Solo a base de practicar la verdad y someterse a Dios se puede lograr transformar el carácter (Parte 2)
A continuación pasaré a hablar del tercer tipo de personas: los incrédulos. Los incrédulos son siempre escépticos en lo relativo a Dios. Este tipo de persona, tras escuchar las palabras de Dios, reconoce en su interior lo siguiente: “Este sermón está en lo cierto, esas son las palabras pronunciadas por el Dios encarnado. Esta iglesia está repleta de buenas personas en su mayoría. Es un buen lugar, donde no se oprime ni se maltrata a la gente, donde no hay llanto ni sufrimiento; se trata de un verdadero nido de comodidad, un refugio. Estas personas vienen de todas partes, de distintos países y lugares, son amables y cariñosas, son capaces de abrir su corazón para compartir y se llevan bien unas con otras en perfecta armonía; todas ellas son buena gente. Los sermones pronunciados por lo Alto son buenos y están llenos de energía positiva, y las palabras de Dios son pura verdad y cosas positivas. Escuchar estos sermones alimenta el espíritu y lo beneficia. La gente vive en presencia de Dios, experimenta consuelo, gozo y felicidad, tiene la sensación de vivir en un paraíso terrenal. Sería aún mejor si fuera posible convertirse en alguien con talento y contribuir en la casa de Dios”. Estas personas toman las palabras de Dios y el contenido de los sermones como teorías y enseñanzas positivas, como buenas doctrinas de personalidades famosas y figuras destacadas, ¿pero acaso las ponen en práctica? (No). ¿Y por qué no? Porque practicar estas verdades conlleva cierto grado de dificultad; ¡tendrían que soportar adversidades y pagar un precio! Creen que simplemente basta con saber pronunciar esas palabras, y que no hay necesidad de ponerlas en práctica, que no es preciso tomarse tan en serio la fe en Dios, como si en la religión creer en Dios fuera una mera afición y no hubiera problema en limitarse a hacer un mínimo esfuerzo y asistir a las reuniones. No son capaces de aceptar de forma completa y sincera las palabras de Dios, e incluso albergan nociones al respecto. Por ejemplo, cuando Dios dice que ser una persona honesta significa llamar a las cosas por su nombre y no mentir jamás, ellos no lo entienden, y piensan: “¿Acaso no miente todo el mundo? Ser abierto con todos, bajar la guardia, someterse totalmente a Dios, ¿no es una estupidez?”. Creen que actuar así es una insensatez y que no es posible comportarse de esa forma. Reconocen que la palabra de Dios es la verdad, pero es inútil pedirles que practiquen conforme a Sus palabras. Por tanto, esa gente trata la palabra de Dios con una actitud de desgana, limitándose a reconocer que todas las palabras de Dios son correctas y la verdad, pero negándose a aceptarlas y ponerlas en práctica. Cuando la casa de Dios necesita que la gente realice algún esfuerzo, ellas están dispuestas a hacerlo, pero ¿cuál es su propósito? Lo hacen para obtener bendiciones y disfrutar más de la gracia de Dios, y si se les diera la oportunidad de entrar en el reino de los cielos, eso sería un golpe de suerte aún mayor. Ese es el tipo de expectativas que tienen; tal es su convicción. ¿Pero qué hay de su actitud con respecto a la verdad y la palabra de Dios? Para ellos, la palabra de Dios y la verdad son opcionales y prescindibles, algo que escrutar en su tiempo libre para entretenerse y emplear sus horas de ocio; sencillamente no consideran que la palabra de Dios sea la verdad ni la vida. ¿Qué tipo de persona es esa? Es un incrédulo. Los incrédulos se niegan a reconocer que la verdad puede purificar y salvar a la gente, y no entienden en qué consisten la verdad y vida. En cuanto a asuntos como creer en Dios o recibir la salvación, así como a la manera de resolver la naturaleza pecaminosa de las personas, tan solo tienen una comprensión difusa y no están interesados. Dicen lo siguiente: “Las personas no vivimos en un vacío, mientras estemos con vida tenemos que comer; en realidad no somos muy distintos de los animales. Los seres humanos somos simplemente animales superiores, y la única finalidad de nuestra existencia es sobrevivir”. En lo que concierne a la verdad, no tienen interés y, así, sin importar los años que lleven creyendo en Dios o cuántos sermones hayan oído, siguen siendo incapaces de afirmar claramente si la palabra de Dios es la verdad, si creer en Él puede otorgar la salvación o cuáles serán el desenlace y el destino futuros de la humanidad. Si no tienen claros estos asuntos, ¡qué grave debe de ser su confusión! No muestran interés por saber cómo obra Dios para salvar a la gente, cómo las personas reciben la salvación al aceptar el juicio y el castigo de Dios, ni tampoco cómo la gente puede alcanzar la sumisión a Dios entrando en la realidad-verdad. Para ser más precisos, no demuestran interés por saber cómo ser una persona honesta, cómo cumplir su deber u otras cuestiones similares. En especial, cuando los demás mencionan que las personas deben tener una sumisión absoluta a Dios, sienten un rechazo aún mayor y piensan: “Si la gente se somete siempre a Dios, ¿para qué tiene entonces un cerebro? Las personas se convierten en esclavas si están siempre sometiéndose a Dios”. Este es el momento en el que las opiniones de los incrédulos empiezan a revelarse. Consideran que someterse a Dios es un hecho superfluo, un acto de autohumillación, una pérdida de dignidad, que Dios no debería exigir algo así de las personas y que estas no deberían aceptarlo. Hay algunos sermones que ellos pueden aceptar a regañadientes, como aquellos que hablan de permitir a las personas obtener la gracia, realizar buenas obras y tener una buena conducta, pero la manera en que Pedro fue hecho perfecto al aceptar cientos de pruebas es algo que sencillamente no les entra en la cabeza. Piensan: “¿Acaso eso no es jugar con las personas y atormentarlas? Es cierto que Dios tiene soberanía sobre todas las cosas, ¡pero aun así no puede tratar de esa forma a la gente!”. No aceptan que la obra de Dios sea la verdad; consideran que el método por el que Dios salva a la gente es la forma en que un amo trata a sus esclavos, haciendo lo que desea con ellos: esa es la correlación que establecen. ¿Puede este tipo de persona entender la verdad? (No). ¿Hay personas así en la iglesia? (Sí). ¿Alguien así abandonará la iglesia por su cuenta? (No). ¿Por qué no se irá? Porque espera tener un golpe de suerte y piensa: “El mundo exterior es un lugar oscuro y perverso, no es fácil sobrevivir en él. ¿Qué importa dónde se pase el tiempo? La iglesia es un lugar tan bueno como cualquier otro. Aquí incluso puedo gozar de la gracia de Dios, y no perderé mucho por el camino. Se come y se bebe bien, y la gente es muy correcta, nadie me va a acosar. Y lo que es más, si cumples tu deber, te esfuerzas y pagas un precio, incluso recibirás bendiciones de Dios. ¡De una forma u otra, saldré ganando!”. Y así, tras pensarlo bien, concluye que merece la pena permanecer en la iglesia. Si algún día deja de parecerle que vale la pena y siente que ya no puede aportarle nada más, perderá interés por creer en Dios y querrá abandonar la iglesia. “De todos modos”, piensa, “no he sufrido grandes pérdidas, ni tampoco me he comprometido con todo el corazón y la mente. Tengo habilidades, conozco mi oficio y poseo un diploma, así que aún puedo arreglármelas en el mundo, igual que lo hice anteriormente; podría amasar una fortuna o apañármelas para hacerme con un puesto de funcionario. ¡Eso sería estupendo!”. Esa es su forma de ver las cosas. A ojos de este tipo de persona, las palabras que Dios pronuncia y las verdades que expresa tienen menos valor incluso que un discurso presidencial; tal es su grado de desprecio por las palabras de Dios. Cuando las personas de esta clase aplican opiniones así a creer en Dios y trabajar “con buena disposición”, se instalan en la casa de Dios e incluso pasan el tiempo allí, sin voluntad de marcharse, ¿cuál es su propósito? Lo hacen con esta vaga esperanza en mente: “Si Dios se muestra tolerante, tiene misericordia de mí y me permite entrar en el reino, mis ideales se habrán hecho realidad. Pero si no puedo entrar, al menos habré gozado en buena medida de la gracia de Dios, por lo que habré salido ganando”. Cuando aplican esta especie de punto de vista expectante a creer en Dios, ¿acaso pueden aceptar la verdad? ¿Pueden ponerla en práctica? ¿Pueden adorar a Dios como el Creador? (No). Con una perspectiva así, ¿qué estados surgen en su interior? A menudo se quejarán de Dios y lo malinterpretarán. Someterán cada una de las acciones de Dios a una ronda de evaluación, investigación y escrutinio, y terminarán por llegar a la siguiente conclusión: “Esto no parece ser un acto de Dios. Ojalá Él no hubiera hecho algo así”. En su interior hay resistencia, escrutinio, juicio y una actitud expectante; ¿puede esto denominarse rebeldía? (Sí). Lo que tienen ya no es la corrupción y la rebeldía de una persona normal. ¿Qué tipo de personas son? (Incrédulos). ¿Cómo se comportan los incrédulos? Son hostiles a Dios. Cuando las personas que creen en Dios revelan un carácter corrupto, y en ocasiones no se someten, Dios llama a eso un carácter rebelde, dice que tienen una esencia rebelde. ¿Pero qué es lo que dice de aquellos que no creen? ¿Y qué hay de Satanás? ¿Diría Dios que Satanás es rebelde? (No). ¿Qué diría Él entonces? Dios diría que se trata del enemigo, de Su antítesis, de alguien totalmente adverso a Él. La actitud de los incrédulos frente a Dios consiste en un escrutinio y un enfoque expectante, además de resistencia, quejas, oposición y odio. Cuanto más hables sobre la verdad y sobre someterse a Dios, más reacia se volverá una persona así. Cuanto más hables sobre cómo alcanzar la salvación y ser hecho perfecto al aceptar el castigo, el juicio y la poda de Dios, más reacia se mostrará, negándose a aceptar siquiera una parte. En cuanto oyen hablar sobre estos asuntos, las personas así empiezan a revolverse en sus asientos, se vuelven nerviosas e inquietas, como si estuvieran sentadas sobre alfileres, o como un animal acorralado. Pero si las dejaras ir a una discoteca o un bar, eso no las molestaría para nada, estarían encantadas. Pasar tiempo en sitios así sería para ellas motivo de alegría y despreocupación; si pudieran vivir así, la vida merecería totalmente la pena. Lo que las fastidia es oír constantemente la verdad, por lo que se niegan a escuchar. ¿Pueden aceptar la verdad si no están siquiera dispuestas a escucharla? Por supuesto que no. Llevan dentro de sí estados de negatividad, resistencia y odio, y siempre están escrutando y observando con vacilación. ¿Qué es lo que escrutan? Constantemente escrutan las palabras de Dios. Ya no se trata de que sean personas de escasa estatura: son incrédulos y personas malvadas. Este tipo de gente se mantendrá siempre, de principio a fin, opuesta a Dios, entregada al escrutinio, a la actitud expectante y a la resistencia, negándose por completo a aceptar la verdad y pensando: “Cualquiera que se entregue sinceramente a Dios es un estúpido. Cualquiera que persiga la verdad y la practique es un insensato. Dejáis de lado a vuestra familia, no cuidáis de vuestros propios parientes y os centráis únicamente en creer en Dios; después de tanto creer, lo único que conseguís es acabar desahuciados y despreciados. ¡Mirad lo elegantes que van los no creyentes! Y vosotros, ¿cómo vestís? No soy tan estúpido como todos vosotros, todavía guardo algún que otro as en la manga. Perseguiré primero el placer carnal: a eso se le llama ser realista”. Así es como se manifiesta verdaderamente el incrédulo. Cuando Dios se apareció por primera vez y empezó a realizar Su obra, Sus seguidores eran muy escasos —unas diez mil personas a lo sumo— y tan solo había unos mil que cumplían su deber. Más adelante, a medida que la obra del evangelio se iba expandiendo y empezaba a mostrar resultados, el número de personas que llevaban a cabo el deber se fue incrementando progresivamente. Algunas, al ver la oportunidad de destacar y hacer alarde de su talento, se unieron también y comenzaron a ejecutar el deber. “¡Qué extraño!”, dije, “La obra de la casa de Dios ya ha empezado a desarrollarse; ¿cómo es que ahora hay tantas personas más cumpliendo su deber? ¿Dónde han estado escondiéndose durante todos estos años?”. En realidad, esa gente tenía las cosas claras desde hacía tiempo: “Si la obra de la casa de Dios se extiende, entonces acudiré. Si no termina de despegar, no iré. ¡Lo que tengo claro es que no aportaré ningún esfuerzo!”. ¿Qué tipo de personas son? Son oportunistas. Todos los oportunistas son incrédulos, se limitan a sumarse al entusiasmo. Externamente, parece que son las personas las que realizan la obra de la casa de Dios, pero en realidad es Él quien lo dirige y guía todo; es el Espíritu Santo quien está obrando. Esto está más allá de toda duda. Es Dios mismo quien realiza Su propia obra; Su voluntad avanza sin trabas. Ningún ser humano podría llevar a cabo una obra tan monumental, que excede la capacidad humana. Todo esto es el resultado de la autoridad de la palabra de Dios y de Su propia autoridad. La gente es incapaz de captarlo y piensa: “Cuando la casa de Dios aumente su poder, yo recibiré mi parte. ¡Así que no olvidéis inscribir mi nombre en el cuadro de mérito!”. ¿Qué tipo de persona es esa? Tal y como dicen los no creyentes, tienen “intenciones malignas”. ¿Podemos afirmar esto de ellos? (Sí). ¡Qué motivos más siniestros alberga esta gente! Naturalmente, si alguien puede aceptar la verdad, es posible que al principio tenga estos motivos y opiniones, o tal vez su fe sea demasiado escasa, pero Dios no recordará nada de eso. Al poner al descubierto estas perspectivas y actitudes, lo único que desea Dios es hacer que la gente camine por la senda correcta en la vida, ponerlos en el buen camino de la fe en Dios sin tener una actitud expectante ni escrutar. Dios no es algo que puedas desentrañar mediante el escrutinio ni detectar con un telescopio. La existencia de Dios y Su obra de salvación no son resultados que puedas obtener a través de ningún tipo de investigación. Esa es la realidad. Con independencia de que cualquier persona lo reconozca, crea en Él o lo siga, el hecho de que Dios lleva a cabo una obra tan grande es algo que la gente puede ver y tocar directamente. Aquello que Dios desea realizar no lo puede dificultar ni cambiar nadie, ni tampoco puede obstaculizarlo ningún poder, sea cual sea. Este es un hecho que Dios ha convertido en realidad.
Hace un instante hablábamos sobre el tercer tipo de personas: los incrédulos. Este tipo de gente cree en Dios con una actitud expectante, escrutando y siendo oportunista. Si no tienen ninguna esperanza de recibir bendiciones, pensarán que lo mejor es largarse y preparar una estrategia de salida para sí mismos. Si una persona así comenzara ahora mismo a hacer introspección y sintiera cierto remordimiento, no sería demasiado tarde para ella. Siempre habría un atisbo de esperanza hasta el día de su muerte; no obstante, si se niega obstinadamente a arrepentirse y sigue manteniendo una actitud expectante y oponiéndose siempre a Dios, Él sin duda la tratará como a un no creyente y la abandonará a su suerte en mitad de la calamidad. En términos de la esencia de las personas, en origen, un ser humano no es más que un puñado de polvo que recibe el hálito de Dios, lo cual te convierte en alguien vivo de carne y hueso y te otorga la vida. Tu vida proviene de Dios. Cuando Dios no te usaba, te proporcionó alimento, ropa y todo lo demás. Pero cuando Él tiene la intención de usarte, tú te escapas y estás constantemente en Su contra, siempre te opones a Él; ¿acaso Dios todavía puede usarte? Por derecho, Dios debería dejarte de lado. Tanto durante la creación del mundo en el principio como en la Era de la Ley o la Era de la Gracia, o hasta los últimos días en la era actual, Dios ha dicho muchas palabras a la gente. Ya sea mediante la inspiración o a través de la comunicación directa cara a cara, se podría afirmar que Dios ha pronunciado tantas palabras que no es posible contarlas. ¿Y cuál es el propósito de Dios al decir tantas palabras? Conseguir que la gente entienda y comprenda el sentido de Dios, que conozca Sus intenciones y sepa que, tras obtener estas palabras, las personas serán capaces de lograr un cambio en su carácter, recibir la salvación y obtener la vida. Así, la gente puede aceptar estas palabras. El propósito de Dios al pronunciar tantas no es otro que ese. Y, después de haber aceptado estas palabras y los distintos métodos de la obra de Dios, ¿cuál es el resultado que alcanzarán las personas en último término? Serán capaces de seguir a Dios hasta llegar al final y evitarán ser descartadas y abandonadas por el camino, por lo que hay esperanza de que permanezcan hasta el final. Independientemente de si Dios te disciplina, te poda o te revela, o si hay ocasiones en que renuncia a ti o te pone a prueba, sea lo que sea que Él haga, las personas no pueden negar las intenciones y los esfuerzos sinceros de Dios al pronunciar estas palabras, ¿no es cierto? (Es cierto). Por tanto, no deberían discutir con Dios acerca de asuntos triviales, juzgar siempre Sus nobles intenciones conforme a sus criterios mezquinos ni malinterpretarlo. Sin importar las opiniones erróneas que solías sostener, y sea cual sea tu estado interior, mientras seas capaz de aceptar las palabras de Dios como tu vida y tomarlas como los principios que practicas y la dirección y la meta de la senda por la que caminas, gradualmente podrás satisfacer paso a paso las exigencias de Dios. ¿Qué es preocupante? Cuando la gente escucha y trata las palabras de Dios como si fueran doctrinas, preceptos, simples frases y consignas, o incluso cuando trata Su palabra como un objeto de escrutinio y a Él mismo como objetivo de su escrutinio y resistencia: eso es problemático. Esas personas no son destinatarias de la salvación de Dios, Él no tiene manera de salvarlas. No es que Dios no las salve, sino que ellas no aceptan Su salvación: eso es todo lo que puede decirse, y es un hecho.
¿Qué es lo más importante para permitir a una persona seguir a Dios hasta el final y lograr un cambio de carácter? Aceptar y practicar la verdad: eso es lo más importante, y se trata del aspecto más crucial de la práctica en la búsqueda de la verdad. Practicar y experimentar las palabras de Dios es el aspecto más importante de la práctica; tiene una relación directa con la entrada en la vida de una persona. Quien crea sinceramente en Dios debe aprender a buscar y practicar la verdad en cualquier situación, sin importar los problemas a los que se enfrente. Esa es la única forma de experimentar la obra de Dios, y unos cuantos años de este tipo de experiencia le permitirán comprender la verdad y entrar en la realidad. Por lo tanto, uno no puede olvidar en ningún momento este asunto de poner en práctica y experimentar las palabras de Dios. Al afrontar un problema, siempre debes meditar en tu interior: “¿Qué debo hacer para poner en práctica y experimentar las palabras de Dios en esta cuestión? ¿Qué aspectos de la verdad están involucrados? ¿Qué debería hacer para practicar la verdad?”. Eso sería esforzarte por perseguir la verdad, y tras varios años de practicar y experimentar de esta forma, accederás paulatinamente al buen camino de la fe en Dios, caminarás por la senda correcta de la vida y tendrás una dirección. Usar siempre tu intelecto para analizar y escrutar cualquier problema con el que te enfrentes y confiar siempre en tus propios métodos para resolver las cosas no es un enfoque viable. Si practicas conforme a ese método, te será imposible alcanzar la compatibilidad con Dios y un cambio de carácter; nunca lo conseguirás, esa es la senda equivocada. Es inútil que busques la salvación persiguiendo la fama, la ganancia y el estatus. Son innumerables las personas que ya han fracasado y tropezado de esa manera. Algunos fueron identificados como falsos líderes y otros como anticristos; todos ellos fueron descartados. No sirve de nada intentar destacar en la iglesia. Es mejor seguir la senda de Pedro: perseguir la verdad es el camino más fiable y seguro. ¿Puedes ver ahora qué es lo más importante? Lo más importante es aceptar y practicar la verdad. La palabra de Dios se lee para meditar sobre ella y alcanzar la verdad. No la escrutes, no se te ocurra escrutarla, y tampoco la abordes con un espíritu de resistencia o antagonismo. En cuanto surja en ti ese tipo de estado, examínate de inmediato y resuélvelo. Los problemas de corrupción que existen en tu interior se resolverán continuamente, tu estado mejorará poco a poco y tendrás cada vez menos revelaciones de corrupción, lo que terminará por producir un resultado: tu relación con Dios se volverá cada vez más normal, tu corazón temerá cada vez más a Dios y se acercará más a Él, cumplirás tu deber con una eficacia cada vez mayor y crecerá paulatinamente tu amor por Dios y tu fe en Él. Eso confirmará que has asimilado las palabras de Dios en tu corazón, donde habrán echado raíces. Por último, verás un resultado y dirás: “Al reflexionar constantemente sobre mí mismo y abordar mis revelaciones corruptas, he evitado cualquier consecuencia irreparable. Siento remordimientos en el corazón y me odio por haber obrado como sirviente de Satanás. Por fortuna, Dios me ha salvado, permitiéndome encontrar el camino de vuelta, aceptar la verdad y someterme a Él. Ya no estoy preocupado por si me salvaré o no, ni tampoco me preocupa la posibilidad de que me echen y me descarten más adelante. Ahora estoy seguro de que seré destinatario de la salvación de Dios, de estar en la senda correcta y de creer en el Dios verdadero, el Creador. No tengo ninguna duda al respecto”. Es en ese momento que dejarás que la fe en Dios entre en tu corazón, y podrás confiar en Él en cualquier situación. Entonces, habrás entrado realmente en un santuario, y ya no tendrás que preocuparte de si eres o no un mero servidor o si morirás en una catástrofe. Tan solo en ese instante tu corazón se llenará de paz y de gozo. ¿Qué es lo que hace que la gente tenga esas preocupaciones? Que conoce muy poco de la obra de Dios, tiene una comprensión mínima de la verdad e incluso alberga nociones y malentendidos acerca de Él. Puesto que no has entendido las intenciones de Dios en Sus palabras ni has captado tales intenciones, siempre malinterpretas a Dios. Dado que siempre lo malinterpretas, estás siempre preocupado y no te sientes seguro. En ocasiones, muestras un espíritu de resistencia; paulatinamente, aunque no cometas grandes errores, no dejas de incurrir en numerosas pequeñas equivocaciones, hasta que un día de pronto sí cometas un error grave que haga que seas realmente descartado. Cometer un gran error no es algo baladí. Hay personas a las que se las descarta, se las echa o expulsa, o no reciben nada de la obra del Espíritu Santo; ¿acaso no hay una causa primordial detrás de todo esto? Por supuesto que la hay; el problema en ese caso es la senda por la que caminan. Algunos eligen seguir la senda de Pedro, que es la de perseguir la verdad. Otros escogen seguir la senda de Pablo, que es la de perseguir una corona y recompensas. La esencia de estas dos sendas es distinta, como lo son las consecuencias y desenlaces a los que conducen. Aquellos que son descartados nunca caminan por la senda de perseguir y practicar la verdad. Se alejan siempre de ella y hacen solo lo que les place, actúan de conformidad con sus deseos y ambiciones, salvaguardan su propio estatus, reputación y orgullo, y satisfacen sus propios deseos: todo lo que hacen gira en torno a estas cosas. Aunque también hayan pagado un precio, hayan empleado tiempo y energía y trabajado de sol a sol, ¿cuál es su desenlace? Puesto que las cosas que han hecho son condenadas por ser malvadas a los ojos de Dios, el resultado es que son descartados. ¿Tienen todavía una oportunidad de salvarse? (No). ¡La consecuencia es realmente grave! Ocurre lo mismo que cuando las personas enferman: una enfermedad menor que no se trata a tiempo puede convertirse en un cuadro grave o incluso terminal. Por ejemplo, si alguien tiene tos y está resfriado, se pondrá mejor rápidamente si recibe un tratamiento médico normal. Sin embargo, algunos piensan que tienen una salud de hierro y no se toman en serio los catarros ni buscan un tratamiento. Como resultado, los arrastran durante mucho tiempo hasta que se convierten en una pulmonía. Tras enfermar de pulmonía, siguen pensando que son jóvenes y su sistema inmunitario es fuerte, por lo que pasan varios meses sin tratarla. No prestan atención a la tos que sufren a diario, hasta que llega a un punto en que se vuelve incontrolable e insoportable, y acaban escupiendo sangre. Entonces van al hospital para que los examinen, y allí averiguan que han desarrollado una tuberculosis. Otras personas les aconsejan que empiecen un tratamiento de inmediato, pero ellos siguen pensando que son jóvenes y fuertes, que no necesitan preocuparse, así que no buscan un tratamiento adecuado. Hasta que un día, al final, su cuerpo está demasiado débil para caminar y, cuando acuden al hospital para un examen, ya tienen un cáncer en estado avanzado. Cuando las personas tienen actitudes corruptas sin tratar, eso también puede causar repercusiones incurables. Tener un carácter corrupto no es algo de lo que asustarse, pero quien lo tenga debe buscar la verdad para resolverlo sin demora; esa es la única forma posible de purificarlo gradualmente. Si no se centran en resolverlo, se volverá cada vez más grave, y es posible que ofendan y se resistan a Dios y que Él las desdeñe y descarte.
Algunas personas tienen la esencia-naturaleza de un anticristo, como era el caso de Pablo. Están constantemente centradas en obtener bendiciones, lograr una corona y recibir recompensas, y tratan de llegar a acuerdos con Dios. Siempre desean ser líderes y apóstoles que puedan controlar al pueblo escogido de Dios, pero lo único que consiguen al final es que Él las desdeñe. Caminan por la senda de la resistencia a Dios, y esa es la senda equivocada. Hay personas que no aman la verdad; saben que es malo perseguir la fama, la ganancia, el estatus y los beneficios, pero aun así escogen la senda errónea. Dios ha alentado a su pueblo escogido con paciencia y empeño, ofreciéndole todo tipo de consuelos, exhortaciones, recordatorios y advertencias, dejándolo en evidencia, sometiéndolo a la poda y las reprimendas. Él ha pronunciado muchas palabras, pero las personas no se las toman en serio, y las reciben como quien oye llover. No las ponen en práctica, y en su lugar protegen su propio estatus, orgullo y vanidad, de conformidad con sus propias motivaciones y deseos. Conspiran en todas partes en su propio beneficio, planean y actúan siempre en favor de su propia reputación y sus perspectivas, se devanan los sesos y no reparan en gastos. En su corazón llegan a pensar lo siguiente: “Me he esforzado por Dios, hay una corona de gloria que me está reservada”, e incluso pronuncian las mismas palabras que dijo Pablo. En realidad, no saben cuál es la senda por la que caminan, ni tampoco saben que han sido condenadas por Dios. Cuando, un día, esto las conduzca a una gran catástrofe, ¿sabrán que deben arrepentirse? Cuando llegue ese momento se resistirán y dirán: “Me esfuerzo mucho y he hecho contribuciones importantes; si no he contribuido, al menos he sufrido; y si no lo he hecho, por lo menos me he agotado”. Las cosas que han hecho no valen un centavo, ¿pueden acaso ser buenas obras? ¿Cumplían su deber? ¿Practicaban la verdad? Se dedicaron a cuestiones personales. Durante este período, se armaron con una gran cantidad de palabras y doctrinas que sonaban profundas; eran capaces de hablar y enseñar, y podían ir de un lado a otro entregándose, pero no realizaron trabajo real de ningún tipo. Lo que sí hicieron bien fue atraer a la gente a su alrededor, poniendo a todo el mundo dentro de su órbita. Se convirtieron en el rey de la montaña, sin lugar para Dios en su corazón. ¿No es eso hacer el mal? Dado que no practicaban la verdad ni por asomo, el desenlace que les espera resulta más que evidente. Pero, incluso en esa situación, siguen deseando una corona; ¿hasta dónde llega su desvergüenza? ¡Eso es un absoluto descaro! ¿Cómo es que esta gente sigue discutiendo incluso al final, cuando se la descarta? Trastornan y perturban la obra de la iglesia, cometiendo todo tipo de maldades; ¿cómo pueden seguir discutiendo con Dios y defendiéndose con convicción? ¿Qué problema tienen para resistirse a Dios de ese modo? ¿Pensáis que hay alguna racionalidad que explique sus actos? ¿Acaso tienen conciencia y razón? Tras haber oído muchas de las palabras de Dios, las personas normales deben reconocer al menos que Sus palabras son la verdad y están todas en lo cierto, independientemente de cómo las trate Dios, o de si ese trato es conforme a sus nociones. Aunque haya alguna que otra frase que no esté en consonancia con sus nociones, no deberían juzgar a Dios, sino tener un corazón sumiso. Si alguien puede reconocer que la palabra de Dios es la verdad y someterse a Él, ¿acaso eso no es tratar a Dios como tal? (Sí). En ese caso, si en ocasiones surgen algunas nociones y malentendidos acerca de Dios, ¿no resulta fácil buscar la verdad para resolverlos? La clave es que la gente debe reconocer las palabras y la obra de Dios: ese es un requisito previo. ¿Cómo es que los incrédulos y los anticristos, los que son como Pablo, aún pueden oponerse a Dios? (No tratan a Dios como tal). He aquí la raíz del asunto. No importa lo elocuentes que sean, la diligencia con la que trabajen y vayan de un lado a otro, lo mucho que sufran o el gran precio que paguen, nunca toman la palabra de Dios como la verdad; ¿pueden entonces comprender la verdad? (No). Así, da igual cómo se ocupe Dios de ellos, siempre presentan objeciones o bien se niegan a capitular. Carecen por completo del mínimo de razón que debería tener un ser creado, lo que confirma el hecho de que nunca han aceptado la verdad. Si a lo largo de los años hubieran sido capaces de aceptar las palabras de Dios como la verdad, y practicarlas y acatarlas, no mostrarían tanta insolencia y oposición. No se opondrían a las disposiciones de Dios ni a la forma en que Él los trata, ni tampoco tendrían esos estados de ánimo; como mucho, se sentirían un poco molestos o no demasiado alegres. Los seres humanos corruptos tienen todos debilidades normales, pero hay algunos límites que, cuanto menos, deberían observar. En primer lugar, no pueden abandonar el cumplimiento de su deber. “Sea cual sea la tarea que Dios me encomiende en cualquier momento, sin importar si la hago bien o no, debo darlo todo al realizarla, haciendo el máximo esfuerzo posible. Incluso si ya no agrado a Dios o si Él me desprecia, al menos debo asumir la tarea que me ha sido encomendada y hacerla bien”. Eso es razonable; uno no debe abandonar su deber. Además, tampoco se debe negar a Dios. “Independientemente de cómo Dios me trate o me maneje, o de que mis hermanos y hermanas me excluyan o me dejen en evidencia, o incluso si todos me abandonan, la posición de Dios en mi corazón sigue siendo la misma, y la que debo mantener como persona no cambia. Dios es siempre mi Dios, Su esencia e identidad no varían, y por siempre lo reconoceré como mi Dios”. Esta razón también debe figurar. ¿Qué más? (No importa cómo nos trate y castigue Dios, debemos someternos a Él). Ese es el mínimo esencial, la base más fundamental que es preciso tener. Tú dices: “No comprendo las intenciones de Dios y tampoco entiendo por qué actúa de esa forma. Me siento un poco ofendido, y tengo algunos motivos para estarlo, pero no digo nada porque soy un ser creado y debo someterme a Dios. Ese es el deber de un ser creado. Aunque en este momento no comprenda o no sepa exactamente cómo practicar o buscar la verdad, aun así debo someterme”. ¿Es razonable? (Sí). Cuando aquellos que no aceptan la verdad y carecen de razón se someten a la poda, ¿qué manifestaciones muestran? Dicen: “¿Me van a revelar y descartar? ¡Si no tengo perspectivas ni porvenir, y tampoco puedo alcanzar bendiciones, no creeré!”. ¿Acaso este tipo de persona tiene verdadera fe en Dios? Su relación con Dios no es normal, muestra resistencia y antagonismo. Esta clase de carácter es el de Satanás, que se resiste a Dios. ¿Puede reconocer a Dios como su Dios? En su corazón, es posible que diga: “Si realmente Él es Dios, ¿por qué no me ama? Si verdaderamente es Dios, ¿por qué no me usa para algo importante? Lo único que veo es una persona; ¿cómo podría haber un Dios en cualquier parte de este mundo? Sois todos unos necios. ¿Dónde está Dios? En mi corazón, Él solo existe si creo en Él; si no creo en Él, no existe y no es Dios”. Así se revela su punto de vista. Estas personas han escuchado muchas palabras de Dios a lo largo de los años; si las hubieran aceptado, ¿desarrollarían puntos de vista como ese? (No). Hablando más en serio, ¿qué es lo que harán ahora? Incitarán a otros y moverán ficha: “¿Aún sigues creyendo? ¿Cómo puedes ser tan necio? ¿No dijeron ya hace tiempo que se avecinaba una catástrofe? ¿Cuándo va a llegar? ¿No dijo Dios que el mundo iba a ser destruido? ¿Dónde está esa destrucción? ¡Qué estúpido eres! Te has perjudicado muchísimo. ¡Deja de creer! ¿Para qué crees? Mira lo listo que soy yo, gano varios miles de yuanes al mes, ¿cuánto ganas tú? Fíjate en lo que está de moda ahora en el mundo. ¿Ves lo que llevo puesto? ¡Son todo prendas de marca!”. Persuaden y desorientan a la gente, y dejan a algunos en un estado de confusión total. ¿Acaso no se trata de personas malvadas que se infiltran en la casa de Dios para perturbar la iglesia? ¿Qué actitud tiene esa gente a la hora de cumplir su deber? “Llevo a cabo mi deber si tengo ganas. Si deseo hacerlo, lo haré. Si no, no. No tengo por qué comprometer mi corazón ni mis fuerzas. Ejecutar el deber no es hacer cosas para mí mismo, sino hacerlas para la iglesia. Y ni siquiera veo a Dios en ningún sitio. No sé siquiera si Dios se acuerda de mí, y aun así quieren que dedique mi corazón, mis fuerzas y mi mente; ¿qué sentido tiene? Basta con salir del paso murmurando unas cuantas palabras”. Esa es la perspectiva que tienen. Piensan que es una insensatez y que no merece la pena dedicar las fuerzas, el corazón y la mente de uno a cumplir el deber. Si os encontraseis con una persona así ahora, ¿os dejaríais desorientar e influir por ella? Si os faltan fundamentos y no entendéis la verdad, lo más seguro es que os desoriente y os influya y, con el paso del tiempo, acabaréis perdiendo.
Al creer en Dios, la finalidad de comer y beber Sus palabras debe estar clara, al igual que los problemas clave que ello debería resolver. Si alguien cree en Dios durante varios años sin centrarse en ningún momento en comer y beber Sus palabras, no solo quedará sin resolverse el problema de la propia corrupción, sino que tampoco se habrá entendido siquiera el mínimo de la verdad que debería comprenderse. Entonces, ¿cuáles son las consecuencias de esto? Es muy fácil dejarse desorientar y adentrarse por el mal camino. Si uno no entiende la verdad, lo más probable es que tropiece. Al afrontar una dificultad, aunque se trate del menor atisbo de problema, será difícil que pueda mantenerse firme. Por lo tanto, resulta altamente beneficioso para las personas leer más las palabras de Dios y compartir la verdad más a menudo. Hay algo muy importante que Dios dijo en la Biblia: “El cielo y la tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán” (Mateo 24:35). ¿Qué es lo que estas palabras sugieren a la gente? ¿Qué quiere decir que las palabras de Dios no pasarán? La verdad y la palabra de Dios serán siempre la verdad, sea cuando sea; eso no cambiará. Tanto si se trata del valor o la importancia de estas palabras para las personas, como del significado interno o la realidad de esas palabras, nada de eso variará nunca. Seguirán siendo las palabras originales y no se convertirán en otra cosa: la esencia de las palabras de Dios no puede cambiar. Por ejemplo, Dios dice a la gente que sea honesta; esas palabras son la verdad y nunca pasarán. ¿Por qué nunca pasarán? A partir de la exigencia de Dios de que la gente sea honesta es posible observar el aspecto de fidelidad de la esencia de Dios, que existe desde tiempos inmemoriales y seguirá existiendo por siempre. No variará debido a cambios temporales, geográficos o espaciales: la esencia de Dios existirá para siempre. ¿Cuál es el motivo de esta existencia eterna de la esencia de Dios? Es que se trata de una cosa positiva y de la esencia que posee el Creador; nunca pasará y será por siempre la verdad. Si experimentas todas estas verdades expresadas por el Creador y las materializas en tu propio ser, las pones todas en práctica y las vives, ¿no serás capaz entonces de vivir como una persona? ¿No tendrá valor el hecho de vivir? ¿Acaso quedarías abandonado? Experimentar y vivir todas las verdades que Dios te ha concedido, ¿no es esa tu salida? Esta senda es la única que puede permitir que sobreviva la humanidad. Si las personas no son capaces de aceptar la verdad y no siguen la senda de perseguirla, terminarán por pasar y ser destruidas. Es posible que digas: “¿No estoy viviendo bien ahora mismo?”. Sin embargo, si no has alcanzado la verdad, tarde o temprano serás descartado. “El cielo y la tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán”; esta frase tiene un sentido muy profundo, y también es la máxima advertencia para la gente. Tan solo las palabras de Dios son la verdad, y únicamente si aceptas la verdad podrás mantenerte firme. Esto quiere decir que si comes y bebes la palabra de Dios, la pones en práctica y vives alguna semejanza de humanidad, no serás descartado. ¡Ahí radica el valor de las palabras de Dios! Entonces, ¿pueden Sus palabras ser la vida de una persona? ¿A qué hace referencia aquí la vida? Se refiere a que puedes vivir, a que serás salvado. Si aceptas estas palabras, las comprendes y las pones en práctica, te convertirás en una persona viva a ojos de Dios. Si no eres una persona honesta, sino que eres alguien falso, no serás más que un cadáver andante a los ojos de Dios, un muerto y, como todas las cosas, tú también pasarás. Cualquier cosa que no tenga que ver con las palabras de Dios o con la verdad, sea material o inmaterial, deberá pasar cuando Dios cambie de era y renueve el mundo. Tan solo las palabras de Dios no pasarán y únicamente todas las cosas relacionadas con ellas no pasarán. ¡Así de importante es practicar las palabras de Dios!
Las personas saben que poner en práctica y experimentar las palabras de Dios es algo importante, pero también deben tener una senda de práctica. Esta es la senda de la entrada en la vida, y deben darle importancia en su corazón y experimentarla a diario. Si siempre te preocupa carecer de testimonio vivencial y temes que algún día seas descartado, eso supone un problema. Aquellos que no aman la verdad nunca ponen en práctica ni experimentan las palabras de Dios. No lo hacen únicamente porque no tengan fe; principalmente es porque están instigados por la naturaleza de Satanás. Tan solo deseas recibir bendiciones pero no amas la verdad; si te domina esta motivación, no podrás tener un buen desenlace. Entonces, ¿qué deberías hacer? Lo que está claro es que no puedes dejar que se extienda sin control dentro de ti; debes buscar la verdad y reflexionar sobre ti mismo: “¿Por qué no practico la verdad? ¿Por qué estoy siempre preocupado por que me descarten? Este estado no es correcto, debo resolverlo”. ¿No es acaso un progreso saber que debes buscar la verdad y resolver tus problemas? Eso es bueno. Las personas que no saben que deben resolver sus problemas están dormidas y son estúpidas, rebeldes e intransigentes. Algunas saben que esto es un problema y aun así no tratan de arreglarlo. Piensan: “¿No es algo normal que yo piense de esta forma? ¿Por qué debo resolver mi intención de recibir bendiciones? Si lo hago, saldré perdiendo”. ¿No es ser intransigente? Hay personas que están dormidas; no se dan cuenta de que querer recibir bendiciones es un problema de intenciones y carácter. Piensan: “¿No es normal que la gente que cree en Dios desee ser bendecida? Tener esta intención no supone un problema”. ¿Son correctos estos pensamientos y opiniones? Si la intención que uno tiene de recibir bendiciones no se resuelve y no se purifica el carácter corrupto, ¿puede realmente someterse a Dios? ¿Cuáles son las consecuencias de vivir conforme a un carácter corrupto? Es como cuando alguien no se siente bien; sabe que va a pescar un resfriado, por lo que rápidamente busca un medicamento que tomar. Otros, en cambio, están dormidos; ni siquiera saben que tienen una inflamación. Se limitan a dar vueltas contándole a la gente que últimamente no se sienten bien, sin darse cuenta de que están experimentando los primeros síntomas de un catarro, pero sin tomárselos en serio. Algunos incluso piensan: “No es más que un resfriado, ¿qué es lo peor que podría pasarme?”. Deberían beber agua pero no lo hacen, deberían tomar un medicamento pero tampoco lo hacen; se limitan a soportarlo. Como resultado, acaban sufriendo un catarro y están enfermos durante varios días, lo cual retrasa muchos de sus planes. Las personas abordan sus distintos estados con la misma actitud con la que tratan sus enfermedades. Algunos son capaces de resolver los problemas menores con rapidez, pero nunca se ponen a resolver los problemas más grandes. Al posponer las cosas de esa manera, su carácter corrupto se queda sin resolver, lo que conduce a una falta de entrada en la vida y una pérdida en sus vidas. ¿No es insensatez e ignorancia? La gente que es demasiado necia no es capaz de alcanzar la verdad y acaba echando su vida por la borda. Al creer en Dios de esta manera, nunca podrán recibir la salvación de Dios.
La búsqueda de la verdad debe comenzar por la introspección y el conocimiento de uno mismo. Sin importar cuál sea la situación que uno afronte, es preciso reflexionar siempre sobre el propio estado interior, identificar y resolver todos los pensamientos y opiniones incorrectos o los estados rebeldes que pueda tener. Pasado un tiempo, cuando las personas se enfrenten a una circunstancia o un acontecimiento distinto, desarrollarán algunas perspectivas y estados incorrectos, y deberán buscar la verdad para resolverlos. Al reflexionar continuamente y llegar a conocerse a sí mismas, resolviendo constantemente sus propias opiniones erróneas y estados rebeldes, el carácter corrupto de las personas se revelará cada vez menos, y les resultará fácil practicar la verdad. Ese es el proceso del crecimiento vital. Independientemente de la situación en la que uno se encuentre, es preciso buscar la verdad y, sin importar las intenciones o los planes que uno tenga, respetar aquello que esté en consonancia con ella, y se debe suprimir aquello que no sea acorde con la verdad. Además, uno debe aspirar a la rectitud, y esforzarse por alcanzar la verdad y el conocimiento de Dios y por cumplir Sus exigencias. De esa forma es posible descubrir con más frecuencia los propios defectos y revelaciones de corrupción y desarrollar un corazón sediento de la verdad. Tras experimentar de esta manera durante un tiempo, las personas serán capaces de entender algunas de las verdades, y su fe en Dios irá creciendo progresivamente. Si se carece de una senda de práctica como esta, no es posible afirmar que uno practica la verdad. Si alguien que vive con un carácter corrupto no examina si sus palabras y actos son acordes con la verdad o van en contra de los principios y, en su lugar, comprueba únicamente si ha quebrantado la ley o cometido algún delito y nada más, sin prestar atención a su carácter corrupto ni preocuparse en absoluto por su estado rebelde (y aunque externamente no haya quebrantado la ley ni cometido ningún delito, el hecho es que aun así vive conforme a un carácter corrupto bajo el poder de Satanás), entonces esa persona no ha vivido la realidad-verdad y no es alguien que recibirá la salvación. Cuando las personas viven durante varias décadas en el mundo y son capaces de entender los asuntos mundanos, piensan que son inteligentes, infalibles y asombrosas, pero en presencia de la verdad, los seres humanos corruptos son todos necios y deficientes mentales, al igual que los humanos insignificantes siempre serán niños ante Dios. El afán de recibir la salvación no es cosa menor; requiere comprender muchas verdades, crecer hasta alcanzar cierta estatura, tener fuerza de voluntad, contar con un entorno adecuado y practicar la verdad gradualmente. De esa forma, la fe personal se cultivará poco a poco, y las dudas y malentendidos que uno tenga acerca de Dios serán cada vez menos numerosos. A medida que disminuyan sus dudas y malentendidos acerca de Dios, su fe se incrementará y, al enfrentarse a situaciones, las personas serán capaces de buscar la verdad. Cuando comprendan la verdad, podrán practicarla, tendrán cada vez menos cosas negativas y pasivas y más cosas positivas y buenas, y aumentarán las ocasiones en que puedan practicar la verdad y someterse a Dios. Eso es poseer la realidad-verdad. ¿Acaso eso no indica que han crecido? ¿Que su corazón se ha vuelto cada vez más resiliente? ¿Qué significa resiliencia? Es cuando una persona tiene fe verdadera, entiende la verdad, tiene la capacidad de discernir, puede confiar en Dios para superar la carne, es capaz de vencer el pecado, puede mantenerse firme en su testimonio, tiene verdadera sumisión a Dios, puede sufrir y pagar un precio para practicar la verdad, es capaz de ejecutar el deber con lealtad y tiene la resolución de perseguir la verdad y buscar ser hecha perfecta. ¿Acaso eso no indica una mejora continua? De esa forma, uno puede embarcarse en la senda de perseguir la verdad y ser hecho perfecto. Ninguna circunstancia o dificultad podrá abrumar a una persona así ni impedirle que siga a Dios. Es alguien que está sumamente bendecido por Dios, alguien que Él espera ganar.
¿En qué estado os encontráis actualmente? (A veces, cuando nos topamos con dificultades, nos volvemos un poco negativos, pero conseguimos luchar por recomponernos y tratar de superarlas). Tener estatura es ser capaz de tomar la iniciativa de superar las dificultades que uno tiene al cobrar conciencia de ellas. Saber que uno tiene dificultades y, a pesar de ello, no actuar para superarlas o responder ante ellas, cargar con un estado negativo, cumplir el propio deber de manera pasiva y superficial: todo esto es el estado habitual que se suele ver. Hay algo aún peor, que es no saber qué tipo de persona se es y desconocer en qué estado se encuentra uno, es decir, no saber si tu estado es bueno o malo, correcto o erróneo, negativo o positivo. Eso es lo más problemático. Una persona así no conoce en detalle los problemas de su entrada en la vida, mucho menos por dónde empezar a practicar la verdad. Tan solo tiene entusiasmo, pero no entiende ninguna verdad ni tiene ningún discernimiento, y tampoco puede hablar sobre ningún testimonio vivencial. ¿Cuándo podrá una persona así dar un testimonio rotundo de Dios? Hay quienes son capaces de expresar muchas palabras y doctrinas, pero si les preguntas: “¿Estás dando testimonio de Dios?”, ellas mismas no saben qué responder. Creen que ejecutan su deber con lealtad, sin ninguna superficialidad. Piensan que todo lo suyo es bueno y que son mejores que los demás en todo. Cuando otros muestran flaqueza, se atreven a reprenderlos: “¿Por qué eres débil? ¡Ama a Dios, vamos! ¿Llegados a este punto sigues mostrando flaqueza?”. Alguien así claramente carece de realidad; no entiende los estados normales ni el proceso de cambio del carácter-vida de las personas. Se limita a repetir frases trilladas como “¡No es momento para ser débil!” o “¿Aún sigues preocupándote por tu familia?”, empleando esas doctrinas para instar a otros y sermonearlos, pero sin resolver ningún problema práctico. La incapacidad de percibir el propio estado y de conocerse realmente a uno mismo son las manifestaciones más evidentes de una estatura inmadura. Ser incapaz de practicar la verdad y, en cambio, limitarse a seguir unos cuantos preceptos es indicador de lo mismo. El deseo de cumplir el deber de uno y hacer las cosas bien, pero desconociendo qué principios seguir y haciendo las cosas únicamente conforme a las propias preferencias indica una estatura inmadura. Escuchar el testimonio vivencial de otros sin ser capaz de discernirlo, ser incapaz de expresar claramente qué beneficios debería uno obtener o qué lecciones debería extraer de ello es una muestra del mismo fenómeno. La incapacidad de experimentar y poner en práctica la palabra de Dios y el desconocimiento de lo que significa ensalzarlo y dar testimonio de Él: todas ellas son señales de una estatura inmadura. ¿En qué estado os encontráis actualmente? (Solemos tender más a la negatividad). Esta situación es un síntoma aún más claro de estatura inmadura. Las personas demasiado necias e ignorantes no tienen ninguna estatura. Tan solo cuando puedan comprender muchas verdades, discernir los asuntos, resolver sus propios problemas, tener menos estados negativos y más estados normales, asumir cargas pesadas, liderar y proveer a los demás es cuando realmente tendrán estatura. Debes esforzarte por alcanzar la verdad; cuanto más te esfuerces, más crecerás. Si no te esfuerzas, no crecerás, y es posible que incluso retrocedas. Para creer en Dios es preciso que vivas conforme a la verdad; al entender más la verdad, ganarás en estatura. Si no comprendes la verdad, no tendrás estatura. Cuando empieces a buscar la verdad y seas capaz de resolver tus propios problemas, tu estatura habrá crecido.
15 de octubre de 2017
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