Palabras sobre la actitud hacia la verdad y hacia Dios (Fragmento 3)

Una gran cantidad de creyentes le restan importancia a la transformación del carácter vital. En cambio, se preocupan y centran su atención en la actitud de Dios hacia ellos y en si ocupan o no un lugar en el corazón de Dios. Continuamente hacen conjeturas sobre cómo se ven a los ojos de Dios y si tienen o no una posición en Su corazón. Muchas personas albergan este tipo de pensamientos, y cuando se encuentran cara a cara con Dios siempre se fijan en si está contento o enojado al hablarles. También están quienes no cesan de preguntarles a los demás: “¿Ha mencionado Dios mis dificultades? De todos modos, ¿qué piensa de mí? ¿Acaso se preocupa por mí?”. Y algunos tienen problemas aún más graves, si Dios los mira, es como si hubieran detectado un nuevo problema: “Oh, no, Dios me acaba de ver, y la mirada en Sus ojos no parecía nada feliz, no es una buena señal”. Las personas les dan muchísima importancia a estas cosas. Hay quienes afirman lo siguiente: “El Dios en el que creemos es Dios encarnado, por lo que, si no nos presta atención, ¿no es acaso nuestro final?”. Lo que quieren decir con esto es “si no ocupamos un lugar en el corazón de Dios, ¿por qué nos tomamos la molestia de creer? ¡Sencillamente deberíamos dejar de creer!”. ¿No carece esto de razón? ¿Sabes por qué las personas deberían creer en Dios? Las personas nunca reflexionan acerca de si Dios tiene un lugar en sus corazones, sin embargo, quieren un lugar en el corazón de Dios. ¡Qué arrogantes y vanidosas son! Es la parte que manifiesta más carencia de razón. Incluso hay algunas que tan poca razón poseen que, cuando Dios pregunta por otra persona, y no menciona sus nombres, o demuestra interés y preocupación por los demás en vez de por ellas, se sienten insatisfechas, comienzan a refunfuñar y a quejarse de Dios y dicen que es injusto y que ni siquiera es equitativo y razonable. Este es un problema que tiene que ver con su forma de razonar y, además, en cierto modo actúan de manera anormal a nivel psicológico. En circunstancias comunes, las personas siempre afirman que se someterán a los arreglos e instrumentaciones de Dios, que nunca se quejarán independientemente de cómo Dios las trate y que están conformes con la manera en que Dios las poda, juzga o castiga, pero, cuando enfrentan estas cosas en la realidad, no las aceptan. ¿Acaso tienen razón? Las personas tienen tan buena opinión de sí mismas y creen que son tan importantes que si perciben que Dios las ha mirado de manera equivocada, sienten que no tienen esperanza alguna de alcanzar la salvación, mucho menos de que Dios vaya a podarlas. O, si Dios les habla con un tono más duro y atraviesa sus corazones, se vuelven negativas y comienzan a sentir que creer en Dios no tiene sentido. Piensan “¿Cómo puedo seguir creyendo en Dios si Él me ignora?”. Hay a quienes les falta discernimiento sobre esta clase de personas y piensan: “Miren, creen en Dios de manera tan sincera. Él es tan importante para ellas. Incluso pueden interpretar la intención de Dios a partir de una sola mirada Suya. Son profundamente leales a Él, realmente pueden ver al Dios en la tierra como al Dios en el cielo”. ¿Es esto así? Estas personas están tan confundidas, carecen de conocimiento alguno en cuanto a todos los asuntos; su estatura es muy escasa y verdaderamente ponen de manifiesto todo tipo de abominaciones. Tienen una razón muy precaria, le exigen muchísimo a Dios, le piden demasiado y carecen de la más mínima razón. Las personas siempre le exigen a Dios que haga esto o aquello y no son capaces de someterse completamente a Él o de alabarlo. En cambio, le plantean a Dios exigencias poco razonables sobre la base de sus propias preferencias, le piden que sea muy magnánimo, que nunca se enfade por nada, que siempre sonría cuando las vea y les hable y les otorgue la verdad y comparta sobre esta con ellas. También exigen que siempre sea paciente y que mantenga una expresión agradable cuando está con ellas. Tienen demasiados requisitos, ¡son muy quisquillosas! Deberíais examinar estos asuntos. La razón humana es muy débil, ¿no es cierto? Las personas no solo son incapaces de someterse completamente a las instrumentaciones y las disposiciones de Dios o de aceptar todo lo que proviene de Él, sino que le imponen requisitos adicionales. ¿Cómo pueden ser leales a Dios quienes tienen semejantes requisitos? ¿Cómo pueden someterse a las disposiciones de Dios? ¿Cómo pueden amar a Dios? Todas las personas tienen requisitos acerca de cómo Dios debería amarlas, tolerarlas, velar por ellas, protegerlas y cuidarlas; sin embargo, ninguna tiene requisito alguno acerca de cómo ellas mismas deberían amar a Dios, pensar en Él, ser consideradas con Él, satisfacerlo, tenerlo en sus corazones y alabarlo. ¿Acaso estas cuestiones ocupan un lugar en sus corazones? Estas son cosas que deberían lograr, entonces, ¿por qué no se esmeran con diligencia en lo que a esto respecta? Hay quienes pueden sentir entusiasmo por un tiempo y en cierto modo renunciar a cosas y esforzarse, pero esto no es duradero. Cuando tropiezan con un contratiempo se sienten desalentados, pierden la esperanza y se quejan. Las personas tienen muchos problemas y muy pocas buscan la verdad y se empeñan en amar y satisfacer a Dios. Los seres humanos carecen absolutamente de razón, persisten en la postura equivocada y se consideran especialmente valiosos. También están quienes dicen: “Dios nos ve como a la niña de Sus ojos. No dudó en permitir que Su único Hijo fuera clavado en la cruz para redimir a la humanidad. Dios pagó un alto precio para recuperarnos; somos muy preciados y todos ocupamos un lugar en el corazón de Dios. Somos un grupo especial de personas y nuestra condición es superior a la de los incrédulos; pertenecemos al reino de los cielos”. Se creen totalmente sublimes y magníficos. En el pasado, muchos líderes pensaban de esta manera y creían disfrutar de cierto estatus y posición en la casa de Dios tras haber ascendido. Pensaban “Dios me tiene un gran aprecio y piensa bien de mí, y me ha permitido servir como líder. Debo esforzarme al máximo, ir de un lado a otro y trabajar para Él”. Se sentían sumamente satisfechos consigo mismos. Sin embargo, después de un tiempo, cuando hacían algo malo, y su auténtica naturaleza salía a la luz, se los reemplazaba, se los desalentaba y bajaban la cabeza. Cuando su comportamiento indecoroso quedaba al descubierto y se lo podaba, se tornaban aún más negativos y no podían seguir creyendo. Pensaban para sí mismos: “Dios está siendo tan desconsiderado con mis sentimientos que no le importa resguardar mi orgullo en lo más mínimo. Dicen que Dios se compadece de las debilidades del hombre, entonces, ¿por qué fui destituido después de algunas pequeñas transgresiones?”. Como consecuencia de ello, se sentían desanimados y querían abandonar su fe. ¿Tienen tales personas una fe verdadera en Dios? Si no pueden ni siquiera aceptar que se los pode, quiere decir que su estatura es demasiado escasa, y no es seguro que sean capaces de aceptar la verdad en el futuro. Esas personas están en peligro.

Las personas no se exigen mucho a sí mismas, pero le exigen mucho a Dios. Le piden que les muestre especial amabilidad y que sea paciente y complaciente con ellas, que las valore, que les dé lo que necesitan, que incluso les sonría, sea tolerante con ellas, les haga favores y las cuide de muchas maneras. Esperan que Él no sea estricto con ellas en absoluto, ni que haga algo que las moleste ni siquiera un poco, y solo están satisfechas si Él las adula todos los días. ¡Los humanos carecen tanto de razón! Las personas no tienen claro qué deberían hacer, qué deberían lograr, qué puntos de vista deberían tener, en qué lugar deberían estar para servir a Dios ni cuál es el lugar adecuado donde colocarse. Las personas con algo de estatus se tienen en muy alta estima a sí mismas, y las que no tienen estatus también tienen esta actitud. Las personas nunca se conocen a sí mismas. Debéis llegar a un punto en vuestra creencia en Dios en el que sin importar cómo Él os hable, lo estricto que sea con vosotros y lo mucho que os pueda ignorar, podáis seguir creyendo sin quejaros y continuar cumpliendo con vuestro deber como de costumbre. Entonces, serás una persona madura y experimentada y verdaderamente tendrás algo de estatura y un poco de la razón de una persona normal. No exigirás cosas a Dios, ni tendrás deseos extravagantes, ni les exigirás cosas a los demás o a Dios basadas en tus preferencias. Esto demostrará, hasta cierto punto, que posees la semejanza de un ser humano. En la actualidad tenéis tantas exigencias que resultan exageradas, además de muchas intenciones humanas. Esto demuestra que no estás en la ubicación correcta, que el espacio que ocupas es muy elevado y te has considerado demasiado honorable, como si no fueras muy inferior a Dios. Por tanto, es difícil tratarte y esta es precisamente la naturaleza de Satanás. Si estos estados existen en ti, desde luego que serás una persona negativa con más frecuencia y serás normal en menos ocasiones, por lo que tu progreso en la vida será lento. En cambio, quienes son puros de corazón y son menos quisquillosos, aceptarán la verdad con facilidad y progresarán de manera más rápida. Quienes tienen corazones puros no padecen tanto sufrimiento, pero tú tienes sentimientos muy intensos, eres demasiado quisquilloso y siempre le exiges a Dios, por lo que te enfrentas a grandes impedimentos para aceptar la verdad, y tu progreso en la vida se produce lentamente. Algunas personas continúan persiguiendo de la misma manera, aunque los demás las ataquen y las excluyan, y esto no las afecta para nada. Esta clase de personas son magnánimas, por lo que sufren un poco menos y enfrentan obstáculos levemente menores en la entrada en la vida. Eres quisquilloso y siempre te afecta una cosa o la otra: el que te puso mala cara, el que te miró con desprecio, el que te ignoró o eso que Dios dijo que te ofendió, o aquellas duras palabras que dijo Él que lastimaron tu corazón e hirieron tu autoestima, o eso bueno que le dio Él a otra persona en lugar de a ti. Entonces, te llenas de negatividad e incluso malinterpretas a Dios. Las personas así son quisquillosas y un tanto reacias a la razón. No importa cómo uno comparta la verdad con ellas, sencillamente, no la aceptarán y sus problemas seguirán sin resolverse. Estas personas son las más difíciles de tratar.

Suelo escucharos compartir de esta manera: “Tuve un contratiempo mientras hacía algo y, más tarde, después de atravesar cierto sufrimiento, entendí un poco”. La mayoría de las personas ha tenido esta clase de experiencia, una vivencia muy superficial. Esta mínima comprensión puede haber sucedido tras años de experiencias y para conseguirla y transformarse es probable que hayan padecido mucho sufrimiento y hayan atravesado una difícil experiencia. ¡Vaya si es algo lamentable! Hay tantas impurezas en la fe de las personas, ¡les resulta tan arduo creer en Dios! De momento, aún hay muchas impurezas dentro de cada persona, y aun así se le exige mucho a Dios; todas estas son impurezas del hombre. Tener tales impurezas es una prueba de que hay un problema con su humanidad y pone de manifiesto su carácter corrupto. Hay una diferencia entre las exigencias adecuadas e inadecuadas del hombre a Dios, y es necesario discernirla con precisión. Uno tiene que ser claro en lo que respecta a en qué posición debería permanecer el hombre y qué razón debería poseer. He notado que algunas personas siempre se están centrando en la clase de expresión que tengo cuando me rodeo de la gente y siempre se están fijando en a quién Dios trata bien o mal. Si ven que Dios las observa con una expresión negativa, o escuchan que Él las expone o las condena, no logran dejarlo pasar; por mucho que compartas con ellas, no hay solución, y por mucho que pase el tiempo, no logran cambiar. Emiten un juicio acerca de sí mismas, aferrándose a esa frase pasajera y la usan para determinar qué actitud tiene Dios hacia ellas. Se revuelcan en la negatividad, y por mucho que alguien comparta la verdad con ellas, no están dispuestas a aceptarla. Esto simplemente carece de sentido. Es evidente que el hombre carece del mínimo conocimiento del carácter justo de Dios y no lo entiende para nada. En la medida en que las personas puedan arrepentirse y transformarse, la actitud de Dios hacia ellas también cambiará. Si tu actitud hacia Dios no cambia, ¿puede cambiar la actitud de Dios hacia ti? Si cambias, cambiará la manera en la que Dios te trata, pero si no lo haces, tampoco Dios te tratará de otra manera. Hay quienes aún no entienden lo que Dios detesta, lo que a Él le agrada, Su alegría, ira, dolor y felicidad, Su omnipotencia y Su sabiduría, y ni siquiera pueden hablar de algún conocimiento perceptivo; esto hace que sea tan difícil manejar al hombre. El hombre olvida todas las palabras bienintencionadas que Dios le dice, pero si Él hace una advertencia severa o dice una sola frase que tiene que ver con la poda o el juicio, le atraviesa su corazón. ¿Por qué las personas no se toman en serio las palabras de consejo positivo y, en cambio, se molestan, se tornan negativas y no son capaces de recuperarse después de escuchar palabras de juicio y poda? En definitiva, puede tomarles un largo tiempo de contemplación antes de que cambien, y solo despertarán después de combinar esto con algunas palabras de consuelo de Dios. Sin estas palabras de consuelo, no serían capaces de salir de su negatividad. Cuando las personas recién comienzan a experimentar la obra de Dios, tienen muchos conocimientos desacertados y malentendidos acerca de Dios. Siempre creen que tienen la razón, siempre se aferran a sus propias ideas y no toman en cuenta lo que dicen los demás. Solo después de tres o cinco años de experiencia comienzan gradualmente a entender, adquirir conocimiento, reconocer que estaban equivocadas y a darse cuenta de lo difícil que ha sido tratar con ellas. Es como si recién hubieran madurado. A medida que adquieren más experiencia, logran entender a Dios y disminuyen sus malentendidos acerca de Él, ya no se quejan y comienzan a tener una fe normal en Dios. En comparación con el pasado, su estatura se parece más a la de una persona adulta. Solían ser como niños: propensas a enfurruñarse, tornarse negativas y distanciarse de Dios en ciertos momentos. Puede que se hayan quejado al enfrentar determinados asuntos, ciertas palabras de Dios pueden haberse convertido en el tema de sus nociones más recientes, y tal vez hayan comenzado a dudar de Dios en determinadas circunstancias: así sucede cuando la estatura de alguien es demasiado escasa. Ahora que han experimentado tanto y que han leído las palabras de Dios durante varios años, han progresado y se encuentran mucho más estables que en el pasado. Todo esto es el resultado de entender la verdad, es la verdad que surte efecto en ellas. Por eso, en la medida en que las personas entiendan la verdad y sean capaces de aceptarla, no hay dificultad alguna que no puedan superar, y siempre ganarán algo, sin importar lo mucho que hayan experimentado. Por supuesto, esto no sucederá si no experimentan el tiempo suficiente, pero mientras cosechen lo aprendido en cada una de sus experiencias, crecerán rápidamente en la vida.

El hecho de que vosotros ahora os cultivéis para convertiros en líderes, trabajadores o supervisores, o para llevar a cabo importantes deberes no demuestra que tengáis una gran estatura. Todo esto significa que vuestro calibre es apenas mayor que el de una persona promedio, que sois un poco más honestos en vuestra búsqueda, y que hay un poco más de valor en cultivaros. Ciertamente, no significa que seáis capaces de someteros a Dios o de poneros a merced de los designios de Dios, y tampoco quiere decir que habéis puesto a un lado vuestras expectativas y esperanzas. Las personas aún no tienen esta clase de razón. Todavía acarreáis cierta negatividad, así como intenciones y aspiraciones de recibir bendiciones, e incluso nociones y figuraciones, mientras estáis trabajando. Al mismo tiempo, lleváis algo de equipaje mientras hacéis vuestra tarea, como si estuvierais expiando los pecados del pasado a través de buenas obras en lugar de procurar estar dispuestos a poner buena voluntad. Además, no habéis llegado al punto en el que, más allá de cómo os trate Dios, solo os preocupa actuar de acuerdo con Su voluntad y Sus exigencias. ¿Podéis lograrlo? Las personas no poseen esta razón. Todas quieren entender a Dios, y piensan: “¿Qué clase de actitud tiene Dios hacia mí exactamente? ¿Me está usando para que preste servicio o para salvarme y perfeccionarme?”. Todas quieren interpretarlo de esta manera, pero no se atreven a decirlo. El hecho de que no se atrevan a decirlo demuestra que aún hay una idea que las domina. “No tiene sentido hablar acerca de esto, solo se trata de mi naturaleza, y no es posible cambiarla. En la medida en que me abstenga de hacer algo mal, es suficiente. No me exijo demasiado”. No se esfuerzan más allá del mínimo necesario y, en última instancia, no progresan, a la vez que persisten en una manera de pensar superficial mientras llevan a cabo sus deberes. Solo después de que se comparte con vosotros algunas veces, comenzáis a entender una pequeña parte de la verdad y empezáis a comprender hasta cierto punto acerca de la realidad de la verdad. El hecho de que te use o no, o la actitud de Dios hacia ti, no son importantes. La clave está en tus esfuerzos proactivos, en la senda que eliges seguir y en si en definitiva eres capaz o no de transformarte: esos son los factores más importantes. Más allá de la buena manera en la que Dios se dirija hacia ti, no servirá de nada si no te transformas. Si tropiezas cada vez que algo te sucede, y no tienes ni la más remota lealtad, no importa qué tan buena sea la actitud de Dios hacia ti, no servirá de nada. Lo esencial es la senda que elijas recorrer. Dios puede haberte maldecido y dicho palabras de odio y aversión en el pasado, pero, si ahora has cambiado, la actitud de Dios hacia ti también cambiará. Las personas siempre tienen miedo, se sienten incómodas y carecen de una fe verdadera, lo que indica que no entienden la voluntad de Dios. Ahora que tenéis cierto entendimiento, ¿seguiréis adoptando una actitud negativa y débil cuando os sucedan cosas en el futuro? ¿Seréis capaces de practicar la verdad y de manteneros firme en vuestro testimonio? ¿Seréis capaces de someteros sinceramente a Dios? Si podéis lograr estas cosas, tendréis la razón de la humanidad normal. ¿No tenéis ahora cierto conocimiento del carácter corrupto del hombre y de la salvación y la voluntad de Dios? Al menos contáis con una idea aproximada. Un día, cuando seáis capaces de entrar en algunas realidades de todos los aspectos de la verdad, estaréis viviendo plenamente la humanidad normal.

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