Cómo perseguir la verdad (9) Parte 3
Dado que estamos hablando del tema del matrimonio, hemos de ver cuáles son en realidad la definición y el concepto precisos y correctos de este. Para ello, tenemos que buscar la respuesta en las palabras de Dios, a fin de hallar una definición y un concepto correctos basados en todo lo que Dios ha dicho y hecho con respecto al asunto, para aclarar el verdadero estado del matrimonio y esclarecer la intención original detrás de la creación y existencia de este. Si uno quiere conocer claramente la definición y el concepto de matrimonio, debe comenzar por fijarse en los antepasados de la humanidad. ¿Por qué motivo hay que hacer eso? La humanidad ha podido sobrevivir hasta el presente gracias al matrimonio de sus antepasados; es decir, la causa raíz de que haya tantas personas hoy en día es la unión entre las personas que Dios creó al principio. Entonces, si uno quiere entender la definición y el concepto precisos del tema en cuestión, debe comenzar por fijarse en el matrimonio de los antepasados de la humanidad. ¿Cuándo surgió entre ellos el matrimonio? A la vez que la creación del hombre por parte de Dios. Se documentó por primera vez en el libro del Génesis, así que debemos abrir la Biblia y ver qué dicen esos pasajes. ¿Le interesa este tema a la mayoría de la gente? Los casados puede que piensen que no hay nada de lo que hablar, que este asunto es muy común, pero los jóvenes solteros están especialmente interesados, porque piensan que el matrimonio es un misterio, y que hay muchas cosas que desconocen sobre él. Así que comencemos a hablar desde el origen. Que alguien lea Génesis 2:18. (“Y Jehová Dios dijo: No es bueno que el hombre esté solo; le haré una ayuda idónea para él”).* A continuación, Génesis 2:21-24. (“Y Jehová Dios causó que cayera un sueño profundo sobre Adán, y este se durmió; y Él tomó una de sus costillas, y le cerró la carne en su lugar. Y con la costilla que Jehová Dios había sacado del hombre, le hizo una mujer la cual trajo al hombre. Y Adán dijo: Esta es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; se llamará Mujer porque salió del hombre. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne”).* A continuación, Génesis 3:16-19. (“A la mujer dijo: En gran manera multiplicaré tu dolor en el parto, con dolor darás a luz los hijos; y con todo, tu deseo será para tu marido, y él tendrá dominio sobre ti. Entonces dijo a Adán: Por cuanto has escuchado la voz de tu mujer y has comido del árbol del cual te ordené, diciendo: ‘No comerás de él’, maldita será la tierra por tu causa; con trabajo comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y abrojos te producirá, y comerás de las plantas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás”). Hasta ahí es suficiente. Se trata de cinco versículos del capítulo dos y cuatro versículos del capítulo tres; nueve versículos de las Sagradas Escrituras en total. Nueve versículos del Génesis describen cómo surgió el matrimonio del antepasado de la humanidad. ¿No es así? (Sí). ¿Lo comprendes ahora? ¿Entiendes un poco mejor el significado general y puedes recordarlo? ¿Cuál es el tema principal del que se habla aquí? (De cómo surgió el matrimonio del antepasado de la humanidad). Entonces, ¿cómo ocurrió realmente? (Dios lo preparó). Así es, esa es la realidad. Dios lo preparó para el hombre. Dios creó a Adán, y luego creó una compañera para él, una esposa para ayudarlo y acompañarlo, para vivir con él. Ese es el origen del matrimonio del antepasado de la humanidad, y de ahí surgió el matrimonio humano. ¿No es así? (Sí). Conocemos el origen del matrimonio humano: fue ordenado por Dios. Él preparó una compañera para el antepasado de la humanidad, la cual también podría llamarse cónyuge, que luego lo ayudaría y acompañaría en la vida. Ese es el origen y la raíz del matrimonio humano. Así pues, una vez analizados estos, ¿cómo deberíamos entender correctamente el matrimonio? ¿Dirías que es sagrado? (Sí). ¿Es sagrado? ¿Tiene algo que ver con la santidad? No. No puedes decir que es sagrado. Dios lo arregla y ordena. Tiene su origen y raíz en la creación de Dios. Él creó al primer hombre, que necesitaba una pareja para ayudarlo y acompañarlo, para vivir juntos, y entonces Dios creó una compañera para él, y así surgió el matrimonio humano. Eso es todo. Es así de simple. Ese es el entendimiento rudimentario que debes tener del matrimonio. Este proviene de Dios; Él lo arregla y lo ordena. Al menos, puedes decir que no es algo negativo, sino que es positivo. También se podría decir sin temor a equivocarse que el matrimonio es apropiado, que es una etapa adecuada en el curso de la vida humana y dentro del proceso de la existencia de las personas. No es algo perverso, ni tampoco una herramienta o un medio para corromper a la humanidad; es apropiado y positivo, porque Dios lo creó y lo ordenó, y por supuesto, Él lo dispuso. Su origen está en la creación de Dios, y es algo que Él arregló y ordenó personalmente, así que, visto desde este ángulo, la única perspectiva que uno debería tener respecto al matrimonio es que proviene de Dios, que es algo apropiado y positivo, que no es negativo, perverso, egoísta ni oscuro. No proviene del hombre ni de Satanás, y ni mucho menos se desarrolló orgánicamente en el seno de la naturaleza, sino que Dios lo creó, lo arregló y lo ordenó con Sus propias manos. Esto es absolutamente cierto. Se trata de la definición y el concepto más originales y precisos del matrimonio.
Ahora que comprendes el concepto y la definición precisos que la gente ha de tener del matrimonio, analicemos la cuestión: ¿Qué se entiende por ordenación y arreglo del matrimonio por parte de Dios? Es algo que se menciona en los versículos bíblicos que acabamos de leer, concretamente, por qué existe el matrimonio humano, cuáles eran los pensamientos de Dios, cuál era la situación y las circunstancias de aquella época, y en qué tipo de circunstancias Dios otorgó dicho matrimonio al hombre. Jehová Dios lo explicó así: “No es bueno que el hombre esté solo; le haré una ayuda idónea para él”.* Estas palabras expresan dos cosas. Primero, Dios vio que ese hombre estaba demasiado solo, sin una pareja, sin alguien con quien hablar o un compañero con el que compartir su felicidad y sus pensamientos. Consideró que su vida sería aburrida, insípida y poco interesante, así que se le ocurrió algo: un único hombre está un poco solo, así que debo hacerle una pareja. Esta pareja será su cónyuge, lo acompañará a todas partes y lo ayudará en todo; ella será su compañera y cónyuge. El propósito de una pareja es acompañarlo a lo largo de su existencia y caminar juntos por la senda de la vida. Ya sea durante diez, veinte, cien o doscientos años, esa será la pareja que permanecerá a su lado, la que estará con él en todas partes, la que hablará con él, con la que compartirá la felicidad, el dolor y cualquier emoción, y al mismo tiempo, lo acompañará y evitará que esté o se sienta solo. Estos pensamientos e ideas que surgieron en la mente de Dios son las circunstancias del origen del matrimonio humano, en las cuales Dios hizo algo más. Veamos qué dice la Biblia: “Y Jehová Dios causó que cayera un sueño profundo sobre Adán, y este se durmió; y Él tomó una de sus costillas, y le cerró la carne en su lugar. Y con la costilla que Jehová Dios había sacado del hombre, le hizo una mujer la cual trajo al hombre”.* Dios tomó una costilla del hombre y, a partir de esta, creó otra persona con la ayuda de arcilla. Esa persona fue hecha a partir de la costilla del hombre, creada a partir de su costilla. Dicho de un modo coloquial: esa persona, la compañera de Adán, se creó con la carne y el hueso tomados del cuerpo de Adán, así que ¿no se podría decir que, además de su compañera, también era parte de su cuerpo? (Sí). En otras palabras, ella provenía de él. Después de su creación, ¿cómo la llamó Adán? “Mujer”. Adán era un hombre; ella, una mujer. Claramente eran dos personas de diferentes sexos. Dios primero hizo a una persona con características fisiológicas masculinas, y luego tomó una costilla del varón y creó a otra con características fisiológicas femeninas. Estas dos personas vivieron juntas como una sola, lo que constituye un matrimonio, y así surgió este. Por tanto, no importa la composición parental con la que alguien se críe, al final, todo el mundo necesita casarse y unirse con su otra mitad de acuerdo con la ordenación y los arreglos de Dios, y caminar hasta el final de la senda. En eso consiste la ordenación de Dios. Por un lado, visto con objetividad, las personas necesitan compañeros; por otro, desde un punto de vista subjetivo, ya que el matrimonio viene ordenado por Dios, el esposo y la esposa deben ser como una unidad, una sola persona que no puede dividirse. Esto es un hecho tanto subjetivo como objetivo. Por consiguiente, cada persona necesita abandonar la familia donde nace, casarse y formar la suya propia junto a su otra mitad. Es inevitable. ¿Por qué? Porque así lo ordena Dios, y es algo que Él dispuso desde el principio del hombre. ¿Qué conclusión pueden extraer de ello las personas? No importa a quién imagines como tu otra mitad, ni si esta será o no la persona que subjetivamente necesitas y esperas, así como tampoco su origen; la persona con la que te cases, formes una familia y pases esta vida es sin duda aquella que Dios ha dispuesto y ordenado para ti. ¿No es así? (Sí). ¿Cuál es la razón de esto? (La ordenación de Dios). Es la ordenación de Dios. Si lo analizamos en el contexto de las vidas anteriores, o desde la perspectiva de Dios, un esposo y una esposa que contraen matrimonio son en realidad una sola unidad, así que Dios dispone que te cases y pases tu vida con la persona con la que formas una misma unidad. En palabras sencillas, así es. Con independencia de si la persona con la que te cases sea el amante de tus sueños, tu príncipe azul y la persona que esperabas, de si lo amas o él te ama a ti, de si os habéis casado de manera muy natural gracias a la suerte y la casualidad, o en alguna otra circunstancia, vuestro matrimonio ha sido ordenado por Dios. Sois los compañeros que Dios ha ordenado el uno para el otro para que os acompañéis mutuamente, paséis esta vida juntos y caminéis hasta el final con las manos entrelazadas. ¿No es así? (Sí). ¿Creéis que este entendimiento es pretencioso o distorsionado? (No). No es ni pretencioso ni distorsionado. Hay quien dice: “Puede que te equivoques al decirlo. Si Dios ordena realmente estos matrimonios, ¿por qué algunos terminan en divorcio?”. El motivo es que la humanidad de esas personas es problemática, lo que constituye un tema aparte. Es algo que guarda relación con el asunto de la búsqueda de la verdad, del cual hablaremos más adelante. Ahora mismo, en cuanto a la definición, el entendimiento y el concepto preciso del matrimonio, la realidad es la que es. Algunas personas señalan: “Puesto que dices que el esposo y la esposa son una sola unidad, ¿no es como afirman los incrédulos, ‘Si tiene que ser, será; y si no tiene que ser, no será’, y como dicen en algunos países[a], ‘se necesitan cien años de buen karma para tener ocasión de compartir con alguien un viaje en barco, y mil años de buen karma para compartir el lecho conyugal’?”. ¿Creéis que el matrimonio, tal y como estamos hablando de él ahora, tiene algo que ver con esos dichos? (No). No están relacionados. El matrimonio no es algo que deba cultivarse, viene ordenado por Dios. Cuando Él ordena que dos personas se conviertan en marido y mujer, en compañeros mutuos, estos no necesitan cultivarse a sí mismos. ¿Qué cultivarían? ¿Fibra moral? ¿Humanidad? No necesitan cultivarse a sí mismos. Esa es una forma de hablar budista, no es la verdad y no tiene nada que ver con ella. El matrimonio humano lo dispone y ordena Dios. Tanto en su forma como literalmente, a partir de su definición o concepto, el matrimonio debe entenderse así. Mediante las palabras recogidas en la Biblia, a través de esta charla, ¿cuentas ya con una definición y un concepto del matrimonio precisos y acordes con la verdad? (Sí). Ese concepto y esa definición no son distorsionados; no son como una visión a través de unas gafas con los cristales de colores, y mucho menos se entiende y se define a través de las emociones humanas, sino que tiene una base: se fundamenta en las palabras y acciones de Dios y se basa en Sus arreglos y ordenaciones. Llegados a este punto, ¿habéis comprendido todos el entendimiento y la definición básica del matrimonio? (Sí). Ahora que lo entendéis, ya no tendréis fantasías sobre este que no sean objetivas, y disminuirán vuestras quejas sobre el tema, ¿verdad? Podría haber quien diga: “El matrimonio viene ordenado por Dios, eso es algo que no se puede cuestionar, pero algunos matrimonios se rompen. ¿Cómo es posible?”. Hay muchas razones para ello. La humanidad corrupta tiene actitudes corruptas, no puede desentrañar la esencia de los problemas, persigue la satisfacción de su propia lujuria y preferencias, hasta el punto de propugnar la perversidad, así que los matrimonios se desmoronan. Este es un tema distinto, del que ya no hablaremos más.
Hablemos sobre ayudarnos mutuamente y acompañarnos el uno al otro en el matrimonio. Dios dijo: “No es bueno que el hombre esté solo; le haré una ayuda idónea para él”.* Los casados saben que el matrimonio aporta a la familia y a la vida de una persona numerosos beneficios que nunca habrían imaginado. Al empezar a vivir solas, las personas se sienten aisladas y solitarias, no tienen a nadie en quien confiar ni con quien hablar, les falta compañía; la vida es particularmente árida y vacía. Una vez se casan, ya no han de sufrir tal soledad y aislamiento. Tienen a alguien en quien confiar. A veces, se desahogan con su pareja, y otras, comparten sus emociones y alegrías, o incluso descargan su ira. En ocasiones, se abren mutuamente el corazón, y la vida parece alegre y feliz. Son confidentes y creen el uno en el otro, así que, además de dejar de estar solos, experimentan muchos más placeres y disfrutan de la felicidad de tener a un compañero. Aparte de los diversos estados de ánimo, emociones y sentimientos, así como de los distintos pensamientos que necesitan expresar, las personas tienen que afrontar muchos temas prácticos en su día a día, en el proceso de la vida, cuestiones como las necesidades cotidianas de ropa, comida y vivienda. Por ejemplo, supongamos que dos personas quieren vivir juntas y necesitan construir un pequeño almacén. El hombre tiene que ser el albañil, colocar los ladrillos para levantar una pared, y la mujer puede ayudarlo, pasarle los ladrillos y mezclar mortero, o limpiarle el sudor y darle agua. Los dos hablan y ríen juntos, y él cuenta con una ayudante, lo cual es bueno. Antes de que oscurezca, el trabajo está acabado. Es como se describe en la antigua ópera china “Una pareja de cuento de hadas”: “Yo saco agua y tú riegas el jardín”. ¿Qué más? (“Tú labras los campos y yo tejo la tela”). Así es. Uno teje la tela mientras el otro labra el campo; uno es el amo dentro, el otro es el amo fuera. Vivir así es bastante agradable. Se podría llamar complementación armoniosa o coexistencia en armonía. De esa manera, las habilidades del hombre se ponen de manifiesto en la vida, y los ámbitos en los que carece de destreza o es inexperto los compensa la mujer; donde la mujer es débil, el hombre la perdona, ayuda y asiste, y los puntos fuertes de ella también se ponen de manifiesto, en beneficio del hombre de la familia. Tanto el marido como la mujer desempeñan su propio deber, aprenden de los puntos fuertes del otro para compensar sus propias debilidades, y trabajan juntos para salvaguardar la armonía del hogar y la vida y la supervivencia de toda la familia. Por supuesto, más importante que la compañía es que se apoyen y ayuden mutuamente a lo largo de la vida y que pasen bien los días, ya sea en la pobreza o en la riqueza. En resumen, tal como dijo Dios, no es bueno que el hombre esté solo, así que dispuso el matrimonio en favor del varón. El hombre corta la leña y cuida del campo, la mujer cocina, limpia, remienda y atiende a toda la familia. Cada uno hace bien su trabajo, aquello que se requiere de ellos en la vida, y los días se suceden, felices. A partir de ese punto excepcional, la vida de los seres humanos se ha desarrollado paulatinamente a lo largo del tiempo, propagándose y multiplicándose hasta el día de hoy. Así que el matrimonio es indispensable para la humanidad en su conjunto, vital para su desarrollo y esencial para cada individuo. Su verdadero propósito no es solo la multiplicación de la especie humana, sino, lo que es más importante, es que Dios disponga una pareja para cada hombre y mujer que los acompañe en cada momento de su vida, ya sea en circunstancias difíciles y dolorosas, o fáciles, alegres y felices; en todas ellas, tienen alguien en quien confiar y con quien compartir un mismo corazón y mente, así como su tristeza, dolor, felicidad y alegría. Ese es el sentido de que Dios disponga el matrimonio para las personas, y es la necesidad subjetiva de cada individuo. Cuando Dios creó a la humanidad, no quería que las personas estuvieran solas, así que dispuso el matrimonio para ellas. En este, los hombres y las mujeres asumen diferentes roles, y lo más importante es que se acompañan y apoyan mutuamente, viven bien cada día y avanzan sin tropiezos por el camino de la vida. Por un lado, se acompañan mutuamente, y por otro, se apoyan; ese es el sentido del matrimonio y la necesidad de su existencia. Por supuesto, se trata también del entendimiento y la actitud que las personas han de adoptar hacia el matrimonio, así como de la responsabilidad y obligación que deben cumplir respecto a este.
Volvamos a echar un vistazo a Génesis 3:16. Dios dijo a la mujer: “En gran manera multiplicaré tu dolor en el parto, con dolor darás a luz los hijos; y con todo, tu deseo será para tu marido, y él tendrá dominio sobre ti”. Esa es la carga que Dios ha impuesto al sexo femenino, y por supuesto también constituye un mandato en el que determina el papel que la mujer desempeñaría en el matrimonio y las responsabilidades que asumiría. La mujer debe dar a luz, lo que por una parte fue un castigo por su transgresión anterior, y por otra, la responsabilidad y obligación que se suponía que debía aceptar en el matrimonio como mujer. Ella concebiría y daría a luz, y además lo haría con dolor. Por consiguiente, tras contraer matrimonio, las mujeres no deberían rechazar tener hijos por miedo al sufrimiento. Eso es un error. Tener hijos es una responsabilidad que has de asumir. Por lo tanto, si quieres tener a alguien que te acompañe, que te ayude en la vida, debes considerar la primera responsabilidad y obligación que asumes al contraer dicha unión. Si una mujer dice: “No quiero tener hijos”, los hombres dirán: “Si tú no quieres tener hijos, entonces yo no te quiero a ti”. Si no quieres sufrir el dolor del parto, no deberías casarte. No deberías contraer matrimonio, no eres digna de ello. Tras casarte, lo primero que debes hacer como mujer es tener hijos y, además, sufrir. Si no eres capaz de hacerlo, no deberías casarte. Aunque no se pueda decir que seas indigna de ser mujer, cuanto menos, no has cumplido con tu responsabilidad como tal. Concebir y dar a luz es la primera exigencia hacia las mujeres. La segunda es la siguiente: “Tu deseo será para tu marido, y él tendrá dominio sobre ti”. Ser la otra mitad del hombre: como mujer, casarte con un hombre demuestra que eres su otra mitad y, hablando de manera algo dogmática, que por lo tanto eres parte de él, así que el deseo de tu corazón debe estar dirigido a él, es decir, él debe estar en tu corazón. Solo cuando él esté en tu corazón podrás cuidarlo y acompañarlo con gusto. Solo entonces, incluso cuando tu esposo esté enfermo, cuando afronte dificultades y contratiempos, o cuando se tope con el fracaso, tropiece o se angustie, ya sea con otras personas o en relación con su propia vida, podrás cumplir con tus responsabilidades y obligaciones como mujer. Lo cuidarás, valorarás, atenderás, le hablarás con sensatez, lo consolarás y aconsejarás y lo animarás de manera femenina. Esa es una auténtica compañía, la mejor. Solo de esa manera será feliz tu matrimonio, y solo entonces serás capaz de cumplir con tu responsabilidad femenina. Por supuesto, esa responsabilidad no te la encomiendan tus padres, sino Dios. Es la responsabilidad y obligación que una mujer debe cumplir. Como mujer, así es como debes ser. Así es como debes tratar y cuidar a tu esposo; es tu responsabilidad y obligación. Si una mujer no puede hacer eso, no es una buena mujer, y naturalmente, no es una mujer aceptable, porque no ha cumplido ni con el más mínimo de los requerimientos de Dios hacia las mujeres: “Tu deseo será para tu marido”. ¿Entiendes? (Sí). Como la otra mitad de un hombre, eres capaz de adorar y cuidar a tu esposo cuando las cosas van bien, cuando tiene dinero y poder, cuando es obediente y te cuida bien, cuando te hace feliz y te satisface en todo. Sin embargo, cuando se enfrenta a dificultades, enfermedades, frustraciones, fracasos, desánimos o decepciones, cuando las cosas no salen como desea, no eres capaz de cumplir con las responsabilidades y obligaciones propias de una mujer, eres incapaz de consolarlo con sinceridad, de aportarle sensatez, de animarlo o de apoyarlo. En ese caso, no eres una buena mujer, porque no has cumplido con la responsabilidad de tu sexo, y no eres buena pareja para un hombre. Entonces, ¿se podría decir que una mujer tal es mala? No es que seas “mala”, sino que, cuanto menos, no tienes la conciencia y la razón que Dios requiere, que alguien con humanidad normal debería tener; eres una mujer sin humanidad. ¿No es así? (Sí). Ya hemos terminado de hablar sobre las exigencias que se les hacen a las mujeres. Dios ha establecido la responsabilidad de una mujer con respecto a su esposo, es decir: “Tu deseo será para tu marido”. Esa palabra, “deseo”, no se refiere al amor ni al afecto; más bien, significa que tu esposo debe estar en tu corazón. Ha de resultarte querido, debes tratarlo como a tu ser amado, tu otra mitad. Es a él a quien debes mimar, acompañar y cuidar. Debéis cuidaros mutuamente hasta el final de vuestras vidas. Has de cuidarlo y apreciarlo con todo tu corazón. Esa es tu responsabilidad, a eso se refiere la palabra “deseo”. Por supuesto, cuando Dios dice “tu deseo será para tu marido”, la parte “deseo será” es una enseñanza que se concede a las personas. Como mujer con humanidad, una mujer aceptable, tu deseo debe ir dirigido a tu marido. Además, Dios no te ha dicho que desees a tu esposo y también a otros hombres. ¿Acaso lo ha hecho? (No). Dios exige que una mujer sea fiel a su marido, y que la única persona en su corazón, la única a la que dirija su deseo, sea su esposo. Él no quiere que varíe el destinatario de su afecto, ni que sea promiscua o infiel a su esposo, ni que desee a alguien de fuera de su matrimonio. Lo que quiere es que desee a la persona con la que está casada y con la que va a pasar el resto de su vida. Ese hombre es el único al que has de dirigir tu verdadero deseo, él es a quien debes dedicar toda una vida de esmerado esfuerzo para cuidarlo, apreciarlo, atenderlo, acompañarlo, ayudarlo y apoyarlo. ¿Entiendes? (Sí). ¿Acaso no es algo bonito? (Lo es). Esto tan bonito está presente entre los pájaros y las aves, y entre el resto del reino animal, pero prácticamente no existe entre los humanos; se puede ver lo profundamente que Satanás ha corrompido a la humanidad. Hemos hablado con claridad sobre las obligaciones más básicas que una mujer debe cumplir en el matrimonio, así como sobre los principios que ha de seguir para tratar a su esposo. Además, queda algo más por mencionar: que el matrimonio, tal y como Dios lo ordena y dispone, es monógamo. ¿En qué parte de la Biblia encontramos la base para decir eso? Dios tomó una costilla del cuerpo del hombre para crear a una mujer; no tomó dos o más costillas para crear varias mujeres. Creó solo a una. Es decir, Dios creó una sola mujer para el único hombre que había creado. Eso significa que solo había una compañera para él. El hombre solo tenía otra mitad, y lo mismo sucedía con la mujer. Además, al mismo tiempo, Dios advirtió a la mujer: “Tu deseo será para tu marido”. ¿Quién es tu marido? Es la persona con la que contraes matrimonio, y nadie más. No es tu amante secreto, ni el famoso al que idolatras, ni el príncipe azul de tus sueños. Es tu esposo, y solo tienes uno. Ese es el matrimonio que Dios ha ordenado: la monogamia. ¿Queda plasmado en las palabras de Dios? (Sí). Dios dijo: “No es bueno que el hombre esté solo; le haré una ayuda idónea para él”.* Dios no dijo que fuera a hacer unas cuantas o muchas ayudas idóneas para él, no era necesario. Con una bastaba. Dios tampoco dijo que una mujer debería casarse con varios hombres, ni que un hombre debería tener varias esposas. Dios no hizo varias esposas para un solo hombre, ni tomó una costilla de varios hombres diferentes para hacer varias mujeres, por lo que la esposa de un hombre solo puede ser la mujer creada a partir de su propia costilla. ¿No es verdad? (Sí). Por consiguiente, en la evolución posterior de la humanidad, surgieron la poliginia y la poliandria. Tales uniones son anormales y no constituyen un matrimonio en absoluto. No es más que fornicación. Se aplica una excepción en algunas circunstancias particulares, como que el hombre muera y la mujer se vuelva a casar. Eso lo ordena y dispone Dios, está permitido. En resumen, en el matrimonio siempre se ha mantenido la monogamia. ¿No es así? (Sí). Fijémonos en el mundo natural. El ganso salvaje es monógamo. Si un humano mata a uno de los miembros de la pareja, el otro ganso nunca se vuelve a “casar”, sino que se convierte en un animal solitario. Se dice que, cuando vuelan en bandada, el que va a la cabeza suele ser un ganso solitario. Las cosas son difíciles para él. Ha de hacer aquello que los otros gansos de la bandada no quieren hacer. Mientras los otros gansos comen o descansan, se encarga de mantener a salvo al resto de la bandada. No puede dormir ni comer; debe prestar atención a la seguridad de su entorno para proteger a la bandada. Hay muchas cosas que no tiene permitido hacer. Solo puede permanecer en soledad, sin encontrar otro amor. No puede unirse a otra pareja para el resto de su vida. Los gansos salvajes siempre siguen las reglas que Dios ha ordenado para ellos, nunca cambian, ni siquiera en la actualidad, pero los seres humanos han dado un giro. ¿Por qué los humanos han cambiado? Porque Satanás los ha corrompido y viven en la perversidad y la promiscuidad, no pueden mantener la monogamia ni conservar sus roles matrimoniales, así como tampoco cumplir con las responsabilidades y obligaciones que les corresponden. ¿Acaso no es verdad? (Lo es).
Nota al pie:
a. El texto original no contiene la frase “como dicen en algunos países”.
Las citas bíblicas marcadas (*) han sido traducidas de AKJV.
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