Cómo perseguir la verdad (12) Parte 4
¿De qué otra forma te ha condicionado tu familia? Por ejemplo, tus padres suelen decirte: “Si tienes la lengua larga y te precipitas al hablar, tarde o temprano te meterás en problemas. Debes recordar que ‘Por la boca muere el pez’”. ¿Qué significa eso? Que si hablas demasiado, sin duda acabarás metiendo la pata. Sea cual sea la ocasión, no te precipites al hablar, espera a ver qué dicen los demás antes de abrir la boca. Si sigues a la mayoría, te irá bien. Sin embargo, si en todo momento intentas destacar, hablas siempre con precipitación y revelas tu punto de vista sin saber lo que piensa tu superior, tu jefe o todos los que te rodean, y luego resulta que tu superior o tu jefe opina diferente, sucederá que este te complicará la vida. ¿Puede salir algo bueno de ahí? Chico bobo, debes tener cuidado en el futuro. Por la boca muere el pez. Recuerda eso y no te precipites al hablar. Las bocas son para comer, respirar, adular a tus superiores y tratar de complacer a los demás, no para contar la verdad. Debes elegir tus palabras con prudencia, emplear artimañas y métodos, y usar el cerebro. Justo antes de que las palabras escapen de tu boca, trágatelas y repásalas una y otra vez en tu mente, y espera el momento adecuado para decirlas. Lo que llegues a decir también debe depender de la situación. Si empiezas a compartir tu opinión, pero luego te das cuenta de que la gente no se la toma bien o que su reacción no es muy buena, detente y piensa cómo decirlo de manera que satisfaga a todo el mundo antes de continuar. Eso es lo que haría un chico listo. Si haces eso, te mantendrás alejado de los problemas y le gustarás a todo el mundo. Y si le gustas a todo el mundo, ¿no actuará eso en tu favor? ¿No te permitirá tener más oportunidades en el futuro? Tu familia no solo te condiciona al explicarte cómo ganarte una buena reputación, cómo llegar a lo más alto y asentarte de manera estable entre los demás, también al decirte cómo engañarlos sirviéndote de las apariencias, sin contar la verdad y, peor aún, soltando todo lo que se te pasa por la cabeza. Aquellos que han sufrido después de decir la verdad recuerdan que su familia les enseñó el dicho “Por la boca muere el pez”, y extraen una lección de ello. A partir de entonces, están cada vez más dispuestos a practicar ese dicho y convertirlo en su lema. Otros no han sufrido, sino que aceptan de corazón el condicionamiento de su familia a este respecto, y ponen siempre en práctica ese dicho en cualquier ocasión. Cuanto más lo ponen en práctica, más les parece que: “Mis padres y mis abuelos son muy buenos conmigo, todos son sinceros y quieren lo mejor para mí. Menos mal que me han enseñado el dicho ‘Por la boca muere el pez’, porque si no, a menudo tendría problemas por ser tan bocazas, y mucha gente me lo haría pasar mal, me miraría con desdén o me ridiculizaría y se burlaría de mí. Es un dicho muy útil y beneficioso”. Obtienen multitud de beneficios tangibles al poner en práctica ese dicho. Por supuesto, cuando luego se presentan ante Dios, siguen pensando que ese dicho es de lo más útil y beneficioso. Cada vez que un hermano o hermana habla abiertamente sobre su estado personal, su corrupción o su experiencia y conocimiento, ellos también quieren compartir y ser personas francas y transparentes, y también quieren hablar con honestidad sobre lo que piensan o saben en su corazón, para aliviar temporalmente su estado mental, que se ha visto asfixiado durante tantos años, o para obtener cierto grado de libertad y liberación. Pero en cuanto recuerdan aquello con lo que sus padres los han machacado, es decir: “‘Por la boca muere el pez’, no te precipites, más que hablar, escucha y aprende a escuchar a los demás”, se tragan lo que querían decir. Cuando todos terminan de hablar, no dicen nada, sino que piensan para sí mismos: “Genial. Menos mal que esta vez no he dicho nada, porque en cuanto hubiera soltado mi discurso todo el mundo se habría formado una opinión sobre mí y puede que hubiera salido perdiendo. Es estupendo no decir nada. Tal vez así todos sigan pensando que soy honesto y no tan falso, sino simplemente una persona naturalmente taciturna y, por lo tanto, que no soy nada conspirador ni tampoco muy corrupto, y sobre todo que no tengo nociones sobre Dios, sino que soy más bien una persona simple y transparente. No tiene nada de malo que la gente piense así de mí, de modo que ¿por qué iba a tener que decir nada? De hecho, estoy observando algunos resultados desde que me atengo a este dicho: ‘Por la boca muere el pez’, por lo que seguiré actuando así”. La adhesión a ese dicho les produce una sensación agradable y gratificante, así que callan una vez, dos veces, y así hasta que llega un día en el que tienen demasiadas palabras reprimidas en su interior y quieren abrirse a sus hermanos y hermanas, pero sienten que tienen la boca sellada y vendada, y no pueden pronunciar ni una sola frase. Como no pueden contárselo a sus hermanos y hermanas, deciden intentar hablar con Dios, así que se arrodillan ante Él y le dicen: “Dios, tengo algo que decirte. Soy…”. Sin embargo, aunque lo han pensado bien en su corazón, no saben cómo decirlo, no pueden expresarlo, es como si se hubieran quedado mudos. No saben cómo elegir las palabras adecuadas, ni siquiera cómo hilvanar una frase. Tantos años de sentimientos reprimidos hacen que se sientan completamente asfixiados, y que estén viviendo una vida oscura y sórdida, y cuando se deciden a contarle a Dios lo que hay en su corazón y a confesar sus sentimientos, no tienen palabras y no saben por dónde empezar o cómo decirlo. ¿Acaso no son desdichados? (Sí). Entonces, ¿por qué no tienen nada que decirle a Dios? Se limitan a presentarse. Quieren decirle a Dios lo que albergan en su corazón, pero no tienen palabras, y al final lo único que les sale es: “Dios, te ruego que me concedas las palabras que he de decir”. Y Dios responde: “Deberías decir muchas cosas, pero no quieres decirlas ni lo haces cuando tienes la oportunidad, así que voy a quitarte todo lo que te he dado. No te lo voy a dar, no te lo mereces”. Solo entonces se dan cuenta de todo lo que han perdido en los últimos años. Aunque piensan que han llevado una vida muy digna, que se han contenido mucho y que su apariencia siempre ha sido perfecta, cuando observan que sus hermanos y hermanas no han parado de lograr beneficios, cuando los ven hablar de sus experiencias sin ningún reparo y abriéndose sobre su corrupción, llegan a la conclusión de que ellos no pueden decir ni una sola frase ni saben cómo hacerlo. Llevan muchos años creyendo en Dios y quieren hablar sobre el conocimiento de sí mismos y debatir sobre su experiencia con las palabras de Dios y su exposición a estas, así como lograr un poco de esclarecimiento, un poco de luz procedente de Dios y conseguir algo. Sin embargo, por desgracia, ya que se aferran con demasiada frecuencia a la opinión de que “Por la boca muere el pez”, y esta idea suele limitarlos y controlarlos, han vivido conforme a ese dicho durante muchos años, no han recibido ningún esclarecimiento o iluminación de Dios y, en lo que respecta a la entrada en la vida, siguen siendo pobres, miserables y tienen las manos vacías. Han practicado ese dicho y esa idea a la perfección y los han obedecido al pie de la letra, pero, a pesar de haber creído en Dios durante tantos años, no han obtenido nada de la verdad y siguen pobres y ciegos. Dios les dio bocas, pero no cuentan con habilidad alguna para compartir la verdad, ni con la capacidad de hablar sobre sus sentimientos y su conocimiento, y mucho menos con la habilidad de comunicarse con sus hermanos y hermanas. Lo más lamentable es que ni siquiera poseen la habilidad de hablarle a Dios, y han perdido esa capacidad. ¿Acaso no son desdichados? (Sí). Desdichados y lamentables. ¿No te desagada hablar? ¿No temes siempre eso de que “por la boca muere el pez”? Entonces no deberías decir nada. Escondes tus pensamientos más profundos y aquello que Dios te ha otorgado, lo reprimes, lo sellas e impides que escape. Constantemente tienes miedo de perder prestigio, de sentirte amenazado, de que los demás te desentrañen y de dejar de ser perfecto, honesto y buena persona a ojos de otros, así que te contienes y no dices nada sobre tus verdaderos pensamientos. ¿Y qué sucede al final? Te conviertes en un mudo en todos los sentidos de la palabra. ¿Quién te hizo tanto daño? En su origen, lo que te hizo daño fue el condicionamiento de tu familia. Pero desde tu perspectiva personal, también se debe a que te gusta vivir conforme a las filosofías satánicas, así que eliges creer que el condicionamiento de tu familia es correcto, y no crees que los requerimientos que te hace Dios sean positivos. Eliges considerar el efecto condicionante que tu familia ejerce sobre ti como algo positivo, y ver las palabras de Dios, Sus requerimientos y Su disposición, ayuda y enseñanza como cosas de las que protegerse, como cosas negativas. Por lo tanto, por mucho que Dios te haya concedido en un principio, a consecuencia de tu cautela y rechazo de todos estos años, el resultado final es que Dios te lo retira todo y no te da nada, porque no eres digno de ello. Así que, antes de llegar a eso, has de desprenderte del efecto condicionante que tu familia ejerce sobre ti a este respecto, y no aceptar la idea errónea de que “Por la boca muere el pez”. Este dicho hace que seas más cerrado, más falso y más hipócrita. Es del todo antiético y contrario al requerimiento de Dios de que las personas sean honestas, y a Su exigencia de que sean francas y transparentes. Como creyente y seguidor de Dios, debes estar completamente decidido a perseguir la verdad. Y cuando estés completamente decidido a perseguir la verdad, debes tener la completa determinación de desprenderte de lo que imaginas que son los buenos efectos condicionantes que tu familia ejerce sobre ti; no debería haber elección posible. No importa cuáles sean los efectos condicionantes que tu familia ejerce sobre ti, ni lo buenos o beneficiosos que te resulten, y da igual cuánto te protejan, pues provienen de las personas y de Satanás, y deberías desprenderte de ellos. Aunque las palabras de Dios y Sus requerimientos hacia la gente puedan entrar en conflicto con los efectos condicionantes de tu familia, llegar a perjudicar tus intereses y despojarte de tus derechos, e incluso si piensas que no te protegen, sino que pretenden dejarte en evidencia y hacerte quedar como un necio, debes seguir considerándolas cosas positivas porque provienen de Dios, son la verdad y debes aceptarlas. Si las cosas con las que tu familia te ha condicionado son una carga para tu pensamiento y conducta, tu perspectiva sobre la existencia y la senda que tomas, debes desprenderte de dichas cosas y no aferrarte a ellas. En lugar de eso, debes sustituirlas por las correspondientes verdades de Dios, y al hacerlo, debes también discernir y reconocer de manera constante los problemas inherentes y la esencia de esas cosas con las que tu familia te ha condicionado, y luego actuar y practicar siguiendo las palabras de Dios con mayor precisión, concreción y sinceridad. Aceptar ideas, puntos de vista sobre las personas y las cosas y principios de práctica que provienen de Dios es la responsabilidad vinculada al deber de un ser creado, es lo que este debe hacer y también la idea y el punto de vista que debe poseer un ser creado.
En algunas familias, además de inculcar cosas que se creen positivas y beneficiosas para la supervivencia, las perspectivas y el futuro, los padres también inculcan en sus hijos algunas ideas y puntos de vista relativamente extremos y retorcidos. Por ejemplo, tales padres dicen: “Mejor ser un auténtico villano que un falso caballero”. Se trata de un dicho que te dice cómo comportarte. Este dicho de “Mejor ser un auténtico villano que un falso caballero” te hace escoger entre una cosa u otra. Te hace elegir ser un auténtico villano, es decir, ser malo abiertamente, en lugar de hacerlo a espaldas de la gente. De este modo, aunque las personas piensen que lo que haces no está bien, te seguirán admirando y dándote su aprobación. Significa que, sin importar las cosas malas que hagas, debes hacerlas de frente, sin tapujos y con franqueza. Algunas familias condicionan y educan a sus hijos de este modo. No solo no desprecian a esas personas de la sociedad que tienen ideas y conductas desdeñables y viles, sino que incluso educan a sus niños diciéndoles: “No los subestimes. En realidad, no son necesariamente mala gente, pueden incluso llegar a ser mejores que los falsos caballeros”. Te dicen, por un lado, qué tipo de persona debes ser y, por otro, cómo discernir a la gente, a qué tipo de personas considerar positivas y a qué tipo negativas, enseñándote a distinguir lo positivo de lo negativo e instruyéndote sobre cómo comportarte; esa es la clase de educación y condicionamiento que te dan. Por lo tanto, ¿qué tipo de consecuencia tiene imperceptiblemente ese condicionamiento en las personas? (Hace que no sepan distinguir entre el bien y el mal). Eso es, hace que no sepan distinguir entre el bien y el mal, lo correcto y lo incorrecto. Echemos primero un vistazo a cómo ven los seres humanos a los denominados auténticos villanos y falsos caballeros. Para empezar, creen que los auténticos villanos no son malas personas, y que aquellos que en realidad son falsos caballeros sí lo son. Se conoce como falsos caballeros a ese tipo de personas que hacen cosas malas a espaldas de los demás mientras aparentan ser buenos. Hablan de benevolencia, rectitud y moralidad delante de la gente, pero cometen todo tipo de malas acciones a sus espaldas. Cometen todas esas maldades al mismo tiempo que se explayan diciendo cosas agradables; la gente así es objeto de desprecio. En cuanto a los auténticos villanos, son igual de malos a la cara que a las espaldas, y aun así se han convertido en modelos a reivindicar y estudiar, en lugar de en objetos de escarnio. Esta clase de dicho y punto de vista tiende a confundir los conceptos de la gente en relación con lo que es exactamente una buena y una mala persona. Por consiguiente, nadie está seguro de ello ni lo sabe, y sus conceptos se tornan muy vagos. Cuando la familia condiciona a las personas de esta manera, algunos llegan a pensar: “Al obrar como un auténtico villano estoy siendo íntegro. Hago las cosas a las claras. Si tengo algo que decirte, te lo digo a la cara. Si te lastimo, no me caes bien o quiero aprovecharme de ti, también debo hacerlo de frente para que seas consciente de ello”. ¿Qué tipo de lógica es esa? ¿Ante qué tipo de esencia-naturaleza nos encontramos? Cuando las personas malvadas hacen cosas malas y cometen acciones malvadas, han de buscar una base teórica que lo justifique, y esa es la lógica que se les ocurre. Dicen: “Mira, esto que hago no es muy bueno, pero es mejor que ser un falso caballero. Lo hago a la cara y todo el mundo lo sabe. ¡Eso es ser íntegro!”. Así pues, los villanos se hacen pasar por personas íntegras. Con esta clase de pensamiento en la mente de la gente, sus conceptos de integridad y maldad verdaderas están imperceptiblemente confusos. No saben qué es ser íntegro, y piensan: “No importa si lo que digo hace daño a los demás o si está bien o no, si es o no razonable, o si se ajusta a los principios y la verdad o discrepa de ellos. Mientras me atreva a hablar y no me importen las consecuencias, tenga un carácter sincero, una naturaleza directa y sea tan recto como una vela, y siempre y cuando no albergue objetivos ocultos, lo que diga resultará apropiado”. ¿No es eso invertir lo bueno y lo malo? (Sí). De ese modo, las cosas negativas se tornan positivas. Por consiguiente, hay quienes usan esto como base y se comportan de acuerdo con ese dicho, e incluso asumen que la justicia está de su parte, pensando: “En cualquier caso, no me estoy aprovechando de ti, no estoy urdiendo trampas a tus espaldas. Estoy haciendo las cosas con franqueza y al descubierto. Piensa lo que quieras. Para mí esto es ser íntegro. Como dice el dicho: ‘Uno no se tiene que preocupar por los rumores si es recto’, así que piensa lo que quieras”. ¿No es esta la lógica de Satanás? ¿No es la lógica de los ladrones? (Sí). ¿Tiene justificación hacer cosas malas, crear problemas sin razón, actuar como un tirano y hacer el mal? Hacer el mal es hacer el mal; si la esencia de tus acciones es hacer el mal, entonces el mal es lo que es. ¿Cómo se miden tus acciones? No se miden en función de si tenías tus motivos, si las hiciste sin tapujos o si tienes un carácter sincero. Se miden comparándolas con la verdad y las palabras de Dios. La verdad es el criterio para medirlo todo, y esta afirmación se aplica perfectamente en este caso. Según la medida de la verdad, si algo es malvado, es que es malvado; si algo es positivo, es que es positivo; si algo no es positivo, es que no es positivo. ¿Y cuáles son esas cosas que las personas consideran íntegras y que tienen un carácter auténtico y una naturaleza sincera? A eso se le llama retorcer las palabras y forzar la lógica, confundir los conceptos y decir tonterías, se le llama desorientar a la gente, y si desorientas a la gente, estás haciendo el mal. Al margen de que se cometa de frente o a espaldas de la gente, el mal es el mal. El mal cometido a espaldas de alguien es perversidad, mientras que el mal cometido de frente es realmente malicioso y despiadado, pero todos tienen relación con el mal. Así que decidme, ¿debe la gente aceptar ese dicho de “Mejor ser un auténtico villano que un falso caballero”? (No deben). ¿Cuáles son positivos? ¿Los principios de comportamiento de un falso caballero o los de un auténtico villano? (Ninguno de los dos). Eso es, ambos son negativos. Así que, no seas un falso caballero ni un auténtico villano, y no escuches las tonterías de tus padres. ¿Por qué los padres siempre dicen tonterías? Porque así es exactamente como se comportan tus padres. Siempre piensan: “Tengo un carácter sincero, soy una persona sincera, soy directo, soy honesto respecto a mis sentimientos, soy una persona caballerosa, soy recto y no tengo que preocuparme de los rumores, me comporto con decencia y camino por la senda correcta, ¿qué he de temer? No hago nada malo, así que no tengo miedo de que los demonios llamen a mi puerta”. Los demonios no están ahora mismo llamando a tu puerta, pero has cometido bastantes acciones malvadas y tarde o temprano serás castigado por ello. Eres recto y no temes los rumores, pero ¿qué representa ser recto? ¿La verdad? ¿Ser recto significa ajustarse a la verdad? ¿Entiendes la verdad? No te inventes excusas y pretextos para tu propia maldad, no tiene sentido. Mientras no se ajuste a la verdad, es maldad. Llegas incluso a pensar que tienes un carácter sincero. Si fuera así, ¿implicaría eso que pudieras aprovecharte de los demás? ¿O que pudieras hacerles daño? ¿Qué lógica es esa? (La lógica de Satanás). Esa es la lógica de los ladrones y los diablos. Cometes el mal y aun así finges que es algo correcto y apropiado, y pones excusas y buscas justificarlo. ¿No es una vergüenza? (Sí). De nuevo te digo que, en las palabras de Dios, jamás se hace mención alguna a permitir a las personas ser un auténtico villano o un falso caballero, ni existe tal requerimiento para ser una u otra cosa. Todos estos dichos son palabras endiabladas y descaradas para engañar y desorientar a la gente. Pueden desorientar a aquellos que no entienden la verdad, pero si en la actualidad la entiendes, no deberías aferrarte a esos dichos ni dejar que te influyan. Ya sean falsos caballeros o auténticos villanos, son todos diablos, bestias y bribones, ninguno es bueno, todos son perversos, y están asociados con el mal. Si no son malvados, entonces son despiadados, y la única diferencia entre un falso caballero y un auténtico villano radica en su manera de actuar: uno lo hace en público y el otro, en secreto. Además, emplean diferentes modos de comportamiento. Uno hace el mal abiertamente, mientras que el otro realiza sus sucias artimañas a espaldas de los demás. Uno es más falso y traicionero, mientras que el otro es más controlador, dominante y muestra los colmillos; uno es más sórdido y sigiloso, mientras que el otro es más despreciable y arrogante. Resulta que se trata de dos maneras satánicas de hacer las cosas, una abierta y otra encubierta. Si actúas abiertamente, eres un auténtico villano, y si lo haces de manera encubierta, eres un falso caballero. ¿Tiene eso algo de lo que se pueda presumir? ¿Acaso no eres un necio si consideras ese dicho como tu lema? Por lo tanto, si te han perjudicado profundamente las cosas con las que tu familia te ha condicionado o aquellas que ha inculcado en ti a este respecto, o si te estás aferrando a tales cosas, espero que puedas desprenderte de ellas, discernirlas y desentrañarlas lo antes posible. Deja de aferrarte a ese dicho y de pensar que te está protegiendo o convirtiendo en una persona auténtica, o en alguien con talante, humanidad y un carácter auténtico. Ese dicho no es un estándar de comportamiento. Desde mi posición, condeno enérgicamente ese dicho, que me desagrada más que nada. No solo me desagradan los falsos caballeros, sino también los auténticos villanos; ambas clases de personas son para Mí objeto de disgusto. Así pues, si eres un falso caballero, desde Mi perspectiva no eres bueno ni tienes remedio. Pero si eres un auténtico villano, eres incluso peor. Eres plenamente consciente del camino verdadero y, no obstante, pecas deliberadamente, posees un claro conocimiento de la verdad y, sin embargo, la vulneras con descaro y no la practicas, sino que te opones a ella abiertamente, y por lo tanto morirás antes. No pienses: “Tengo una naturaleza sincera. No soy un falso caballero. Si bien soy un villano, soy un auténtico villano”. ¿Qué tienes de auténtico? Tu “autenticidad” no es la verdad, no es una cosa positiva. Tu “autenticidad” es la manifestación de la esencia de tus actitudes arrogantes y despiadadas. Eres “auténtico” como un auténtico Satanás, los auténticos diablos y la auténtica maldad, en lugar de auténtico como lo es la verdad o algo que es verdaderamente real. Entonces, en lo que respecta al dicho “Mejor ser un auténtico villano que un falso caballero” con el que te ha condicionado tu familia, también debes desprenderte de él, porque no tiene conexión en absoluto con los principios de comportamiento que Dios enseña a las personas, ni se acerca siquiera lo más mínimo a estos. Por consiguiente, debes desprenderte de él lo antes posible, en lugar de continuar aferrándote a esa idea.
La familia ejerce otra clase de efecto condicionante. Por ejemplo, los miembros de tu familia siempre te dicen: “No destaques demasiado, debes refrenarte y ejercer un poco de contención en tus palabras y acciones, al igual que en tus talentos y habilidades personales, tu coeficiente intelectual, etcétera. Nunca seas el que despunte. Es como se asegura en los dichos: ‘Las primeras espigas que se cortan son las que sobresalen’, y ‘La viga que sobresale es la primera en pudrirse’. Si quieres protegerte y ostentar una posición estable y a largo plazo en el grupo al que perteneces, no seas la primera espiga que sobresale, debes contenerte y no aspirar a destacar por encima de todos los demás. Piensa en un pararrayos: es el primer lugar donde golpea una tormenta, ya que los rayos impactan antes en el punto más alto; y cuando hay un vendaval, el árbol más alto es el primero en llevarse la peor parte y salir volando; y cuando hace frío, la montaña más elevada es la primera en helarse. Ocurre lo mismo con las personas: si siempre sobresales entre los demás y llamas la atención, es posible que el Partido repare en ti y se plantee seriamente castigarte. No seas la espiga que sobresale, no vueles en solitario. Debes permanecer dentro de la bandada. De lo contrario, si se formara algún movimiento de protesta social a tu alrededor, serías el primero al que castigarían, por ser la espiga que sobresale. No seas líder o jefe de grupo en la iglesia. Si lo fueras, en caso de que se produjera cualquier pérdida o problema relacionado con el trabajo en la casa de Dios, serías el primero al que señalarían debido a tu condición de líder o supervisor. Por lo tanto, no seas la espiga que sobresale, pues es la primera que se corta. Debes aprender a esconder la cabeza y protegerte como una tortuga”. Cuando llega el momento de elegir a un líder, recuerdas estas palabras de tus padres, rechazas el puesto y dices: “Ay, no puedo. Tengo familia e hijos que me mantienen demasiado ocupado. No puedo ser líder. Encargaos vosotros, a mí no me elijáis”. Si de todos modos eres el elegido, sigues mostrándote reacio: “Me temo que he de dimitir”, y dices “Que uno de vosotros sea el líder, os cedo por completo esa oportunidad. Os dejo aceptar el puesto, yo me hago a un lado”. En tu corazón, reflexionas: “¡Eso es! Las primeras espigas que se cortan son las que sobresalen. Cuanto más alto subes, más fuerte es la caída, y la cima es un lugar solitario. Te dejaré a ti ser el líder y, cuando te escojan, llegará un día en el que darás un espectáculo. No quiero ser nunca líder, no quiero subir la escalera, con lo cual no me caeré desde muy alto. Piénsalo, ¿no destituyeron a fulano de su puesto como líder? Después de destituirlo, lo expulsaron, ni siquiera le dieron la oportunidad de ser un creyente corriente. Es un ejemplo perfecto de los dichos ‘Las primeras espigas que se cortan son las que sobresalen’ y ‘La viga que sobresale es la primera en pudrirse’. ¿Me equivoco? ¿Acaso no lo castigaron? Las personas deben aprender a protegerse a sí mismas, ¿para qué tienen cerebro si no? Si tienes cerebro, úsalo para protegerte a ti mismo. Hay quienes no son capaces de ver este asunto con claridad, pero así es como funciona en la sociedad y en cualquier grupo de personas; ‘Las primeras espigas que se cortan son las que sobresalen’. Te tendrán en alta consideración cuando despuntes, justo hasta el momento en que te corten. Entonces te darás cuenta de que la gente que se expone recibe tarde o temprano su merecido”. Son las enseñanzas sinceras de tus padres y de tu familia, y también la voz de la experiencia, la sabiduría destilada de su vida, que te susurran al oído sin reservas. ¿A qué me refiero con que “te susurran al oído”? A que, un día, tu madre te dice al oído: “Deja que te explique algo. Si hay una cosa que he aprendido en esta vida es que ‘Las primeras espigas que se cortan son las que sobresalen’. Con lo cual, si alguien destaca en exceso o llama demasiado la atención, es probable que lo castiguen. Mira lo sumiso y candoroso que es ahora tu padre; eso es porque lo castigaron en una campaña de represión. Tu padre tiene talento literario, sabe escribir y dar discursos, y posee dotes de liderazgo, pero como destacó demasiado, lo acabaron castigando en esa campaña. ¿Cómo es que, desde entonces, tu padre ya nunca habla de ser funcionario del gobierno y una figura importante? Ese es el motivo. Te hablo de corazón y te estoy diciendo la verdad. Debes escuchar y recordarlo bien. No te olvides, has de tenerlo presente vayas donde vayas. Es lo mejor que te puedo ofrecer como madre”. A partir de ese momento recuerdas sus palabras, y cuando rememoras el dicho “Las primeras espigas que se cortan son las que sobresalen”, te acuerdas de tu padre, y siempre que piensas en él, te viene ese dicho a la cabeza. Tu padre fue una vez la espiga que sobresalió y cortaron, y el aspecto abatido y desanimado que ahora ostenta te ha dejado una profunda huella. Así que, cada vez que quieras sobresalir, cada vez que te apetezca decir lo que piensas, que quieras cumplir con tu deber en la casa de Dios con sinceridad, el sentido consejo que tu madre te susurró al oído volverá a surgirte en la cabeza: “Las primeras espigas que se cortan son las que sobresalen”. Por lo tanto, de nuevo te encoges, pensando: “No puedo mostrar ningún talento o habilidad especial, debo contenerme y reprimirlos. Y en cuanto a la exhortación de Dios a las personas para que dediquen todo su corazón, mente y fuerzas al cumplimiento de su deber, debo practicar esas palabras con moderación y no destacar por esforzarme demasiado. Si destaco por mi excesivo esfuerzo y sobresalgo liderando el trabajo de la iglesia, ¿qué sucederá si algo sale mal en la obra de la casa de Dios y me hacen a mí responsable? ¿Cómo debo asumir semejante responsabilidad? ¿Se desharán de mí? ¿Me convertiré en el chivo expiatorio, en la espiga que sobresalió? En la casa de Dios, es difícil saber en qué acabarán estos asuntos. Por consiguiente, haga lo que haga debo mantener abierta una vía de escape, aprender a protegerme y asegurarme de haberme cubierto las espaldas antes de hablar y obrar. Es la manera más sabia de actuar, porque como dice mi madre, ‘Las primeras espigas que se cortan son las que sobresalen’”. Es un dicho profundamente enraizado en tu corazón y que influye también en tu vida diaria. Y por supuesto, lo más grave, afecta a tu postura en relación con el cumplimiento de tu deber. ¿No conlleva eso problemas graves? Así pues, cada vez que cumplas con tu deber y quieras entregarte con sinceridad, así como utilizar sin reservas todas tus fuerzas, este dicho de que “Las primeras espigas que se cortan son las que sobresalen” siempre te obligará a detenerte en seco, para al final decidir concederte algo de margen y espacio para maniobrar, y desempeñar tu deber solo de manera comedida después de asegurarte una vía de escape. ¿Tengo razón? Este tipo de condicionamiento de tu familia, ¿sirve para protegerte en gran medida de situaciones en las que quedes en evidencia y decidan qué hacer contigo? Para ti es otro talismán, ¿estoy en lo cierto? (Sí).
A la vista de todo lo que hemos compartido hasta ahora, ¿cuántos talismanes tienen las personas como resultado del condicionamiento de su familia? (Siete). Con tantos talismanes, ¿es cierto que ningún diablo ni demonio corriente se atreve a invadirte? Todos esos talismanes te han hecho sentir a salvo, muy reconfortado y feliz viviendo en este mundo humano. Al mismo tiempo, te hacen pensar en lo vital que te resulta la familia, y lo oportuna e importante que son la protección y los talismanes que te concede tu familia. Siempre que obtienes beneficios tangibles y protección como consecuencia de esos talismanes, te parece más que nunca que la familia es importante, y que siempre dependerás de ella. Cada vez que te encuentras con dificultades y te asaltan la indecisión y el desconcierto, recobras la compostura por un momento y piensas: “¿Qué me dijeron mi madre y mi padre? ¿Qué habilidades me enseñaron los mayores de mi familia? ¿Qué lema me transmitieron?”. Recurres rápida, instintiva e inconscientemente a las distintas ideas y entornos que te inculcó tu familia, en busca y demanda de su protección. En tales momentos, la familia se convierte en tu remanso de seguridad, en un ancla, un apoyo y una fuerza motriz siempre fuerte, inquebrantable e inmutable, una muleta psicológica que te permite seguir viviendo y evita que te sientas desconcertado e indeciso. En momentos así, te invaden sentimientos profundos: “La familia es muy importante para mí, me proporciona una inmensa fuerza mental, además de ser una fuente de apoyo espiritual”. A menudo te congratulas a ti mismo, pensando: “Menos mal que hice caso a lo que me decían mis padres; de lo contrario, ya habría acabado en una situación muy incómoda, al ser objeto de intimidación o sufrimiento. Por suerte, poseo esa baza, tengo un talismán. Así que, hasta en la casa de Dios y en la iglesia, incluso durante el trascurso del cumplimiento de mis deberes, nadie me intimidará, y no correré el riesgo de que me echen de la iglesia o de que esta se ocupe de mí. Nunca me pasará nada semejante, gracias a la protección que me otorga el condicionamiento de mi familia”. Pero olvidas algo. Has estado viviendo en lo que imaginas que es un entorno lleno de talismanes y donde puedes protegerte, pero no sabes si has cumplido o no la comisión de Dios. Has ignorado la comisión que Dios te ha hecho, tu identidad como ser creado y el deber que debes cumplir como tal. Asimismo, has ignorado la actitud que debes adoptar y todo lo que has de ofrecer en el cumplimiento de tu deber. Al mismo tiempo, la verdadera perspectiva de vida y los auténticos valores que debes albergar han sido sustituidos por los puntos de vista con los que tu familia te ha condicionado, y tus posibilidades de salvación también se ven afectadas e influidas por el condicionamiento de tu familia. Por lo tanto, es muy importante que todo el mundo se desprenda de los diversos efectos condicionantes de su familia. Este es un aspecto de la verdad que se debe practicar, y también es una realidad a la que hay que entrar sin demora. Porque, si la sociedad te dice algo, es probable que tomes la decisión racional o inconsciente de rechazarlo; si un extraño o alguien con quien no guardas parentesco te dice algo, tiendes a tomar la decisión racional o comedida de aceptarlo o no; pero si es tu familia la que te lo dice, sueles aceptarlo totalmente sin vacilación ni discernimiento, y eso realmente es algo peligroso para ti. Piensas que la familia nunca puede hacer daño a nadie y que todo lo que hace es por tu bien, para protegerte y en tu propio beneficio. Partiendo de ese principio asumido, la gente se deja perturbar e influir fácilmente por esas cosas intangibles y tangibles que forman la propia familia. Las tangibles son los miembros de la familia y todos los asuntos de esta, mientras que las intangibles son las diversas ideas y la educación que provienen de la familia, así como algunos condicionamientos que tienen que ver con la forma en que debes comportarte y gestionar tus propios asuntos. ¿No es así? (Sí).
Queda mucho por discutir respecto a los efectos condicionantes de la familia. Cuando terminemos hoy de hablar sobre estas cosas, deberíais reflexionar acerca de todas ellas y resumirlas, para pensar en qué ideas y puntos de vista, aparte de los que he mencionado hoy, podrían afectaros en vuestra vida diaria. La mayor parte de lo que hemos compartido ahora mismo está relacionado con los principios de las personas y sus modos de afrontar el mundo, y hay un pequeño número de temas relacionados con la forma en que la gente ve a los demás y las cosas. El ámbito de los efectos condicionantes que la familia ejerce sobre las personas abarca básicamente estas cosas. Existen también algunos problemas que no están relacionados con la perspectiva de vida o los modos de afrontar el mundo de las personas, así que no diremos nada más sobre ellos. Aquí termina entonces nuestra enseñanza de hoy. Hasta la próxima.
11 de febrero de 2023
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