Cómo perseguir la verdad (6) Parte 2
La vez anterior hablamos sobre una razón por la que la emoción negativa de la represión surge en las personas. Esta aparece cuando no pueden hacer lo que les da la gana. Hoy vamos a continuar hablando sobre otra razón para el surgimiento de esta emoción negativa de la represión, nos referimos a que las personas viven a menudo en esta emoción represiva porque no pueden darle uso a su destreza. ¿No es esta otra razón? (Sí). La última vez hablamos sobre cómo las personas desean a menudo hacer lo que les viene en gana en la iglesia o en sus vidas cotidianas, permaneciendo ociosas y dejando de ocuparse de lo que les corresponde, de modo que cuando no se cumplen sus deseos, se sienten reprimidas. Esta vez, vamos a hablar sobre las manifestaciones de otro grupo de personas. Estas poseen ciertos dones, fortalezas o destrezas y habilidades profesionales, o dominan un determinado tipo de profesión técnica, etc., sin embargo, no pueden utilizar sus dones, fortalezas y habilidades profesionales con normalidad dentro de la iglesia y, como consecuencia, suelen estar de mal humor, pues les parece que la vida en este entorno es incómoda e infeliz, y que están desprovistas de alegría. En resumen, la palabra que describe este sentimiento es represión. En la sociedad secular, ¿cómo se llama a las personas así? Se les llama profesionales, técnicos, especialistas, en resumen, expertos. ¿Qué características tienen los expertos? Tienen la frente despejada y los ojos brillantes, llevan gafas y la cabeza erguida, caminan con paso apresurado y tratan los asuntos con decisión y eficacia. Su característica más destacada es que llevan computadoras en el bolso allá donde van. Se les reconoce inmediatamente como profesionales y técnicos. En resumen, este tipo de personas tienen ciertas destrezas profesionales o dominan relativamente bien un tipo específico de tecnología. Han recibido educación y tutoría profesionales, y se han sometido a instrucción y formación profesionales, o puede que algunos de ellos no hayan recibido esta clase de tutoría y formación, pero poseen ciertos talentos y aptitudes desde siempre. A este tipo de personas se las conoce como profesionales y técnicos. Cuando entran en la iglesia, al igual que en la sociedad, suelen llevar sus computadoras a todas partes y quieren que se las reconozca como profesionales y técnicos dondequiera que trabajen. Les gusta que las llamen expertos e incluso prefieren que se añada la palabra “profesor” delante de sus apellidos y ese tipo de cosas; les gusta que las traten y se dirijan a ellas de esta manera. No obstante, la iglesia es un lugar y un espacio de trabajo especial. Es diferente de cualquier grupo u organización o institución de la sociedad secular. ¿De qué se suele debatir aquí? De la verdad, los principios, las reglas, y la organización del trabajo, así como de la protección de los intereses de la casa de Dios y de Su testimonio. Ciertamente, más en concreto, a las personas también se les exige que practiquen la verdad, que se sometan a las palabras de Dios, a los principios-verdad, y a los arreglos de la casa de Dios y a los principios que esta comunica, entre otras cosas. En cuanto se promueven estas normas explícitas y se exige a las personas que las practiquen y las respeten, estos expertos que se han unido a la iglesia se sienten algo agraviados. Las habilidades que han aprendido o los conocimientos que poseen en determinados ámbitos no se utilizan a menudo en la iglesia. No se los suele colocar en puestos importantes ni se los tiene en alta estima, y con frecuencia se los deja de lado. Naturalmente, a menudo se sienten ociosos y piensan que sus capacidades no se aprovechan. ¿Qué piensan para sus adentros? “Oh, esto es como el dicho: ‘Si un tigre baja a la llanura, los perros lo insultarán’. Antes, cuando trabajaba para tal o cual empresa estatal o extranjera, era maravilloso. Ni siquiera tenía que cargar con mi bolso, y otros se encargaban de todos los aspectos de mi vida diaria y de mi trabajo. No tenía que preocuparme por nada. Era un experto de alto nivel, un técnico superior, así que era un pez gordo en la empresa. ¿Qué significa ser un pez gordo? Significa que sin mí, la empresa no podría funcionar, no podría conseguir ningún pedido y todos sus empleados tendrían que tomarse un descanso: la empresa correría el riesgo de quebrar, no podría operar sin mí. Aquellos fueron los días de gloria, una época en la que realmente me sentía valorado”. Ahora que creen en Dios, siguen queriendo disfrutar del mismo nivel de gloria. Piensan para sus adentros: “Con mis habilidades, debería existir una posición aún mejor para que yo brille en la casa de Dios. ¿Por qué no se me utiliza? ¿Por qué los líderes y los hermanos y hermanas de la iglesia siempre me pasan por alto? ¿Qué me falta en comparación con los demás? En cuanto a apariencia, soy guapo; en cuanto a temperamento, soy igual a los demás; en cuanto a reputación y prestigio, no tengo ningún problema; y en cuanto a conocimientos técnicos, los míos son los mejores. Entonces, ¿por qué nadie me hace caso? ¿Por qué nadie escucha mis palabras y sugerencias? ¿Por qué no soy bien recibido en la casa de Dios? ¿Será que en Su casa no se necesita a un experto como yo? ¿Cómo es que no tengo ningún lugar donde utilizar mis habilidades desde que llegué aquí? Algún aspecto de la obra de la casa de Dios debe de necesitar las habilidades técnicas que he aprendido. Aquí se debe valorar mi experiencia. Soy un profesional, debería ser jefe de equipo, supervisor, líder… debería dirigir a otras personas. ¿Por qué siempre soy un subordinado? Nadie me presta atención, nadie me respeta. ¿Qué está pasando? ¿Es este realmente el trato que debo recibir si no entiendo la verdad?”. Se hacen estas preguntas una y otra vez, pero nunca encuentran las respuestas, por lo que caen en la represión.
Cuando el coro subió a escena para cantar, en una ocasión me preguntaron sobre sus peinados. Les dije: “Las hermanas pueden recogerse el pelo en una coleta o llevarlo cortado a la altura de la oreja o de los hombros. Por supuesto, también pueden llevarlo en un moño o recogido. Los hermanos pueden cortárselo al ras o a la raya. No es necesario adornarlo ni peinarlo. Basta con asegurarse de que tenga un aspecto cuidado, limpio, elegante y natural. En resumen, mientras tu aspecto sea recto y digno, y tengas la apariencia de un cristiano, no hay problema. Lo primordial es cantar e interpretar el programa de forma adecuada”. ¿Fueron claras Mis palabras? ¿Eran fáciles de entender? (Sí). Se dejaron claros los estilos de peinado tanto de hombres como de mujeres. ¿Cuáles son los principios para elegir los peinados? Los hermanos pueden llevar una raya o cortárselo al ras, y las hermanas pueden tener el pelo corto o largo. Si lo tienen largo, se pueden poner una coleta, y si lo tienen corto, basta con asegurarse de que no lo esté demasiado. Ese es un principio. El otro es la limpieza y el cuidado, una apariencia positiva y digna, y un talante positivo. Nuestro objetivo no es ser celebridades ni famosos de la sociedad. No buscamos una imagen glamurosa, solo una apariencia recta y digna. En resumen, uno debe mostrar un aspecto limpio, cuidado, recto y digno. ¿He sido claro? ¿Son estos dos principios fáciles de entender y llevar a cabo? (Son fáciles). En cuanto cualquiera los oye, los entiende claramente en sus corazones, y no es necesario repetirlos. Son muy fáciles de cumplir. Unos diez días después, me mandaron un vídeo. Al verlo, me encuentro con tres o cuatro filas de hermanas. Toda la primera fila llevaba el cabello estilizado, cada una lucía un peinado y un arreglo diferente. Todas se habían hecho un peinado distinto, todos de aspecto extraño, y algunas hermanas de veintitantos años parecían tener treinta o cuarenta y tantos, y otras parecían unas ancianas. En resumen, cada una lucía un peinado distinto. La persona que envió el vídeo me decía: “Hemos arreglado muchos peinados diferentes para que Tú eligieras. Puedes escoger el que quieras, y ese será el que usemos. No nos resultará complicado. Cuando lo decidas, solo tienes que decirlo y lo haremos sin problema”. ¿Cómo creéis que me sentí tras ver el vídeo? Me sentí un poco disgustado y luego, al examinarlo con mayor detalle, empecé a enfadarme. Tras recordar los principios que les había explicado, al final me quedé sin palabras. No sabía qué decir. Pensé: “Ay, esta gente no entiende el lenguaje humano”. Reflexioné sobre las palabras que había dicho y los principios que les había comunicado, sobre el hecho de que eran cosas que cualquiera podía entender y comprender. Se trataba de cosas sencillas, nada complicadas, factibles, pero ¿por qué Me enviaron semejante vídeo? Después de investigar, me di cuenta de que no se trataba de que Yo no les hubiera explicado con claridad Mi postura, y sobre todo no es que Yo les hubiera dicho que se hicieran varios peinados diferentes. Existen dos razones para este comportamiento: una es que no entendieran Mis palabras. Otra razón es que, en cuanto las personas son capaces de hacer algo, en cuanto entienden y dominan ciertas habilidades y técnicas, no saben cuál es su lugar en el universo. No respetan a nadie y siempre quieren presumir. Se vuelven arrogantes hasta el extremo. Aunque entiendan Mis palabras, no las aceptan ni las ponen en práctica. No se las toman en serio, no las consideran importantes y simplemente ignoran lo que digo. No les interesa lo que les pido ni lo que necesito. Cuando Me preguntaron por los principios, en realidad ya habían determinado lo que iban a hacer y cómo lo harían. Preguntarme a Mí era simplemente un paso más en su proceso. ¿Acaso no es una especie de burla que me preguntaran eso? (Sí). Al terminar su burla, dio igual lo que Yo dijera, al final hicieron lo que les dio la gana, sin seguir en absoluto Mis palabras. Fueron muy obstinados. ¿Qué se les pasó por la cabeza? “Nos subestimas. Somos técnicos profesionales. Nos relacionamos con personas influyentes de la sociedad. Contamos con estas habilidades y esta experiencia, y dondequiera que vamos podemos vivir una buena vida y ganarnos el respeto de la gente. Solo cuando entramos en la casa de Dios nos convertimos en trabajadores, y se nos desprecia constantemente. Tenemos habilidades, somos expertos, no somos gente corriente. Debemos ser respetados en la casa de Dios. No puedes suprimir así nuestros talentos. Hacemos uso de nuestra experiencia en la casa de Dios, y Tú debes apoyarnos y respaldarnos”. ¿Acaso no es esto descortés e irrazonable? (Sí). ¿Existe algo de humanidad normal en ello? (No, ninguna). Al verlo, pensé: “Ah, con esta gente no se puede razonar”. Cuando les expliqué los principios, incluso llegué a preguntarles repetidas veces: “¿Lo habéis entendido? ¿Lo recordaréis?”. No dudaron en prometerme que sí, mirándome a la cara, pero en cuanto se dieron la vuelta enseguida se retractaron de su palabra. Dijeron cosas que sonaban muy bien: “Estoy aquí para desempeñar mi deber, estoy aquí para satisfacer a Dios”. ¿Es eso lo que llamas desempeñar tu deber? ¿Estás realmente satisfaciendo a Dios? Estás satisfaciendo tu propia carne, tu propia reputación. Estás aquí para buscar tu propia carrera, no para cumplir con tu deber. En otras palabras, has entrado en la casa de Dios para sembrar el caos. Decidme, ¿quién tiene la última palabra en los principios que la gente debe mantener en todos los aspectos de la obra de la casa de Dios? ¿Tú o Dios? (Él tiene la última palabra). ¿Son tus palabras la verdad, o lo son las de Dios? (Las palabras de Dios son la verdad). Todo lo que decís es una especie de doctrina. Si esa doctrina no se ajusta a la verdad, entonces se convierte en una falacia. Dado que admitís que lo que digo es la verdad, ¿por qué sois incapaces de aceptarlo? ¿Por qué cuando os hablo no surte efecto? Me decís cosas bonitas a la cara, pero a mis espaldas no practicáis la verdad. ¿Qué es lo que ocurre? En cuanto la humanidad corrupta posee apenas un poco de talento, experiencia o ideas, se vuelve arrogante y engreída y se niega a obedecer a nadie. No escuchan lo que se les dice. ¿Acaso no es eso demasiado irracional? Si creéis que hacéis lo correcto, entonces ¿por qué dejáis que Yo lo examine? Cuando os señalo vuestros defectos y pongo en evidencia vuestros errores, ¿por qué sois incapaces de aceptarlo? No comprendéis la verdad, pero Yo puedo comunicárosla. Sé actuar conforme a la verdad, de acuerdo con los principios, con la decencia santa. Sé actuar de una manera que edifica a los demás. ¿Sabéis vosotros? Si ni siquiera sabéis estas cosas, ¿por qué seguís siendo incapaces de aceptar la verdad? ¿Por qué no hacéis lo que digo?
Algunas personas destacan en la escritura, tienen un don natural para organizar el lenguaje y transmitir ideas. Puede que también posean cierto grado de competencia literaria, que empleen ciertas técnicas y estilos para describir las cosas. Pero ¿poseer estas cualidades significa que entienden la verdad? (No, no es así). Ese es meramente un aspecto del conocimiento, una faceta de los dones y talentos de la persona. Significa que posees cierto talento, que eres bueno escribiendo y transmitiendo ideas mediante el lenguaje, y que tienes una buena base para el uso de las palabras. Como se le dan bien tales cosas, hay quien piensa: “Empuño la pluma en la casa de Dios; debería dedicarme al trabajo con textos”. Es bueno que haya más personas que se dediquen al trabajo con textos; la casa de Dios lo necesita. Sin embargo, lo que la casa de Dios requiere no es solo aquello en lo que destaques, ni solo tu capacidad profesional. Tus habilidades y competencias profesionales no son más que herramientas para el trabajo que realizas. Con independencia de tus capacidades profesionales y tu nivel de competencia, debes ajustarte a los principios requeridos por la casa de Dios y alcanzar los resultados deseados y los objetivos establecidos por la casa de Dios. Esta tiene normas y principios relacionados con estos resultados y objetivos; no te permite actuar basándote en tus gustos o preferencias personales. Por ejemplo, algunas personas tienen buenas dotes para la escritura, y escriben guiones con un lenguaje elaborado y una trama vívidamente organizada. ¿Pero se consigue así el resultado deseado? Lejos de conseguir el efecto de dar testimonio de Dios, esos guiones sencillamente no se sostienen. Sin embargo, estos guionistas se sienten satisfechos y confiados con su habilidad para escribir con un lenguaje rimbombante, y tienen muy buena opinión de sí mismos. No comprenden que un guion debe lograr el efecto de dar testimonio de Dios, de difundir Su palabra. Este es el objetivo. La casa de Dios requiere que un guion refleje las palabras de Dios que lee el protagonista, y la genuina comprensión que este obtiene al experimentar y practicar las palabras de Dios bajo la guía de Su obra. En un sentido debe servir como testimonio de Dios, y en otro debe difundir Su palabra. Solo entonces el guion logra el resultado deseado. La casa de Dios tiene estos requisitos. ¿Creéis que esto supone dificultades para la gente? (No). No, se trata de la obra de la casa de Dios. Sin embargo, estos guionistas no están dispuestos a hacerlo así. Su actitud es: “Lo que he escrito ya es lo bastante perfecto y específico. Si me pides que añada ese material, eso va en contra de mis intenciones. No estoy contento con ello y no quiero escribirlo de ese modo”. Aunque añada luego ese material a regañadientes, sus emociones ya han cambiado mucho para entonces. Hay quien dice: “Es muy represivo desempeñar nuestro deber en la casa de Dios. Siempre hay gente que nos poda y nos echa la culpa. Me siento realmente acorralado. Como se suele decir, los pobres no pueden elegir. Si pudiera tener la última palabra y escribir lo que me dé la gana, eso estaría muy bien. Mientras desempeñamos nuestro deber en la casa de Dios siempre tenemos que escuchar a los demás y aceptar la poda. Es demasiado represivo”. ¿Es esa la actitud correcta? ¿Qué carácter es ese? Es demasiado arrogante y santurrón. También hay quienes ejecutan su deber en el coro ocupándose de aplicar el maquillaje. Les gustan los peinados de los incrédulos, pero el acabado final de esos peinados se acaba rechazando. ¿Por qué? Porque la casa de Dios no quiere peinados demoníacos; quiere peinados que sean normales, dignos y rectos. Cualquiera que sea el peinado que seas capaz de hacer, puedes ir a exhibirlo en el mundo de los incrédulos. Ellos necesitan de tales expertos, pero la casa de Dios no. Algunas personas dicen que están dispuestas a hacer gratis estos peinados en la casa de Dios, pero incluso en ese caso, esto no se desea ni se valora; es repugnante contemplarla. Lo que la casa de Dios requiere es que parezcas digno y recto, como una persona decente. No hace falta que seas elegante, que te parezcas a la nobleza de palacio, ni mucho menos que seas como una princesa, una dama, un señorito rico o un noble. Somos gente normal, sin ningún estatus, posición o valor, simplemente gente de lo más normal y corriente. Lo mejor es ser una persona corriente, no noble ni refinada, llevar ropa corriente y tener la apariencia de una persona normal, no fingir, sino disfrutar de lo que eres capaz de hacer y contentarte con vivir la vida de una persona corriente sin ambiciones ni deseos. Eso es lo mejor, esa es la vida de alguien con una humanidad normal. No eres más que una persona corriente, pero siempre intentas actuar como alguien noble. ¿Acaso no es repugnante? (Lo es). Siempre estás tratando de mostrar tu experiencia y de lucirte en la casa de Dios. Déjame que te diga, ¿tiene algún valor mostrar tu experiencia? Si realmente tiene valor, entonces es aceptable. No obstante, si no lo tiene y, por el contrario, se vuelve perjudicial y destructiva, entonces solo estás mostrando tu naturaleza repulsiva y tus indeseables cualidades. ¿Conoces las consecuencias de revelar tales cosas? Si no las conoces, por favor, no las reveles. Lo que sabes hacer, las habilidades técnicas que posees, los talentos especiales en los que destacas o posees por naturaleza, nada de eso se considera noble; no eres más que una persona corriente. Algunas personas dicen: “Domino varios idiomas”. Entonces ve a trabajar como traductor y desempeña bien esa labor, así se te podrá considerar una buena persona. Algunos dicen: “Puedo recitar el diccionario Xinhua entero”. ¿Y qué si has memorizado el diccionario Xinhua entero? ¿Te hace eso capaz de difundir el evangelio? ¿Te vuelve capaz de dar testimonio de Dios? Hay quien dice: “Puedo leer diez líneas de un vistazo. Soy capaz de leer 100 páginas de la palabra de Dios en un día. Fíjate en esa destreza, ¿acaso no es impresionante?”. Puede que seas capaz de leer 100 páginas de La Palabra manifestada en carne en un día, pero ¿qué entiendes de ellas? ¿Qué aspecto de la verdad comprendes? ¿Lo puedes poner en práctica? Otros dicen: “Soy un niño prodigio. Podía cantar y escribir poemas cuando tenía cinco años”. ¿Eso es útil? Los incrédulos puede que te admiren, pero no sirves de nada en la casa de Dios. Digamos que te pido que compongas una canción ahora mismo para alabar a Dios. ¿Podrías hacerlo? Si no puedes, significa que no entiendes ningún aspecto de la verdad. Solo tener dones no es gran cosa. Si no entiendes la verdad, no podrás conseguir nada. Con independencia de los dones, destrezas o talentos que posea una persona, en realidad son meras herramientas. Si se pueden usar para cosas positivas y causar un impacto positivo, se puede decir que tienen algo de valor. Si no se pueden usar para cosas positivas o causar un impacto tal, entonces carecen de valor, y para ti aprenderlas es inútil y engorroso. Si puedes aplicar tus destrezas o talentos profesionales en el cumplimiento de tu deber y desempeñar una labor en la casa de Dios según los principios-verdad, entonces se puede decir que tus destrezas y talentos profesionales se usan en el lugar adecuado y sirven un propósito; tal es el valor que poseen. Por otra parte, si no puedes aplicarlos en absoluto al desempeño de tu deber, entonces tus destrezas y talentos profesionales carecen de valor y no Me valen para nada. Por ejemplo, algunas personas son naturalmente elocuentes y locuaces, y son hábiles lingüistas y ágiles pensadores. Esto puede considerarse un talento. En el mundo, si personas así se dedican a hablar en público, a la publicidad o a la negociación, o trabajan como jueces, abogados o en ocupaciones similares, entonces disponen de un lugar para sus talentos. En la casa de Dios, sin embargo, si posees semejante talento pero no entiendes ningún aspecto de la verdad, ni siquiera una comprensión básica de la verdad de las visiones, y no puedes difundir el evangelio o dar testimonio de Dios, entonces tu don o talento tiene escaso valor. Si constantemente vives de tus dones, haciendo alarde de tu talento dondequiera que vas, jactándote y predicando palabras y doctrinas, te volverás repulsivo para la gente. Porque cada palabra que pronuncies se volverá nauseabunda, y cada pensamiento o punto de vista que expreses se volverá cansador. En ese caso, será mejor que permanezcas en silencio. Cuanto más intentes exhibirte y actuar, más repugnante te volverás. La gente dirá: “¡Calla tu sucia boca! Todo lo que dices es doctrina, pero ¿quién no la ha entendido ya? ¿Cuántos años llevas predicando? Tus palabras no son diferentes de las de los fariseos, repletas de teorías vacías que contaminan el entorno de la iglesia. Nadie quiere escuchar”. Como ves, eso despierta la ira y repugna a la gente. Por tanto, es mejor que te centres más en la verdad y busques más comprensión sobre ella, y eso es una verdadera habilidad. Cuanto más digo esto, más reprimidas se sienten estas personas “capaces” y “expertas”, que piensan: “Ya se acabó, no hay salida. Siempre me he considerado talentoso, sobresalgo y me colocan en puestos clave allá donde voy. ¿No hay un dicho que dice: ‘Si es oro, tarde o temprano brillará’? Sin embargo, me he topado inesperadamente con un muro en la casa de Dios. Me parece represiva, muy represiva. ¿Cómo he acabado así?”. Creer en Dios es algo bueno, así que ¿por qué expertos de un talento excepcional y tan avanzado como este se sienten reprimidos cuando entran en la casa de Dios? Llevan tantos años sintiéndose reprimidos que sufren depresión. Ya ni siquiera saben cómo hablar o actuar. Al final, algunos dicen: “Que me poden constantemente me parece muy represivo. Ahora me comporto mucho mejor, y estoy de acuerdo con todo lo que dicen los líderes de la iglesia o de grupo, respondiendo siempre ‘sí’ o ‘de acuerdo’”. Puede parecer que han aprendido a someterse y obedecer, pero siguen sin entender los principios o cómo cumplir con sus deberes adecuadamente. Acarrean consigo esta sensación de represión y se sienten indignados e infravalorados. Cuando se les pregunta por su nivel educativo, algunos dicen “me licencié”, otros “tengo un máster” o “tengo un doctorado”, o “me licencié en medicina”, “estudié finanzas” o “estudié gestión”, mientras que otros tantos son programadores o ingenieros. Si aún no llevan un “Dr.” delante de su nombre, entonces portan algún otro título formal. A estas personas no se les trata como tales en la casa de Dios, ni se les tiene en alta estima. A menudo se sienten reprimidos y pierden su sentido de identidad. En la iglesia hay todo tipo de expertos, como músicos, bailarines, cineastas, técnicos, profesionales de los negocios, economistas e incluso políticos. Entre los hermanos y hermanas, estas personas suelen decir: “Soy un respetado ejecutivo de una empresa estatal. Soy el alto ejecutivo de una multinacional. Soy el director general, ¿a quién he temido nunca? ¿A quién me he sometido jamás? Nací con dotes de dirección, y dondequiera que vaya debo estar en una posición de autoridad, debo ser el que manda, ser siempre el que dirige a los demás, y nadie puede dirigirme a mí. Así que, en la casa de Dios, como mínimo debería ser líder de grupo o una persona al mando”. Poco después, a todo el mundo le queda claro que estas personas no tienen ninguna realidad-verdad, son incapaces de realizar ninguna tarea y son particularmente arrogantes y vanidosas. No cumplen ningún deber adecuadamente y, en última instancia, a algunos de ellos solo se les pueden asignar tareas de trabajo manual, mientras que otros nunca están dispuestos a someterse, tratan constantemente de presumir de sus habilidades y se desbocan. Por consiguiente, causan demasiados problemas, enfadan a la congregación y finalmente son echados. ¿No se sentirán reprimidos? Al final, resumen su experiencia con una afirmación: “La casa de Dios no es un lugar para gente con talento como nosotros. Somos como caballos de pura sangre, pero en la casa de Dios no hay jueces con criterio. Los que creen en Dios son ignorantes y están mal informados, especialmente los que son líderes de diversos niveles. Aunque entienden la verdad, no reconocen que somos caballos de pura sangre. Debemos ir en busca de alguien que sepa reconocer nuestros talentos”. Al final, llegan a esa conclusión. Otros dicen: “Hay poco espacio en la casa de Dios para acogernos. Somos todos figuras importantes, mientras que aquellos que creen en Dios son personas humildes de las clases más bajas de la sociedad: granjeros, vendedores callejeros y pequeños comerciantes. No hay entre ellos expertos de alto nivel. Aunque la iglesia es pequeña, el mundo es grande, y en un mundo tan grande debe haber un lugar para nosotros. Nosotros, los talentosos, acabaremos encontrando a nuestro propio valedor”. Vamos a desearles a esta gente buena suerte para encontrar a su valedor, ¿de acuerdo? (De acuerdo). El día que se despidan de nosotros tras encontrar a su valedor, ofrezcámosles una cena de despedida y esperemos que encuentren el lugar que les corresponde, libres de cualquier emoción de represión. Que vivan mejor que nosotros y que tengan una vida pacífica. Al decir esto, ¿se sienten un poco aliviadas estas personas con emociones reprimidas? ¿Han desaparecido sus sentimientos de opresión en el pecho, la hinchazón en la cabeza, la pesadez en el corazón, el malestar físico y el desasosiego? Espero que sus deseos se hagan realidad, que ya no se sientan reprimidos y que puedan vivir felices y libres.
Decidme, ¿pensáis que la casa de Dios está poniéndole las cosas difíciles a estos talentosos individuos a propósito? (No). En absoluto. Entonces, ¿por qué los diversos principios, arreglos de obra y requerimientos para cada elemento de trabajo en la casa de Dios les generan emociones represivas? ¿Por qué estos individuos talentosos se ven atrapados en emociones represivas en la casa de Dios? ¿La casa de Dios cometió un error? ¿O esta les está poniendo las cosas difíciles a estos individuos de manera intencionada? (Ninguna de las dos). En términos de doctrina, todos entendéis que ambas explicaciones son del todo incorrectas. Entonces, ¿por qué ocurre esto? (Porque la gente impone la experiencia profesional que ha adquirido en el mundo secular o sus preferencias personales sobre los principios y requerimientos de la casa de Dios en el curso del desempeño de sus deberes). Pero ¿les permite la casa de Dios imponer estas cosas en sus requerimientos y principios? Claro que no. Algunos se sienten reprimidos porque la casa de Dios no les permite esto. ¿Qué creéis que deberían hacer al respecto? (Antes de desempeñar cada deber, primero deben comprender los requisitos y principios que la casa de Dios impone para dicho deber. Después de captar con precisión estos principios, pueden aplicar de manera razonable la experiencia profesional que han dominado). Este principio es correcto. Ahora decidme, ¿es el deseo constante de exhibir la propia experiencia y mostrar las propias habilidades en la casa de Dios el punto de partida correcto? (No). ¿En qué sentido es incorrecto? Explicadme la razón. (Su intención es lucirse y destacar; están persiguiendo sus propias profesiones. No piensan en cómo desempeñar bien sus deberes ni en cómo actuar de manera que beneficie a la obra de la casa de Dios. En cambio, quieren actuar según sus propias preferencias, sin salvaguardar los intereses de la casa de Dios ni buscar los principios-verdad). ¿Cómo ven los demás este asunto? (Estar siempre presumiendo cuando ocurre algo es un carácter satánico. No piensan en cómo llevar a cabo sus deberes y dar testimonio de Dios; siempre quieren dar testimonio de sí mismos, y esta senda es incorrecta por naturaleza). Este punto de partida es incorrecto por naturaleza, eso es cierto. ¿En qué sentido es incorrecto? Es una cuestión que todos vosotros sois incapaces de refutar. Parece que os sentís reprimidos, y que todos queréis mostrar vuestra experiencia para exhibir vuestras habilidades, ¿no es así? Entre los incrédulos hay un dicho, ¿de cuál hablo?: “Una vieja se pinta los labios, para que tengas algo que mirar”. ¿No es eso lo que significa “exhibir tus habilidades”? (Sí). Exhibir tus habilidades significa querer mostrar tus capacidades y presumir, ganar prestigio y estatus entre los demás, y que te tengan en alta estima. Como mínimo, se trata de querer aprovechar la oportunidad de exhibir las propias capacidades para informar y notificar a los demás de que: “Tengo auténticas habilidades, no soy una persona corriente, no me menosprecies, soy un individuo con talento”. Al menos, ese es el significado que hay detrás. Entonces, cuando alguien tiene esas intenciones y siempre quiere mostrar sus habilidades, ¿cuál es la naturaleza de esto? Quieren ir en pos de su propia profesión, gestionar su propio estatus, asegurarse una posición y ganar prestigio entre los demás. Es tan sencillo como eso. No lo están haciendo para desempeñar su deber, o por el bien de la casa de Dios, y no están buscando la verdad y actuando de acuerdo con los principios y requerimientos de la casa de Dios. Lo hacen para sí mismos, para ser más reconocidos, para elevar su valía y reputación; lo hacen para que la gente los elija supervisor o líder. Una vez elegidos como líderes u obreros, ¿acaso no tendrán estatus? ¿Acaso no serán el centro de atención? Esta es su búsqueda, su punto de partida es así de simple, no es nada más que la búsqueda de estatus. Persiguen estatus a propósito y no protegen la obra de la casa de Dios ni sus intereses.
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