Palabras sobre el autoconocimiento (Fragmento 46)

En la humanidad corrupta, la esencia-naturaleza es la misma en todas las personas, con la salvedad de los demonios reencarnados o de los poseídos por los espíritus malignos. Hay quienes siempre gustan de estudiar qué espíritus albergan en su interior los distintos tipos de personas, pero esto no es realista; concentrarse en ello conduce a desviaciones con facilidad. Hay quienes tienen la sensación de que pasa algo malo con su espíritu porque han experimentado ciertos acontecimientos sobrenaturales, mientras otros consideran que su espíritu tiene un problema porque nunca pueden cambiar. De hecho, con independencia de si el espíritu de una persona tiene un problema o no, la naturaleza humana es la misma: se resiste a Dios y lo traiciona. El alcance de la corrupción de las personas también viene a ser el mismo, al igual que los rasgos comunes en su naturaleza. Ciertas personas tienen la constante sospecha de que hay algo malo en su espíritu y se preguntan: “¿Cómo soy capaz de una cosa así? ¡Nunca lo hubiera creído posible! ¿Hay algo malo en mi espíritu?”. Llegan a dudar de que Dios los haya escogido, y el resultado es que se vuelven cada vez más negativos. Ciertas personas comprenden las cosas de forma meridiana y, da igual lo que hayan hecho, tan solo se concentran en buscar la verdad y en reflexionar sobre sí mismas en concordancia con las palabras de Dios: “¿Cómo he podido hacer esto? ¿Qué carácter acabo de revelar? ¿Cuál es la naturaleza que lo controla? ¿Cómo puedo obrar en consonancia con la verdad?”. Al reflexionar sobre ti mismo bajo esta perspectiva, es fácil entender la verdad y encontrar una senda de práctica, además de ganar en autoconocimiento. Los métodos y las sendas de introspección son diferentes para todas las personas; algunas se concentran en buscar la verdad y conocerse a sí mismas, mientras que otras siempre se concentran en cosas vagas y alejadas de la realidad, lo que dificulta su progreso y facilita el estancamiento en la negatividad. Ahora has de tener claro que, sea cual sea tu espíritu, nadie puede ver ni tocar las cosas del espíritu, por lo que prestarle excesiva atención a esto tan solo sirve para obstaculizar las cosas. Lo fundamental es concentrarse en la esencia-naturaleza de la humanidad, lo que está relacionado con discernir acerca de las personas, y si logras discernir la esencia-naturaleza de las personas, entonces puedes discernir a las personas mismas. La capacidad de ver claramente qué cosas hay en la esencia-naturaleza de uno, qué actitudes corruptas pueden salir a la luz y qué aspectos de la verdad resultan necesarios para sanearlas: hay que concentrarse en todo esto de modo primordial a la hora de creer en Dios. La única forma de alcanzar la verdad y purgar el carácter corrupto es experimentar la obra de Dios de esta manera. Pero ¿cómo conocerse a uno mismo? ¿Cómo conocer la propia naturaleza? Uno puede atisbar su esencia-naturaleza en función de las actitudes que revelan a través de sus actos, de modo que la clave para conocerse a uno mismo es ser consciente del propio carácter corrupto. Tan solo a través de esto es posible que uno entienda su esencia-naturaleza, y ver dicha esencia-naturaleza con nitidez significa entenderse a uno mismo a fondo. Conocerse a uno mismo supone una labor ardua, y la clave para determinar si alguien puede ser salvado es hasta qué punto se conoce a sí mismo. Tan solo quien se conoce a sí mismo verdaderamente es capaz de arrepentirse con sinceridad, aceptar la verdad con facilidad y adentrarse en la senda de la salvación. A los que no se conocen a sí mismos les resulta imposible aceptar la verdad, y menos aún arrepentirse de forma sincera. Lo primordial, por consiguiente, es comprender el propio carácter corrupto. Ni por asomo hay que darse a la falsa espiritualidad; la preocupación constante por determinar cómo es el espíritu de una persona facilita la desviación, así como descarriar o perjudicar a otros. Es realista que las personas se concentren en el conocimiento de sí mismas, en la comprensión de su carácter corrupto y en la percepción de la esencia-naturaleza del hombre con claridad, y todo esto será una ventaja para resolver el problema del carácter corrupto y para que las personas persigan la verdad y obtengan la salvación de Dios.

La esencia-naturaleza de la humanidad, después de que Satanás la corrompiera, sigue siendo la misma en lo fundamental, con unas pocas diferencias irrelevantes. Ello es así porque todos tienen un mismo antepasado, viven en el mismo mundo y han experimentado idéntica corrupción. Todos tienen las mismas cosas en común. Y sin embargo, ciertas personas son capaces de hacer un tipo de cosas en un entorno, y otras personas son capaces de hacer otro tipo de cosas en otro entorno; ciertas personas tienen algo de cultura, pues han recibido educación, y otras personas carecen de cultura, pues no han recibido educación; algunas tienen determinado punto de vista sobre las cosas, y otras tienen otro diferente; algunas viven en un tipo de entorno social, y las hay que viven en otro tipo de entorno social, de forma que tienen distintas costumbres heredadas y diferentes hábitos vitales. La esencia de las cosas reveladas en el seno de la naturaleza del hombre, sin embargo, siempre es la misma. De manera que no hace falta que siempre andes preocupado por la clase de espíritu que posees, o angustiado por la posibilidad de que se trate de un espíritu maligno. Esto es algo que se encuentra fuera del alcance del hombre; tan solo Dios puede saberlo, e incluso en el supuesto de que el hombre fuera capaz de saberlo, tampoco le serviría de nada. Ningún beneficio se deriva del constante empeño en diseccionar el espíritu de uno, ni de obsesionarse con él; esto es algo propio de las gentes más ignorantes y confundidas. No te pongas en duda a ti mismo cada vez que hagas algo erróneo o transgredas de alguna manera, preguntándote: “¿Hay algo malo en mi espíritu? ¿Ha sido la obra de un espíritu maligno? ¿Cómo he podido cometer semejante majadería?”. Hagas lo que hagas, tienes que ahondar en tu naturaleza para llegar a la raíz del problema, y buscar las verdades en las que las personas deben entrar. Si examinas tu espíritu, saldrás con las manos vacías: incluso si llegas a saber qué tipo de espíritu hay en tu seno, seguirás siendo incapaz de conocer tu propia naturaleza, y tampoco serás capaz de resolver tus problemas. Lo que sigue es que ciertas personas no cesan de hablar sobre el espíritu que tienen, como si fueran excepcionalmente espirituales o versadas, cuando de hecho son aún más iletradas y estúpidas. Están las que hablan con marcado énfasis en lo espiritual, pensando que las palabras que pronuncian son de lo más profundo, y que la gente corriente no va a entenderlas. Dicen: “Es primordial examinar cuales son nuestros espíritus. Si no tenemos espíritus humanos, por mucho que podamos creer en Dios, no podemos ser salvados. No debemos permitir que en Dios surja la aversión hacia nosotros”. Ciertas personas se envenenan y resultan desorientadas al escuchar esto, convencidas de que estas palabras son razonables, y se ponen a examinar qué clase de espíritu tienen. Al prestar tan obsesiva atención a su espíritu, se vuelven neuróticas y escudriñan su espíritu cada vez que hacen algo, y con el tiempo se encuentran ante un problema: “¿Cómo se explica que vaya en contra de la verdad en todo cuanto hago? ¿Cómo es que no tengo ni el menor atisbo de humanidad o razón? Tengo que ser un espíritu maligno”. De hecho, con una mala naturaleza y en ausencia de la verdad, ¿cómo puede el hombre hacer algo en consonancia con la verdad? Por muy buenas que puedan ser sus acciones, sigue sin poner en práctica la verdad, y sigue siendo hostil a Dios. La naturaleza del hombre es mala, y Satanás se ha encargado de corromperla y alterarla; sencillamente carece de toda semejanza humana, se rebela contra Dios y se resiste a Él con empeño, y se halla tan alejado de Dios que le resulta por entero imposible hacer algo acorde con la voluntad divina. No hay aspecto alguno de la naturaleza innata del hombre que sea compatible con Dios. Todo esto salta a la vista.

Hay personas que siempre son demasiado sensibles y dan mucha importancia a si tienen comprensión espiritual, o a qué tipo de espíritu corresponden, todo esto mientras dejan de lado la cuestión de entender su naturaleza. Esto es como andar recogiendo semillas de sésamo y pasar de largo una sandía. ¿No es de tontos concentrarse en lo ilusorio y descuidar lo real? En estos años de estudio, ¿has comprendido a conciencia las cosas del espíritu o los asuntos del alma? ¿Has visto cómo es tu espíritu? Si no indagas en el meollo de la esencia-naturaleza en lo profundo de tu alma, y en su lugar siempre andas estudiando tu espíritu, ¿tu estudio producirá algún resultado? ¿No es como un ciego que prende una vela y malgasta la cera? Dejas de lado tus verdaderos problemas y no piensas en cómo los podrías resolver, siempre utilizas métodos torcidos y no cesas de rumiar acerca de qué clase de espíritu tienes, pero, ¿esto resuelve algún problema? Si crees en Dios pero no persigues la verdad, nunca te afanas en trabajar como corresponde y en cambio siempre estás estudiando tu espíritu, entonces eres la más estúpida de las personas. Los que de verdad son inteligentes tienen la siguiente actitud: “Da igual lo que Dios haga o cómo Él me trate, da igual lo profundamente corrompido que esté o cómo sea mi humanidad, voy a ser inquebrantable en mi afán por perseguir la verdad y buscar el conocimiento de Dios”. Tan solo conociendo a Dios puede uno arreglar su carácter corrupto y cumplir con su deber para satisfacer la voluntad de Dios; esta es la dirección de la vida humana, es lo que los seres humanos han de tratar de conseguir, y es la senda única y exclusiva para alcanzar la salvación. Y bien, lo realista es perseguir la verdad, conocer tu propia naturaleza corrupta, entender la verdad para despojarte de tu carácter corrupto y ser capaz de llevar a cabo tu deber bien a satisfacción de Dios. Entrar en la realidad-verdad y vivir como una persona auténtica, esto es lo realista. Lo realista es amar a Dios, someterse a Dios y testimoniar a Dios. Estos son los resultados que Él quiere. Resulta inútil investigar cosas que no se pueden ver ni tocar. Nada tienen que ver con lo realista ni con los efectos de Su obra. Dado que ahora existes con un cuerpo físico, debes buscar la comprensión de la verdad, cumplir bien tu deber, ser honesto y cambiar tu carácter. La mayoría de las personas puede lograr todas estas cosas.

Está claro que algunas personas llevan consigo la obra de los espíritus malignos y pueden estar poseídas por ellos. ¿Alguien en esta situación puede ser salvado al creer en Dios? Es difícil saberlo, y depende de si la persona se comporta de modo razonable y tiene un estado mental normal. Lo más importante es si puede o no entender la verdad y ponerla en práctica. Si la persona no puede cumplir este criterio, no hay forma de que pueda ser salvada. Ahora bien, todos vosotros tenéis razón normal, habláis con normalidad y no habéis experimentado ningún fenómeno sobrenatural o anormal. Si bien vuestros estados a veces son un tanto anormales y en ocasiones hacéis las cosas de manera equivocada, todas estas cosas son revelaciones de la naturaleza humana. De hecho, esto mismo les sucede a otras personas, con la salvedad de que el entorno y momento de sus revelaciones son otros. Se podría decir que ahora tenéis cierta estatura, y tras escuchar lo que otros cuentan sobre asuntos y enunciados del espíritu, los imitáis y les seguís la corriente, como si por vuestra parte entendieseis los asuntos del espíritu igual de bien y fueseis personas tan fenomenales. Tan solo Dios conoce y controla los asuntos del reino espiritual, y basta con que la gente entienda aunque sea un poco de Sus palabras; por lo tanto, ¿cómo podría alguien comprender el reino espiritual de forma profunda? ¿Acaso no es fácil ir por mal camino al estar siempre dándole vueltas a estas cosas? Todas las personas hoy en día tienen este estado en su interior. Aunque quizá no siempre debatas estos asuntos en serio, y tal vez no te vuelvas débil ni te vengas abajo por causa de ellos, no deja de ser posible que esas palabras de otros te afecten de manera temporal. Es posible que no prestes gran atención a este tipo de cuestiones, pero sigues siendo susceptible a concentrarte en los asuntos del espíritu en tu corazón, y si llega el día en que de verdad hagas algunas cosas mal, y sufres un revés y un traspié, entonces tienes que dudar de ti mismo y decir: “¿Mi espíritu también está mal?”. Por lo general nunca tienes dudas y piensas que los demás se comportan de modo absurdo al verlos sumidos en la duda. Pero si llega el día en el que te poden, o en el que alguien diga que eres Satanás, o que eres un espíritu maligno, entonces te lo creerás, y al igual que ellos, te encontrarás sumido en la duda, incapaz de escapar a ella. De hecho, la mayoría de la gente es susceptible a este problema, pues ve los asuntos del espíritu como increíblemente importantes y deja de lado cuestiones como entender su propia naturaleza o la entrada en la vida. Esto provoca que se disocien por completo de la realidad, y supone una desviación de la experiencia.

Todos tenéis que prestar atención al conocimiento de vuestra propia naturaleza, y a qué aspectos de esta pueden empujaros fácilmente a hacer cosas equivocadas o ir por mal camino, y, sobre esta base, tenéis que recapitular experiencias y lecciones. Sobre todo en lo relativo al servicio, la experiencia vital y el conocimiento de vuestra propia naturaleza; solo mediante el desarrollo gradual de un conocimiento más profundo tendréis la capacidad de comprender vuestro propio estado y crecer en la dirección correcta. Si logras alcanzar estos aspectos de la verdad y llevarlos a tu vida interior, serás mucho más estable, ya no harás comentarios irresponsables y arbitrarios sobre cosas que escapan a tu entendimiento, te concentrarás en la realidad de tus palabras y hablarás sobre cosas reales. Al adquirir mayor conocimiento sobre la propia naturaleza y una comprensión más profunda de la verdad, las personas pasan a hablar con mayor sentido del decoro, ya no lo hacen de forma arbitraria. Los que carecen de la verdad siempre son tontos, y no tienen reparo en decir cualquier cosa; incluso hay algunas personas que, en el momento de difundir el evangelio, con el objetivo de hacerse con unas cuantas personas más, no vacilan en seguir a gente religiosa y pronunciar blasfemias contra Dios. No tienen idea de lo que son, ni tienen la menor comprensión de su propia naturaleza, y no le temen a Dios. Hay quienes consideran que esto no es grave, pero ¿de verdad no lo es? Cuando llegue el día en que se den cuenta de la gravedad del problema, empezarán a tener miedo. ¡Qué terrible es haber hecho esto! Son incapaces de darse cuenta de la esencia de esta cuestión, y hasta se creen muy sabios y que todo lo entienden, pero no son conscientes de que ofenden a Dios ni de cómo van a perecer. De nada sirve que comprendas todos los asuntos relacionados con el infierno o el reino espiritual si desconoces tu propia naturaleza. La clave ahora es resolver las dificultades de conocerse a uno mismo y conocer la propia esencia-naturaleza. Tienes que comprender cada uno de los estados que tu naturaleza revela; si no eres capaz de hacerlo, cualquier otra comprensión resulta inútil. Todo es inútil sin importar lo mucho que te disecciones para ver qué tipo de espíritu o alma tienes. La clave es comprender los diferentes aspectos de tu naturaleza que efectivamente existen en tu interior. Ahora bien, da igual qué espíritu haya dentro de ti, ya eres una persona que piensa con normalidad, por lo que has de buscar la comprensión y aceptación de la verdad. Si puedes entender la verdad, entonces has de obrar en consonancia con ella: este es el deber del hombre. La deliberación sobre asuntos del espíritu sencillamente no te resulta de utilidad, no tiene sentido y no presenta beneficio alguno. A día de hoy, en iglesias del mundo entero se ponen en evidencia personas afectadas por la obra de espíritus malignos. Estas personas aún tienen esperanza si son capaces de comprender la verdad, pero si no pueden comprenderla ni aceptarla, no hay más posibilidad que echarlas. Si una persona alcanza a comprender la verdad, eso demuestra que sigue teniendo razón normal, y si entiende más verdades, Satanás ya no será capaz de desorientarla ni controlarla, y hay esperanza de que pueda ser salvada. Si está poseída por demonios y su razón la mayor parte de las veces no es muy normal, entonces es un caso completamente perdido y hay que echarla para evitar problemas. En el caso de las demás personas que tengan una razón más o menos normal, da igual qué espíritu haya en su interior, siempre que tengan una pequeña comprensión espiritual, y sean capaces de entender y aceptar la verdad, tienen esperanza de salvación. Es posible que el hombre no tenga la facultad de aceptar la verdad, pero si uno escucha los sermones de una manera eficaz, es capaz de entender y comprender cuando se habla sobre la verdad, tiene un pensamiento normal y no absurdo, entonces tiene esperanza de alcanzar la salvación. Pero me temo que habrá personas que no tengan comprensión espiritual ni entiendan las palabras humanas, y que sean incapaces de entender por mucho que otros compartan la verdad con ellas; estas personas son problemáticas y ni siquiera pueden trabajar como hacedores de servicio. Además, aquellos que creen en Dios solo deben concentrarse en la verdad y en perseguirla. No han de seguir empeñados en hablar del espíritu, estudiarlo o comprenderlo. Esto es tan absurdo como ridículo. Llegados a este punto, la clave es saber si alguien puede aceptar la verdad, comprenderla y entrar en realidades. Esto es clave, pero lo más fundamental es que cada uno pueda conocerse a sí mismo, hacer introspección y comprender su propia naturaleza. No tiene sentido y, sobre todo, de nada sirve estudiar cuál es tu espíritu. Si siempre estás estudiando cosas como cuál es tu espíritu, qué es lo que pasa con tu alma, qué espíritu tienes, si se trata de uno de mayor o menor nivel, de qué espíritu te has reencarnado, cuántas veces has venido antes, cómo vas a acabar al final o qué te depara el futuro, el constante estudio de estas cosas interferirá en los asuntos importantes. Por mucho que los estudies, cuando llegue el día en que otros entiendan la verdad y entren en realidades, tú no tendrás nada. Habrás interferido en los asuntos importantes y te lo habrás buscado. Habrás tomado la senda equivocada y habrás creído en Dios en vano. ¿A quién culparás entonces? De nada sirve culpar a otros; todo es producto de tu propia ignorancia.

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