Cómo perseguir la verdad (18) Parte 3
Todo aquello que hacen los padres para materializar las expectativas que tienen hacia sus hijos antes de que se hagan mayores contradice a la conciencia, la razón y las leyes naturales. Si cabe es más contrario a la ordenación y a la soberanía de Dios. Aunque los hijos no tienen la capacidad de distinguir lo que está bien de lo que está mal o de pensar de manera independiente, sus destinos se hallan bajo la soberanía de Dios, no los rigen sus padres. Por tanto, aparte de albergar en su conciencia expectativas respecto a sus hijos, estos padres tan necios llevan además a cabo más acciones y sacrificios, y pagan precios relacionados con su conducta, hacen por los hijos cualquier cosa que les parece y que estén dispuestos a hacer, con independencia de que suponga gastar dinero, tiempo, energía o lo que sea necesario. Aunque los padres llevan a cabo todo esto de manera voluntaria, es algo inhumano, pues excede al ámbito de sus responsabilidades y de sus propias capacidades, y no les corresponde a ellos. ¿Por qué digo esto? Porque los padres empezaron a intentar planear y controlar el futuro de sus hijos, a tratar de determinarlo antes de que llegaran a adultos. ¿No es eso una necedad? (Sí). Por ejemplo, digamos que Dios ordenó que un hombre fuera un trabajador corriente, y que en esta vida solo podría ganar un sueldo básico para alimentarse y vestirse, pero sus padres insisten en que se convierta en una celebridad, en alguien rico, en un funcionario superior. Hacen planes y arreglos para su futuro desde que es pequeño, pagan todo tipo de supuestos precios, tratan de controlar su vida y su futuro. ¿No es eso una necedad? (Sí). Aunque su hijo saque muy buenas notas, vaya a la universidad, aprenda y adquiera diversas destrezas una vez que llegue a adulto, cuando finalmente salga a buscar empleo, por mucho que se esfuerce, siempre acabará siendo un trabajador corriente. Como mucho tendrá suerte y le nombrarán capataz, que tampoco está mal. Al final, solo gana un salario básico y nunca logra alcanzar el de un funcionario superior o el de alguien acaudalado, como le exigían sus padres. Estos siempre quieren que ascienda en el mundo, que gane mucho dinero, que se convierta en un funcionario superior, para así poder compartir con ellos el centro de atención. Como le iba bien en la escuela y era tan obediente, nunca esperaron que a pesar de los precios que pagaron por él y de haber ido a la universidad, su destino en la vida sería acabar como un trabajador ordinario. Si hubieran podido adelantarse a esto, no se habrían atormentado tanto en su momento. Pero ¿pueden los padres evitar atormentarse? (No). Venden sus casas, sus tierras, las posesiones de la familia y algunos incluso un riñón para que sus hijos vayan a universidades de prestigio. Cuando el hijo se muestra en desacuerdo con esto, la madre dice: “Tengo dos riñones. Si pierdo uno, me queda el otro. Ya soy vieja, solo necesito un riñón”. ¿Qué siente su hijo al oír eso? “Aunque signifique no ir a la universidad, no puedo permitirte que vendas un riñón”. Y la madre responde: “¿Cómo no vas a ir? ¡Eres un hijo desobediente y desamorado! ¿Para qué vendo yo un riñón entonces? ¿Acaso no es para garantizar tu éxito futuro?”. Al hijo le conmueve oír esto, y piensa: “Que mamá venda entonces el riñón. No la quiero decepcionar”. La madre lo acaba haciendo, cambia un riñón por el futuro de su hijo y, al final, este se convierte en un trabajador ordinario y no tiene éxito. La madre solo ha obtenido eso a cambio de su riñón, ¿acaso es apropiado? (No). Al darse cuenta de ello, dice: “El único destino que te espera es ser un trabajador. Si lo hubiera sabido antes, no hubiera vendido un riñón para mandarte a la universidad. Podrías haberte puesto a trabajar directamente, ¿no? ¿De qué sirvió que fueras a la universidad?”. ¡Es demasiado tarde! ¿Quién la obligó a actuar de un modo tan estúpido en aquel momento? ¿Quién la obligó a soñar con la idea de que su hijo se convirtiera en un funcionario superior y ganara mucho dinero? La cegó la avaricia, ¡se lo tiene merecido! Pagó muchos precios por su hijo, pero ¿le debe él algo? No. Su madre pagó estos precios voluntariamente y recibió su merecido. Aunque hubiera vendido los dos riñones, lo hubiera hecho por voluntad propia. Para enviar a sus hijos a universidades prestigiosas, algunos venden sus córneas, otros su sangre y hay quienes lo sacrifican todo y venden las posesiones de la familia, ¿merece la pena? Es como si pensaran que vender un poco de sangre o un órgano puede decidir el futuro de una persona y cambiar su destino. ¿Sirve de algo? (No). ¡La gente es tan estúpida! Quiere una devolución rápida, la ciega el prestigio y el beneficio. Siempre piensa: “Bueno, mi vida es así”, entonces, deposita sus esperanzas en sus hijos. ¿Garantiza eso que el destino de estos vaya a ser mejor que el suyo? ¿Que sus hijos van a ser capaces de ascender en el mundo? ¿Que van a ser diferentes? ¿Cómo puede ser la gente tan idiota? ¿Solo por tener tan altas expectativas hacia sus hijos serán estos superiores a los demás o estarán a la altura de dichas aspiraciones? Los destinos de las personas no los deciden los padres, los decide Dios. Por supuesto, ningún padre desea que sus hijos acaben siendo mendigos. Es más, no hace falta que insistan en que sus hijos asciendan en el mundo, se conviertan en funcionarios superiores o personas prominentes de la clase alta de la sociedad. ¿Qué tiene de bueno pertenecer a la clase alta? ¿Y ascender en el mundo? Son unos lodazales, no son cosas buenas. ¿Es bueno convertirse en una celebridad, en una gran figura, en un superhombre o en alguien con posición y estatus? La vida es más cómoda cuando se es una persona corriente. ¿Qué tiene de malo llevar una vida un poco más pobre, más dura, más agotadora, con comida y ropa un poco peores? Al menos hay una cosa garantizada, y es que al no vivir entre las tendencias sociales de la clase alta de la sociedad pecarás menos y te resistirás en menor medida a Dios. Como persona corriente, no te enfrentarás a tentaciones tan grandes o frecuentes. Aunque la vida sea un poco más dura, al menos tu espíritu no estará cansado. Piénsalo, como trabajador, de lo único que tienes que preocuparte es de asegurarte tres comidas al día. Cuando eres funcionario es distinto. Hay que luchar, y nunca se sabe cuándo llegará el día en que tu puesto ya no esté asegurado. Y eso no es todo, pues la gente a la que has ofendido te buscará para ajustar cuentas, te castigará. La vida es muy agotadora para las celebridades, las personas notables y los ricos. Los ricos siempre temen no serlo tanto en el futuro y no poder seguir adelante si eso sucede. A las celebridades siempre les preocupa que sus halos desaparezcan y siempre quieren resguardarlos, pues temen que tanto esta época como las tendencias los descarten. ¡Llevan una vida muy agotadora! Los padres nunca se dan cuenta de tales cosas, y quieren siempre empujar a sus hijos al corazón de esta lucha, enviarlos a semejantes leoneras y lodazales. ¿De verdad albergan los padres buenas intenciones? Si digo que no, no vais a estar dispuestos a oírlo. Si os digo que las expectativas de vuestros padres os afectan negativamente y de muchas maneras, ¿estáis dispuestos a reconocerlo? (Sí). Os hacen un daño muy profundo, ¿verdad? Algunos de vosotros no estáis dispuestos a reconocerlo, decís: “Mis padres quieren lo mejor para mí”. Dices que tus padres quieren lo mejor para ti; ¿y qué es lo mejor? Tus padres quieren lo mejor para ti, pero ¿cuántas cosas positivas te han ayudado a comprender? Tus padres quieren lo mejor para ti, pero ¿cuántos de tus pensamientos y puntos de vista incorrectos e indeseables han corregido? (Ninguno). Entonces, ¿puedes ahora desentrañar estas cosas? Te das cuenta de que las expectativas de tus padres no son realistas, ¿verdad?
Al analizar minuciosamente la esencia de las expectativas de los padres hacia sus hijos, nos damos cuenta de que todas ellas son egoístas, que van en contra de la humanidad y que, además, no tienen nada que ver con las responsabilidades propias de los padres. Cuando les imponen diversas expectativas y exigencias a sus hijos, no están cumpliendo con dichas responsabilidades. Entonces, ¿cuáles son sus “responsabilidades”? Las más básicas consisten en enseñar a sus hijos a hablar, a ser bondadosos y a no ser malas personas, y guiarlos en una dirección positiva. Estos son sus deberes más elementales. Además, deben ayudarlos a adquirir cualquier clase de conocimiento, habilidad, y demás, que mejor les convenga en función de su edad, de lo que puedan abarcar y de su calibre e intereses. Unos padres un poco mejores ayudarán a sus hijos a entender que Dios creó a las personas y que Él existe en el universo, los guiarán para que oren y lean las palabras de Dios, y les compartirán algunos relatos bíblicos, con la esperanza de que al hacerse mayores sigan a Dios y cumplan el deber de un ser creado en lugar de perseguir las tendencias mundanas, quedar atrapados en complicadas relaciones interpersonales y ser devastados por las diversas tendencias de este mundo y de la sociedad. Las expectativas no tienen nada que ver con las responsabilidades que deben cumplir los padres. Al desempeñar este papel, son responsables de aportarles una guía positiva y una adecuada atención antes de alcanzar la edad adulta, así como de ocuparse debidamente de su vida carnal en cuanto a la comida, el vestido, la vivienda o en caso de enfermedad. Si sus hijos se enferman, los padres han de ocuparse de cualquier dolencia que sea necesario tratar, no deben descuidarlos ni decirles: “Sigue yendo a la escuela, no dejes de estudiar, no puedes quedarte atrás en las clases, si te atrasas mucho no vas a poder recuperarlas”. Cuando los hijos necesiten descanso, los padres deben dejar que lo tengan; cuando estén enfermos, deben ayudarlos a recuperarse. Estas son las responsabilidades de los padres. Por una parte, deben cuidar del bienestar físico de sus hijos, por otra, deben atenderlos, educarlos y auxiliarlos en lo relativo a su salud mental. Esto es lo que a los padres les corresponde hacer, en lugar de imponer a sus hijos ninguna expectativa o exigencia poco realista. Es su deber cumplir con las responsabilidades que incumben tanto a las necesidades emocionales de sus hijos como a las de su vida física. No pueden permitir que pasen frío en invierno, han de enseñarles una serie de conocimientos generales acerca de la vida, como en qué circunstancias es posible que pillen un resfriado, la necesidad de comer platos calientes, que les dolerá el estómago al comer cosas frías y que no deberían exponerse al viento a la ligera ni desvestirse en lugares con corrientes de aire cuando hace frío, para, de este modo, ayudarlos a aprender a ocuparse de su propia salud. Además, cuando en sus jóvenes mentes surjan ideas infantiles e inmaduras sobre su futuro o algún pensamiento extremo, los padres deben proporcionales una guía correcta en cuanto se den cuenta de ello, en lugar de someterlos a una represión forzosa. Deben lograr que sus hijos expresen y expongan sus ideas, para que puedan efectivamente resolver el problema. En esto consiste cumplir con sus responsabilidades. Implica, por un lado, cuidar de sus hijos y, por otro, orientarlos, corregirlos y guiarlos hacia los pensamientos y puntos de vista correctos. En realidad, las obligaciones que los padres han de cumplir no guardan relación con las esperanzas que tengan puestas en su descendencia. Puedes desear que tus hijos gocen de buena salud física y posean humanidad, conciencia y razón cuando se hagan mayores, o esperar que te muestren piedad filial, pero no que se conviertan en tal o cual celebridad o en una persona importante, y menos aún deberías decirles a menudo: “¡Mira qué obediente es Xiaoming, el vecino!”. Tus hijos son tus hijos: no te corresponde decirles lo bueno que es su vecino ni procurar que aprendan de él. No es algo que un padre deba hacer. Cada persona es diferente. La gente difiere en sus pensamientos, puntos de vista, intereses, aficiones, calibre y personalidad, y en si su esencia-humanidad es buena o despiadada. Hay quienes nacen parlanchines, mientras que otros son introvertidos por naturaleza y no se sienten molestos si se pasan un día entero sin pronunciar una sola palabra. Por tanto, si los padres desean cumplir con sus responsabilidades, deberían intentar comprender la personalidad, las actitudes, los intereses y el calibre de sus hijos, además de las necesidades de su humanidad, en vez de convertir sus propias búsquedas mundanas de adulto, de prestigio y de riqueza en expectativas hacia sus hijos e imponerles todo esto que proviene de la sociedad. Los padres le ponen a esto un nombre que suena bien, “expectativas hacia sus hijos”, pero en realidad no se trata de eso. Está claro que pretenden empujar a sus hijos al pozo de fuego y echarlos en brazos de los diablos. Si eres realmente un padre o una madre idóneo, deberías cumplir con tus responsabilidades respecto a la salud física y mental de tus hijos, en lugar de imponerles tu voluntad antes de que sean adultos, y obligar a sus jóvenes mentes a sobrellevar cosas que jamás deberían. Si los amas y los aprecias de verdad y quieres atender a tus responsabilidades hacia ellos, debes cuidar de su cuerpo físico y asegurarte de que están sanos. Por supuesto, algunos niños nacen frágiles y delicados de salud. Si sus padres están en condiciones, pueden proporcionarles más suplementos alimenticios, o consultar a un médico especialista en medicina tradicional china o a un nutricionista. De esta manera, demuestran un poco más de cuidado hacia esos niños. Además, en cada etapa anterior a su llegada a la edad adulta, desde la infancia y la niñez hasta la adolescencia, los padres tienen que prestar un poco más de atención a los cambios en la personalidad y en los intereses de sus hijos y a sus necesidades con respecto a la exploración de su humanidad y preocuparse por ellos un poco más. Asimismo, tanto en lo que atañe a sus cambios psicológicos e ideas equivocadas como a algunos aspectos desconocidos relativos a las necesidades de su humanidad, deberían proporcionarles orientación, ayuda y apoyo positivos y humanos, por medio de la perspectiva práctica, la experiencia y las lecciones que ellos mismos adquirieron al haber pasado por lo mismo. En cada etapa, los padres deben ayudarlos a crecer sin sobresaltos y a evitar que tomen sendas tortuosas, giren en falso o se desvíen hacia los extremos. Cuando sus jóvenes y confusas mentes se hacen daño o sufren un golpe, sus padres deben atenderlos con prontitud y ofrecerles atención, afecto, cuidados y guía. Esas son las responsabilidades que han de cumplir los padres. Respecto a cualquier plan que tengan los hijos para su propio futuro, ya deseen ser maestros, artistas, funcionarios o lo que sea, si son razonables, los padres pueden animarlos y aportarles cierta ayuda o asistencia en función de sus propias circunstancias, educación, calibre, humanidad, contexto familiar, etcétera. Sin embargo, los padres no deberían sobrepasar el ámbito de sus propias capacidades, no deberían vender su coche, su casa, los riñones o su sangre. No hace falta nada de eso, ¿verdad? (Cierto). Deberían limitarse a ofrecerles a sus hijos cierta ayuda de acuerdo con sus capacidades como padres. Si los hijos dicen: “Quiero ir a la universidad”, los padres pueden responder: “Si quieres ir a la universidad, te apoyaré y no me voy a oponer, pero no somos una familia rica. De ahora en adelante, tendré que ahorrar a diario para pagarte un año de universidad. Si llegado el momento he ahorrado lo suficiente, irás a la universidad. En caso de que no, tendrás que buscar tú una solución por tu cuenta”. Los padres deben alcanzar esta especie de pacto con sus hijos, mostrarse de acuerdo y llegar juntos a un consenso para resolver el problema de las necesidades que tienen en cuanto a su futuro. Desde luego, si los padres no son capaces de materializar los planes e intenciones futuros de sus hijos, no deben sentirse culpables ni pensar: “Los he defraudado, soy un inútil y han tenido que sufrir por ello. Los hijos de los demás comen bien, se ponen ropa de marca, van en coche a la universidad y viajan a casa en avión. Los míos ocupan los peores asientos del tren, ni siquiera puedo permitirme que vayan en el coche cama. ¡He defraudado a mis hijos!”. No hace falta que se sientan culpables, esta es su realidad, y aunque vendieran un riñón no podrían proporcionarles esas cosas, deben aceptar su destino. Dios instrumentó esta clase de entorno para ellos, así que estos padres no tienen por qué sentirse culpables en relación con sus hijos en ningún caso, ni decir: “Te he defraudado. Si no nos muestras piedad filial en el futuro, no me voy a quejar. Somos incompetentes y no te hemos brindado buenas condiciones de vida”. No es necesario que lo digan. Los padres solo necesitan cumplir con sus responsabilidades con la conciencia tranquila, hacer todo lo que puedan y propiciar que sus hijos sean sanos tanto de cuerpo como de mente. Con eso, es suficiente. Cuando decimos “sanos” nos referimos simplemente a que los padres se esfuercen al máximo para asegurarse de que sus hijos tengan pensamientos positivos, así como ideas y actitudes activas, superadoras y optimistas ante la vida cotidiana y su existencia. Los hijos no deben pillar rabietas cuando se alteran por algo, ni tampoco tratar de suicidarse, darles problemas a sus padres o regañarlos por ser unos inútiles incapaces que no saben ganar dinero, ni decirles: “Fijaos en los padres de los demás. Conducen buenos coches, viven en mansiones, se embarcan en cruceros de lujo y viajan a Europa. Y mira nosotros, ¡no hemos salido nunca de nuestra ciudad natal, ni hemos cogido un tren de alta velocidad, ni siquiera una vez!”. Si hacen semejantes berrinches, ¿cómo has de responder? Debes decir: “Tienes razón, así de incompetentes somos. Naciste en esta familia y debes aceptar tu destino. Si eres capaz, en el futuro podrás ganar dinero por tus propios medios. No seas irrespetuoso con nosotros ni nos exijas que hagamos cosas por ti. Ya hemos cumplido con nuestras responsabilidades y no te debemos nada. Algún día tendrás tus propios hijos y deberás hacer lo mismo”. Cuando los tengan, se darán cuenta de que a los padres no les es fácil ganar dinero para sustentarse a sí mismos y a todos los miembros, tanto jóvenes como mayores, de la familia. En definitiva, debes enseñarles algunos principios acerca de cómo comportarse. Si tus hijos son capaces de aceptarlo, debes compartir con ellos la fe en Dios y la senda de la búsqueda de la verdad para alcanzar la salvación, así como algunos de los pensamientos y puntos de vista correctos que has entendido de parte de Dios. Si tus hijos están dispuestos a aceptar la obra de Dios y a creer en Él junto contigo, aún mejor. Si no sienten este tipo de necesidad, basta con que cumplas con tus responsabilidades hacia ellos; no es necesario que sigas insistiendo o trayendo a colación algunas palabras y doctrinas relacionadas con la fe en Dios con la intención de predicárselas. No hace falta hacerlo. Aunque tus hijos no crean, mientras te apoyen, podéis seguir conservando una buena amistad, y hablar y discutir de cualquier cosa juntos. No debes convertirte en su enemigo ni guardarles rencor. Después de todo, existe un vínculo de sangre entre vosotros. Si tus hijos están dispuestos a cumplir con sus responsabilidades hacia ti, a mostrarte piedad filial y a obedecerte, es posible que mantengas tu relación familiar con ellos y que interactúes con ellos con normalidad. No es necesario que los maldigas o los regañes constantemente porque tengan opiniones y puntos de vista diferentes a los tuyos respecto a la fe. No hace falta. No es preciso que te exaltes ni que pienses que el hecho de que ellos no crean en Dios es un gran problema, como si se te escapara la vida y el alma. No es tan grave. Si no creen, pues, es natural que tengan sendas propias que han elegido recorrer. Tú también posees una senda que debes recorrer y un deber que cumplir y no tienen nada que ver con tus hijos. Si no creen, no hace falta que insistas. Quizá no ha llegado el momento adecuado o, simplemente, Dios no los ha escogido. Si es así e insistes en obligarlos a creer, eres un ignorante y un rebelde. Por supuesto, si Dios los ha escogido, pero no es el momento oportuno y les exiges que crean ahora, será demasiado pronto. Si Dios desea actuar, nadie puede escapar a Su soberanía. Si Dios ha dispuesto que tus hijos crean, puede lograrlo con solo una palabra o un pensamiento. Y si no lo ha dispuesto, no se sentirán afectados y eso no va a cambiar por mucho que les hables; no servirá de nada. Si tus hijos no creen, no estás en deuda con ellos; si lo hacen, tampoco es mérito tuyo. ¿No es así? (Sí). Con independencia de si tienes objetivos comunes con tus hijos en materia de fe o de si sois afines en este sentido, en cualquier caso, basta con que cumplas con tus responsabilidades hacia ellos. Si has cumplido con ellas, no significa que les hayas demostrado bondad, y si tus hijos no creen, no significa que les debas algo, puesto que has llevado a cabo tus obligaciones y punto. Vuestro vínculo no cambió, y podéis seguir interactuando como hasta ahora. Cuando se encuentren en dificultades, debes ayudarlos todo lo que puedas. Si dispones de los medios materiales para ayudarlos, no dudes en hacerlo. Si eres capaz de corregir los pensamientos y puntos de vista de tus hijos a nivel psicológico o mental, y de aportarles cierto grado de guía y ayuda que les permita que escapen de sus dilemas, está bastante bien. En resumen, lo que los padres deben hacer antes de que los hijos lleguen a adultos es desempeñar las responsabilidades que les corresponden, averiguar lo que quieren hacer y cuáles son sus intereses y aspiraciones. Si lo que quieren es matar gente, iniciar incendios y cometer delitos, los padres deberían disciplinarlos enérgicamente o incluso castigarlos. Sin embargo, si son obedientes y no son diferentes a cualquier otro niño normal, se comportan bien en la escuela y hacen todo lo que les dicen sus mayores, los padres deben simplemente cumplir con sus responsabilidades hacia ellos. Aparte de esto, estas supuestas expectativas, exigencias y opiniones que rodean su futuro son todas superfluas. ¿Por qué lo digo? Dios ordena el destino de toda persona, los padres no pueden decidir sobre ello. Sean cuales sean las expectativas que los padres tienen hacia sus hijos, es imposible que todas se hagan realidad y que determinen su futuro o sus vidas. Da igual lo grandes que sean las esperanzas que hayan depositado en ellos, o los enormes sacrificios o precios que hayan pagado por tales expectativas, todo es en vano; tales cosas no pueden influir en el futuro o las vidas de sus hijos. Por tanto, los padres no deben hacer necedades. No deberían sacrificarse innecesariamente por sus hijos antes de que lleguen a la edad adulta y, naturalmente, no deberían estresarse tanto por ello. Educar a los hijos consiste en que un padre o una madre aprenda y adquiera diversos tipos de experiencias mientras transita distintos entornos, para que luego los hijos puedan paulatinamente beneficiarse de ello. No es necesario que los padres hagan nada más. Respecto al futuro de los hijos y su futura senda de vida, no tienen nada que ver con las expectativas de sus padres. Es decir, estas esperanzas no pueden decidir tu futuro. No es que sean muy altas, ni que el hecho de que existan suponga que vas a disfrutar de una vida próspera y a vivir bien, ni que si tus padres no tuvieran expectativas sobre ti significara que fueras a acabar siendo un mendigo. No hay necesariamente relación entre tales conceptos. Decidme, ¿resultan fáciles de entender estos temas que he compartido? ¿Es sencillo para la gente conseguir estas cosas? ¿Son difíciles? Los padres solo han de cumplir con las responsabilidades hacia sus hijos, educarlos y criarlos hasta que lleguen a adultos. No es necesario que los críen para que se conviertan en personas talentosas. ¿Es fácil de conseguir? (Sí). Es muy sencillo: no tienes que responsabilizarte del futuro ni de la vida de tus hijos, ni hacer planes para ellos, ni suponer en qué tipo de personas se convertirán, qué tipo de vida llevarán, qué círculos sociales frecuentarán más adelante, cómo será su calidad de vida en este mundo en el futuro o qué estatus tendrán entre la gente. No tienes por qué presuponer ni controlar nada de esto; simplemente tienes que cumplir con tus responsabilidades como padre o madre. Es así de sencillo. Cuando tus hijos lleguen a la edad escolar, debes encontrar una escuela y matricularlos, pagar cuando corresponda y adquirir todo lo que allí necesiten. Con eso es suficiente. En cuanto a lo que comen y la ropa que visten a lo largo del año, solo hace falta que cuides de su cuerpo físico en función de las circunstancias. No consientas que una enfermedad mal curada persista en ellos durante el periodo anterior a alcanzar la edad adulta, cuando no entienden cómo cuidar de su propio cuerpo. Corrige de inmediato sus defectos y malos hábitos, ayúdalos a desarrollar otros mejores y después aconseja y guía sus mentes y asegúrate de que no se desvíen hacia los extremos. Si les gustan algunas cosas malas, pero te das cuenta de que son buenos hijos y que solo se han dejado influenciar por las tendencias malvadas del mundo, debes corregirlos rápidamente y ayudarlos a enmendar sus defectos y malos hábitos. Estas son las responsabilidades y las funciones que deben desempeñar. No deben empujar a sus hijos hacia las tendencias de la sociedad, ni tampoco exponerlos demasiado pronto, antes de hacerse mayores, a distintos tipos de presión que únicamente deberían afrontar los adultos. Los padres no deben hacer este tipo de cosas. Es muy sencillo alcanzarlo, pero hay quienes no pueden lograrlo. Como esas personas no pueden desprenderse de su búsqueda de prestigio y beneficios mundanos, ni de las tendencias malvadas del mundo, y temen que se los descarte de él, hacen que sus hijos se integren a la sociedad muy pronto y se adapten a ella muy rápidamente a nivel mental, antes de llegar a la edad adulta. Los niños con padres así no son afortunados. Al margen de los métodos o pretextos que pongan en nombre del amor, el aprecio y el esfuerzo que hacen por ellos, en el caso de los hijos de familias como estas, no son necesariamente buenos; incluso se los podría considerar como algo similar a catastróficos. La razón es que, a raíz de sus expectativas, lo que esos padres provocan en las jóvenes mentes de sus hijos es desolación. O, en otras palabras, las expectativas de esos padres no tienen que ver con que tengan una mente y un cuerpo sanos, sino en que sean capaces de consolidarse en la sociedad y evitar que esta los descarte. El objetivo de tales expectativas es que tengan una buena vida o sean superiores a los demás, evitar que se conviertan en mendigos y que otros los discriminen o acosen, y que al final logren integrarse en tendencias y grupos de personas malvados. ¿Son buenas estas cosas? (No). Por tanto, no hace falta que os toméis a pecho estas expectativas de los padres. Si alguna vez las tuvieron hacia ti, o si pagaron muchos precios para que se hicieran realidad en ti, de modo que te sientes en deuda con ellos y pretendes pasarte la vida entera retribuyéndoles lo que han sacrificado en tu nombre, si albergas esta clase de idea y deseo, debes desprenderte de él enseguida. No les debes nada, en cambio, son tus padres los que te han dejado desolado y lisiado. No solo no han logrado cumplir sus responsabilidades como padres, sino que te han hecho daño, te han infligido diversas heridas en tu joven mente y han dejado atrás un amplio rango de improntas y recuerdos negativos. En resumen, no son buenos padres. Si antes de alcanzar la edad adulta, la forma en que tus padres te educaron, te condicionaron y te hablaron siempre se caracterizó por la esperanza de que estudiaras mucho, triunfaras y no acabaras siendo un jornalero, de que gozaras de buenas perspectivas en el futuro, te convirtieras en un motivo de orgullo para ellos y les reportaras honor y gloria, a partir de ahora debes dejar de lado sus supuestas muestras de cariño y ya no debes tomártelas tan a pecho. ¿Acaso no es así? (Sí). Esas son las expectativas que los padres tienen puestas en sus hijos antes de que alcancen la edad adulta.
Cuando los hijos pasan de la niñez a la edad adulta, las expectativas de sus padres siguen teniendo la misma naturaleza. Aunque sus hijos adultos pueden pensar de manera independiente y comunicar, hablar y discutir con ellos desde el estatus y el punto de vista de un adulto, los padres siguen albergando las mismas expectativas hacia ellos desde su propia perspectiva. Pasan de ser las esperanzas que se tienen hacia un niño a convertirse en las que se depositan en un adulto. Aunque las expectativas que los padres tienen de los adultos son distintas a las que depositan en los menores que no han alcanzado la adultez, en su calidad de personas corrientes y corruptas, de integrantes de la sociedad y del mundo, los padres siguen albergando el mismo tipo de expectativas hacia sus hijos. Desean que no tengan problemas en el trabajo, que tengan matrimonios felices y familias perfectas, que reciban aumentos de sueldo y ascensos, que se ganen el reconocimiento de sus jefes y que todo les vaya especialmente bien en sus empleos sin toparse con dificultad alguna. ¿De qué sirven estas expectativas? (Son inútiles). Son inútiles, además de innecesarias. Aunque ya eres un adulto, tus padres creen que, como te han criado y mantenido, te pueden leer la mente y, por consiguiente, les parece que saben todo lo que estás pensando, qué quieres y cómo es tu personalidad. Y, si bien eres un adulto independiente y puedes ganar dinero para sustentarte a ti mismo, piensan que aún pueden controlarte y que siguen teniendo derecho a opinar, involucrarse, decidir, interferir o incluso ejercer cierto dominio en cualquier asunto relacionado contigo. Es decir, creen que tienen la última palabra. Por ejemplo, en lo que concierne al matrimonio, si estás saliendo con alguien, enseguida dirán: “No está bien, no tiene tu mismo nivel de educación, no es muy guapa y su familia vive en el campo. Cuando te cases con ella, sus parientes del campo vendrán en masa, no sabrán usar el baño y dejarán todo muy sucio. Desde luego, esa no va a ser una buena vida para ti. No está bien. No doy mi consentimiento para que te cases con ella”. ¿No es esto interferir? (Sí). ¿No resulta innecesario y repugnante? (Es innecesario). Los hijos e hijas todavía tienen que obtener el consentimiento de los padres cuando buscan pareja. Por consiguiente, algunos ni siquiera les cuentan que han encontrado pareja, solo por evitar su intromisión. Cuando les preguntan: “¿Tienes pareja?”, solo dicen: “No, todavía es pronto. Aún soy joven, no hay prisa”, pero en realidad hace dos o tres años que tienen pareja, solo que no se lo han contado a sus padres. ¿Y por qué no lo hacen? Porque quieren entrometerse en todo y son muy quisquillosos, así que se lo callan. Cuando están a punto de casarse, directamente llevan a su pareja a casa de los padres y preguntan: “¿Dais vuestro consentimiento? Me caso mañana. Voy a hacerlo deis o no vuestro consentimiento. Si os negáis, igualmente continuaremos adelante y tendremos hijos”. Estos padres se entrometen demasiado en la vida de sus hijos, incluso en sus matrimonios. Si la pareja que encuentran no es la que ellos esperan, no se llevan bien con ella o no les agrada, tratan de romper su relación. Si sus hijos no están de acuerdo con ellos, los padres se echan a llorar, arman un escándalo y amenazan con suicidarse, hasta tal punto que sus hijos no saben qué hacer, si reír o llorar. Hay también algunos hijos e hijas que dicen ser demasiado mayores y no quieren casarse, y sus padres les dicen: “Eso no está bien. Había puesto esperanzas en que te hicieras mayor, te casaras y tuvieras hijos. Te he visto crecer y ahora quiero ver que te casas y tienes hijos. Entonces, podré morir en paz. Si no te casas, nunca podré cumplir ese deseo. No podré morirme y, si me muero, no será en paz. Debes casarte, date prisa y encuentra una pareja. Incluso me vale con que te busques una pareja pasajera y me dejes echarle un vistazo”. ¿No es eso entrometerse? (Sí). A la hora de que sus hijos adultos elijan una pareja para casarse, los padres pueden aconsejarles de un modo apropiado, motivarlos o ayudar a evaluar a su pareja, pero no deben interferir ni colaborar en la toma de ninguna decisión. Los hijos tienen sus propios sentimientos respecto a si les gusta su pareja, si se llevan bien, si tienen intereses similares o si serán felices juntos en el futuro. Los padres no tienen necesariamente que saber nada de esto y, aunque lo sepan, lo único que pueden hacer es dar alguna sugerencia, no obstruir de manera flagrante ni interferir gravemente en el asunto. Hay incluso algunos padres que dicen: “Cuando mi hijo o hija encuentre una pareja, debe ser de la misma posición social que mi familia. Si no lo es y esconde alguna motivación respecto a él o ella, no dejaré que se casen. Tendré que trastornar sus planes. ¡Si quiere entrar en mi casa, no se lo voy a permitir!”. ¿Es apropiada esta expectativa? ¿Es racional? (No lo es). Este asunto es muy importante en la vida de su hijo, resulta irracional que los padres se entrometan en ello. Sin embargo, desde su punto de vista, existe más motivo, si cabe, para interferir en las cuestiones significativas de las vidas de sus hijos. Si se hacen amigos de una persona del sexo opuesto con quien hablar de vez en cuando, no se entrometen; pero, si se trata de un asunto de tanto peso como el matrimonio, consideran que sí deben hacerlo. Incluso hay padres que dedican mucho esfuerzo a espiar a sus hijos, en averiguar de qué miembros del sexo opuesto tienen datos de contacto e información en sus teléfonos y computadoras y, de este modo, se entrometen y los vigilan, hasta el punto de que sus hijos no disponen de ningún recurso para confrontar, rebatir ni eludir este obstáculo. ¿Acaso está actuando el padre de manera correcta? (No). Si los padres provocan que sus hijos se harten de ellos, será que son problemáticos, ¿no? Los padres deben seguir asumiendo sus responsabilidades y obligaciones como tales, ayudar a sus hijos adultos en su senda de vida futura y darles consejos, advertencias y recomendaciones razonables y valiosas para que no los engañen en el trabajo o cuando se crucen con diversos tipos de personas, acontecimientos y asuntos; para que eviten dar rodeos, toparse con problemas innecesarios o incluso que los demanden. Los padres deben adoptar la perspectiva de alguien con experiencia y dar a sus hijos consejos y puntos de referencia útiles y valiosos. Ya depende de ellos hacerles caso o no. La única obligación de los padres es cumplir con sus responsabilidades. No pueden controlar cuánto sufrimiento experimentarán sus hijos, cuánto dolor padecerán ni las bendiciones que disfrutarán. Si a pesar de que los padres les han enseñado lo necesario, a los hijos les toca soportar algunas tribulaciones en esta vida y cuando les ocurre algo siguen siendo muy obstinados, entonces les corresponde sufrir, ese es su destino y los padres no han de culparse por ello, ¿no es cierto? (Sí). En algunos casos, los matrimonios no funcionan, los cónyuges no se llevan bien y deciden divorciarse, a partir de ahí surgen disputas sobre quién criará a los hijos. Sus padres esperaban que todo resultara bien a nivel laboral, que fueran felices y dichosos en sus matrimonios, que no aparecieran desavenencias ni problemas, pero al final nada salió como pretendían. Por consiguiente, estos padres se preocupan por sus hijos, lloran, se lamentan de ello con sus vecinos y ayudan a sus hijos o hijas a buscar abogados para que luchen por la custodia de sus propios hijos. Hay incluso algunos padres que entienden que sus hijas han sido humilladas y se alzan para luchar por ellas, van a casa de sus maridos y les gritan: “¿Por qué has agraviado así a mi hija? ¡No pienso consentir este insulto!”. Incluso, acuden acompañados de otros familiares para que descarguen su ira en favor de su hija y la cosa acaba a golpes. Como resultado, se monta un escándalo. Si no hubiera venido toda la familia a hacer ese alboroto, y las tensiones entre el marido y la mujer se hubieran apaciguado poco a poco, luego de calmarse, probablemente no se habrían divorciado. Sin embargo, el escándalo de los padres complicó enormemente las cosas; no pudieron evitar la ruptura de su matrimonio y se abrió una brecha. Como resultado del alboroto que armaron, el matrimonio no funcionó bien y también tuvieron que preocuparse por eso. Decidme, ¿valía la pena tanto revuelo? ¿De qué les sirvió entrometerse? Ya se trate del matrimonio de sus hijos o de su trabajo, los padres siempre piensan que tienen una gran responsabilidad: “Debo involucrarme, he de seguir este asunto y observarlo de cerca”. Evalúan si los matrimonios de sus hijos son felices o no, si surgen problemas afectivos y si sus hijos o yernos tienen aventuras. Hay padres que se entrometen, critican o incluso idean planes relativos a diversos aspectos de la vida de sus hijos con el fin de satisfacer cierta expectativa que albergan acerca de su matrimonio o de otros diversos aspectos, y esto afecta seriamente el orden normal de la vida y el trabajo de sus hijos. ¿Acaso este tipo de padres no es detestable? (Sí). Incluso hay algunos que se meten en el estilo y los hábitos de vida de sus hijos y, cuando no tienen nada que hacer, visitan sus casas para ver cómo les va a sus nueras, para averiguar si envían regalos o dinero a escondidas a sus propias familias o si tienen relaciones amorosas con otros hombres. Los hijos consideran que su proceder es realmente repulsivo y repugnante. Si los padres insisten en ese comportamiento, a sus hijos les parece detestable y asqueroso, de modo que queda muy claro que esta manera de actuar es absurda. Por supuesto, si lo miramos desde otra perspectiva, son actos inmorales que carecen de humanidad. No importa qué clase de expectativas tengan los padres respecto a sus hijos, después de llegar a la edad adulta, los padres no deberían entrometerse en su círculo personal o laboral ni en sus familias, y mucho menos deberían intentar interferir o controlar los diferentes aspectos de su vida. Hay incluso algunos padres a los que les encanta el dinero, y les dicen a sus hijos: “Para hacer dinero más rápido, tienes que ampliar tu negocio. Mira al hijo de tal o cual, ha expandido su negocio, ha convertido su pequeña tienda en una más grande, y luego esa en una franquicia, y ahora sus padres comen y beben bien junto a él. Tienes que ganar más dinero. Gana más y abre más tiendas, y luego nos regodearemos juntos por ello”. Al margen de las dificultades o deseos de sus hijos, ellos solo quieren satisfacer sus propias preferencias y deseos egoístas; solo quieren usar a sus hijos para ganar mucho dinero y lograr su objetivo, disfrutar de los placeres carnales. Los padres no deberían hacer nada de esto. Es inmoral y carece de humanidad, además, este tipo de padres no cumple con sus responsabilidades. Esta no es la actitud que los padres deben tener hacia sus hijos adultos. En cambio, se aprovechan de que son mayores e interfieren, entre otras cosas, en las vidas, el trabajo y los matrimonios de sus hijos adultos, con el pretexto de evidenciar su responsabilidad hacia ellos. Con independencia de lo capaces que sean los hijos de uno o cómo sea su calibre, qué lugar ocupan en la sociedad o su nivel de ingresos, este es el destino que Dios ha dispuesto para ellos; se encuentra bajo Su soberanía. Los padres no deben interferir en la clase de vida que llevan sus hijos, a menos que no estén recorriendo la senda correcta o vulneren la ley, en cuyo caso los padres han de ser estrictos en su disciplina. Sin embargo, en circunstancias normales, en las que estos adultos están en sus cabales y tienen la capacidad de vivir y sobrevivir de forma independiente, sus padres deberían dar un paso atrás, puesto que sus hijos ya son adultos. Si acaban de llegar a la edad adulta, tienen 20 o 21 años y aún no saben acerca de las diversas situaciones complejas de la sociedad ni cómo comportarse en la vida, no entienden de qué manera socializar y carecen de habilidades para la supervivencia, estos padres deben ofrecerles una ayuda adecuada que les permita realizar una transición progresiva hasta el punto en que puedan vivir de forma independiente. A esto se lo llama cumplir con su responsabilidad. Pero en cuanto hayan colocado a sus hijos en el buen camino y estos tengan la capacidad de sobrevivir de forma independiente, dichos padres deberían apartarse. No deberían seguir tratando a sus hijos como si aún no fueran adultos o fueran deficientes mentales. No deberían albergar expectativas poco realistas hacia ellos, ni interferir en su vida privada o en sus actitudes, puntos de vista y proceder relativos al trabajo, la familia, el matrimonio, las personas y los acontecimientos, bajo el pretexto de que albergan expectativas respecto a ellos. Si hacen cualquiera de esas cosas, no están cumpliendo con sus responsabilidades.
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