Cómo perseguir la verdad (20) Parte 3

¿Por qué se debe castigar con severidad a aquellos que despilfarran las ofrendas? Primero, hablemos sobre de dónde provienen las ofrendas. Las ofrendas proceden de los hermanos y hermanas. Según los estatutos bíblicos, la gente debería entregar un diezmo de sus ganancias, aunque por supuesto, hoy en día muchos donan más que solo un diezmo, al igual que ciertos individuos ricos. Además, qué hay de los hermanos y hermanas sin recursos que donan el diezmo, ¿de dónde sale su dinero? No son pocos los que lo ahorran viviendo frugalmente. Como en el campo y en las zonas rurales, donde algunas personas dan la décima parte de lo que ganan vendiendo grano, otras vendiendo huevos de gallina y otras vendiendo cabras y gallinas. Mucha gente vive con frugalidad para poder donar una décima parte o más; de ahí sale ese dinero. La mayoría sabe que se trata de un dinero difícil de conseguir. Entonces, ¿por qué los hermanos y hermanas hacen donaciones? ¿Lo exige la casa de Dios? ¿Es que sin donar es imposible la salvación? ¿Es para cumplir con los estatutos de la Biblia? ¿O es para apoyar a la casa de Dios en su obra, porque piensan que la obra de la casa de Dios es importante y no se puede hacer sin fondos, y por eso deben dar más? ¿Es esta su única razón? (No). Entonces, ¿por qué los hermanos y hermanas hacen donaciones? ¿Son unos ingenuos o es que les sobra el dinero? ¿Están donando dinero que les sobra o dinero que no han podido gastar? ¿A quién se hacen estas donaciones? (A Dios). ¿Por qué dona la gente? Olvídate del resto, la razón fundamental por la que muchas personas donan es que reconocen la obra de Dios. Él habla y obra para proveer sin reservas de vida y verdad a las personas, y para guiarlas. Por eso, la gente debe ofrecer la décima parte de lo que gana. Esta es la ofrenda. A lo largo de la historia, Dios ha bendecido a la gente con comida, agua y artículos de primera necesidad, y lo ha dispuesto todo para ellos. Si la gente puede disfrutar de todo esto, debe ofrecer en el altar la décima parte de lo que Dios le ha dado, representando así una fracción que los humanos le devuelven a Dios, y permitiendo que Él disfrute de su cosecha. Las personas, como seres creados, deben poseer y ofrecer esta muestra de afecto. Aparte de este aspecto, hay otro. Algunas personas dicen: “La obra de Dios es muy grande, no puedo hacer mucho por mi cuenta, así que haré una ofrenda, mi contribución”. De esta manera muestran su apoyo a la obra de la casa de Dios y actúan como patrocinadores. Con independencia del origen o la cuantía de estos donativos, entre ellos no faltan los que han ahorrado dinero gracias a una vida frugal. En resumen, si no fuera por Dios y por Su obra, si solo existiera la iglesia y estas organizaciones y asociaciones humanas, los donativos de la gente no tendrían ningún valor ni significado, porque sin la obra de Dios y Sus palabras no tendrían ninguna utilidad. Sin embargo, al hablar y obrar Dios, con el avance de Su obra para salvar a la humanidad, estos donativos y ofrendas adquieren una importancia especial. La razón por la que son particularmente importantes es que este dinero de las donaciones se utiliza para la obra de la iglesia y no debe ser malversado, confiscado, apropiado indebidamente, o ni siquiera despilfarrado por aquellos con malas intenciones. ¿No es así? (Sí). Dado que es muy importante, cada céntimo debe emplearse en aspectos clave; no debe despilfarrarse ni malgastarse nada de manera irresponsable. Por consiguiente, debemos tratar de forma especial y castigar severamente a quienes despilfarren, se apropien indebidamente, se apoderen o malversen donativos y ofrendas. Puesto que estos donativos y ofrendas son cruciales para la obra de Dios, y dado el propósito que hay detrás de que los hermanos y hermanas den este dinero y estas ofrendas, estos donativos deben asignarse a los aspectos más fundamentales. Cada céntimo se debe utilizar según los principios y lograr resultados; no se debe despilfarrar y, desde luego, ningún individuo malvado debe apropiarse de ellos. Este es un aspecto. Además, no importa que la donación sea grande o pequeña, procede de los hermanos y hermanas. El origen de este dinero no está en que la iglesia se dedique a actividades comerciales, abra negocios o administre fábricas para obtener beneficios de la sociedad. No procede de los dividendos obtenidos por producir algo, no procede de los dividendos o ingresos de la iglesia, sino de las donaciones de la gente. En términos sencillos, un donativo es algo que los hermanos y hermanas le dan a Dios; el dinero que se le da a Él debe pertenecerle a Él. ¿Para qué se utiliza el dinero de Dios? Algunos dicen: “El dinero y las ofrendas de Dios se usan para el disfrute de Dios”. ¿Es todo para el disfrute de Dios? ¿De cuánto puede disfrutar Dios? Es algo bastante limitado, ¿no? Durante el tiempo en que Dios se hace carne, Su comida, ropa, alojamiento y necesidades, así como Sus tres comidas diarias, entran dentro de lo normal, y Su disfrute es limitado. Por supuesto, eso es bastante corriente. El uso principal de las donaciones y ofrendas de los hermanos y hermanas es mantener el funcionamiento normal de la obra de la iglesia, no para satisfacer el deseo de gasto de ciertas personas. Las ofrendas no son para que la gente las gaste, ni tampoco para que las use. No se trata de que quien maneje las finanzas tenga prioridad para usar este dinero, o que quien sea líder disponga de una autoridad especial para distribuir los fondos. No importa quién utilice estos donativos, estos deben emplearse según los principios establecidos por la casa de Dios. Ese es el principio. Entonces, ¿cuál es la naturaleza de alguien que vulnera este principio? ¿Acaso no ha transgredido los decretos administrativos? (Sí). ¿Por qué se dice que ha transgredido los decretos administrativos? Las ofrendas que la gente le entrega a Dios están destinadas a Su disfrute. Entonces, ¿cómo las utiliza Dios? Él las utiliza para la obra de la iglesia, para mantener el funcionamiento normal de su obra. Este es el principio por el cual Dios hace uso de las ofrendas. Sin embargo, los anticristos y los malvados no usan las ofrendas de esta manera. Las despilfarran, malgastan o donan de manera imprudente, infringiendo abiertamente este principio de uso de las ofrendas. ¿No es esto transgredir los decretos administrativos? ¿Te ha permitido Dios usarlas de esta manera? ¿Te ha concedido el derecho de usarlas de tal forma? ¿Te ha dicho que las uses así? No, ¿verdad? Entonces, ¿por qué las usas así, de forma tan imprudente y despilfarradora? ¡Estás transgrediendo el principio! No hablamos de un principio normal y corriente, ya que está relacionado con decretos administrativos. Dado que estas ofrendas no se obtienen mediante la realización de negocios o actividades comerciales, sino que son donaciones ofrecidas por hermanos y hermanas a Dios, todos los gastos deben controlarse minuciosamente y gestionarse con rigor. No debe haber despilfarro ni derroche. Malgastar o despilfarrar cualquier cantidad de dinero no solo lleva a pérdidas significativas en la obra de la casa de Dios, sino que también supone una pérdida financiera importante para esta. Despilfarrar las ofrendas no es solo eso, sino que también muestra una falta de responsabilidad hacia el amor que expresan los hermanos y hermanas al donar. Por tanto, los que despilfarran las ofrendas deben ser castigados con severidad. Se amonesta a aquellos con ofensas leves y, al mismo tiempo, se les exige una indemnización. En cuanto a aquellos con ofensas más graves, además de la indemnización, es necesario echarlos o expulsarlos. Hay otra razón principal por la que se debe imponer un castigo severo a los que malgastan las ofrendas. La iglesia es distinta de cualquier organización social. Se encuentra aislada en medio de cualquier país y de cualquier entorno social, abandonada por el mundo y por la humanidad. La iglesia no solo no puede recibir apoyo o protección de ningún país, sino que tampoco puede obtener ninguna ayuda o prestaciones del Estado. Como máximo, en los países occidentales, tras registrar y fundar una iglesia, las donaciones que se hacen a ella están exentas de impuestos personales, o los materiales donados pueden utilizarse para recibir algunas rebajas fiscales. Aparte de esto, la iglesia no puede recibir ningún tipo de prestación o ayuda de ningún país ni bajo ningún sistema social. Si la congregación de la iglesia se reduce y ya no puede seguir en marcha, el Estado no acudirá en su ayuda. En lugar de eso, prefiere dejar que se marchite por sí sola, porque la iglesia no genera ingresos y no puede pagar impuestos al Estado. Por tanto, que exista o no la iglesia es algo intrascendente para el Estado. La iglesia se encuentra en semejante estado de supervivencia bajo cualquier sistema social. Dime, ¿esto es fácil? (No). Desde luego, no hay duda de que no lo es. La sociedad y la humanidad rechazan a la iglesia, que no recibe ningún reconocimiento ni simpatía, y mucho menos apoyo, de ningún sistema social. La iglesia existe en estas condiciones de supervivencia. Si alguien sigue siendo capaz de despilfarrar las ofrendas, de no tener corazón, de tirar el dinero por el desagüe, de no asumir ninguna responsabilidad, de gastarse 100.000 yuanes en un momento, de gastarse 1.000.000 de yuanes como si no fuera más que una cifra, sin pestañear, sin sentir reproche alguno, ¿crees que esa persona posee humanidad? ¿Acaso no merecen maldiciones esos individuos? (Sí). A modo de resumen de las diversas circunstancias enumeradas con anterioridad, en cuanto a aquellos que malgastan las ofrendas; que las despilfarran, o que siquiera albergan malas intenciones respecto a ellas; a los que desean malversarlas y, al no atreverse a ello, se limitan a despilfarrarlas; a todos ellos se les debe castigar severamente, no se les debe mostrar ninguna indulgencia. Decidme, ¿es este un enfoque correcto? (Sí). Entonces, si en el futuro se os concede la oportunidad de ejercer la autoridad para utilizar las ofrendas, ¿cómo os comportaréis? Si no podéis controlaros, si malgastáis las ofrendas, cuando llegue el momento de que la iglesia os castigue severamente, ¿tendréis alguna queja u objeción? (No). Es bueno que no tengáis ninguna queja. ¡Será lo que os merecéis!

En cuanto a aquellos que despilfarran las ofrendas, ¿no sentís odio hacia ellos? ¿No os hacen enfadar? ¿Eres capaz de supervisarlos o frenarlos? Esto eleva las cosas a un nivel superior, es hora de que se te ponga a prueba. Si hay alguien cerca de ti que despilfarra las ofrendas e insiste en gastarse veinte mil yuanes en una máquina que se podría comprar por dos mil, que quiere adquirir la mejor, la de mayor calidad, la más moderna y la más a la última, que quiere comprar la máquina más cara solo porque el dinero pertenece a la casa de Dios y no sale de su bolsillo, ¿eres capaz de impedírselo? Si no puedes impedírselo, ¿puedes lanzarles una advertencia? ¿Puedes denunciarlos ante sus superiores? Si te encargas de la gestión de las ofrendas, ¿puedes negarte a dar el visto bueno en esta situación? Si no podéis hacer nada de eso, también deberíais ser castigados con severidad. Vosotros también estáis despilfarrando ofrendas; estáis compinchados con esa persona malvada, sois cómplices y ambos debéis ser castigados con severidad. ¿Qué clase de actitud hacia Dios posee alguien que despilfarra y es irresponsable con las ofrendas? ¿Está Dios en su corazón? (No). En Mi opinión, la gente así tiene la misma disposición hacia Dios que tiene Satanás. Algunas dicen: “Todo lo relacionado con Dios, con Su nombre, Sus ofrendas o Su testimonio, nada de eso me concierne. ¿Qué tiene que ver conmigo esa gente que despilfarra las ofrendas?”. ¿Qué son estas personas? Hay ciertos líderes y supervisores que prestan su firma para todo, da igual lo que la iglesia solicite comprar. Nunca cuestionan las solicitudes, no las examinan con detenimiento ni comprueban si hay problemas; aprueban con su firma cualquier solicitud de compra de bienes, ya sean caros o baratos, prácticos o no, necesarios o innecesarios. ¿Qué es tu aprobación? ¿Es solo una firma? Desde Mi punto de vista, define tu postura ante Dios. Tu postura ante las ofrendas de Dios es tu postura ante Dios. Cada trazo de tu pluma, cada vez que escribes tu nombre, es una evidencia de tu pecado al blasfemar y faltarle el respeto a Dios. ¿Cómo no se iba a castigar con severidad a aquellos que blasfeman y le faltan al respeto a Dios de esta manera? ¡Se les debe castigar con severidad! Dios te proporciona la verdad, la vida, todo lo que tienes, y tú te acercas a Él y a las cosas que le pertenecen adoptando esta postura, ¿qué eres tú? Cada firma en una factura es una prueba de que pecas blasfemando contra Dios y de tu actitud irrespetuosa hacia Él; es la prueba más concluyente. No importa qué materiales se compren, no importa la cifra, ni siquiera compruebas el formulario de aprobación, simplemente firmas de un plumazo. Estás dispuesto a firmar arbitrariamente compras de cien o doscientos mil yuanes. Algún día tendrás que pagar el precio de tu firma: ¡el que firma asume la responsabilidad! Ya que te comportas así y firmas al azar sin siquiera revisar primero las solicitudes, despilfarrando arbitrariamente las ofrendas, deberías asumir la responsabilidad y pagar el precio de tus acciones. Si no temes afrontar las consecuencias, adelante, firma con tu nombre. Tu firma representa tu postura hacia Dios. Si eres capaz de actuar así incluso con Dios, si lo tratas así, abierta y descaradamente, ¿cómo esperas que te trate Él a ti? Dios ya ha tenido bastante paciencia contigo, te ha dado aliento y te ha permitido vivir hasta ahora. En lugar de seguir tratando a Dios de la misma manera y adoptando la misma postura, lo que has de hacer es confesarte y arrepentirte ante Él y cambiar tu disposición. No sigas luchando a ciegas con Dios. Si continúas tratando a Dios de la misma manera y con la misma disposición, ya sabes cuáles serán las consecuencias. Si no puedes obtener el perdón de Dios, tu fe habrá sido en vano. ¿De qué servirá entonces tu fe? Crees en Dios, pero desperdicias Su confianza y Su comisión hacia ti. Dime, ¿qué eres tú? Algunos actúan como líderes o supervisores en la casa de Dios. Han cumplido con su deber durante muchos años y se puede decir que he interactuado con ellos durante ese tiempo. Al final, he llegado a una conclusión respecto a ellos. Son peores que los perros. Sus acciones no solo le rompen a uno el corazón, sino que además son repulsivas. Me gusta tener perros e interactuar con ellos. Los que he criado estos años han salido bastante bien. Los perros que me gustan normalmente no estorban a las personas de forma deliberada. Si le muestras a un perro un poco de amabilidad, te la va a devolver multiplicada por diez. Si eres sinceramente bueno con él, ya le pongas un periódico o un par de zapatos en el jardín, se va a tender al lado para guardártelos. Incluso, si tiras algo que no quieres, el perro pensará que lo has perdido y te lo vigilará sin alejarse de su lado. Pasado un tiempo, resumí lo que había aprendido y concluí: “¡Los humanos son peores que los perros!”. Los perros vigilan las casas, utilizan sus habilidades y destrezas para proteger tu casa con su vida. La gente ni siquiera tiene corazón, y mucho menos guarda las cosas con su vida. No pronunciarían ni una sola palabra para salvaguardar la obra de la iglesia. ¡Son menos que un perro guardián! Esta es la distinción que he hecho entre las personas y los perros. Aquellos que despilfarran las ofrendas son menos que perros guardianes. ¿Estás de acuerdo en que deben ser castigados con severidad? (Sí). Dios confía en las personas y les encomienda trabajos y obligaciones. Esto se debe a que Dios las ensalza y tiene buena opinión de ellas. No es que merezcan hacer ese trabajo, o que tengan buena aptitud y humanidad, o que estén a la altura de la tarea. Y, sin embargo, no reconocen el favor que se les hace, siempre se creen capaces de hacer la obra de la iglesia, que se lo han ganado a base de su propio trabajo duro y esfuerzo. Todo lo que tienen se lo ha dado Dios. ¿Qué han ganado ellos? ¿Se están durmiendo en los laureles? Dios exalta a las personas para que cumplan con sus deberes, pero ellos no reconocen el favor que se les ha mostrado, ni comprenden lo que es bueno para ellos. No están a la altura de Su confianza y Su exaltación, las malgastan. En tales casos, lo siento, pero se les debe castigar con severidad. Dios brinda oportunidades a la gente, pero la mayoría no sabe lo que es bueno para ellos, y no saben apreciarlas. Él les da una oportunidad, pero ellos no la quieren. Piensan que Dios es fácil de mangonear, que es indulgente, que no ve ni sabe lo que pasa. Por consiguiente, se atreven a despilfarrar sin escrúpulos las ofrendas, traicionando la confianza de Dios, incluso careciendo de los rasgos más elementales de la condición humana y de la conciencia. ¿Para qué siguen creyendo? No deberían molestarse en creer, deberían limitarse a ir a adorar a Satanás. Dios no necesita de su adoración. ¡No son dignos!

¿Hemos tratado más o menos lo suficiente del primer tema de desprenderse de las carreras, es decir, no ejercer la caridad? ¿Habéis comprendido los principios-verdad contenidos en este tema? ¿Cuáles son aquí los principios? (Los principios son que hacer caridad no es la misión que Dios ha encomendado a los humanos. No tiene ninguna relación con la práctica de la verdad o la búsqueda de la salvación. Cuando una persona hace algunas buenas obras, no son más que el reflejo de su comportamiento individual). Ejercer la caridad no tiene relación alguna con la búsqueda de la verdad. No creas erróneamente que por hacer obras de caridad estás practicando la verdad o has alcanzado la salvación. Esto es un gran error. Practicar la verdad no incluye ejercer la caridad ni dedicarse a obras benéficas. El objetivo de creer en Dios es alcanzar la salvación. Creer en Dios no consiste en acumular méritos o hacer buenas obras, no consiste en disfrutar haciendo cosas buenas o filantropía, ni en ejercer la caridad. Creer en Dios no tiene nada que ver con ejercer la caridad; se trata de perseguir la verdad y aceptar la salvación de Dios. Por tanto, las ideas de la gente de que la fe en Dios consiste en ejercer la caridad o dedicarse a obras benéficas, o que hacer caridad equivale a creer en Él y satisfacerle, están terriblemente equivocadas. Cualquiera que sea la obra de caridad en la que te impliques, y cualesquiera que sean las cosas que hagas relacionadas con la caridad, no son más que una representación de tu forma de ser. Ya sean acciones puntuales o algo a lo que te dediques de forma profesional, estas cosas simplemente reflejan tu propio buen comportamiento. Este comportamiento puede tener una conexión con una religión, comportamiento social, o criterio moral, pero no tiene absolutamente ninguna relación con creer en Dios y perseguir la verdad, o seguir el camino de Dios, y no tiene absolutamente nada que ver con Sus requerimientos. Ahora bien, ¿por qué no debería uno ejercer la caridad? Dios es un Dios misericordioso con la gente, que tiene compasión y amor. Se compadece de la humanidad, así que ¿por qué Dios no celebra las obras de caridad de la gente? ¿Por qué ejercer la caridad no merece la celebración de Dios? ¿No supone esto un problema? ¿Exigir que la gente no haga caridad es una señal de que Dios no ama a la humanidad? ¿No contradice esto la misericordia que Dios siente por la humanidad? (No). ¿Por qué no? (Porque existen principios para la misericordia y el amor de Dios, y Su misericordia y amor se dirigen a individuos específicos. Los concede a aquellos que aceptan la verdad, la practican y se arrepienten de veras. Dios no pretende salvar a los incrédulos, aquellos incapaces de aceptar la verdad). Existen principios para la misericordia y el amor de Dios, y ambas cosas van dirigidas a individuos específicos. Adelante, ¿qué más podemos encontrar? ¿Existe alguna relación entre hacer obras de caridad y creer en Dios? (No). Entonces, ¿ejercer la caridad entra en conflicto con creer en Dios? Al participar en cualquier forma de obra de caridad, ¿no es necesario invertir tiempo, energía e incluso dinero? Cuando uno hace obras de caridad, no puede limitarse a hacerlo de boquilla, sin contemplar o considerar el trabajo que conlleva. Si realmente lo considera una profesión, sin duda tendrá que invertir tiempo, energía e incluso sumas considerables de dinero. Una vez que hayas invertido tiempo, energía y dinero, ¿no estarás atado y controlado por la obra de caridad que estás haciendo? ¿Te seguirá quedando energía para perseguir la verdad? ¿Te quedará energía para cumplir con tu deber? (No). Cuando en la vida te dedicas a cualquier carrera a tiempo completo, no importa cuál, es inevitable que inviertas y sacrifiques toda tu energía y toda tu vida. Te costará tu hogar, tus sentimientos, tus placeres carnales y tu tiempo. Del mismo modo, si tratas de veras la caridad como una profesión y la ejerces en consecuencia, todo el tiempo y la energía de que dispongas se verán implicados en ella. Cada individuo tiene una cantidad limitada de energía. Si estás controlado por la caridad, y pretendes compatibilizarla con tu fe en Dios de forma equitativa y equilibrada y, además, deseas hacer bien ambas cosas, no será una tarea fácil. Si quieres equilibrar estas dos cosas al mismo tiempo, pero no eres capaz de hacerlo, tendrás que tomar una decisión. Si tienes que elegir con cuál quedarte y cuál descartar, ¿cómo te decidirás? ¿Acaso no deberías elegir la tarea más significativa y valiosa? Entonces, si tanto creer en Dios como ejercer la caridad aparecen en tu vida al mismo tiempo, ¿qué elección deberías hacer? (Debería elegir creer en Dios). ¿Acaso la mayoría de la gente no elige creer en Dios? Al ver que todos habéis hecho esa elección, ¿no es normal que Dios no permita que la gente ejerza la caridad? (Sí). Ejercer la caridad ha ayudado a muchos seres vivos y ha proporcionado sustento a muchas personas, pero, a fin de cuentas, ¿qué ganarás tú con ello? Satisfarás tu vanidad. ¿Es esto realmente ganar algo, y es lo que deberías ganar? Tu ideal se habrá hecho realidad, tu valor habrá quedado demostrado, eso es todo, pero ¿es esta la senda que debes seguir en la vida? (No). Al final, ¿qué ganarás con ello? (Vacío). No ganarás nada en absoluto. Tu vanidad quedará temporalmente satisfecha, recibirás algunos elogios de los demás, o medallas y honores por parte de la sociedad, pero eso es todo, y habrás consumido toda tu energía y todo tu tiempo. ¿Qué habrás ganado? El honor, la buena reputación y los reconocimientos son cosas vacías. Sin embargo, las verdades que las personas deben comprender y las sendas vitales que deben tomar en esta vida no se pueden comprender ni ganar por el mero hecho de ejercer la caridad. Creer en Dios es diferente. Si te esfuerzas sinceramente por Dios y persigues la verdad, tus inversiones de tiempo y energía darán resultados buenos y positivos. Si conoces y comprendes las cosas que mejor debe comprender la gente —cómo debe vivir, cómo debe venerar a Dios, cómo contempla los diferentes asuntos, qué puntos de vista y posturas debe tener cuando actúa, cuál es la manera más correcta de comportarse y cómo comportarse de una manera que el Creador vaya a celebrar, de una manera que signifique que uno está caminando por la senda adecuada—, entonces esta es la senda adecuada y de veras supone ganar algo. En tu vida habrás ganado mucho que los incrédulos no pueden aprender, cosas que alguien con humanidad debería poseer. Estas cosas proceden de Dios, de la verdad, y se habrán convertido en tu vida. A partir de esto, te transformarás en una persona que considera la verdad como su vida; tu vida ya no estará vacía y ya no te sentirás desconcertado ni vacilarás. ¿No son estas ganancias más elevadas y valiosas? ¿No son más valiosas que hacer alguna obra de caridad para satisfacer tu vanidad un instante? (Sí). Estas ganancias que involucran a la verdad y la senda por la que deben caminar las personas, te concederán una nueva vida. Nada en el mundo humano puede compararse a esta nueva vida y nada puede reemplazarla. Por supuesto, esta nueva vida no tiene precio y es eterna. Es algo que se alcanza después de haber dedicado tu tiempo, energía y juventud, después de haber pagado cierto precio y haber hecho ciertos sacrificios. ¿Merece la pena? Desde luego que merece la pena. Sin embargo, ¿qué ganarás si ejerces la caridad? No ganarás nada. Esos honores y medallas no son beneficios. La aprobación y la afirmación de los demás, que otros digan que eres una buena persona o un gran filántropo, ¿pueden considerarse beneficios? (No). Todo eso son cosas temporales y no tardarán en desaparecer con el tiempo. Cuando ya no puedas aferrarte a estas cosas, cuando ya no puedas sentirlas, te llenarás de arrepentimiento y dirás: “¿Qué he hecho con mi vida? He cuidado de algunos gatos y perros, he adoptado a algunos huérfanos, he ayudado a algunos pobres a tener una buena vida, a comer buena comida y a tener ropa buena que ponerse, pero ¿qué hay de mí? ¿Para qué he vivido? ¿Es posible que haya vivido solo para ellos? ¿Es esa mi misión? ¿Es esta la responsabilidad que el Cielo me ha confiado? ¿Es esta la obligación que me ha dado el Cielo? Claro que no. Entonces, ¿para qué vive una persona en esta vida? ¿De dónde viene la gente y adónde va en el futuro? No entiendo estas cuestiones tan fundamentales”. Y así, cuando alcances esta etapa, te parecerá que esos honores no son ganancias, sino cosas externas. Esto se debe a que habrías sido la misma persona si no te hubieras implicado en la caridad, ya que después de haber hecho caridad hasta ese mismo día, obteniendo todos esos elogios y honores, en cualquier caso, tu vida interior no habrá cambiado. Las cosas que no entiendas seguirán siendo desconocidas para ti, seguirás desconcertado y perplejo. Y en ese momento, no solo estarás más perplejo y confundido, sino que también te sentirás más intranquilo. Llegado ese punto, será demasiado tarde para lamentarse. Tu vida habrá pasado, tus mejores momentos habrán quedado atrás y habrás elegido la senda equivocada. Por tanto, antes de tomar la decisión de dedicarte a obras de caridad, o cuando acabes de empezar a hacerlas, si deseas perseguir la verdad y alcanzar la salvación, debes desprenderte de tales ideas. Por supuesto, también debes desprenderte de todas las actividades relacionadas con la caridad y lanzarte de todo corazón a la senda de creer en Dios y perseguir la salvación. Al final, aunque lo que obtengas y ganes no sea tanto o tan tangible como imaginabas al principio, al menos no acabarás lleno de remordimientos. Por poco que ganes, seguirá siendo más de lo que recibirán aquellos que han pasado toda su vida en la religión creyendo en el Señor. Eso es un hecho. Así, al elegir una carrera, las personas deben, por un lado, desprenderse de sus ideas y planes de ejercer la caridad. Por otro, también deben rectificar sus nociones con respecto a sus pensamientos. No es necesario que envidien a quienes ejercen la caridad en la sociedad ni que piensen en lo altruistas, grandiosos, nobles y desinteresados que son, diciendo: “Mira lo nobles y desinteresados que son sus actos al ayudar a otras personas. ¿Por qué no podemos ser nosotros así de desinteresados? ¿Por qué no podemos lograr eso?”. En primer lugar, no hace falta que les tengas envidia. En segundo, no es necesario que te lo reproches a ti mismo. Si Dios no los ha escogido, ellos tienen sus propias misiones y búsquedas. Con independencia de lo que estén persiguiendo, ya sea fama y dinero, o hacer realidad sus propios ideales y deseos, no tienes que preocuparte de eso. Lo que ha de preocuparte es lo que debes perseguir y qué tipo de senda debes seguir. Puesto que Dios te ha escogido, has entrado en la casa de Dios y eres miembro de la iglesia y, además, engrosas las filas de los que cumplen con su deber, lo más práctico es que reflexiones sobre cómo emprender la senda de la salvación mientras cumples con tu deber, cómo practicar la verdad, cómo entrar en la realidad-verdad y alcanzar el punto en el que las palabras de Dios calen en tu interior y se conviertan en tu vida mediante tus búsquedas y los diversos precios que pagas. En un futuro no muy lejano, cuando mires atrás al estado en el que te encontrabas cuando creíste en Dios por primera vez, verás que tu vida interior ha cambiado. Ya no serás una persona cuya vida se basa en sus actitudes corruptas. Ya no serás una persona arrogante, ignorante, agresiva y necia que se cree inigualable, como solías ser. En cambio, la palabra de Dios se habrá convertido en tu nueva vida. Sabrás cómo seguir el camino de Dios y cómo manejar todo lo que te encuentres en la vida de acuerdo con las intenciones de Dios y según los principios-verdad. Pasarás todos los días con los pies en la tierra y tendrás un objetivo y una dirección precisos en todo lo que hagas. Sabrás lo que debes y lo que no debes hacer. En tu mente, todas estas cosas estarán claras como el agua. Tu vida diaria no será desconcertante, agotadora ni deprimente. Por el contrario, estará llena de luz, tendrá objetivos y una dirección. Al mismo tiempo, sentirás un impulso en tu corazón. Te parecerá que has cambiado, que has ganado una nueva vida y te has convertido en alguien que ha hecho de las palabras de Dios su vida. ¿Acaso eso no es bueno? (Lo es). Concluiremos aquí nuestra charla sobre no ejercer la caridad, que es el primer principio dentro del tema de desprenderse de las carreras.

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