sienten unidos como siameses y nunca pueden alejarse el uno del otro, igual que cuando empezaron a salir, y siempre quieren estar juntos y no separarse nunca. Además, dondequiera que estén y en todo momento, siempre piensan en su pareja y la echan de menos, y tienen el corazón rebosante de la voz, la sonrisa, las palabras y las acciones del otro. Si no oyen la voz de su pareja durante un solo día, su corazón se siente desolado, y si pasan un solo día sin verla, parece que han perdido el alma. Creen que esos son los signos y señales de la felicidad conyugal. Por lo tanto, algunas de las llamadas amas de casa a tiempo completo se quedan en el hogar y piensan que esperar el regreso de su marido es la mayor felicidad. Si este no llega a casa a su hora, lo llaman, ¿y qué es lo primero que le preguntan? (¿A qué hora vas a llegar a casa?). Parece que oís esto a menudo; es una pregunta que está enraizada en lo más profundo de los corazones de muchos. Lo primero que preguntan es “¿A qué hora vas a llegar a casa?”. En cuanto formulan esta pregunta, reciban o no una respuesta precisa, queda de manifiesto lo enferma de amor que está una mujer en un matrimonio feliz. Se trata de una situación normal en las vidas de aquellos que buscan la felicidad en el matrimonio. Aguardan en casa tranquilamente a que su otra mitad vuelva del trabajo. Si salen, no se atreven a alejarse ni permanecer mucho tiempo fuera, por miedo a que su pareja vuelva a casa, se la encuentre vacía y se sienta muy dolida, decepcionada y contrariada. Son personas llenas de esperanza y fe en su búsqueda de la felicidad conyugal, y no se contienen a la hora de pagar cualquier precio por ella o de conseguirla a cambio de cualquier cosa. Incluso hay algunas que, después de empezar a creer en Dios, siguen buscando la felicidad conyugal igual que antes, procuran amar a su pareja y no cesan de preguntarle si las ama. Así pues, durante las reuniones, puede que una mujer se ponga a pensar: “¿Habrá llegado ya mi marido a casa? Si lo ha hecho, ¿habrá comido algo? ¿Estará cansado? Sigo aquí en esta reunión y me siento un poco intranquila. Me parece que le he defraudado un poco”. Cuando se dispone a asistir a la siguiente, le pregunta a su marido: “¿A qué hora crees que volverás? Si llegas mientras estoy en una reunión, ¿no te sentirás solo?”. Su marido responde: “¿Cómo no iba a sentirme solo? La casa está vacía y estoy solo. Por lo general, siempre estamos juntos y ahora de repente no hay nadie. ¿Por qué siempre tienes que acudir a las reuniones? Puedes ir, pero me gustaría que llegaras a casa antes que yo”. En el fondo, ella reconoce: “Oh, no me pide mucho, solo hace falta que esté en casa antes de que vuelva”. En la siguiente reunión, no para de mirar el reloj, y cuando ve que ya casi es hora de que su marido acabe de trabajar, no puede permanecer sentada más tiempo y dice: “Seguid vosotros, yo tengo que ocuparme de algo en casa, así que me tengo que ir”. Se apresura a volver a casa y piensa: “¡Bien, mi marido aún no ha vuelto! Me daré prisa para hacer de comer y arreglar un poco la casa, así cuando llegue verá que está todo limpio, olerá la comida y sabrá que hay alguien. Es maravilloso que podamos estar juntos a la hora de comer. Aunque perdí algo de tiempo en la reunión y escuché y adquirí menos enseñanzas, está muy bien poder llegar a casa antes que él y ofrecerle un plato caliente, y eso es fundamental para mantener un matrimonio feliz”. De ahí en adelante, suele hacer lo mismo en las reuniones, y cuando a veces alguna se alarga, llega a casa a toda prisa y ve que su marido ya está allí. Está un poco descontento y molesto con ella, y refunfuña: “¿No te puedes perder ni una reunión? ¿No sabes cómo me siento cuando no estás y vuelvo a casa y no te veo aquí? ¡Me molesta!”. A ella le conmueve mucho oír eso y piensa: “Lo que quiere decir es que me ama mucho y no puede vivir sin mí. Se molesta si ve que no estoy aquí. ¡Soy tan feliz! Aunque parece un poco enfadado, percibo el amor que siente por mí. La próxima vez lo tendré en cuenta y, por muchas horas que dure la reunión, volveré antes. No puedo decepcionar ese amor que me tiene. No importa que adquiera menos enseñanzas o escuche menos palabras de Dios en las reuniones”. A partir de entonces, en lo único que piensa cuando asiste a una reunión es en volver a casa para ser digna del amor de su esposo y para conservar la felicidad que persigue en su matrimonio. Tiene la ligera sensación de que no volver temprano a casa supondrá una decepción para el amor que su marido siente por ella, y se pregunta si él se irá por ahí a buscarse a otra y dejará de amarla como solía hacerlo si ella sigue actuando de ese modo. Cree que amar y ser amada siempre equivale a la felicidad, y conservar esa relación de amar y ser amada es su aspiración en la vida, algo que está decidida a perseguir, así que eso es lo que hace sin reservas ni dudas. Incluso hay algunas personas que, cuando tienen que cumplir con su deber lejos de casa, suelen decirle a su líder: “No puedo pasar la noche fuera. Estoy casada, así que mi marido se sentirá solo si no vuelvo a casa. No estaré cuando se despierte en mitad de la noche y eso le molestará. Tampoco me verá cuando abra los ojos por la mañana, y se sentirá dolido. Si no regreso a casa habitualmente, ¿no dudará de mi fidelidad y mi inocencia? Llegamos a un acuerdo cuando nos casamos: nos seríamos fieles el uno al otro. Pase lo que pase, he de mantener mi promesa. Quiero ser digna de él, ya que no hay nadie en el mundo que me ame igual. Por lo tanto, para demostrar mi inocencia y que le soy totalmente fiel, de ninguna manera puedo pasar la noche fuera de casa. No importa la cantidad de trabajo pendiente en la iglesia o lo urgente que sea el deber, debo volver a casa de noche por muy tarde que sea”. Dice que esto es para mantener su inocencia y fidelidad, pero es una mera formalidad, son solo palabras, de lo que realmente tiene miedo es de que su matrimonio acabe siendo infeliz y se rompa. Prefiere perder y abandonar el deber que se supone que debe cumplir con tal de mantener su felicidad conyugal, como si esta fuera su motivación y la fuente de todo lo que hace. Sin un matrimonio feliz, no puede cumplir con el deber de un ser creado ni tampoco ser uno aceptable. Considera que no decepcionar el amor que su marido siente por ella y seguir siendo amada son señales de la felicidad conyugal, además de los objetivos de vida que debe perseguir. Si de repente se da cuenta de que ya no es tan amada, o hace algo mal y defrauda el amor que su marido siente por ella, de modo que este se decepciona y disgusta con ella, le parecerá que se está volviendo loca, dejará de asistir a las reuniones o de leer las palabras de Dios, e incluso cuando la iglesia necesite que cumpla con algún deber, se inventará cualquier tipo de excusa para negarse. Por ejemplo, dirá que no se encuentra bien o que en casa hay algún asunto urgente, e incluso se inventará excusas absurdas y caprichosas para no tener que cumplir con el deber. Estas personas consideran la felicidad conyugal como algo de suma importancia en la vida. Algunas incluso entregan todo lo que está en su mano para mantener la felicidad de su matrimonio, no dudan en pagar cualquier precio por amarrar y conservar el corazón de su cónyuge para que este siempre las ame, y no pierden nunca ese sentimiento amoroso que tenían cuando se casaron ni los sentimientos que las embargaban en los comienzos respecto al matrimonio. Hay incluso algunas mujeres que hacen sacrificios aún mayores: las hay que se elevan el puente de la nariz, que se retocan la barbilla o se someten a una cirugía de aumento de pecho o de liposucción, soportando así todo tipo de dolor. Algunas llegan a pensar que tienen las pantorrillas demasiado gruesas, así que se operan para afinárselas, y terminan sufriendo daños en el sistema nervioso y ya no pueden mantenerse en pie. El marido de una mujer así, al ver esto, le dice: “Antes tenías las piernas gruesas, pero seguías siendo una persona normal. Ahora no puedes siquiera tenerte en pie y no vales para nada. ¡Quiero el divorcio!”. Ya ves, ha pagado un precio muy alto y eso es lo que ha conseguido a cambio. Asimismo, hay mujeres que se arreglan con elegancia todos los días, se perfuman y se empolvan la cara. Se aplican en el rostro todo tipo de cosméticos, como pintalabios, colorete y sombra de ojos, para así mantenerse jóvenes y bellas, resultarles atractivas a su pareja y hacer que esta las quiera como al principio. De la misma manera, los hombres también hacen muchos sacrificios en aras de la felicidad conyugal. Supongamos que le dicen a alguien: “Eres un creyente en Dios muy conocido. Son demasiadas las personas que te conocen aquí, así que eres vulnerable y es probable que te denuncien y te detengan, por lo que será mejor que te marches a cumplir con tu deber a otra parte”. Entonces se angustia y piensa: “Pero, si me marcho, ¿significará eso el fin de mi matrimonio? ¿Empezará todo a derrumbarse ahora? Si me voy de casa, ¿se irá mi mujer con otro? ¿Separaremos simplemente nuestros caminos de ahora en adelante? ¿No volveremos a estar juntos?”. Se altera al pensar en tales cosas, así que comienza a negociar y dice: “¿Me puedo quedar? Me vale con ir a casa una vez a la semana, ¡tengo que cuidar de mi familia!”. En realidad, no es en eso en lo que piensa. Tiene miedo de que su mujer se vaya con otro y nunca más vuelva a tener felicidad conyugal. El miedo y las preocupaciones le invaden el corazón, no quiere que se esfume la felicidad de su matrimonio ni que esta desaparezca así como así. En los corazones de tales personas, la felicidad conyugal es más importante que cualquier otra cosa, y sin ella les parece que se quedan por completo sin alma. Creen que: “El amor es lo más importante para que un matrimonio sea feliz. La felicidad de la unión entre mi mujer y yo se basa en que yo la amo a ella y ella me ama a mí, y por eso hemos durado tanto. Si me quedara sin amor y este se terminara a causa de mi creencia en Dios y del cumplimiento de mi deber, ¿no significaría eso que mi felicidad conyugal llegaría a su fin y se esfumaría y que ya no sería capaz de disfrutar de ella nunca más? ¿Qué será de nosotros sin tal felicidad? ¿Cómo será la vida de mi esposa sin mi amor? ¿Qué me sucederá a mí si pierdo el amor de mi mujer? ¿Pueden el cumplimiento del deber de un ser creado y la consecución de la misión del hombre ante Dios compensar esa pérdida?”. No lo saben, no tienen respuesta a esas preguntas y no entienden ese aspecto de la verdad. Por lo tanto, cuando la casa de Dios exige a aquellos que persiguen la felicidad en el matrimonio sobre todas las cosas que abandonen su hogar y vayan a un lugar lejano a difundir el evangelio y cumplir con su deber, estos se suelen sentir frustrados, impotentes e incluso intranquilos por el hecho de que pronto puedan perder su felicidad conyugal. Hay quienes abandonan su deber o se niegan a cumplirlo a fin de mantener esa felicidad, y otros incluso rechazan los importantes arreglos de la casa de Dios. También están los que a menudo intentan conocer los sentimientos de su pareja para conservar su felicidad conyugal. Si esta se siente ligeramente disgustada o muestra siquiera un atisbo de descontento o insatisfacción respecto a su fe, a la senda de fe en Dios que han tomado y al cumplimiento de su deber, cambian enseguida de rumbo y realizan concesiones. Es algo que hacen a menudo para mantener la felicidad conyugal, aunque eso signifique renunciar a la oportunidad de cumplir con su deber y no disponer de tiempo para reunirse, leer las palabras de Dios y practicar la devoción espiritual; es así como le demuestran a su cónyuge que están ahí, impiden que se sienta aislado y solo, y le manifiestan su amor. Prefieren hacer eso a perder o quedarse sin el amor de su pareja. Esto es así porque consideran que, si renuncian al amor de su cónyuge en aras de su fe o de la senda de fe en Dios que han tomado, significará que han abandonado su felicidad conyugal y que ya no serán capaces de sentirla, y entonces se convertirán en alguien solitario, penoso y lamentable. ¿Qué significa ser alguien lamentable y penoso? Significa que no cuenta con el amor o la adoración de otro. A pesar de que estas personas entienden parte de la doctrina y la importancia de la obra de salvación de Dios y, por supuesto, entienden que deben cumplir con el deber que les corresponde como ser creado, debido a que confían a su cónyuge su propia felicidad y también, naturalmente, supeditan esta a la conyugal, a pesar de que entienden y saben lo que han de hacer, siguen sin poder desprenderse de su búsqueda de la felicidad conyugal. Erróneamente, consideran que esa búsqueda es la misión que deben perseguir en esta vida, y de igual modo la conciben como la misión que un ser creado ha de perseguir y cumplir. ¿Acaso eso no es una equivocación? (Lo es).
¿Qué hay de malo en buscar la felicidad conyugal? ¿Se ajusta dicha búsqueda a la definición que Dios da del matrimonio y a lo que Él encomienda a las parejas casadas? (No). ¿Qué tiene de malo? Hay quien dice: “Dios dijo que no era bueno que el hombre viviera solo, así que le creó una esposa para hacerle compañía. ¿No es esa la definición de Dios del matrimonio? ¿No forma eso parte de la búsqueda de la felicidad conyugal? Dos personas que se acompañan y llevan a cabo sus responsabilidades mutuas, ¿qué tiene eso de malo?”. ¿Hay alguna diferencia entre cumplir con las propias responsabilidades en el marco del matrimonio y considerar de manera inflexible que tu misión es perseguir la felicidad conyugal? (Sí). ¿Cuál es el problema de esto último? (Consideran que su misión más importante es perseguir la felicidad conyugal, cuando en realidad la mayor responsabilidad que tiene el hombre en la vida es cumplir con su deber como ser creado ante el Creador. Han malinterpretado el objetivo que deben perseguir en la vida). ¿Alguien quiere añadir algo a esto? (Cuando una persona no puede adoptar un enfoque correcto de las responsabilidades y obligaciones que debe cumplir en el matrimonio, empleará su tiempo y energía en conservar esa unión. Sin embargo, el enfoque correcto en lo que se refiere a las responsabilidades en el matrimonio es, antes que nada, no olvidar que uno es un ser creado y que debe dedicar la mayoría de su tiempo a cumplir con el deber y aquello que Dios le encomienda, así como con la misión que Él le encarga. Luego debe llevar a cabo sus responsabilidades y obligaciones dentro del contexto del matrimonio. Se trata de dos cosas diferentes). ¿Es la búsqueda de la felicidad conyugal la meta que la gente debe perseguir en la vida después de casarse? ¿Tiene esto algo que ver con el matrimonio que Dios ha ordenado? (No). Dios le ha dado al hombre el matrimonio, y te ha concedido un entorno en el que puedes desempeñar las responsabilidades y obligaciones de un hombre o una mujer en el marco de este. Dios te ha dado el matrimonio, lo que significa que te ha concedido una pareja. Esta te acompañará hasta el fin de tus días y a lo largo de todas las etapas de tu vida. ¿Qué quiero decir con “acompañar”? Me refiero a que tu pareja te ayudará, te cuidará y compartirá contigo todo aquello que experimentes en la vida. Es decir, independientemente de a cuántas cosas te enfrentes, no lo harás solo, sino que ambos las afrontaréis juntos. Al vivir de esta manera, la existencia es en cierto modo más fácil y relajada, ya que ambas personas hacen lo que se supone que les corresponde, cada uno aporta sus habilidades y puntos fuertes e impulsa su vida. Es así de simple. Sin embargo, Dios nunca le hizo a la gente ninguna exigencia similar a: “Te he dado el matrimonio. Ahora estás casado, así que debes amar a tu pareja sin reservas hasta el final y adularla constantemente. Esa es tu misión”. Dios te ha concedido el matrimonio, una pareja y un entorno de vida diferente. En ese tipo de entorno y situación, Él hace que tu pareja comparta y lo afronte todo junto a ti, para que puedas vivir con mayor libertad y sencillez, mientras que al mismo tiempo te permite conocer una etapa diferente de la vida. Sin embargo, Dios no te ha vendido al matrimonio. ¿Qué quiero decir con esto? Dios no ha tomado tu vida, tu destino, tu misión, la senda que sigues en la vida, el rumbo que eliges en ella y el tipo de fe que tienes y se los ha dado a tu pareja para que decida por ti. Él no ha dicho que la clase de destino, las aspiraciones, la senda vital y la perspectiva de vida que tiene una mujer las deba decidir su marido, ni tampoco a la inversa, que la mujer deba decidir las de su esposo. Dios nunca ha dicho nada de eso ni ha ordenado las cosas así. Fíjate, ¿dijo Dios algo semejante cuando instituyó el matrimonio para la humanidad? (No). Dios nunca ha dicho que la misión de una mujer o un hombre en la vida sea perseguir la felicidad conyugal, ni que debas mantener la felicidad de tu matrimonio para cumplir la misión de tu vida y comportarte debidamente como un ser creado. Dios jamás ha dicho tal cosa. Ni tampoco: “Debes elegir tu senda de vida en el contexto del matrimonio. Que logres o no la salvación, dependerá de tu matrimonio y de tu cónyuge. Tu futuro en la vida y tu destino los decidirá tu pareja”. ¿Ha dicho Dios tal cosa alguna vez? (No). Dios te ha ordenado el matrimonio y te ha dado una pareja. Aunque te cases, tu identidad y estatus ante Él no cambiarán, seguirás siendo tú. Si eres una mujer, seguirás siendo eso ante Dios; si eres un hombre, eso es lo que serás ante Él. Sin embargo, hay una cosa que ambos compartís, y es que, con independencia de que seas hombre o mujer, todos sois seres creados ante el Creador. En el marco del matrimonio, os toleráis y os amáis el uno al otro, os ayudáis y apoyáis, y en eso consiste el cumplimiento de vuestras responsabilidades. No obstante, las responsabilidades y la misión que debes cumplir ante Dios no se pueden sustituir por aquellas que debes satisfacer con respecto a tu pareja. Por lo tanto, cuando exista un conflicto entre tus responsabilidades hacia tu pareja y el deber que un ser creado debe cumplir ante Dios, debes elegir este último y no el relacionado con tu cónyuge. Esta es la dirección y el objetivo que debes elegir y, por supuesto, también es la misión que debes cumplir. Sin embargo, hay quienes erróneamente convierten en su misión en la vida perseguir la felicidad conyugal o cumplir con las responsabilidades hacia su pareja, así como preocuparse por ella, cuidarla y amarla, y la consideran su cielo y su destino; eso es una equivocación. Tu destino reside bajo la soberanía de Dios y no lo rige tu pareja. El matrimonio no puede cambiar tu destino ni el hecho de que es Dios quien lo rige. En cuanto a la perspectiva de vida que debes tener y la senda que has de seguir, debes buscarlas en las enseñanzas y exigencias de las palabras de Dios. Esas cosas no dependen de tu pareja y no las decide ella. Aparte de cumplir con sus responsabilidades hacia ti, no debe tener control sobre tu destino, pedirte que cambies de rumbo en la vida, ni decidir qué senda debes seguir o qué perspectiva de vida has de tener, y mucho menos debe limitarte u obstaculizar tu búsqueda de la salvación. En lo que respecta al matrimonio, lo único que puede hacer la gente es aceptarlo de parte de Dios y atenerse a la definición de este que Él ha ordenado para el hombre, en la que tanto el marido como la mujer cumplen con sus responsabilidades y obligaciones el uno con el otro. Lo que no pueden hacer es decidir el destino ni la vida anterior, actual o futura de su pareja, y mucho menos la eternidad. Tu meta, tu destino y la senda que sigues solo los puede decidir el Creador. Por lo tanto, como ser creado, ya tengas el rol de mujer o de marido, la felicidad que debes perseguir en esta vida radica en que cumplas con el deber de un ser creado y logres la misión que le corresponde a uno. No radica en el propio matrimonio y ni mucho menos en el cumplimiento de las responsabilidades de una mujer o un marido en el marco de este. Por supuesto, algo que debes entender es que la senda que escoges seguir y la perspectiva de vida que adoptas no deben basarse en la felicidad conyugal, y menos aún las debe determinar uno u otro miembro de la pareja. Así pues, la gente que se casa y solo persigue la felicidad conyugal, y considera esta búsqueda como su misión, debería desprenderse de tales pensamientos y puntos de vista, cambiar el modo en el que practica y variar el rumbo de su vida. Vas a casarte y a vivir junto a tu pareja según lo dispuesto por Dios, eso es todo, y basta con llevar a cabo las responsabilidades de una esposa o un marido mientras ambos compartáis vuestra vida juntos. Respecto a qué senda sigas y qué perspectiva de vida adoptes, tu pareja no tiene obligación alguna al respecto y no tiene derecho a decidir esas cosas. Aunque ya estés casado y tengas un cónyuge, tu pretendido esposo solo puede portar el significado de haber sido ordenado por Dios. Solo puede cumplir con las responsabilidades de un cónyuge, y tú puedes elegir y decidir todo lo demás que no tiene relación con él. Por supuesto, y lo que es aún más importante, tus elecciones y decisiones no se deben basar en tus propias preferencias ni en tu entendimiento, sino más bien en las palabras de Dios. ¿Entiendes la enseñanza acerca de esta cuestión? (Sí). Por consiguiente, Dios no recordará las acciones de ningún miembro de la pareja que persiga la felicidad conyugal a toda costa o realice cualquier sacrificio en el marco del matrimonio. Da igual lo correcta o perfectamente que cumplas con tus obligaciones y responsabilidades hacia tu pareja, o hasta qué punto estés a la altura de sus expectativas. En otras palabras, no importa lo correcta o perfectamente que mantengas tu felicidad conyugal, o lo envidiable que esta sea; eso no significa que hayas cumplido con la misión de un ser creado ni demuestra que seas un ser creado a la altura de la norma. Tal vez seas la mujer o el marido perfectos, pero eso queda limitado al marco del matrimonio. El Creador mide la clase de persona que eres en función de cómo cumplas con el deber de un ser creado ante Él, el tipo de senda que sigas, tu perspectiva de vida, lo que persigas en esta y cómo cumplas con la misión de un ser creado. A partir de eso, Dios valora la senda que sigues como ser creado y tu destino futuro. Él no evalúa tales cosas en función de cómo cumplas con tus responsabilidades y obligaciones como esposa o marido, ni de si tu amor hacia tu pareja resulta de su agrado. Hoy he aportado estos detalles para concluir con el tema de que tu misión no es perseguir la felicidad conyugal. Como puedes ver, si no compartiera sobre estos temas, la gente podría creerse que los entiende y sabe algo sobre ellos, pero realmente, cuando les sucediera algo, se quedarían bloqueados y estancados en muchas cuestiones espinosas, por querer satisfacer las obligaciones de una esposa o un marido y al mismo tiempo querer cumplir con aquello que debe hacer un ser humano, un ser creado. Sin embargo, cómo gestionar aquellas situaciones en que ambas cosas entran en conflicto o se contradicen y obstaculizan mutuamente era algo que no había quedado del todo claro. ¿Queda claro ahora después de compartir de esta manera? (Sí). Existe una diferencia entre, por un lado, las cosas que la gente cree que son buenas y correctas en sus nociones, y por el otro, las que son positivas, correctas y buenas de acuerdo con la verdad. Una vez aclarado esto, la duda se despeja. Lo que la gente considera positivo y bueno suele estar lleno de nociones, figuraciones y sentimientos del hombre, y no guarda relación con la verdad. ¿Qué quiero decir con que “no guarda relación”? Me refiero a que no son la verdad. Si consideras las cosas falaces y las que no son la verdad como positivas y la verdad, y las sigues y te aferras con fuerza a ellas, porque para ti sí son la verdad, serás incapaz de recorrer la senda en busca de la verdad, y acabarás muy lejos de ella. ¿Y de quién es culpa eso?
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