Palabras diarias de Dios: Conocer a Dios | Fragmento 181

Gracias a estos límites que Dios ha trazado, varios terrenos han producido diferentes entornos para la supervivencia y estos entornos para la supervivencia han sido convenientes para diversas clases de aves y animales, a la vez que han provisto un espacio para la supervivencia. A partir de esto se han desarrollado los límites de los entornos para la supervivencia de los diversos seres vivos. Esta es la segunda parte de la que vamos a hablar a continuación. En primer lugar, ¿dónde viven las aves, las bestias y los insectos? ¿Viven en los bosques y arboledas? Estos son sus hogares. Por tanto, además de establecer límites para los diversos entornos geográficos, Dios también trazó límites y estableció leyes para las aves y bestias diversas, peces, insectos y todas las plantas. Debido a las diferencias entre los diversos entornos geográficos y a la existencia de estos, los distintos tipos de aves y bestias, peces, insectos y plantas tienen diferentes entornos para sobrevivir. Las aves, las bestias y los insectos viven entre las diversas plantas, los peces viven en el agua y las plantas crecen en la tierra. La tierra incluye diversas zonas como las montañas, las llanuras y las colinas. Una vez que las aves y los animales tengan su propio espacio, no deambularán para ir a cualquier parte. Sus hogares son los bosques y las montañas. Si un día su hogar fuera destruido, este orden se transformaría en caos. Tan pronto como esto aconteciera, ¿cuáles serían las consecuencias? ¿Quiénes serían los primeros en sufrir daños? (La humanidad). Sería la humanidad. Dentro de estas leyes y estos límites que Dios ha establecido, ¿habéis visto algún fenómeno peculiar? Por ejemplo, elefantes caminando por el desierto. ¿Habéis visto algo así? Si ese realmente fuera el caso, sería un fenómeno muy extraño, porque los elefantes viven en el bosque y este es el entorno de sobrevivencia que Dios ha preparado para ellos. Tienen su propio entorno para la supervivencia y su propio hogar fijo, así que ¿por qué iban a ir de un lado al otro? ¿Ha visto alguien leones o tigres caminando por la orilla del océano? No. El hogar de los leones y los tigres es el bosque y las montañas. ¿Ha visto alguien a las ballenas o los tiburones del océano nadando por el desierto? No los has visto. Las ballenas y los tiburones tienen su hogar en el océano. En el entorno vital de los seres humanos, ¿existen personas que vivan junto a los osos pardos? ¿Hay personas siempre rodeadas de pavos reales u otras aves, dentro y fuera de sus hogares? ¿Ha visto alguien águilas o gansos salvajes jugando con monos? (No). Todos estos serían fenómenos peculiares. La razón por la que hablo de estas cosas que parecen tan peculiares a vuestros ojos es que entendáis que todos los seres creados por Dios —independientemente de que estén fijos en un lugar o puedan respirar por sus fosas nasales— tienen sus propias leyes para la supervivencia. Mucho antes de que creara estos seres vivos, Dios ya les había preparado sus propios hogares y entornos para la supervivencia. Estos seres vivos tenían sus propios entornos fijos para la supervivencia, sus propios alimentos y sus propios hogares fijos, y tenían sus propios lugares fijos apropiados para su supervivencia, lugares con temperaturas adecuadas para ella. De esa forma no vagarían por todas partes ni socavarían la supervivencia de la humanidad, ni afectarían a la vida de las personas. Así administra Dios todas las cosas, proporcionando a la humanidad el mejor entorno para la supervivencia. Los seres vivos entre todas las cosas tienen todos sus alimentos que sustentan la vida en sus propios entornos para la supervivencia. Con esa comida, están fijos en su entorno natural para sobrevivir. En ese tipo de entorno, siguen sobreviviendo, multiplicándose y saliendo adelante de conformidad con las leyes que Dios ha establecido para ellos. Gracias a este tipo de leyes, a la predestinación de Dios, todas las cosas viven en harmonía con la humanidad, y la humanidad coexiste en unión interdependiente con todos los seres.

La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único IX

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