Solo reconociendo las propias opiniones equivocadas puede uno transformarse realmente (Parte 2)
Al entrar en la realidad-verdad, es sumamente importante conocerse a uno mismo. Esto significa conocer las cosas que hay en nuestros pensamientos y nuestras ideas que son fundamentalmente incompatibles con la verdad, que forman parte de un carácter corrupto y que son hostiles hacia Dios. Es fácil entender las actitudes corruptas del hombre, como la arrogancia, la santurronería, la mentira y la falsedad. Puedes llegar a conocerlas un poco con solo hablar sobre la verdad algunas veces, con participar frecuentemente en las charlas o con que tus hermanos y hermanas te señalen tu estado. Además, la arrogancia y la falsedad están presentes en todas las personas, solo con diferencias de grado, de modo que es relativamente sencillo conocer esas actitudes. Pero cuesta discernir si los pensamientos y las ideas de uno se ajustan a la verdad; no es tan fácil como conocer las actitudes corruptas propias. Cuando el comportamiento o las prácticas externas de alguien cambian un poco, esa persona siente que ha cambiado, pero en realidad se trata de un mero cambio conductual que no implica que su perspectiva sobre las cosas haya cambiado verdaderamente. En el fondo del corazón de la gente todavía hay muchas nociones y figuraciones, diversos pensamientos, ideas y ponzoñas provenientes de la cultura tradicional y muchas cosas que son hostiles hacia Dios. Estos elementos están ocultos en su interior y aún tienen que salir a la luz. Son el origen de las revelaciones de sus actitudes corruptas y provienen del interior de la esencia-naturaleza del hombre. Por este motivo, cuando Dios haga algo que no concuerde con tus nociones, te resistirás y te opondrás a Él. No entenderás por qué Él ha actuado de esa manera y, aunque sepas que hay verdad en todo lo que Dios hace y desees someterte, no serás capaz de hacerlo. ¿Por qué no puedes someterte? ¿Cuál es la razón de tu oposición y resistencia? El motivo es que hay muchas cosas en los pensamientos y las ideas del hombre que son hostiles hacia Dios, hacia los principios según los que Él actúa y hacia Su esencia. Es difícil que la gente conozca estas cosas. Dado que he hablado de este tema, deberíais conocerlo y entenderlo un poco mejor. Supongamos que tenéis nociones sobre Dios cuando algo ocurre y pensáis: “Esto no puede ser cosa de Dios, porque si lo fuera Él no lo habría hecho así ni habría hablado de esta manera. Todo lo que Dios hace es amor, y la gente lo puede aceptar fácilmente”. Pero imaginemos que después pensáis: “Esta manera de pensar es errónea. Dios ya ha dicho anteriormente que se debe buscar la verdad allí donde la gente no pueda entender. Debería reflexionar sobre mí mismo, porque las nociones y las figuraciones que tengo en el corazón me están jugando una mala pasada y me llevan a delimitar la obra de Dios. No debería malinterpretarlo”; esta es la manera correcta de reflexionar sobre tú mismo. Cuando observes que la obra o las palabras de Dios no se ajustan a tus nociones, deberías reflexionar sobre ti mismo, apresurarte a buscar la verdad en Sus palabras, compararte con ellas y, después, actuar en consonancia. ¿Acaso no es esta una manera de salir adelante?
Acabamos de hablar sobre cómo tratar a los padres. Muchos de vosotros sentís que estáis muy en deuda con los padres porque ellos han sufrido mucho por vosotros a lo largo de sus vidas, os han dado un gran amor y os han cuidado fenomenalmente. Si algún día enferman, se te perturba la conciencia y te sientes culpable. De repente piensas que deberías estar a su lado para cumplir tu deber filial con ellos, consolarlos y asegurarte de que sean felices en su tercera edad. Piensas que esa es tu responsabilidad y obligación como hijo. Mientras cumples con esa obligación, si Dios te pide algo o te pone una prueba inesperada, Su intención es que no hagas eso, sino que te rijas por el principio de la fe en Él, el cumplimiento adecuado de tu deber y la búsqueda de la verdad. ¿Cómo te sentirías si Dios te pidiera directamente que no fueras leal con tus padres o que no los trataras de esa manera? Considerarías este asunto desde la óptica de las nociones tradicionales y te quejarías de Dios en el corazón, pensando que Él lo hizo sin tener en cuenta tus sentimientos y que eso no satisface tu lealtad filial. Crees que actúas con suma lealtad filial, humanidad y conciencia, pero Dios no te permite comportarte según tu conciencia ni tu lealtad filial. Entonces te resistirás a Dios, te rebelarás contra Él, te opondrás a Él y no aceptarás la verdad. Digo todo esto para que la gente se dé cuenta de que la raíz y la esencia de la naturaleza rebelde del hombre proviene principalmente de sus pensamientos e ideas, que se forman a partir de la educación que recibió de la familia y la sociedad, así como de la cultura tradicional. Una vez que estas cosas se instalan poco a poco en lo profundo del corazón de la gente, a través de las convenciones familiares o de la influencia de la sociedad y la formación académica, las personas comienzan a vivir conforme a ellas. Empiezan inconscientemente a creer que esta cultura tradicional es correcta e irreprochable, que no se puede criticar y que solo pueden ser personas reales si actúan de acuerdo con las exigencias de la cultura tradicional. Si no lo hacen, sentirán que no tienen conciencia, que son contrarias a la humanidad y carentes de ella, y que no podrán asumir esta situación. ¿Acaso no son estos pensamientos e ideas del hombre completamente ajenos a la verdad? Todas las cosas que componen las ideas y los pensamientos humanos y los objetivos que la gente persigue se dirigen hacia el mundo, hacia Satanás. El requisito de Dios para el hombre de perseguir la verdad se dirige hacia Él, hacia la luz. Son dos direcciones y metas distintas. Si actúas según los objetivos y los requisitos de Dios para el hombre, tu humanidad será más normal, tendrás mayor semejanza humana y te acercarás más a Dios. Si te comportas de acuerdo con los pensamientos y las ideas de la cultura tradicional, perderás cada vez más conciencia y razón, serás incluso más falso y farsante, seguirás las tendencias del mundo aún más y pasarás a formar parte de las fuerzas del mal. A partir de ese momento, vivirás completamente en la oscuridad, bajo el poder de Satanás. Habrás vulnerado la verdad y traicionado a Dios por completo.
Satanás ha corrompido profundamente a las personas que viven en esta sociedad real. Independientemente de si han recibido formación o no, una gran parte de la cultura tradicional está arraigada en sus pensamientos e ideas. En particular, las mujeres deben atender a sus maridos y criar a sus hijos, ser buenas esposas y madres cariñosas, dedicar su vida entera a sus maridos e hijos y vivir para ellos, asegurarse de que la familia tome tres comidas completas al día, lavar la ropa, limpiar la casa y hacer bien todas las otras tareas domésticas. Este es el estándar aceptado para ser una buena esposa y una madre afectuosa. Las mujeres también piensan que las cosas deberían hacerse de esta manera; si las hacen de otro modo, no son buenas mujeres e infringen la conciencia y los criterios de moralidad. Infringir estos criterios morales pesará mucho en la conciencia de algunas; sentirán que han decepcionado a sus maridos e hijos y que no son buenas mujeres. Pero una vez que creas en Dios y hayas leído muchas de Sus palabras, entendido algunas verdades y calado algunos asuntos, pensarás: “Soy un ser creado y debería cumplir mi deber como tal y esforzarme por Dios”. En este momento, ¿hay algún conflicto entre ser una buena esposa y una madre amorosa y cumplir tu deber como ser creado? Si quieres ser una buena esposa y una madre cariñosa, no puedes dedicar todo tu tiempo a cumplir tu deber, pero si quieres dedicarte por completo a cumplir tu deber, no puedes ser una buena esposa y una madre afectuosa. ¿Qué haces en ese caso? Si eliges cumplir bien tu deber, encargarte del trabajo de la iglesia y ser leal a Dios, debes renunciar a ser una buena esposa y una madre amorosa. ¿Qué pensarías en esta situación? ¿Qué tipo de desacuerdo surgiría en tu mente? ¿Sentirías que has decepcionado a tus hijos y a tu marido? ¿De dónde proviene este sentimiento de culpa y desasosiego? Cuando no cumples bien el deber de un ser creado, ¿sientes que has decepcionado a Dios? No tienes ningún sentimiento de culpa o reproche porque no hay el más ligero indicio de la verdad en tu corazón y en tu mente. Por tanto, ¿qué es lo que entiendes? La cultura tradicional y ser una buena esposa y una madre cariñosa. De esta manera, surgirá en tu mente esta noción: “Si no soy una buena esposa y una madre afectuosa, no soy una mujer buena ni decente”. A partir de ese momento, esta noción te atará y te encadenará, y seguirá siendo así incluso después de que creas en Dios y cumplas tu deber. Cuando haya un conflicto entre cumplir tu deber y ser una buena esposa y una madre amorosa, aunque tal vez elijas de mala gana cumplir tu deber, pues quizá tienes un poco de lealtad, seguirás sintiéndote desasosegada y culpable en el corazón. Por tanto, cuando tengas un poco de tiempo libre mientras cumplas tu deber, buscarás la oportunidad de cuidar de tus hijos y de tu marido, querrás compensarlos aún más y pensarás que eso está bien, aunque debas sufrir más, con tal de tener la conciencia tranquila. ¿Acaso no proviene todo esto de la influencia de las ideas y las teorías de la cultura tradicional sobre ser una buena esposa y una madre cariñosa? Ahora tienes un pie puesto en cada lado: quieres cumplir tu deber bien, pero también quieres ser una buena esposa y una madre afectuosa. Sin embargo, ante Dios solo tenemos una responsabilidad, una obligación, una misión: cumplir correctamente el deber de un ser creado. ¿Has cumplido bien este deber? ¿Por qué volviste a desviarte del camino? ¿Realmente no te sientes culpable ni te haces reproches en tu interior? Al cumplir tu deber, puedes alejarte del camino porque la verdad todavía no se ha asentado ni reina en tu corazón. Aunque ahora seas capaz de cumplir tu deber, en realidad aún no estás a la altura de los criterios de la verdad ni de los requisitos de Dios. ¿Puedes apreciar claramente este hecho ahora? ¿A qué se refiere Dios cuando dice que “Dios es la fuente de la vida del hombre”? El sentido de esta frase es que todo el mundo se dé cuenta de lo siguiente: la vida y el alma de todos provienen de Dios y Él las creó; no provienen de nuestros padres y, ciertamente, tampoco de la naturaleza, sino que Dios nos las ha dado. Solo nuestra carne nació de nuestros padres, del mismo modo que nuestros hijos nacen de nosotros, pero su destino está totalmente en manos de Dios. El hecho de que podamos creer en Dios es una oportunidad que Él ofrece; Él así lo decreta y es Su gracia. Por tanto, no es necesario que cumplas tus obligaciones o responsabilidades hacia nadie más; solo deberías cumplir tu deber hacia Dios como ser creado. Esto es lo que la gente debe hacer por encima de cualquier otra cosa, la acción principal que se debe llevar a cabo como asunto primordial de la vida de cada uno. Si no cumples bien tu deber, no eres un ser creado cualificado. A ojos de otros, es posible que seas una buena esposa y una madre cariñosa, una ama de casa excelente, una buena hija y un miembro destacado de la sociedad, pero ante Dios eres alguien que se rebela contra Él, que no ha cumplido en absoluto su obligación o deber, que aceptó Su comisión, pero no la completó, y que se rindió a mitad de camino. ¿Puede alguien así ganar la aprobación de Dios? Este tipo de personas no tiene ningún valor. Por muy perfecta que seas como esposa y madre, por muy elevados que sean tus valores de moralidad social, o por mucho que te aprueben otros, eso no quiere decir que pongas en práctica la verdad, y mucho menos que te sometas a Dios. Si sientes aversión por la verdad y te niegas a aceptarla, esto solo demuestra que no tienes conciencia ni razón, ni una humanidad normal, y que no tienes a Dios en el corazón en absoluto. ¿Acaso este tipo de persona no dista demasiado de los requisitos de Dios? Quienes no persiguen la verdad son así, siempre viven según las ideas y teorías de la cultura tradicional, y siguen las tendencias de la sociedad, pero no aceptan la verdad ni son capaces de someterse a Dios. ¿Acaso no son unas personas empobrecidas y lamentables? ¿Acaso no son estúpidas e ignorantes? ¿Vale la pena jactarse y estar orgullosa de ser una buena esposa y una madre cariñosa, de ser una mujer buena que agrada a todo el mundo?
Todas las cosas que la gente alberga en el corazón no se corresponden realmente con la verdad y son hostiles hacia Dios. Entre estas cosas se incluyen las que creemos que son positivas y buenas y las que se consideran generalmente correctas. Incluso las contemplamos como la verdad, como necesidades humanas y como situaciones que se deberían experimentar. Sin embargo, para Dios son aborrecibles. ¿Hasta qué punto las ideas que el hombre considera correctas o las cosas que cree que son positivas están lejos de las verdades que Dios ha expresado? Muy lejos, en efecto; la distancia es inmensurable. Por tanto, debemos conocernos a nosotros mismos y vale la pena escarbar y analizar profundamente desde la formación académica que hemos recibido hasta nuestras búsquedas y preferencias, desde nuestros pensamientos y nuestras ideas hasta las sendas que elegimos y recorremos. Algunas de estas cosas se heredan de la familia, otras provienen de la escuela o de la influencia y del condicionamiento de los entornos sociales, otras se aprenden de los libros y otras más se derivan de nuestras figuraciones y nociones. Estas son las cosas más aterradoras, porque dominan nuestras mentes y rigen las motivaciones, las intenciones y los objetivos de nuestros actos. También condicionan y controlan nuestras palabras y acciones. Si no las sacamos a la luz y las rechazamos, nunca aceptaremos plenamente las palabras de Dios, ni admitiremos sin reservas Sus requisitos, ni los pondremos en práctica. Mientras tengas tus propios puntos de vista e ideas, así como cosas que consideres correctas, nunca aceptarás incondicionalmente las palabras de Dios ni las practicarás en su forma original; sin duda procesarás Sus palabras en el corazón y solo las practicarás después de amoldarlas a tus nociones. Así es como te comportarás y “ayudarás” a otros: los llevarás a hacer cosas según tus métodos. Parecerá que pones en práctica las palabras de Dios, pero lo que practicarás serán adulteraciones humanas. No serás consciente de esto y pensarás que estás practicando la verdad, que ya has entrado en la realidad-verdad y que ya has ganado la verdad. ¿Acaso no es esta una actitud arrogante y santurrona? ¿Acaso no es algo aterrador un estado como este? Si la gente no es meticulosa a la hora de practicar la verdad, habrá desviaciones. Si uno siempre se basa en sus figuraciones para poner en práctica las palabras de Dios, no solo no está practicando la verdad, sino que tampoco puede lograr someterse a Él. Si uno pretende entrar en la realidad-verdad, debe reflexionar sobre las nociones y figuraciones que hay en su interior y sobre cuáles de sus ideas no se ajustan a la verdad. Al analizar minuciosamente estas cosas, no bastará con una o dos palabras para explicarlas minuciosamente o para que queden claras. Por supuesto, en la vida hay muchas otras cuestiones como esta. Como las más de cien ponzoñas de Satanás recogidas en el pasado; puede que hayas entendido las palabras y las expresiones, pero ¿cómo has reaccionado ante ellas? ¿Has reflexionado al respecto? ¿Acaso no compartes también estas ponzoñas? ¿No reflejan asimismo tu manera de pensar? Cuando haces cosas, ¿acaso no te comportas también según estas ponzoñas? Debes ahondar en tu experiencia personal y compararla con estas palabras. Si simplemente leéis por encima las palabras de Dios que dejan en evidencia las ponzoñas de Satanás, si solo les echáis un vistazo, o si pensáis en ellas en términos simples, admitiendo que estas cosas realmente son ponzoñas y corrompen y perjudican a la gente, y después dejáis de lado las palabras de Dios, no tendréis manera de corregir vuestro carácter corrupto. Mucha gente lee las palabras de Dios sin ser capaz de relacionarlas con la realidad. Simplemente las lee y echa un vistazo al texto y, en tanto que entienda su significado literal, cree haber comprendido las palabras de Dios o incluso la verdad. Sin embargo, nunca reflexiona sobre sus actitudes corruptas y, cuando sabe que revela corrupción, no busca la verdad para resolverla. Se contenta meramente con admitir que todos los estados que desenmascaran las palabras de Dios son reales y revelaciones de actitudes corruptas, y ahí se queda. ¿Puede conocerse verdaderamente a sí mismo alguien que lea las palabras de Dios de esta forma? ¿Puede despojarse de su carácter corrupto? De ninguna manera. La mayoría de las personas que creen en Dios lo hacen de este modo y, en consecuencia, no transforman su carácter después de diez o veinte años de fe. La causa principal de esto es que no se esfuerzan por las palabras de Dios y no pueden aceptar la verdad ni someterse a ella en el corazón. Al practicar, simplemente observan los preceptos y evitan hacer grandes males, y con eso piensan que practican la verdad. ¿Acaso no hay una desviación en su práctica? ¿Es así de simple practicar la verdad? Las personas son seres vivos y todas tienen pensamientos; en particular, toda la gente tiene actitudes corruptas muy arraigadas en el corazón y diversos pensamientos e ideas que surgen de la dominación de su naturaleza satánica. Todos estos pensamientos e ideas son revelaciones de un carácter satánico. Si las personas no son capaces de analizar minuciosamente y conocer estas cosas sobre la base de la verdad de las palabras de Dios, no tienen manera de conocer su esencia corrupta ni se pueden limpiar sus actitudes corruptas. ¿Por qué los que no aceptan la verdad son tan arrogantes, santurrones y recalcitrantes? Porque todos tienen distintos pensamientos y opiniones sobre diversas cosas, así como algunas ideas y teorías que los guían, de modo que sienten que son correctos, menosprecian a los demás y son arrogantes, santurrones y recalcitrantes. Por mucho que otros les hablen de la verdad, ellos no están dispuestos a aceptarla y siguen viviendo según sus pensamientos e ideas porque estos ya se han convertido en su vida. Lo cierto es que en todo lo que haces hay un pensamiento o una idea en tu interior que dicta tu manera de hacerlo y la dirección en la que lo haces. Si no eres consciente de esto, deberías reflexionar sobre ti mismo a menudo; así sabrás cuáles de tus pensamientos e ideas controlan tus actos y obras. Por supuesto, si ahora tuvieras que revisar tus pensamientos e ideas, sentirías que no hay nada en ellos que sea hostil hacia Dios, que eres honesto y leal, que cumples tu deber voluntariamente, que puedes renunciar a cosas y que te esfuerzas por Dios. Sentirías que lo haces bien en todos esos aspectos. Pero cuando Dios se ponga realmente serio contigo, cuando te haga hacer algo que no se ajuste a tus nociones, algo que no estés dispuesto a hacer, ¿cómo enfocarás la situación? En ese momento se pondrán en evidencia tus pensamientos, ideas y actitudes corruptas, como el agua que se derrama de una esclusa abierta: no puedes controlarla, por más que quisieras. Esto te impedirá practicar la verdad y someterte a Dios. Dirás: “¿Por qué no puedo controlarme? No quiero resistirme a Dios, así que ¿por qué lo hago? No quiero opinar sobre Él ni tener nociones sobre Sus acciones; ¿por qué lo juzgo entonces? ¿Por qué tengo todavía estas nociones?”. En ese momento, deberías hacer introspección, conocerte a ti mismo y examinar qué hay en tu interior que se resiste a Dios o es hostil y contrario hacia la obra que Él lleva a cabo actualmente. Si puedes llegar a comprender estas cosas y resolverlas según la verdad en las palabras de Dios, progresarás en la vida y entenderás la verdad.
En China gobierna un partido político ateo y al pueblo chino se le educa en el ateísmo y la evolución, con dichos populares como: “Todo proviene de la naturaleza” y “Los humanos descienden de los simios”. Después de creer en Dios y leer Sus palabras, sabes que Él creó los cielos, la tierra y todas las cosas, incluidos los seres humanos, y todo el mundo es capaz de sentir en el corazón que la palabra de Dios es verdadera. Todo lo que hay en la naturaleza es la creación de Dios y nada habría llegado jamás a ser si Él no lo hubiera creado. Decir que los humanos provienen de los simios es particularmente indefendible, ya que en toda la historia humana nadie ha visto jamás a un simio convertirse en un humano. No hay ninguna prueba al respecto y, por tanto, todo esto no es más que las mentiras y el engaño de Satanás. Los que entienden la verdad rechazan las palabras endiabladas, las herejías y las falacias de Satanás y creen en la Biblia y en las palabras de Dios sin un atisbo de duda. Pero para aquellos que no aman la verdad es imposible aceptar plenamente que las palabras de Dios son la verdad. Algunos podrían preguntarse: “Dios creó al hombre, pero ¿cómo? ¿Por qué no lo he visto? No creo en lo que no he visto”. Su fe en Dios se basa en lo que pueden ver con sus propios ojos. Eso no es tener fe. El hombre provino de Dios y Él ha dirigido al hombre paso a paso hasta el momento presente, siendo siempre Soberano de su destino. Esto es un hecho. En los últimos días, Dios ha desvelado todos estos misterios y ha dicho que el hombre tiene reencarnación y transmigración, que Él ha dado la vida y el alma humanas y que estas provienen de Él. Esta es la verdad. Pero cada vez que te enfrentas a este aspecto de la verdad, dado que no aceptas que estas palabras de Dios sean la verdad, lo comparas con tus propios pensamientos e ideas: “Ya que el hombre no provino de los simios, sino de Dios, ¿cómo es que vino de Dios? ¿Cómo dio Él vida al hombre?”. Si no entiendes a Dios, pensarás que es imposible que Él tenga el poder, la sabiduría o la autoridad para crear al hombre con tan solo un soplo o una palabra. No crees que esto sea un hecho o que sea la verdad. Cuando te asaltan las dudas, te resistes a estas palabras de Dios y dices que no crees en ellas, pero de hecho tu corazón se encuentra en un estado de resistencia y tiene una actitud de oposición. No estás dispuesto a escuchar cuando Dios expresa estas palabras, sientes hostilidad en el corazón y no eres capaz de decir amén a las palabras de Dios. En realidad, si observamos los hechos, no nos hace falta investigar cómo o cuándo Dios hizo al hombre, quién lo vio o si alguien puede dar testimonio de ello. No es necesario que la gente estudie estas cosas. Cuando entienden genuinamente la verdad y conocen las obras de Dios, las personas son capaces de dar testimonio por sí mismas. ¿Cuál es el asunto clave en el que deberían centrarse ahora? La respuesta es: conocer la obra de Dios. De principio a fin, Él ha estado llevando a cabo Su obra de gestionar al hombre y de salvarlo en medio de la humanidad. De principio a fin, solo hay un Dios que obra, que habla, que enseña y que guía a la humanidad. Este Dios existe. Dios ha expresado muchas palabras ahora, ya lo hemos visto cara a cara, lo hemos oído hablar, hemos experimentado Su obra, hemos comido y bebido Sus palabras y las hemos aceptado en nosotros para que se vuelvan nuestra vida. Y estas palabras nos guían y nos cambian constantemente. Este Dios existe de verdad. Por tanto, deberíamos creer, como dijo Dios, la realidad de que Él creó a la humanidad y de que creó a Adán y Eva en el principio. Como crees que este Dios existe y has venido ahora delante de Él, ¿sigues necesitando confirmar que la obra que hizo Jehová es la obra de este Dios? Si nadie puede confirmarlo y nadie lo presencia, ¿no lo creerás? O respecto a la obra de la Era de la Gracia, ¿no crees que Jesús fue la encarnación de Dios porque nunca lo viste? Si al Dios actual no lo vieras personalmente hablar, ni obrar, ni lo vieras encarnado, ¿no lo creerías? Si no vieras estas cosas o si no hubiera testigos que las confirmen, ¿no creerías en todas ellas? Esto se debe al punto de vista disparatadamente falso que las personas tienen en su interior. Es un error que muchas personas cometen. Tienen que verlo todo personalmente y, si no es así, no lo creen. Esto es erróneo. Solo aquel que conozca verdaderamente a Dios, que sea capaz de creer en Su palabra sin ver los hechos y de corroborarla, es el tipo de persona que entiende la verdad y tiene una fe verdadera. Haber visto estas palabras de Dios y haber oído Su voz es suficiente para que tengamos una fe verdadera y, por tanto, lo sigamos y creamos en todas las palabras y las obras que provienen de Él. No nos hace falta seguir analizando o investigando cosas. ¿Acaso no es este el tipo de razón que la gente debería tener? Cuando Dios creó a la humanidad, no hubo nadie que lo presenciara, pero ahora Él se ha hecho carne para expresar verdades, salvar al hombre, realizar Su obra de una manera práctica, caminar entre las iglesias y obrar entre la humanidad. ¿Hay mucha gente que no haya visto esto? No todo el mundo es capaz de verlo, pero tú crees en ello. ¿Por qué? ¿Acaso no crees en ello solo porque sientes que las palabras de Dios son la verdad y que esto es el camino verdadero y la obra de Dios? ¿Puedes seguir diciendo: “En esta etapa de la obra de Dios, lo oí hablar y también vi Sus palabras. Es cierto que estas palabras provinieron de Él. Pero por lo que respecta a la obra de la crucifixión del Señor Jesús, no toqué Sus marcas de los clavos, de modo que no creo que lo crucificaran. No presencié la obra que Jehová Dios hizo durante la Era de la Ley ni oí los mandamientos cuando Él los proclamó. Solo Moisés los oyó y escribió sus Cinco Libros, pero no sé cómo los escribió”? ¿Es normal el estado mental de las personas que dicen estas cosas? Son no creyentes y no personas que creen verdaderamente en Dios. Es como cuando los israelitas dijeron: “¿Solamente por Moisés ha hablado Jehová? ¿No ha hablado también por nosotros?” (Números 12:2).* Lo que querían decir era: “No escucharemos a Moisés, debemos oírlo personalmente de Jehová Dios”. Al igual que cuando la gente dijo durante la Era de la Gracia que no creía que crucificaran a Jesús ni que Él resucitara de entre los muertos porque no lo había visto personalmente con sus propios ojos. Un discípulo, llamado Tomás, insistió en tocar las marcas de los clavos de Jesús. ¿Y qué le dijo el Señor Jesús? (“Tomás, crees porque me has visto; benditos los que no han visto, pero aun así creen” (Juan 20:29)).* “Benditos los que no han visto, pero aun así creen”.* ¿Qué significa esto en realidad? ¿Realmente no vieron nada? De hecho, a través de todas las cosas que Jesús había dicho y de toda la obra que hizo ya se había demostrado que Él era Dios y que, por tanto, la gente debería haber creído en ello. A Jesús no le hizo falta hacer más señales y prodigios ni expresar más palabras, y a la gente no le hizo falta tocar Sus marcas de los clavos para creer. La fe verdadera no se basa solo en ver, sino que, mediante una confirmación espiritual, la fe se mantiene hasta el mismísimo final y nunca surge ninguna duda. Tomás fue un no creyente que solo confiaba en lo que veía. No seáis como Tomás.
En la iglesia hay realmente algunas personas como Tomás. Dudan constantemente de la encarnación de Dios y aguardan a que Él se marche de la tierra y regrese al tercer cielo, y esperan ver a la persona real de Dios para creer de una vez por todas. No creen en Él por las palabras que ha expresado durante Su encarnación. El momento en el que este tipo de personas comiencen a creer ya será demasiado tarde, y será entonces que Dios las condenará. El Señor Jesús dijo: “Tomás, crees porque me has visto; benditos los que no han visto, pero aun así creen”.* Estas palabras significan que el Señor Jesús ya lo había condenado y que Tomás es un no creyente. Si crees verdaderamente en el Señor y en todo lo que Él ha dicho, serás bendecido. Si has seguido al Señor durante mucho tiempo, pero no crees en Su capacidad para resucitar o que Él es el Dios todopoderoso, no tienes una fe verdadera y no podrás alcanzar bendiciones. Las bendiciones solo se pueden obtener a través de la fe, y no las conseguirás si no crees. ¿Únicamente puedes creer en algo si Dios aparece ante ti, te permite verlo y te convence en persona? Como ser humano, ¿acaso eres apto para pedirle a Dios que se te aparezca de manera personal? ¿Acaso eres apto para hacer que le hable personalmente a un ser humano corrupto como tú? ¿Y qué cualificaciones tienes para necesitar que Él te explique todo con claridad para que creas? Si posees razón, creerás con tan solo leer estas palabras que Dios ha pronunciado. Si de verdad crees, no importa lo que Él haga o diga. En su lugar, al ver que estas palabras son la verdad, estarás convencido al cien por cien de que Dios dijo e hizo estas cosas, y ya estarás preparado para seguir a Dios hasta el final. No tienes que dudarlo. Las personas que están llenas de dudas son demasiado falsas. Sencillamente no pueden creer en Dios. Siempre están intentando entender esos misterios y solo creerán después de comprenderlos por completo. Su condición previa para creer en Dios es tener respuestas claras a preguntas como: ¿Cómo vino Dios encarnado? ¿Cuándo llegó? ¿Cuánto tiempo se quedará antes de tener que marcharse? ¿Dónde irá después de marcharse? ¿De qué manera se marchará? ¿Cómo obra Dios encarnado y cómo se marcha?… Quieren entender algunos misterios; están aquí para investigarlos, no para buscar la verdad. Piensan que no serán capaces de creer en Dios si no desentrañan estos misterios. Es como si su fe hubiese sido obstaculizada. El punto de vista de estas personas es un problema. Una vez que tienen el deseo de investigar misterios, no se preocupan por prestar atención a la verdad ni atender a las palabras de Dios. ¿Acaso podrían conocerse a sí mismas tales personas? No les resulta fácil conocerse a sí mismas. Con esto no se pretende condenar a cierto tipo de personas. Alguien que no acepta la verdad ni cree en las palabras de Dios no tiene una fe verdadera. Se centrará simplemente en palabras, misterios, cosas triviales o problemas en los que la gente no se había fijado y le buscará tres pies al gato. Pero también es posible que un día Dios lo esclarezca, o que sus hermanos y hermanas lo ayuden al hablarle de la verdad a menudo, y cambie de actitud. El día que esto suceda, sentirá que sus ideas anteriores eran demasiado absurdas, que fue demasiado arrogante y que se tenía excesivamente bien considerado, y se avergonzará. Los que tengan una fe genuina confiarán en lo que Dios diga sin dudar en ningún momento y su fe será aún más fuerte cuando tengan cierta experiencia y vean que se cumplen y concretan todas las palabras de Dios. Este tipo de persona tiene entendimiento espiritual, cree en la verdad, puede aceptarla y tiene fe genuina.
Primavera, 2008
Las citas bíblicas marcadas (*) han sido traducidas de AKJV.
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