Cómo perseguir la verdad (16) Parte 4
En lo que respecta a manejar las expectativas de los padres, ¿quedan claros los principios que se han de seguir y de qué cargas hay que desprenderse? (Sí). Entonces, ¿cuáles son exactamente las cargas que la gente acarrea en este caso? Debes escuchar a tus padres y permitirles tener una buena vida; lo hacen todo por tu propio bien, y tú has de comportarte del modo que ellos aseguran que corresponde a un buen hijo. Asimismo, como adulto, debes hacer cosas por tus padres, devolverles su gentileza, ser buen hijo con ellos, acompañarlos, no ponerlos tristes ni decepcionarlos ni defraudarlos, y hacer todo lo posible para minimizar su sufrimiento o incluso eliminarlo por completo. Si eres incapaz de lograr esto, es que eres un desagradecido, un mal hijo, mereces que te parta un rayo y los demás te desdeñen, y eres una mala persona. ¿Son estas tus cargas? (Sí). Ya que estas cosas son las cargas que lleva la gente, hay que aceptar la verdad y afrontarlas adecuadamente. Aceptar la verdad es la única manera de transformar y desprenderse de estas cargas y estos pensamientos y puntos de vista incorrectos. Si no aceptas la verdad, ¿hay otra senda que puedas tomar? (No). Así, ya se trate de desprenderse de las cargas de la familia o de la carne, todo empieza por aceptar los pensamientos y puntos de vista correctos y la verdad. A medida que empieces a aceptar la verdad, comenzarás a desmontar, discernir y desentrañar estos pensamientos y puntos de vista erróneos que habitan en ti, y luego los irás rechazando paulatinamente. Durante este proceso de desmontar, discernir y luego desprenderte y rechazar estos pensamientos y puntos de vista erróneos, tu actitud y enfoque hacia tales asuntos se transformarán poco a poco. Esos pensamientos que provienen de tu conciencia humana o de tus sentimientos se irán debilitando; ya no te atribularán ni te atarán desde el fondo de tu mente, no controlarán ni influenciarán tu vida y no interferirán en el cumplimiento del deber. Por ejemplo, si has aceptado los pensamientos y puntos de vista correctos y este aspecto de la verdad, cuando te enteres de la noticia de la muerte de tus padres, simplemente derramarás lágrimas por ellos sin pensar que en estos años no les has retribuido la gentileza de criarte, en lo mucho que les hiciste sufrir, que no los recompensaste ni lo más mínimo o que no les permitiste tener una buena vida. Ya no te culparás más a ti mismo por estas cosas. En cambio, manifestarás expresiones normales surgidas de las necesidades de los sentimientos humanos corrientes, derramarás lágrimas y luego los añorarás un poco. Estas cosas pronto se volverán naturales y normales, y te sumirás rápidamente en una vida normal y en cumplir con tu deber; no te preocupará este asunto. Pero si no aceptas estas verdades, entonces, cuando recibas la noticia del fallecimiento de tus padres, llorarás sin parar. Sentirás pena por ellos, que no lo tuvieron nada fácil durante toda su vida y que criaron a alguien como tú, que es un mal hijo. Cuando estuvieron enfermos, no los atendiste junto a su cama y, cuando murieron, no lloraste en su funeral ni te pusiste de luto. Los defraudaste, los decepcionaste y no les dejaste tener una buena vida. Albergarás ese sentimiento de culpa durante mucho tiempo, y llorarás y sentirás un dolor sordo en el corazón cada vez que pienses en ello. Cuando te encuentres con circunstancias o personas, acontecimientos y cosas relacionados con esto, reaccionarás con emotividad. Puede que este sentimiento de culpa te acompañe el resto de tu vida. ¿Por qué razón? Porque nunca aceptaste la verdad ni los pensamientos y puntos de vista correctos como tu vida. En su lugar, esta se ha seguido viendo influenciada por tus viejas ideas y puntos de vista, que aún te dominan. Así que te pasarás lo que te queda de existencia sufriendo por la muerte de tus padres. Este continuo sufrimiento tendrá consecuencias que irán mucho más allá de un poco de incomodidad carnal. Afectará a tu vida, a tu actitud hacia el cumplimiento del deber, hacia la obra de la iglesia, hacia Dios, y también hacia cualquier persona o asunto que te toque el alma. Puede que también te desalientes y te desanimes respecto a más asuntos, te muestres abatido y pasivo, pierdas la fe en la vida, el entusiasmo y la motivación por todo, y otras cosas más. Con el tiempo, el impacto no se limitará a la simple vida cotidiana; también afectará a tu actitud frente al cumplimiento de tus deberes y a la senda que tomes en la vida. Esto es muy peligroso, y puede ocasionar que no puedas cumplir de forma adecuada tu deber como ser creado, e incluso que dejes a medias o albergues un estado de ánimo y una actitud de resistencia hacia los deberes que cumples. En resumen, este tipo de situación empeorará inevitablemente con el tiempo y hará que tu estado de ánimo, tus emociones y tu mentalidad evolucionen en una dirección maligna. ¿Lo entiendes? (Sí). La charla de hoy sobre estos temas te dice, por un lado, que establezcas pensamientos y puntos de vista correctos, cuya fuente se basa en la esencia misma de estos asuntos. Puesto que la raíz y la esencia son exactamente así, la gente debe reconocerlas y no dejarse engañar por estas representaciones o por pensamientos y puntos de vista derivados de los sentimientos y la impetuosidad. Este es un aspecto. El otro es que solo haciendo esto se puede evitar dar rodeos y desviarse, para en vez de eso vivir la vida tal y como se presenta, en un entorno regido e instrumentado por Dios. En resumen, la gente solo puede despojarse de estas cargas que provienen de los padres, desprenderse de ellas y someterse a las instrumentaciones y arreglos de Dios al aceptar estos pensamientos y puntos de vista correctos y permitir que la guíen. Una vez que lo haces, puedes vivir con mayor libertad y sin restricciones, con paz y alegría, en lugar de dejarte siempre llevar por los efectos de la impetuosidad, los sentimientos o la conciencia. Después de hablar tanto de ello, ¿poseéis ahora algo de entendimiento en lo referente a las cargas que crean las expectativas de los padres? (Sí). Ahora que vuestra comprensión es más precisa, ¿acaso no se siente vuestro espíritu mucho más relajado y liberado? (Sí). Una vez que tengas un entendimiento y una aceptación y sumisión reales, se liberará tu espíritu. Si sigues resistiéndote y negándote, o simplemente tratas estas verdades como teoría, en lugar de considerar tales asuntos con base en los hechos, entonces te resultará difícil desprenderte. Solo podrás actuar según las instrumentaciones de los pensamientos y sentimientos de la carne a la hora de tratar estos asuntos. En definitiva, vivirás preso de estos sentimientos, donde solo hay dolor y tristeza, y nadie será capaz de salvarte. Al afrontar estos asuntos enredada en esta trampa emocional, la gente no halla una vía de escape. Solo te puedes liberar de los enredos y las ataduras de los sentimientos si aceptas la verdad, ¿no es cierto? (Sí).
Además de los diversos enfoques y expectativas en lo que respecta a los estudios y las opciones de carrera de sus hijos, los padres también esperan diversas cosas con relación al matrimonio, ¿verdad? ¿De qué expectativas se trata? Compartid, por favor. (Lo típico es que los padres le digan a su hija que su futuro marido debe, cuanto menos, ser rico, tener casa y coche y poder cuidar de ella. Es decir, alguien capaz de satisfacer las necesidades materiales de la hija y que además posea sentido de la responsabilidad. Estos son los criterios para elegir a un esposo). Algunas de las cosas que dicen los padres provienen de sus propias experiencias, y aunque tienen en mente tu mejor interés, todavía se presentan algunos problemas. También tienen sus propias opiniones y preferencias respecto a sus expectativas sobre tu matrimonio. Le exigen a su hija que encuentre a un marido que, como poco, tenga dinero, estatus y aptitud, que sea temible para que nadie la avasalle fuera de casa. Y si los demás te acosan, esta persona debe ser capaz de enfrentarse a ellos y protegerte. Podrías decir: “No me importa. No soy tan materialista. Solo quiero encontrar a alguien que me ame y al que yo ame”. Tus padres responden a esto: “¿Cómo eres tan boba? ¿Por qué eres tan ingenua? Eres joven e inexperta, y no entiendes las penurias de la vida. ¿Has oído alguna vez el dicho: ‘Todo le va mal a una pareja pobre’? En la vida necesitas dinero para esto o aquello; ¿crees que tendrás una buena vida si no tienes dinero? Tienes que encontrar a alguien que sea rico y competente”. Respondes: “Los hay que son ricos y competentes pero no son fiables”. Tus padres contestan: “Aunque no sea fiable, lo primero es asegurarte las necesidades básicas. Dispondrás de toda la comida y la ropa que quieras, estarás bien alimentada y vestida, todo el mundo te envidiará por ello”. Dices: “Pero mi alma no será feliz”. A esto tus padres responden: “¿Y qué es un alma? ¿Dónde está? ¿Qué más da entonces si tu alma no es feliz? Mientras tengas comodidad física, ¡eso es lo único que importa!”. Hay algunas personas que, dadas las circunstancias de vida actuales, desean permanecer solteras. Aunque son bastante maduras, no quieren tener citas y mucho menos casarse. Esto provoca ansiedad en sus padres, que les siguen instando a hacerlo. Les arreglan citas a ciegas y les presentan a parejas potenciales. Hacen todo lo posible para encontrar rápidamente alguien que encaje y sea respetable para que se case con su hijo o hija. Aunque no sean tan compatibles, esa persona al menos debe tener buenas cualificaciones, por ejemplo ser un graduado universitario, tener un máster o un doctorado o, si no, haber estudiado en el extranjero. Hay quienes no soportan el agobio de sus padres. Al principio piensan que es una maravilla ser solteros y tener solo que cuidarse a sí mismos. En especial tras empezar a creer en Dios, como están muy ocupados cumpliendo todos los días con su deber, carecen de tiempo para pensar en tales cosas y no tienen citas ni planes futuros de casarse. Sin embargo, no pueden escapar del escrutinio de sus padres. Ellos no están de acuerdo, siempre les meten prisa y los presionan. Cada vez que ven a sus hijos, empiezan a agobiarles: “¿Estás saliendo con alguien? ¿Hay alguien que te guste? Date prisa y tráelo a casa para que podamos echarle un vistazo. Si es adecuado, sienta la cabeza de una vez. ¡Ya no eres joven! Las mujeres no se casan después de los treinta y los hombres no buscan pareja después de los treinta y cinco. ¿Qué pretendes, poner el mundo patas arriba? ¿Quién va a cuidar de ti cuando seas vieja si no te casas?”. Los padres siempre se preocupan y se afanan en este asunto, quieren que busques a esta o aquella persona, te presionan para que te cases y encuentres una pareja. Y después de casarte, siguen fastidiando: “Date prisa y ten un niño mientras todavía soy joven. Yo te lo cuidaré”. Dices: “No me hace falta que cuides de mis hijos. No te preocupes”. Responden: “¿Qué quieres decir con que no me preocupe? ¡Date prisa y ten un hijo! Cuando nazca, te lo cuidaré yo. Cuando sea un poco mayor, entonces te encargas tú”. No importa si las actitudes o expectativas de los padres son las correctas, sean cuales sean, siempre suponen una carga para los hijos. Si escuchan a sus padres, se sienten incómodos e infelices. Si no lo hacen, tienen cargo de conciencia: “A mis padres no les falta razón. Son muy mayores y no me han visto casarme ni tener hijos. Están apesadumbrados, así que me meten prisa para que lo haga. Esa es también su responsabilidad”. Entonces, en lo que respecta a lidiar con las expectativas de sus padres sobre esto, la gente en el fondo siempre tiene la vaga sensación de que supone una carga. Tanto si los escuchan como si no, parece un error, y en cualquier caso opinan que desobedecer las exigencias o los deseos de sus padres es muy deshonroso e inmoral. Es un asunto que les pesa en la conciencia. Algunos padres llegan incluso a interferir en las vidas de sus hijos: “Date prisa y cásate y ten niños. Dame primero un nieto grande y saludable”. De este modo, llegan incluso a intentar entrometerse en el género de su bebé. Ciertos padres también dicen: “Ya tienes una hija, date prisa y dame un nieto varón, quiero un nieto y una nieta. Tú y tu esposa estáis ocupados con vuestra fe en Dios y cumpliendo con vuestro deber todo el día. No estáis haciendo el trabajo que os corresponde, tener hijos es muy importante. ¿No sabes que: ‘De los tres tipos de desamor filial, el peor es no tener heredero’? ¿Crees que solo con tener una hija es suficiente? ¡Será mejor que te apresures y me des también un nieto! Eres el único hijo varón en nuestra familia, si no me das un nieto, ¿acaso no terminará nuestro linaje?”. Lo consideras: “Es cierto, si el linaje acaba conmigo, ¿no estaré defraudando a mis antepasados?”. Así que no casarse está mal, y casarse y no tener hijos también lo está, pero tampoco está bien del todo tener una hija, has de tener un hijo. Otros tienen primero al hijo varón, pero sus padres dicen: “Con uno no es suficiente. ¿Y si sucede cualquier cosa? Ten a otro para que se hagan compañía”. En lo que respecta a sus hijos, la palabra de los padres es ley y pueden ser del todo irracionales, capaces de articular la lógica más sesgada; los hijos se sienten perdidos a la hora de lidiar con ellos. Interfieren y critican las vidas, el trabajo, el matrimonio y las actitudes que tienen sus hijos respecto a muchas cosas. Estos solo pueden tragarse su rabia. No pueden esconderse de sus padres ni quitárselos de encima. No pueden regañar o educar a sus propios padres; ¿qué pueden hacer entonces? Se aguantan, tratan de verlos con la menor frecuencia posible y evitan sacar estos temas si no tienen más remedio que encontrarse. Y si acaban saliendo estas cuestiones, las cortan enseguida y se esconden donde pueden. Sin embargo, a fin de no decepcionarlos y de cumplir las expectativas de sus padres, hay quienes se muestran de acuerdo con sus exigencias. Tal vez te apresures de mala gana a salir con alguien, casarte y tener hijos. Pero con uno no basta, has de tener varios. Lo haces para satisfacer las demandas de tus padres, a fin de que se pongan contentos y se alegren. Al margen de que puedas o no satisfacer sus deseos, tales exigencias le resultarían problemáticas a cualquier hijo o hija. Tus padres no hacen nada en contra de la ley, y no puedes criticarlos, ni hablar sobre el tema con nadie, ni tampoco razonar con ellos. Con tantas idas y venidas, el asunto se convierte en una carga para ti. Siempre te parece que mientras no satisfagas las exigencias de tus padres con respecto al matrimonio y los hijos, no podrás enfrentarte a ellos ni a tus antepasados con la conciencia tranquila. Si no has cumplido con las demandas de tus padres, es decir, si no has salido con nadie, no te has casado, no has tenido hijos y no has continuado el linaje familiar como te pidieron, te sentirás presionado en tu interior. Solamente te podrás relajar un poco si tus padres te dicen que no van a interferir en estos temas y te dan libertad para afrontar las cosas tal y como vengan. Sin embargo, si los comentarios de la sociedad, representada por el resto de parientes, amigos, compañeros de clase, colegas y todos los demás, te condenan y se habla de ti a tus espaldas, eso también supone una carga para ti. A los 25 años, no le das mucha importancia a no haberte casado, pero al llegar a los 30 empiezas a sentir que no es tan bueno, así que evitas a esos parientes y familiares y no sacas el tema. Y si sigues sin casarte a los 35, la gente te dirá: “¿Por qué no te has casado? ¿Qué tienes de malo? Eres una especie de bicho raro, ¿verdad?”. Si estás casado pero no quieres tener hijos, te dirán: “¿Por qué no has tenido hijos después de casarte? Otros se casan y tienen una hija y luego un hijo, o al revés. ¿Tú por qué no quieres tenerlos? ¿Qué te pasa? ¿No tienes ningún sentimiento humano? ¿Eres siquiera una persona normal?”. Ya vengan de los padres o de la sociedad, estas cuestiones se convierten en una carga para ti en diferentes entornos y contextos. Te da la sensación de que te equivocas, sobre todo con la edad que tienes. Por ejemplo, si tienes entre treinta y cincuenta años y sigues sin casarte, no te atreves a relacionarte con otra gente. Dicen: “Esa mujer jamás en su vida se ha casado, es una vieja solterona, nadie la quiere, nadie se va a casar con ella”. “Ese tipo nunca ha tenido una esposa”. “¿Por qué no se ha casado?”, “Quién sabe, tal vez tienen algo de malo”. Reflexionas sobre ello: “No tengo nada de malo. ¿Por qué no me he casado entonces? Estoy defraudando a mis padres por no haberlos escuchado”. Hay quien dice: “Este tipo no se ha casado, esa chica no se ha casado. Fíjate en lo desgraciados que son ahora sus padres. Otros tienen nietos y bisnietos, pero sus hijos siguen solteros. Sus antepasados debieron hacer algo espantoso, ¿verdad? ¿Acaso esto no deja a la familia sin herederos? No van a tener descendientes que continúen el linaje. ¿Qué le pasa a esa familia?”. Por muy firme que sea tu actitud actual, mientras seas mortal, una persona corriente, y no poseas suficiente verdad para comprender este asunto, tarde o temprano te sentirás atribulado y perturbado al respecto. En la sociedad actual hay muchas personas de 34 o 35 años que siguen solteras, y eso no es tan grave. Sin embargo, a partir de los 35 o 36, hay menos solteros. En función del rango de edad actual de las personas solteras, si tienes menos de 35 años, podrías pensar: “Es normal no casarse, nadie dice nada al respecto. Si mis padres tienen algo que decir, que lo digan. No tengo miedo”. Pero una vez pasados los 35, la gente te mirará con otros ojos. Dirán que estás solo, que eres un soltero o una solterona, y te resultará insoportable. Este asunto se convertirá en una carga para ti. Si careces de una comprensión clara o de principios de práctica definidos para este asunto, tarde o temprano supondrá una molestia o causará un trastorno en tu vida durante una época especial. ¿Acaso esto no involucra ciertas verdades que la gente debería entender? (Sí).
En cuanto a casarse y tener hijos, ¿qué verdades debe entender la gente para desprenderse de las cargas que conllevan estas cuestiones? Para empezar, ¿determina la voluntad humana la elección de una pareja matrimonial? (No). No es que puedas conocer sin más a cualquier clase de persona que desees, y desde luego no es que Dios vaya a disponer para ti al tipo exacto de persona que quieras, sino que Él ya ha ordenado quién va a ser tu pareja matrimonial; la que esté destinada a ser, será. No te tiene que afectar ninguna interferencia provocada por las necesidades de tus padres o las condiciones que estos planteen. Asimismo, la pareja que tus padres te piden que encuentres, alguien que sea rico y de alto estatus, ¿puede determinar tu propia riqueza y estatus futuros? (No). No puede. Hay bastantes mujeres que se casaron e ingresaron en el seno de una familia acomodada, para luego acabar expulsadas de esta y en la calle hurgando entre la basura. Su incansable afán de escalar los peldaños de la sociedad en busca de riqueza y prestigio las deja hundidas y con la reputación por los suelos, mucho peor incluso que la gente corriente. Se pasan los días cargando con un saco barato donde guardan botellas de plástico y latas de aluminio que recogen y luego intercambian por unas pocas monedas; después se piden un café en una cafetería para sentir que siguen llevando la vida de una persona rica. ¡Qué desgraciadas! El matrimonio es un acontecimiento significativo en la vida de alguien. Al igual que la clase de padres que uno está destinado a tener, el matrimonio no se fundamenta en las necesidades de tus padres ni en las de tu familia, así como tampoco en tus gustos y preferencias personales, sino que depende íntegramente de la ordenación de Dios. Conocerás a la persona adecuada en el momento oportuno, cuando corresponda que así sea. Todos estos arreglos del mundo oculto y místico se hallan bajo el control y la soberanía de Dios. En esta cuestión, la gente no necesita prestar atención a los arreglos de los demás, ni que nadie la dirija, la manipule ni influya en ella. Así pues, en cuanto al matrimonio, no importan las expectativas que proyecten tus padres ni los planes que tengas, no es necesario dejarse influenciar por tus progenitores ni por tus propios planes. Este asunto debe basarse por completo en la palabra de Dios. Da igual si buscas pareja o no; aunque estés en su búsqueda, deberás hacerlo de acuerdo con la palabra de Dios, no según las exigencias o necesidades de tus padres ni las expectativas de estos. Por tanto, en lo relativo al matrimonio, las expectativas parentales no deben convertirse en una carga. Encontrar una pareja matrimonial supone asumir una responsabilidad durante lo que te queda de vida y hacia tu cónyuge; implica someterse a las instrumentaciones y los arreglos de Dios. No se trata de satisfacer las exigencias de tus padres ni de hacer realidad las expectativas de estos. La búsqueda de una pareja y del tipo de persona que esta sea no debería basarse en las expectativas de tus padres. Ellos no tienen derecho a controlarte en ese asunto; Dios no les ha otorgado el derecho a arreglar tu matrimonio de principio a fin. Si buscas pareja para casarte, has de hacerlo conforme a las palabras de Dios; si eliges no buscarla, eres libre de hacerlo. Dices: “En toda mi vida, ya esté cumpliendo o no con mi deber, me gusta estar soltero. Es liberador estar solo: como un pájaro, me basta con batir las alas para echar a volar. No tengo la carga de una familia y voy por mi cuenta a todas partes. ¡Es maravilloso! Estoy solo, pero no me siento así. Tengo a Dios conmigo, Él me acompaña; no suelo sentirme solo. En ocasiones me apetece desconectar por completo, ya que el cuerpo lo necesita. Tomarse un momento para hacerlo no tiene nada de malo. De vez en cuando, cuando me siento vacío o solo, me presento ante Dios para tener una charla sincera con Él y compartir unas palabras. Leo Sus palabras, aprendo himnos, visiono vídeos testimoniales de experiencias vivenciales y veo películas de la casa de Dios. Es maravilloso, y luego ya no me siento solo. No me importa si después lo estaré o no. El caso es que ahora no lo estoy, hay muchos hermanos y hermanas a mi alrededor con los que puedo mantener sentidas conversaciones. Buscar pareja matrimonial puede resultar fastidioso. No hay muchas personas normales capaces de vivir con honestidad una buena vida, así que no quiero buscar a una. Si la encontrara, no lográramos hacerlo funcionar y nos divorciáramos, ¿qué sentido habría tenido todo ese enredo? Después de haber analizado ya este punto, estoy mejor sin buscar pareja. Si el objetivo de buscar a alguien para casarse es solo la felicidad y alegría momentáneas, y de todos modos acabas por tener que divorciarte, eso es un embrollo por el que no estoy dispuesto a pasar. En cuanto a tener hijos, como ser humano —y no como una mera herramienta para generar descendientes—, no es mi responsabilidad ni mi obligación continuar con el linaje familiar. El que quiera hacerlo, adelante. Ningún apellido pertenece a una sola persona”. ¿Qué importa si se pone fin al linaje familiar? ¿No es solo una cuestión de apellidos de la carne? Las almas no tienen parentesco las unas con las otras, entre ellas no se puede hablar de legado ni de continuación. La humanidad comparte un único predecesor, del cual todo el mundo desciende, así que el fin del linaje de la humanidad queda fuera de toda discusión. Continuarlo no es responsabilidad tuya. Lo que ha de perseguir la gente es caminar por la senda correcta de la vida, llevar una vida libre y liberada y ser un auténtico ser creado. No debes asumir la carga de ser una máquina para propagar la humanidad. Tampoco es tu responsabilidad reproducirte ni continuar un linaje para beneficio de cualquier familia. Dios no te ha asignado esa responsabilidad. Quien quiera procrear, que lo haga; el que quiera continuar con su linaje, puede hacerlo; el que esté dispuesto a asumir tal responsabilidad, adelante; eso no tiene nada que ver contigo. Si no estás dispuesto a asumirla ni a cumplir con esa obligación, está bien, es tu derecho. ¿Acaso no es lo adecuado? (Sí). Si tus padres te siguen agobiando, les puedes decir: “Si tanto os molesta que no me reproduzca y continúe el linaje de vuestra familia, entonces buscaos vosotros una manera de tener otro hijo para continuarlo. De todos modos, este asunto a mí no me concierne; puedes delegarlo en quien quieras”. Después de que digas esto, ¿acaso tus padres tendrán algo que responder? En lo relativo a los matrimonios de sus hijos e hijas y a tener descendencia, los padres, ya sean creyentes o no, deberían saber a su avanzada edad que la riqueza o pobreza, el número de hijos y el estado civil en la vida los determina el cielo; todo se ha fijado por adelantado y no es algo que nadie pueda decidir. Por tanto, si los padres les exigen cosas por la fuerza a sus hijos de este modo, no cabe duda de que son unos ignorantes, unos necios y no tienen ni idea. A la hora de tratar con padres así, cualquier cosa que digan considérala como un soplo de aire que te entra por un oído y te sale por el otro, y eso es todo. Si te agobian demasiado, puedes decir: “De acuerdo, te lo prometo, mañana me caso, pasado tengo un hijo y al otro te pongo un bisnieto en los brazos. ¿Qué te parece?”. Aplácalos así y luego date la vuelta para marcharte. ¿No es esa una manera serena de lidiar con ello? En cualquier caso, tienes que percibir este asunto en profundidad. Vamos primero a dejar de lado el hecho de que Dios ordena el matrimonio y así es como funciona. La actitud de Dios hacia esta cuestión es la de otorgarle a la gente el derecho a elegir. Puedes optar por ser soltero o casarte; puedes vivir en pareja o tener familia numerosa. Es tu libertad. No importa en qué se funden estas elecciones o qué propósito o resultado quieras lograr, en pocas palabras, este derecho a elegir te lo ha otorgado Dios y te corresponde. También vale que digas lo siguiente, Dios no te condenará por ello: “Estoy demasiado ocupado con el trabajo de cumplir con mi deber, todavía soy joven y no quiero casarme. Quiero ser soltero, gastarme a tiempo completo por Dios y cumplir bien con mi deber. Ya me enfrentaré al gran problema del matrimonio más adelante. Cuando tenga cincuenta años y me sienta solo, cuando tenga mucho que decir pero nadie que escuche mi parloteo, entonces buscaré a alguien”. Si dices: “Me parece que se me escapa la juventud. Tengo que aprovechar sus últimos coletazos. Mientras siga siendo joven y tenga buen aspecto y un poco de encanto, debo darme prisa y buscar a una pareja que me acompañe y con la que charlar, alguien que me aprecie y me quiera, con quien pueda pasar los días y casarme”, ese también es tu derecho. Por supuesto, hay algo que tener en cuenta: si decides casarte, primero necesitas considerar con cuidado qué deberes estás cumpliendo en la actualidad en la iglesia, si eres líder u obrero, si se te ha elegido para el cultivo en la casa de Dios, si estás llevando a cabo trabajos o deberes importantes, qué tareas has recibido actualmente y cuáles son las presentes circunstancias. Si te casas, ¿influirá en tu cumplimiento del deber? ¿Y en tu búsqueda de la verdad? ¿Impactará en tu trabajo como líder u obrero? ¿Y en que consigas la salvación? Has de considerar todas estas cuestiones. Aunque Dios te haya concedido tal derecho, cuando lo ejerzas, tienes que considerar con cautela la decisión que estás a punto de tomar y qué consecuencias puede acarrear. Al margen de cuáles conlleve, no deberías culpar a los demás ni a Dios. Debes responsabilizarte de las consecuencias de tus propias elecciones. Hay quien dice: “No solo me voy a casar, sino que también quiero tener un puñado de hijos. Tras tener un varón, tendré una niña, y viviremos felices toda la vida como una familia, nos haremos compañía con alegría y en armonía. Cuando sea viejo, mis hijos se reunirán para cuidarme, y disfrutaré de la bendición de la vida familiar. ¡Eso será maravilloso! En cuanto a cumplir con mi deber, perseguir la verdad y lograr la salvación, esas son cosas secundarias. Ahora mismo no me preocupan. Primero resolveré el tema de tener hijos”. Ese también es tu derecho. Sin embargo, sean cuales sean las consecuencias que al final te ocasione tu elección, sean amargas o dulces, agrias o adustas, debes sobrellevarlas por tu cuenta. Nadie va a hacerse cargo de tus elecciones ni se va a responsabilizar de ellas, ni siquiera Dios. ¿Entendido? (Sí). Estos asuntos se han explicado con claridad. En cuanto al matrimonio, has de desprenderte de las cargas que correspondan. Tienes la libertad de elegir ser soltero, o también la de casarte y la de tener muchos hijos. Sea cual sea tu elección, se trata de tu libertad. Por un lado, optar por casarte no significa que así les hayas devuelto a tus padres su gentileza ni que hayas cumplido con tu deber filial. Desde luego, tu decisión de ser soltero tampoco implica un desafío hacia ellos. Por otro lado, elegir casarte o tener muchos retoños no es rebelarse contra Dios ni desafiarle. No se te condenará por ello. El haber decidido permanecer soltero tampoco será la razón por la que Dios te acabe concediendo la salvación. En resumen, ya estés soltero, casado o tengas muchos hijos, Dios no determinará si al final te vas a salvar en función de esos factores. Él no se fija en tus antecedentes maritales ni en tu situación matrimonial; solo en si estás persiguiendo la verdad, en tu actitud hacia el cumplimiento del deber, cuánta verdad has aceptado y a cuánta te has sometido, y en si actúas conforme a los principios-verdad. En definitiva, para determinar si te vas a salvar, Dios también se olvidará de tu estado civil a la hora de examinar la senda en la vida, los principios según los que vives y las reglas que has elegido para sobrevivir. Por supuesto, hay un hecho que debemos mencionar. Hay algo que sucede con los solteros o divorciados, y asimismo con los que no se han casado o los que han abandonado una unión, y es que no tienen que ser responsables de nadie o de nada dentro del marco del matrimonio. No tienen que asumir esas responsabilidades y obligaciones, así que son relativamente más libres. Cuentan con más libertad en lo que se refiere a su tiempo, mayor cantidad de energía y, hasta cierto punto, más libertad personal. Por ejemplo, como adulto, cuando sales a cumplir con tu deber, nadie puede limitarte, ni siquiera tus padres tienen ese derecho. Le oras tú mismo a Dios, Él dispone arreglos para ti y tú haces las maletas y te marchas sin más. No obstante, cuando estás casado y tienes familia, tu libertad es más acotada. Has de responsabilizarte de ellos. Ante todo, en cuanto a las condiciones de vida y los recursos financieros, al menos tienes que proporcionarles comida y ropa, y cuando los hijos son pequeños debes llevarlos a la escuela. Debes hacerte cargo de esas responsabilidades. En tales situaciones, los casados no son libres porque tienen obligaciones sociales y familiares que deben cumplir. Es más simple para los que no están casados ni tienen hijos. Al cumplir con su deber en la casa de Dios no pasarán hambre ni frío; tendrán comida y refugio. No les hace falta correr de un lado a otro para ganar dinero y trabajar por las necesidades de su vida familiar. Esa es la diferencia. Al final, en lo que respecta al matrimonio, acaba por ser lo mismo: no debes acarrear ninguna carga. Ya se trate de las expectativas de tus padres, los puntos de vista tradicionales de la sociedad o tus propios deseos extravagantes, no debes soportar ninguna carga. Tienes derecho a que tu elección sea permanecer soltero o casarte, y es también tu derecho decidir cuándo abandonar la soltería y cuándo contraer matrimonio. Dios no emite juicios concluyentes sobre este asunto. En lo relativo a cuántos niños tengas después de casarte, esto lo ha predestinado Dios, pero también puedes decidirlo tú mismo en función de tus circunstancias reales y tus búsquedas. Dios no te va a imponer reglas. Supongamos que eres millonario, multimillonario o billonario, y dices: “Para mí no supone un problema tener ocho o diez hijos. Criar a un puñado de retoños no mermará mi energía para cumplir con el deber”. Si no temes meterte en ese lío, entonces adelante, tenlos. Dios no te va a condenar por ello. Él no va a cambiar Su actitud hacia tu salvación por la postura que adoptes ante el matrimonio. Es así. ¿Está claro? (Sí). Otro aspecto es que, si en la actualidad eliges ser soltero, no debes tener ninguna sensación de superioridad solo por serlo ni decir: “Soy miembro de la élite de los solteros y tengo derecho a tener prioridad para la salvación en presencia de Dios”. Él no te ha concedido este privilegio, ¿entendido? Puede que digas: “Estoy casado. ¿Eso me convierte en inferior?”. No lo eres. Sigues siendo miembro de la humanidad corrupta, no se te ha rebajado ni humillado por haberte casado, no te has vuelto más corrupto ni más difícil de salvar ni le causas más daño al corazón de Dios que los demás, ni nada de eso provoca que Él no quiera salvarte. Todos estos son pensamientos y puntos de vista erróneos de las personas. El estado civil de alguien no tiene nada que ver con la actitud de Dios hacia él, ni tampoco con si finalmente podrá salvarse o no. Entonces, ¿con qué tiene que ver lograr la salvación? (Se fundamenta en la actitud que uno tenga respecto a aceptar la verdad). Eso es, se basa en la postura que adopte una persona a la hora de tratar la verdad y aceptarla, y en si es capaz de usar las palabras de Dios como base y la verdad por criterio para contemplar a las personas y las cosas y comportarse y actuar. Esta es la base para evaluar el desenlace de una persona. Ahora que hemos llegado a este punto en nuestra enseñanza, ¿dispones de la capacidad básica para desprenderte de las cargas que surgen de la cuestión del matrimonio? (Sí). Poder desprenderte de ellas beneficiará a tu búsqueda de la verdad. Si no te lo crees, les puedes preguntar a aquellos que se han casado qué esperanza tienen de recibir la salvación, y dirían: “Estuve casado muchos años y me divorcié a causa de mi fe en Dios. No me atrevería a decir que voy a salvarme”. Puedes preguntárselo a aquellos jóvenes un poco mayores que ya andan por la treintena y no se han casado, pero que en los muchos años que llevan de fe no han perseguido la verdad y son igual que los incrédulos. Puedes plantearles esta cuestión: “¿Es posible que te salves si crees en Dios de esa manera?”. Ellos tampoco se atreverán a decir que puedan salvarse. ¿Acaso no es así? (Sí).
Estas son las verdades que la gente debe entender sobre el matrimonio. Ninguno de los temas que hemos compartido se puede explicar con claridad en unas pocas palabras. Hay una gran diversidad de hechos que es necesario diseccionar, además de las circunstancias de varias clases de personas. En función de tales circunstancias, las verdades que cualquiera debe entender no se pueden explicar claramente en apenas unas pocas palabras. La gente debe comprender tanto las verdades como las realidades objetivas que atañen a cada problema, e, incluso, los pensamientos y punto de vista falaces que la gente alberga. Por supuesto, es necesario que se desprenda de estos últimos. Cuando te desprendes de todo esto, tus pensamientos y puntos de vista con respecto a un asunto serán, hasta cierto punto, positivos y precisos. Así, cuando te enfrentes de nuevo a un asunto semejante, ya no te verás constreñido, no te limitarán ni te influenciarán ciertos pensamientos y puntos de vista falaces y absurdos. No te sentirás atado ni perturbado por ello; en cambio, serás capaz de afrontar de un modo adecuado esta cuestión, y tu evaluación de los demás o de ti mismo será relativamente precisa. Se trata de un resultado positivo que puede plasmarse en la gente cuando contempla a las personas y las cosas, se comporta y actúa de acuerdo con las palabras de Dios y los principios-verdad. Bien, terminemos nuestra charla aquí por hoy. ¡Adiós!
1 de abril de 2023
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