Palabras sobre el cumplimiento del deber (Fragmento 38)
¿Qué ocurre cuando algunas personas son demasiado deficientes en su conocimiento profesional para desempeñar sus deberes y les resulta muy difícil aprender cualquier cosa? La causa es su escaso calibre. La verdad queda lejos del alcance de las personas con un calibre excesivamente bajo, y no aprenden con facilidad. La mayoría de ellas tienen defectos terribles. No solo carecen de conciencia y razón, sino que además no tienen el estatus de Dios en su corazón. A sus ojos les falta vida, están apagados y en un estado de estupor, como animales. Solo saben comer, beber y pasarlo bien, y no estudian ni tienen ninguna habilidad. Solo aprenden cosas de manera superficial, y creen que han entendido cuando apenas han rascado la superficie. Cuando los demás tratan de explicarles más, se niegan a escuchar, lo creen innecesario. No escuchan ni aceptan nada que digan los demás, y en consecuencia no pueden lograr nada y son básicamente inútiles. Tener escaso calibre ya es terrible en sí mismo. Si además el carácter es malo, se carece de moralidad, no se escuchan los consejos, no se aceptan las cosas positivas y no se está dispuesto a aprender y adoptar cosas nuevas, una persona así es inservible. Aquellos que cumplen con sus deberes deben poseer conciencia y razón, conocer sus propios puntos de vista y defectos, y entender de lo que carecen y lo que necesitan mejorar. Deben sentir siempre que les falta mucho y que, si no estudian y aceptan cosas nuevas, puede que se les descarte. Si perciben en el corazón una sensación de crisis inminente, eso les aporta motivación y voluntad de aprender cosas. Por una parte, han de dotarse de verdades, y por otra, deben adquirir conocimiento profesional relacionado con el desempeño de sus deberes. Al practicar de ese modo, puede que hagan progresos, y cumplir con sus deberes dará buenos resultados. La vida solo puede tener valor realizando bien los deberes y viviendo con apariencia de humanidad, así que cumplir con los deberes es de lo más significativo. Algunos tienen un mal carácter, y no solo son ignorantes sino también arrogantes. Siempre les parece que buscar sobre todas las cosas y escuchar siempre al resto provocará el menosprecio de los demás y que pierdan reputación, y que comportarse de ese modo carece de dignidad. En realidad, es lo contrario. Ser arrogante y santurrón, no aprender nada, quedarse atrás y estar desfasado en todo, carecer de conocimiento, perspectiva e ideas es lo que resulta verdaderamente vergonzoso, y ahí es cuando se pierde la integridad y la dignidad. Hay quienes no saben hacer nada bien, poseen un entendimiento rudimentario de todo lo que aprenden, les basta con entender unas pocas doctrinas y se creen competentes. Sin embargo, no pueden conseguir nada, y no obtienen resultados tangibles. Si les dices que ni entienden ni han conseguido nada, no se quedan convencidos y discuten con insistencia su postura. Sin embargo, cuando hacen cosas, las hacen fatal y las dejan a medias. ¿Acaso no eres inservible si no puedes encargarte bien de ninguna tarea? ¿No es eso ser un inútil? Aquellos con un calibre excesivamente bajo no pueden manejar siquiera las tareas más sencillas. Son unos inútiles con vidas carentes de valor. Hay quien dice: “Crecí en el campo, sin educación ni conocimiento, y mi calibre es escaso, al contrario que vosotros que vivís en la ciudad y tenéis educación y conocimiento, de modo que podéis sobresalir en todo”. ¿Es correcto este enunciado? (No). ¿Qué tiene de incorrecto? (Que una persona pueda lograr cosas no tiene nada que ver con su entorno, sobre todo depende de si esa persona hace un esfuerzo por aprender y mejorar). Cómo trate Dios a las personas no depende de la educación que recibieran o de la clase de entorno en el que nacieran, o del talento que tengan. En cambio, Él trata a las personas a partir de la posición que tomen respecto a la verdad. ¿Con qué tiene que ver esta postura? Con su humanidad, y también con su carácter. Si crees en Dios debes poder manejar la verdad correctamente. Si adoptas una postura de humildad y aceptación de la verdad, entonces, aunque tengas un calibre ligeramente pobre, Dios te seguirá esclareciendo y te permitirá ganar algo. Si tienes buen calibre, pero siempre eres arrogante y santurrón, siempre crees que cualquier cosa que digas es correcta y lo que digan los demás es lo equivocado, rechazando cualquier sugerencia que otros propongan e incluso siendo reacio a la verdad, sea lo que sea lo que se comparta, y siempre resistiéndote a ella, ¿puede entonces una persona como tú ganarse la aprobación de Dios? ¿Obrará el Espíritu Santo en alguien semejante? No. Dios dirá que tienes mal carácter y no eres digno de recibir Su esclarecimiento, y si no te arrepientes, incluso te quitará lo que antes tenías. En esto consiste quedar en evidencia. Los que son así tienen vidas patéticas. Está claro que no son nada, son unos ineptos en todo, y no obstante se creen muy buenos, mejores que el resto en todos los aspectos. Nunca discuten sus fallos o defectos delante de los demás, ni tampoco sus debilidades y su negatividad. Siempre fingen ser competentes, dando una falsa impresión a los demás, haciéndoles creer que son expertos en todo, que carecen de debilidades, que no necesitan ayuda, que no les hace falta escuchar la opinión de los demás ni aprender de los puntos fuertes de otros para compensar sus propios defectos, y que siempre serán mejores que cualquiera. ¿Qué clase de carácter es este? (Arrogancia). Mucha arrogancia. La gente así tiene unas vidas patéticas. ¿Son capaces en realidad? ¿Acaso de verdad pueden lograr algo? Han estropeado muchas cosas antes, y sin embargo este tipo de gente sigue creyendo que puede hacer cualquier cosa. ¿Acaso no es esto muy irrazonable? Cuando les falta razón hasta ese punto, se trata de personas atolondradas. No aprenden nada ni aceptan las cosas nuevas. Están secas por dentro, son estrechas de mente y miserables, y con independencia de esta situación, no llegan a entender ni captar los principios o a entender las intenciones de Dios, y solo saben atenerse a los preceptos, soltar palabras y doctrinas, y alardear delante de los demás. El problema es que no entienden ninguna verdad y no tienen la menor idea de la realidad-verdad, y sin embargo siguen siendo muy arrogantes. Sencillamente son personas atolondradas y son del todo impermeables a la razón, y lo único que cabe hacer es descartarlas.
Cuando estáis colaborando con otros para cumplir con vuestros deberes, ¿podéis abriros a opiniones diferentes? ¿Podéis dejar que hablen los demás? (Sí, un poco. Antes, muchas veces no escuchaba las sugerencias de los hermanos y hermanas e insistía en hacer las cosas a mi manera. Fue después, cuando los hechos demostraron que estaba equivocado, cuando vi que la mayoría de sus sugerencias habían sido correctas, que la resolución de la que hablaban todos era la realmente adecuada, y que al confiar en mis propias opiniones era incapaz de ver las cosas con claridad y tenía carencias. Tras experimentar esto, me di cuenta de lo importante que es colaborar en armonía). ¿Y qué puedes ver a partir de esto? Tras experimentar esto, ¿recibiste algún beneficio y entendiste la verdad? ¿Creéis que hay alguien perfecto? Por muy fuerte, capaz e ingeniosa que sea la gente, no es perfecta. La gente debe reconocerlo, es un hecho, y es la postura que las personas deben adoptar para abordar correctamente sus propios méritos y sus puntos fuertes o defectos; esta es la racionalidad que deben poseer. Con esa racionalidad podrás abordar adecuadamente tus puntos fuertes y débiles, así como los de los demás, lo que te permitirá trabajar armónicamente con ellos. Si has entendido este aspecto de la verdad y eres capaz de entrar en este aspecto de la realidad-verdad, podrás llevarte armónicamente con tus hermanos y hermanas, al utilizar sus puntos fuertes para compensar cualquier debilidad que tengas. Así, independientemente de cuál sea tu deber o actividad, siempre mejorarás en ello y tendrás la bendición de Dios. Si siempre crees que eres muy bueno y los demás son peores comparados contigo, si siempre quieres tener la última palabra, entonces esto va a ser problemático. Este es un problema de carácter. ¿Acaso tales personas no son arrogantes y santurronas? Imagínate que alguien te da un buen consejo, pero crees que si lo aceptas podría menospreciarte y pensar que no eres tan bueno como esa persona. Así que sencillamente decides no escucharla. En su lugar, intentas eclipsarla con palabras elevadas y altisonantes para que te tenga en alta estima. Si siempre interactúas de este modo con el resto, ¿puedes cooperar con alguien en armonía? No solo fracasarás a la hora de alcanzar esa armonía, sino que también se producirán consecuencias negativas. Con el tiempo, todo el mundo percibirá que eres demasiado falso y taimado, que no te pueden calar. No practicas la verdad y no eres una persona honesta, así que los demás sienten repulsión hacia ti. Si le repeles a todo el mundo, ¿no significa eso que te rechazan? Decidme, ¿cómo trata Dios a alguien al que todo el mundo rechaza? Dios también detestaría a una persona así. ¿Por qué detesta a la gente así? Aunque sus intenciones al cumplir con su deber sean genuinas, lo que Dios detesta son sus métodos. El carácter que revelan y todos sus pensamientos, ideas e intenciones son perversos a ojos de Dios, y son cosas que Él detesta y le repugnan. Dios detesta el comportamiento de la gente que siempre emplea tácticas despreciables en sus palabras y acciones con el objetivo de hacer que otros los tengan en alta estima.
Cuando cumplen su deber o cualquier trabajo ante Dios, las personas han de tener un corazón puro. Debe ser como un cuenco de agua fresca, cristalina, sin impurezas. Entonces, ¿qué clase de postura es la correcta? Hagas lo que hagas, puedes debatir con los demás lo que habita en tu corazón, sean cuales sean las ideas que tengas. Si alguien dice que tu manera de hacer las cosas no va a funcionar y propone otra idea, y si te parece que se trata de una bastante buena, entonces renuncias a tu propio método y haces las cosas conforme a su propuesta. Si obras así, todo el mundo se da cuenta de que eres capaz de aceptar sugerencias de otros, de elegir la senda correcta, de actuar según los principios y con transparencia y claridad. No existe oscuridad en tu corazón, y obras y hablas con sinceridad, apoyándote en una postura de honestidad. Llamas a las cosas por su nombre. Lo que es, es; lo que no es, no es. Sin trucos ni secretos, tan solo una persona muy transparente. ¿Acaso no es esa una actitud? Se trata de una postura respecto a la gente, los acontecimientos y las cosas que es representativa del carácter de la persona. Por otro lado, puede que alguien nunca se abra y no comunique a los demás lo que piensa, y que en todo lo que haga nunca consulte con nadie, sino que mantienen el corazón cerrado para los demás, siempre en aparente guardia hacia ellos en todo momento. Se protege todo lo posible. ¿No es esta una persona falsa? Por ejemplo, se le ocurre una idea que le parece ingeniosa, y piensa: “Por ahora, me la guardo para mí. Si la comparto, a lo mejor la usáis y me quitáis protagonismo, y eso no me vale. Os la ocultaré”. O si hay algo que no entiende del todo, piensa: “No hablaré ahora. Si hablo y alguien dice algo más sublime, ¿no pareceré tonto? Todos me conocerán, verán mi debilidad en esto. No debo decir nada”. Con independencia de las apreciaciones, sea cual sea el motivo subyacente, tiene miedo de que todos lo conozcan. Siempre se plantea el deber y la gente, los acontecimientos y las cosas con esta perspectiva y esta actitud. ¿Qué tipo de carácter es este? Un carácter torcido, falso y perverso. A primera vista, parecen haberle dicho a los demás todo lo que creen que pueden decir, pero bajo la superficie, se guardan algunas cosas. ¿Qué se guardan? Nunca dicen cosas que afecten a su reputación e intereses, les parecen temas privados y nunca hablan de ellos con nadie, ni siquiera con sus padres. Nunca dicen tales cosas. Eso supone un problema. ¿Crees que si no dices estas cosas Dios no las va a saber? Dicen que Dios las sabe, ¿pero están seguros en su corazón de que es así? Nunca se dan cuenta de que: “Dios lo sabe todo, lo que pienso en mi corazón, aunque no lo haya revelado, Él lo escruta en secreto, lo sabe perfectamente. No puedo esconderle nada a Dios, así que debo alzar la voz, compartir abiertamente con mis hermanos y hermanas. Con independencia de si mis pensamientos e ideas son buenos o malos, debo decirlos desde la verdad, no puedo ser torcido, falso, egoísta y despreciable, he de ser una persona honesta”. La postura adecuada es pensar de esta manera. En vez de buscar la verdad, la mayoría de la gente tiene sus propios planes mezquinos. Sus propios intereses, su imagen y el lugar o posición que ocupan en la mente de los demás tienen gran importancia para ellos. Estas son las únicas cosas que aprecian. Se aferran a ellas con mucha fuerza y las consideran como su propia vida. Y cómo los vea o los trate Dios tiene para ellos una importancia secundaria. Es algo que, de momento, ignoran. Lo único que les importa es si son el jefe del grupo, si otros los admiran y si sus palabras tienen peso. Su primera preocupación es la de ocupar esa posición. Cuando se encuentran en un grupo, casi todas las personas buscan este tipo de posición, este tipo de oportunidades. Si tienen un gran talento, por supuesto que quieren estar en lo más alto; si tienen una capacidad normal, querrán tener una posición superior en el grupo; y si están en una posición baja, siendo de calibre y habilidades normales, también desearán que los demás los admiren, no querrán que los miren por encima del hombro. La imagen y la dignidad de estas personas es donde marcan el límite: tienen que aferrarse a tales cosas. Puede que no tengan integridad, y no posean ni la aprobación ni la aceptación de Dios, pero en absoluto pueden perder entre los demás el respeto, el estatus o la estima por los que se han esforzado. Ese es el carácter de Satanás. Sin embargo, las personas no son conscientes de ello. Creen que tienen que aferrarse a ese poquito de imagen hasta el final. No son conscientes de que solo cuando renuncien por completo a estas cosas vanas y superficiales y las den de lado, se convertirán en una persona real. Si una persona protege como a su vida estas cosas que deberían desecharse, su vida está perdida. Desconocen lo que está en juego. Y así, cuando actúan, siempre se guardan algo, siempre tratan de proteger su propia imagen y estatus, los colocan en primer lugar, hablan solo para sus propios fines, para su propia defensa espuria. Lo hacen todo para ellos mismos. Se lanzan hacia cualquier cosa que destaque, para hacer saber a todo el mundo que formaron parte de ella. En realidad no tuvieron nada que ver, pero jamás quieren quedar en segundo plano, siempre tienen miedo de que los demás los desprecien, temen siempre que los demás digan que no son nada, que no son capaces, que no tienen aptitudes. ¿Acaso no está todo esto dirigido por sus actitudes satánicas? Cuando seas capaz de desprenderte de cosas como la imagen y el estatus, estarás mucho más relajado y libre; habrás puesto el pie en la senda de ser honesto. Pero para muchos, no es algo fácil de conseguir. Cuando aparece la cámara, por ejemplo, las personas se lanzan a ponerse delante; les gusta que les enfoque, cuanto más lo haga, mejor. Temen que no sea suficiente, y pagarán el precio que sea necesario para tener la oportunidad de que así sea. ¿Y acaso no está todo ello dirigido por sus actitudes satánicas? Estas son sus actitudes satánicas. Entonces logras estar en el foco, ¿y ahora qué? La gente piensa bien de ti, ¿y qué? Te idolatran, ¿y qué? ¿Demuestra algo de esto que poseas la realidad-verdad? No tiene ningún valor. Cuando puedas superar estas cosas, cuando te vuelvas indiferente hacia ellas y ya no las consideres importantes, cuando la imagen, la vanidad, el estatus y la admiración de las personas ya no controlen tus pensamientos y tu comportamiento, y mucho menos la forma en que cumples con tu deber, entonces serás cada vez más eficaz y más puro en el cumplimiento de esos deberes.
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