La senda para corregir un carácter corrupto (Parte 1)
Hagas lo que hagas, debes aprender a buscar la verdad y someterte a ella. No importa quién te ofrezca consejo: si se ajusta a los principios-verdad debes aceptarlo y someterte a él, aunque provenga de un niño pequeño. Sean cuales sean los problemas a los que se enfrente una persona, si sus palabras y consejos concuerdan completamente con los principios-verdad, entonces debes aceptarlos y someterte a ellos. Los resultados de actuar de esa manera serán buenos y acordes con las intenciones de Dios. La clave es examinar tu motivación y los principios y métodos con los que haces frente a las cosas. Si tus principios y métodos a la hora de enfrentarte a las situaciones nacen de la voluntad humana, del pensamiento y las nociones humanas, o de filosofías satánicas, entonces no convienen y acabarán siendo ineficaces. Esto se debe a que el origen de tales principios y métodos no es el adecuado ni se ajusta a los principios-verdad. Si tus puntos de vista se fundamentan en los principios-verdad y te enfrentas a las situaciones de acuerdo con ellos, sin duda las abordarás del modo correcto. Aunque algunas personas no acepten tu manera de gestionar las cosas en un momento dado o tengan su propio concepto, o se muestren reacias, con el tiempo la darán por buena. Cuando algo se hace de acuerdo con los principios-verdad produce resultados cada vez más positivos, mientras que si no coincide con los principios-verdad conduce a consecuencias cada vez más negativas, aunque en ese momento concuerde con las nociones de los demás. Las personas, todas ellas, así lo verán confirmado. No debes sujetarte a las limitaciones humanas en nada de lo que hagas ni llegar a tus propios veredictos; antes debes orar a Dios y buscar la verdad y, después, analizar y compartir el asunto con los demás. ¿Cuál es el objetivo de compartirlo? Que puedas actuar en total armonía con las intenciones de Dios y hacerlo de acuerdo con Sus intenciones. Es una manera un tanto elevada de decirlo, y las personas no estarán a la altura, así que seamos un poco más específicos: se trata de hacer las cosas siguiendo exactamente los principios-verdad. Eso es bastante más tangible. Cuando las personas se ajustan a esta norma, ponen en práctica la verdad y cumplen con la voluntad de Dios, poseen la realidad-verdad y no recibirán objeciones de nadie.
Cuando te enfrentes a un problema, en vez de discutir, lo primero que tienes que hacer es dejar de lado tus nociones, figuraciones y opiniones: esa es la racionalidad que una persona debe poseer. Si hay algo que no comprendo, que escapa a mis conocimientos, lo consulto con alguien que esté familiarizado con el asunto para formarme una idea básica al respecto. Sin embargo, debo averiguar cómo lidiar yo mismo con la situación, no puedo hacer caso ciegamente a los demás, ni tampoco debo encarar el asunto basándome exclusivamente en mis figuraciones. Debo encontrar un modo de hacer que me permita obrar en beneficio de la iglesia y de acuerdo con los principios-verdad. ¿No es este un enfoque racional? ¿No es esa la razón que debería poseer una persona normal? Buscar y solicitar orientación de esta manera es lo correcto. Supongamos que tienes conocimientos sobre un tema y que yo acudo a ti a consultarte, pero después me exiges que me ciña a lo que me has dicho y que haga las cosas a tu manera, ¿qué tipo de carácter sería ese? Pues un carácter arrogante. ¿Cuál sería una manera razonable de actuar por tu parte? Deberías decir: “Poseo algunos conocimientos en ese campo, pero no guarda relación con la verdad. Puedes tomarlo solo como una sugerencia pero en lo que respecta concretamente a cómo actuar, debes indagar más en las intenciones de Dios”. Si te pido consejo y tú realmente crees que dominas el asunto y te consideras una persona extraordinaria, entonces tu carácter es arrogante. La naturaleza arrogante puede despertar en ti este tipo de respuestas y manifestaciones: cuando alguien te pide consejo, inmediatamente dejas de ser racional, pierdes la razón de una persona normal y eres incapaz de juzgar acertadamente. Cuando alguien revela un carácter corrupto, deja de razonar con normalidad. Así que, no importa lo que te suceda; aunque otros te pidan consejo, no puedes ser insolente y debes razonar como una persona normal. ¿Cuál es la manera normal de reaccionar? En esa situación debes pensar: “Aunque sé de lo que hablo, no puedo ser insolente. Debo razonar como lo haría la humanidad normal”. Si vuelves a Dios tendrás la razón de la humanidad normal. Aunque a veces evidencies cierto sentido de autocomplacencia, habrá contención en tu corazón. Es decir, la revelación de tu carácter corrupto se reducirá a la mitad y tendrás una influencia mucho menos negativa en los demás. Sin embargo, si actúas conforme a tu carácter arrogante, crees que siempre tienes la razón y, por tanto, instas a los demás a hacerte caso, lo único que demuestra es una enorme falta de razón. Si el camino que señalas a los demás es correcto, las cosas podrían ir bien, pero si es incorrecto, resultarán perjudicados. Si alguien te pide opinión sobre un asunto personal y lo envías por el camino equivocado, solo habrás dañado a una persona. En cambio, si te piden consejo sobre una cuestión importante relacionada con la obra de la iglesia y les muestras la dirección equivocada, habrás perjudicado la obra de la iglesia y los intereses de la casa de Dios se verán perjudicados. Si la naturaleza del problema es grave y ofende al carácter de Dios, las consecuencias serán inimaginables.
Sean cuales sean las circunstancias, en cuanto alguien empieza a albergar ideas y pensamientos corruptos y se revela su carácter corrupto, el problema no es menor. Si no acude a la verdad para remediar su corrupción, no tendrá manera de purificarse. Con todo, si es capaz de buscar racionalmente la verdad y discernir la raíz de sus revelaciones de corrupción a través de la palabra de Dios, le resultará sencillo solucionar el problema de su carácter corrupto. Cuando más recurras a tu espíritu interior y esperes y busques, más fácil te será encontrar las palabras adecuadas de Dios que te permitan discernir la esencia del problema. De esa manera, las revelaciones de corrupción irán cada vez a menos, serás capaz de someterte a Dios, dejarás de hablar y comportarte según tus nociones y figuraciones y tu humanidad será cada vez más normal. ¿En qué consiste la humanidad normal? En hablar y actuar de un modo acorde con las normas de la humanidad normal, la conciencia y la razón, los principios-verdad y las normas que exige Dios, es decir, es una manifestación de la humanidad normal. Así que no importa qué te suceda: primero debes calmarte, sosegarte ante Dios y orar buscando cómo comportarte de acuerdo con Sus intenciones en la situación en la que te encuentres. La humanidad normal otorga a las personas esta racionalidad; pueden controlarse a sí mismas y lograrlo, solo depende de si pones voluntad para practicarlo de esta manera. Si siempre buscas destacar, vanagloriarte, ponerte por encima de los demás y convertirte en un ídolo a sus ojos, entonces ya te has alejado de Dios. No serás capaz de volver ante Él y tu corazón ya se habrá vuelto en Su contra. Siempre deseas hacer las cosas según tu propia concepción y, una vez que logras algo, sientes como si fuera una gran hazaña, como si participaras en una gran empresa, que estás capacitado y distas de ser una persona corriente y buscas convertirte en sobrehumano y en una gran persona. Ese modo de proceder es problemático y se aleja de la senda correcta. Las personas que no persiguen la verdad son así: carecen del más mínimo resquicio de humanidad normal y están henchidas de naturaleza demoníaca. Aquellos que realmente creen en Dios son capaces de aceptar la verdad, están dispuestos a luchar por ella y disfrutan viviendo en una semejanza humana normal. Para ello deben esforzarse por la verdad y leer más y más a menudo la palabra de Dios; así podrán lograr que Sus palabras penetren en su corazón y llegarán a entender la verdad. Tu corazón ha de estar en un constante estado de quietud y, cuando te sucedan cosas, no debes precipitarte, tener prejuicios ni ser obstinado, radical, artificial o falso, de modo que puedas actuar con razón. Esta es la manifestación adecuada de la humanidad normal.
En la actualidad, la mayoría de las personas son incapaces de ser racionales. Se alegran cuando otras les dedican unas palabras de alabanza y empiezan a pensar que ya no son personas normales. ¿Qué tipo de carácter ponen en evidencia? ¿No es acaso un carácter arrogante? Si te incomoda cuando alguien te poda un poco y sientes el deseo de discutir con esa persona y de refutar lo que ha dicho, ¿qué tipo de carácter estás mostrando? También eso revela un carácter arrogante. Digamos que, si durante un tiempo todo lo que haces va sobre ruedas y las personas te elogian, te dicen que lo has hecho bien y te lanzan miradas de admiración, empiezas a creer que puedes hacer cualquier cosa y que eres superior a los demás. Te hace feliz, y cuando vas por la calle sientes como si te estuvieran llevando en un palanquín. En cambio, cuando sufres reveses, tu buen humor se tuerce y ya no sale de ti ningún entusiasmo al hablar con los demás. Las personas así son demasiado tercas e inmaduras y carecen de la humanidad normal. ¿Qué clase de actitudes manifiestan las personas que poseen una humanidad normal? Cuando sufren reveses o son podadas, no caen en la negatividad ni dejan que las afecte en sus deberes. Tanto si experimentan un gran sufrimiento al llevar a cabo su deber como si consiguen resultados destacados, no se consideran dignas de alabanza, ni esperan ninguna recompensa, ni tampoco exigen respeto. No albergan tales sentimientos. Son capaces de manejar esas situaciones de manera correcta y razonan como una persona normal. En eso consiste poseer una humanidad normal. Cuando las personas viven de acuerdo con su carácter corrupto, a veces se vuelven arrogantes y engreídas, las pierde su orgullo; si sufren fracasos o contratiempos, se desesperan y dejan de razonar de manera normal. La humanidad de una persona solo puede madurar si comprende la verdad, se despoja de su carácter corrupto y crece en la vida. Comprender la verdad y actuar con principios son condiciones indispensables para que la humanidad de las personas madure. Si una persona no comprende la verdad y no actúa con principios, será propensa a ser veleta y a oscilar entre extremos. Cuando alguien la elogie se volverá arrogante, pero si alguien la poda, caerá en la negatividad, que es signo de humanidad inmadura. ¿No es este el estado en el que os encontráis? Siempre pasáis del calor al frío, carecéis de la más mínima estabilidad y sois incapaces de manteneros en un estado normal. Cuando estás feliz y de buen humor, te invade el entusiasmo e incluso estarías dispuesto a entregar tu vida por Dios. Pero cuando te enfrentas a contratiempos y fracasos o te podan, inmediatamente te asalta la negatividad. Caes en la desesperación, sientes que ya no hay nada que hacer, que no hay para ti esperanza de alcanzar la salvación. Tu conciencia, razón y juicio no te sirven de nada en absoluto. Eso es lo que sucede cuando las personas no están en posesión de la verdad; solo pueden vivir de acuerdo con su carácter satánico, involuntariamente en pecado. Nadie puede salvarse sobre la base de sus conocimientos y su inteligencia; cuando las personas no tienen la verdad, no poseen la vida, es como si no tuvieran alma. Por tanto, alcanzar la verdad es absolutamente crucial. Ahora bien, cuando se os enfrenta a la tentación de Satanás, experimentáis reveses y derrotas o sufrís adversidades, ¿qué lecciones deberíais aprender? ¿Cuáles son las intenciones de Dios? ¿Qué quiere Él que comprendas? Pues quiere que comprendáis la verdad y que alcancéis la vida, lo que, fundamentalmente, resolverá todos vuestros problemas. Ahora mismo, vuestra comprensión de la verdad es demasiado superficial y vuestra estatura demasiado pequeña. Como resultado, os encontráis constantemente en un estado anormal y vuestro carácter es inestable. Cuando vuestro estado es bueno, podéis avanzar y seguir progresando, pero cuando es malo, desandáis dos pasos y os sumís en la negatividad durante días. Ese es vuestro estado habitual, por eso avanzáis despacio. La debilidad y la negatividad frecuentes son el mayor obstáculo para entrar en la vida. Para avanzar en la vida, debemos resolver este problema. Algunas personas se conforman con obtener unos pocos resultados en sus deberes, se vuelven arrogantes al recibir elogios y miran con desdén a los demás. Esas personas son las que más carecen de razón y no poseen la más mínima realidad-verdad. En cuanto experimentan cierto éxito, algunas personas comienzan a disfrutar de los beneficios del estatus. No importa lo que hagan, siempre desean recibir alabanzas, y si los demás no las elogian, les falta la fuerza necesaria para realizar su deber. Es una limitación constante para ellas y solo se sienten satisfechas cuando destacan por encima de los demás y las colman de halagos. Si no hacen algo bien, o si fallan o tropiezan, se sienten dominadas por la corrupción y más allá de la redención. Siempre basculan entre esos extremos. Si, independientemente del deber que cumpláis o de qué os suceda, siempre podéis aprender lecciones, buscar la verdad para encontrar los principios de práctica y poner en práctica la verdad, habréis crecido y ya no necesitaréis que nadie os guíe ni dirija. Si cuando comes y bebes la palabra de Dios, compartes sobre la verdad y experimentas algunas vivencias y los entornos que Dios ha previsto para ti, puedes ver adónde te guía Su mano, qué desea que aprendas, en qué aspectos desea que logres discernimiento y qué conocimiento vivencial quiere que adquieras a través de esas cosas y entornos, y eres capaz de obtener algo de cada una de esas experiencias, entonces habrás crecido. Si siempre necesitas la ayuda y la asistencia de los demás para seguir adelante, si te estancas y paralizas o titubeas entre un extremo y otro, si sueles caer y no poder levantarte nunca sin que haya alguien que te inste a hacerlo, te guíe o te apoye, presentas todos los signos de una estatura inmadura. Estas personas no son capaces de comer y beber las palabras de Dios por ellas mismas y no pueden entender la verdad al escuchar los sermones o las enseñanzas. Solo se centran en seguir los preceptos y creen que, mientras los obedezcan, lo estarán haciendo bien. Siempre necesitan a alguien que les indique el camino, que las guíe en todo y que les enseñe y las lleve de la mano para que puedan continuar; sin la ayuda y el apoyo de otros caen en la parálisis, la negatividad y la debilidad. Son completamente inútiles y, antes o después, estarán muertas. Son basura, incapaces de alcanzar la salvación de Dios. Algunos preguntan: “¿Hay alguna manera de solucionar el problema de mi escasa estatura?”. Sí, hay una manera de resolverlo. No importa qué te suceda, sea grave o trivial, o qué deber recaiga sobre ti, debes recordar una cosa: no confíes en los sentimientos de la carne, en tus nociones y figuraciones, ni tampoco en tu entusiasmo; en vez de eso, busca enseguida la verdad e indaga en lo que Dios exige al hombre. Solo si entiendes las intenciones de Dios encontrarás el camino a seguir.
¿Qué evidencia que una persona actúa sobre la base de los propios sentimientos? La manifestación más habitual es que siempre defiende y da la cara por aquel que ha sido amable con ella o con quien tiene cercanía. Por ejemplo, digamos que tu amigo ha sido señalado por hacer algo malo y tú lo defiendes diciendo: “Nunca haría nada así, ¡es una buena persona! Deben de haberlo engañado”. ¿Es una afirmación imparcial? (No). Está actuando y hablando sobre la base de los propios sentimientos. Veamos otro ejemplo. Pongamos que tienes un pequeño conflicto con alguien y le coges manía y que, cuando dice algo que es correcto y va en sintonía con los principios, no lo quieres escuchar. ¿Qué pone eso de manifiesto? (Que no aceptas la verdad). ¿Por qué no puedes aceptar la verdad? Sabes en el fondo de tu corazón que lo que ha dicho es cierto, pero como te resulta muy antipático, no quieres escuchar, aunque sepas que está en lo correcto. ¿Qué problema refleja? (Que los propios sentimientos te dominan). Sentimientos y más sentimientos. Algunas personas se dejan influir fácilmente por sus preferencias y emociones. Si no se llevan bien con alguien, poco importa lo bien o lo atinadamente que esa persona hable, no escucharán. Si, por el contrario, se llevan bien, están dispuestas a escuchar lo que quiera que diga, sea correcto o incorrecto o esté o no de acuerdo con la verdad. ¿No es eso dejarse llevar fácilmente por las preferencias y las emociones propias? Con tal carácter, ¿puede una persona hablar o actuar racionalmente? ¿Puede aceptar la verdad y someterse a ella? (No). Porque la condicionan sus sentimientos y se deja llevar fácilmente por sus emociones, lo que la afecta negativamente a la hora de someter sus acciones a los principios-verdad. También afecta negativamente a su aceptación de la verdad y a su sumisión a ella. ¿Qué afecta, pues, a su capacidad de practicar la verdad y someterse a ella? ¿Qué la condiciona? Sus sentimientos y emociones la limitan y la atan. Si pones las relaciones personales y los intereses personales por encima de la verdad, tales sentimientos te impiden aceptar la verdad. Así pues, no debes actuar ni hablar basándote en los sentimientos. No importa que tu relación con alguien sea buena o mala y sus palabras amables o duras; mientras lo que diga se ajuste a la verdad, deberías escucharlas y aceptarlas. Esa actitud demuestra que se acepta la verdad. Si tu postura es: “Lo que comparte se ajusta a la verdad y además tiene experiencia, pero es demasiado descarado y arrogante y contemplarlo resulta desagradable e incómodo. Así que, aunque tenga razón en lo que diga, no lo voy a aceptar”, ¿qué tipo de carácter demuestras? En concreto, es un sentimiento. Cuando abordas a las personas y las cosas de acuerdo con tus preferencias y emociones, entonces se trata de un sentimiento y entra dentro de la categoría de los sentimientos. Y todo lo que tiene que ver con los sentimientos pertenece al carácter corrupto. Todos los seres humanos corruptos poseen sentimientos y todos se ven limitados por ellos en mayor o menor grado. Si una persona no puede aceptar la verdad, lo tendrá difícil para resolver el problema de los sentimientos. Algunos escudan a los falsos líderes, protegen a los anticristos y defienden y justifican a las personas malvadas. En todos estos casos, los sentimientos están implicados. Por supuesto que, en ocasiones, esas personas solo actúan así movidas por su naturaleza malvada. Hay que hablar sobre estos temas con frecuencia para tener una visión más clara sobre ellos. Puede que algunas personas digan “yo solo les manifiesto cariño a mis amigos o familiares, no a todo el mundo”. Esa afirmación no es correcta, porque si otras personas muestran hacia ti aunque sea el más mínimo favor, acabarás sintiendo aprecio por ellas en mayor o menor grado o de una manera más o menos profunda, pero los sentimientos estarán presentes. Si las personas no resuelven sus sentimientos lo tendrán difícil para practicar la verdad y lograr someterse a Dios.
Hablemos ahora de nociones y figuraciones. Algunas de ellas son resultado de cómo nos ha criado nuestra familia, otras vienen condicionadas por la sociedad, mientras que otras dependen de la educación recibida en la escuela. ¿De qué maneras se manifiesta el tratar a las personas y abordar los asuntos de acuerdo con las propias nociones y figuraciones? Os daré un ejemplo. Supongamos que una persona, después de muchos años siendo creyente, es capaz de renunciar a las cosas y de cumplir su deber con entusiasmo y que, con el tiempo, es elegida líder. Tras alcanzar este nuevo estatus todavía se dedica con más ahínco a su deber y a menudo organiza reuniones para compartir con otros la verdad. Cuando los hermanos y las hermanas tienen problemas, los soluciona enseguida y todo el mundo tiene una buena impresión de ella. Sin embargo, después de llevar un tiempo ejerciendo de líder, esa persona empieza a dedicarse a mantener su estatus y su poder y alardea y se vanagloria de sí misma en cada ocasión. Y, lo peor de todo, promueve y cultiva a personas malvadas para que lleguen a ser líderes y obreros y, todavía más detestable, acalla y excluye a los hermanos y las hermanas que persiguen la verdad. Al final, como consecuencia de haber realizado muchas acciones malvadas y haber entorpecido el trabajo de la iglesia, es señalada de anticristo y expulsada. Al enterarse, algunas personas exclaman: “¡No es posible! Nos llevábamos muy bien. Predicamos juntos el evangelio de manera exitosa a muchas personas. ¿Cómo puede haberse convertido en anticristo?”. Esas personas se forman ciertas nociones sobre cómo la casa de Dios ha gestionado la situación y creen que se ha tratado a una persona buena injustamente. Decidme, ¿por qué defienden a este anticristo y se quejan de la supuesta injusticia cometida contra esa persona? Porque tenían lazos con ella y solían predicar el evangelio juntos. Nunca se imaginaron que, tras asumir el liderazgo, mostraría su verdadera cara, cometería todo tipo de maldades y se convertiría en un anticristo. No son capaces de aceptar lo que no imaginaban. Así que, decidme, ¿no están considerando a esa persona desde el punto de vista de sus nociones y figuraciones? Han llegado a la conclusión de que no es posible que se haya convertido en un anticristo a partir de las impresiones vagas del pasado que tienen de ella. ¿Es correcto este punto de vista? ¿Por qué piensan así y llegan a esas conclusiones? ¿Por qué hacen esos comentarios irresponsables y esas deducciones imprudentes cuando no conocen la situación real? Está en su carácter. Las personas abordan y se relacionan con las personas, los acontecimientos y las cosas de acuerdo con sus figuraciones. ¿Y qué actitud demuestran? En parte arrogancia y en parte intransigencia. Lo que revelas en tu día a día, ya sean tus pensamientos o tus creencias, tus acciones o tus principios cuando tratas a los demás, todo ello deriva de tu carácter corrupto y debes contrastarlo con la verdad. Si, cuando se te pide que lo hagas, te asalta la confusión, eso es un problema, porque significa que no tienes ningún conocimiento de la verdad. ¿Qué efecto tiene la verdad? (Puede corregir el carácter corrupto). ¿Cómo lo corrige? Debes contrastar la realidad de tus creencias, palabras, acciones y pensamientos diarios con la verdad; cuando veas que coinciden, serás capaz de identificar dónde radican tus problemas. Si eres incapaz de hacerlo, o si no aceptas las palabras de Dios ni la verdad y lanzas comentarios irresponsables basados en tus nociones y figuraciones, ¿cuál es tu problema? Pues uno de arrogancia e irracionalidad, y tiene que ver con tu carácter corrupto. Sin saber qué ha sucedido hablas a la ligera, basándote en tus figuraciones, e incluso piensas: “No conocéis a esa persona, pero yo sí, yo conozco la situación”. Lo que realmente estás diciendo es que eres capaz de ver las cosas con mayor claridad y certeza que los demás. ¿No es eso arrogancia? ¿No es santurronería? Este carácter nace de lo profundo de tu ser, por lo que siempre hablas y actúas sobre la base de tus nociones y figuraciones. Por ejemplo: digamos que la iglesia quiere iniciar un proyecto y que te preguntan cuánto costaría. Sin saber nada al respecto, sueltas directamente: “¡Eso va a costar como mínimo 100.000 yuanes!”. Todo el mundo se queda de piedra al escucharte y piensa que no es posible que cueste tanto, que debes de estar exagerando. ¿Qué consecuencias podría sufrir la labor de la iglesia si tu carácter se manifiesta al hablar de manera imprudente y realizar comentarios irresponsables? En realidad, no costaría casi nada sacar el proyecto adelante, pero tú aseguras que va a costar 100.000 yuanes. ¿No es eso hablar de manera irresponsable? ¿No afectará negativamente a la iglesia? ¿Es una manera fiable de conversar y abordar los asuntos? No, es imposible fiarse de ella. Una persona así tiene una utilidad nula para la obra de la casa de Dios. ¿Cuál sería la moraleja en esta situación? Que uno debe aprender a ser honesto y a decir la verdad, esa es la clave para cumplir bien con el deber. Cuando alguien no actúa con honestidad y sus comentarios son irresponsables, no es apto para cumplir ningún deber ni merece realizar ninguna labor en la casa de Dios. Por eso, para desempeñar adecuadamente sus deberes, las personas deben aprender a ser honestas, a responsabilizarse de lo que dicen, a evitar decir cosas irresponsables y a no ser irreflexivas ni basarse en sus propias figuraciones. Se debe hablar con precisión y las palabras propias deben ajustarse a los hechos. Ese es uno de los aspectos que conforman la realidad de una persona honesta.
¿Os habéis dado cuenta de que todos mostráis un carácter arrogante? (Sí, a veces exagero y digo cosas irrazonables. Considero que soy muy arrogante y que eso forma parte de mi esencia-naturaleza). Una vez que has reconocido que tienes un carácter arrogante, ¿cómo lo corriges? El mero hecho de reconocerlo y aceptarlo no soluciona nada. Para poner remedio a tu arrogancia, primero debes aceptar la verdad, asumir el juicio y el castigo de las palabras de Dios, llegar a comprender las muchas maneras en las que tu carácter arrogante se manifiesta según lo exponen las palabras de Dios, qué venenos satánicos las provocan e identificar qué palabras endiabladas te han desorientado y han dado pie a esa arrogancia. Esas son las cosas que tienes que llegar a comprender. A la hora de corregir tu carácter arrogante debes ir paso a paso y tratar de resolver las cuestiones a medida que se pongan en evidencia; de esta manera, tu carácter arrogante se irá mitigando progresivamente. El estado que más se observa en quienes manifiestan un carácter arrogante en la vida es su tendencia a hablar según sus figuraciones y a exagerar. Empezar a corregir este estado que lleva a hacer afirmaciones exageradas es precisamente la manera de remediar un poco la arrogancia. Ahora bien, ¿cómo se soluciona el problema de exagerar basándose en las propias figuraciones? Lo primero es discernir con claridad qué significa este problema. Para empezar, hay que plantearse lo siguiente: “¿Cómo surgen las figuraciones? ¿Por qué las personas se figuran cosas constantemente? ¿En qué se basan esas figuraciones? ¿Representan la realidad? ¿Se ajustan a la verdad?”. A continuación, se debe comprender claramente en qué consiste hacer afirmaciones exageradas, por qué y desde qué posición se hacen y cuál es el objetivo que pretenden conseguir. Una vez halladas las respuestas a estas preguntas y corregido el problema de acuerdo con la verdad, será posible mitigar en cierto modo ese estado que lleva a exagerar sobre la base de las propias figuraciones. Imagina que, por ejemplo, un líder te pide que averigües algo, pero te olvidas de hacerlo porque estás ocupado con otra cosa. Más tarde, cuando el líder te pregunta al respecto, simplemente te inventas algo por miedo a que te pode. ¿Qué carácter revela esto? Aquí entran en escena dos tipos de estado: uno es hablar imprudentemente basándote en tus figuraciones; el otro es inventarte algo porque no sabes qué responder y tienes miedo a que te poden. Si no hablas de manera imprudente, mientes, y si no actúas con arrogancia y vanidad, eres falso. Todas estas cosas causan problemas y deben examinarse. En tu forma de hablar y comportarte, en cuanto te des cuenta de que vas a revelar tu carácter corrupto, debes detenerte y orar a Dios en tu corazón. De manera que ¿cómo deberías comportarte para obrar de acuerdo con los principios-verdad? Tiene que ver con la propia práctica. (Hablar con honestidad y decir solo lo que sabemos). Correcto. Si no sabes la respuesta, deberías decir: “No lo sé, todavía no lo he podido averiguar”. Imagina que piensas para tus adentros: “¿Y si el líder me pregunta por qué no he averiguado el asunto todavía y me poda, qué hago?”. Decidme, ¿cómo deberíais actuar en esta situación? (Si no hemos averiguado el asunto, debemos decirlo. No deberíamos mentir por miedo a que nos poden). Así es. Si sientes el impulso de mentir, de engañar a los demás o de contradecir la realidad solo porque tienes miedo a que te poden, deberías orar a Dios, reflexionar y poner en práctica la honestidad. De este modo, el problema de hablar de acuerdo con tus propias figuraciones se disipará. Con todo, no basta con corregir el problema de hablar según tus figuraciones; debes conocerte con mayor profundidad. No solo debes reconocer tu carácter corrupto, sino también entender tu naturaleza satánica y el origen de tu arrogancia. Si lo consigues, estarás a más de la mitad del camino de corregir tu actitud arrogante. Como mínimo, no te comportarás con arrogancia y serás más humilde en tu forma de actuar. Si eres capaz de ir un paso más allá, corregir el problema de mentir y engañar a los demás, hablar conforme a la verdad y la realidad, ser una persona honesta y decir lo que piensas, entonces vivirás más o menos a semejanza humana y, como mínimo, hablarás y te comportarás de manera más racional. Esto demuestra que, siempre que la gente busque la verdad, se someta a la obra de Dios y ore y confíe en Él, será plenamente capaz de desechar su carácter corrupto. Quienes poseen un carácter arrogante suelen exagerar y piensan siempre que son mejores que los demás; se consideran sublimes y extraordinarios, creen que todos los demás están por debajo de ellos y hablan y se comportan como les place. Cuando también son capaces de lograr sus fines por cualquier medio, a menudo recurriendo a la mentira y el engaño, esas personas no solo son arrogantes y vanidosas, sino que demuestran falsedad. Corregir un carácter arrogante y vanidoso requiere, principalmente, conocer bien tu esencia-naturaleza, ser consciente de que tu arrogancia y vanidad se deben a la completa corrupción que te asola y a que vives a imagen del diablo Satanás. Cuando comprendas esto con claridad verás que, cuanto más arrogante es una persona, más satánica es. La alternativa para comportarse mucho mejor es experimentar fracasos y reveses. ¿Qué es más fácil de corregir, un carácter arrogante o uno falso? En realidad, ninguno de los dos es fácil de reconducir, pero la arrogancia es un poco menos complicada de superar si se la compara con la falsedad. Corregir un carácter falso es mucho más difícil porque las personas falsas están tan llenas de intenciones y motivaciones malvadas que su conciencia y su razón no logran refrenarlas. El problema yace en su esencia-naturaleza. Aun así, por más difícil que sea, si alguien quiere corregir su falsedad, debe empezar por practicar la honestidad. En última instancia, la manera más sencilla de hacerlo es decir simplemente las cosas como son, hablar con franqueza y atenerse a los hechos. Como dijo el Señor Jesús: “Sea vuestro hablar: ‘Sí, sí’ o ‘No, no’” (Mateo 5:37). Para ser una persona honesta se debe practicar de acuerdo con este principio; cuando lleves unos años haciéndolo, sin duda verás los resultados. ¿Cómo practicáis la honestidad ahora? (No tergiversando las palabras ni engañando a los demás). ¿Qué quiere decir “no tergiversar”? Significa que no hay mentira en tus palabras, ni motivaciones ni intereses personales. Si albergas en tu corazón engaño o intereses y motivaciones personales, las mentiras saldrán de ti con naturalidad. Si en tu corazón no hay engaño ni intereses y motivaciones personales, la tergiversación y la mentira estarán ausentes de tus palabras y lograrás que tu hablar sea “‘Sí, sí’ o ‘No, no’”. El paso crucial es purificar el corazón. Una vez que el corazón esté purificado, la arrogancia y la falsedad se corregirán. Para ser una persona honesta se tiene que poner fin a las tergiversaciones; cuando se ha conseguido, será fácil serlo. ¿Cuesta ser una persona honesta? No. No importa cuál sea tu estado interno o cuáles tus actitudes corruptas, debes practicar la verdad de la honestidad. Primero debes subsanar el problema de mentir; eso es esencial. Para empezar, cuando hables, debes tratar de decir lo que piensas, la verdad, explicar las cosas tal como son y abstenerte por completo de mentir. No debe salir de ti ninguna palabra tergiversada y tienes que asegurarte de que todo lo que digas, durante todo el día, sea veraz y honesto. Si lo haces, practicarás la verdad y la honestidad. Si descubres que brotan de ti mentiras o tergiversaciones, detente enseguida a reflexionar y disecciona y comprende las razones que te llevan a mentir, qué te impulsa a hacerlo. Después, basándote en las palabras de Dios, disecciona el problema principal y fundamental. Una vez que sepas con claridad qué provoca que mientas, podrás rebelarte contra ese carácter satánico en tus palabras y acciones. Ya no recurrirás a la mentira ante situaciones parecidas y podrás hablar conforme a la realidad y dejar de decir palabras falaces. Así, tu espíritu se liberará y será libre, y podrás vivir ante Dios. Si eres capaz de vivir de conformidad con las palabras de Dios, vives en la luz. Pero si constantemente caes en la falsedad, maquinas y conspiras, te escondes como un ladrón entre las sombras y actúas con secretismo, no te atreverás a vivir ante Dios. Como tienes motivos ocultos, siempre quieres engañar a los demás para conseguir tus propios objetivos y tu corazón alberga demasiadas cosas vergonzosas e inconfesables, constantemente intentas ocultarlas y esconderlas, disimularlas y enmascararlas. Pero esas cosas no pueden esconderse eternamente. Tarde o temprano saldrán a la luz. Una persona que tiene motivaciones ocultas es incapaz de vivir en la luz. Si no reflexiona, se disecciona en profundidad y se desnuda, no podrá liberarse del yugo y de las ataduras de su carácter corrupto. Seguirá atrapada en una vida de pecado, incapaz de desligarse de ella. En definitiva, sea cual sea la situación, no debes mentir. Si sabes que mentir no está bien, que contradice la verdad, y aun así insistes en mentir y engañar e incluso te inventas cosas para tapar los hechos, la situación real, para así despistar a los demás, entonces actúas indebidamente a sabiendas. Una persona así no puede alcanzar la salvación de Dios. Él otorga la verdad a la gente, pero que esta la acepte y la practique en definitiva es cosa suya. Los que consiguen aceptar la verdad pueden ser salvos, al contrario que los que no son capaces de aceptar la verdad ni de practicarla. Muchas personas son conscientes de que viven según su carácter corrupto y reconocen que quienes viven de acuerdo con su carácter satánico no parecen ni humanos ni demonios, y no consiguen vivir a semejanza de la humanidad normal. Quieren practicar la verdad, pero se ven incapaces de hacerlo y se sienten impotentes. En esta situación, no queda sino orar a Dios y confiar en Él. Si una persona se niega a colaborar, Dios no obrará en su interior. Aquellos que realmente aman la verdad sin duda detestan su carácter falso, toda clase de intenciones personales, así como la mentira y el engaño. Preferirían perjudicarse por hablar con honradez antes que recurrir a la mentira. Elegirían hablar con franqueza, aunque los lleve a ser juzgados y condenados, antes que arrastrar una existencia innoble basada en la mentira. Los que consiguen aborrecer las actitudes satánicas de esta manera tienen la capacidad natural de rebelarse contra la carne, practicar la verdad y lograr ser honestos.
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