Cómo perseguir la verdad (16) Parte 3
Existe otro aspecto de las expectativas de los padres hacia los hijos, que consiste en heredar el negocio familiar o el oficio de los antepasados. Por ejemplo, algunas familias se han dedicado siempre a la pintura. La regla que se ha ido transmitiendo desde las generaciones anteriores es que en cada una debe haber alguien que herede el oficio y continúe la tradición familiar. Supongamos que este rol recae sobre ti en tu generación, pero no te gusta pintar ni te interesa en absoluto. Prefieres estudiar cosas más simples. Ante una situación semejante, tienes derecho a negarte. No estás obligado a heredar las tradiciones de tu familia ni el negocio familiar ni el oficio de los antepasados, bien se trate de artes marciales, una habilidad o destreza particular, o cualquier otra cosa. No tienes la obligación de continuar con aquello que te piden que heredes. En otras familias se canta ópera en todas las generaciones. En la tuya, tus padres te mandan a aprender a cantar desde pequeño. Aprendes a hacerlo, pero en el fondo no te gusta. Así pues, si te pidieran escoger una carrera, no ejercerías nada relacionado con la ópera. Te desagrada esa profesión en lo más profundo del corazón. En tal caso, tienes derecho a negarte. Tu porvenir no está en manos de tus padres. La carrera que elijas, hacia dónde orientes tus intereses, lo que quieras hacer y qué clase de senda quieras tomar, está todo ello en manos de Dios. Todo lo instrumenta Él, no ningún miembro de tu familia, y desde luego no tus padres. El papel que estos desempeñan en la vida de cualquier niño es el de proporcionarle tutela, cuidado y compañía a medida que crece. En los mejores casos, les aportan guía, educación y orientación positivas a sus hijos. Este es el único rol que pueden cumplir. Una vez que creces y te vuelves independiente, el papel de tus padres se limita a ser un sostén y apoyo emocional. El día en que obtienes tu independencia de pensamiento y estilo de vida es aquel en el que se cumplen las responsabilidades y obligaciones de tus padres hacia ti. Por tanto, tu relación con ellos, ya no es la de un educador y su discípulo, o un tutor y su pupilo. ¿No es así en realidad? (Sí). Los padres, parientes y amigos de algunos creyentes son incrédulos, ellos son los únicos que creen en Dios. ¿Qué pasa con eso? Tiene que ver con la ordenación de Dios. Él te ha elegido a ti, no a ellos; Dios se sirve de sus manos para llevarte a la edad adulta, y luego te conduce hasta Su familia. Como hijo, la actitud que debes tener hacia las expectativas de tus padres es la de discernir entre lo que está bien y lo que está mal. Si la manera en la que te tratan no se ajusta a las palabras de Dios o al hecho de que “el destino de las personas está en manos de Dios”, puedes negarte a sus expectativas y razonar con tus padres para que entiendan. Si todavía eres menor, te reprimen por la fuerza y te obligan a cumplir con sus exigencias, tú solo puedes orarle a Dios en silencio y dejar que Él te abra un camino. Pero si eres un adulto, sin duda puedes decirles: “No, no tengo que vivir conforme al camino que me habéis fijado. No he de elegir mi senda en la vida, mi forma de vivir ni mi objetivo de búsqueda en función de él. Vuestra obligación de criarme ya está cumplida. Si podemos llevarnos bien y tener aspiraciones y objetivos comunes, nuestra relación puede seguir siendo como antes. Sin embargo, si ya no compartimos aspiraciones y objetivos, entonces de momento podemos despedirnos”. ¿Qué te parece? ¿Te atreverías a decir algo así? Por supuesto, no hay necesidad de romper formalmente las relaciones con tus padres de esta manera, pero al menos, en el fondo de tu corazón, debes percibir este tema con claridad. Aunque tus padres son las personas más cercanas a ti, en realidad no fueron ellos los que te dieron la vida, los que te permitieron caminar por la senda vital correcta y te hicieron entender todos los principios de cómo comportarte. Fue Dios. Tus padres no pueden proporcionarte la verdad ni darte ningún consejo correcto relacionado con ella. Entonces, en cuanto a tu relación con tus padres, por mucho que hayan invertido o al margen de cuánto dinero y esfuerzo hayan gastado en ti, no necesitas cargarte a ti mismo con sentimientos de culpa. ¿Por qué? (Porque esa es la responsabilidad y obligación que tienen los padres. Si todo esto lo hacen para que sus hijos puedan destacar entre sus compañeros y cumplan con los propios deseos de los padres, se trata de sus propios motivos e intenciones, no es lo que Dios les ordenó hacer. Por consiguiente, no hay necesidad de sentir ninguna culpa). Este es solo un aspecto. El otro es que ahora caminas por la senda correcta, persigues la verdad y te presentas ante el Creador para cumplir con tu deber como ser creado. Por tanto, no debes tener ningún sentimiento de culpa respecto a ellos. La responsabilidad hacia ti que se supone que cumplieron simplemente formaba parte de los arreglos de Dios. Si fuiste feliz durante la época en que te criaron, tuviste buena suerte. Si fuiste infeliz, desde luego, eso también fue por el arreglo de Dios. Deberías sentirte agradecido de que ahora Él te haya permitido marcharte y te deje ver con claridad la esencia de tus padres y qué clase de personas son. En el fondo de tu corazón, debes tener un entendimiento preciso de todo esto y una solución y una manera acertadas de lidiar con ello. ¿Acaso no te sientes así más calmado en el fondo? (Sí). Si estás más tranquilo, perfecto. En cualquier caso, en estos asuntos, al margen de las exigencias que te hicieran tus padres antes o cuáles te hagan ahora, ya que entiendes la verdad y la voluntad de Dios, y lo que Él requiere a la gente que haga, además de las consecuencias que conllevan para ti las expectativas de tus padres, no ha de parecerte de ninguna manera que acarreas una carga relacionada con este tema. No es necesario que sientas que has decepcionado a tus padres o que, como elegiste creer en Dios y cumplir con tu deber, no has sido capaz de proporcionarles una vida mejor ni tampoco de acompañarlos o de cumplir con tu responsabilidad filial hacia ellos, lo cual los ha dejado emocionalmente vacíos. No hace falta que te sientas culpable por ello. Estas son las cargas que los padres les imponen a sus hijos, y son todas cosas de las que deberías desprenderte. Si de verdad crees que todo está en manos de Dios, debes creer que la cuestión de las adversidades que sufren y de cuánta felicidad disfrutan a lo largo de la vida también está en manos de Dios. No va a cambiar nada que seas o no un buen hijo, tus padres no sufrirán ni más ni menos porque lo seas o no. Dios predestinó su suerte hace mucho, y nada cambiará en función de tu actitud hacia ellos o de la profundidad de los sentimientos que haya entre vosotros. Ellos tienen su propio destino. Al margen de que sean pobres o ricos a lo largo de su vida, de que las cosas entre ellos marchen bien o de la calidad de vida que tengan, los beneficios materiales, el estatus social y las condiciones de vida que disfruten, nada de eso tiene mucho que ver contigo. Si te sientes culpable por ellos, si te parece que les debes algo y tienes que permanecer a su lado, ¿qué cambiaría eso si lo hicieras? (Nada). Puede que tengas la conciencia tranquila y estés libre de culpa. Sin embargo, si te pasas todos los días a su lado y observas que no creen en Dios, persiguen las cosas mundanas y participan en conversaciones triviales y chismorrean, ¿cómo te sentirías? ¿Te sentirías cómodo en el fondo? (No). ¿Puedes transformarlos? ¿Puedes salvarlos? (No). Si caen enfermos y tienes los medios para cuidarlos y permanecer junto a su cama para aliviar un poco de su sufrimiento, aportándoles algo de consuelo de hijo, entonces cuando se recuperen también sentirán un consuelo físico. Pero si mencionas cualquier cosa sobre creer en Dios, puede que te repliquen con ocho o diez contraargumentos, que suelten falacias tan repugnantes que te provoquen un asco perpetuo. Por fuera, puede que tu conciencia esté en paz, que sientas que no te educaron en vano, que no eres un ingrato despreocupado y que no les has avergonzado ante los vecinos. Sin embargo, solo porque tu conciencia esté en paz, ¿significa eso que en el fondo de tu corazón aceptes de veras sus diversas ideas, puntos de vista, perspectivas sobre la vida y su manera de vivir? ¿Eres realmente compatible con ellos? (No). Dos tipos de personas que caminan por sendas distintas y mantienen puntos de vista diferentes, al margen de cualquier relación física o emocional que tengan, de cualquier conexión, no pueden cambiar los puntos de vista del otro. Está bien si las partes no debaten nada entre ellas, pero, en cuanto sale el tema, empiezan a discutir, surgen conflictos y se odiarán y se hartarán el uno del otro. Aunque lo que se observa es que tienen una relación de sangre, íntimamente son enemigos, dos tipos de personas tan incompatibles como el fuego y el agua. En ese caso, si sigues a su lado, ¿por qué diantres lo haces? ¿Buscas algo con lo que alterarte o existe otra razón? Te sentirás culpable cada vez que te los encuentres, y a eso se le llama sufrimiento autoinfligido. Hay quienes dicen: “Hace muchos años que no veo a mis padres. En el pasado hicieron algunas cosas detestables, blasfemaron contra Dios y se opusieron a mi fe en Él. Ahora son mucho mayores, deben haber cambiado. Así que no debo darle tanta importancia a las cosas malas que hicieron, la mayoría ya están olvidadas de todos modos. Además, tanto emocionalmente como por remordimiento de conciencia, los echo de menos y me pregunto cómo les irá. Así que creo que voy a volver a casa para comprobarlo”. Pero no pasa ni un día desde tu regreso para que te invada de nuevo la repugnancia que sentías por ellos en el pasado y te arrepientas: “¿A esto se le llama familia? ¿Son estos mis padres? ¿Acaso no son enemigos? Eran así antes y ahora siguen teniendo el mismo talante, ¡no han cambiado nada!”. ¿Cómo iban a cambiar? Siempre serán como han sido desde el principio. ¿Pensabas que habrían cambiado al hacerse mayores y podríais llevaros bien? Es imposible llevarse bien con ellos. En cuanto entras en casa a tu regreso, se fijan en lo que llevas en las manos para ver si es algo caro, como abulones, pepinos de mar, aletas de tiburón o buche de pescado, o si tal vez traes un bolso de diseño o ropa de marca, o bien joyas de oro o plata. En cuanto observan que lo que llevas son dos bolsas de plástico, una que contiene bollos al vapor y la otra un par de plátanos, se dan cuenta de que sigues siendo pobre y empiezan a agobiarte: “La hija de tal se fue del país y se casó con un extranjero. Les compra a sus padres pulseras de oro puro y alardean de ellas cada vez que tienen ocasión. El hijo de cual compró un coche y se los lleva de viaje y al extranjero cuando está libre. Todos presumen siempre de las glorias de sus hijos. La hija de tal nunca va a casa con las manos vacías. Les compra pediluvios y sillones de masaje a sus padres, y la ropa que les regala es de seda o de lana. Tienen unos hijos muy cariñosos; ¡cuidarlos tanto no fue en vano! En esta familia lo único que hemos criado es a unos ingratos despreocupados”. ¿No es como una bofetada en la cara? (Sí). Ni siquiera tienen en cuenta los bollos al vapor y los plátanos, y eso que tú sigues pensando en cumplir con tus responsabilidades como hijo y con tu piedad filial. A tus padres les encantan los bollos al vapor y los plátanos y hace muchos años que no los ves, así que les compras estas cosas para conmoverlos y aliviar tu cargo de conciencia. Sin embargo, cuando regresas no solo pierdes la ocasión de enmendar esa culpa, sino que además te critican. Abrumado por el abatimiento, sales corriendo de casa. ¿Tenía algún sentido que volvieras a visitar a tus padres? (No). Hace mucho que no vuelves a casa, pero ellos no te echan de menos, no dicen: “Con que vuelvas es suficiente. No hace falta que compres nada. Me alegra ver que vas por la senda correcta, que llevas una vida sana y estás a salvo en todos los sentidos. El hecho de poder vernos y conversar con sinceridad ya resulta bastante satisfactorio”. No les importa si te ha ido bien o no estos años ni si te has enfrentado a alguna dificultad o asunto problemático para el que necesites la ayuda de tus padres. No te dedican ni una sola palabra de consuelo. Pero si de veras dijeran algo semejante, ¿acaso no serías incapaz de marcharte? Después de que te regañen, te recompones y te sientes plenamente justificado, sin culpa alguna, y piensas para tus adentros: “Tengo que salir de aquí, esto es un verdadero purgatorio. Van a despellejarme y comerse mi carne, y hasta se beberán mi sangre”. La relación parental es la más difícil de todas las que uno tiene que manejar emocionalmente, pero, de hecho, no es imposible de gestionar. Este asunto solo puede abordarse de forma correcta y racional partiendo de la base de entender la verdad. No partas desde la perspectiva de los sentimientos ni tampoco desde las ideas o los puntos de vista de la gente mundana. En su lugar, trata a tus padres de la manera adecuada según las palabras de Dios. En realidad, ¿qué rol representan los padres, qué significan los hijos para ellos? ¿Qué actitud deben tener los hijos hacia sus padres y cómo debe lidiar la gente con la relación entre padres e hijos y resolverla? Nadie debe contemplar estas cosas en función de sus sentimientos ni dejarse influir por cualquier idea errónea o sentimiento predominante; se han de abordar correctamente conforme a las palabras de Dios. Si omites cumplir alguna de tus responsabilidades hacia tus padres en el entorno que ha ordenado Dios, o si no desempeñas ningún papel en absoluto en sus vidas, ¿supone eso no ser buen hijo? ¿Tendrás remordimientos de conciencia? Tus vecinos, compañeros de clase y parientes te increparán y criticarán a tus espaldas. Te catalogarán de mal hijo, dirán: “Tus padres se sacrificaron mucho, invirtieron un enorme esfuerzo e hicieron tanto por ti desde que eras pequeño y tú, como el hijo desagradecido que eres, desapareces sin dejar rastro, sin siquiera avisar de que estás bien. No solo no vienes en Año Nuevo, es que ni siquiera llamas ni les mandas un saludo a tus padres”. Cada vez que oyes tales palabras, se desangra y llora tu conciencia, y te sientes condenado. “Ay, tienen razón”. Se te enrojece la cara y te tiembla el corazón, como si te pincharan en él con unas agujas. ¿Has albergado esa clase de sentimientos? (Sí, los he tenido antes). ¿Tienen razón los vecinos y parientes al decir que no eres buen hijo? (No). Razona tu respuesta. (Aunque no he permanecido junto a mis padres estos años ni he sido capaz de satisfacer sus deseos como hace la gente mundana, el hecho de que caminemos por esta senda de creer en Dios lo ha predestinado Él. Es la senda correcta en la vida y algo justo. Por eso digo que no es cierto que no sea buen hijo). Vuestro razonamiento se sigue basando en las doctrinas que las personas entendían en el pasado; careces de una explicación y una comprensión real. ¿Quién más quiere compartir sus pensamientos? (Recuerdo que, cuando me fui al extranjero, cada vez que pensaba que mi familia no sabía lo que hacía allí, que probablemente me criticaran y dijeran que no era una buena hija por no quedarme a cuidar de mis padres, me sentía atada y constreñida por estos pensamientos. Cada vez que lo consideraba, me parecía que estaba en deuda con ellos. No obstante, gracias a la enseñanza de Dios de hoy, creo que el hecho de que me cuidasen en el pasado se debía a que estaban ejerciendo sus responsabilidades parentales, que su gentileza conmigo la predestinó Dios y que era a Él a quien debería estarle agradecida y devolverle Su amor. Ahora que creo en Dios y camino por la senda correcta en la vida, lo cual es justo, no debo sentirme en deuda con mis padres. Además, que ellos puedan disfrutar de que sus hijos los cuiden y estén junto a ellos también lo predestina Dios. Tras entender estas cosas, de algún modo puedo desprenderme de la sensación de estar en deuda que albergaba en el corazón). Muy bien. Para empezar, la mayoría de la gente elige irse de casa para cumplir con su deber, en parte por las circunstancias objetivas generales que les obligan a dejar a sus padres. No pueden permanecer a su lado para cuidarlos y hacerles compañía. No es que elijan dejarlos voluntariamente; esa es la razón objetiva. Por otra parte, en términos subjetivos, no sales a cumplir con tu deber porque quisieras dejar a tus padres y escapar de tus responsabilidades, sino por la llamada de Dios. Para cooperar con la obra de Dios, aceptar Su llamada y cumplir los deberes de un ser creado, no tuviste más remedio que dejar a tus padres; no podías quedarte a su lado para acompañarlos y cuidarlos. No los abandonaste con la intención de eludir tu responsabilidad, ¿verdad? Una cosa es eso y otra haberlo hecho para responder la llamada de Dios y cumplir con tu deber; ¿acaso la naturaleza de ambas cosas no es diferente? (Sí). En tu corazón guardas apego emocional y piensas en tus padres; tus sentimientos no son vacíos. Si las circunstancias objetivas lo permiten y puedes permanecer a su lado mientras cumples con tu deber, entonces estarías dispuesto a hacerlo, a cuidar de manera regular de ellos y cumplir con tus responsabilidades. Pero esas circunstancias no se dan y debes abandonarlos, no puedes seguir a su lado. No es que no quieras desempeñar tus responsabilidades como hijo, es que no puedes. ¿No es diferente la naturaleza de esto? (Sí). Si dejaste tu hogar para eludir el deber filial y tus responsabilidades, es que no eres buen hijo y careces de humanidad. Tus padres te educaron, pero tú estás deseando levantar el vuelo y marcharte rápido y por tu cuenta. No quieres verlos y, si te enteras de que se hallan en dificultades, no prestas atención alguna. Aunque tengas los medios para ayudarlos, no lo haces, finges no haber oído nada y dejas que los demás digan lo que quieran sobre ti. Simplemente no quieres desempeñar tus responsabilidades. Esto es no ser buen hijo. ¿Pero estamos hablando ahora de lo mismo? (No). Mucha gente ha dejado sus condados, ciudades, provincias o incluso sus países para cumplir con el deber; ya se encuentran lejos de donde se criaron. Por si fuera poco, no resulta conveniente que permanezcan en contacto con sus familias por diversas razones. A veces preguntan por la situación de sus padres a gente que viene de la misma ciudad y se sienten aliviados al oír que todavía gozan de buena salud y les va bien. De hecho, no es que no seas buen hijo, ya que no has llegado al punto de carecer de humanidad, en el que ni siquiera te importan tus padres ni desempeñas tus responsabilidades hacia ellos. Eliges esto por varias razones objetivas, así que no es que no seas buen hijo. Estas son las dos razones. Y también hay otra más. Si tus padres no son la clase de gente que hostiga u obstaculiza especialmente tu fe en Dios, si apoyan tu fe o si se trata de hermanos y hermanas que creen en Dios como tú, miembros de Su casa, entonces ¿quién de vosotros no ora en silencio a Dios cuando en lo más hondo piensa en sus padres? ¿Quién de vosotros no encomienda a sus padres, la salud de estos, su seguridad y todas sus necesidades vitales a las manos de Dios? Esta es la mejor manera de mostrarles respeto filial. No deseas que afronten toda clase de dificultades en su existencia ni que lleven una mala vida, coman mal o tengan una salud precaria. En el fondo de tu corazón, está claro que esperas que Dios los proteja y los mantenga a salvo. Si son creyentes, esperas que puedan cumplir con su deber y se mantengan firmes en su testimonio. Esto supone cumplir las propias responsabilidades humanas; la gente solo puede lograrlo con su propia humanidad. Además, lo más importante es que tras años de fe en Dios y de escuchar tantas verdades, la gente cuente al menos con este pequeño entendimiento y comprensión: el destino del hombre lo determina el cielo, el hombre vive en manos de Dios y tener Su cuidado y protección es bastante más importante que las preocupaciones, la piedad filial o la compañía de los hijos. ¿No sientes alivio al saber que tus padres están bajo el cuidado y la protección de Dios? No hace falta que te preocupes por ellos. Si lo haces, eso significa que no confías en Dios, que tu fe en Él es demasiado escasa. Si de verdad te preocupan y te interesan tanto tus padres, deberías orar a Dios a menudo, encomendárselos a Sus manos y permitir que Él lo instrumente y arregle todo. Dios rige sobre el destino de la humanidad y su día a día y todo lo que le sucede, ¿por qué te sigues preocupando entonces? Ni siquiera puedes controlar tu propia vida[a], tú mismo tienes un montón de dificultades; ¿qué podrías hacer para que tus padres vivan felices a diario? Lo único que puedes hacer es encomendarlo todo a las manos de Dios. Si son creyentes, pídele a Dios que los guíe por la senda adecuada para que al final se salven. Si no creen, que caminen por la senda que deseen. En cuanto a los padres de mayor bondad y que tienen algo de humanidad, puedes orar a Dios para que los bendiga y pasen felices el resto de sus días. Respecto al modo de obrar de Dios, Él dispone Sus arreglos y las personas han de someterse a ellos. Por consiguiente, en general, estas asumen la conciencia de las responsabilidades que tienen hacia sus padres. Al margen de la actitud hacia ellos que conlleva tal conciencia, ya se trate de preocupación o de elegir permanecer a su lado, en todo caso, nadie debe sentirse culpable ni tener cargo de conciencia por no haber podido cumplir con sus responsabilidades hacia sus padres al verse afectado por circunstancias objetivas. Estas cuestiones y otras similares no deben convertirse en problemas en la vida de alguien que cree en Dios; hay que desprenderse de ellas. En estos temas relacionados con el cumplimiento de las responsabilidades hacia los padres, las personas han de poseer estos conocimientos precisos y deben dejar de sentirse limitadas. Por un lado, en el fondo de tu corazón sabes que no eres un mal hijo y que no estás eludiendo o evitando tus responsabilidades. Por otro, tus padres están en manos de Dios, así que ¿para qué preocuparse? Cualquier preocupación que uno pueda tener es superflua. Cada persona vivirá sin sobresaltos conforme a la soberanía y los arreglos de Dios hasta el fin, hasta llegar al final de su senda, sin desviarse nunca. Por tanto, nadie necesita ya preocuparse por este asunto. No debes preguntarte si eres buen hijo ni si has cumplido con tus responsabilidades hacia tus padres, o si debes reciprocar la gentileza que ellos te han dispensado. Esas son cosas en las que no debes pensar, de las que has de desprenderte. ¿Verdad que es así? (Sí).
En lo relativo al tema de las expectativas de los padres hacia sus hijos, hemos compartido sobre los aspectos relacionados con los estudios y el trabajo. ¿Cuáles son los hechos que la gente debe entender en este sentido? Si escuchas a tus padres y estudias con especial empeño conforme a sus expectativas, ¿asegura eso que vayas a alcanzar un gran éxito? ¿Te va a permitir cambiar tu destino? (No). ¿Qué te aguarda entonces en el futuro? Lo que Dios ha dispuesto para ti: el destino que has de tener, la posición que debes ocupar entre la gente, la senda que has de recorrer y el entorno de vida del que debes disponer: Dios ya arregló todo esto para ti hace mucho tiempo. Entonces, en cuanto a las expectativas de tus padres, no deberías acarrear ninguna carga. Si haces lo que ellos te piden, tu destino no va a cambiar, y tampoco lo hará si no cumples sus expectativas y los decepcionas. Sea como sea la senda que tengas por delante, así va a ser; Dios ya lo ha ordenado. De igual modo, si cumples las expectativas de tus padres, los satisfaces y no los decepcionas, ¿significa eso que van a tener una vida mejor? ¿Puede cambiar el destino de sufrimiento y maltrato que tienen? (No). Hay quien piensa que sus padres le dedicaron muchísima gentileza cuando lo criaron y que sufrieron una barbaridad durante esa época, así que quiere encontrar un buen empleo y después soportar cualquier dificultad, esforzarse, esmerarse y trabajar duro para ganar mucho dinero y hacer una fortuna. Su objetivo es proporcionarles a sus padres una vida privilegiada en el futuro, que vivan en una mansión, conduzcan un buen coche y coman y beban bien. Sin embargo, después de años afanándose en ello, y aunque sus condiciones de vida y circunstancias han mejorado, sus padres mueren sin disfrutar ni un solo día de esa prosperidad. ¿A quién hay que culpar de eso? Si permites que las cosas sigan su propio curso, que Dios las instrumente, y no acarreas esta carga, entonces no te sentirás culpable cuando tus padres mueran. No obstante, si trabajas hasta la extenuación para ganar dinero con el fin de retribuir a tus padres, de ayudarles a tener una vida mejor, y luego ellos mueren, ¿cómo te sentirías? Si te demoraste en el cumplimiento de tu deber y en obtener la verdad, ¿podrás aún vivir con comodidad el resto de tus días? (No). Tu vida se verá afectada, y durante lo que te quede de ella acarrearás la carga de “haberles fallado a tus padres”. Algunos realizan grandes esfuerzos en su trabajo, perseveran y ganan dinero para no decepcionar a sus padres y así retribuirles la gentileza de haberlos criado. Después, cuando se hacen ricos y poseen los medios para permitirse comer bien, los invitan a almorzar y piden una mesa entera llena de buenos platos y dicen: “Servíos. Recuerdo que cuando era pequeño estos eran vuestros favoritos, ¡adelante!”. Sin embargo, sus padres se han hecho mayores, han perdido casi todos los dientes y gran parte de su apetito, así que prefieren platos más ligeros y fáciles de digerir, como las verduras y los fideos, y les bastan unos pocos bocados para sentirse llenos. Te pones triste al contemplar esa mesa tan grande repleta de comida intacta. Pero tus padres se encuentran bastante bien. A una edad tan avanzada, no deben comer tanto; es lo normal, no piden mucho. En tu interior te sientes infeliz, ¿pero por qué? Era innecesario que hicieras estas cosas. Hace mucho que se determinó cuánta felicidad y penurias experimentarían tus padres a lo largo de su vida. Esto no se puede cambiar porque tú lo desees así ni para contentar a tus sentimientos. Dios lo ordenó hace mucho, así que cualquier cosa que haga la gente es superflua. ¿Qué revelan estos hechos? Lo que deben hacer los padres es criarte y permitir que crezcas con buena salud y sin contratiempos, que te embarques en la senda correcta y lleves a cabo las responsabilidades y obligaciones que te corresponden como ser creado. Todo esto no tiene como propósito cambiar tu destino, y desde luego no puede hacerlo; ellos solo desempeñan un papel de apoyo y guía, te educan hasta la edad adulta y te orientan hacia la senda correcta de la vida. Lo que no deberías hacer es emplear tus propias manos para generarles felicidad a tus padres, transformar su destino o permitir que sean muy afortunados y disfruten de buena comida y bebida. Esos son pensamientos ridículos. Es una carga que no te corresponde, debes desprenderte de ella. No tienes que realizar sacrificios sin sentido ni hacer nada inútil para retribuir a tus padres, cambiar su destino y propiciar que reciban más bendiciones y disminuya su sufrimiento, en aras de satisfacer las necesidades personales de tu conciencia o tus sentimientos, y para evitar decepcionarlos. No es tu responsabilidad, y ni siquiera deberías estar pensando en ello. Los padres deberían desempeñar sus responsabilidades respecto a los hijos en función de sus propias condiciones y del entorno y las condiciones que Dios ha dispuesto. Lo que los hijos han de hacer por sus padres también se basa en las condiciones que puedan alcanzar y en el entorno que se encuentren; eso es todo. Nada de lo que hagan los padres o los hijos debería ser con el propósito de cambiar el destino del otro según lo que esté al alcance de uno o sus deseos egoístas, de tal modo que el otro pueda vivir mejor, más feliz y su vida sea más ideal a consecuencia de sus propios esfuerzos. Ya se trate de los padres o los hijos, todo el mundo debería dejar que las cosas tomaran el rumbo natural en los entornos que ha dispuesto Dios, en lugar de intentar cambiarlas mediante sus propios esfuerzos o por cualquier aspiración personal. El destino de tus padres no va a cambiar porque tú albergues esa clase de pensamientos respecto a ellos, pues hace mucho que Dios dispuso su destino. Él ordenó que vivieras en el ámbito de sus vidas, que te trajeran al mundo, te criaran y tuvierais esta relación. Por tanto, tu única responsabilidad respecto a ellos es acompañarlos conforme a tus propias condiciones y cumplir ciertas obligaciones. En cuanto al deseo de cambiar la situación actual de tus padres o de que tengan una vida mejor, todo eso es superfluo. Resulta incluso más innecesario hacer que tus vecinos y parientes te admiren, honrar a tus padres o asegurar el prestigio de estos dentro de la familia. También están las madres o los padres solteros a los que su pareja abandonó y te criaron en solitario hasta la edad adulta. Eres incluso más consciente de lo difícil que fue para ellos, y quieres dedicar tu vida entera a retribuirlos y compensarlos, hasta el punto de hacer cualquier cosa que te digan. Lo que te piden, lo que esperan que hagas, unido a lo que tú mismo estás dispuesto a hacer, todo se convierte en cargas para tu vida, y no debería ser así. Eres un ser creado en presencia del Creador. En esta vida, no solo has de cumplir con las responsabilidades hacia tus padres, sino también con las que tienes como ser creado y con tus deberes como tal. Solo puedes cumplir con tus responsabilidades hacia tus padres con base en las palabras de Dios y los principios-verdad, no haciendo cualquier cosa por ellos en función de tus necesidades emocionales o las de tu conciencia. Por supuesto, cumplir con tus responsabilidades y obligaciones hacia ellos según las palabras de Dios y los principios-verdad también forma parte de tus deberes como ser creado; Dios le ha otorgado esta responsabilidad al hombre. Su cumplimiento tiene como base las palabras de Dios, no las necesidades humanas. Por tanto, puedes tratar a tus padres fácilmente conforme a las palabras de Dios, y así cumplir con tus responsabilidades y obligaciones hacia ellos. Es tan simple como eso. ¿Resulta fácil de hacer? (Sí). ¿Por qué? Tanto la esencia como los principios-verdad a los que debe atenerse la gente están muy claros, y es que ni los padres ni los hijos pueden cambiar el destino el uno del otro. Por mucho que te empeñes, estés o no dispuesto a cumplir con tus responsabilidades, nada de eso puede cambiar el destino del otro. Los lleves o no en el corazón, se trata solo de una diferencia de necesidad emocional, y no va a cambiar los hechos. Por consiguiente, lo más sencillo que pueden hacer las personas es desprenderse de las diversas cargas que les han provocado las expectativas de sus padres. Para empezar, debes considerar todo esto de acuerdo con las palabras de Dios, y después has de tratar y abordar la relación con tus padres conforme a ellas. Tan sencillo como eso. ¿Acaso no es fácil? (Sí). Si aceptas la verdad, todo esto te resultará fácil y, a medida que avance el proceso de tu experiencia, te darás cuenta cada vez más de que realmente es así. Nadie puede cambiar el destino de una persona, solo está en manos de Dios. Por mucho que lo intentes, no va a funcionar. Por supuesto, habrá quien diga: “Las cosas que dices son hechos, pero a mí me parece que actuar de esa manera es demasiado impersonal. La conciencia siempre me lo reprocha, no puedo soportarlo”. Si es así, entonces limítate a satisfacer tus sentimientos; acompaña a tus padres y no te alejes de su lado, sírvelos, sé un buen hijo y haz todo lo que digan, esté bien o mal. Conviértete en un apéndice unido a ellos y en su asistente, todo eso está bien. Así nadie te va a criticar a tus espaldas, e incluso los parientes menos directos hablarán sobre lo buen hijo que eres. Sin embargo, al final, el único que perderá serás tú. Has conservado tu reputación de buen hijo, has satisfecho tus necesidades emocionales, nunca te ha remordido la conciencia y les has devuelto la gentileza a tus padres, pero has perdido y descuidado algo: no has tratado y abordado todos estos asuntos según las palabras de Dios y has perdido la oportunidad de cumplir con tu deber como ser creado. ¿Eso qué significa? Que has sido buen hijo con tus padres, pero has traicionado a Dios. Has demostrado piedad filial y satisfecho las necesidades emocionales de la carne de tus padres, pero te has rebelado contra Dios. Prefieres ser un buen hijo antes que cumplir con tus deberes como ser creado. Esa es la mayor falta de respeto a Dios. Él no va a afirmar que eres alguien que se somete o que posee humanidad solo porque seas un buen hijo, no hayas decepcionado a tus padres, tengas conciencia y cumplas con tus responsabilidades filiales. Si solo satisfaces las necesidades de tu conciencia y las emocionales de tu carne, pero no aceptas las palabras de Dios o la verdad como la base y los principios para tratar y abordar este asunto, entonces muestras una enorme rebelión contra Dios. Si quieres ser un ser creado apto, lo primero es contemplar y hacerlo todo de acuerdo con las palabras de Dios. A esto se le llama ser apto, tener humanidad y conciencia. Por el contrario, si no aceptas las palabras de Dios como los principios y la base para tratar y lidiar con esta cuestión, ni tampoco Su llamada para salir a cumplir con tu deber, o si prefieres retrasar o perder semejante oportunidad para, en su lugar, quedarte junto a tus padres, acompañarlos, hacerlos felices, permitir que disfruten de sus años crepusculares y devolverles su gentileza, entonces Dios dirá que eres alguien sin humanidad ni conciencia. No eres un ser creado y Él no te reconocerá.
Nota al pie:
a. El texto original dice: “Ni siquiera puedes controlarte a ti mismo”.
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