Cómo perseguir la verdad (20) Parte 4

¿Cuál es el segundo principio del tema de desprenderse de las carreras? Contentarse con la comida y la ropa. Para sobrevivir en la sociedad, la gente desempeña diversos tipos de trabajos o empleos para subsistir, asegurándose así una fuente de ingresos que les garantice la alimentación diaria y su manutención. Por consiguiente, ya pertenezcan a las clases más bajas o a un escalón ligeramente superior, las personas mantienen su sustento a través de diversas ocupaciones. Puesto que su propósito es subsistir, resulta bastante sencillo: basta con tener un lugar donde vivir, comer tres veces al día, permitirse carne de vez en cuando si lo desean, ir a trabajar con regularidad, tener ingresos, no ir por ahí vestidos con harapos o al borde de la malnutrición. Son las necesidades básicas de la vida. Cuando uno satisface estas necesidades básicas, ¿no es relativamente fácil conseguir comida y abrigo? ¿No entra dentro de sus capacidades? (Sí). Por tanto, si la naturaleza de la carrera de alguien es únicamente conseguir comida y abrigo, un medio de sustento, independientemente de la carrera a la que se dedique, y siempre que sea legal, por lo general se ajustará a los estándares de humanidad. ¿Por qué digo que se ajusta a los estándares de humanidad? Porque el motivo, intención y propósito que radica detrás de que ejerzas esta profesión no tiene nada que ver con ninguna cuestión o idea salvo la de subsistir; su finalidad es simplemente conseguir lo suficiente para comer, tener ropa para abrigarse y poder mantener a la familia. ¿No es así? (Sí). Se trata de las necesidades básicas. Una vez cubiertas estas necesidades básicas, la gente puede disfrutar de una calidad de vida básica. Cuando son capaces de lograr esto, pueden llevar una existencia normal. ¿No basta con que una persona pueda llevar una existencia normal? ¿Acaso no es esto lo que la gente debería lograr dentro de lo que abarca la humanidad? (Sí). Eres responsable de tu propia vida, la cargas sobre tus hombros; es una manifestación necesaria de humanidad normal. Es suficiente y apropiado que consigas esto. Sin embargo, si no te contentas, mientras que una persona normal come carne una o dos veces por semana, tú insistes en comerla todos los días y encima te sobra. Por ejemplo, si comes 125 o 250 gramos de carne al día, cuando solo necesitas 85 gramos para mantenerte en un buen estado físico, ese exceso de nutrientes puede provocar enfermedades. ¿Qué causa enfermedades como el hígado graso, la hipertensión y el colesterol alto? (Comer demasiada carne). ¿Cuál es el problema de comer demasiada carne? ¿Acaso se debe a la falta de control sobre la dieta? ¿No será glotonería? (Sí). ¿De dónde viene esta glotonería? ¿No se debe a tener un apetito excesivo? ¿El apetito excesivo y la glotonería se corresponden con las necesidades de la humanidad normal? (No). Sobrepasan las necesidades de la humanidad normal. Si tu deseo es siempre el de sobrepasar las necesidades de la humanidad normal, eso quiere decir que tendrás que trabajar más, ganar más dinero y trabajar mucho más que la gente normal. Ya sea haciendo horas extra o aceptando varios trabajos, tendrás que generar más ingresos para permitirte comer carne tres veces al día y siempre que lo desees. ¿No supera esto el ámbito de la humanidad normal? ¿Es bueno ir más allá del alcance de la humanidad normal? (No). ¿Por qué no es bueno? (Por un lado, los cuerpos de las personas son propensos a enfermar; por otro, para satisfacer sus deseos y apetitos, tienen que invertir más tiempo, energía y esfuerzo en su trabajo. Esto les roba el tiempo y la energía que podrían utilizar para perseguir la verdad y cumplir con sus deberes, lo que afecta a la forma en que caminan por la senda de creer en Dios y perseguir la verdad). Las personas deberían contentarse con tener cubiertas las necesidades básicas, no pasar hambre ni frío y procurarse la comida y el abrigo necesarios para una humanidad normal. Deberías ganar el dinero suficiente para mantenerte según las necesidades nutricionales normales del cuerpo. Con eso basta, es el tipo de vida que deberían tener las personas con humanidad normal. Si siempre anhelas los placeres de la carne, satisfacer tu apetito carnal sin tener en cuenta tu salud física y haciendo caso omiso de la senda correcta; si siempre quieres comer buena comida, disfrutar de cosas buenas, tener un buen entorno vital y una buena calidad de vida, comer raras exquisiteces, llevar ropa de marca y joyas de oro y plata, vivir en mansiones y conducir coches de lujo; si siempre aspiras a esto, ¿a qué tipo de profesión debes dedicarte? Si te limitas a tener un trabajo corriente para satisfacer tus necesidades básicas y procurarte comida y abrigo, ¿acaso se pueden satisfacer todos estos deseos? (No). Desde luego que no. Por ejemplo, si quieres dedicarte al comercio y un pequeño negocio de un solo puesto puede proporcionarte lo suficiente para la comida y el abrigo de toda tu familia; puede que tengas menos que los que están por encima de ti, pero tienes mucho más que los que están por debajo. Puedes comer carne de vez en cuando y toda tu familia puede vestir dignamente. El tiempo libre del que dispongas puedes utilizarlo para creer en Dios, asistir a reuniones y cumplir con tu deber, y aún te quedaría energía para perseguir la verdad. Con eso es suficiente. Ya que, partiendo de la base de que cuentas con seguridad en tu vida, mientras te dediques a esta ocupación podrás sacar tiempo y energías para buscar la fe en Dios y perseguir la verdad. Esto concuerda con las intenciones de Dios. Sin embargo, si nunca te contentas, siempre pensarás: “Este negocio tiene potencial. Puedo ganar todo este dinero al mes con un solo puesto y así proporcionarle comida y abrigo a mi familia. Si tengo dos puestos, puedo duplicar mis ingresos. Mi familia no solo tendrá comida y abrigo, sino que también ahorraremos algo de dinero. Podremos comer lo que queramos e incluso viajar y comprar algunos artículos de lujo. Podremos comer y disfrutar de cosas que la mayoría de la gente no puede permitirse. Sería estupendo. ¡Voy a montar otro puesto!”. Después de añadir otro puesto, te haces más rico; saboreas las ventajas y piensas: “Parece que este mercado es bastante grande. Puedo montar otro puesto más, ampliar mi negocio e introducir diferentes mercancías para expandirlo todavía más. No solo puedo ahorrar dinero, sino que puedo comprarme un coche y mudarme a una casa más grande. ¡Toda mi familia podrá viajar dentro y fuera del país!”. Cuanto más lo piensas, más atractivo te resulta. Llegados a este punto, ya estás decidido a montar otro puesto. El negocio crece cada vez más, ganas cada vez más dinero, disfrutas cada vez más, pero asistes cada vez a menos reuniones; pasas de acudir semanalmente o cada dos semanas a cada mes o cada dos meses, hasta que, con el tiempo, acabas yendo a una cada seis meses. En tu corazón piensas: “Mi negocio ha crecido, he ganado mucho dinero, apoyo la obra de la casa de Dios y realizo ofrendas generosas”. Conduces un descapotable, tu mujer y tus hijos lucen joyas de oro y diamantes, vestidos de pies a cabeza con ropa de marca, e incluso has viajado al extranjero. Piensas: “¡Tener dinero es maravilloso! De haber sabido que ganar dinero sería tan fácil, habría empezado antes. ¡Tener dinero es una maravilla! ¡La vida de una persona rica transcurre con mucha comodidad y tranquilidad! Cuando como algo delicioso, su sabor no tiene parangón. Cuando me pongo ropa de marca, me siento eufórico y dondequiera que voy, recibo miradas de envidia y celos de los demás. Me he ganado el respeto y la admiración de la gente y me siento diferente, me parece que camino un poco más derecho”. Se han satisfecho los deseos de tu carne, así como tu vanidad. Sin embargo, la capa de polvo que cubre las palabras de Dios es cada vez más espesa; hace mucho tiempo que no las lees y tus oraciones a Dios se han vuelto más cortas. Las reuniones se han trasladado a otro lugar y ahora ni siquiera estás seguro de dónde se celebran. Ya ni siquiera vas de vez en cuando a la iglesia. Dime, ¿te estás acercando a la salvación o te alejas de ella? (Me alejo). Tu calidad de vida está mejorando, tu cuerpo está bien alimentado y te has vuelto más exigente. Antes te hacías revisiones médicas cada ocho o diez años, pero ahora que eres rico, te haces un chequeo cada seis meses para ver si tienes la tensión, el azúcar o el colesterol altos. Dices: “Uno debe cuidar su cuerpo. Ya lo dice el dicho: ‘Si tienes que ser algo, no seas un enfermo. Si hay algo que no debas ser, no seas pobre’”. Tus pensamientos y puntos de vista han cambiado, ¿verdad? Ahora que eres rico y has dejado de ser un tipo corriente, te sientes valioso, alguien distinguido, y valoras aún más tu cuerpo. También ha cambiado tu postura ante la vida. Antes no te preocupabas por las revisiones médicas porque pensabas: “Los pobres no tenemos que preocuparnos de eso. ¿Para qué tengo que hacerme un chequeo? Si estoy gravemente enfermo, no podré permitirme el tratamiento. Me limitaré a sentarme y aguantar, y si no soy capaz, supongo que este cuerpo dirá hasta aquí hemos llegado y morirá. No es para tanto”. Pero ahora es diferente. Dices: “La gente no debería vivir sufriendo una enfermedad. Si están enfermos, ¿quién va a gastarse el dinero que han ganado? No podrán disfrutar de la vida. ¡La vida es corta!”. Esto es diferente, ¿verdad? Tu postura respecto al dinero, a la vida de la carne y al disfrute ha cambiado. Del mismo modo, tu postura respecto a creer en Dios, perseguir la verdad y recibir la salvación también ha ido virando hacia la indiferencia.

Una vez que una persona se embarca en la senda de no contentarse con la comida y la ropa, buscará una mayor calidad de vida y el disfrute de cosas mejores. Se trata de una señal de peligro, supone caer en la tentación, causará problemas y es un mal presagio. Una vez que alguien disfruta y experimenta el sabor de la riqueza, empieza a preocuparse de que un día perderá su dinero y será pobre. Por consiguiente, aprecian especialmente estos días en los que tienen dinero y valoran la posición y el estatus de ser rico. A menudo oyes a los incrédulos decir: “Pasar del amargo al dulce es fácil, pasar del dulce al amargo, no”. Esto significa que cuando no tienes nada, no te importa que te pidan que te desprendas; puedes hacerlo en un abrir y cerrar de ojos porque no tienes nada que merezca la pena conservar. Tales posesiones monetarias y materiales no se convierten en obstáculos para ti, y te resulta fácil desprenderte de ellas. Sin embargo, una vez que posees tales cosas, se te hace difícil desprenderte de ellas, más difícil que ascender al cielo. Si eres pobre, cuando llega el momento de dejar tu casa y cumplir con tus deberes, puedes marcharte de buena gana. Sin embargo, si eres un pez gordo rico, se te llena la cabeza de pensamientos y dices: “Ah, mi casa vale dos millones de yuanes y mi coche vale quinientos mil. Además, tengo activos fijos, ahorros bancarios, acciones, fondos, inversiones y otras cosas que suman más o menos un total de diez millones de yuanes. Si me voy, ¿cómo voy a llevarme todo esto conmigo?”. No te resulta fácil desprenderte de estas posesiones materiales. Piensas: “Si renuncio a estas cosas y abandono esta casa y a mi familia actual, ¿tendrá condiciones similares el lugar que habite en el futuro? ¿Sería capaz de tolerar vivir en una barraca o en una casa de paja? ¿Podría soportar el hedor de un cobertizo para el ganado? Ahora mismo, puedo darme una ducha caliente todos los días. ¿Podría soportar un lugar donde ni siquiera puedo darme una ducha caliente al año?”. Tus pensamientos se multiplican y no puedes soportarlo. Si tienes dinero, sacas puñados de billetes para comprar cosas, adquieres lo que te apetece sin dudarlo, eres especialmente generoso y el dinero nunca es un problema. Pero si renunciaras a todo esto, te sentirías avergonzado cada vez que echaras mano a la cartera, preguntándote qué pasaría si no hubiera nada. Si quisieras comer un plato de fideos calientes, tendrías que echar cuentas sobre qué restaurante es el más barato y cuántas comidas más te podrías permitir con el dinero restante. Tendrías que ceñirte a un presupuesto estricto, llevar vida de pobre. ¿Podrías tolerarlo? En otro tiempo, si lavabas una prenda dos veces y esta perdía su forma y te daba vergüenza ponértela, la tirabas y comprabas una nueva. Ahora, lavas y te pones la misma camiseta una y otra vez, y aunque se rasgue el cuello no puedes permitirte tirarla. La coses y te la sigues poniendo. ¿Podrías tolerarlo? Dondequiera que fueras, la gente vería que eres pobre y no querría relacionarse contigo. Cuando sales de compras y preguntas el precio, nadie te presta atención. ¿Lo soportarías? No es fácil, ¿verdad? Pero si no tuvieras esas posesiones monetarias y materiales, no tendrías que desprenderte de ellas y no tendrías que enfrentarte a este desafío. Te resultaría mucho más fácil abandonarlo todo y perseguir la verdad. Por tanto, Dios lleva mucho tiempo diciéndole a la gente que debe contentarse con la comida y la ropa. No importa a qué profesión te dediques, no la trates como una carrera y no la veas como un trampolín o un medio para ascender y destacar o acumular riqueza y vivir con comodidad. Sea cual sea el trabajo o la profesión a la que te dediques, basta con que lo veas solo como un medio para ganarte la vida. Si sirve para tu sustento, debes saber cuándo parar y dejar de buscar riquezas. Si ganar dos mil yuanes al mes basta para cubrir tus tres comidas diarias y las necesidades básicas de la vida, debes parar ahí y no intentar ampliar el alcance de tu trabajo. Si tienes alguna necesidad especial, puedes hacer turnos adicionales a tiempo parcial o buscar un trabajo temporal para llegar a fin de mes; eso es aceptable. Este es el requerimiento de Dios: no importa a qué profesión te dediques, si implica conocimientos o habilidades técnicas o si requiere trabajo físico; siempre que sea razonable y legal, esté dentro de tus capacidades y baste para mantener tu sustento, es suficiente. No conviertas la profesión a la que te dedicas en un trampolín para hacer realidad tus propios ideales y deseos en aras de satisfacer tu vida en la carne, con lo que te dejarías caer en una tentación, te meterías en un atolladero o en una senda sin retorno. Si ganar dos mil yuanes al mes es suficiente para mantener tu vida personal o la de tu familia, debes conservar ese trabajo y emplear el tiempo restante en practicar la fe en Dios, asistir a reuniones, cumplir con tus deberes y perseguir la verdad. Esta es tu misión, el valor y el sentido de la vida de un creyente. Y cualquier profesión a la que te dediques tiene como objetivo simplemente mantener las necesidades físicas básicas de una vida humana normal. Dios no te exigirá que destaques, que despuntes ni que te hagas un nombre en tu profesión. Si tu profesión está relacionada con la investigación científica, requerirá de una parte significativa de tu energía, pero el principio de práctica permanece inalterable: contentarte con la comida y la ropa. Si tu profesión te ofrece oportunidades de ascenso y unos ingresos sustanciales de acuerdo con tus capacidades, y tales ingresos van más allá de contentarse con la comida y la ropa, ¿qué debes hacer? (Rechazar la oferta). El principio que debes obedecer es el que Dios ha instruido: conténtate con la comida y la ropa. Da igual a qué profesión te dediques, si sobrepasa el ámbito de contentarse con la comida y la ropa, será inevitable que inviertas energía, tiempo o esfuerzos que sobrepasen la satisfacción de las necesidades básicas para ganar esos ingresos adicionales. Por ejemplo, puede que en la actualidad seas un empleado júnior que gana lo suficiente para mantener tus necesidades básicas, pero debido a tu buen desempeño en el trabajo, tus superiores quieran ascenderte a un puesto directivo o a ejecutivo senior o lo que sea, con un aumento considerable de salario. ¿Este ingreso se gana porque sí? Cuando tus ingresos aumentan, la cantidad de trabajo que inviertes también aumenta. ¿Acaso invertir esfuerzo no requiere energía y tiempo? Eso equivale a decir que el dinero que ganas se obtiene a cambio de una gran parte de tu energía y tiempo. Para ganar más dinero, necesitas invertir más tiempo y energía. A medida que ganas más dinero, se ocupa gran parte de tu tiempo y energía y, a la vez, el tiempo que asignas a tu fe en Dios, asistir a reuniones, cumplir con tus deberes y perseguir la verdad disminuye en proporción. Esto es un hecho evidente. Cuando tu energía y tu tiempo se dedican a acumular riqueza, pierdes las recompensas de tu fe en Dios. Él no te brindará un trato de favor ni Su casa te pondrá al día de lo que te perdiste solo porque has sido ascendido y ahora tienes ocupado gran cantidad de tu tiempo y energía, lo cual hace que no tengas tiempo para cumplir con tus deberes o asistir a las reuniones en la casa de Dios. ¿Suceden este tipo de cosas? (No). La casa de Dios no te va a esperar ni a permitir que se te proporcione un trato especial, y Dios no te brindará un trato de favor. En resumen, si deseas obtener recompensas por tu fe en Dios, si deseas alcanzar la verdad, depende de tus propios esfuerzos para conseguir tiempo y energía. Se trata de una cuestión de elección. Dios no te prohíbe llevar una vida normal. Tus ingresos son suficientes para cubrir la comida y el abrigo, para sustentar la supervivencia de tu cuerpo y tus actividades de vida. Basta para que continúes existiendo. Sin embargo, no te contentas; siempre quieres ganar más. Entonces, esta suma de dinero se llevará tu energía y tu tiempo. ¿Para qué pierdes ambas cosas? Para mejorar la calidad de tu vida física. A medida que mejoras la calidad de tu vida física, ganas menos por creer en Dios y se esfuma tu tiempo para cumplir con tus deberes, estás ocupado. ¿Por qué estás ocupado? Porque buscas una buena vida física, el disfrute físico. ¿Vale la pena? (No). Si eres bueno evaluando los pros y los contras, sabes que no vale la pena. Disfrutas de tu vida física, la comida es mejor y tienes el estómago lleno; te vistes bien, con estilo y cómodo. Compras algunas prendas de diseño y productos de lujo, pero tu trabajo resulta agotador, más exigente, y ocupa tu tiempo y energía. Como creyente, no tienes tiempo para asistir a reuniones ni para escuchar sermones. Además, te falta tiempo para reflexionar sobre la verdad y las palabras de Dios. Hay mucha verdad que aún no comprendes y no puedes reconocer, pero no tienes tiempo ni energía para reflexionar y buscarla. Tu vida física mejora, pero tu vida espiritual no crece y se enfrenta al declive. ¿Es esto una ganancia o una pérdida? (Una pérdida). ¡Es una pérdida demasiado grande! ¡Tienes que evaluar los pros y los contras! Si eres una persona inteligente que ama de veras la verdad, debes sopesar ambas opciones y ver qué es lo más valioso y significativo que puedes ganar. Si llega el ascenso y tienes la oportunidad de ganar más dinero y de procurarte una mejor vida física, ¿qué debes elegir? Si estás dispuesto a perseguir la verdad y tienes la determinación de hacerlo, debes renunciar a tales oportunidades. Por ejemplo, supongamos que alguien de tu empresa dice: “Llevas haciendo este trabajo diez años. La mayoría de la gente de la empresa percibe un aumento de salario y recibe ascensos a los tres o cinco años. Sin embargo, tu sueldo sigue siendo el mismo que antes. ¿Por qué no te desempeñas mejor? ¿Por qué no mejoras tu rendimiento? Mira a fulana o mengana, lleva aquí tres años y ahora conduce un descapotable y vive en una casa más grande. Pasó de un piso de un dormitorio a una casa con tres. Cuando llegó no era más que una pobre estudiante, ahora es una mujer rica, vestida de pies a cabeza con ropa de marca, que se aloja en hoteles de lujo, vive en una mansión y conduce un coche de alta gama”. Cuando veas lo bien que le va, ¿no te reconcomerá un poco? ¿No te sentirás mal? ¿Podrías resistirte a tales tentaciones? ¿Te atendrías todavía a tu intención original? ¿Acatarías los principios? Si de veras amas la verdad, estás dispuesto a perseguirla y crees que ganar algo en la verdad es la cosa más importante y valiosa de tu vida y que has escogido aquello que es lo más importante y valioso en tu vida, entonces no te arrepentirás y no te influirán cosas como los ascensos. Te mantendrás firme y dirás: “Me contento con la comida y la ropa. Sea cual sea la profesión que elija, no será más que un medio para obtener comida y abrigo, para que mi cuerpo continúe viviendo, no para su disfrute, y desde luego no para lograr destacar. No busco ascensos ni salarios altos; utilizaré mi tiempo de vida limitado para perseguir la verdad”. Si tienes esta determinación, no vacilarás y no sentirás ese anhelo en el corazón; cuando veas a otros ascendiendo, recibiendo aumentos, luciendo joyas de oro y plata y ropa de marca, disfrutando de una mejor calidad de vida que la tuya y superándote en estilo, no sentirás envidia. ¿Me equivoco? (No). Sin embargo, si no amas la verdad ni la persigues, no podrás contenerte y no aguantarás mucho tiempo. Ante tal situación y en semejante entorno, si las personas carecen de la verdad en sus vidas, si les falta un poco de determinación y si carecen de un verdadero entendimiento, vacilarán con frecuencia y se sentirán débiles. Después de persistir durante un tiempo, podrían incluso llegar a deprimirse, pensando: “¿Hasta cuándo seguiré así? Si no llega el día de Dios, ¿cuánto tiempo seguiré siendo un lacayo en la empresa? Otros ganan más. ¿Por qué yo solo soy capaz de cubrir lo básico para comida y abrigo? Dios no me dice que gane más dinero”. ¿Quién te impide ganar más dinero? Si tienes la capacidad, puedes ganar más. Si eliges ganar más dinero, llevar un estilo de vida propio de los ricos y disfrutar de una vida extravagante, está bien; nadie te lo impide. Sin embargo, has de ser responsable de tus propias elecciones. Al final, si no alcanzas la verdad, si las palabras de Dios no se han convertido en vida dentro de ti, serás el único que lo lamentará. Debes responsabilizarte de tus propios actos y elecciones. Nadie puede correr con tus gastos o asumir la responsabilidad por ti. Ya que elegiste creer en Dios, seguir la senda de la salvación y perseguir la verdad, no te arrepientas. Puesto que esto es lo que has elegido, no debes verlo como una regla o mandamiento a seguir; en cambio, debes comprender que tu tenacidad y tus elecciones tienen significado y valor. En última instancia, lo que ganas es la verdad y la vida, no solo una regla. Si tu tenacidad y tus elecciones te hacen sentir particularmente avergonzado, incómodo o incapaz de enfrentarte a las personas que te rodean, entonces abandona ese empeño. ¿Para qué complicarte la vida? Persigue aquello que desees en tu corazón, lo que quieras, céntrate en eso, nadie te lo impide. El hecho de que tratemos este tema así es solo para proporcionarte un principio. En el mundo, toda profesión a la que cualquiera se pueda dedicar está asociada con la fama, el dinero y el disfrute físico. La razón por la que una persona gana más dinero no es para llegar a determinada cantidad, sino para mejorar su disfrute físico mediante la obtención de ese dinero y para convertirse en personas ricas y famosas. De este modo, obtendrán fama, dinero y posición, todo lo cual sobrepasa el mínimo requerido para las necesidades básicas. Cualquier precio que las personas paguen es por el disfrute físico, nada de ello tiene significado; todo está vacío, como un sueño. Al final, lo que ganan es puro vacío. Puede que hoy almuerces empanadillas y te parezcan deliciosas, pero tras una cuidadosa reflexión, te darás cuenta de que no has ganado nada. Si las comes todos los días, es posible que te canses de ellas, las dejes de comer y las sustituyas por otra cosa, como bollos de maíz, arroz o tortitas. De este modo te ajustas a ti mismo, y tu cuerpo físico se vuelve más saludable. Si comes en abundancia todos los días, tu cuerpo físico podría enfermar, ¿no crees?

¿Contentarse con la comida y la ropa es la senda correcta? (Lo es). ¿Por qué lo es? ¿El valor de la vida de una persona depende de la comida y la ropa? (No). Si el valor de la vida de una persona no depende de la comida y la ropa ni del disfrute carnal, la profesión a la que se dedique solo debería satisfacer la necesidad de comida y ropa, y no debería ir más allá. ¿Por qué hemos de tener comida y ropa? Para garantizar que el cuerpo sobreviva con normalidad. ¿Cuál es el propósito de sobrevivir? No es en aras del disfrute carnal o de recrearse en el transcurrir de la vida, y desde luego no es para deleitarse con todas las cosas que los humanos experimentan en la vida. Nada de eso tiene importancia. Entonces, ¿qué es lo más importante? ¿Qué es lo más valioso que una persona debe hacer? (Uno debe caminar por la senda de creer en Dios y perseguir la verdad, y luego cumplir sus propios deberes). No importa qué clase de persona seas, eres un ser creado. Los seres creados deben hacer lo que les corresponde, esto es lo valioso. Entonces, ¿qué cosa de valor hacen los seres creados? El Creador le ha encomendado una misión a todo ser creado, una que ha de cumplir. Dios ha determinado el destino de la vida de cada persona. Sea cual sea el destino de su vida, eso es lo que debe hacer. Si lo haces bien, cuando te presentes ante Dios para rendir cuentas, Él te dará una respuesta satisfactoria. Te dirá que viviste la vida de forma valiosa y fructífera, que convertiste las palabras de Dios en tu vida y que eres un ser creado cualificado. Sin embargo, si tu vida solo consiste en vivir, luchar e invertir en pos de comida, ropa, placer y felicidad, cuando al final te presentes ante Dios, Él te preguntará: “¿Cuánto has cumplido de la tarea y misión que te encomendé en esta vida?”. Harás balance y te darás cuenta de que la energía y el tiempo de esta vida los empleaste en comida, ropa y entretenimiento. Parece que no has hecho mucho con tu fe en Dios, no has cumplido bien con tu deber, no has insistido hasta el final y no has llevado a cabo tu lealtad. Respecto a perseguir la verdad, aunque tenías algo de voluntad de perseguirla, no has pagado apenas precio y no has ganado nada. En el examen final, las palabras de Dios no se han convertido en tu vida y sigues siendo el mismo viejo Satanás. Todos los métodos que empleas para contemplar las cosas y actuar están basados en nociones y figuraciones humanas y el carácter corrupto de Satanás. Sigues oponiéndote por completo a Dios y eres incompatible con Él. En ese caso, se te inutilizará y Dios ya no querrá nada más de ti. A partir de este punto, ya no serás un ser creado de Dios. ¡Eso es algo lamentable! Por tanto, da igual la profesión a la que te dediques, mientras sea legal, la ha dispuesto y predestinado Dios. Sin embargo, eso no significa que Él te apoye o te anime a ganar más dinero o a que sobresalgas en la carrera profesional que has elegido. Dios no aprueba esto, y Él nunca te lo ha exigido. Además, Dios nunca utilizará la profesión a la que te dediques para empujarte hacia el mundo, para entregarte a Satanás o para permitirte que persigas deliberadamente la fama y el beneficio. En cambio, por medio de la profesión a la que te dedicas, Dios te permite satisfacer tus necesidades de comida y abrigo, eso es todo. Además, a través de Sus palabras, Dios te ha expresado cuál es tu deber, cuál es tu misión, qué debes perseguir y qué debes vivir. Estos son los valores que debes vivir y la senda por la que debes transitar a lo largo de tu vida. Una vez que Dios ha hablado y has comprendido lo que ha dicho, ¿qué debes hacer? Si trabajar tres días a la semana es suficiente para satisfacer tus necesidades de comida y abrigo, pero aun así decides trabajar el resto de los días, entonces no puedes cumplir tu deber. Cuando un deber requiere de tu cooperación, dices: “Estoy en el trabajo, estoy en mi puesto” y, cuando alguien intenta ponerse en contacto contigo, siempre dices que no tienes tiempo. ¿Cuándo tienes tiempo? Únicamente pasadas las ocho de la tarde, cuando estás agotado, cansado y exhausto, tienes la voluntad, pero no la fuerza. Trabajas seis días a la semana y siempre que alguien intenta ponerse en contacto contigo por teléfono dices que no tienes tiempo. Solo libras los domingos, e incluso entonces necesitas pasar tiempo con tu familia y tus hijos, hacer las tareas domésticas, recargarte y relajarte un rato. Algunos incluso se van de vacaciones, dedican tiempo a actividades de ocio y van por ahí gastando dinero y comprando cosas. Hay quienes se relacionan con sus compañeros de trabajo y hacen contactos con líderes y altos cargos. ¿Qué clase de fe es esa? Es un no creyente de pies a cabeza; ¿qué sentido tiene empeñarse en la formalidad? No digas que crees en Dios; no te pareces en nada a un creyente en Dios. No perteneces a la iglesia; a lo sumo, eres solo un amigo de la iglesia. La casa de Dios necesita a alguien que se encargue de los asuntos externos, y puede que aceptes ayudar, pero lo que en realidad haces es no negarte. No se sabe si podrás ocupar tu puesto ni cuándo podrás hacerlo. Y, después de llegar a tu puesto, no se sabe si podrás dedicarle todo tu tiempo, todo tu corazón y todas tus fuerzas. Quién sabe cuándo estarás demasiado ocupado con el trabajo, o te irás de viaje de negocios y desaparecerás sin dejar rastro durante dos semanas o un mes, sin que nadie pueda localizarte. Eso ya no es una fe auténtica, es una mera formalidad. A este tipo de personas habría que quitarles los libros de las palabras de Dios, y luego echarlos y decirles: “Si no puedes desprenderte del trabajo, no tienes tiempo para reuniones y no puedes cumplir con tu deber, la casa de Dios no te va a obligar. Es hora de separarnos. Cuando llegues a contentarte con la comida y la ropa, abandones tus exigencias de una vida de alta calidad y dediques más tiempo a cumplir con tu deber, te aceptaremos formalmente en el redil y te contaremos como miembro de la iglesia. Si no lo consigues y te limitas a hacer acto de presencia, echar una mano y entablar vagas relaciones con los hermanos y hermanas en tu tiempo libre, eso no cuenta como cumplir con tu deber como ser creado, y sin duda no se puede considerar creer formalmente en Dios”. ¿Cómo llamamos a la gente así? (Amigos de la iglesia). Amigos de la iglesia, buenos amigos de la iglesia. “Pues el que no está contra nosotros, por nosotros está” (Marcos 9:40). Por tanto, a este tipo de personas se les llama amigos de la iglesia. Esta denominación indica que todavía se encuentran en la fase de observación, no son todavía creyentes formales en Dios, no se cuentan entre los miembros de la iglesia, ni se les considera personas que cumplen un deber. Como mucho, se les debe seguir observando, ya que no está claro si pueden cumplir con su deber. Sin embargo, hay quienes, debido a las restricciones impuestas por su entorno familiar o sus condiciones, deben trabajar varios días a la semana para ganarse la vida y mantener a sus hijos. No les haremos ninguna exigencia perentoria. Si pueden cumplir con sus deberes el resto del tiempo, se cuentan como miembros de la casa de Dios, como creyentes formales en Dios, porque ya han cumplido con la condición básica de contentarse con la comida y la ropa. Tienen dificultades objetivas y si les impides trabajar, su familia al completo carecerá de medios para subsistir y padecerá frío y hambre. Si no les permites trabajar, ¿quién mantendrá a su familia? ¿Te encargarás tú de su sustento? Por consiguiente, los líderes de la iglesia, los supervisores y cualquiera relacionado con ellos no tienen justificación para exigirles que renuncien a sus trabajos y dejen de preocuparse por sus familias. No debe hacerse tal cosa. Sería pedirles lo imposible; se les debe proporcionar un medio de vida. Las personas no viven en el vacío, no son máquinas. Necesitan sobrevivir, tener un sustento. Como hemos debatido antes, si tienes hijos y una familia, entonces, como sostén o miembro de la familia que eres, debes asumir la responsabilidad de mantenerla. El principio para cumplir con esta responsabilidad es conseguir comida y abrigo, ese es el principio. Esta es la circunstancia en la que se encuentran algunas personas y no pueden hacer nada al respecto. Después de cumplir con sus responsabilidades hacia su familia, adaptan su horario para cumplir con su deber. Esto lo permite y concede la casa de Dios; no se le puede pedir a nadie lo imposible. ¿Es esto un principio? (Sí). Nadie tiene justificación para exigir a aquellos que creen en Dios desde hace poco y aún no han echado raíces que dejen su trabajo, abandonen a sus familias, se divorcien, descuiden a sus hijos o rechacen a sus padres. Ninguna de estas cosas es necesaria. Las palabras de Dios exigen que sigan los principios verdad, y en estos se incluyen diversas situaciones y condiciones. De acuerdo con estas diferentes situaciones y condiciones, se deben establecer requisitos y medidas según los principios verdad; eso es lo único acertado. Por tanto, en cuanto a las carreras profesionales, resulta fundamental contentarse con la comida y la ropa. Si eres incapaz de ver con claridad ese punto, podrías perder tu deber y comprometer tus posibilidades de salvación.

Los últimos días son también un momento especial. Por una parte, los asuntos de la iglesia son intensos y complicados; por otra, ante este momento en el que el evangelio del reino de Dios se está expandiendo, se necesitan más personas que dediquen su tiempo y energía, que contribuyan con sus esfuerzos y cumplan sus deberes para satisfacer las necesidades de varios proyectos en la casa de Dios. Por tanto, sea cual sea tu profesión, si además de satisfacer tus necesidades vitales básicas eres capaz de dedicar tu tiempo y energía a cumplir tu deber en la casa de Dios, cooperando en varios proyectos, a ojos de Dios esto no solo es deseable, sino también particularmente valioso. Es digno de que Dios lo celebre y, por supuesto, también de que la gente invierta y ponga tanto empeño en ello. Eso se debe a que, aunque hayas sacrificado el disfrute carnal, lo que ganas es la inestimable vida de las palabras de Dios, una vida eterna, un tesoro que no tiene precio y no puede cambiarse por nada en el mundo, ni por dinero ni por cualquier otra cosa. Y este tesoro incalculable, el que obtienes por invertir tiempo y energía, por medio de tus propios esfuerzos y búsquedas, es un favor especial y algo que tienes la fortuna de recibir, ¿verdad? Que las palabras de Dios y la verdad se conviertan en la vida de alguien: eso es un tesoro inestimable por el que una persona debería ofrecerlo todo. Entonces, partiendo de la base de que tu profesión te permita tener comida y ropa, si eres capaz de pagar el precio e invertir tiempo y energía en perseguir la verdad, si eliges esta senda, entonces es algo bueno que merece la pena celebrar. No deberías sentirte desanimado ni confundido por esto; deberías estar seguro de que has tomado la decisión correcta. Puede que hayas perdido oportunidades de ascenso, de aumentos de sueldo y de mayores ingresos, de disfrutar más de la vida carnal o de una vida de riqueza, pero has aprovechado la oportunidad de la salvación. El hecho de que hayas perdido o te hayas desprendido de esas cosas significa que tu elección ha traído esperanza y vitalidad para la salvación. No has perdido nada. Por el contrario, si después de asegurarte comida y abrigo empleas tiempo y energía adicional, ganas más dinero, adquieres más placeres materiales y tu carne está satisfecha, pero al hacerlo has arruinado la esperanza de tu propia salvación, entonces no cabe duda de que esto no es bueno para ti. Deberías estar molesto y angustiado al respecto; deberías ajustar tu trabajo o tu postura respecto a la vida y las exigencias relacionadas con la calidad de vida física; deberías desprenderte de ciertos deseos, planes y motivaciones para la vida carnal que no se ajusten a la realidad. Deberías orar a Dios, entrar en Su presencia y comprometerte a cumplir con tu propio deber, entregando tu mente y tu cuerpo a las diversas tareas en la casa de Dios, esforzándote para que, en el futuro, el día que concluya la obra de Dios, cuando Él evalúe el trabajo de toda clase de personas y mida la estatura de todas ellas, tú estés entre ellas. Cuando se complete la gran obra de Dios, cuando el evangelio del reino de Dios se haya difundido por todo el universo, cuando se revele esta escena de júbilo, ahí estará tu trabajo, tu inversión y tu sacrificio. Cuando Dios reciba gloria, cuando Su obra se expanda por todo el universo, cuando todos celebren el logro exitoso de la gran obra de Dios y tenga lugar ese momento de júbilo, estarás conectado a semejante alegría. Serás partícipe de ella, no el que esté sumido en el llanto y haga rechinar los dientes, el que se dé cabezazos contra la pared mientras todos los demás gritan y dan saltos de alegría, no el que reciba un severo castigo ni al que Dios desdeñará y descartará. Y, por supuesto, lo que es mejor todavía es que cuando se complete la gran obra de Dios, poseerás Sus palabras como vida. Serás una persona que se ha salvado, que ya no se rebela contra Dios y que ya no vulnera los principios, sino que es compatible con Él. Al mismo tiempo, también te regocijarás por todo aquello a lo que renunciaste al principio: el alto salario, los placeres carnales, el buen trato material, un entorno de vida superior y la apreciación, promoción y ascenso que otorgan los líderes. No lamentarás el no haber renunciado a oportunidades de ascenso, a la posibilidad de aumentar tu salario para generar riqueza, o a la ocasión de entregarte a un estilo de vida lujoso. En resumen, los requisitos y estándares de la profesión que uno ejerce, que también son los principios de práctica que debe obedecer, se resumen en esta expresión: “Conténtate con la comida y la ropa”. La gente debería aferrarse a perseguir la verdad para lograr la vida. No debe abandonar la verdad y la senda correcta para satisfacer sus propios deseos y placeres carnales. En esto consiste el segundo principio que la gente debe defender con respecto a una carrera.

Respecto al tema de desprenderse de la propia carrera, hoy hemos discutido dos principios. ¿Has entendido ambos? (Sí). Teniendo claros los principios, el próximo paso es evaluar, en base a estos principios, cómo practicarlos. En última instancia, aquellos que puedan defender estos principios son los que siguen el camino de Dios, mientras que los que no los defienden se están desviando de Su camino. Es tan simple como eso. Si puedes defender los principios, alcanzarás la verdad; si no defiendes los principios, perderás la verdad. Alcanzar la verdad provee de la esperanza de salvación; el fracaso a la hora de alcanzar la verdad conducirá a perder la esperanza de salvación; así es. De acuerdo, dejemos aquí la charla de hoy. ¡Adiós!

10 de junio de 2023

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