Cómo perseguir la verdad (17) Parte 2

La verdad de que “Tus padres no son tus acreedores” es el principio correcto de práctica que debe entender la gente en lo que respecta a cómo abordan a sus padres. ¿Cuál es el otro principio de práctica? (Tus padres no son los amos de tu vida ni de tu destino). ¿Acaso no es más sencillo entender y desprenderse de esto que de “Tus padres no son tus acreedores”? En apariencia, parece que tus padres engendraron tu vida carnal, y que fueron ellos los que te dieron la vida. Sin embargo, si lo miramos desde la perspectiva de Dios y desde la raíz de esta cuestión, tu vida carnal no te la concedieron tus padres, porque ellos no pueden crear vida. Dicho de una manera simple, ninguna persona puede crear el aliento del hombre. El motivo por el que la carne de alguien se puede llegar a convertir en una persona es que posee ese aliento. En él reside la vida de un hombre, y es la seña de una persona viva. En cada uno existe este aliento y esta vida, y tus padres no son la fuente ni el origen de ellos. Lo que ocurre es que las personas nacen porque sus padres las engendran; en su origen, es Dios quien le concede a la gente tales cosas. Por tanto, Dios es el Amo de tu vida, no tus padres. Él creó a la humanidad, creó las vidas que hay en ella y les insufló el aliento vital, el origen de la vida del hombre. Por tanto, ¿acaso no resulta fácil de entender la frase “Tus padres no son los amos de tu vida”? Tus padres no te concedieron el aliento, y mucho menos la continuación de este. Dios cuida y rige todos los días de tu vida. Tus padres no deciden cómo transcurren estos días, si se trata de un día feliz y pasa sin incidentes, a quién conoces o en qué entorno vives a diario. Lo que sucede es que Dios te cuida a través de tus padres; ellos son simplemente las personas que Dios envió para protegerte. Tus padres no te dieron la vida cuando naciste, por ende, ¿acaso fueron ellos quienes te dieron la vida que te ha permitido vivir hasta ahora? Tampoco es ese el caso. El origen de tu vida sigue siendo Dios y no tus padres. Digamos que tus padres te alumbraron, pero, cuando tenías un año, o cinco, Dios decidió quitarte la vida. ¿Podrían hacer ellos algo al respecto? ¿Qué harían? ¿Cómo te salvarían la vida? Te enviarían al hospital y te confiarían a los médicos, que intentarían tratar tu enfermedad y salvarte. Esa es la responsabilidad de tus padres. Sin embargo, si Dios dijera que esta vida y esta persona no deben vivir, y que has de reencarnarte en otra familia, entonces tus padres no contarían con el poder ni con los medios para salvarte. Solo podrían observar cómo tu pequeña vida escapa de este mundo. Tus padres carecen de poder alguno cuando una vida se pierde, lo único que pueden hacer es desempeñar su responsabilidad y confiarte a los médicos, que intentarían tratar tu enfermedad y salvarte la vida, pero no recae en manos de tus padres la decisión de si vas a salir adelante o no. Si Dios dice que puedes continuar viviendo, entonces tu vida existe. Si Él dice que tu vida no debería existir, entonces la perderás. ¿Hay algo que puedan hacer tus padres al respecto? Solo pueden resignarse a tu destino. En pocas palabras, son seres creados normales y corrientes. Lo que ocurre es que, desde tu perspectiva tienen una identidad especial: te engendraron y te criaron, son tus jefes y tus padres. Pero, desde la perspectiva de Dios, no son más que humanos corrientes, miembros de la humanidad corrupta, y no tienen nada de especial. Ni siquiera son amos de su propia vida, ¿cómo van a ser amos de la tuya? Aunque te engendraron, no saben de dónde proviene tu vida y no pudieron decidir en qué momento, a qué hora y en qué lugar llegaría o cómo sería esta. No saben ninguna de estas cosas. Se limitan a esperar con pasividad, aguardan la soberanía de Dios y Sus arreglos. Al margen de si esto los hace feliz o de que lo crean o no, todo lo instrumenta Dios y ocurre por Su mano. Tus padres no son los amos de tu vida, ¿acaso no es fácil de entender? (Sí). Ellos engendraron tu carne, pero no la vida que hay en ella. Eso es un hecho. ¿Pueden tus padres siquiera controlar cuestiones tales como lo alto que eres, cuál es tu complexión física, de qué color o densidad es tu cabello, qué aficiones tienes, etcétera? (No). Ellos no pueden decidir si tienes buena o mala piel o cuáles son tus rasgos faciales. Algunos padres son gordos y engendran hijos delgados y bajitos, de narices y ojos pequeños. Cuando la gente los ve, piensa: “¿A quién se parecen estos hijos? Desde luego no a sus padres”. Los padres ni siquiera son capaces de decidir a quién se parecen sus hijos, ¿verdad que no? Algunos tienen cuerpos robustos y engendran a hijos muy delgados y débiles; otros tienen cuerpos delgados y frágiles y de ellos surgen hijos robustos, fuertes como robles. Algunos padres son tímidos como ratoncillos y engendran a hijos osados hasta el extremo. Algunos padres son cuidadosos y cautos y engendran a hijos ambiciosos que al final se convierten en emperadores, en presidentes o en líderes de una banda de ladrones o forajidos. Otros son granjeros, pero sus hijos son funcionarios superiores. Además, hay padres que son falsos, pero engendran a hijos de buena educación e ingenuos. Algunos son no creyentes, o incluso adoran a ídolos y diablos, y alumbran a hijos que desean creer en Dios, que no pueden continuar viviendo sin su fe en Él. Determinados padres les dicen a sus hijos: “Te voy a enviar a la universidad”, a lo que estos contestan: “No, soy un ser creado, ¡debo cumplir mi deber!”. Los padres luego les dicen a los hijos: “Eres joven, no hace falta que cumplas ningún deber. Nosotros lo hacemos porque somos viejos y no tenemos ningún plan de futuro; ganaremos algunas bendiciones para nuestra familia en el futuro, así que no hace falta que tú lo hagas. Tienes que estudiar mucho y, después de graduarte en la universidad, tienes que hacerte funcionario superior, para que pueda compartir contigo el centro de atención”. Los hijos responden: “No. Soy un ser creado, cumplir mi deber es lo más fundamental”. Por supuesto, hay algunos padres que creen en Dios y renuncian a sus familias y a sus carreras, pero sus hijos siempre se niegan a creer en Él. Son hijos no creyentes, y se mire como se mire a estos hijos y a sus padres, no se parecen a una familia. Aunque en apariencia se asemejan a una en sus hábitos de vida e incluso en algunos aspectos de su personalidad, en cuanto a sus aficiones, intereses, aspiraciones y las sendas que recorren, son totalmente diferentes. Se trata simplemente de dos clases diferentes de personas que caminan por dos sendas distintas. Por tanto, existen diferencias entre las vidas de las personas, y estas no las determinan sus padres. Estos no pueden decidir qué clase de vida pueden vivir sus hijos o en qué clase de entornos nacen. Tus padres no son los amos de tu vida ni de tu destino. Los padres no les dan la vida a los hijos, ¿es el destino de una persona una cuestión mayor o menor que su vida? Para las personas, ambas son grandes cuestiones. ¿Por qué? Porque no se trata de cosas que la gente pueda captar, lograr o controlar usando sus instintos, habilidades o aptitudes. Los destinos y las trayectorias vitales de la gente los decide y los rige Dios. Nadie realiza elecciones relacionadas con estas dos cuestiones. Ni tú ni tu familia elegís en qué familia naces o qué padres tendrás en esta vida. Tus padres también te engendraron de una manera pasiva. Por tanto, no pueden decidir cuál será la trayectoria de tu destino, ni si serás pudiente y rico, pobre y humilde, o una persona corriente. No pueden decidir dónde irás en esta vida, dónde vivirás, cómo será tu matrimonio, cómo serán tus hijos, en qué clase de entorno material vas a vivir, etcétera. Hay ciertas familias que eran prósperas, disponían de ropa y comida y de más dinero del que podían gastar antes de traer al mundo a un niño, pero, cuando este creció, dilapidó la fortuna familiar y, por más dinero que ganaran sus padres, no podían cubrir todo lo que derrochaba su hijo despilfarrador. También los hay que eran pobres, pero unos años después de alumbrar a su hijo, sus negocios familiares empezaron a prosperar, tanto la vida como las cosas les fueron cada vez mejor, al igual que su entorno. Como ves, son cosas que esos padres no esperaban, ¿verdad? Los padres no pueden decidir el destino de sus hijos y, naturalmente, tampoco tienen nada que ver con el destino de estos. La clase de senda que recorres, dónde vas, qué personas te encuentras en esta vida, cuántos desastres afrontas, cuántas cosas maravillosas y cuánta riqueza te encuentras; nada de eso tiene relación con tus padres o con sus expectativas. Todo padre desea que su hijo ascienda en el mundo, ¿pero acaso eso sucede siempre? No necesariamente. Algunos hijos ascienden, tal y como sus padres querían, y se convierten en funcionarios superiores, se hacen ricos y viven bien, pero sus padres enferman y mueren en un par de años sin llegar a disfrutar de esa fortuna ni a compartir con ellos el centro de atención. ¿Tiene el destino de una persona algo que ver con sus padres? No. No es que puedas conseguir cualquier cosa que tus padres esperen de ti. El destino de una persona no tiene nada que ver con sus padres, ni los padres de nadie deciden su destino. Aunque te engendraran e hicieran muchas cosas para poner los cimientos de tus planes, tus ideales y tu destino futuro, no pueden decidir cuál será tu destino o tu senda vital futura, son cosas que no tienen nada que ver con ellos. Por tanto, tus padres no son los amos de tu destino y no pueden cambiar nada en ti. Si estás destinado a ser pudiente, da igual lo pobres o incapaces que sean tus padres, obtendrás la riqueza que te corresponde. Si tu destino es ser pobre, una persona corriente o una de clase baja, por muy capaces que sean tus padres, no podrán servirte de ayuda. Si Dios te ha elegido y perteneces a Su pueblo escogido, es decir, si Él te ha predestinado, entonces no importa lo poderosos o capaces que sean tus padres, no podrán obstaculizar tu fe en Dios, aunque lo deseen. Como estás destinado a ser un miembro de la casa de Dios y un integrante de Su pueblo escogido, no puedes escapar de ello. El destino de una persona solo tiene relación con la soberanía y ordenación de Dios; no tiene nada que ver con los deseos y expectativas de sus padres. Naturalmente, tampoco con los intereses, las aficiones, el talante, las aspiraciones, las aptitudes o las destrezas personales de ese individuo. Por tanto, según la verdad “Tus padres no son los amos de tu vida ni de tu destino”, ¿cómo debes afrontar sus expectativas? ¿Deberías aceptarlas por entero, ignorarlas o abordarlas de un modo racional? En lo que respecta al asunto de tu vida o de tu destino, tus padres solo son gente normal, pueden esperar o decir lo que quieran. Deja que lo hagan y dedícate tú a lo tuyo. No hace falta discutir con ellos, porque, sean como sean las cosas en realidad, así van a ser. Esto no surge de un debate ni cambia en función de la voluntad del hombre. No puedes decidir tu propio destino, ¡y tus padres mucho menos! ¿No es así? (Sí). Aunque tus padres sean tus mayores, no guardan relación ni conexión alguna con tu destino. Tus padres no deberían tratar de dictarlo solo porque tienen muchos años más que tú y pertenecen a una generación anterior a la tuya. Esto es algo irracional y repugnante. Por tanto, siempre que tus padres tengan algo que decir sobre la senda que recorres en la vida o sobre lo que esperan de ti, debes abordarlo con calma y racionalmente, porque ellos no son los amos de tu destino. Diles: “Mi destino está en manos de Dios; nadie puede cambiarlo”. Nadie puede controlar su propio destino ni el de otra persona, y tus padres tampoco están capacitados para hacerlo. Tus antepasados no cuentan con esa capacidad, y mucho menos tus padres. ¿Quién es el único que la tiene? (Solo Dios). Solo Él está capacitado para regir el destino de las personas.

Hay quienes admiten en teoría que: “Mis padres no pueden interferir en mi destino. Aunque ellos me engendraron, no me dieron la vida. Fue Dios quien lo hizo. Él me dio todo lo que tengo. Dios me crio hasta la edad adulta por medio de mis padres y me permitió vivir hasta ahora. En realidad, fue Dios quien me crio”. Estas palabras las dicen muy bien y con bastante claridad, pero en ciertas circunstancias especiales, la gente no puede sobreponerse a sus afectos ni reconocer el enunciado: “Tus padres no son los amos de tu vida ni de tu destino”. En determinadas circunstancias, las personas se verán dominadas por sus sentimientos y caerán en ciertas tentaciones o se volverán débiles. Dado que han sufrido la persecución y la condena del gobierno y del mundo religioso, los han arrestado y mandado a la cárcel, algunos creyentes en Dios toman la determinación de no convertirse jamás en Judas y no traicionar nunca a ninguno de sus hermanos y hermanas ni revelar ninguna información sobre la iglesia, por mucho que los torturen. Preferirían morir a convertirse en Judas. De este modo, se les tortura y atormenta hasta el punto de que ya no se asemejan a personas, tienen los ojos tan hinchados que apenas son dos hendiduras y no pueden ver bien, están sordos, les han sacado los dientes, sangran por las comisuras de la boca, no les funcionan bien las piernas, tienen el cuerpo entero hinchado y cubierto de magulladuras. Sin embargo, por mucho que los atormenten, no recurren a la traición; están decididos a no convertirse en Judas y a mantenerse firmes en el testimonio de Dios. Hasta ahora da la impresión de que son bastante fuertes y que poseen testimonio, ¿verdad? Soportaron torturas e intimidaciones sin convertirse en Judas, y durante muchos días y noches los torturaron de esa manera. Cuando un diablo ve a un hombre semejante, piensa: “Este tipo es muy duro, lo han envenenado a fondo. Realmente lo han divinizado. Con lo joven que es y lo han atormentado hasta acabar en tal estado sin soltar ni una sola palabra. ¿Qué voy a hacer al respecto? Parece que es una figura importante, debe de saber mucho sobre la iglesia. Si puedo sacarle algo de información, ¡podremos arrestar a muchos y ganar bastante dinero!”. Entonces el diablo se pone a cavilar: “¿Cómo puedo tirarle de la lengua y sacarle algunos datos e información sobre cierta gente? Las personas fuertes tienen puntos débiles, igual que los que practican kung fu. Da igual lo buenos que sean en ese arte marcial, siempre tienen un talón de Aquiles. Todo el mundo tiene un punto débil, así que vamos a atacar específicamente el suyo. ¿Cuál es su punto débil? He oído que es hijo único y que sus padres lo mimaron desde pequeño. Se dice que les importa mucho y lo quieren bien, y que él es bastante filial con ellos. Si voy a por sus padres y los convenzo para que se lo trabajen psicológicamente, tal vez sus palabras sirvan de algo”. Entonces el diablo le trae a sus padres. ¿Os podéis imaginar qué sucede en cuanto los ve? Antes de verlos, pensaba: “Oh, Dios, estoy decidido a mantenerme firme en mi testimonio. ¡De ninguna manera voy a convertirme en Judas!”. Pero casi se le rompe el corazón en cuanto ve a sus padres. La primera cosa que siente es: “Los he defraudado, seguro que les resulta muy doloroso verme así”, y entonces se rompe. En su corazón sigue insistiendo en que: “No me convertiré en Judas. He de mantenerme firme en mi testimonio de Dios, no he tomado la senda equivocada. Estoy siguiendo la senda correcta en la vida. ¡Debo humillar a Satanás y dar testimonio de Dios!”. Es firme de corazón e insiste en ello repetidas veces, pero a un nivel emocional es incapaz de soportarlo, y su corazón se vuelve quebradizo al instante. ¿Cómo crees que se sienten sus padres cuando ven que han torturado a su hijo y lo han dejado en ese estado? No mencionaré a su padre, pero a su madre se le parte el corazón. Siente una enorme angustia cuando ve que su hijo ya no parece una persona tras semejante tormento, le invade el malestar y el dolor y se acerca a él temblorosa. ¿Cómo reaccionarías tú en un momento así? No te atreverías ni a mirar, ¿a que no? Como ves, ni has llegado a decir nada, tus padres tampoco, pero ya te habrías roto, sobrepasado por tus sentimientos. Pensarías para tus adentros: “Mis padres son mayores, no están en buen estado físico y dependen el uno del otro para salir adelante. Tuvieron a un hijo como yo que hasta el momento no ha cumplido ninguna de sus expectativas, y ahora les he causado muchos problemas. Los he avergonzado mucho e incluso han tenido que venir a verme en este estado de sufrimiento”. De manera imperceptible, en el fondo de tu corazón, sentirías que no eres un hijo filial, que hiciste daño y decepcionaste a tus padres, y que lograste que se preocuparan y los defraudaste. Tanto tú como tus padres sentiríais una enorme agonía por distintas razones. Ellos porque se sentirían mal por ti y no podrían soportar verte sufrir así. Tú al ver lo tristes y dolidos que estaban tus padres, y al no soportar verlos tan apenados y preocupados por ti. ¿Acaso esto no es producto de los sentimientos? Hasta ahora todavía se puede considerar normal, y aún no habría afectado a que te mantuvieras firme en el testimonio. Supongamos que entonces tus padres dicen: “Antes estabas muy fuerte y saludable, y ahora te han golpeado hasta dejarte en semejante estado. Desde pequeño te hemos tratado como a nuestro ojito derecho. Nunca te hemos puesto la mano encima. ¿Cómo has podido permitir que te pasara esto? Nunca hemos querido pegarte, siempre te hemos apreciado y amado, ‘te acunaríamos en la boca, pero por miedo a que te derritieras, te sostendríamos en la palma de la mano, si no fuera por temor a que te rompieras’. Te apreciamos muchísimo, pero no basta. No pasa nada si no cuidas de nosotros, pero ahora estás negándote a dar información, estás sufriendo mucho y no te rindes a pesar de haber padecido tal tormento y que te hayan dejado en este estado por creer en Dios y querer dar testimonio de Él. ¿Cómo puedes ser tan testarudo? ¿Por qué insistes en creer en Dios? ‘Tus padres te dieron tu cuerpo’. ¿Te estás portando bien con nosotros al dejar que esto te suceda? Si algo te ocurriera, ¿cómo esperas que sigamos viviendo? No contamos con que nos cuides cuando seamos viejos o que organices nuestro funeral, solo queremos que estés bien. Lo eres todo para nosotros, si no estás bien, si te marchas, ¿cómo podremos vivir el resto de nuestras vidas? ¿A quién tenemos aparte de a ti? ¿Qué otras esperanzas albergamos?”. Cada palabra de este discurso te golpearía donde realmente duele, tanto satisfaciendo tus necesidades emocionales como estimulando tus sentimientos y tu conciencia. Antes de que tus padres dijeran estas palabras, todavía te seguías aferrando a tu convicción y a tu postura en el fondo del corazón, pero después de que te lanzaran estos reproches, ¿acaso no se quebraría tu línea de defensa en lo más profundo de ti? “‘Tus padres te dieron tu cuerpo’. Renunciaste a un buen trabajo, abandonaste tus grandes perspectivas y una buena vida. Insistes en creer en Dios y te has dejado arruinar de esta manera, ¿te estás portando bien con nosotros?”. Tras oír esas palabras, ¿acaso podría contener alguien las lágrimas o evitar reprenderse a sí mismo? ¿Podría evitar sentir que ha defraudado a sus padres? ¿Quién sentiría que Satanás le estaba tentando? ¿Podría alguien verse afectado emocionalmente por la situación y sin embargo lidiar con ello de forma racional? En cuanto al enunciado: “Tus padres no son los amos de tu vida ni de tu destino, y no son tus acreedores”, ¿podría una persona creer tal cosa después de oír este discurso? ¿Quién sería capaz de abstenerse de abandonar su deber y su obligación, y el testimonio ante el que debería mantenerse firme un ser creado, a pesar de sentirse débil emocionalmente? ¿Cuáles de entre todas estas cosas podríais conseguir? En cuanto a tus sentimientos, si solo estuvieras un poco disgustado, aunque soltaras algunas lágrimas y te sintieras mal por tus padres, pero siguieras manteniendo la fe en la palabra de Dios y todavía te aferraras al testimonio en el que has de mantenerte firme y al deber que debes cumplir, sin perder el testimonio, la responsabilidad y el deber que tiene un ser creado ante el Señor de la creación, entonces te mantendrías firme. Pero si al ver a tu madre reprocharte entre lágrimas te precipitaste hondamente en tus sentimientos, pensaste que no eras nada filial, que habías tomado la decisión errónea, sentiste remordimientos y fuiste incapaz de continuar, quisiste abandonar el testimonio que ha de tener un ser creado y el deber, la responsabilidad y la obligación que un ser creado debe cumplir y quisiste regresar junto a tus padres, devolverles su gentileza e impedir que sufrieran o se preocuparan más por tu culpa, entonces no tendrías testimonio y serías indigno de seguir a Dios. ¿Qué les dijo Él a aquellos que lo seguían? (¿Acaso no dijo: “Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre y madre, a su mujer e hijos, a sus hermanos y hermanas, y aun hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:26)? Es un versículo de la Biblia). Si tu amor por tus padres sobrepasa al que tienes por Dios, entonces eres indigno de seguirlo y no eres uno de Sus seguidores. Si no eres uno de sus seguidores, tampoco eres un vencedor y Dios no te quiere. Has quedado en evidencia mediante esta prueba, no te has mantenido firme en tu testimonio. No cediste a la tortura de Satanás, pero unos cuantos reproches de tus padres fueron suficientes para que sucumbieras. Eres débil y has traicionado a Dios. Eres indigno de seguirlo y no eres Su seguidor. Los padres dicen a menudo: “No voy a pedirte nada más, no te voy a pedir que te hagas muy rico, solo espero que te mantengas sano y salvo en esta vida. Me basta con verte feliz”. Entonces, cuando te torturen sentirás que has defraudado a tus padres. “No me piden mucho, pero aun así les he fallado”. ¿Es correcto este pensamiento? ¿Les has fallado? (No). ¿Es tu culpa que Satanás te persiguiera así? ¿Es tu culpa que te golpeara y torturara brutalmente? (No). Satanás te persiguió, no eres tú el que se ha arruinado. Tú vas por la senda correcta y estás siendo una persona verdadera. Tus elecciones y todas tus acciones daban testimonio de Dios y cumplían con el deber de un ser creado. Estas son las elecciones que todo ser creado debería tomar y la senda que debería recorrer. Es la senda correcta; no conlleva arruinarse a uno mismo. Aunque hayan torturado tu carne y hayas sufrido un tratamiento brutal e inhumano, todo es por una causa justa. No implica tomar la senda equivocada, no es arruinarte a ti mismo. No defraudas a tus padres porque tu carne sufra, se te someta a tortura y se te atormente hasta el punto de que ya no parezcas una persona. No tienes que darles explicaciones. Es tu elección. Te hallas en la senda correcta de la vida, es que no lo entienden, eso es todo. Lo observan desde la perspectiva de un padre, siempre quieren protegerte motivados por sus sentimientos, no quieren que sufras dolor físico. ¿De qué sirve su deseo de protegerte? ¿Pueden dar testimonio y cumplir con el deber de un ser creado en tu nombre? ¿Pueden seguir el camino de Dios en tu lugar? (No). Tomaste la decisión correcta y deberías atenerte a ella. Las palabras de tus padres no deberían hechizarte ni desorientarte. No te estás arruinando a ti mismo, caminas por la senda correcta. En tu perseverancia y en todas tus acciones te aferras a la verdad, te sometes a las instrumentaciones y arreglos de Dios, y das testimonio de Él ante Satanás, le das gloria al nombre de Dios. Solo has soportado el sufrimiento de la brutal persecución de tu carne, eso es todo. Es un sufrimiento que la gente ha de soportar, es algo que debe ofrecerle al Señor de la creación y es el precio que se ha de pagar. Tu vida no provino de tus padres, y ellos no tienen derecho a decidir la senda que tomas. No tienen derecho a decidir cómo tratas tu propio cuerpo o qué precio pagas para mantenerte firme en tu testimonio. Simplemente no desean que sufras dolor físico debido a las necesidades de sus sentimientos carnales, y por el hecho de que lo ven desde esa perspectiva, eso es todo. Pero como ser creado, por mucho que sufra tu carne, es algo que debes soportar. La gente debe pagar multitud de precios para lograr la salvación y cumplir bien con el deber de un ser creado. Esta es la obligación y la responsabilidad de un hombre, y es lo que un ser creado debe dedicarle al Señor de la creación. Como tanto las vidas de las personas como sus cuerpos provienen de Dios, se trata de un sufrimiento que han de soportar. Por tanto, respecto a este, al margen de cuánto dolor físico aguante tu cuerpo, no debes explicarle nada de eso a tus padres, que dicen: “Tus padres te dieron tu cuerpo”, ¿pero y qué? Aunque engendren y críen a los hijos, no es que sus padres les hayan dado todo lo que estos poseen. No significa que la gente deba estar sujeta a la coacción de sus padres ni limitada en lo que respecta a la senda que camina y el precio que paga. Tampoco que deba obtener permiso de sus padres para recorrer la senda de perseguir la verdad o desempeñar el deber de un ser creado ante el Señor de la creación. Por tanto, no tienes que darles explicaciones a tus padres. Al Único que debes dárselas es a Dios. Con independencia de si sufres o no, debes entregárselo todo a Él. Además, si sigues la senda correcta, entonces Dios aceptará y recordará todos los precios que has pagado. Dado que Dios los recordará y reconocerá, habrá merecido la pena pagarlos. Tu carne sufrirá algo de dolor físico, pero estos precios te permitirán mantenerte firme en tu testimonio hasta el final, obtener la aprobación de Dios y lograr la salvación, y Él los recordará. No hay nada que pueda cambiarse por eso. Tanto las pretendidas expectativas de tus padres como las palabras críticas que te dicen son insignificantes y ni siquiera cabe mencionarlas si las comparamos con el deber que debes cumplir y el testimonio que has de dar ante Dios, puesto que el sufrimiento que padeces es muy valioso y significativo. Desde la perspectiva de un ser creado, esto es lo más significativo y valioso en la vida. Por tanto, nadie debe sentirse débil, deprimirse ni caer en la tentación por lo que dicen sus padres, y desde luego ninguna persona debería albergar remordimientos, culpa ni parecerle que ha decepcionado a sus padres a raíz de sus palabras. La gente debe sentirse honrada por el sufrimiento que ha soportado, y decir: “Dios me eligió y permitió a mi carne pagar esta clase de precio y que Satanás me maltratara con esta violencia, de tal modo que pudiera tener la oportunidad de dar testimonio de Él”. Es un honor para ti que Dios te seleccionara de entre Sus numerosos escogidos. No deberías entristecerte por ello. Si te mantienes firme en tu testimonio y humillas a Satanás, entonces este es el mayor honor en la vida para un ser creado. No importan las dolencias o secuelas que padezca tu cuerpo después de sufrir esta brutal persecución, o cuánto le duela a tu familia y a tus padres verte así. No deberías sentirte avergonzado ni alterado, ni sentir que has defraudado a tus padres por ello, porque lo único que has hecho ha sido pagar un precio por una causa justa, y esa es una buena obra. Nadie está cualificado para criticar tus buenas obras ni tiene derecho a hacer comentarios o juicios irresponsables o críticos sobre que creas en Dios, lo sigas y cumplas con tu deber. Solo el Señor de la creación es apto para juzgar tu comportamiento, los precios que has pagado y las elecciones que has hecho. Nadie más está cualificado para juzgarte, ninguno de ellos, incluidos tus padres, tiene derecho a criticarte. Si son las personas más cercanas a ti, deberían entenderte, animarte y consolarte. Deberían apoyarte para que perseveres, te mantengas firme en tu testimonio y te abstengas de sucumbir o ceder ante Satanás. Deberían sentirse orgullosos y alegrarse por ti. Dado que has sido capaz de perseverar hasta ahora y no has cedido ante Satanás, de modo que puedes mantenerte firme en tu testimonio, deberían animarte. No han de refrenarte y desde luego no deberían reprocharte. Si hicieras algo malo, podrían criticarte. Si tomaras la senda incorrecta, humillaras a Dios, traicionaras las cosas positivas y la verdad, entonces tendrían derecho a criticarte. Sin embargo, como todas tus acciones fueron positivas y Dios las acepta y las recuerda, si te critican es porque no pueden discernir el bien del mal. Son ellos los que se equivocan. Les disgusta que creas en Dios, recorras la senda correcta y seas una buena persona; ¿por qué en su lugar no critican a Satanás cuando este te persigue? Te critican a ti motivados por sus propios sentimientos, ¿qué hiciste mal? ¿Acaso no acabas de refrenarte para no convertirte en Judas? No te has convertido en Judas, te negaste a cooperar o comprometerte con Satanás y sufriste esta tortura y este tratamiento inhumano para mantenerte firme en tu testimonio, ¿qué tiene eso de malo? Nada. Desde la perspectiva de Dios, Él se regocija contigo, se siente orgulloso de ti. Sin embargo, tus padres se avergüenzan y critican tus buenas obras; ¿acaso no es eso confundir el blanco con el negro? ¿Son unos buenos padres? ¿Por qué no critican a Satanás y a la gente malvada y a los diablos que te persiguen? No solo no recibes ningún consuelo, ánimo o apoyo de tus padres, al contrario, te critican y regañan, mientras que da igual qué maldad cometa Satanás, no la condenan ni la maldicen. No se atreven a soltar ni un insulto o reproche al respecto. No dicen: “¿Cómo puedes atormentar a una buena persona hasta dejarla en semejante estado? Lo único que ha hecho es creer en Dios y tomar la senda correcta, ¿no? No ha robado nada ni asaltado a nadie, no ha vulnerado ninguna ley, ¿por qué lo atormentáis así entonces? Deberíais animar a la gente como él. Si todo el mundo creyera en Dios en la sociedad y recorriera la senda correcta, entonces no harían falta leyes ni existiría el crimen”. ¿Por qué no los critican así? ¿Por qué no se atreven a criticar a los satanases y diablos que te persiguieron? Te reprochan caminar por la senda correcta, pero cuando los malvados cometen acciones malvadas, las aprueban de manera tácita. ¿Qué te parecen estos padres? ¿Deberías sentirte mal por ellos? ¿Deberías mostrarles piedad filial y amarlos en tu corazón? ¿Son dignos de tu piedad filial? (No). No lo son. No pueden distinguir lo correcto de lo incorrecto ni el bien de la maldad. Son un par de personas confundidas. Solo entienden de sentimientos, de nada más. No entienden lo que es la justicia o lo que significa caminar por la senda correcta, no saben qué son las cosas negativas o qué son las fuerzas malvadas, solo saben salvaguardar sus sentimientos y su carne. Aparte de este nivel tan superficial de relaciones carnales, en su corazón solo albergan la idea de que: “Mientras mis hijos estén sanos y salvos, estaré muy feliz y agradecido”. Eso es todo. No entienden nada relativo a la senda correcta, las causas justas o lo más valioso y significativo que puede hacer una persona en esta vida. No entienden tales cosas y te regañan por seguir la senda correcta; están realmente confundidos. ¿Qué te parecen estos padres? ¿Acaso no son un par de diablos? Lo debes considerar en tu corazón: “Vaya par de viejos diablos… He sufrido muchas palizas y torturas, a lo largo de estos días he orado a Dios día y noche, y Él me ha estado protegiendo y guardando, por eso he podido sobrevivir hasta ahora. Me he mantenido firme en mi testimonio con gran dificultad, y con unas pocas palabras vosotros me lo habéis negado por completo. ¿Es un error que camine por la senda correcta? ¿Es un error que cumpla con el deber de un ser creado? Desde luego que no es un error no haberme convertido en Judas. ¡Vaya par de viejos diablos! ‘Tus padres te dieron tu cuerpo’; todo lo que poseo viene claramente de Dios, ¿acaso me lo disteis vosotros? Dios solo ordenó que me engendrarais y me criarais, me educó por medio vuestro. Sentís angustia por mí, dolor y disgusto solo para satisfacer vuestras necesidades emocionales. Tenéis miedo de que si muero, no habrá nadie que cuide de vosotros cuando seáis viejos o que organice vuestro funeral. Os da miedo que la gente se ría y pensáis que os he avergonzado”. Si fueras a la cárcel por haber cometido un crimen, porque robaste algo o asaltaste, engañaste o timaste a alguien, puede que lucharan por ti, dirían: “Mi hijo es un buen chico, no ha hecho nada malvado. No es malo por naturaleza, sino bueno y amable. Es solo que las tendencias malvadas de este mundo le han influenciado de manera negativa. Espero que el gobierno sea indulgente con él”. Lucharían por ti, pero ahora te desdeñan en el fondo de su corazón por recorrer la senda de la fe en Dios, por caminar por la senda correcta. ¿De qué manera te desdeñan? “Mira en qué situación te has metido. ¿Te portas bien con nosotros?”. En tu corazón debes pensar: “¿Qué quieren decir con eso de que ‘Mira en qué situación te has metido’? Simplemente estoy recorriendo la senda correcta en la vida; ¡a esto se le llama ser una persona verdadera! Esto es poseer buenas obras y testimonio; esto es fortaleza. Únicamente las personas así poseen de veras conciencia y razón, y no son cobardes, inútiles ni Judas. ¿En qué situación me he metido? ¡Esta es la auténtica semejanza humana! No solo no os alegráis por mí, además me lo reprocháis; ¿qué clase de padres sois? No sois dignos de ser padres, ¡hay que maldeciros!”. Si piensas así, cuando oyeras a tus padres decir: “Tus padres te dieron tu cuerpo, ¿cómo te has dejado arruinar así?”, ¿llorarías? (No). ¿Qué pensarías tras oír este discurso? “Qué sarta de tonterías. ¡Vaya par de idiotas! ¿Cómo que ‘Tus padres te dieron tu cuerpo’? Ni siquiera sabes quién te lo dio a ti y te sirves de estas palabras para hacerme reproches, ¡estás realmente confundido! Está claro que los que me persiguen son los diablos y satanases. ¿Cómo puedes confundir el blanco con el negro y en su lugar criticarme a mí? ¿He vulnerado la ley? ¿He robado o asaltado? ¿He engañado o timado? ¿Qué leyes he infringido? Ninguna, la persecución de Satanás me ha llevado hasta esta situación porque he seguido la senda correcta. No he soltado ni una sola palabra hasta ahora, no me he convertido en Judas, ¿quién más posee esta clase de fortaleza? No solo es que no me alabes ni animes, encima me haces reproches. ¡Sois diablos!”. Si lo piensas de esa manera, no llorarás ni te sentirás débil, ¿verdad que no? Tus padres no distinguen el bien del mal, confunden el blanco con el negro porque no creen en Dios y no entienden la verdad. Tú sí la entiendes, pero no deberías verte influenciado por estas palabras y falacias diabólicas que dicen. En su lugar, deberías continuar aferrándote a la verdad. De este modo, de veras te mantendrás firme en tu testimonio. ¿Me equivoco? (No).

Decidme, ¿es fácil mantenerse firme en el testimonio propio? Lo primero que debes hacer es liberarte de tus sentimientos, y lo segundo entender la verdad. Solo entonces no experimentarás ninguna debilidad, serás capaz de mantenerte firme en el testimonio y Dios te reconocerá y aceptará en estos tipos de circunstancias especiales; solo entonces te reconocerá como un vencedor y como Su seguidor. Cuando te hayas impuesto, cuando a quien no le hayas fallado sea a Dios y no a tus padres, serás capaz de desprenderte de todas las expectativas que ellos tienen hacia ti, ¿verdad? Las expectativas de tus padres no son relevantes, carecen de importancia, lo que más cuenta es estar a la altura de las expectativas de Dios y mantenerte firme en tu testimonio de Él, se trata de la actitud y de las búsquedas que un ser creado ha de tener. ¿Acaso no es así? (Sí). Cuando te sientas débil, cuando pierdas el norte, en especial cuando Satanás te asedie y te persiga mientras recorres la senda correcta, o cuando la gente del mundo secular te desdeñe, se burle de ti y te rechace; en todos esos momentos, aquellos que te rodean, tus familiares, amigos y conocidos, pensarán que has hecho algo vergonzoso y nadie te entenderá, te animará, te apoyará ni te consolará. Menos probable aún será que alguien te atienda, te muestre el camino o te señale la senda de práctica. Esto incluye a los padres. Como no estás junto a ellos, mostrándoles piedad filial, ni eres capaz de ayudarlos a vivir bien ni de devolverles su gentileza debido a tu fe en Dios y a que cumples con tu deber, tus padres no te van a entender. Adoptarán la misma perspectiva que la gente en el mundo secular; les parecerá que los has avergonzado, que no han recibido nada de ti a cambio de educarte, ningún beneficio, que no has cumplido con sus expectativas, que les has fallado y eres un ingrato descuidado. Tus padres no te entenderán, y no podrán proporcionarte ninguna guía positiva, ni hablar de tus parientes y amigos. Mientras caminas por la senda correcta, solo Dios te anima, te atiende, te consuela y te provee sin cesar. Cuando te torturen y te martiricen en la cárcel, solo la palabra y la fe en Dios que Él te ha concedido te sustentarán cada segundo, cada minuto y cada día. Entonces, cuando estés sufriendo palizas tan graves, podrás conservar el deseo de mantenerte firme en tu testimonio de Dios, podrás seguir absteniéndote de convertirte en Judas y seguirás anhelando brindarle gloria al nombre de Dios y humillar a Satanás, gracias a la palabra y a la fe que Él te ha dado. Por una parte, serás capaz de hacer estas cosas motivado por tu determinación, y por otra, y más importante, por la guía, la guarda y el liderazgo de Dios. Mientras que tus padres, cuando más necesitas el consuelo y el auxilio, siguen pensando solo en sí mismos, sentencian que eres un ingrato descuidado, que nunca pueden contar contigo en esta vida y que te han criado para nada. No se les olvida que te criaron, que deseaban contar contigo para que les ayudaras a tener una buena vida, para brindarles gloria a tus ancestros y permitirles llevar la cabeza alta y sentirse orgullosos de ti frente a sus parientes y amigos. Los padres que no creen en Dios nunca se sienten honrados y afortunados respecto a tu fe. Al contrario, a menudo te reprochan que no encuentres tiempo para visitarlos o cuidarlos porque crees en Dios y estás ocupado cumpliendo con tu deber. No solo te lo reprochan, sino que a menudo te regañan, te llaman un “ingrato descuidado” y un “hijo desagradecido”. ¿No te parece difícil caminar por la senda correcta mientras cargas con estos apodos despectivos? ¿No te sientes agraviado? ¿Acaso no necesitas el apoyo de tus padres, su ánimo y comprensión mientras experimentas tales cosas? ¿No tienes a menudo la sensación de que les has fallado? Por tanto, hay quienes incluso albergan pensamientos estúpidos: “Mi destino en esta vida no es mostrarles piedad filial a mis padres ni vivir con ellos. ¡Les mostraré piedad filial en la vida siguiente!”. ¿Acaso no se trata de pensamientos absurdos? (Sí). No deberías tenerlos; has de cortarlos de raíz. Caminas por la senda correcta, has elegido cumplir con el deber de un ser creado y presentarte ante el Señor de la creación para aceptar la salvación de Dios. Esa es la única senda correcta en este mundo. Has tomado la decisión correcta. Al margen de cuánto te malinterpreten o de que se sientan decepcionados contigo aquellos que no creen, incluidos tus padres, eso no debería afectar a tu elección de caminar por la senda de creer en Dios o a tu determinación de cumplir con tu deber, ni tampoco a tu fe en Él. Deberías perseverar porque estás caminando por la senda correcta. Con más motivo, debes desprenderte de las expectativas de tus padres. No deberían convertirse en cargas para ti mientras recorres la senda correcta. Seguirla ha sido la mejor decisión de tu vida, si tus padres no te apoyan, si siempre te regañan por ser un ingrato descuidado, entonces deberías tener si cabe más discernimiento de ellos, desprenderte a un nivel emocional y no permitir que te limiten. Si no te apoyan, te animan ni consuelan, estarás bien; no ganarás ni perderás nada con o sin estas cosas. Lo más importante son las expectativas de Dios hacia ti. Dios te está animando, proveyendo y guiando. No estás solo. Sin las expectativas de tus padres, puedes de igual manera cumplir con el deber de un ser creado y, sobre esta base, seguirías siendo una buena persona. Desprenderse de las expectativas de tus padres no significa que hayas perdido tu ética y moral, y desde luego tampoco que hayas renunciado a la humanidad o a la moral y la justicia. La razón de que no hayas estado a la altura de las expectativas de tus padres es que elegiste las cosas positivas y cumplir con el deber de un ser creado. Esto no tiene nada de malo, es la senda más correcta. Debes perseverar y mantenerte firme en tu fe. Es posible que no obtengas el apoyo de tus padres, y desde luego tampoco sus bendiciones, porque crees en Dios y estás cumpliendo con el deber de un ser creado, pero da igual. No es relevante, no has perdido nada. Lo más importante es que cuando elegiste caminar por la senda de la fe en Dios y de cumplir con el deber de un ser creado, Él empezó a albergar expectativas y grandes esperanzas respecto a ti. Mientras vive en este mundo, si la gente se desvía de sus amigos y parientes, todavía es capaz de vivir bien. Ciertamente, las personas también pueden vivir con normalidad después de separarse de sus padres. Solo caen en la oscuridad cuando se apartan de la guía y bendiciones de Dios. Comparadas con las expectativas de Dios y Su guía, las expectativas de los padres son simplemente insignificantes y no merece la pena mencionarlas. Al margen de qué clase de persona esperan tus padres que seas o de la clase de vida que esperan que vivas a nivel emocional, no te guían por la senda correcta o la de la salvación. Por tanto, debes darle la vuelta a tu punto de vista, desprenderte de las expectativas de tus padres desde el fondo de tu corazón y a nivel emocional. No debes continuar asumiendo esta clase de carga ni sentirte culpable en absoluto respecto a tus padres porque hayas elegido cumplir con el deber de un ser creado. No has hecho nada para decepcionar a nadie. Elegiste seguir a Dios y aceptar Su salvación. Eso no es defraudar a tus padres, al contrario, deberían sentirse orgullosos y honrados de que hayas elegido desempeñar el deber de un ser creado y aceptar la salvación del Creador. Si no son capaces de ello, no son buenas personas. No merecen tu respeto, son incluso menos merecedores de tu piedad filial y, por supuesto, menos dignos aún de tu preocupación. ¿Acaso no es así? (Sí).

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