Cómo buscar la verdad (2) Parte 2

Tras comunicarlo de esta manera, ¿habéis comprendido si son acertados o equivocados los pensamientos y puntos de vista de las personas que siempre aseguran tener un mal destino? (Son equivocados). Claramente, estas personas experimentan la emoción de la depresión al verse sumidas en el extremismo. Al tener esta emoción extrema de la depresión debido a que albergan pensamientos y puntos de vista extremos, son incapaces de afrontar correctamente las cosas que les ocurren en la vida, no pueden ejercer con normalidad las funciones propias de las personas ni cumplir con los deberes, responsabilidades u obligaciones de un ser creado. Por tanto, son iguales que las diversas clases de personas que se sumen en emociones negativas que ya discutimos en nuestra última comunicación. Aunque estas personas que piensan que tienen un mal destino creen en Dios, son capaces de renunciar a cosas, se gastan por Él y lo siguen, no obstante son igualmente incapaces de cumplir con su deber en la casa de Dios de un modo libre, liberado y relajado. ¿Por qué no pueden hacerlo? Porque en su interior albergan una serie de pensamientos y puntos de vista extremos y anormales que hacen que surjan en ellos emociones extremas. Estas son la causa de que su manera de juzgar las cosas, su manera de pensar y sus puntos de vista sobre las cosas provengan de un planteamiento extremo, incorrecto y falaz. Consideran los asuntos y a las personas desde este planteamiento extremo e incorrecto, así que viven, perciben a las personas y las cosas, y se comportan y actúan una y otra vez bajo el efecto y la influencia de esta emoción negativa. Al final, no importa cómo vivan, parecen tan cansados que no son capaces de reunir ningún entusiasmo por su fe en Dios y la búsqueda de la verdad. Con independencia de cómo elijan vivir su vida, no pueden cumplir positiva o activamente con su deber, y a pesar de llevar muchos años creyendo en Dios, nunca se concentran en entregarse al deber en cuerpo y alma o hacerlo satisfactoriamente y, por supuesto, ni mucho menos buscan la verdad o practican de acuerdo con los principios verdad. ¿A qué es debido? En última instancia, a que siempre piensan que tienen un mal destino, y esto los lleva a tener una emoción profundamente depresiva. Acaban totalmente desanimados, impotentes, como un cadáver andante, sin ninguna vitalidad, sin mostrar ningún comportamiento positivo u optimista, y mucho menos ninguna determinación o resistencia para dedicar la lealtad que deberían a su deber, a sus responsabilidades y a sus obligaciones. Más bien, luchan a regañadientes día a día con una actitud descuidada, sin rumbo y con la cabeza confundida, e incluso los días se les pasan sin que se den cuenta. No tienen ni idea de cuánto tiempo van a seguir así. Al final, no les queda más remedio que reprenderse a sí mismos y decirse: “Oh, seguiré saliendo del paso mientras pueda. Si un día no puedo más y la iglesia quiere expulsarme y descartarme, que me descarte y ya está. Es que tengo un mal destino”. Ya ves, incluso lo que dicen es muy derrotista. Esta emoción de la depresión no es un simple estado de ánimo, sino que, lo más importante, causa un impacto devastador en los pensamientos, en el corazón y en la búsqueda de las personas. Si no puedes dar un giro a tu emoción de depresión a tiempo y con rapidez, no solo afectará a toda tu vida, sino que también la destruirá y te conducirá a la muerte. Aunque creas en Dios, no podrás obtener la verdad y alcanzar la salvación y, al final, perecerás. Por eso, los que creen que su destino es malo deberían despertar ya; estar siempre investigando si su destino es bueno o malo, andar siempre detrás de algún tipo de destino, preocuparse siempre por este… eso no es bueno. Al tomarte siempre muy en serio tu destino, cuando te encuentras con una pequeña perturbación o decepción, o cuando te sobrevienen fracasos, reveses o situaciones embarazosas, llegas rápidamente a creer que se debe a tu propio mal destino y mala suerte. Así, te recuerdas repetidamente a ti mismo que eres alguien con un mal destino, que tu destino no es bueno como el de otras personas, y te sumerges una y otra vez en la depresión, rodeado, atado y atrapado por la emoción negativa de esta, incapaz de escapar de ella. Que pase esto es algo muy aterrador y peligroso. Aunque esta emoción de la depresión no provoque que te vuelvas más arrogante o taimado, o que reveles perversidad o intransigencia, u otras actitudes corruptas; aunque no se llegue al punto en el que reveles un carácter corrupto y desafíes a Dios, o reveles un carácter corrupto y vulneres los principios verdad, o causes interrupciones y perturbaciones, o realices actos malvados, sin embargo, en términos de esencia, esta emoción de la depresión es una manifestación gravísima de la insatisfacción de la gente con la realidad. En esencia, esta manifestación de descontento con la realidad es también una muestra de insatisfacción hacia la soberanía y los arreglos de Dios. ¿Y cuáles son las consecuencias de estar insatisfecho con la soberanía y los arreglos de Dios? Sin duda, son muy graves y, como mínimo, harán que te rebeles y desafíes a Dios, y te llevarán a ser incapaz de aceptar Sus declaraciones y Su provisión, a que seas incapaz de entender y no estés dispuesto a escuchar las enseñanzas, exhortaciones, recordatorios y advertencias de Dios. Debido a que rebosas de la emoción de la depresión, eres incapaz de aceptar las declaraciones actuales de Dios, y no tienes manera de aceptar Su obra realista ni el esclarecimiento, la guía, la ayuda, el apoyo y la provisión del Espíritu Santo para ti. Aunque Dios está obrando, eres incapaz de sentirlo; aunque tanto Él como el Espíritu Santo están obrando, eres incapaz de aceptarlo. No puedes aceptar estas cosas positivas, estos requerimientos y esta provisión de Dios, lo único que llena y ocupa tu corazón es esta emoción de la depresión, y nada de lo que hace Dios tiene efecto en ti. Al final, te perderás cada paso de la obra de Dios, cada fase de Sus declaraciones, e incluso cada fase de la obra de Dios y Su provisión para ti. Cuando las declaraciones de Dios y los pasos de Su obra se hayan completado, seguirás siendo incapaz de resolver tu emoción de depresión, serás incapaz de dejarla atrás, seguirás rodeado y rebosando de la emoción de la depresión, y entonces habrás perdido por completo la obra de Dios. Una vez que hayas perdido por completo Su obra, te enfrentarás al juicio abierto de Dios y a Su condena de la humanidad, y ese será el momento en que Él anunciará el fin de esta. Solo entonces te darás cuenta: “Oh, debería reflexionar sobre mí mismo, debería dejar atrás esta emoción de depresión, leer más las palabras de Dios, presentarme ante Él para buscar Su ayuda y apoyo, buscar Su provisión, buscar cómo aceptar Su castigo y juicio y ser purificado, de modo que sea capaz de someterme a Su soberanía y arreglos”. Demasiado tarde. Todo eso quedará atrás. Será demasiado tarde para despertar, y ¿qué es lo que te espera? Te golpearás el pecho, te lamentarás y te llenarás de pesar. Aunque la depresión no es más que un tipo de emoción, como su naturaleza y las consecuencias que acarrea son tan graves, debes examinarte con detenimiento y no dejar que esta emoción de depresión te domine o controle tus pensamientos y los objetivos que buscas. Tienes que resolverla y no dejar que se convierta en un obstáculo en tu senda de búsqueda de la verdad o en un muro que te impida presentarte ante Dios. Si puedes darte cuenta claramente de ello, o si descubres esta grave emoción de la depresión a través del autoexamen, entonces debes cambiar de rumbo inmediatamente, desprenderte de esta emoción y dejar atrás la emoción de depresión. No te aferres con terquedad a tu rumbo, pensando con obstinación: “No importa lo que Dios diga o haga, sé que mi destino es malo. Con un destino malo, debería sentirme deprimido. Con un destino malo, debería aceptarlo y abandonar toda esperanza”. Enfrentarse a todo lo que sucede con esa actitud negativa es ser firmemente obstinado. Cuando te des cuenta de que tienes esta emoción de depresión, debes dar un giro y resolverla lo antes posible. No esperes a que se haya apoderado de ti por completo, ya que entonces será demasiado tarde para despertar.

Decidme, ¿es creer en el destino una expresión de buscar la verdad? (No lo es). Entonces, ¿cuál es la actitud correcta que han de tener las personas al abordar la cuestión del destino? (Deben creer en las instrumentaciones y los arreglos de Dios y someterse a ellos). Correcto. Si alguien siempre se centra en si su destino es bueno o malo, ¿qué problema puede resolver eso? ¿Es o no correcto el punto de vista de reconocer que su destino es malo, pero creer que lo ha orquestado y arreglado Dios y estar dispuesto a someterse a Su soberanía y arreglos? (No, es equivocado). ¿Por qué? (Porque ese punto de vista sigue defendiendo la interpretación de que su destino es bueno o malo). ¿Es esto una regla? ¿Qué verdad debe comprender aquí la gente? (No se puede decir que el destino es bueno o malo. Todo lo que Dios predestina es bueno, y las personas deben someterse a todas las instrumentaciones de Dios). Deben creer que Dios ha orquestado y arreglado el destino, y dado que es así, no pueden hablar de que sea bueno o malo. Si es bueno o malo se juzga con base en la perspectiva, opiniones, predilecciones y sentimientos de la gente, y este juicio se basa en sus fantasías y puntos de vista y no concuerda con la verdad. Alguna gente dice: “Tengo un maravilloso destino, nací en una familia de creyentes. Nunca me ha influenciado el entorno del mundo secular y nunca me han influido, seducido o engañado las tendencias de los incrédulos. Aunque también tengo actitudes corruptas, crecí en la iglesia y nunca me he descarriado. Mi destino es muy bueno”. ¿Esto que dicen es correcto? (No). ¿Por qué no? (El haber nacido en una familia de creyentes lo predestinó Dios, fueron la soberanía y los arreglos de Dios. No tiene nada que ver con que su destino sea bueno o malo). Correcto, has dado en el clavo. Fueron la soberanía y los arreglos de Dios. Se trata de una de las formas en que Dios arregla y ejerce Su soberanía sobre el destino del hombre, y una de las que puede tomar el destino; la gente no debe valerse de si su destino es bueno o malo para juzgar este asunto. Algunas personas dicen que su destino es bueno porque nacieron en una familia cristiana, así que ¿cómo refutas esto? Podrías decir: “Naciste en una familia cristiana y dices que tienes un buen destino, así que cualquiera que no haya nacido en una familia cristiana debe tener un mal destino. ¿Estás diciendo que el destino que Dios ha arreglado para todas esas personas es malo?”. ¿Es correcto refutarlos de esta manera? (Sí). Es correcto, sí. Al refutarlos de esta manera, estás demostrando que lo que dicen acerca de que las personas que nacen en familias cristianas tienen un buen destino es insostenible y no concuerda con la verdad. Ahora, ¿es vuestra opinión sobre los destinos buenos y malos un poco más precisa? (Sí). ¿Qué opinión sobre la cuestión de creer en el destino debe tener la gente para que sea la más correcta, la más apropiada y la que concuerde con la verdad? En primer lugar, no se puede juzgar el destino como bueno o malo desde la perspectiva de la gente mundana. Además, debes creer que el destino de cada miembro de la raza humana lo arregló la mano de Dios. Algunas personas preguntan: “¿El hecho de que el destino lo arregle la mano de Dios significa que Él mismo lo dispone?”. No, no es así. Hay innumerables maneras, medios y canales por los que Dios arregla los destinos del hombre, y se dan detalles complicados referentes a esto en el reino espiritual de los que no hablaré aquí. Es un asunto muy complicado, pero hablando en general, el Creador lo arregla todo. Algunos de estos arreglos los hace Dios mismo para varios tipos de personas, mientras que otros implican categorizar a los diversos tipos y grupos de personas de acuerdo con las regulaciones, los decretos administrativos, principios y sistemas establecidos por Dios. De acuerdo con su categoría y la trayectoria de su destino que Él establece, los destinos de las personas se arreglan y formulan en el reino espiritual, y entonces es cuando nacen. Se trata de un asunto muy minucioso, pero, en términos generales, Dios lo arregla todo y ejerce Su soberanía sobre ello. La soberanía y los arreglos de Dios involucran a los principios, leyes y reglas de Su soberanía y arreglos. Aquí no hay bueno o malo, todo es una cuestión natural para Dios que implica causa y efecto. En cuanto a cómo se siente la gente respecto al destino, es posible que alberguen buenos y malos sentimientos, puede haber destinos en los que todo va bien, otros llenos de obstáculos, unos difíciles y otros infelices; no existen destinos buenos ni malos. ¿Qué actitud debe tener la gente hacia el destino? Debes cumplir con los arreglos del Creador, buscar activa y enérgicamente el propósito y la intención del Creador en Su arreglo de todas estas cosas y lograr la comprensión de la verdad, desempeñar las mayores funciones en esta vida que Dios ha arreglado para ti, cumplir con los deberes, responsabilidades y obligaciones de un ser creado, y volver tu vida más significativa y de mayor valor, hasta que finalmente el Creador esté complacido contigo y te recuerde. Por supuesto, lo que sería aún mejor sería alcanzar la salvación a través de tu búsqueda y denodado esfuerzo; ese sería el mejor resultado. En cualquier caso, con respecto al destino, la actitud más apropiada que debería tener la humanidad creada no es la de juzgar y definir sin sentido, ni la de utilizar métodos extremos para enfrentarse a dicho destino. Por supuesto, mucho menos deberían las personas intentar resistirse, elegir o cambiar su destino, sino que deberían usar su corazón para apreciarlo, buscarlo, explorarlo y cumplirlo, antes de afrontarlo positivamente. Por último, en el entorno vital y en el periplo que Dios te ha marcado en la vida, debes buscar la forma de conducta que Él te enseña, buscar la senda que Dios te exige que sigas, y experimentar el destino que Dios ha dispuesto para ti de esta forma, y al final, serás bendecido. Cuando experimentas el destino que el Creador ha dispuesto para ti de esta manera, lo que llegas a apreciar no es solo pena, tristeza, lágrimas, dolor, frustración y fracaso, sino, lo que es más importante, experimentarás alegría, paz y consuelo, así como el esclarecimiento y la iluminación de la verdad que Dios te otorga. Es más, cuando te pierdas en la senda de la vida, cuando te enfrentes a la frustración y al fracaso, y tengas que tomar una decisión, experimentarás la guía del Creador, y al final alcanzarás la comprensión, la experiencia y la apreciación de cómo vivir la vida con mayor sentido. Entonces ya no volverás a perderte en la vida, ya no volverás a estar en un constante estado de ansiedad y, por supuesto, jamás volverás a quejarte sobre tener un mal destino, y mucho menos caerás en la emoción de depresión porque sientas que tu destino es malo. Si tienes esta actitud y usas este método para afrontar el destino que el Creador ha arreglado para ti, no solo tu humanidad se volverá más normal, tendrás una humanidad normal y el pensamiento, los puntos de vista y principios sobre cómo ver las cosas de la humanidad normal, sino que, por supuesto, también llegarás a poseer los puntos de vista y la comprensión respecto al significado de la vida que los incrédulos nunca tendrán. Los incrédulos siempre dicen: “¿De dónde venimos? ¿Adónde vamos? ¿Por qué estamos vivos?”. Siempre hay alguien que se hace estas preguntas, ¿y qué respuestas obtienen al final? Acaban con signos de interrogación, no con respuestas. ¿Por qué no encuentran respuestas a estas preguntas? Aunque algunas personas inteligentes creen en el destino, no tienen ni idea de cómo abordar la cuestión respecto a este ni de cómo enfrentarse a las múltiples dificultades, frustraciones, fracasos e infelicidad que surgen en el suyo; tampoco saben cómo enfrentarse a las cosas que ocurren en su destino y que les hacen sentirse alegres y felices; no saben cómo gestionarlas. En un momento dicen que tienen un buen destino y al siguiente que tienen uno malo; en un momento dicen que tienen una vida feliz y al siguiente que se trata de una desafortunada; dicen ambas cosas con la misma boca. Dicen una cosa cuando son felices y otra cuando son infelices; dicen una cosa cuando las cosas les van bien y otra cuando no; son ellos los que aseguran que tienen mala suerte y que su destino es bueno. Está claro que viven sin claridad ni comprensión. Siempre andan a tientas en la niebla, viviendo en la confusión, sin salida. Por tanto, la gente debe tener una comprensión y una senda claras respecto a cómo debe tratar correctamente al destino, qué debe hacer y cómo debe enfrentarse a esta importante cuestión de la vida. Una vez resuelta esta cuestión, las actitudes y opiniones de la gente hacia el destino deben ser relativamente correctas y acordes con los principios verdad, y de esta manera nunca llegarán a extremos en este asunto.

¿Concuerdan con la verdad los dichos sobre el destino sobre los que acabo de comunicar? (Sí). ¿Conocéis las características de los dichos que concuerdan con la verdad? (Cuando la gente los oye, sienten mayor claridad y tranquilidad). (Son bastante prácticos y contienen sendas de práctica). Cierto, son bastante prácticos, esa es una forma más precisa de decirlo. Existen otras maneras incluso más precisas de describirlo. ¿Quién es el siguiente en hablar? (Pueden resolver los problemas actuales de las personas). Ese es el efecto de su practicidad. Pueden resolver problemas porque son prácticos. Las personas creen en el destino, pero sus mentes siempre están enredadas en la idea de los buenos y los malos destinos, así que decidme, ¿están liberadas y son libres en lo profundo de su corazón, o están atadas? (Están atadas). Si no entiendes la verdad, estarás atado una y otra vez a esta idea. Una vez que has entendido la verdad, aparte de sentir que es práctica y que tienes un camino a seguir, ¿qué más sentirás? (Liberación). Es cierto, te sentirás libre y liberado. Cuando tienes una senda de práctica y ya no estás atrapado, ¿no se libera y queda libre tu espíritu? Esos puntos de vista deformados y absurdos no te podrán atar los pensamientos ni las manos y los pies; tendrás una senda a seguir, y ya no estarás controlado por esos puntos de vista. En cuanto hayas escuchado la comunicación de Dios sobre los destinos del hombre, te sentirás libre y liberado, y dirás: “Oh, entonces es así. Vaya, antes mi entendimiento sobre el destino era muy retorcido y extremo. Ahora lo entiendo, ya no me preocupa la idea incorrecta de que los destinos sean buenos o malos. Ya no me supone un problema. Si no lo hubiera entendido, siempre estaría pensando que mi destino es bueno en un momento y de repente malo al siguiente, y preguntándome si es bueno o malo. Me preocuparía constantemente”. Una vez que hayas comprendido esta verdad, tendrás una senda que seguir, una opinión precisa sobre el asunto y una senda precisa de práctica, lo que significa que eres libre y estás liberado. Así pues, para discernir si las palabras de alguien están de acuerdo con los principios verdad, y si son la verdad, debes escuchar si estas palabras son prácticas o no; al mismo tiempo, debes observar si tus dificultades y problemas se resuelven una vez que has escuchado estas palabras; si es así, entonces te sentirás libre y liberado, como si te hubieras quitado un gran peso de encima. Por tanto, cada vez que llegues a comprender un principio verdad, podrás resolver algunos problemas relacionados y poner en práctica algunas verdades, y esto hará que te sientas liberado y seas libre. ¿Acaso no será este el resultado? (Sí). ¿Comprendes ahora qué efecto tiene exactamente la verdad? (Sí). ¿Qué efecto puede tener la verdad? (Puede hacer que los espíritus de las personas se sientan libres y liberados). ¿La verdad solo tiene este efecto? ¿Solo causa este sentimiento? (Fundamentalmente, resuelve los puntos de vista incorrectos y radicales que las personas albergan sobre las cosas. En cuanto las perciban de una manera pura y que concuerde con la verdad, se sentirán liberadas y serán libres de espíritu, y ya no estarán atadas o perturbadas por las cosas negativas que vienen de Satanás). Además de sentirte libre y liberado de espíritu, lo primordial es que puede permitirte entrar en una determinada realidad verdad, de modo que dejas de estar atado o influenciado por pensamientos y puntos de vista erróneos y deformados. Los principios de práctica de la verdad ocupan el lugar de estos, y entonces ya puedes entrar en esa realidad verdad. Terminaré aquí Mi comunicación sobre las manifestaciones de las personas que se sienten deprimidas porque creen que tienen un mal destino.

Otra razón que empuja a algunas personas a deprimirse es que, aunque no crean que sus destinos sean tan malos, les parece que siempre tienen mala suerte y que nada bueno les sucede jamás, tal como dicen los incrédulos: “El Dios de la Suerte siempre me pasa de largo”. Aunque no les parece que sus circunstancias sean tan malas, y son altos y bien parecidos, educados y talentosos, trabajadores capaces, se preguntan por qué el Dios de la Suerte nunca los favorece. Esto les hace sentir siempre insatisfechos, y siempre piensan que no tienen suerte. Empezando por el año en el que hacen sus exámenes de acceso a la universidad, con el corazón rebosante de esperanza por ser admitidos en ella, pero cuando llega el día del examen, les entra gripe y están con fiebre. Esto afecta a su desempeño en los exámenes y se les escapa por dos o tres puntos la posibilidad de entrar en la universidad. Piensan para sí: “¿Cómo he podido tener tan mala suerte? Soy bueno en los estudios y suelo trabajar duro. ¿Por qué me tuvo que dar fiebre el día del examen de acceso a la universidad, con la de días que hay? Vaya. El primer acontecimiento importante de mi vida y he sufrido un revés. ¿Qué debería hacer ahora? Espero que mi suerte mejore en el futuro”. Sin embargo, más adelante en sus vidas, se topan con toda clase de dificultades y problemas. Por ejemplo, cierta empresa está contratando a nuevos empleados y se están preparando para postularse, justo cuando se dan cuenta de que todos los puestos ya han sido ocupados y la empresa ya no necesita a nadie más. Se preguntan: “¿Cómo he tenido esta mala suerte? Cada vez que aparece algo bueno, ¿por qué a mí me pasa de largo? Es muy mala suerte”. Y el primer día que empiezan a trabajar en un lugar, otros acaban de ser ascendidos a gerentes, subgerentes o jefes de departamento. Da igual lo duro que trabajen, no sirve de nada; han de esperar a la próxima vez para ser ascendidos. Como desempeñan bien su labor y los superiores los tienen en buena consideración, creen que la próxima vez lograrán el ascenso, pero al final sus superiores traen a un gerente de otro lugar y ellos vuelven a perder. Piensan para sí: “Vaya. Parece que de verdad tengo muy mala suerte. Nunca me sonríe la buena suerte, el Dios de la Suerte jamás me favorece”. Más tarde, acaban creyendo en Dios y, como les gusta escribir, esperan poder cumplir con un deber relacionado con los textos, pero al final la prueba no les sale demasiado bien y la suspenden. Piensan: “Suelo escribir muy bien, ¿por qué no lo he hecho bien en la prueba? Dios no me esclareció ni me guio. Pensaba que, si cumplía con un deber relacionado con los textos, podría comer y beber más de las palabras de Dios y entender mejor la verdad. Es una pena que no tuviera suerte. Aunque el plan era bueno, no ha salido bien”. Al final, escogen entre muchos otros deberes, y dicen: “Iré a difundir el evangelio en un equipo evangélico”. Al principio las cosas van muy bien en el equipo evangélico y les parece que esta vez han encontrado su lugar, que pueden darle un buen uso a sus habilidades. Se creen inteligentes, capaces en su trabajo, y están dispuestos a hacer trabajo práctico. Con esfuerzo, se las arreglan para lograr algunos resultados, y se convierten en supervisores. Sin embargo, hacen algo mal y su líder se entera. Se les dice que lo que han hecho va en contra de los principios y que ha impactado al trabajo de la iglesia. Después de tratar y podar a su equipo, alguien les dice: “Nos iba muy bien hasta que llegaste tú. Entonces apareciste y nos han tratado por primera vez”. Se preguntan: “¿Acaso no es esto mala suerte?”. Un tiempo después, se traslada a alguna gente debido a cambios en la obra evangélica y pasan de ser supervisores a meros miembros de equipo, y se les manda a una zona nueva a difundir el evangelio. Piensan: “Oh, no, estoy descendiendo en vez de ascender. Antes de que yo llegara, no habían trasladado a nadie, ¿cómo es que esta gran reestructuración tiene lugar ahora que llego yo? Ahora que me han mandado aquí, no tengo esperanza alguna de que me asciendan”. Hay pocas iglesias y pocos miembros de esta en la zona nueva. Experimentan dificultades para empezar a trabajar y no tienen ninguna experiencia. Durante un tiempo, se las tienen que apañar, y además cuentan con dificultades lingüísticas, así que ¿qué pueden hacer? Quieren bajar los brazos y marcharse, pero no se atreven; quieren realizar bien sus deberes, pero resulta muy difícil y agotador, y piensan: “Oh, esto es porque tengo muy mala suerte. ¿Cómo puedo cambiar mi suerte?”. Se topan con un muro en cualquier dirección que miren, les parece siempre que tienen mala suerte, que algo les bloquea todos sus movimientos, y cada paso que dan es harto complicado. Les supuso un gran esfuerzo lograr algunos resultados y notar algo de esperanza, y entonces sus circunstancias cambiaron y la esperanza desapareció, y no les queda otra opción que volver a empezar. Se deprimen cada vez más, pensando: “¿Por qué me resulta tan difícil lograr unos pocos resultados y la aprobación de la gente? ¿Por qué es tan difícil asentarse en un grupo de personas? ¿Por qué es tan difícil ser alguien al que la gente aprueba y aprecia? ¿Por qué es tan difícil que todo vaya bien y sin problemas? ¿Por qué hay tantas cosas que van mal en mi vida? ¿Por qué hay tantos obstáculos? ¿Por qué siempre me topo con un muro en todo lo que hago?”. En particular, algunas personas nunca desempeñan bien sus deberes, vayan donde vayan, y siempre acaban sustituidas y descartadas. Se deprimen mucho y siempre creen que no tienen suerte, piensan: “Soy como un caballo veloz que nunca se hace notar. Como dice el dicho: ‘Hay muchos caballos veloces, pero pocos que sepan reconocerlos’. Soy como un caballo veloz que no ha sido descubierto. Al final, tengo mala suerte y no consigo nada ni me va bien en ningún ámbito, vaya donde vaya. Nunca puedo poner en práctica mis puntos fuertes, ni alardear ni conseguir lo que quiero. Qué mala suerte tengo. ¿Qué está pasando aquí?”. Siempre les parece que tienen mala suerte y se pasan todos los días en una nube de ansiedad, pensando: “¡Oh, no! Por favor, que no me reasignen a otro servicio”, “¡Oh, no! Por favor, que no ocurra nada malo”, “¡Oh, no! Por favor, que no cambie nada”, “¡Oh, no! Por favor, que no surjan más problemas graves”. No solo se deprimen, sino que también se sienten increíblemente intranquilos, inquietos, irritables y ansiosos. Creen siempre que su suerte es mala, así que se sienten increíblemente deprimidos, y esta depresión surge de su sentimiento subjetivo de tener mala suerte. Siempre se sienten desafortunados, nunca consiguen ascensos, nunca pueden ser jefes de equipo o supervisores, y nunca tienen la oportunidad de destacar entre el resto. Jamás les ocurren estas cosas buenas y no entienden por qué rayos eso es así. Piensan: “No tengo carencias de ningún tipo, así que ¿por qué no caigo bien a nadie allá donde voy? No he ofendido ni he pretendido hacérselo pasar mal a nadie, así que ¿por qué tengo tan mala suerte?”. Como siempre se aferran a esos sentimientos, esta emoción de la depresión se los recuerda constantemente, diciéndoles: “No tienes suerte, así que no seas complaciente, no presumas y no quieras destacar siempre. No tienes suerte, así que ni se te ocurra convertirte en líder. No tienes suerte, así que debes tener más cuidado al cumplir con tu deber y contenerte un poco, por si acaso un día te descubren y te sustituyen, o por si alguien te denuncia a tus espaldas y saca provecho de algo para arruinarte, o si resulta que siempre tomas la iniciativa y cometes un error y acabas siendo tratado. Incluso si te conviertes en líder, debes ser cuidadoso y cauteloso todo el tiempo, como si estuvieras caminando por el filo de una navaja. No seas arrogante, debes ser humilde”. Esta emoción negativa les recuerda todo el tiempo que deben ser humildes, escabullirse con el rabo entre las piernas y no comportarse con dignidad nunca más. La idea, el pensamiento, la perspectiva o la conciencia de que su suerte es mala les recuerda todo el tiempo que no han de ser positivos ni activos, que no se impongan y que no asomen la cabeza. En lugar de eso, deben seguir deprimidos, sin atreverse a vivir ante los demás. Incluso si todos están en la misma casa, tienen que procurarse un sitio discreto donde sentarse para no hacerse notar mucho. No deben parecer demasiado arrogantes, porque en el momento en que empiecen a mostrar cualquier arrogancia, su mala suerte los encontrará. Debido a que la emoción de la depresión los envuelve constantemente y siempre les está advirtiendo de estas cosas en lo más íntimo de su corazón, son tímidos y cautelosos en todo lo que hacen. Siempre se sienten intranquilos por dentro, jamás consiguen encontrar el lugar que les corresponde y nunca pueden volcar todo su corazón, su mente y sus fuerzas en el cumplimiento de sus responsabilidades y obligaciones. Es como si se protegieran de algo y esperaran a que algo ocurriera. Se protegen contra la llegada de la mala suerte, contra las cosas malas y las situaciones embarazosas que su mala suerte les acarreará. Por tanto, aparte de las luchas en lo más profundo de su corazón, es más la emoción de la depresión la que domina las formas y los métodos según los que ven a las personas y las cosas y se comportan y actúan. Siempre utilizan la buena y la mala suerte para evaluar su propio comportamiento, y para calibrar si las formas en que ven a las personas y las cosas y se comportan y actúan son correctas, razón por la cual se hunden repetidamente en esta emoción de depresión y no pueden salir de ella, y por la que son incapaces de utilizar el pensamiento y los puntos de vista correctos para hacer frente a las supuestas cosas “desafortunadas”, o para manejar y resolver lo que ellos consideran su pésima suerte. En un círculo vicioso como este, se ven constantemente controlados e influenciados por esta emoción de la depresión. Con mucho esfuerzo, consiguen abrir su corazón y compartir su estado o sus ideas con los demás, pero entonces, en las reuniones, las palabras que dicen los hermanos y hermanas en comunión, ya sea intencionadamente o no, se refieren a su estado y al quid de su problema, lo que les hace sentir que se ha herido su orgullo y su dignidad. Siguen creyendo que se trata de una manifestación de su propia mala suerte, y piensan: “¿Ves? Me costó mucho hablar de lo que tenía en el corazón y, en cuanto lo hago, alguien se aprovecha e intenta hundirme. Qué mala suerte tengo”. Creen que interviene su mala suerte y que cuando una persona tiene mala suerte todo le viene absolutamente en contra.

¿Qué problema hay con las personas que siempre piensan que no tienen suerte? Siempre usan el estándar de la suerte para medir si sus acciones son acertadas o equivocadas, y para sopesar qué senda deben tomar, las cosas que han de experimentar y cualquier problema que afronten. ¿Es eso acertado o equivocado? (Equivocado). Describen las cosas malas como mala suerte y las buenas como buena suerte o beneficiosas. ¿Es acertada o equivocada esta perspectiva? (Equivocada). Medir las cosas desde ese tipo de perspectiva es una equivocación. Se trata de un método y estándar extremo e incorrecto para evaluar las cosas. Esta clase de método conduce a menudo a las personas a sumirse en la depresión, y suele volverlas intranquilas, como si nada les fuera bien y nunca consiguieran lo que quieren, lo cual las lleva a sentirse siempre ansiosas, irritables e intranquilas. Cuando estas emociones negativas no se resuelven, tales personas se hunden en una constante depresión y sienten que Dios no las favorece. Consideran que Dios trata a los demás con gracia, mientras que a ellos no, y que cuida de los demás, pero no de ellos. “¿Por qué siempre me siento intranquilo y ansioso? ¿Por qué siempre me pasan cosas malas? ¿Por qué nunca me llegan cosas buenas? ¡Al menos una vez, solo pido eso!”. Cuando percibes las cosas con este tipo de pensamiento y perspectiva equivocados, caerás en la trampa de la buena y la mala suerte. Al caer continuamente en esta trampa, te sentirás siempre deprimido. En mitad de esta depresión, serás especialmente sensible a si las cosas que te ocurren se deben a la buena o la mala suerte. Cuando esto ocurre, se demuestra que esta perspectiva y esta idea de la buena y la mala suerte se han apoderado de ti. Cuando estás controlado por este tipo de perspectiva, tus puntos de vista y tu actitud hacia las personas, los acontecimientos y las cosas ya no entran dentro del rango de la conciencia y la razón de la humanidad normal, sino que se han precipitado hacia una especie de extremo. Cuando caes en este extremo, no sales de la depresión. Seguirás deprimiéndote una y otra vez, y aunque normalmente no te sientas deprimido, en cuanto algo vaya mal, en cuanto sientas que ha ocurrido algo desafortunado, te sumirás inmediatamente en la depresión. Esta depresión afectará a tu juicio y toma de decisiones normales, e incluso a tu felicidad, ira, tristeza y alegría. Cuando afecte a tu felicidad, ira, tristeza y alegría, perturbará y destruirá el cumplimiento de tu deber, así como tu voluntad y deseo de seguir a Dios. Si se destruyen estas cosas positivas, las pocas verdades que has llegado a comprender se desvanecerán en el aire y no te servirán absolutamente de nada. Por eso, cuando caigas en este círculo vicioso, te será difícil poner en práctica los pocos principios verdad que entiendes. Solo cuando sientas que la suerte está de tu lado, cuando no estés reprimido por la depresión, podrás pagar un poco de precio a regañadientes, sufrir algunas adversidades y mostrar una pizca de sinceridad mientras haces las cosas que estás dispuesto a hacer. En cuanto sientes que la suerte te ha abandonado y que vuelven a ocurrirte cosas desafortunadas, la depresión vuelve a apoderarse de ti y la sinceridad, la lealtad y la voluntad de soportar las adversidades te abandonan de inmediato. Por tanto, las personas que piensan que tienen mala suerte o que se toman muy en serio la suerte se asemejan a las que piensan que su destino es malo. Suelen tener emociones muy extremas; en concreto, suelen caer en emociones negativas como la depresión. Son especialmente negativos y débiles, e incluso son propensos a los cambios de humor. Cuando se sienten afortunados, están llenos de alegría, repletos de energía, y pueden soportar adversidades y pagar un precio; pueden dormir menos por la noche y comer menos durante el día, están dispuestos a sufrir cualquier adversidad y, si se entusiasman por un instante, están encantados de ofrecer su vida. Sin embargo, en el momento en que sienten que no han tenido suerte últimamente, cuando nada parece irles bien en absoluto, la emoción de la depresión se apodera enseguida de su corazón. Los votos y los propósitos que habían hecho antes quedan anulados; de repente son como un balón desinflado, incapaces de reunir ninguna energía, o como un amasijo de papilla, sin ganas de hacer ni decir nada en absoluto. Piensan: “Los principios verdad, buscar la verdad, alcanzar la salvación, obedecer a Dios… nada de eso tiene que ver conmigo. Tengo mala suerte y es inútil, por muchas verdades que practique o por mucho precio que pague, nunca alcanzaré la salvación. Estoy acabado. Soy como un amuleto de la mala suerte, un individuo desafortunado. Bueno, que así sea, tengo mala suerte en cualquier caso”. Mira, en un momento están como un balón tan lleno de aire que parece a punto de estallar, y al rato están desinflados. ¿Acaso eso no es problemático? ¿Cómo surge este problema? ¿Cuál es la causa fundamental? Siempre están pendientes de su propia suerte, como si estuvieran atentos a la bolsa, de si sube o baja, de si es un mercado al alza o a la baja. Siempre están neuróticos, increíblemente sensibles al asunto de su suerte, y son increíblemente testarudos. Este tipo de personas extremas suelen sumirse en la emoción de la depresión porque se preocupan demasiado por su propia suerte y viven en función de sus estados de ánimo. Si están de mal humor cuando se levantan por la mañana, piensan: “¡Oh, no! Seguro que hoy no va a ser un día de suerte. Hace días que me tiembla el párpado izquierdo, tengo la lengua rígida y el cerebro aletargado. Me mordí la lengua al comer y anoche tuve un mal sueño al dormir”. O piensan: “Las primeras palabras que he oído decir a alguien hoy parecen un mal presagio”. Están siempre paranoicos, dándole vueltas una y otra vez a este cuento, y haciendo un estudio de tales cosas. Están increíblemente preocupados por su propia suerte, rumbo y estado de ánimo todos los días y en todo momento. También observan las miradas, la actitud e incluso el tono de voz que utilizan hacia ellos todos sus hermanos y hermanas en la iglesia. Tienen el corazón ocupado en estas cosas, lo que provoca que se depriman constantemente. Saben que no están en un buen estado y, sin embargo, no le oran a Dios ni buscan la verdad para resolverlo, y por muchas actitudes corruptas que revelen, no les prestan atención ni se las toman en serio. ¿Acaso no supone esto un problema? (Sí).

Estas personas que siempre están preocupadas por si tienen buena o mala suerte, ¿es correcta su forma de ver las cosas? ¿Existe la buena o la mala suerte? (No). ¿Qué base hay para decir que no existe? (Las personas que conocemos y las cosas que nos pasan todos los días vienen determinadas por la soberanía y los arreglos de Dios. No hay nada semejante a la buena o la mala suerte, todo ocurre por necesidad y tiene un significado detrás). ¿Es eso cierto? (Sí). Ese punto de vista es correcto, y es la base teórica para asegurar que la suerte no existe. Te ocurra lo que te ocurra, sea bueno o malo, todo es normal, igual que lo es el tiempo a lo largo de las cuatro estaciones: no todos los días pueden ser soleados. No puedes decir que los días soleados los ha dispuesto Dios, mientras que los días nublados, la lluvia, el viento y las tormentas no. Todo está determinado por la soberanía y los arreglos de Dios, y lo genera el entorno natural. Este entorno natural surge según las leyes y reglas que Dios dispuso y estableció. Todo esto es necesario e imperativo, de modo que sea cual sea el tiempo que haga, se genera y se produce conforme a las leyes naturales. No hay nada bueno ni malo en ello: solo los sentimientos de la gente al respecto son buenos o malos. La gente no se siente bien cuando llueve, hace viento, está nublado o cae una granizada. En particular, a la gente no le gusta cuando llueve y hay humedad; les duelen las articulaciones y se sienten débiles. Puede que te sientas mal los días de lluvia, pero ¿puedes decir que los días de lluvia dan mala suerte? Se trata tan solo de un sentimiento que el tiempo despierta en las personas; la suerte no tiene nada que ver con el hecho de que llueva. Se podría decir que los días soleados son buenos. Si hace sol durante tres meses, sin una gota de lluvia, la gente se siente bien. Pueden ver el sol todos los días, y hace un tiempo seco y cálido, acompañado de una ligera brisa ocasional, y pueden salir al aire libre siempre que quieran. Sin embargo, las plantas no lo toleran y los cultivos mueren debido a la sequía, por lo que ese año no hay cosecha. Entonces, ¿que te sientas bien significa que de verdad es bueno? Cuando llegue el otoño y no tengas nada que comer, dirás: “Vaya, tampoco es bueno tener demasiados días de sol. Si no llueve, los cultivos sufren, no hay comida que recolectar y la gente pasa hambre”. Llegados a este punto, te das cuenta de que los interminables días de sol tampoco son buenos. El hecho es que el que una persona se sienta bien o mal por algo se basa en sus propios motivos, deseos e intereses egoístas, más que en la esencia de la cosa en sí. Por tanto, la base sobre la que la gente evalúa si algo es bueno o malo es inexacta. Como la base es inexacta, las conclusiones a las que llegan también lo son. Volviendo al tema de la buena y la mala suerte, ahora todo el mundo sabe que este dicho de la suerte no se sostiene, y que no es ni buena ni mala. Las personas, los acontecimientos y las cosas con las que te encuentres, ya sean buenos o malos, vienen todos determinados por la soberanía y los arreglos de Dios, así que debes afrontarlos como es debido. Acepta de Dios lo bueno, y acepta de Él también lo malo. No digas que tienes suerte cuando suceden cosas buenas, y que tienes mala suerte cuando suceden cosas malas. Solo se puede decir que hay lecciones que la gente debe aprender dentro de todas esas cosas, y no deben rechazarlas ni evitarlas. Agradece a Dios las cosas buenas, pero también agradécele las cosas malas, porque todas son arreglos Suyos. Las personas, los acontecimientos, las cosas y los entornos buenos proporcionan lecciones de las que se debe aprender, pero hay aún más que aprender de las personas, los acontecimientos, las cosas y los entornos malos. Todas estas experiencias y episodios deberían formar parte de nuestra vida. La gente no debería utilizar la idea de suerte para evaluarlos. Entonces, ¿cuáles son los pensamientos y las perspectivas de las personas que utilizan la suerte para valorar si las cosas son buenas o malas? ¿Cuál es la esencia de esas personas? ¿Por qué prestan tanta atención a la buena y a la mala suerte? Las personas que se centran mucho en la suerte, ¿esperan que esta sea buena o que sea mala? (Esperan que sea buena). Así es. De hecho, buscan la buena suerte y que les ocurran cosas buenas, y simplemente se aprovechan de ellas y se benefician. No les importa cuánto sufran los demás, ni cuántas adversidades o dificultades otros tengan que soportar. No quieren que les ocurra nada que perciban como desafortunado. En otras palabras, no quieren que les ocurra nada malo: ni contratiempos, ni fracasos, ni situaciones embarazosas, ni ser tratados o podados, ni perder nada, ni salir perdiendo, ni ser engañados. Si algo de eso ocurre, lo consideran mala suerte. No importa quién lo haya dispuesto, si ocurren cosas malas, se trata de mala suerte. Esperan que todas las cosas buenas les ocurran a ellos, desde ser ascendidos, destacar entre el resto y beneficiarse a costa de los demás, hasta obtener ganancias de algo, ganar mucho dinero o convertirse en un funcionario de alto rango, y piensan que en eso consiste la buena suerte. Siempre valoran a las personas, los acontecimientos y las cosas con los que se encuentran en función de la suerte. Buscan la buena suerte, no la mala. En cuanto lo más mínimo sale mal, se enfadan, se disgustan y se quedan insatisfechos. Dicho sin rodeos, este tipo de personas son egoístas. Buscan beneficiarse a costa de los demás, obtener ganancias para sí mismos, llegar a la cima y destacar entre el resto. Se darían por satisfechos si todo lo bueno les ocurriera solo a ellos. Esta es su esencia naturaleza; es su verdadero rostro.

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