Palabras sobre otros temas (Fragmento 88)
La verdad que Dios nos expresa para que podamos incorporarla a nuestra vida, ¿a quién va dirigida? ¿A quién se habla sobre ella? (Es para aquellos que aman y aceptan la verdad). ¿Y quiénes son capaces de amar realmente la verdad y aceptarla en el corazón? Si llegas al fondo de esta pregunta, averiguarás a qué tipo de persona salva Dios. En primer lugar, debemos comprender que la verdad que Dios nos expresa está destinada a quienes poseen humanidad, razón, amor por lo positivo y observan su conciencia. Aquellos que no aman la verdad y se muestran indiferentes e inmutables después de escucharla, sin reproches ni sentimiento alguno, están muertos aunque respiren y caminen y están destinados a no tener entrada en la vida. Hay quien se preguntará: “¿Por qué Dios se toma tantas molestias en compartir su palabra si la mayoría de las personas carecen de humanidad, no aman ni aceptan la verdad de Dios y no son objeto de la salvación, sino meros hacedores de servicio?”. ¿Es esto correcto? (No. Aunque la mayoría no está dispuesta a perseguir la verdad, un reducido grupo con algo de humanidad sí lo está, y Dios está decidido a salvarlo). Eso está bien. La palabra de Dios va dirigida a los oídos de las personas, no de las bestias ni de los demonios. En el seno de la iglesia, aunque tan solo sean capaces de aceptar la verdad una tercera o una quinta parte de las personas, al final, apenas permanecerán unos pocos. Entonces, ¿cómo podemos identificar a los verdaderos creyentes en Dios, aquellos que permanecerán? Podemos valorar si una persona tiene conciencia, si adquiere algún conocimiento su conciencia al escuchar la palabra de Dios, si alcanza a comprenderla, a entender la verdad al oír un sermón y si, una vez asimilada, la pone en práctica, incluso también podemos evaluar si es capaz de modificar su carácter corrupto. Basándonos en estas cuestiones podemos discernir si son personas que aceptan la verdad y son ovejas de Dios. Las ovejas de Dios son capaces de escuchar la voz de Dios, reaccionan a ella y sus conciencias despiertan al oírla; están dispuestas a seguir a Dios. Son el rebaño de Dios. ¿Cómo es la humanidad de estos individuos? (Aman lo positivo, están dispuestos a perseguir la verdad y poseen cierta conciencia). ¿Y por qué están decididos a perseguir la verdad? Su humanidad se caracteriza por el amor a la verdad, la conciencia y la razón. Además, son capaces de entender la palabra de Dios y aplicarla a sus circunstancias personales para luego incorporarla a su día a día, a su vida, y finalmente convertirla en el objetivo, el principio y la base de su conducta y su comportamiento. Es decir, la palabra de Dios pasa a ser su realidad diaria y la ponen en práctica. Estas personas conforman el rebaño de Dios. Algunas personas no parecen malas por fuera y son bastante cándidas, pero son incapaces de poner la palabra de Dios en práctica después de escucharla. Estas personas no son ovejas de Dios. Hay mucha gente así entre los trabajadores, que no alcanzan a entender la palabra de Dios independientemente de cómo la escuchen, y mucho menos son capaces de ponerla en práctica. Pueden creer en Dios durante años sin ganar vida. Por lo tanto, la gente debe saber quién específicamente puede ser salvado por la palabra de Dios. En cuanto a las personas que salva Dios, no importa el número. Incluso si tan solo una persona puede entender la palabra de Dios, Él hará igualmente lo que debe hacerse. Como es bien sabido, tan solo fueron salvadas ocho personas cuando Noé construyó el arca. Desde la época del Antiguo Testamento hasta la actualidad, pocos han sido salvados. En la Era de la Ley, cuando Dios no había iniciado formalmente la obra de salvación ni había compartido la verdad con la humanidad, ¿cuántos aceptó Dios? ¿Fueron muchos? Muy poca gente obtuvo Su aprobación entonces. ¿Y qué hay de la obra de los últimos días? Aunque el número de personas capaces de aceptar la verdad a través del juicio, el castigo, las pruebas y el refinamiento es reducido, es mayor que en la Era de la Ley y la Era de la Gracia. Ahora bien, hay unas cuantas personas que pueden ofrecer testimonio vivencial y que, además, han sabido cambiar su carácter, así que ¿cómo no iba a hallar cierto consuelo en esto el corazón de Dios?
Cuando veis que la mayoría de las personas que acuden a la iglesia llevan varios años creyendo en Dios y aun así no persiguen la verdad, no han cambiado en absoluto y se comportan como no creyentes, ¿sois pesimistas? (A veces soy un poco pesimista, pero sé que no importa lo díscola que sea una persona ni lo mediocre que sea su aptitud, siempre que su corazón sea bueno y esté dispuesto a esforzarse en perseguir la verdad, Dios continuará su obra en ella con la mayor de las paciencias, desglosando y fragmentando la verdad pedazo a pedazo, compartiéndola con ellos lo más detalladamente posible. Me conmueve profundamente ver el precio que paga Dios para que la humanidad esté completa, cómo Él no se rinde hasta lograrlo. Sé que a pesar de mi aptitud mediocre, debo intentar hacerlo mejor, ser diligente en mi búsqueda, y no perder la esperanza). Es bien sabido que las personas tienen una aptitud mediocre o son rebeldes, pero Dios nunca dijo que este motivo te privara de la salvación. Si Él no te salvara, ¿para qué transmitirte la palabra o pagar semejante precio? Con estas acciones se manifiesta claramente a la humanidad cuál es la intención de Dios, esta se hace explícita. No es ningún secreto, sino todo lo contrario, y cualquiera con corazón y espíritu puede entenderlo; solo los necios que carecen de entendimiento espiritual pueden ser negativos, y solo aquellos que no comprenden la verdad se sentirán decepcionados y consternados al creerse incapaces de ser salvados. Lo esencial de creer en Dios es que debes creer en la palabra y la verdad que Él transmite. Siempre que poseas determinación y seas capaz de poner la verdad en práctica, la palabra y la verdad podrán convertirse en tu vida. No importa lo madura que sea tu vida al final, si practicas la palabra de Dios de manera positiva y proactiva y no vulneras de forma deliberada la palabra ni la verdad, pones en práctica todo lo que alcances a comprender, te esfuerzas por la verdad y cumples con tu deber con todo tu corazón y tus fuerzas, estarás a la altura. Los requisitos que Dios impone al hombre no son inalcanzables. La verdad sobre la que Dios habla es exhaustiva, y Su palabra es particularmente detallada y específica. ¿Por qué expresarse de este modo? Para proveer a toda la humanidad, no solo a un grupo reducido de gente o a uno o dos tipos de persona. Del conjunto de la verdad que se provee a toda la humanidad, hay un límite de lo que puedes llegar a practicar y alcanzar. ¿Por qué digo que hay un límite? Porque la aptitud, el entendimiento y la capacidad de entendimiento de cada uno es diferente, al igual que el entorno que Dios destina para cada persona y los deberes que debe cumplir. Estas “diferencias” conducen a cada cual a practicar y acceder solo a una parte de la palabra de Dios, y lo que puede lograr o poner en práctica es limitado. Por ejemplo, ¿resulta apropiado que si alguien es sometido a la prueba de la enfermedad y se da cuenta de que dicha prueba proviene de Dios, piense que Dios debería hacer que todo el mundo experimentase esa prueba? (No, no lo es). Esto procede completamente de la voluntad humana. Dios obra de manera diferente con cada persona, y esta prueba tiene como objetivo a un determinado grupo de gente. Dios obra en ellos para que experimenten la prueba de la enfermedad. ¿Qué obtiene la gente cuando Dios somete a la prueba de la enfermedad a un grupo de personas? Que, durante dicha prueba, la gente debe aprender cómo someterse a Dios, conocer su propia rebeldía, rectificar la relación entre los seres creados y el Creador, corregir la relación entre el hombre y Dios, ser capaz de entender el corazón de Dios, lograr someterse a Él y, sin importar lo que ocurra, no malinterpretar a Dios, tan solo someterse. Esta es la faceta de la verdad que todo el mundo debe obtener. Si lo logras a partir de la experiencia de otra persona, ¿deberías también tú experimentar esa prueba? No necesariamente. Dios elige a personas distintas —quizá la persona adecuada o alguien especial— para que experimente dicha prueba y sea parte de la obra de Dios. Esto es lo que Dios ha prometido al hombre y es precisamente lo que hará. Hay quien experimenta el dolor de perder a un ser querido, y a raíz de dicha pérdida obtiene experiencia y testimonio, sumisión a Dios y una verdadera confianza y convicción. La obra que Dios realiza en un determinado grupo de personas sirve de testimonio para todo el mundo de que todo lo que Dios hace está bien y que la gente debería optar por someterse en lugar de analizar, investigar o razonar con Él para que se explique con claridad y en detalle; la gente debe someterse incondicionalmente y sin quejarse. Además, las personas deben aprender a entender el significado y el valor de toda la obra de Dios. Lo que cada individuo experimenta de los modos de obrar de Dios y de todas las facetas de Su palabra no es más que una pequeña parte, dentro de la cual, dependiendo de tu aptitud, tu entorno familiar y el deber que se te haya encomendado, lo que experimentas de la palabra de Dios es una diezmilésima parte, podría decirse que tan solo una parte entre diez mil. Si accedes a esta diezmilésima parte y de verdad consigues someterte a Dios incondicional y absolutamente, te afianzas en la posición de ser creado, te sometes a la soberanía del Creador y a Su plan, y logras el resultado que Dios quiere que alcances, entonces te salvarás. Esto es fácil de entender, y así son las cosas.
La clave para llevar a cabo vuestro deber es que seáis leales. ¿Qué es la lealtad? Significa ser serio y responsable, cumplir con tu responsabilidad completamente, sin la más mínima superficialidad. Si eres superficial, cuando algo sale mal es un motivo de vergüenza, una cuestión en absoluto trivial. Es más, respecto a la obra que se os asigna en la casa de Dios, todos debéis compartir más, buscar con más ahínco los principios-verdad y dar con los correctos. Cuando surge cualquier problema, debe solucionarse rápidamente y, de no ser posible, debe informarse de inmediato a los superiores de aquellos problemas para los que no se halla solución. Esforzaos en aseguraros de que la obra de la casa de Dios se desarrolla sin contratiempos, sin obstáculos, fisuras ni retrasos. Haced bien vuestro trabajo, promoved la transmisión del evangelio y dejad que la voluntad de Dios siga su curso minuciosamente sobre la tierra. Si hacéis esto, cumpliréis con vuestro deber correctamente. De hecho, dentro de lo que engloba cumplir con el deber, estos son los pocos aspectos de la verdad que se pueden practicar, lograr y llegar a tocar, y entrar en la realidad de esta verdad es alcanzar el estándar mínimo que Dios le exige a la humanidad. La fe de algunas personas es débil, hay quien es cobarde y otros tienen una aptitud mediocre, su comprensión está distorsionada, o poseen un pensamiento necio; estas y otras cosas negativas y pasivas afectarán en todos los aspectos a la capacidad de la gente de poner en práctica la verdad y llevar a cabo su deber de forma efectiva. Dios establece qué requisitos deben cumplir las personas en función de su aptitud, su personalidad y su grado de comprensión de la verdad. ¿Cuáles son los requisitos estándar? Dios observa si alguien es sincero en su creencia en Dios y si puede aceptar la verdad; estas dos condiciones son las más importantes. Hay personas estúpidas por naturaleza, tienen una comprensión de las cosas distorsionada, carecen de conocimiento, son lentas a la hora de aprender cualquier cosa, no parecen entender lo que otros dicen y necesitan que alguien las lleve de la mano para enseñarles. Estas personas poseen una aptitud mediocre y siempre será así. Otras puede que posean riqueza de conocimientos, o sean pozos de sabiduría, que su aspecto exterior parezca muy sagaz, pero tengan tendencia a caer en distorsiones a la hora de comprender cuestiones relacionadas con la verdad. Incluso aunque la comprendan, siguen sin poder aceptarla, y ese es su punto fatal. Ese tipo de personas son fácilmente influenciables por el conocimiento y la doctrina durante el cumplimiento de su deber y les cuesta actuar conforme a los principios-verdad o cambiar su perspectiva de las cosas. Así pues, ¿qué deben hacer si realmente quieren perseguir la verdad? La clave está en comprobar si pueden aceptar la verdad. Si es así, el problema tiene fácil solución, pero si se niegan con terquedad a aceptar la verdad, no hay nada que hacer. Además de fracasar en el correcto cumplimiento de su deber, me temo que tampoco tienen opciones para ser salvados. Los logros académicos de alguien no tienen importancia, como tampoco la tiene su nivel de inteligencia; lo más relevante es ser capaz de aceptar la verdad y amar la palabra de Dios. Lo que a Dios le importa es cuánta verdad puedes practicar una vez has sido esclarecido para comprenderla en el entorno que Él ha dispuesto. Dios se fija en cuánto das de ti mismo para desempeñar las tareas que Él exige, cuánto empeño les dedicas, cuánto esfuerzo inviertes. Por ejemplo, imagina que eres de aptitud media, no posees una gran formación académica y tu capacidad de comprensión es mediocre y un poco distorsionada. Estos son hechos objetivos. Aun así, cuando ocurre algo y Dios te permite ver los defectos que hay en ello, que existe un problema y de quién es la responsabilidad, esta cuestión revelará si puedes defender los principios y si eres practicante de la verdad. Si llevas a cabo tu deber con lealtad y eres sincero con Dios, ¿qué deberías hacer al respecto? ¿Qué deberías hacer conforme a la verdad para cumplir lo que Dios te pide? En tales circunstancias, Dios no se fija en tu aptitud, en la formación académica que poseas o en los años que lleves creyendo en Él; se fija en tu punto de vista y tu actitud respecto a lo que ha ocurrido, si eres sincero y si en ese momento aplicas tu conciencia. Si eres sincero con Dios, tendrás sentido de la responsabilidad y pensarás: “Esto puede que no me afecte personalmente, pero sí concierne a la obra de la iglesia. Tengo que indagar y averiguar más cosas sobre ello”. Hechas las averiguaciones, puede que descubras que la persona encargada ha sido indolente e irresponsable, que no se ha tomado en serio el tema en cuestión y que lo ha demorado. Entonces deberás tratar de localizarla y hablar con ella, enmendando el asunto de inmediato. No habrías necesitado acudir a lo Alto, sino que habrías solucionado el problema tú mismo. Tu aptitud es corriente y posees algunas deficiencias y defectos, pero ¿afectarán tales cosas a tu práctica de la verdad? ¿Afectarán al cumplimiento de tu deber o a tu lealtad a Dios? Desde luego que no. Hay personas que se describen como necias y de comprensión distorsionada, otras dicen que carecen de compresión espiritual, y otras que tienen una aptitud mediocre y carecen de estudios. Si este fuera el caso, ¿deberías dejar de practicar la verdad cuando algo sucede? Dios no se fija en la aptitud de las personas ni en su nivel de formación. Estas cuestiones poco tienen que ver con la práctica de la verdad. Esas carencias y deficiencias no tienen ningún impacto en tu práctica de la verdad, en tu lealtad a Dios ni en la responsabilidad que asumes en relación con el cumplimiento de tu deber. Dios se fija en si eres sincero; se trata de lo más práctico y es algo que la gente puede lograr. Dios emplea los medios más prácticos para evaluar a cada persona. Hay quien dice: “Mi aptitud es mediocre, soy ignorante, poseo demasiado conocimiento y eso me influye a la hora de poner la verdad en práctica”. No son más que excusas sin sentido. Pero ¿por qué? Porque esa no es la forma en que Dios evalúa a las personas. Es tu vara de medir, no la de Dios. ¿Qué baremo utiliza Dios para evaluar a alguien? Dios se fija en si esa persona le es leal y si es sincera. Si eres leal a Dios, no importa que tu comprensión esté un poco distorsionada o sea algo absurda. Hay quien dice: “No tengo entendimiento espiritual”. Entonces, ¿eres leal a Dios? Si es así, tu falta de comprensión no afectará a que pongas la verdad en práctica. ¿Queda suficientemente claro? Si eres leal a Dios y cumples con tu deber con sinceridad, ¿seguirás siendo negativo y débil cuando se te pode? En ese caso, ¿qué se debe hacer si eres realmente negativo y débil? (Debemos orar a Dios y confiar en Él, tratar de pensar en lo que Dios pide, reflexionar sobre qué es aquello de lo que carecemos y qué errores hemos cometido; en los ámbitos en los que hemos fallado es donde debemos volver a remontar). Así es. La negatividad y la debilidad no son grandes problemas. Dios no las condena. Mientras alguien pueda volver a subir allá de donde ha caído, aprenda la lección y cumpla su deber con normalidad, no sucederá nada. Nadie te lo echará en cara, así que no seas infinitamente negativo. Si abandonas tu deber y huyes de él, estarás totalmente acabado. Todo el mundo es negativo y débil a veces; simplemente busca la verdad, y la negatividad y la debilidad desaparecerán fácilmente. El estado de algunas personas cambia completamente con solo leer un capítulo de las palabras de Dios o cantar algunos himnos. Son capaces de abrir su corazón en oración a Dios y de alabarlo. ¿Acaso no se resuelve así su problema? En realidad, ser podado es algo totalmente bueno. Aunque las palabras utilizadas para podarte sean un poco duras e hirientes, se deben a que has actuado sin razón y has vulnerado los principios sin siquiera darte cuenta. ¿Cómo no ibas a ser podado en tales circunstancias? Podarte de esa manera sirve en realidad para ayudarte, es amor por ti. Deberías entenderlo y no quejarte. Por lo tanto, si la poda da lugar a la negatividad y a la queja, estaremos ante necedad e ignorancia, el comportamiento de alguien sin razón.
¿Qué es lo más importante en lo que debemos centrarnos a la hora de creer en Dios? Que la aptitud de alguien sea o no mediocre, que tenga comprensión espiritual o que afronte un tipo u otro de poda no es importante. ¿Qué es lo más importante hoy en día? Cómo entráis en las realidades-verdad. Para hacerlo, ¿qué es lo mínimo que alguien debe tener? Debe poseer un corazón sincero. ¿Qué quiere decir ser sincero? Significa no ser escurridizo cuando te suceda algo, obviar los intereses propios, no conspirar ni confabular con nadie y no jugar al engaño con Dios. Si eres capaz de engañar a Dios y no eres sincero con Él, entonces estás completamente acabado y Dios no te salvará. Así pues, ¿qué sentido tiene comprender la verdad? Puede que tengas entendimiento espiritual y buena aptitud, seas elocuente y capaz de comprender rápidamente las cosas, sacar conclusiones y entender todo lo que Dios transmite, pero si juegas al engaño con Dios cuando te sucede algo, esto es propio del carácter satánico y es muy peligroso. Tu aptitud no vale de nada por buena que sea, y Dios no te querrá. Dios dirá: “Hablas bien, tienes buena aptitud, eres inteligente y tienes comprensión espiritual, pero hay un problema: no amas la verdad”. Aquellos que no aman la verdad son problemáticos y Dios no los quiere. Una persona que carece de buen corazón será descartada, igual que un coche que parece en perfecto estado por fuera pero tiene el motor estropeado. Las personas también son así; no importa lo buena que parezca tu aptitud, lo inteligente, elocuente o capaz que seas, o lo bien que se te dé gestionar un problema, todo eso no sirve de nada y no es la cuestión clave. Entonces, ¿cuál es la cuestión clave? Que el corazón de esa persona ame la verdad. No se trata de escuchar cómo habla, sino de observar cómo actúa. Dios no se fija en lo que dices o prometes ante Él, sino en si lo que haces tiene realidad-verdad. Además, a Dios no le importan lo elevadas, profundas o grandes que sean tus acciones; aun cuando hagas algo pequeño, si percibe sinceridad en cada uno de tus actos, dirá: “Esta persona cree sinceramente en Mí. Nunca ha alardeado. Se comporta de acuerdo con su posición. Aunque es posible que no haya hecho una gran contribución a la casa de Dios y tenga poca aptitud, es firme y sincera en todo lo que hace”. ¿Qué abarca esa “sinceridad”? El temor y la sumisión a Dios, así como la fe y el amor verdaderos; abarca todo lo que Dios desea ver. A ojos de otros, esas personas pueden parecer corrientes. Bien podría ser una persona que hace la comida o se encarga de la limpieza, alguien que realiza un deber ordinario. Para los demás, esas personas no son excepcionales, no han logrado nada importante ni poseen nada estimable, admirable o envidiable: son simplemente personas corrientes. Y, sin embargo, en ellas se encuentra y vive todo lo que Dios quiere, y le entregan todo ello a Dios. Dime: ¿qué más quiere Dios? Él está satisfecho. Por lo tanto, no te sientas desanimado ni negativo tan solo porque tu estatura sea demasiado pequeña y no entiendas la verdad, o porque veas a otros caminar la senda de ser perfeccionado después de haber hecho frente a tribulaciones y haber experimentado pruebas y refinamiento, y no pienses que Dios no te ama o no está dispuesto a perfeccionarte. ¿Qué prisa tienes? Lo que Dios otorga a cada persona es diferente, y cuando te evalúes a ti mismo, primero analiza lo que Dios te ha dado y cuáles son tus condiciones particulares, entonces podrás entender que todo lo que hace Dios es bueno. Habrá quien diga: “Mi aptitud es mediocre. Aun así, ¿es bueno lo que Dios me otorga?”. Sí, lo es. Otros quizá digan: “Soy bastante estúpido. ¿Lo que Dios me da sigue siendo bueno?”. Sí, todo ello es bueno. ¿Por qué todo es bueno? Si no fueras estúpido, terminarías cayendo en la arrogancia y olvidarías cuál es tu lugar, de modo que tu estupidez te protege y es algo bueno. Si todos vosotros poseyerais unas capacidades y habilidades mejores de las que tenéis, ¿quién seguiría comportándose tan correctamente y con tan buena disposición para llevar a cabo su deber en la casa de Dios? ¿Acaso no hay gente así, pero poca? (Sí). Todo lo que Dios hace es bueno y está bien, lo que ocurre es que la gente no lo entiende con claridad. La gente siempre quiere más de Dios, como si cuanto más diese Dios a alguien, más capacidad tuviera esa persona de poner la verdad en práctica, cuando en realidad no es así. Dios ya te ha dado suficiente; lo ha dado todo, incluida Su vida, por ti. Así pues, ¿qué más quieres? La palabra que Dios transmite y toda la obra que lleva a cabo es abundante y suficiente para la humanidad. No hay nada que la gente pueda exigir a Dios, y no debería quejarse de Él y decir: “¿Qué puedo hacer yo con esta aptitud o estos dones escasos que Dios me ha dado?”. Hay mucho que puedes hacer. Lo que Dios quiere no es lo que imaginas; Él quiere que pongas la verdad en práctica, obres según unos principios y cumplas bien el deber que debes cumplir. No haces lo que eres capaz de hacer, pero ciegamente haces lo que no deberías. Esto se denomina descuidar tu trabajo. ¿No estarás apuntando demasiado alto? (Sí). ¿Qué quiere conseguir la gente? Granjearse una reputación, que se admiren y se tengan en gran consideración sus palabras y acciones y ser ampliamente reconocida. Dios no quiere que te conviertas en ese tipo de persona, por eso no te dio esas clases de cosas. Si tuvieras la posibilidad de convertirte en alguien así, ¿estarías dispuesto a rechazarlo? ¿Podrías dejar pasar esa oportunidad tan fácilmente? Esto tiene consecuencias peligrosas. ¿Diste por hecho que esas cosas eran buenas? ¿Por qué algunas personas se convierten en anticristos? ¿No es porque creen que tienen algo de habilidad y por ello se convierten en individuos tremendamente arrogantes? ¿Por qué son capaces de adentrarse en esa senda? Es el tipo de persona que son, simple y llanamente; caminarán por esa senda tarde o temprano, y Dios no tiene planeado transmitirles la verdad o salvarles. Así que, lo que Él te otorga es sin duda distinto de lo que les da a otros. Si siempre estás comparándote con los demás y deseando lo mismo que tienen otros, ¿acaso tienes una auténtica comprensión? ¡No entiendes la intención de Dios! Por lo tanto, cuando te das cuenta de que tu aptitud es mediocre, que te falta entendimiento espiritual y que posees una comprensión distorsionada, que a menudo eres débil o crees que tienes demasiados problemas y defectos, debes considerar, en primer lugar, por qué Dios no te otorgó un don en particular. En esto reside Su benevolencia. Echa un vistazo de nuevo a la senda que toma la mayoría de esas personas dotadas y con talento y qué actitud adopta Dios hacia ellas. ¿Qué frase es la que más ganas tendrás de decir cuando entiendas esta cuestión? (Gracias a Dios por protegerme). Así es, deberías dar las gracias a Dios y decir: “Dios, eres tan bueno conmigo; no me diste dones ni talentos y me hiciste necio, un idiota. ¡Esa es mi bendición! No me siento negativo ni triste. Lo que me falta ahora es sinceridad y lealtad hacia Ti. No pido ser inteligente ni elocuente, tampoco quiero dones ni talento. Solo deseo ofrecerte mi sinceridad. Los dones, el talento y el conocimiento, al igual que el estatus y la fama, no son cosas buenas y no las quiero”. ¿Es esto prueba de una transformación? (Sí, así es). Entonces, ¿podrías seguir dolido y apenado por tus carencias? No lo harás más, y no te sentirás agraviado. De no ser así, cuando otros te podasen, pensarías: “Soy estúpido, todo el mundo me mira por encima del hombro y jamás ascenderé ni tendré un puesto importante en la casa de Dios”. La conclusión sería: “Dios me ha dado tan poco, ¿cómo es que les da tanto a otros?”. Siempre te quejarías en tu fuero interno y te sentirías agraviado. En realidad, se te ha otorgado una gran bendición y ni siquiera lo sabes. Si tal cosa ocurriera de nuevo en el futuro, ¿sería diferente tu punto de vista? (Sí, lo sería). Si el punto de vista de una persona fuera diferente, ¿qué cambiaría en ella? (Sus aspiraciones no serían tan grandes ni perseguiría cuestiones tan elevadas; sería capaz de llevar a cabo correctamente su deber con un corazón agradecido y los pies en la tierra). Se pueden tener los pies firmemente anclados en la tierra, vivir de forma auténtica y realista, y perseguir objetivos diferentes. Dime, ¿qué es mejor: que Dios te haga un necio y un idiota capaz de cumplir adecuadamente su deber de forma sensata y puedas ser salvado, o que te dote de buena aptitud, un nivel académico alto, buena apariencia y elocuencia, así como de capacidad de trabajo y destrezas especiales para que dondequiera que vayas la gente te admire, seas un gigante entre enanos y finalmente acabes caminando la senda de un anticristo? ¿Qué elegirías? (Es mejor ser el necio y el idiota). Puede que ahora te parezca bien, pero si alguien te llamara necio e idiota, te disgustarías. Debes pensar así: “Aunque mi aptitud es mediocre y soy ignorante, soy mejor que las personas malvadas y los anticristos porque todavía tengo la posibilidad de ser salvado”. Debes aprender a buscar consuelo en ti mismo. (Recuerdo que había otros pocos que creían en Dios conmigo. Todos tenían buena aptitud y eran muy inteligentes, pero como siempre luchaban por el poder y la ganancia y perturbaban la obra de la iglesia, los echaron y fueron expulsados. Pienso que he sido capaz de llegar hasta donde estoy hoy gracias a mi aptitud mediocre, mi estupidez y por saber comportarme; eso es también la gran protección de Dios). ¿Por qué Dios te protege? ¿Es porque eres estúpido? ¿Simpatiza con los débiles? No. No lo hace. No es como dicen los no creyentes, que el que no llora no mama. No es el caso. ¿Cuál es la forma más acertada de verlo? ¿Qué manera de verlo se ajusta a la verdad? (Es porque la gente cree con un poco de sinceridad y amor por la verdad en su corazón y está dispuesta a perseguir la verdad; Dios salva a las personas con corazones así, y por tanto dispone varios entornos para protegerlas). Así es. Dios te ofrece protección a cambio de tu sinceridad hacia Él. Así pues, ¿qué es lo más valioso? La sinceridad del hombre es lo más valioso. Amas un poco las cosas positivas y eres sincero con Dios y, a cambio, Dios te da Su protección y Su gracia, con lo que has ganado mucho. Quizá alguien diga: “Mi aptitud es mediocre y, aunque he ganado mucho, sigo sin entender nada”. ¿No entiendes demasiado? Tu capacidad actual para cumplir tu deber y seguir a Dios está relacionada con tu comprensión de la verdad. Otra persona puede que diga: “¿Qué entiendo? No puedo explicarlo con claridad”. Puede que no seas capaz de explicarlo con claridad, pero puedes seguir cumpliendo tu deber en la casa de Dios, y entiendes mucho. No importa lo profunda o superficial que sea tu comprensión de estas cuestiones, sin duda están relacionadas con la verdad y guardan proximidad con ella, por eso se te ha apoyado hasta el momento y continuamente cumples tu deber. ¿No es así? (Sí, efectivamente). Pensar que eres un necio o un idiota no es algo malo, y si lo analizamos, “necio” e “idiota” son apodos con una connotación nada despreciativa ni desdeñosa. Si comparamos que te llamen necio e idiota con que te llamen anticristo, ¿qué es mejor? (Que me llamen necio e idiota es mejor). Si un día Dios dijera: “Acércate, necio. Acércate, idiota”, quizá no te agradaría, pero reflexionarías y pensarías: “Me ha llamado necio, no anticristo, así que acudiré”. E irías alegremente. Entonces alguien diría: “¿Cómo es que estás tan contento de que te llamen necio?”. A lo que responderías: “Me ha llamado necio, pero no ha dicho que sea un anticristo, o que no pueda ser salvado. Por eso estoy contento”. Llamarte necio no es tratarte como a un extraño, sino como a un miembro de la familia, como a alguien conocido. Es como cuando la gente llama a sus hijos “monstruitos”; quizá suene un poco fuerte, pero es la verdad y no es más que un término afectivo. ¿Y si te llamaran anticristo? Entonces tendrías un problema, ya que el cambio de nombre denota una naturaleza diferente, y tu fin también sería distinto. ¿Cuál elegiríais? (Prefiero que me llamen necio e idiota). Tampoco es bueno ser siempre un necio y un idiota; tu aptitud también debe mejorar un poco. ¿Ha mejorado vuestra aptitud con los años? (Tan solo un poco, no demasiado). En cuanto a la entrada en la vida, si de verdad trabajas duro y sigues esforzándote, sin duda mejorarás. Sin embargo, es imposible ver grandes mejoras de inmediato. Es un proceso de crecimiento lento, pero en cuanto entres, ya no retrocederás, y siempre y cuando sigas persiguiendo la verdad, tu entrada en la vida crecerá lentamente, poco a poco.
No es tarea fácil para Dios obrar la verdad en las personas. No ocurre tan rápido como la velocidad a la que brota una semilla cuando se planta en la tierra; es bastante diferente. La salvación del hombre a manos de Dios se lleva a cabo a través de una meticulosa limpieza y transformación de su carácter satánico y al permitir al hombre vivir la realidad-verdad en Su palabra, pero no es una tarea sencilla. Incluso si escuchas sermones, lees la palabra de Dios, oras y experimentas cada día, tu progreso será limitado y tu crecimiento vital será lento. Se requiere de muchos procesos para que alguien comprenda la verdad. La gente necesita repetir experiencias muchas veces, así como esforzarse y poner empeño en intentar comprender la verdad; solo así podrán entenderla. Además, la obra del Espíritu Santo es necesaria, de lo contrario, los logros de la gente serán todavía más limitados. Mucha gente lleva creyendo en Dios veinte o treinta años, pero sigue sin poder hablar de su testimonio vivencial. Eso ocurre porque nunca han perseguido la verdad o puesto verdadero empeño en comprenderla, lo que ha resultado en no lograr nada incluso después de creer en Dios durante décadas. Las personas necesitan entender la verdad, experimentarla y comprenderla y, sobre todo, que Dios disponga entornos para ellas. La combinación de estos aspectos diferentes hace que la gente tenga un ápice de comprensión y entrada. Una vez que esto se ha producido en tu interior, te proporcionará un conocimiento, sentimientos e ideas diferentes, que permitirán que tu conciencia y tus pensamientos progresen y cambien un poco, lo que a su vez fortalecerá ligeramente tu fe en Dios y transformará en cierta medida tu actitud respecto a la verdad y tu propia senda vital. Todos son cambios pequeños, mínimos, pero provocarán una variación enorme en tu perspectiva de la vida, en tus pensamientos y puntos de vista, y en tu actitud hacia las cosas y Dios. Ese es el poder de la palabra de Dios: la verdad.
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