Palabras sobre el cumplimiento del deber (Fragmento 41)
En la casa de Dios, todos los que persiguen la verdad están unidos ante Dios, no divididos. Todos trabajan con un objetivo común: cumplir bien con su deber, hacer el trabajo que les corresponde, actuar según los principios-verdad, hacer lo que Dios requiere, y satisfacer Sus intenciones. Si tu objetivo no va en ese sentido, sino en beneficio propio, en aras de satisfacer tus deseos egoístas, entonces se trata de la revelación de un carácter satánico corrupto. En la casa de Dios, los deberes se cumplen según los principios-verdad, mientras que las acciones de los no creyentes se rigen por su carácter satánico. Son dos sendas muy diferentes. Los no creyentes siguen su propio consejo, cada uno tiene sus propios objetivos y planes, y todos viven para sus propios intereses. Es por eso que todos ellos luchan por su propio beneficio y no están dispuestos a renunciar ni a un ápice de lo que obtienen. Están divididos, no unidos, ya que no están orientados a un objetivo común. La intención y la naturaleza detrás de sus actos son las mismas. Están decididos a actuar para sí mismos. Aquí no reina la verdad; lo que sí reina y manda en ello es un carácter satánico corrupto. Están controlados por su carácter satánico corrupto y no lo pueden evitar, por lo cual se hunden cada vez más en el pecado. En la casa de Dios, si los principios, los métodos, la motivación y el punto de partida de vuestras acciones no fueran diferentes a los de los no creyentes, si un carácter satánico corrupto jugara con vosotros, os controlara y manipulara, y si el punto de partida de vuestros actos fueran vuestros propios intereses, reputación, orgullo y estatus, entonces no desempeñaríais vuestro deber en forma diferente a aquella en la cual hacen las cosas los no creyentes. Si perseguís la verdad, debéis cambiar la manera de hacer las cosas. Debéis abandonar vuestros propios intereses, vuestras intenciones personales y vuestros deseos. En primer lugar, debéis hablar sobre la verdad al hacer las cosas, y entender las intenciones y los requisitos de Dios antes de repartiros las tareas, con la atención puesta en quién es bueno y malo en qué. Debéis aceptar lo que sois capaces de hacer y estar sujetos a vuestro deber. No luchéis ni intentéis aferraros a las cosas. Debéis aprender a ceder y a ser tolerantes. Si alguien acaba de comenzar a cumplir un deber o acaba de aprender las habilidades de un campo, pero no es capaz de realizar ciertas tareas, no debes forzarlo. Debes asignarle tareas que sean un poco más sencillas. De esta manera, le costará menos obtener resultados al cumplir su deber. Esto es ser tolerante y paciente, y tener principios. Forma parte de lo que la humanidad normal debe tener; es lo que Dios requiere a las personas y lo que estas deben practicar. Si tienes cierta habilidad en algún campo y has estado trabajando en él por más tiempo que la mayoría, se te debe asignar el trabajo más complicado. Debes aceptar de parte de Dios y someterte. No seas quisquilloso y te quejes diciendo: “¿Por qué me complican las cosas a mí? Les dan las tareas fáciles a los demás y a mí me dan las difíciles. ¿Acaso no intentan complicarme la vida?”. “Intentan complicarme la vida”, ¿qué quieres decir con eso? La organización del trabajo se adapta a cada persona: los que son más capaces hacen más. Si has aprendido mucho y Dios te ha dado mucho, corresponde que se te asigne una carga más pesada, no para complicarte la vida, sino porque eso es precisamente lo adecuado para ti. Es tu deber, así que no intentes elegir, negarte o zafarte. ¿Por qué te parece difícil? En realidad, si te esforzaras un poco, serías totalmente capaz de lograrlo. El hecho de que lo consideres difícil, que es injusto, que se meten contigo adrede, es revelación de un carácter corrupto. Es negarte a cumplir con el deber y no aceptar nada de parte de Dios. Eso supone no practicar la verdad. Cuando eliges qué deber cumplir y haces lo que es sencillo y fácil, y haces solo aquello que te hace quedar bien, este es un carácter satánico corrupto. El hecho de que no seas capaz de aceptar tu deber ni someterte demuestra que aún eres rebelde hacia Dios, que te opones a Él, lo rechazas y lo evitas. Ese es un carácter corrupto. Cuando te das cuenta de que se trata de un carácter corrupto, ¿qué debes hacer? Si crees que las tareas asignadas a otros se pueden cumplir fácilmente, mientras que las asignadas a ti te mantendrán ocupado durante mucho tiempo y requieren que dediques tiempo a investigar, y eso te hace infeliz, ¿está bien que te sientas así? Desde luego que no. Entonces, ¿qué debes hacer cuando sientas que esto no está bien? Si te resistes y dices: “Cada vez que reparten trabajos, me asignan los que son difíciles, ingratos y exigentes, y encargan a otros los que son ligeros, simples y notorios. ¿Creen que soy alguien a quien puedan avasallar? ¡Esta no es una manera justa de distribuir los trabajos!”. Si esa es tu forma de pensar, es errónea. Independientemente de si hay alguna desviación en la distribución de los trabajos, o de si se reparten razonablemente o no, ¿qué escudriña Dios? Lo que escudriña es el corazón de una persona. Se fija en si alguien tiene un corazón sumiso, si puede asumir algunas cargas por Dios y si ama a Dios. Según los requisitos de Dios, tus excusas no son válidas, tu manera de cumplir tu deber no está a la altura de las expectativas y te falta la realidad-verdad. No tienes sumisión alguna y te quejas cuando haces algunas tareas exigentes o ingratas. ¿Cuál es el problema aquí? En primer lugar, tu mentalidad es errónea. ¿Qué significa esto? Significa que tu actitud hacia tu deber es errónea. Si siempre piensas en tu propio orgullo y tus propios intereses, y no tienes consideración con las intenciones de Dios, ni tienes sumisión alguna, esa no es la actitud correcta que debes tener hacia tu deber. Si te esforzaras por Dios sinceramente y tuvieras un corazón amante de Dios, ¿cómo abordarías las tareas que son ingratas, exigentes o duras? Tu mentalidad sería diferente: elegirías hacer lo que sea difícil y buscarías asumir cargas pesadas. Aceptarías hacer lo que otras personas están poco dispuestas a hacer y lo harías simplemente por amor a Dios y para satisfacerlo. Rebosarías alegría por el hecho de hacerlo, sin ningún atisbo de queja. Las tareas ingratas, exigentes y difíciles revelan a las personas tal como son. ¿Hasta qué punto eres diferente de las personas que solo aceptan tareas ligeras y notorias? No eres mucho mejor que ellas. ¿Acaso no es así? Así es como debes ver estas cosas. Por tanto, lo que más revela a las personas tal como son es su manera de cumplir su deber. Algunas personas dicen grandes cosas la mayor parte del tiempo y manifiestan que están dispuestas a amar y a someterse a Dios, pero en el momento en el que se encuentran con una dificultad en el cumplimiento de su deber, se dedican a expresar toda clase de quejas y palabras negativas. Es obvio que son hipócritas. Si alguien ama la verdad, al enfrentarse a una dificultad en el cumplimiento de su deber orará a Dios y buscará la verdad, a la vez que abordará su deber con seriedad, aun en el caso de que no esté organizado de manera adecuada. No se quejará, incluso cuando realice tareas pesadas, ingratas o difíciles, y puede hacer bien sus tareas y cumplir bien su deber con un corazón sumiso a Dios. Siente un gran regocijo al hacerlo, y Dios se reconforta al verlo. Esta es la clase de persona que cuenta con la aprobación de Dios. Si alguien se muestra malhumorado o irritable apenas deba acometer tareas ingratas, duras o exigentes, y no permite que nadie lo critique, no es una persona que se esfuerce por Dios sinceramente. Lo único que puede pasarle es que se le ponga en evidencia y se le descarte. En casos normales en los que tenéis estos estados, ¿sois capaces de percibir la gravedad de este problema? (En parte). Si podéis percibir parte del problema, ¿podéis darle la vuelta con vuestra propia fuerza, vuestra propia fe y vuestra propia estatura? Debes cambiar esta actitud. Primero debes pensar: “Esta actitud es errónea. ¿No me está llevando a elegir por conveniencia en el cumplimiento de mi deber? Esto no es sumisión. El cumplimiento de mi deber debe ser un motivo de felicidad, algo que hago de buen grado y con alegría. ¿Por qué no estoy feliz y por qué me enojo? Sé perfectamente cuál es mi deber y eso es lo que debo hacer. ¿Por qué no puedo simplemente someterme? Debo comparecer ante Dios y orar, y llegar a conocer la revelación de este carácter corrupto en lo hondo de mi corazón”. Entonces, mientras lo haces, debes orar: “Dios, me he acostumbrado a comportarme de manera obstinada, ya no escucho a nadie. Mi actitud es errónea y no tengo sumisión. Te ruego que me disciplines y hagas que sea sumiso. No quiero enojarme. No quiero volver a rebelarme contra Ti. Haz que me conmueva y que pueda cumplir bien este deber. No estoy dispuesto a vivir por Satanás; estoy dispuesto a vivir por la verdad y a practicarla”. Al orar de esta manera, tu estado interior mejorará, y cuando ese estado mejore, serás capaz de someterte. Pensarás: “Esto no es gran cosa, realmente. Simplemente hago más cuando otros hacen menos, no me divierto cuando ellos sí ni hablo distraídamente mientras que ellos sí lo hacen. Dios me ha encomendado una carga extra, una carga pesada; esa es Su consideración hacia mí, Su favor hacia mí, y eso demuestra que puedo soportar esta carga pesada. Dios es muy bueno conmigo, y debo ser sumiso”. Y tu actitud habrá cambiado, sin que te hayas dado cuenta. Tu actitud no era buena cuando al principio aceptaste tu deber. Eras incapaz de someterte, pero has podido cambiarlo rápidamente y aceptar inmediatamente el escrutinio y la disciplina de Dios. Has podido comparecer ante Dios sin demora con una actitud obediente, la de aceptar y practicar la verdad, hasta que pudiste aceptar tu deber enteramente de Dios y cumplirlo con todo el corazón. Esto comporta un proceso de lucha. Este proceso de lucha es el proceso de tu cambio, el proceso de tu aceptación de la verdad. Sería imposible que las personas estuvieran dispuestas y contentas y que se sometieran a cualquier cosa que se cruzara en sus caminos sin cuestionarse nada. Si las personas pudieran hacer eso, significaría que no tendrían un carácter corrupto y que no necesitarían que Dios expresara la verdad para salvarlas. Las personas tienen ideas; tienen actitudes erróneas; tienen estados erróneos y negativos. Todos estos son problemas reales que existen. Pero cuando estos estados negativos y adversos, las emociones negativas y el carácter corrupto se apoderan y toman el control de tu conducta, de tus pensamientos y de tu actitud, lo que haces, tu manera de practicar y la senda por la que eliges ir dependerán de tu actitud hacia la verdad. Puedes tener emociones o estar en un estado negativo o rebelde, pero cuando esto se manifieste durante el cumplimiento de tu deber, le darás la vuelta fácilmente porque compareces ante Dios, porque entiendes la verdad, porque buscas a Dios y porque tienes una actitud de sumisión y aceptación de la verdad. Entonces no tendrás ningún problema para cumplir bien tu deber y serás capaz de vencer la limitación y el control que el carácter satánico corrupto tiene sobre ti. Al final, cumplirás satisfactoriamente tu deber y cumplirás la comisión de Dios y obtendrás la verdad y vida. El proceso de cumplir el deber de las personas y ganar la verdad también es un proceso de cambio de carácter. En el cumplimiento de sus deberes, las personas reciben el esclarecimiento y la iluminación del Espíritu Santo, comprenden la verdad y entran en la realidad. También al encontrarse con dificultades en el cumplimiento de sus deberes, comparecen ante Dios a menudo para orar, para buscar y captar Sus intenciones con el fin de resolverlas, de manera que puedan cumplir sus deberes normalmente. En el cumplimiento de sus deberes, Dios disciplina a las personas, y estas viven bajo la dirección del Espíritu Santo, aprenden gradualmente a hacer las cosas de acuerdo con los principios-verdad y llegan a cumplir su deber satisfactoriamente. Así es como la verdad lleva las riendas de tu corazón y lo dirige.
Algunas personas, sin importar el problema al que se puedan enfrentar cuando llevan a cabo sus deberes, no buscan la verdad y siempre actúan de acuerdo con sus propios pensamientos, nociones, imaginaciones y deseos. Constantemente satisfacen sus propios deseos egoístas y su carácter corrupto siempre controla sus acciones. Puede parecer que siempre han cumplido con sus deberes, pero como nunca han aceptado la verdad, y son incapaces de hacer las cosas según los principios-verdad, al final no consiguen la verdad y vida, y se convierten en trabajadores dignos de ser llamados así. Así pues, ¿en qué confían estas personas en el cumplimiento de sus deberes? No confían ni en la verdad ni en Dios. Esa poca verdad que sí entienden no ha asumido la soberanía de su corazón: confían en sus propios dones y talentos, en el conocimiento que han adquirido, así como en su propia fuerza de voluntad o en sus buenas intenciones, para cumplir estos deberes. Y siendo este el caso, ¿serán capaces de cumplir con su deber según un estándar aceptable? Cuando las personas se basan en su naturalidad, sus nociones, sus imaginaciones, su experiencia y su educación para cumplir con el deber, aunque pueda parecer que están cumpliendo con él y que no cometen maldades, no están practicando la verdad, y no han hecho nada que sea satisfactorio para Dios. También hay otro problema que no se puede ignorar. Durante el desarrollo de tu deber, si tus nociones, imaginaciones y deseos personales nunca cambian y nunca son reemplazados con la verdad; y si tus acciones y tus actos nunca se realizan de acuerdo con los principios-verdad, entonces ¿cuál será el resultado final? No tendrás entrada en la vida, te convertirás en un trabajador, con lo que cumplirás así las palabras del Señor Jesús: “Muchos me dirán en aquel día: ‘Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?’. Y entonces les declararé: ‘Jamás os conocí; apartaos de mí, los que practicáis la iniquidad’” (Mateo 7:22-23). ¿Por qué llama Dios malhechores a estas personas que realizan esfuerzo y trabajan? Hay un aspecto del que podemos estar seguros, y es que, independientemente de los deberes o la obra que hagan estas personas, sus motivaciones, ímpetus, intenciones y pensamientos surgen enteramente de sus deseos egoístas, y están completamente orientados a proteger sus propios intereses y perspectivas, y a satisfacer su propio orgullo, vanidad y estatus. Todo está centrado en estas consideraciones y cálculos, no existe la verdad en su interior, no tienen un corazón que tema y se someta a Dios: esta es la raíz del problema. En la actualidad, ¿qué es fundamental que busquéis? En todas las cosas, debes buscar la verdad, y debes cumplir con tu deber correctamente según las intenciones de Dios y lo que Él pide. Si lo haces, recibirás la aprobación de Dios. Entonces, ¿qué es lo que se necesita específicamente para cumplir con el deber de acuerdo con lo que Dios pide? En todo lo que hagas, debes aprender a orar a Dios, debes reflexionar sobre qué intenciones tienes, qué pensamientos, y si estas intenciones y pensamientos concuerdan con la verdad; si no lo hacen, deben dejarse de lado, tras lo cual debes actuar según los principios-verdad y aceptar el escrutinio de Dios. Así te asegurarás de poner en práctica la verdad. Si tienes tus propias intenciones y objetivos, y eres muy consciente de que estos vulneran la verdad y están de acuerdo con las intenciones de Dios, y aun así no le oras a Dios ni buscas la verdad para encontrar una solución, esto es peligroso, es fácil que cometas maldades y hagas cosas que se opongan a Dios. Si cometes maldades una o dos veces y te arrepientes, sigues teniendo esperanza de salvación. Si sigues cometiendo maldades, eres un hacedor de toda clase de maldades. Si a esta altura continúas sin arrepentirte, estás en problemas: Dios te dejará de lado o te abandonará, lo que significa que corres el riesgo de ser descartado; la gente que comete toda clase de actos malvados sin duda será castigada y descartada.
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