Cómo perseguir la verdad (14) Parte 2

Aparte de condicionarlos con dichos como “Los hombres no lloran fácilmente”, los padres suelen decir a los chicos: “‘Un buen gallo no se pelea con los perros; un hombre bueno no discute con las mujeres’; no tontees ni discutas con las chicas; no te rebajes a su nivel; ellas son chicas, deberías tratarlas con tacto”. ¿Por qué deberías tratarlas con tacto? Si alguna ha hecho algo que no está bien, no deberías tratarla con tacto ni consentirla. Los hombres y las mujeres son iguales. Ellas han nacido y han sido criadas en el seno de la familia, igual que tú, así que, ¿por qué deberías tratarlas con tacto? ¿Solo porque son mujeres? Cuando hacen algo mal, deberían castigarlas e instruirlas para que aprendan, y ellas deberían admitir su error, pedir disculpas y entender que hicieron algo que no está bien y que no deberían volver a comportarse de esa manera en futuras ocasiones. Deberías aprender a ayudarlas, en lugar de seguir el principio “Un hombre bueno no discute con las mujeres” que te enseñaron tus padres para abordar la situación. Todo el mundo se equivoca en un momento u otro, tanto hombres como mujeres. Cuando eso ocurre, deberían admitir sus errores y arrepentirse. Los hombres y las mujeres deberían recorrer la senda correcta y vivir con dignidad, en lugar de acatar lo que dijeron sus padres: “Un buen gallo no se pelea con los perros; un hombre bueno no discute con las mujeres”. Un hombre bueno no demuestra que lo es por abstenerse de discutir con las mujeres ni por evitar rebajarse a su nivel. Ya ves, los padres suelen decir: “Las mujeres llevan el pelo largo, pero son cortas de miras. No tienen perspectivas, no seas como ellas, no te las tomes en serio ni les prestes atención”. ¿Qué quiere decir “no les prestes atención”? Es necesario aclarar y explicar las cuestiones relacionadas con los principios. Quién cometió el error, quién dijo algo positivo o algo negativo, quién mencionó que una senda era correcta: es necesario aclarar las cuestiones relacionadas con los principios, las sendas y el comportamiento propio. No desdibujes la línea entre lo que está bien y lo que está mal; aunque se trate de una mujer, deberías dejar las cosas claras. Si realmente la tienes en consideración, deberías decirle la verdad que la gente debería entender y ayudarla a recorrer la senda adecuada, sin consentirla ni evitar tomársela en serio o aclarar las cosas por el mero hecho de que es una mujer. Las mujeres también deberían vivir con dignidad, sin dejarse llevar por caprichos ni negarse a ser razonables solo porque los hombres transigen con ellas. La única diferencia entre hombres y mujeres es fisiológica; a ojos de Dios, su identidad y su estatus son los mismos. Ambos son seres creados y no se distinguen demasiado, aparte de sus diferencias de género. Están sometidos a la corrupción y comparten los mismos principios referentes al comportamiento propio. Los estándares que Dios exige son idénticos para hombres y mujeres, sin distinción. Así pues, ¿es válida la enseñanza de los padres de que “Un hombre bueno no discute con las mujeres”? (No). ¿Cuál es el enfoque correcto? No se trata de entablar discusiones, sino de ajustar tu práctica a los principios. ¿Qué quieren decir los padres con estas observaciones? ¿Acaso no demuestran que prefieren a los hijos antes que a las hijas? Parece que digan: “Las mujeres llevan el pelo largo, pero son cortas de miras. Son ingenuas, con una inteligencia ínfima. ¿Por qué habría siquiera que razonar con ellas? No lo entenderían. Como reza el dicho: ‘Las mujeres de pechos grandes tienen la cabeza hueca, llevan el pelo largo, pero son cortas de miras’. ¿Por qué deberías preocuparte de las mujeres o tomártelas en serio?”. ¿Acaso las mujeres no son humanas? ¿Acaso Dios no salva a las mujeres? ¿Acaso Él no comparte la verdad con ellas o no les da la vida? ¿Es este el caso? (No). Si Dios no hace nada de esto ni trata injustamente a las mujeres, ¿cómo deberías actuar? Trata a las mujeres según los principios que Dios te enseña; no aceptes los pensamientos de tus padres ni adoptes tendencias machistas. Aunque tal vez tengas los huesos y los músculos un poco más robustos que los de las mujeres, seas más corpulento, tengas más fuerza física y comas más que ellas, tu carácter corrupto, tu rebeldía y tu incapacidad para entender la verdad no difieren en el caso de las mujeres. Es posible que las habilidades en las que destacas sean distintas a las de las mujeres: tienes aptitud para la electrónica y la maquinaria, mientras que las mujeres son buenas bordando, cosiendo y remendando. ¿Eres capaz de hacer esas cosas? Los hombres son expertos constructores y las mujeres sobresalen en tratamientos de belleza. Si bien los hombres pueden hacer funcionar máquinas y equipos diversos, las mujeres tampoco se quedan cortas. ¿Exactamente en qué campo las mujeres no están a la altura? Todas estas comparaciones carecen de cualquier sentido. La cuestión fundamental es que abandones tu machismo. No aceptes pensamientos como: “Un hombre bueno no discute con las mujeres”; lo que dicen los padres no es la verdad y es perjudicial para ti. Nunca digas estas cosas degradantes para las mujeres; van descaradamente en contra de la razón y la corrección. ¿Qué clase de actitud es no respetar a las mujeres? ¿Las personas que hacen estas cosas poseen siquiera humanidad? (No). Carecen de ella. Si no respetas a las mujeres, recuerda que tu madre, tus abuelas y tus hermanas son mujeres todas ellas. ¿Están dispuestas a aceptar esta falta de respeto? Algunas madres dicen incluso a sus hijos: “Un hombre bueno no discute con las mujeres”. ¿Acaso no son estúpidas estas madres? Las madres así son simples y, a pesar de ser mujeres, se infravaloran; claramente son unas atolondradas que no tienen ni idea de lo que dicen. El enunciado “Un hombre bueno no discute con las mujeres” va descaradamente en contra de la razón y la corrección. Dios nunca ha definido a las mujeres de esta manera ni ha advertido a los hombres, diciendo: “Las mujeres son frágiles, llevan el pelo largo, pero son cortas de miras, y carecen de sentido común. No discutas con ellas. Aunque lo hagas, no serás capaz de resolver las cosas claramente. Sé indulgente y cortés en todo, no te las tomes en serio. Los hombres deberían ser tolerantes e integradores”. ¿Acaso Dios ha dicho alguna vez algo así? (No). Dado que Dios nunca ha expresado estas cosas, no las hagas ni contemples a las mujeres bajo estos puntos de vista. Esto es discriminación y falta de respeto hacia las mujeres. Puedes suplirlas en los casos en los que carezcan de las habilidades necesarias, pero ellas también deben hacer lo mismo cuando seas tú quien no tenga aptitudes. La perspectiva correcta es la dependencia y la complementación mutuas. ¿Por qué es esta la óptica adecuada? Porque es Dios quien decreta las fortalezas de los hombres y las mujeres. ¿Qué pensamientos y puntos de vista deberías adoptar para abordar el hecho de que es Dios quien decreta las fortalezas de los hombres y las mujeres? La respuesta es complementarse mutuamente: este es el principio de práctica. Los hombres no deberían discriminar a las mujeres, y estas no deberían tratarlos con excesiva deferencia, pensando: “Por fin tenemos a un hermano en nuestra iglesia, un pilar de fortaleza. Ahora nuestra iglesia está completa, hay alguien que nos respalde y se ocupe de las cosas en nuestro nombre, que nos dirija”. ¿Eres inferior? ¿Pones tu fe en los hombres? Si una iglesia consistiera únicamente de hermanas, ¿significaría esto que ya no tienes fe en Dios? ¿Que ya no puedes salvarte ni entender la verdad? Cuando alguien hace el comentario irreflexivo: “¿Por qué no hay hermanos en vuestra iglesia?”, te sientes como si te hubieran apuñalado en el corazón, y dices: “No saques el tema, es la carencia principal de nuestra iglesia. No queremos hablar de ello; has tocado el único asunto que lamentamos”, y oras: “Dios, ¿cuándo dispondrás a un hermano para nuestra iglesia?”. ¿La iglesia está mantenida por hermanos? ¿No puede salir adelante sin ellos? ¿Dios ha dicho esto alguna vez? (No). Él nunca lo ha expresado ni ha señalado que una iglesia deba contar con miembros de ambos sexos para poder crearse o que no se pueda fundar solo con personas de un mismo sexo. ¿Alguna vez ha dicho Él esto? (No). Todo esto son consecuencias del machismo condicionado por la familia. Dependes de los hombres para todo y, apenas te ocurre algo, dices: “Tengo que esperar a que llegue mi marido para hablarlo con él”, o “Últimamente, los hermanos de nuestra iglesia han estado muy ocupados, de modo que nadie se encarga de dirigir este asunto”. Entonces, ¿para qué sirven las mujeres? ¿No eres capaz de ocuparte de estas tareas? ¿Acaso no tienes boca o piernas? No te falta nada: entiendes los principios-verdad y deberías actuar en consecuencia. Los hombres no son tu cabeza ni tus maestros; solo son individuos corrientes, miembros de la humanidad corrupta. Aprende a confiar en Dios y en Sus palabras para todo lo que hagas. Este es el principio y el camino que debes seguir, en lugar de depender de cualquier otra persona. Si bien no abogo por el machismo, por supuesto no hago esto para exaltar los derechos de las mujeres ni para reivindicarlos, sino más bien para ayudar a la gente a entender una faceta de la verdad. ¿Cuál? Que el dicho que te han inculcado tus padres, “Un hombre bueno no discute con las mujeres”, es incorrecto, ya que conduce a una forma de pensar inadecuada y la infunde. No deberías permitir que este pensamiento y punto de vista dirijan tu papel como hombre o tu manera de tratar a las mujeres. Deberías entender este aspecto de la verdad. No pienses siempre: “Soy un hombre, debería considerar las cosas desde la perspectiva de un hombre, debería mostrar consideración por estas hermanas y protegerlas, ser tolerante con ellas y perdonarlas desde la posición de un hombre, sin tomármelas en serio. Si una hermana quiere postularse como líder en la iglesia, la trataré con cortesía y dejaré que ejerza su función”. ¿En qué te basas para pensar eso? Solo porque eres un hombre, ¿ya te crees una persona integradora? ¿Puedes ser tolerante con ellas? Ni siquiera eres capaz de ser tolerante contigo mismo. La dirección de la iglesia debería determinarse en función de quien sea apto para dicha tarea. Si los hermanos y las hermanas te eligen, debes llevar esta carga. Es tu responsabilidad y tu deber. ¿Por qué rehúsas estos cometidos con tanto desinterés? ¿Para demostrar lo noble que eres? ¿Es ese el principio de práctica? ¿Se ajusta a la verdad? (No). Es erróneo tanto rechazar algo como luchar por ello; así pues, ¿cuál es la manera correcta de actuar? Basar tus acciones en las palabras de Dios y adoptar la verdad como tus criterios. Vuestros padres os enseñaron que “Un hombre bueno no discute con las mujeres”. ¿Cuántos años habéis vivido con este pensamiento y punto de vista machista? Muchos piensan: “Lavar y remendar es trabajo de mujeres. Que lo hagan ellas. Me exaspero cuando tengo que ocuparme de estas tareas; me siento menos hombre”. Entonces, ¿qué pasa si haces este trabajo? ¿Acaso dejas de ser un hombre? Algunos dicen: “Mi madre, mi hermana o mi abuela siempre se encargaron de lavarme la ropa. Nunca he hecho ningún ‘trabajo de mujeres’”. Ahora cumples tu deber y tienes que ser independiente. Esto es lo que deberías hacer; es lo que Dios exige a las personas. ¿Lo harás? (Sí). Si te resistes en el corazón, y por ello no estás dispuesto a hacer nada y siempre piensas en tu madre, realmente no sirves para nada. Los hombres tienen estos pensamientos machistas y menosprecian determinadas tareas, como ocuparse de los hijos, ordenar la casa, hacer la colada y limpiar. Algunos tienen tendencias machistas muy marcadas y desdeñan estos quehaceres; no están dispuestos a encargarse de ellos o, si los realizan, es a regañadientes, temiendo que otros puedan tenerlos en menos consideración. Piensan: “Si siempre hago estas tareas, ¿no me volveré afeminado?”. ¿Qué pensamiento y punto de vista rigen esta observación? ¿Acaso no hay un problema en su manera de pensar? (Sí). Su modo de enfocar las cosas es problemático. Fíjate en ciertas partes del mundo donde los hombres siempre llevan delantal y cocinan. Cuando la mujer vuelve a casa de trabajar, el hombre le sirve la comida y dice: “Ven, come un poco. Está muy bueno; hoy he hecho tus platos favoritos”. La mujer ingiere con derecho la comida preparada, el hombre cocina con derecho y nunca se siente como un amo de casa. Cuando él se quita el delantal y sale a dar una vuelta, ¿acaso no sigue siendo un hombre? Es innegable que, en algunos lugares donde el machismo está particularmente extendido, el condicionamiento y la influencia de la familia han malcriado a estos hombres. ¿Este condicionamiento los ha salvado o, por el contrario, los ha perjudicado? (La respuesta es la segunda opción). Los ha dañado. Algunos hombres de treinta, cuarenta o, incluso, cincuenta años no saben lavarse los calcetines. Llevan una camiseta interior durante medio mes y ya está sucia, pero no quieren lavarla; no tienen ni idea de cómo hacerlo, calcular la cantidad de agua y detergente que deben usar ni conseguir que quede limpia. Simplemente la llevan así y piensan: “En el futuro, haré que mi madre o mi esposa me compren más camisetas interiores y calcetines de modo que solo tenga que lavarlos cada dos meses. ¡Sería fabuloso tener la posibilidad de que mi madre o mi mujer vinieran a lavarme toda la ropa!”. El origen de su aversión a realizar estas tareas guarda cierta relación con la educación que recibieron por parte de la familia y los padres. Los pensamientos y los puntos de vista que inculcan los padres están relacionados con las reglas para vivir más básicas y simples, así como con determinadas ideas incorrectas sobre la gente. En resumen, todo esto constituye el condicionamiento familiar de los pensamientos de las personas. Independientemente del impacto que tengan en la vida de una persona a lo largo de su tiempo de fe en Dios y de su existencia, o de los problemas y las molestias que comporten, de manera intrínseca guardan cierta relación con la educación ideológica de los padres. Si ahora ya eres un adulto y estos pensamientos y puntos de vista han regido tu vida durante muchos años, la situación no cambiará de la noche a la mañana, para ello se requiere tiempo. Si estos pensamientos y puntos de vista se corresponden con el cumplimiento de tu deber y con los principios para comportarte y tratar con el mundo, y si persigues la verdad, deberías esforzarte por cambiar estas cuestiones y entrar en la realidad-verdad lo antes posible. Si están relacionados únicamente con algunos aspectos de tu vida personal, sería conveniente que estuvieras dispuesto a cambiar. Si no puedes conseguirlo, si te parece demasiado arduo o difícil, o incluso si ya estás acostumbrado a este estilo de vida y no puedes cambiar, nadie te obliga a nada. Simplemente te indico todo esto para que sepas qué está bien y qué está mal. Respecto a estos aspectos del estilo de vida personal, sopésalos por ti mismo; no forzaremos la situación. Por lo que se refiere a la frecuencia con la que lavas los calcetines, o si los remiendas o los tiras una vez desgastados, eso es asunto tuyo. Actúa según tus circunstancias; no estableceremos ninguna regla concreta.

Debido a su entorno privilegiado, los padres de algunas familias suelen decir a los hijos: “Cuando salgas por ahí, recuerda de quién desciendes y quiénes son tus antepasados. Cuando estés en grupos sociales, deberías comportarte de una manera que honre y glorifique el nombre de nuestra familia. Nunca mancilles la reputación de nuestros ancestros. Recuerda siempre sus enseñanzas y no avergüences nuestro linaje. Si algún día cometes un error, la gente dirá: ‘¿Acaso no perteneces a una familia importante y respetable? ¿Cómo pudiste hacer algo así?’. Se reirán de ti, pero no solo de ti, sino de toda nuestra familia. En ese caso, mancharías su nombre y serías un motivo de vergüenza para nuestros predecesores, lo cual es inaceptable”. Algunos padres también indican a sus hijos: “Nuestro país es una gran nación y una civilización antigua a la vez. No ha sido sencillo conseguir la vida que tenemos actualmente, así que apréciala. Sobre todo cuando estés en el extranjero, haz que tus actos sean motivo de gloria y honor para el pueblo chino. No te comportes de una manera que pueda deshonrar a nuestra nación o dañar la reputación de la ciudadanía china”. Los padres te dicen que actúes de una manera que sea motivo de gloria y honor para tu familia y tus antepasados por un lado y, por el otro, para tu nación y tu etnia, instándote a que no avergüences a tu país. Desde una edad temprana, los padres educan de esta forma a los hijos, y los profesores también los instruyen del mismo modo cuando van a la escuela, diciendo: “Sé un motivo de gloria para nuestra clase, nuestro colegio, nuestra ciudad y nuestro país. No permitas que los extranjeros se burlen de nosotros, diciendo que nos falta calibre o que tenemos una personalidad débil”. Algunos miembros de la iglesia incluso señalan: “Nosotros, los chinos, fuimos los primeros que creímos. Al interactuar con hermanos y hermanas del extranjero, deberíamos ser motivo de gloria para el pueblo chino y mantener su reputación”. Todos estos dichos están relacionados directamente con lo que las familias inculcan en la gente. ¿Es correcto este tipo de inculcación? (No). ¿Por qué no lo es? ¿Qué clase de gloria se busca? ¿Tiene algún sentido esa búsqueda? (No). Hubo un incidente con un individuo del nordeste de China que visitaba distintas iglesias; robó 10000 yuanes del dinero de las ofrendas de la iglesia y regresó a su casa para vivir sin trabajar. Cuando los hermanos y las hermanas del nordeste descubrieron los hechos, algunos dijeron: “¡Ese tipo es detestable! Incluso se atrevió a llevarse el dinero de las ofrendas de la iglesia. ¡Ha manchado por completo la reputación de la gente del nordeste! ¡Si volvemos a verlo, deberíamos darle una lección!”. Después de este incidente, las personas del nordeste se sintieron como si hubieran perdido su honor. Cuando hablaban con hermanos y hermanas de otras provincias, no se atrevían a sacar el tema. Se avergonzaban y temían que otros pudieran decir: “Fulanito de tal de vuestra región del nordeste huyó con el dinero de las ofrendas”. Tenían miedo de que otros hablaran de esta cuestión y no osaban mencionarla. ¿Es adecuada esta conducta? (No). ¿Por qué es errónea? (Quien roba el dinero de las ofrendas no tiene nada que ver con los otros; todo el mundo se representa a sí mismo). Eso es correcto. El hecho de que ese individuo se llevara el dinero de las ofrendas solo le atañe a él mismo. Si lo hubieras descubierto y detenido, evitando de este modo una pérdida para la casa de Dios y protegiendo sus intereses, habrías desempeñado tu responsabilidad. Si no tuviste oportunidad alguna de impedir el robo y evitar la pérdida, deberías haber reconocido que esa persona es despreciable, haberte prevenido, haber orado a Dios para que te protegiera de un incidente de esta clase y haberte asegurado de no caer en una tentación similar. Deberías plantearte esta cuestión correctamente. Aunque ese tipo sea de tu región, sus acciones solo lo representan a él mismo como individuo. No es que la gente de esa región lo enseñara o animara a actuar de esta manera. No hay ninguna relación con nadie más. Como mucho, algunos pueden ser responsables de realizar inadecuadamente sus funciones de supervisión o dirección, pero nadie está obligado a asumir las consecuencias de las fechorías de terceros. Esa persona actuó contra Dios y atentó contra los decretos administrativos; nadie más tiene la obligación de aceptar las consecuencias de sus actos. Allá él con su comportamiento vergonzoso. Además, aquí la cuestión no es quedar mal o vanagloriarse; se trata de la esencia-naturaleza de uno y de la senda que ha tomado. Solo se puede decir que la gente no fue capaz de discernir su verdadera personalidad al principio, pero que sus auténticas intenciones salieron a relucir después de este incidente. Esto no tiene nada que ver con la reputación o la dignidad de otros hermanos y hermanas de esa región. Si tienes la impresión de que te ha deshonrado porque es de tu misma región, esta manera de interpretar y entender la situación es completamente errónea. En la casa de Dios nunca se castiga a toda una familia por los pecados de una sola persona; Dios contempla a cada individuo como una entidad propia. No importa de dónde provengas, incluso si compartes familia o padres, Dios considera a cada persona como una criatura única. Él nunca implica a otros allegados por los errores de alguien. Este es el principio y se ajusta a la verdad. Sin embargo, si piensas que los actos reprobables de un paisano de tu región perjudican tu reputación y además te comprometen, es por tu manera errónea de entender los hechos, que no tiene nada que ver con la verdad. Por tanto, cuando los padres te dicen: “Sé un motivo de gloria para nuestro país, nuestra familia o nuestro apellido”, ¿es correcto esto? (No). ¿Por qué no lo es? ¿Con qué frase comparte la misma naturaleza? ¿Acaso no tiene la misma esencia que el pensamiento que comentamos anteriormente, a saber: “El hombre deja su reputación allá por donde va, de la misma manera que un ganso grazna allá por donde vuela”? Una persona en su vida no obra de manera positiva, recorre la senda correcta ni adopta las cosas beneficiosas y la verdad para honrarse. Al contrario, la gente debería comportarse de esta manera: es su responsabilidad, la senda que debería seguir y su deber. Tomar la senda adecuada, aceptar las cosas positivas y la verdad, y someterse a Dios son la obligación y el deber de las personas. También son acciones destinadas a obtener la salvación, no para quedar bien por uno mismo ni por Dios; por supuesto, tampoco por tus compatriotas ni por un apellido, una raza o un clan en particular, sin duda alguna. No te salvas para ser motivo de gloria para tus conciudadanos ni para tu familia, desde luego. La idea de “ser motivo de gloria” es tan solo una teoría. Tu salvación no tiene nada que ver con estas personas. ¿De qué les sirve tu salvación? Si te salvas, ¿qué pueden ganar con esto? No siguen la senda correcta, y Dios las tratará en consecuencia, de acuerdo con Su carácter justo. Les dará el trato que se merecen. ¿Qué les aporta ese supuesto concepto de “ser motivo de gloria”? No tiene nada que ver con ellas. Tú aceptas las consecuencias de la senda que tomas, y ellas asumen las repercusiones de su propia senda. Dios trata a cada individuo según Su carácter justo. Ser motivo de gloria para la nación, la familia o el apellido de uno no es responsabilidad de nadie. Por supuesto, no deberías cargar con esta responsabilidad en solitario y, de hecho, no puedes. La ascensión o el declive de una familia o un clan, su curso y su destino no tienen nada que ver con el hecho de si eres motivo de gloria para ellos. Ni con la senda que tomes, desde luego. Si te comportas bien y eres capaz de someterte a Dios, no lo haces para ser motivo de gloria para ninguna persona, para honrar a nadie, para reclamar ninguna recompensa a Dios en su nombre ni para conseguir que quede exento de castigo. Su progreso, su caída y su destino no tienen nada que ver contigo. Sobre todo por lo que respecta a si se siente o no honrado y si eres o no motivo de gloria para él: nada de esto es relevante para ti. No puedes cargártelo en los hombros ni tienes ninguna responsabilidad u obligación de hacerlo. Por tanto, cuando tus padres te dicen: “Debes ser motivo de gloria para nuestra nación, nuestra familia o nuestro apellido y no debes mancillar la reputación de nuestros antepasados ni permitir que otros nos hagan reproches a nuestras espaldas”, estas palabras solo sirven para crearte una presión psicológica negativa. No puedes estar a su altura ni tienes ninguna obligación de hacerlo. ¿Por qué? Porque Dios solo te exige que cumplas tu deber como ser creado ante Él. No te pide que hagas nada ni contraigas ninguna obligación para tu país, familia o apellido. Por tanto, ser motivo de gloria para tu país o familia, o ser motivo de gloria y honor, o hacer lo que sea, para tu apellido, no es tu obligación. No tiene nada que ver contigo. El destino de los demás solo está en manos de Dios, y no es necesario que lleves ninguna carga en absoluto. Si cometes errores, no deberías sentirte culpable ante nada ni nadie. Si haces buenas obras, no deberías pensar que tuviste suerte ni que has sido motivo de gloria para tu país, familia o apellido. No te regocijes en estas cosas. Y si fracasas, no tengas miedo ni te sientas abatido por la pena. No te culpes. Porque no tiene nada que ver contigo de ninguna manera. Ni siquiera pienses en ello, es así de simple. Así pues, con relación a personas de distintas nacionalidades, Dios ha elegido al pueblo chino; los ciudadanos de China comparecen ante Dios y son seres creados. Los occidentales también hacen y son lo mismo. Los asiáticos, europeos, norteamericanos, sudamericanos, oceánicos y africanos comparecen ante Dios, aceptan Su obra y son igualmente Sus seres creados. No importa el país del que provenga alguien, lo único que debe hacer es cumplir su deber como ser creado, aceptar las palabras de Dios, someterse a ellas y alcanzar la salvación. No deberían formar distintos clanes basados en su propia nacionalidad, dividiéndose en grupos o razas. Todo lo que tenga la gloria racial como el objetivo de su lucha o su principio fundamental es erróneo. Esta no es la senda que la gente debería recorrer, y es un fenómeno que no debería producirse en la iglesia. A medida que la gente de diferentes países interactúa más extensamente y tiene acceso a una zona más amplia del planeta, llegará el día en el que un asiático y un europeo, un europeo y un estadounidense o un estadounidense y un asiático o un africano podrían conocerse y entablar contacto. Cuando se reúnen individuos de distintas razas, si se forman grupos en función de la raza, y todos se esmeran por su propia gloria racial y hacen cosas para su raza, ¿a qué comenzará a enfrentarse la iglesia? A la división. Esto es algo que Dios detesta y condena. Quien haga esto está maldito y quien actúe de esta manera es un sirviente de Satanás y recibirá el castigo correspondiente. ¿Por qué lo castigarán? Porque eso es un atentado contra los decretos administrativos. Nunca lo hagas. Si puedes actuar de esta manera, eso demuestra que no has abandonado este aspecto del condicionamiento de tus padres. No has aceptado la identidad que Dios te ofreció como ser creado y sigues viéndote como un ciudadano chino, o como una persona de piel blanca, negra o morena, de una raza, una nacionalidad o un apellido distintos. Si deseas glorificar tu nación, raza o familia, y actúas con esta mentalidad, las consecuencias serán nefastas. Aquí y ahora, declaramos con solemnidad y aclaramos seriamente este asunto. Si alguna vez alguien va en contra de este aspecto de los decretos administrativos, deberá asumir las consecuencias. En ese momento, no te quejes, diciendo: “No me lo dijiste, no lo sabía, no lo entendí”. Hace mucho tiempo que conoces tu identidad como ser creado, y puedes seguir actuando de esta manera a pesar de todo: esto quiere decir que no eras un ignorante, sino que lo hiciste a propósito, que infringiste las reglas a sabiendas. Deberías recibir un castigo. Las consecuencias de ir en contra de los decretos administrativos son inimaginables. ¿Lo entendéis? (Sí, lo entendemos).

Algunos padres dicen a sus hijos: “Vayamos donde vayamos, no debemos olvidar nuestras raíces. No podemos ignorar dónde nacimos y crecimos, ni quiénes somos. Allí donde vayas, cuando te encuentres con tus conciudadanos, deberías cuidarlos. A la hora de elegir a los líderes o supervisores de la iglesia, prioriza a tus paisanos. Cuando la iglesia obtenga algún beneficio material, deja que sea la gente de tu ciudad quien disfrute primero de esa ventaja. Si seleccionas a los miembros de un grupo, elige primero a personas que sean de tu ciudad. Cuando los conciudadanos trabajan juntos, comparten un lenguaje común y una familiaridad”. ¿Cómo se le llama a esto? “En un encuentro de conciudadanos, los ojos se llenan de lágrimas”. También existe el dicho: “Los tíos y las tías son parientes, generación tras generación: aunque los huesos puedan fracturarse, los tendones siguen en su lugar”. Debido a la instrucción que recibieron de sus padres y mayores, algunos se encariñan mucho de alguien apenas se enteran de que proviene de la misma provincia o ciudad, o de que habla con su mismo acento local. Se reúnen para comer, se sientan juntos en las reuniones y lo hacen todo conjuntamente. Comparten una intimidad especial. Al encontrarse con un paisano, algunos podrían decir: “Ya conoces el dicho: ‘En un encuentro de conciudadanos, los ojos se llenan de lágrimas’. Cuando me encuentro con alguien de mi ciudad, me siento próximo a él: cuando te conocí, tuve la sensación de que eras de mi familia”. Cuidan de los paisanos de una manera especial. Si sus conciudadanos se encuentran con dificultades en la vida o el trabajo, o si enferman, los atienden con esmero. ¿Esto está bien? (No). ¿Por qué no está bien? (Al tratar a la gente de esta manera, no tienen principios). Carecen de principios y son unos atolondrados. Muestran afecto por cualquiera que sea un paisano, pero ¿qué son estos individuos? ¿Son buena gente? ¿Son verdaderos hermanos y hermanas? ¿Los apoyas de acuerdo con los principios? Al recomendarlos ¿te ajustas a los principios? ¿Son aptos para el trabajo? ¿Es justo que los cuides y estés tan próximo a ellos? ¿Todo esto es conforme a la verdad y a los principios? Si no es así, lo que haces por ellos es inapropiado, y detestable para Dios. ¿Lo entiendes? (Sí). Por tanto, cuando tus padres te dicen “Cuida de los paisanos cuando te los encuentres”, es una falacia, y deberías ignorarlo y no pensar en ello. En adelante, si tus padres te preguntaran: “Ese conciudadano nuestro está en la misma iglesia que tú. ¿Cuidaste de él?”, ¿cómo deberías responder? (En la casa de Dios, tratamos a todo el mundo por igual). Deberías decir: “No estoy obligado a hacer eso. Olvidaos de los paisanos; ni siquiera cuidaría de vosotros si estuvierais en contra de Dios”. Este tipo de nociones familiares tradicionales influyen en gran manera sobre algunas personas. Nada más conocer a alguien que tenga alguna relación con ellas, o el mismo apellido, o que pertenezca al mismo clan, ya no podrán evadirlo. En cuanto se enteran de que alguien tiene su mismo apellido, dicen: “Oh, Dios mío, aquí todos somos familia. Según mi posición actual en la familia, debería llamarla tía abuela. Respecto a ella, soy uno de los nietos”. Se refieren a sí mismos como nietos por propia voluntad y no se atreven a tratarla de hermana ni nada por el estilo cuando la ven; siempre la llaman su “tía abuela”. Cuando alguien se encuentra con otra persona que tiene el mismo apellido, se siente especialmente próximo a ella, independientemente del tipo de persona que sea. ¿Esto está bien? (No). En particular, algunas familias tienen la tradición de cuidar de manera especial a los que son del mismo clan y suelen ser atentas e interactuar estrechamente con ellos. Por tanto, parece como si en su hogar hubiera un ajetreo constante de gente y actividad, y la familia fuera especialmente vivaz y próspera. Cuando ocurre algo, todos los parientes lejanos acuden a echar una mano y a ayudar, ofreciendo consejos y sugerencias. Influenciados por esta cultura familiar, algunos piensan que comportarse de este modo es bueno; al menos, no están aislados ni solos y cuentan con gente que los ayuda cuando surgen problemas. ¿Qué nociones tienen otras personas? “Para vivir en sociedad, uno debe ser agradable”. Aunque cuesta explicar este dicho, todo el mundo puede entender su significado. “Uno debe vivir con sentimientos humanos. ¿Se puede seguir considerando humano a alguien que no tenga estos sentimientos? Si siempre te muestras serio y formal, si siempre te preocupan los principios y las posturas, al final te quedarás sin parientes ni amigos. Si vives en grupos sociales, debes tener sentimientos humanos. Las personas que no tengan nada que ver con nuestro apellido son otra historia, pero los que tenemos el mismo apellido o somos del mismo clan, ¿acaso no estamos todos unidos? No puedes dejar de lado a ninguno de ellos. Cuando te enfrentas a situaciones como enfermedades, bodas, funerales, u otros acontecimientos de mayor o menor relevancia, ¿acaso no necesitas a alguien para hablar del tema? Cuando compras una casa, un coche o un terreno, cualquiera puede echarte una mano. No puedes abandonar a estas personas; en la vida, debes confiar en ellas”. Debido a que esta cultura familiar te ha influido profundamente, cuando sales y ves a alguien del mismo clan, especialmente en la iglesia, tiendes a sentirte atraído hacia él de manera subconsciente, con un afecto particular, dispensándole a menudo un cuidado y un trato especiales y congeniando de un modo singular. Incluso cuando comete errores, sueles ser indulgente con él. Tratas imparcialmente a quienes no son parientes de sangre, pero sueles ser protector y favorecer a los de tu clan, lo que se denomina “tener debilidad por los familiares”, hablando llanamente. Estos pensamientos son a menudo una guía para algunos, según la cual no tratan a las personas ni manejan los asuntos de la vida de acuerdo con los principios que Dios enseña, sino sobre la base de la influencia de la cultura familiar. ¿Acaso no es erróneo esto? (Sí). Por ejemplo, una mujer que se apellide Zhang puede dirigirse a otra con el mismo apellido que tenga unos años más como “hermana mayor”. Otros podrían pensar que es una hermana de verdad, pero, en realidad, es alguien sin ningún parentesco ni consanguinidad que tiene el mismo apellido. ¿Por qué se dirige a ella de esta manera? Es la influencia de la cultura familiar. Vayan donde vayan, las dos son inseparables, y ella lo comparte todo con su “hermana mayor” y no con personas ajenas. ¿Por qué? “Porque ella es una Zhang, como yo. Somos familia. Tengo que contárselo todo. Si no es a ella, ¿a quién? ¿No sería una estupidez que confiara en desconocidos en lugar de en mi familia? Lo mires como lo mires, no te puedes fiar de los extraños, solo de la familia”. A la hora de elegir a los líderes de la iglesia, ella escoge a su “hermana”, y cuando la gente le pregunta: “¿Por qué te decantaste por ella?”, responde: “Porque tiene mi mismo apellido. Si no la hubiera elegido, ¿no iría en contra de la razón y la corrección? ¿Acaso se me podría considerar humana?”. Siempre que en la iglesia se obtienen beneficios materiales o hay cosas buenas para ofrecer, ella piensa primero en esa persona. “¿Por qué pensaste primero en ella?”. “Porque tiene el mismo apellido que yo, forma parte de mi familia. Si no cuidara de ella, ¿quién lo haría? ¿Sería yo humana si no tuviera este sentimiento humano básico?”. Independientemente de si estas cosas surgen del afecto o de motivos egoístas, en resumidas cuentas, si estos pensamientos de tu familia te influyen y te condicionan, deberías dar media vuelta de inmediato y dejar de comportarte y de tratar con las cosas y las personas según estos métodos. Por muy limitados o amplios que puedan ser estos procedimientos, no son los principios y los métodos que Dios te ha enseñado. Como mínimo, son los pensamientos y los puntos de vista que debes abandonar. En pocas palabras, se debería dejar atrás cualquier condicionamiento familiar que no se ajuste a los principios que Dios te enseña. No deberías tratar a los demás ni interactuar con ellos según estos métodos, ni deberías manejar los asuntos de esta manera. Algunos podrían argumentar: “Si no llevo las cosas de esta manera, no sabré cómo ocuparme de ellas en absoluto”. Esto se gestiona fácilmente. Las palabras de Dios ofrecen principios para tratar diversas cuestiones. Si no puedes encontrar una senda de práctica en las palabras de Dios, habla con un hermano o una hermana que entienda esta verdad y pregúntale. Te aclarará el asunto y así lo entenderás. La gente debería abandonar estas cosas a la hora de tratar los temas relacionados con el clan, el apellido y la manera de funcionar del mundo.

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